La semilla maldita

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--Savras--
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La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

Hace 22 años, en Sundabar…

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Los gritos desgarradores del parto resonaban sobre los truenos de la implacable tormenta que azotaba la ciudad. El viento y la lluvia sacudían las ventanas, rompiendo cristales y apagando las velas que trataban de iluminar la alcoba. La mujer arañaba su pecho y cuello, desesperada, intentando salir de su propio cuerpo, luchando contra las doncellas y el médico que dirigían el parto. Sangre, solo veía sangre salir de ella.
Su marido sonreía en una esquina oscura, expectante, mientras ella tan solo podía llorar y pedir que aquel tormento finalizara.

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Una última oleada de dolor sacudió su espina dorsal, separando su espalda de la cama y arrancando un chillido demencial de su garganta. El bebé salió de ella con su último suspiro, llegando al mundo sobre el torrente escarlata que había abandonado el cuerpo de su madre.
Una vida por una vida.
Boris observó al bebé. El horror le invadió. Al fin lo lograba. Pero aquello no era del todo lo que había esperado...

Horas después...

“Toma, es esto lo que quieres, ¿no? Cógelo todo, cada miserable moneda. Es lo único que te importa.”
Los guardias arrastraban los cuerpos sin vida, metiéndolos en sacos, amontonándolos al final de la escalera, donde otros guardias los recogían para llevarlos a un lugar donde nadie asociara sus muertes con su nombre. No podían quedar testigos, nadie hablaría jamás de aquello. Boris, cabizbajo y con la voz temblorosa, trató de darle explicaciones. Él ignoró su lamentable discurso, implacable. Aquella rata había estado a punto de ensuciar el nombre por el que tanto había trabajado. Se atrevió a decir que lo hizo por el bien de la familia.
La familia había resultado no ser más que una decepción...
“No quiero volver a verte. Vete todo lo lejos que puedas, pero no regreses jamás a la Marca. Nunca.”

No era capaz de ver aquella cara. Le daba asco. Era una criatura tan lamentable, había desperdiciado tanto, todo el futuro que había planeado para él por… nada.

“Padre, por favor, permite que…”

“¡¡Silencio, no vuelvas a llamarme así!! Sal de aquí, vete antes de que mi piedad llegue a su límite y haga que te reúnas con tu pobre mujer…”

Contempló a Boris coger el dinero y salir corriendo. Tomó aliento y fue hacia la cama donde reposaba el cadáver de su nuera. El pequeño bebé estaba sobre las sábanas empapadas de sangre, mirándolo fijamente a los ojos. Suspiró, rodeando el cuello de la pobre criatura con su mano.
“Dioses, perdonadme por esto…”

“¿Abuelo?”

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La niña abrió la puerta del dormitorio frotándose los ojos. El hombre se quedó petrificado, observando a su pobre nieta. Lentamente, apartó los dedos del cuello del bebé.


A lo largo de los últimos años…

El hambre era cada vez mayor. Vino, sexo, drogas, su apetito era más profundo cuanto más tiempo pasaba. Sentía aquella cosa moverse en su interior. Escuchaba las voces incesantes en su cabeza las pocas veces que iba sereno, aunque con el tiempo ni tan siquiera eso ayudaba. No solo lo visitaban en aquellas horribles pesadillas, sino que ya aparecían bajo el mismo sol.

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Dejar de dormir tampoco fue una solución.
Poco a poco, dejó de saber lo que significaba la paz, el descanso. Los dolores eran cada vez mayores, vomitaba sangre tan a menudo como meaba. Su pelo se iba volviendo blanco y quebradizo, su piel se arrugó y perdió mucho peso, haciendo que solo con cuarenta años pareciera un anciano. Pero lo peor era el hedor que desprendía, podía oler como sus órganos se estaban pudriendo en su interior, aunque nadie más parecía notarlo, a él le estaba volviendo loco. Sentía como insectos se retorcían bajo su piel devorando su podredumbre. El hambre iba en aumento, cuanto más tenía, más quería. Cuanto más se saciaba, más necesitaba.
Yació con sagas y criaturas monstruosas, hizo cosas horripilantes e inconfesables a cambio de conocimiento, tratando de librarse de aquella maldición.Suplicó a Mammon una y otra vez, pero sus plegarias siempre fueron ignorados. Engendró criaturas monstruosas tratando de satisfacerlo. Se convirtió en el padre de seres que temía y aborrecía. Los odiaba casi tanto como se aprovechaba de ellos. Moldeó sus mentes alimentándolos con el veneno que crecía en sus entrañas.
El oro le ayudó a satisfacer sus necesidades durante muchos años, pero poco a poco fue agotándose. Cuando su fortuna llegó a su fin, sólo pudo volver su mirada a un lugar.

Todo lo que le pertenecía por derecho estaba en el Norte. Allí no volvería a necesitar nada más, una vez reclamara lo que era suyo.


Ahora, en Nevesmortas…

Próximamente…

(Aunque se acepta cualquier relato escrito por jugador xD)
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

Hace pocas horas...

Lo recordaba... Al fin recordaba todo, y entendía lo que decían esas personas. Pero no entendían nada, no sabían el daño que le habían hecho. Ahora solo podía llorar, gritar y lamentarse por todo aquello que había perdido, pero nada cambiaría. Le había fallado, ni tan siquiera había logrado que lo escucharan. Le había dado tanto, y no había podido corresponderle.
Se levantó de la cama, recogiéndose la sábana y rasgándola, mirando con desprecio la manzana mordida que aun permanecía en el suelo. No podía olvidar aquel sabor, comparado con el néctar que le dio a probar, todo lo demás sabía a podredumbre, a cenizas. A miseria. Sus manos, débiles y temblorosas, eran una vergüenza. Él le había hecho fuerte, le había permitido vivir como nunca. Sin miedo, sin preocupaciones. Solo había querido complacerlo.

Lo había perdido todo. Nada podría igualarlo. Jamás.

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No merecía seguir sin él. Pero al menos podía irse feliz por recordarlo. Por haberlo conocido. Por haber formado para de él.

Se iba con su sabor. Con su olor.

Con su canción.


Horas después encontraron su cadáver con una sonrisa, balanceándose junto a la cama del Hospicio en la que le habían dejado descansar.
--Savras--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

En el sur de Nevesmortas...
"Es peor de lo que esperaba...". Áshnar podía sentir en su interior el mal que se estaba gestando, era algo pérfido e intenso como pocas veces había presenciado. Trató de mantener su sonrisa serena ante los aventureros, de no preocuparlos. No parecían entender lo que allí estaba ocurriendo. "Que el Señor del Alba nos proteja a todos."

Con la ayuda de los miembros del templo, Áshnar el Humilde se disponía a alzar alrededor del árbol maldito un círculo sagrado. Sintió la mano de Lathander fluir a través de sus oraciones, y vio como los rayos del amanecer luchaban contra la corrupción que estaba apoderándose del árbol. La alegría duró poco, el Clérigo sintió en su propia alma como la magia oscura que fluía por las entrañas del árbol se resistía. Cada palabra que salía de sus bocas era más pesada y requería más aliento. Uno de sus ayudantes cayó inconsciente al tratar de enfrentar el poder que se les oponía. Cuando terminaron el círculo, Áshnar estaba sudando de cabezas a pies, con apenas fuerzas para mantenerse erguido. Pero el círculo aguantaba. O, al menos, lo haría durante un tiempo.
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El árbol maldito dejaba escapar un humo negro allí donde el sol lo iluminaba. Los gusanos ardieron y se retorcieron hasta ser poco más que pequeños charcos burbujeantes. Pero no hubo ningún otro cambio. La corrupción aun mancillaba la tierra y el propio árbol.

- Lo siento... - dijo sin apenas aliento a los aventureros -. Es todo lo que podemos hacer... El mal que ha llegado hasta nosotros es mayor de lo que podía imaginar...

Pasó la mano sobre la corteza oscura, allí donde habían tallado aquel nombre aborrecible. Un líquido espeso y negro cubrió su reluciente guantelete, oscureciendo el pulido metal.

- La Condesa de las Sagas... - hizo memoria, tratando de traer a su mente todo lo que sabía sobre ese nombre -. Lo que he leído sobre ella difiere un poco de lo que Gregor nos ha contado, pero tiene muchos puntos en común.

Vació un vial de agua bendita sobre el guantelete, limpiando la zona tocada por los fluidos del árbol.

- La Condesa es diferente al resto de Archidiablos del Infierno, al menos, en dos aspectos. Ella no es una baatezu, no pertenecía originariamente a ese plano, es una saga nocturna especialmente inteligente y taimada. El segundo es que es más distante e impredecible, se rige y actúa bajo muchas menos normas y obediencia de leyes que el resto, pero es igual de malvada.

Áshnar puso a trabajar a sus guardias, pidiéndoles que llevaran de vuelta al templo a sus ayudantes para que se recuperaran del shock sufrido. Los guardias obedecieron de inmediato, sin dejar de lanzar miradas al extraño árbol humeante.

- Fue la amante del anterior gobernante de la sexta capa del Infierno, pero cuando éste murió a manos de Asmodeo, ella tomó su lugar. Muchos creen que ella traicionó a su propio amante sabedora de que todo su poder acabaría en sus manos. Es conocida por muchas cosas, pero la más peligrosa es que es la mejor comerciante de almas, y que está en plena expansión de su influencia en el Infierno. Considera a las sagas sus hermanas, y ellas la corresponden con honor, siguiendo cualquiera que sea su plan. Si ha puesto sus ojos en Nevesmortas... que los dioses nos protejan y nos ayuden a averiguar qué es lo que quiere.

Áshnar lanzó un último vistazo al árbol. Se le veía impotente, agotado. Parecía haber envejecido de golpe.

- El círculo solo funcionará durante el día, cuando el sol brille en el cielo. Por la noche... por la noche continuará su corrupción. Solo he ganado tiempo, espero que sea suficiente... Si consume el árbol por completo... - miró durante unos segundos a los aventureros, pensando en sus siguientes palabras -. Si eso sucede, se abrirá un portal al Infierno en nuestro hogar.

Con una plegaria silenciosa, el Humilde redirige sus pasos al templo. Ahora tiene un motivo más por el que rezar, y espera no ser el único que lo haga.

"Lathander, permite a tus siervos ver un nuevo amanecer"
--Savras--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

Escuchad atentos mis palabras, amigos, y no perdáis detalle. Faerûn, tierra de magia y grandes gestas. Algunas de estas historias han perdurado siglos, convirtiéndose en leyendas que resuenan en cada rincón del maravilloso continente. Sin embargo, hay muchas historias que permanecen en las sombras. Relatos que solo son susurrados a la luz de una hoguera, o rumores que es mejor trata de olvidar. Historias que cualquier alma sensata desearía que no fuesen ciertas. Una de estas escabrosas leyendas es la de la Moneda del Ahorcado. Tal vez nunca la hayas escuchado, o tal vez hayas decidido no hacerlo.
Forjada con los huesos, sangre, y joyas de un insensato que osó tratar de romper un trato con Mammón, la moneda se ha cobrado almas desde entonces. Ha entrado y salido del Infierno muchas veces, ha acompañado innumerables codiciosos y visitado tierras de cada rincón de Toril. Una moneda de cambio que ofrece deseos por un único y simple pago: tu alma. Ah, sí, tu alma. Un alma que incluso tras la muerte solo existirá para recuperar la moneda.
La Moneda del Ahorcado ha pasado de mano en mano. La avaricia ha guiado a muchos hasta ella, muchas vidas se han consumido durante su trayecto. Tal vez algún día acabe en tus manos, así que no olvides esto. Muchos han creído poseerla, sin entender que en realidad, quien te posee, es ella.
Dicen que ha vuelto a ser escupida del Infierno, que se mueve libremente por la Marca Argéntea. Si es así, mi único consejo es este: huye de ella, nunca la toques. Si eres listo, ni tan siquiera pasarás tiempo a su lado. Si no es así, bueno, suerte. La necesitarás.


LA MONEDA DEL AHORCADO
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GRACIAS, BORIS
Hace unos meses...
"La sonrisa de la vieja arpía se ensanchó de forma grotesca. Boris sintió repugnancia ante su mera presencia. Era horrible, y olía a muerte y enfermedad. Pero si ellas podían conseguir lo que quería, lo que necesitaba... Decidido aceptó, era lo mejor para la familia. Nadie se quedaría con lo que su padre había conseguido. Cuando vio la extraña moneda que le ofrecían sintió un profundo pinchazo en el estómago. Se agarró el vientre, notando como comenzaba a arder. "Trágatela, rápido. Así conseguirás lo que quieres". Con manos temblorosas cogió la retorcida moneda. Abrió la boca, viendo como de ella salían relucientes moscas, y se la tragó. Fue como engullir fuego líquido. Boris cayó al suelo, retorciéndose y gritando. Las voces de las viejas resonaban a su alrededor, una risa estridente y enloquecedora. El mundo se oscureció, dejándolo solo ante una montaña de oro cubierta de larvas. Larvas que comenzaron a sepultarlo. Boris trató de luchar contra ellos, inutilmente. Se introducían en su cabeza a través de sus orejas.
"Es nuestra, nuestra", repetían con voces profundas y cavernosas. Boris luchó, luchó con todas sus fuerzas, escapando de su repugnante sepultra. Cuando se liberó, frente a él había un gigantesco portal. Vio emerger enormes manos. Manos que palpaban todo, buscándolo. "Únete a nosotros", susurró una voz desde las profundidades del portal a la vez que las manos se estiraron hacia él, envolviéndolo"
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Boris despertó en su pequeño camastro, cubierto de sudor. Se arrastró hasta salir de la cama, llorando y retorciéndose de dolor. Trató de vomitar para librarse de ella, pero tan solo expulsó sangre, bilis y gusanos. Maldijo la moneda, por enésima vez a lo largo de la última década. Maldijo a las brujas que lo engañaron. Se maldijo a sí, y a su padre... No podía escapar... No podía librarse de la maldición.

LA RIQUEZA DE PERCIVAL


Hace unas semanas...
"Estaba en mitad de un gran foso enrejado. Antes de que pudiera preguntarse qué pasaba, el mediano vio extrañas sombras brotar del suelo al otro lado de grandes barrotes. Las figuras estiraban sus brazos a través de ellos, como si trataran de alcanzarlo. "Nuestra, nuestra", repetían sin parar. "¡Callaros!", gritó Percival ante la cacofonía de voces. Ante él, bajando lentamente los escalones, estaba Boris. El humano, vestido con harapos y en un estado lamentable, arrastraba los pies, mirándolo con codicia y odio. Sus manos temblaban, suplicándole. "La moneda. Es mía".

Percival desenvainó sus armas. "¡No, yo te maté, Boris!". Se arrojó hacia el humano, confuso, furioso y asustado. Le dio una muerte rápida a ese desgraciado y se apartó de su cuerpo. Las sombras se retorcían, excitadas. Cada vez había más y más, y sus voces lo atravesaban y resonaban dentro de él. "¡¡Callaros!!", gritó desesperado.
"Dánosla...". Ante él el cadáver de Boris volvió a alzarse. En sus ojos no había vida, solo una intensa oscuridad que se desprendió de ellos. Un humo espeso que envolvía su cuerpo. Pércival maldijo a Boris, pero antes de poder darle su merecido, sintió un profundo dolor en el estómago. Cayó de rodillas, apretándose el vientre. Le ardía, algo le quemaba dentro. Sintió una terrible arcada, y comenzó a vomitar. Vio pasmado como de su boca salían montones de monedas de oro. Cada vez más y más. No podía parar. Perdió el control, aterrorizado mientras las monedas lo sepultaban. El metal dorado se fundía, envolviéndolo y pegándose a su piel, hasta que Pércival quedó engullido por él."
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Percival despertó en la Rosa y el Martillo, con el miedo aún en el cuerpo. Había sido tan real... Le dolía algo la lengua, tal vez se había mordido. Respiró profundo, intentando calmarse. Solo había sido un sueño. La moneda seguía en su bolsillo, ese maldito Boris... ¡Que se pudriera en el infierno! Decidió salir para despejarse, pero antes de abandonar la habitación se miró en un espejo. Sacó la lengua, y quedó paralizado al verla. Su superficie estaba marcada por una horrible quemadura con el mismo símbolo de la moneda.

LA GLORIA DE TREINTAISIETE


Hace unos días...
"Treintaisiete estaba de nuevo en la arena. Pero Treintaisiete no sabía por qué estaba allí. El público vitoreaba su nombre desde el graderío. Extrañas sombras que pedían sangre. Por suerte no estaba solo. Su amigo Percival también estaba en la arena. El mediano le pidió que rompiera la puerta para escapar, pero Treintaisiete no sabía donde estaba Noctis. El mediano parecía cada vez más cabreado. "¡No vales para nada, Treintaisiete! Eres demasiado bobo. Los tontos como tú solo sirven para llevar cadenas. ¡Yo te las pondré!". Su amigo sacó sus armas y le atacó. "¿Cadenas?", pensó el semiorco. "¡¡NO!!", las cuchillas del mediano lo cortaban aquí y allá, pero solo necesitó un golpe de su hacha para separar esa pequeña cabeza de su cuerpo. Furioso se arrojó contra las puertas, mientras el público gritaba de júbilo. Vitoreaban su nombre, otra vez. Pedían sangre, otra vez. Pero no, no más cadenas.
Del suelo surgieron extrañas sombras, sombras que eran Percival. Se arrojaron contra él, Treintaisiete trató de luchar, pero eran demasiados. Demasiados medianos escurridizos. Finalmente, sucumbió ante sus cuchillas, ante una penetrante estocada que se deslizó profundamente entre sus costillas. La arena se cubrió de sombras, y el público estalló en aplausos, gritando una y otra vez su nombre, mientras un susurro se alzaba entre las voces. Un susurro que decía "únete a nosotros". Mientras el semiorco caía de rodillas y notaba como la vida se le escapaba, vio que las gradas estaban vacías. No había nadie. Él era el único que seguía en la arena. Él, y las cadenas."
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Treintaisiete despertó en el local de Vándar. Ante él estaba Percival, ese maldito mediano que quería volver a encadenarlo. La furia se apoderó de él, y saltó hacia su amigo. Mesas y sillas volaron, mientras le decía algo que no quería oir. ¡Se movía demasiado! Al final Treintaisiete se cansó, y el mediano le dijo que era un sueño. ¿Un sueño? ¡Había sido demasiado real!
Tan real como la pequeña marca en sus costillas, una marca que ya había visto antes en una moneda. No volvería a dormir, hasta que se libraran de ella.



Sí, amigos míos. Muchas almas han sido influenciadas por ella, y muy pocas han logrado liberarse de su condena. Si deja marca en ti, bueno, reza. Reza mucho a cualquiera que sea el Dios al que veneras, pero dudo que te escuche. Dudo que ya le interese tu alma.
No olvidéis, amigos míos, que antes o después la Moneda del Ahorcado se cobrará su precio y, entonces, solo habrá un camino posible. Solo una trayecto posible para el barquero.

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--Talos--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Talos-- »

Tras las noticias portadas por sus ojos y emisarios, la oscilante cola golpeaba rítmicamente el suelo mientras índice y pulgar de la mano derecha acariciaban la perilla.

- Dretch. -dijo simplemente y acto seguido una de sus criaturas vestida estrafalariamente se acercó.

- si, Amo. Dretch atiende, Creador. Si.

Con un gesto del tridente, el aire se rasgó levemente mostrando una oquedad en el espacio hacia otro lugar.

- Algo poderoso se mueve en estas tierras. Todavía carezco de la información necesaria... - colocó el sombrero de Dretch cuidadosamente- ... Así que necesito que vayas allí... Y saques más cosas en claro.

La criatura tiró de los tirantes que sujetaban sus holgados pantalones y llenó sus múltiples pulmones .

- Dretch sirve al Amo. Si.

Sin mediar más palabra se encaminó a la grieta que comenzaba a despedir lenguas de fuego azul... Se giró y...

- Creador. ¿Qué tenía que preguntar Dretch?

Unos minutos más tarde , la figura aparecía en las inmediaciones de Villanieve... No muy lejos de un árbol que parecía rezumar un olor exquisito.



Dretch se acercó al árbol lentamente.
Los gusanos rezumaban en el suelo, la mano de la criatura tomó uno y se lo llevó a la boca, masticando mientras miraba el árbol.

Dretch comió y comió. El árbol era bueno. Olía bien y le daba comida en abundancia. Muchos gusanos que parecían ansiosos por entrar en él.

¡Parlimento!
...La Señora de Lengua Larga.
...El gran asiento, como el del Creador.
... Ella venía.

Dretch vio a cosas venir. Hablaron con Dretch. No querían pegar a Dretch.
Dretch se alejó satisfecho. Tenía la barriga llena, información para el Creador y había hablado con cosas.

Una grieta de llamas azules se abrió ante él y cruzó.

Regresó a la lejana cámara de la que había partido .

- ¿Y bien Dretch?

- Oh, Creador. Dretch cuenta. Cosas interesantes. Si, Creador.


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Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

Pues lo que hoy pondré no será ningún relato, si no las nota y apuntes que hice y he estado usando para esta quest. Digamos que esta entrada será como un "Making Off". Para cualquiera con curiosidad en esta entrada añadiré información de los PNJs, aunque posiblemente en un futuro añada otra entrada con los pequeños apuntes que usé para escenas. Por supuesto, aquello que aun no se ha resuelto o info sobre personajes que permanecen en las sombras no será incluido. Mucho son notas simples y cortas, que usé como pie para otras cosas.

Bueno, pues aquí las iré poniendo. Seguramente quede una entrada larga xDDD


TRASFONDO DE LA AVENTURA:

En ocasiones, hay fuerzas que se aprovechan de las debilidades de los mortales para adquirir poder y mover los engranajes de sus maquinaciones, y Toril es un escenario idóneo para ello.




TRASFONDO DE PNJs:

Alder "El Recto" Lindeseco

Pasado:

A Alder le costó mucho llegar a donde está. Ahora es una pieza importante de la economía de Sundabar, una voz destacada en el consejo de comerciantes de la ciudad, siendo escuchado y apoyado incluso por el Maestro Gobernante, Yelmo amigo de enanos. Tiene muchas ideas para enriquecer aun más a Sundabar y sus mercaderes y, por supuesto, a su propio imperio comercial que tiene negocios incluso en Calimshan y Turmish. Para Alder el estatus y el honor asociado a su nombre que ha construido con tiempo, esfuerzo y mucho oro de por medio, son lo más importante de su vida. Por eso su hijo, Boris, es una auténtica decepción y una vergüenza.

Alder ha tapado muchos deslices de su hijo, y el último de ellos fue el nacimiento de un tiflin que llevaba su sangre. Una noticia que mancharía no solo a su hijo, sino a él y a todo lo que trataba de representar. Ignorando los llantos y excusas que éste le dio, Alder exilió a su hijo de Sundabar, enviándolo a las tierras del este, bajo pena de muerte si volvía a pisar la Marca Argéntea. Mandó a sus guardias asesinar a todo el personal que presenció dicho nacimiento, pidiendo a miembros de la Alterta de Sundabar a los que tenía sobornados que se encargaran de crear una coartada para dichas muertes. Desde entonces Alder se dedicó a criar a sus nietos, Helen, la primogénita de Boris, y el engendro, Gael, sintiéndose incapaz de derramar su propia sangre en el último momento.

Mientras que Helen recibió la mejor educación que pudo concederle para convertirla en una heredera digna de su nombre e imperio, Gael fue apartado y tratado con desprecio. Alder estaba convencido de que podría eliminar la sangre demoníaca de su nieto, por lo que en secreto contrató los servicios de expertos arcanos que lo sometían a experimentos que rozaban la tortura, rituales tremendamente dolorosos que, hasta el momento, no han surtido efecto alguno.

Ahora:

Con el tiempo, Alder se ha convertido en un fiel siervo de Bane, endureciéndose a causa de todas las medidas que ha tenido que ir tomando para asegurar su fortuna y que su reputación no corriera peligro. Mientras en su casa Alder trata de forjar un futuro que lo aparte de las sombras que amenazan con enturbiar el trabajo de toda una vida, fuera continúa tratando de convencer a Yelmo de que sus medidas económicas son el futuro para Sundabar, pidiéndole entre otras cosas reducir los impuestos a comerciantes y dirigirlos a expandir las riquezas de la ciudad y no a las defensas de ésta, ya que considera que con el apoyo de resto de regiones de la Marca Argéntea es suficiente para la seguridad de Sundabar.
Tras algunos rumores que sitúan a Boris de vuelta en la Marca Argéntea, Alder ha usado a miembros fieles y bajo su "control" de la Alerta y el Escudo de piedra de Sundabar para ir en busca de su hijo y volver a expulsarlo, o ejecutarlo si no hubiese más remedio, antes de que llegue a su hogar y eche por tierra su trabajo.



Boris Lindeseco

Pasado:

Boris ha sido un privilegiado. Siempre ha tenido lo que ha deseado y, a pesar de los esfuerzos de su padre, su madre siempre lo ha consentido. Participaba en los negocios de Alder lo justo como para llenarse los bolsillos sin demasiado esfuerzo, y no temía en usar su riqueza para sobornar y comprar lo que quería y a quién quería. Para Boris el oro era poder y estatus, pero de un modo muy distinto a como lo entendía su padre.
Alder consiguió encontrarle una esposa de una buena familia y así fortalecer aun más el imperio económico de su familia. Así Boris pudo salir un poco de la sombra de su padre (o eso creía), convirtiéndose en amo y señor de su nuevo hogar. Trataba al servicio como si fuesen miembros de segunda clase, sin molestarse en fingir desprecio por el origen de sus cunas. Si nunca hubo represalias a sus acciones, fue porque su padre dedicó más esfuerzos de los necesarios a ocultar sus deslices, excesos y abusos.
Cuando su mujer quedó embarazada Boris fue sumamente feliz. Deseaba tener un hijo que heredara lo que él consideraba suyo, la fortuna y negocios familiares. En cambio, cuando su esposa dio a luz y nació una niña, sintió de todo menos felicidad que había aguardado. No quería a una niña, sabía que solo se la quedaría algún miserable para hacerse con su fortuna cuando él fuese un anciano. Boris trató de volver a tener hijos, pero no hubo suerte a pesar de todos sus esfuerzos.

Desesperado, Boris acudió a un aquelarre de Sagas del que había escuchado historias. A cambio de algunos favores, éstas le aseguraron que podían hacer que su mujer engendrara un niño. Le entregaron una reluciente moneda de oro y le pidieron que durante una noche de luna llena, antes de yacer con su esposa, se tragara la moneda bañada de una copa de sangre y vino. Y así lo hizo Boris. Aquella noche se sintió exultante, lleno de energía y vida. Yació durante toda la noche sin notarse agotado, parando a duras penas tan solo cuando su esposa le suplicaba que se detuviera.

No tardó demasiado tiempo hasta que anunciaron que ella estaba encinta. De nuevo Boris se sentía feliz, a pesar de que cada vez de forma más constante, sentía terribles dolores de estómago y tenía desagradables pesadillas.
El día del parto fue horrible. Los dolores de su esposa eran desgarradores, y todo estaba envuelto en sangre y lágrimas. Cuando finalmente su hijo nació, se llevó consigo no solo la vida de su esposa, sino sus esperanzas. Sí, era un niño, pero no era humano. Aquella criatura que había engendrado tenía rasgos demoníacos. Un Tiflin.

Cuando su padre descubrió aquella criatura, fue la primera vez que Boris vio ira real en él. Trató de explicarle que lo había hecho para proteger su herencia, la riqueza de la familia, para asegurar que se mantuviera en manos de un Lindeseco, pero Alder no atendió a razones. Prohibió que ninguno de los presentes abandonara el hogar y se fue sin decir nada y, en pocas horas, hombres enmascarados acudieron a su casa, y silenciaron de forma permanente a las parteras y el servicio que presenció el parto.

Boris fue expulado por su padre, que le dio una gran cantidad de oro a cambio de que no volviera jamás a la Marca Argéntea y se olvidara de que tenía una familia y un pasado en ella. Humillado pero a la vez feliz ante la gran suma de dinero que ahora poseía y por cuyo gasto no debía dar explicaciones, Boris se marchó de la Marca Argéntea, viajando hacia el este.

Conforme pasaban los años, las pesadillas de Boris iban a peor. Sus apetitos eran casi insaciables; drogas, alcohol, mujeres... el oro alimentaba sus excesos, pero su codicia nunca era saciada, los límites siempre iban a más, y lo peor eran las horribles pesadillas. Apenas dormía, y cuando lo hacía, era sumido en sueños abominables. Trató de contactar con otras brujas, que alguien le ayudara, pero aquellas con las que consiguió reunirse se negaron a ofrecerle cualquier ayuda o consejo.
Boris tuvo otros hijos, y todos ellos nacieron con la misma mancha: Tiflins. Pero esta vez Boris no los apartó, sino que los cuidó y los crió como quién cría perros de caza. Conforme su degradación avanzaba, la rabia de Boris hacia su padre también lo hacía. Pero si había alguien a quien culpaba en especial era a su primer hijo varón, cuyo odio hacia él inculcaba como ponzoña en los demás. Cuando los chicos crecieron, y desesperado ante el consumo casi por completo de la pequeña fortuna con la que se marchó de Sundabar, Boris decidió volver a la Marca Argéntea. Apenas podía moverse sin retorcerse de dolor, le costaba pensar con racionalidad cuando no iba borracho ni drogado y se había vuelto paranoico y temeroso de todo lo que le rodeaba, confiando solo en sus hijos, a los que trataba realmente mal. Se había convertido en un atormentado y temeroso adorador de Mammon, en una triste broma del hombre que fue alguna vez, que, en realidad, tampoco era gran cosa.
Solo algo importaba para Boris: vengarse y recuperar la fortuna que por derecho es suya.

Ahora:

Boris ha vuelto a la Marca Argéntea, hospedándose en Nevesmortas mientras espera que sus hijos traigan noticias de Sundabar y su padre. Espera poder llegar hasta él para vengarse, matar al niño que lo sumió en esa desgracia y llevarse su fortuna.



Helen y Gael Lindeseco

Pasado:

Helen y Gael pasaron la infancia juntos entre sirvientes y lujo frío. La suya era una familia de dos personas, donde cada una era progenitor y compañero de juegos del otro,y la devoción que forjaron entre sí se hizo fuerte. Mientras que Gael era prácticamente ignorado y apartado, Helen tenía contacto con tutores y cada fin de semana era visitada por su abuelo, recibiendo regalos y caprichos, que compartía en secreto con su hermano. Helen también oía las burlas e insultos que el poco personal de la casa lanzaba a diario a su hermano. Cuanto más crecía, más ferozmente protectora se volvía, llegando una vez con apenas nueve años a cortar con un cuchillo de plata a una de las doncellas cuando la sirviente habló de su hermano con desprecio después de que el joven fuese encerrado en el sótano. El incidente resultó en el aparente despido voluntario de la mujer, y no volvieron a verla. Helen se volvió resentida hacia el mundo y hacia su abuelo, aunque con el tiempo aprendió a ocultar lo segundo, y cuanto más crecía más aumentaba en ella la fantasía de huir junto a Gael, pero los barrotes de su dorada jaula eran demasiado gruesos para ella, y en su prisión de marfil los hermanos acabaron volviéndose el uno contra el otro en busca de cariño. Helen encontró el sentido de su vida en la felicidad de su hermano.

La infancia de Gael fue más dolorosa.Fue objeto de burlas y vejaciones de todo tipo, y de los sirvientes solo aprendió desprecio. Fue su hermana quién le enseñó a leer y a escribir, y quién compartía con él los libros que su abuelo le regalaba en ocasiones. Gael nunca tuvo una muestra de respeto o amor de nadie que no fuese Helen, y ella acabó convirtiéndose en un símbolo de devoción para él. En la única cosa pura que merecía la pena en su doloroso mundo.
Llegó a aborrecer a su abuelo y a sus sirvientes, y este desprecio se tornó en odio cuando Gael comenzó a ser víctima de experimentos y torturas por parte de unos magos dementes. Nunca le explicaron qué pretendían lograr, si hablaba lo golpeaban hasta que no pudiera moverse. Cuanto más tiempo pasaba, más libertades se tomaban contra él al ver que no había represalias de ningún tipo por parte de su patrón, el propio abuelo de Gael. Extraían su sangre, grababan símbolos en su piel, lo quemaban con hierros candentes y ácido, lo envenenaban, y un sin fin de actos que fueron rompiendo poco a poco a Gael, apartándolo lentamente de su humanidad. Gael tan solo soñaba con que todos murieran para conseguir la paz, con devolverles todas y cada una de las cosas que le habían hecho. Pero no podía permitirse convertirse en algo así, no delante de Helen. La adoraba demasiado como para perderla por dejarse llevar por sus deseos más bajos. No quería que su amada hermana viera el monstruo que se retorcía en su interior.
Al llegar a la mayoría de edad Helen y Gael ya eran amantes. Se encontraban en secreto y pasaban las noches juntos. Helen compartía con él sus deseos de huir, y él soñaba con esa vida y alimentaba esa fantasía. Una de esas noches, después de que Gael se arrastrara a la cama de su hermana gravemente herido tras uno de los experimentos, Helen decidió que acabaría con todo aquello. Comenzaron a trazar un plan a lo largo de los siguientes años, con el que pretendían no solo acabar con su abuelo y vengarse de los torturadores de Gael, sino hacer arder toda aquella ciudad, a la que consideraban tan culpable de su situación como al patriarca Lindeseco. Conseguirían cumplir su sueño, fuese como fuese.

Ahora:

Helen y Gael se dedican a mover hilos desde su hogar en Sundabar gracias a Yrvin, amante de la chica por conveniencia de ésta y mano ejecutora de su voluntad en el exterior. Mientras, Helen se dedica a envenenar a Alder, sumiéndolo en una muerte lenta y dolorosa, asegurándose de hacerle sospechar de cualquier persona menos de ella y alimentar una paranoia que antes de otorgarle la muerte le haga verse ante todos como un loco despreciable.

Su plan es contactar con el verdadero padre de Gael y pedirle ayuda, creyendo el joven que si los humanos no lo han ayudado durante toda su vida, tal vez lo haga su otra "familia", y cuando descubren que Boris ha regresado a La Marca Argéntea, no pierden tiempo en usarlo a su favor, contratando a criminales para que lo encuentren y le den lo que quieren.



Yrvin

Pasado:

Hace mucho, fue miembro de los Arpistas, e incluso fue considerado durante un tiempo un héroe. Aunque tal vez no tanto como los demás. Yrvin acompañó a Everis a Sundabar en la búsqueda de ayuda para el príncipe Simberel Astalme. Juntos consiguieron la ayuda de los enanos de Sundabar, que acudieron en ayuda de los refugiados humanos cuando los demonios los rodearon. Con el tiempo, Everis se llevó toda la gloria de esos actos, y el resentimiento y la vergüenza crecieron en Yrvin.
Yrvin se instaló en Sundabar para ayudar a la ciudad y la integración de los humanos. Durante las escaramuzas con los demonios, cayó en manos del elfo un extraño artefacto. Yrvin, receloso de Everis, decidió estudiarlo por su cuenta. El artefacto, un simple medallón, lo tenía extrañamente fascinado. Se pasaba las noches estudiándolo, o simplemente contemplándolo. Poco a poco, se sentía más cómodo bajo el cielo nocturno, y el sol le resultaba incómodo y molesto, hasta que finalmente, comenzó a dañarlo. Sí, fue lento, pero Yrvin terminó convirtiéndose en un vampiro.

Los primeros años de su maldición fueron una tortura. Yrvin guardó su secreto, trató de solucionarlo, pero nada sirvió. Pasaron décadas, siglos, pero todo seguía igual, todo, menos el mundo que lo envolvía. Yrvin desapareció para todos, convirtiéndose en un miembro esquivo y misterioso de la Alerta de Sundabar. A su manera, seguiría protegiendo esa ciudad, aunque nunca lo hubiesen valorado como merecía.
El paso del tiempo hizo frío y distante al vampiro. Su moralidad se fue deteriorando, y, aunque en el fondo seguía persiguiendo hacer el bien, no le importaban los medios a utilizar para su fin.

Yrvin se vio atraído hacia los Lindeseco en el momento que Boris realizó el ritual. Le costó encontrar información sobre la moneda, pero los archivos de los Arpistas escondían muchos secretos. Después de mucho tiempo, vio una salida a su maldición. Por desgracia para Yrvin, cuando regresó a Sundabar, Boris ya no estaba, había sido desterrado y quien sabe a donde había ido. En su lugar, había dejado a un interesante y peculiar niño. Yrvin no se frustró por lo sucedido, había aprendido a ser muy paciente, y sabía que solo debía seguir esperando. Se acercó a la familia Lindeseco, fijando su vista en la jovencísima Helen. Sería fácil fascinarla y atraerla, ganarse su confianza. Con apenas 15 años, Helen ya era amante del vampiro.

Ahora:

Yrvin se mantiene en las sombras, observando a los enviados de Alder y haciéndose pasar por su aliado, aunque en realidad trata de boicotear todos sus planes en la búsqueda de Boris. Sigue las órdenes de Helen, no las de Alder, por lo que ha pagado a criminales para que lleven la moneda hacia él y ataquen a cualquier otro interesado. A diferencia de Alder y los miembros de la Alerta y el Escudo de Sundabar, a Yrvin le da igual si el humano vive o muere. De hecho, si muere tal vez sea mejor para todos. Aunque, para ser sincero, tan solo sigue los caprichos de Helen hasta que consigan la moneda. Yrvin quiere hacerse con ella antes de que caiga en manos más peligrosas y, por supuesto, usarla en su propio beneficio.
Usa a los mendigos o más desgraciados para ganarse su devoción y usarlos como espías y piezas sustituibles.
--Savras--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

RESOLUCIÓN: LA SEMILLA MALDITA


LA CONDESA DE LAS SAGAS
La moneda no había vuelto a sus manos. Era un buen método de doblegar almas débiles, de desesperarlas y hacer que acabaran llegando a ella en busca de salvación. Salvación, que palabra más vacía, la mentira que todos ansían tornarla verdad. Pero no importaba, había cumplido con el pacto, sus hermanas realizaron un buen trabajo, recordaría sus sacrificios. Ahora, por fin, Mammon estaba de su lado. Era el primero, el más fácil. Pronto habrían más, pronto serían ellos los que acudirían a ella.
Por supuesto, no se había ido con las manos vacías. Las almas de aquel lugar que le habían entregado sus hermanas eran puras, una importante moneda de cambio. Y, al final, ella había picado el anzuelo. Sabía que no podría permitirse no aprovechar la oportunidad. Era poderosa, ambiciosa.
Sí, al final, había ganado algo valioso...

YRVIN
Los ojos, encarnados como dos grandes rubíes, lo observaron desde la oscuridad. Yrvin le mostró la moneda, se la ofreció, junto a las innumerables almas atormentadas que se retorcían en su interior. A cambio solo pedía paz, poder irse bañado por la luz del sol, sin arder bajo su calor. Pero no iba a ser tan sencillo. El vampiro lo sabía, había vivido lo suficiente como para saber que quién demanda el favor, siempre está en la posición de desventaja, aunque tenga algo valioso que ofrecer. La profunda oscuridad puso sus condiciones, Yrvin las aceptó. Cumpliría con su palabra con Gregor, aunque las palabras tienen muchos tecnicismos...
Atravesaron su pecho, extrajeron la maldición. Yrvin pudo volver a caminar bajo el sol. Pero aun no podía descansar, abandonar aquel mundo... Solo una cosa más, y, por fin, podría morir como un elfo, como un mortal, y no como un monstruo...

LOS LINDESECO
Helen recogió los ingredientes de la mesa de forma metódica, con una ira fría y profunda creciendo en su interior. A su lado, Gael la observaba, ansioso. La moneda había desaparecido, ya no sentía su poder oscuro en la Marca. Se había esfumado.
La muchacha besó a su hermano menor, y negó lentamente. Le rompió el alma ver la decepción, la desilusión, apoderarse del dulce rostro de Gael. Al final ella también le había fallado... Acarició sus mejillas, tratando de calmarlo entre susurros, intentando no mostrarle lo que realmente sentía. El odio, el desprecio hacia aquellos que le habían arrebatado la oportunidad de ser feliz... Volvió a besarle, y lo dejó solo en la habitación. Mientras se alejaba por el pasillo, los gritos de su hermano le desgarraban el alma.
- He...len...
Su abuelo se retorcía en su cama, como un despreciable gusano. Helen hizo un gesto a los mercenarios para que abandonaran el cuarto y quedó a solas con el anciano decrépito. Se sentó en el borde de la cama, a su lado, acariciando su cabello. El viejo la miraba con los ojos de una bestia confusa, moribunda.
- Mi o... oro... Quieren llevár... llevárselo... Tu padre vien...ne... Lo he visto...
Asintió. "Claro que lo has visto". Ella se había ocupado de torturar su mente con ilusiones. Ilusiones, como las que siempre había mantenido Gael. La inocente ilusiónde un niño, de que algún día su abuelo lo amaría, o, al menos, demostraría que conocía su existencia. La ilusión de tener a alguien...
- Toma, abuelo, tu medicina.
En cuanto al cuerpo... Metió la cuchara en el cuerpo del anciano, ayudándole a tragar. El hombro suspiró profundamente mientras su ansiada medicina bajaba por la garganta. Y, entonces, comenzó a retorcerse, a sacudirse como un pez fuera del agua, echando espuma por la boca. Sus dedos arañaban su garganta, tratando desesperadamente de respirar. Intentó hablar, pedir ayuda, pero tan solo conseguía articular quejidos y lamentos entrecortados. La mirada del anciano le suplicaba ayuda, pero ella la ignoró, se mantuvo impasible viéndolo. No era lo que su abuelo, merecía, Helen lo sabía. Gael había vivido toda su vida sintiéndose como él se sentía ahora, en cambio, el viejo tan solo alargaría su tormento unos minutos.
Cuando Alder Lindeseco expiró, Helen abrió la caja fuerte, cogió todo lo que había y salió del cuarto.
- Quemadlo todo - pidió a los mercenarios.
Regresó junto a Gael, viendo a su hermano rodeado por su propia oscuridad. El dormitorio estaba destrozado, envuelto en vapores negros, repleto de grandes arañazos que cubrían las paredes; los muebles, hechos pedazos, flotaban en el aire a su alrededor, poco más que astillas y escombros fruto de su rabia. Cuando Gael la vio, aquella ira desapareció al instante, y todos los pedazos que revoloteaban cayeron de golpe, quedando inertes entre la niebla oscura.
- Lo siento, Helen. No quería... No pude...
Se arrastró por el suelo, abrazándose a los pies de su hermana mayor. La chica entrelazó sus dedos en su cabello, sonriendo. El humo oscuro regresaba al interior de su hermano, desapareciendo rápidamente.
- Tranquilo, Gael. Está bien. No me has hecho daño. Yo te amo, incluso así.
Lo ayudó a ponerse en pie, sonriendo al ver sus hermosos ojos, verdes como esmeraldas.
- Hoy nos iremos, por fin - anunció.

- Pero, nuestro abuelo no querrá...
Posó con delicadeza el dedo índice sobre los labios de su hermano, pidiéndole silencio.
- Ya no puede oponerse, Gael. Ahora estamos tú y yo solos...
Lo besó, impidiéndole cualquier réplica. Sabía lo que diría Gael. Ella era demasiado pura, debería haberle dejado a él matar al viejo. Pero no, ese viejo merecía sufrir, morir a manos de lo único que le quedaba. De aquello a lo que había amado.
Cuando sus labios se separaron, compartieron una sonrisa cómplice, y abandonaron su hogar entre el crepitar de las llamas.
El primero había sido Alder... Pero, antes o después, todos los que habían impedido que Gael cumpliera su sueño, todos los que habían destrozado sus esperanzas, pagarían...
Aquella noche, Sundabar ardió. Un reguero de cadáveres fue hallado entre el caos, dirigiéndose hacia la salida. Un monstruo desconocido abandonó la ciudad, dejando atrás un baño de sangre y lágrimas entre las cenizas...


LOS BASTARDOS DE BORIS
Al fin... El tiflin en silla de ruedas sujetó la cabeza de la vieja arpía entre sus manos, triunfante. Victorioso. Después de tanto tiempo, de tanto sufrimiento... Al fin iría a su verdadero hogar, con su verdadera familia.

- Farr, saca a Leos del cuarto de juegos, por favor - pidió con el tono de alguien que está acostumbrado a que no se niegue lo que pide.

- ¡¡FAARR!! - rugió su monstruoso hermano, haciendo temblar el suelo con sus pasos.

La criatura, deforme y descomunal, llevaba las manos inmovilizadas a la espalda, cubiertas por numerosos grilletes y cadenas recorridas por decenas de glifos relucientes. Mordió un tirador, caminando de espaldas para recoger una pesada cadena que se hundía en las profundidades de un oscuro pozo. Una pequeña jaula salió de aquel agujero, mostrando un tiflin tembloroso, abrazado a sus propias piernas. Su piel lavanda estaba cubierta de una fina capa de escarcha. Le habían desollado parte de la piel de la espalda, y la sangre que había manado de los dedos que le faltaban en la mano izquierda estaba congelada sobre una herida hinchada. La jaula giró lentamente mientras poco a poco el deforme y gigantesco tiflin la posaba en tierra firme.

- Her... mano... Por... por favor... Ya bas...

- ¡Silencio! - ordenó desde su silla de ruedas.

- ¡¡¡FARRR!!! - rugió, dejando caer de golpe la jaula contra el suelo, haciendo que su puerta se abriera por el impacto.

El pobre prisionero se arrastró, dejando ver unos ojos vacíos, sin nada en ellos. Su hermano menor se colocó a su lado. Una mole de carne y músculos carente de cerebro. Su pie quedó suspendido sobre él, curbiéndolo por completo con su sombra, amenazante.

- No, Farr. No es hora de jugar. Leos ha aprendido la lección. ¿Verdad?

- ¡¡¡FAAAARRR!!! - bramó el menor de los hermanos dejando caer de golpe el pie contra el suelo, agrietándolo por el impacto.

Manteniendo una mano en alto para indicar a Farr que no se moviera, se acercó a Leos, haciendo girar su silla, llenando el silencio con el rechinar de las ruendas hasta quedar junto a él.

- Sí... - susurró Leos con apenas un hilo de voz -. Prythus, no volveré a... desobedecer...

El mayor de los hermanos sonrió, dejando brillar su único ojo sano con un resplandor dorado. La llama azul que iluminaba la cuenca de su ojo derecho se mantenía fría, casi apagada. Sacó de uno de sus bolsillos un pequeño tarro donde flotaban dos globos oculares verdes, cogiéndolos con sus delicados y hábiles dedos, y tras un proceso lento y sumamente doloroso, volvió a colocarlos en el lugar del que los había extraído: los ojos de su hermano.

- Tenemos la llave, Leos. Al fin podremos conocer a nuestro verdadero padre. Ir a nuestro hogar - anunció con orgullo a su imperfecto hermano. Ignoró su sonrisa deforme y falsa. Leos nunca comprendería la grandeza de sus actos. Siempre sería indigno.

Pudo dar comienzo al ritual. Un hechizo de umbral, y la cabeza de la arpía como brújula, como llave hacia el círculo de Mammon, su verdadero padre. Todo era tal y como le habían prometido las sagas. Él solo tenía que llevar a Boris hacia La Marca Argéntea, acercar la moneda a esas tierras, y ellas cumplirían su deseo. Soltó las ataduras de uno de los brazos de Farr, y este lo cogió en peso. Juntos, guiados por la cabeza de la vieja saga, cruzaron el umbral, abandonando aquel plano maldito y desgraciado. Aquel lugar que nunca los había aceptado, que tan solo le había enseñado dolor y miseria. Donde su sangre infernal era una mancha...

Prythus no tardaría en descubrir que allí a donde se dirigían, su sangre humana era aun más repugnante. Que la crueldad de aquel a quien llamaron padre, no sería nada comparada con la insultante indiferencia y altivez de aquel a quién llamarían amo...
No tardaría en alimentarse del odio que florecía en su corazón...
Se arrepentirían de menospreciarlo...

FIN DE "LA SEMILLA MALDITA"
--Talos--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Talos-- »

Observó como el ahora mortal se alejaba de sus dominios, aun sabedor de que el pago no estaba completo.

Extendió la mano y en medio de la palma, envuelta en llamas azules, contempló nuevamente la moneda.

- Sin duda un movimiento inesperado para un buen trato. Si, muy bueno.

La suave risa reverberó en la cámara mientras se sentaba en el amplio trono.
Las llamas azules lamieron la superficie de la moneda una vez más para hacerla desaparecer, mientras los lamentos de los atrapados resonaban en la creciente oscuridad palpitante del lugar.

Una figura achaparrada y deforme se colocó el sombrero y los tirantes con resolución.
- Creador estar contento. Dretch estar contento.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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--Savras--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

Añado el trasfondo de algunos PNJs de los que se ha descubierto algo más o ya no están entre nosotros.


ANEN:

Pasado:

El tercero de los hijos de Boris en el exilio, no tuvo una infancia tan dura como el resto de sus hermanos. La degradación de la semilla de Boris le otorgó una inteligencia limitada, pero una fuerza digna de un gigante. Anen era irascible, le costaba mantener bajo control su rabia, y cuanto mayor era la rabia, más aumentaba su fuerza. A pesar de ello, siempre fue el favorito de Boris, después de que Frarr dejara tullido al mayor de sus hijos en el exilio. Anen no era tan estúpido como Frarr, haciéndolo mucho más manipulable. Ni con una fuerza tan descomunal como la de su hijo menor como para ser una amenaza difícil de controlar, Boris se aseguró de tener a Anen de su lado, de darle el cariño que negaba a los otros. Un cariño falso y frío, y por supuesto, no carente de castigos ante los errores, pero lo suficiente para ganarse la fidelidad de alguien como Anen.

El tiflin idolatraba a su padre, casi tanto como a sus hermanos. Se hizo fuerte para protegerlos, y nunca cuestionaba sus órdenes. Su padre cumplía todos los caprichos de Anen si se portaba bien y no se dejaba llevar por su rabia: le daba animales que destrozar, en ocasiones algún humano a quién hacer gritar. Mujeres. Alcohol. Solo tenía que asegurarse de que nada malo le pasara a Boris, y Anen no quería que le ocurriera nada malo a su padre. Sí, Boris era un buen padre, casi un dios.
Cuando Boris y sus hermanos mayores le hablaron de ir a un lugar llamado la Marca, Anen aceptó encantado, aunque no supiese para qué. Tampoco es que le importara demasiado.

Ahora:

Tras el asesinato de Boris, Anen tan solo ha deseado vengar la muerte de su padre, contra cualquiera implicado en ella. Ha escapado en varias ocasiones de la vigilancia de sus hermanos en busca de sangre, y, en otras ocasiones, era Leos quién le abría la puerta. Leos era bueno con él, siempre le ayudaba y entendía su venganza, no como su estúpido hermano mayor, a él solo le importaba la moneda de padre. En una negociación orquestada por sus hermanos Anen no pudo controlarse y mató al mediano asesino y ladrón en un arrebato de ira, pero cayó ante el semiorco que lo acompañaba. Por suerte Leos lo trajo de vuelta de aquel lugar oscuro y frío. Le dijo que el mediano había quedado sin vida, devorado por osos. Sí, era un buen final para ese mediano asesino. No consiguieron la moneda, pero padre ya había sido vengado. Conseguiría la moneda de padre más adelante, aquellos debiluchos no la merecían.
Finalmente, Leos le dijo quién había llevado al mediano asesino hasta su padre. Una elfa llamada Danowl, ¡ella era la culpable de todo! Leos le ayudó a romper los candados que le había colocado su hermano mayor, y usó uno de los portales hacia Nevesmortas. Allí, encontró a la elfa, y la muerte. Tras un encarnizado combate, fue derrotado por esta, que quedó gravemente herida, pero victoriosa.



LEOS

Pasado:

El segundo de los hijos de Boris en el exilio, Leos, nunca fue el favorito, ni pretendió serlo. No eran tan listo como su hermano mayor, ni tan estúpidamente fuerte como Frarr, y, desde luego, no era tan devoto y fiel como Anen. Pero nunca llegó a importarle demasiado. Leos aprendió a esconderse y a huir de los castigos de su padre cuando descubrió su "don" de pasar desapercibido, aunque eso siempre acababa en castigos mucho peores. Alimentó un odio profundo y silencioso hacia Boris, pero no se atrevía a hacerle daño. Le temía, sí, pero temía mucho más a su hermano mayor... Leos no tardó en comprender que en realidad Boris solo era una marioneta en manos de éste. Cuando Frarr destrozó como una ramita a su hermano mayor fue un buen día para Leos, hasta que comprendió que eso solo lo hizo mucho más peligroso... Estaba rodeado de víboras... Él tan solo quería vivir tranquilo, que lo dejaran en paz... Pero tuvo que aprender a nadar en ríos de veneno.

Cuando Boris y su hermano mayor decidieron que viajarían a la Marca Argéntea, Leos asintió encantado. Saldría de aquel desierto aburrido, vería mundo. ¡Conocería a gente nueva! Pero no todo fue tan bonito, claro. Su nueva vida se redució a más maquinaciones y búsquedas de venganza. Bueno, al menos podría entretenerse cortando algunas gargantas. De algo debían servir los dones del desgraciado de su "padre".

Ahora:

Tras la muerte de Boris, Leos pasó a ser el guardián de Anen. No se atrevía a contrariar a su hermano mayor, así que obedeció. Más o menos... Debía encontrar a quienes habían conseguido la moneda, hacer un trato con ellos, y asegurar de que el estúpido de Anen no lo echaba por tierra y se llevaba la moneda consigo. Cogerla era la última opción, era mejor que se mantuviera en manos de otros. Ya habían vivido de primera mano lo que hace la moneda. Leos hizo las negociaciones, Leos controló a Anen. Y, el día que Anen escapó y atacó al humano que poseía la moneda, Leos fue castigado por la estupidez de su hermano menor. Se cansó, de todo. Se aseguró de entrar en contacto con alguien lo suficientemente hábil como para dar muerte a Anen, y liberó a su hermano.
Su hermano mayor se cabrearía, sí, pero al menos Anen no volvería a molestarle, no tendría que volver a hacer de niñera.
Tras la muerte de Anen, y el descubrimiento de su hermano mayor de que Leos fue el culpable de dicha muerte, el tiflin está sufriendo un castigo que nunca olvidará...
--Savras--
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Re: La semilla maldita

Mensaje por --Savras-- »

-- ACTUALIZADA LA RESOLUCIÓN. AÑADIDOS LOS BASTARDOS DE BORIS --
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