LA ESCALERA DE JACOB

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--Savras--
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LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por --Savras-- »

PRIMER PELDAÑO

Tac, tac, tac. El hueso de sus falanges repiqueteaba sobre la piedra. Un sonido rítmico y reconfortante. Aquella enana mantenía la mirada de desafío en sus facciones petrificadas. Lamentable mortal, no había comprendido cuál era su lugar, lo insignificante de su simple existencia. El valor era tan solo una llama mortecina en mitad de un vendaval, y él era la tormenta que apagaría cada destello de esperanza.

Se apartó de la estatua de la volamtar, ocupando su trono. Pronto aquel lugar sería un gran museo a la decadencia de los dioses, una escalera hacia su grandeza. Observó la pequeña esquirla cristalina que le entregaron aquellos lamentables humanos, brillando ante los rayos del implacable sol del desierto. Quienes deseaban superar la muerte siempre acudían al legado de Vecna, pero siempre convertían sus filacterias en sus debilidades. El despreciable Szass Tam había sido más creativo, y él mismo aprendió de ese bastardo. Aquella esquirla no era nada para la mayoría, los restos de un lunático. Para él, en cambio, tenía más valor. Un pequeño componente cargado de gran poder e impregnado de dolor, para emular al gran maestro y triunfar donde él fracasó. Donde el maestro fue recordado como un loco, él lo sería como un conquistador.

Extendió la carta estelar que sus astrólogos habían preparado sobre la mesa de piedra. Quedaba poco, y aún había muchos hombres santos que recolectar.

Márzhammor Duin, solo era el primero.

El final, estaba en Mystra.
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seba172
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por seba172 »

Las cosas pasaron tan rápido que no me di cuenta del peligro en el que estamos metidos.

¿Cuando empezó todo? ¿Fue con esos gnolls en el tramo de Adbar? ¿Cuando comenzamos a hacer incursiones al Anaurokh y mermamos a los habitantes de Ascore? ¿Cuando la noble tarea de combatir a la no Muerte simplemente alimentó al monstruo?

No lo sé, tantas preguntas cruzan mi cabeza antes de dormir.

¿Ese chico está involucrado? ¿Por que esos números en sus cuellos?

Se llevaron a Kerila, la encargada del hospicio de Mazamor Duin.

¿Acaso ella estaba metida en algo más grande? ¿Estamos todos los bendecidos en peligro?

Cierro los ojos y veo la masacre, el fuego, el humo, los enanos muertos, asesinados como si de animales salvajes se tratasen.

¿Que hubiese pasado si llegaba antes? ¿Podría haberlo evitado?

Otra noche pasa sin conciliar el sueño, me preocupo por mi, me preocupo por mis amigos, me preocupo por estos caminos y sus viajeros, me preocupo por que nos enfrentamos a algo que es mucho más grande que nosotros.

¿Y si me ataca en mis sueños? ¿Son sus árcanos tan poderosos? ¿Que pasaría si me atrapa?

El sol se asoma por la ventana de la habitación y sus rayos comienzan a calentar, alejando al frío de la noche.

Solo una cosa tengo en clara estos días y es que debo rezar.
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--Savras--
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por --Savras-- »

ATAQUE A SUTCHARD
El sendero a la colonia de Sutchar siempre era un lugar tranquilo. Los milicianos vigilaban el camino felices, charlando entre ellos y disfrutando de su camaradería. Apenas venían visitantes, y los pocos que lo hacían era sobre todo en busca de su famosa repostería. Sí, la colonia era un lugar pacífico en el que vivir. En ocasiones aparecía algún animal salvaje o un grupo de bandidos, pero no eran problemas reales. Los primeros solían convertirse en deliciosos festines, los segundos eran expulsados de vuelta a Villanieve.
Aquel día era como otro cualquiera. Una brisa helada soplaba entre las colinas, meciendo las ramas de los árboles y haciendo cantar al viento con su bonita voz. Algunos de los milicianos jugaban a las cartas, otros engrasaban las bisagras de la puerta de la atalaya, y un par patrullaban el camino mientras hablaban de reunirse en el Unicornio cuando su turno acabara. Sí, un día como otro cualquiera, de no ser por el visitante que lo cambió todo.
Un hombre vestido de rojo se acercó por el sendero, con el rostro cubierto. Uno de los patrulleros fue hacia él para darle la bienvenida y ofrecerle su ayuda. Palabras horrendas nacieron de sus labios, y el terror se apoderó de los milicianos cuando el infierno se abrió ante ellos, expulsando de sus oscuras fauces hordas salvajes de gnolls. Las criaturas rugían y reían como dementes, abalanzándose con brutalidad contra los sorprendidos gnomos. La mayoría murió sin poder reaccionar. Los más veteranos trataron de defenderse esgrimiendo sus armas con el poco valor que pudieron reunir, sin éxito. Tan solo podían ver como sus compañeros eran destripados por aquellos monstruos que se alimentaban de sus entrañas y luchaban entre sí por un pedazo de su carne. Desesperados, asqueados, no tuvieron otra opción que ver como la horda se abría paso hacia Sutchard despedazando todo lo que encontraban a su paso.
Poco después, en aquel camino, lo único que quedaban eran hienas devorando la carroña que sus amos dejaron tras de sí.

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Tenía una misión. Una misión... El girocóptero zumbaba ganando altura, atravesando las murallas de la ciudad. Abajo quedaban los gritos de pánico de los colonos y los bramidos de sus compañeros tratando de controlar la situación. Intentó ignorar el eco de las monstruosas risas, pero era imposible. El humo lo cegaba y hacía toser, pero lo único que necesitaba era seguir subiendo, dirigirse al norte. Las flechas silbaban a su alrededor, impactando en el armazón metálico. Siguió subiendo hasta quedar fuera del alcance de los proyectiles de los arqueros gnolls, y cuando creyó que había escapado, un impacto hizo que la máquina voladora se agitara con fuerza. Una enorme roca lanzada con gran certeza por las máquinas de asedio que atacaban la muralla había destrozado la cola y dañado el motor. Había perdido el control del girocóptero. Descendía a gran velocidad, girando de forma enloquecida. A lo lejos podía ver Nevesmortas, perdiéndose de vista mientras se precipitaba sin remedio hacia el bosque. Desesperado, gastó sus últimos segundos de vida escribiendo una nota y metiéndola en su estuche, tal vez así se salvaría de las llamas. Iba a morir, estaba seguro, pero al menos cumpliría su misión. De un modo u otro, entregaría su mensaje. Abrió la palanca de combustible, haciendo que el vehículo estallara en el cielo con una llamativa llamarada que se vería en muchos kilómetros a la redonda.
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Atraídos por la explosión y encontrando el mensaje de auxilio en los restos del vehículo del difunto miliciano de Sutchard, los aventureros se encaminaron hacia la colonia. La primera visión sobre la amenaza de la que hablaba el mensaje fueron las hienas sarnosas alimentándose de los cuerpos de milicianos caídos. Las bestias no supusieron un peligro, pero la visión de lo que habían dejado en su camino fue mucho más desalentadora.
Columnas de humo negro se alzaban desde la colonia. Frente a sus murallas una hueste de pequeños gnolls con pinturas tribales y armas toscas remataba los restos de la defensa de la ciudad, dando de comer a sus hienas los pedazos de los vencidos. Arietes hechos añicos frente a las murallas abiertas y catapultas hablaban de un asalto a gran escala. ¿Cómo es posible que hubiesen llevado todo eso hasta allí sin que nadie lo viera?
La hueste combatió a los aventureros con fervor y brutalidad, pero finalmente cayó frente a ellos. Lamentablemente, ya era tarde. La colonia estaba siendo pasto de las llamas. Las calles estaban inundadas de cadáveres. Los cuerpos de gnolls y gnomos infectaban cada rincón, testimonios de momentos horribles.
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Decenas de ofrendas a Yeenoghu se desangraban a sus pies. Extasiado por la bendición de su señor despedazó los cuerpos, alimentándose de sus corazones. Sentía el hambre insaciable del demonio que se retorcía en su interior, alimentando sus músculos. Buenas ofrendas para la Bestia de la Carnicería.
En mitad del ritual un grupo despreciable entró en el edificio en ruinas. El demonio quería sangre, exigió sus vidas. La carnicería debía continuar.

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Murió con una risa en los labios, a manos de esos entrometidos. Pero ya había hecho su trabajo, el edificio en ruinas, consumiéndose por las llamas y lleno de cadáveres sería una gran ofrenda para el Príncipe de los gnolls. ¡Había sido un digno colmillo del gran Yeenoghu!

Solo cuatro supervivientes, cinco con el pequeño bebé que el anciano elfo encontró en los brazos de su madre muerta, eso era todo lo que habían conseguido... La lluvia y el aliento helado de la pequeña cría de dragón habían minimizado el daño de las llamas, pero los desperfectos ya eran demasiado grande. Las máquinas del taller estallaban sin cesar, lanzando trozos de metal y piedra por los aires. Los edificios menos sólidos se desmoronaban bajo sus dañadas estructuras.
La tierra tembló, y de ella emergió un gusano gigantesco. La criatura atacó a los aventureros, destrozando los edificios cercanos a su paso, pero fue abatida rápidamente. Por desgracia, eso no fue todo. En mitad del caos, mientras trataban de calmar a los supervivientes, temblores de mayor intensidad sacudieron la tierra. Los aventureros instaron a los supervivientes a huir, y mientras estos se alejaban, nuevas criaturas surgieron de las profundidades de la tierra. Una batalla encarnizada se libró frente a las murallas de la colonia, los edificios caían en el interior de la ciudad mientras los cadáveres de las enormes gusanos se desmoronaban sobre escombros levantando nubes de polvo y ceniza. Heridos y agotados, observaron en silencio el final de la batalla. Aguardaron, a la espera de un nuevo asalto. El sonido de un cuerno lejano acabó con las cada vez más intensas sacudidas de la tierra. Tras eso, solo quedó el silencio y el crepitar de las llamas bajo la lluvia. La batalla había finalizado...
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Meriba, una de las supervivientes y regente dela única taberna de la pequeña colonia gnoma, contaría más tarde los sucesos de la locura que aquel día cayó sobre ellos. Apenas había tenido tiempo para llevarse a algunos de sus clientes al piso superior y encerrarlos en una de las habitaciones. Antes de que los aventureros llegaran hasta ellos los guerreros gnolls estaban a punto de destrozar la puerta y abrirse paso por la barricada que habían colocado al otro lado. Apenas vio lo que sucedía, tan solo escuchaba gritos y explosiones. A través de la ventana de su habitación fue testigo de como masacraban a los suyos. Incluso reunieron a mujeres y niños contra uno de los muros y los ejecutaron como si fuesen dianas de entrenamiento, dándoles después los restos a sus horribles perros...
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Entre el caos y la matanza, vio como un hombre alto y vestido de rojo sacaba a rastras del taller al pobre Meriamel, el clérigo de Gond que lo dirigía. No sabe adonde se llevaron a Meriamel, pero cuando se marcharon, también lo hizo la inmensa mayoría del ejército gnoll.
En aquel momento ella perdió toda esperanza. Estaba segura de que moriría de una forma horrible y pensó en más de una ocasión en saltar desde la ventana a las llamas antes que dejar que esas criaturas la alcanzaran y la devorasen... Por suerte, sus salvadores llegaron antes... Aunque tras observar lo que quedaba de la colonia, no estaba segura de si sobrevivir ha sido suerte...
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seba172
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por seba172 »

El aviso


Era la madrugada de un día frío. Siempre hace frío en el norte, las noches calan en tus huesos como pequeñas cuchillas invisibles y tus dedos se entumecen hasta el punto en el que te duele moverlos.

Un joven viajero esperaba sentado en los primeros escalones del templo. Su expresión ojerosa y vacía dibujaban la cara de una persona que no pudo conciliar el sueño, sus pensamientos repiqueteaban en su cabeza como una gota de agua constante.

Otro ataque ocurrió en la bifurcación, en el templo de Waukeen, los caravaneros sufrieron el castigo de esos Malditos gnolls y sus espadas de hoja curva.

Quillmeash actuaba rápidamente y en menos de una Dekhana ya tres clérigos fueron secuestrados.

Kerillia de Duin, Meriamiel de Gond y Deva de Waukeen

El Sol comenzó a asomarse y el alba dibujó de naranja el lienzo de una villa con miedo contenido. Los devotos de Lazhander comenzaron con sus letanías ya practicadas.

Al rato el templo abría sus puertas a los necesitados y Reise pidió audiencia con Ashnar.

La charla fue corta pero tajante, el maldito liche movía sus fichas y organizó ataques de tres altares de la marca secuestrando a sus encargados. Comenzó con un pedazo de filacteria y siguió por el hospicio de Mazamor Duin. Un mago de túnica roja, un ejército de bestias mágicas. Sutchard y la Bifurcación. Y esa maldita palabra que nunca se terminó de escribir “Kars”.

El Shondakulita no dejó nada por contar con las esperanzas de que el humilde prepare a sus soldados para defenderse de un enemigo como nunca antes había visto, todos los templos estaban en peligro y cada ataque hacían al enemigo más fuerte.

Avisados en la Atalaya y con su mochila cargada de provisiones para una dekhana de viaje salió por la puerta norte observando el caballo del cochero que esta vez no estaría a la altura. Esta vez tendria que viajar más rápido. Tendría que confiar en el viento.

Una plegaria y su contorno se fue desdibujando hasta solo quedar una brisa que montaría rauda a las corrientes que soplaban al este. Aún había mucho trabajo por hacer
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Khay_Drakanan
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por Khay_Drakanan »

Quilmeash… Dos encuentros con él, dos derrotas estrepitosas. Salvamos a gente, sí, pero su objetivo lo cumple todas las veces. Ese mezquino siempre se asegura de tener la sartén por el mango, pensaba Andyl mientras masticaba distraídamente un codillo de venado en la posada de la bifurcación.

Un liche secuestrando clérigos de distintas razas y deidades… ¿Qué puede estar tramando? Y ahora que se ha llevado a Zaro, ya veremos qué ocurre. Amenazó con arrasar la villa si no le entregábamos a Ashnar y no se lo hemos entregado, ¿qué le impedirá regresar y acabar con todos? Zaro es poderoso, pero no creo que tenga ninguna opción frente al liche. Diría que es incluso más poderoso y más malvado que el propio Azterak. ¿Quién sabe qué ocurrirá cuando se dé cuenta de que le hemos dado el cambiazo?, su cabeza daba vueltas a lo ocurrido.

Una pena tener que buscar otro sitio donde asentarme justo ahora que había pensado en adquirir una casa en la villa…. Una verdadera lástima, me había encariñado.
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por --Savras-- »

En una de las habitaciones de La Rosa y el Martillo, Nevesmortas.
Al fin, al fin había logrado huir de aquel infierno. Al principio todos se habían sentido aliviados cuando huyeron de Thay, todo parecía que iba a mejorar pero... Su amo se había vuelto loco, completamente loco.
El joven mago rojo se llevó las manos a la cara, sollozando ante el recuerdo de los últimos años de su vida, ante todo lo que se había visto obligado a hacer por la demencia de su amo. Ante el recuerdo de los gritos desgarradores de sus compañeros mientras iban siendo cazados uno a uno en su huida del campamento. Solo él había logrado atravesar el desierto con vida.
Clavó las uñas en su piel, notando como se le atenazaba el corazón ante la incertidumbre de su futuro. ¿Lo perseguirían? Solo era un mago al servicio del maestro astrólogo, pero conocía lo suficiente sobre los planes del amo... de Quilmeash, como para ser una amenaza para ellos. Lo perseguiría, lo cazaría. Lo mataría. Tenía que huir, continuar viajando hacia el sur, o hacia Argluna. Evitaban ese lugar por su Mythal, allí estaría a salvo. ¡Allí sería un hombre libre!

Al tratar de ponerse en pie las piernas le fallaron. Se sujetó al escritorio para no caer al suelo, gimiendo de amargura ante su propia debilidad. Era lamentable, no servía para otra cosa que quejarse y llorar como un inútil.
No... No, al menos había hecho algo bueno. Había avisado a esas gentes de lo que estaba por venir, de lo que se avecinaba. Les había contado todo lo que sabía, todo lo que... Se le heló el aliento en el pecho. El miedo, la locura del plan de Quilmeash le había hecho olvidarlo. Tenía que avisarlos, tenía que...

Una mano se cerró sobre su boca. El filo de un cuchillo cortó su garganta, se abrió paso hasta desgarrar la tráquea, hasta el hueso. Trató de gritar, pero en su boca tan solo había sangre. Un dolor gélido paralizó su cuerpo mientras caía de rodillas. Tiraron de su cabeza, destrozando piel y tendones, tumbándolo contra el suelo. Todo se oscurecía rápidamente, el mundo se apagaba.

Su asesino ante él, limpiando el arma que acabó con su vida... La palabra "traidor", escupida con odio y bilis a su oído.

Silencio. Oscuridad. Frío...
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por --Savras-- »

EL DEBER DEL GUARDIÁN
Limpió la sangre de los aguijoneadores de la hoja de sus armas, oteando el horizonte. Podía notar como el viento se elevaba, como la arena se agitaba a su alrededor. Se colocó el medallón y se adentró en el mar de dunas, hacia la tormenta que se aproximaba hacia él rugiendo con furia enloquecida. Fue engullido por la tempestad, azotado por las arenas tempestuosas. El medallón vibraba con fuerza sobre su pecho, a la par que en aquel infierno de viento y polvo algo comenzaba a tomar forma. Tras el velo de arena podía distinguir la silueta de grandes edificios en ruinas, y una brillante luz. Tomó la alhaja en sus manos, la cual resplandeció con el mismo fulgor que brillaba entre las arenas, como un faro. Caminó hacia la luz, el viento se apartaba de su camino, las arenas se abrían, permitiéndole el paso a un porta. Tomó aire y, con extrema precaución, cruzó al otro lado.

El corazón se le paró unos segundos al observar la espalda de varios gnolls que vigilaban entre las ruinas en las que había aparecido. Se ocultó rápidamente, bañado por la luz verde que se extendía por todo el lugar. Alzó su mirada, viendo la enorme grieta que había roto el cielo en pedazos. Era como mirar un cristal roto, por cuyas fisuras se desprendía esa extraña luz. Pero no estaba allí para eso, tenía que llegar hasta ellas... Como una sombra se deslizó sin emitir ningún ruido, moviéndose de una tienda a otra en el campamento de los bedins. Los nómadas miraban con temor a los gnolls que patrullaban, reunidos alrededor del fuego y un caldero. No estaban alerta, nadie allí debía esperar que alguien fuese tan idiota como para adentrarse sin más en los dominios del liche. Caminó sin dejar huella, sin emitir ruido alguno. Un espectro invisible que avanzaba por el lugar. Había muchos más bedins de los que creía, ¿cuántas tribus se habían unido al liche?
En su avance notó como la tierra temblaba levemente bajo sus pies. La arena se alzó a pocos metros de él, desprendiendo una cascada de polvo que dejó al descubierto el gigantesco esqueleto de un dragón. Jirones de piel blanca colgaban de sus restos. Los bedins se apartaron asustados, pero no reaccionaron de forma violenta. El dracoliche alzó la cabeza y lo miró directamente. En ese momento, supo que había sido descubierto. Salió corriendo, aprovechando la distracción de aquella abominación, cruzando un puente de piedra que lo llevó directo a las ruinas de una antigua ciudad semienterrada.

El rugido del dragón alertó a los gnolls. Desde ese momento, se dedicó a huir, a esconderse de una piedra a otra. Tenía que escapar. Patrullas de gnolls armados corrían de un lado a otro. Los ladridos y risas de esas criaturas no le ayudaban en absoluto. ¿Lo habían visto, no? En ocasiones parecían perseguirlo, otras se desviaban alejándose de él. Por suerte podía moverse sin dejar rastro alguno.

Atravesó un campamento en el cual la arena era roja y olía a sangre. Cerca, a la sombra de una criatura demoníaca, un grupo de gnolls bailaba y luchaba en mitad de una orgía de sangre. Debía salir de ahí cuanto antes...
Aquellos seres inmundos se detuvieron en su carnicería. Olfatearon el aire, y como una sola bestia, se arrojaron contra él entre carcajadas a una sola palabra del demonio.

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Cuernos sonando, la sombra de dracoliches sobrevolando el cielo. Tenía que regresar al portal, salir de allí. Ya.
Con el pecho ardiéndole corrió evitando la hoja y flechas de aquellos que le salían al paso e ignorando el dolor de las que no podía evitar. Regresó al puente de piedra, pero allí se detuvo. Desenvainó sus armas al ver a los bedins a un lado del puente, y los gnolls al otro. Sobre sus cabezas, las aberraciones volaban en círculos alrededor de una gigantesca torre que se clavaba en el propio cielo. ¿Cómo no había sido capaz de verla antes?

Tomó aire, dispuesto a luchar, a pesar de que se había dado cuenta de que no había escapatoria...
...

...

...


El mago rojo entregó las pertenencias del intruso a su señor. El liche las miró una a una, con desidia. Objetos poderosos, pero vanales. Tomó el medallón entre sus manos, mirándolo con interés.

- Así que tienen uno.

- E... eso parece, poderoso señor - tragó saliva el hombre, temeroso de la reacción del liche.

- Reune a todos aquellos a los que se les entregó uno. Quiero saber cuántos han desaparecido.

El mago se inclinó ante él y se alejó a toda prisa dispuesto a cumplir sus designios.

- En cuanto al prisionero... - dejó el medallón junto al resto de objetos, golpeando con la punta de sus falanges algunas de las pertenencias.

El mago se detuvo de golpe, girándose raudo.

- Cortadle las manos y los pie - sus ojos se iluminaron ante la firmeza de su orden -, solo necesito que pueda seguir hablando.
--Savras--
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Re: LA ESCALERA DE JACOB

Mensaje por --Savras-- »

SÉPTIMO PELDAÑO

86.397...

86.398...

86.399...

86.400.

El hombre sonrió dentro de su celda, marcando con una línea uno de los muros, usando la sangre que goteaba de su pulgar para ello. La piedra poseía multitud de líneas similares a esa, oscuras y borrosas.
Dio varios pasos atrás, hasta pegarse a la pared opuesta, y cerró los ojos, expectante, comenzando a cantar con una hermosa voz, suave y armoniosa.


"Suficiente, con las mentiras"
"Dime una, otra vez"
"Tu sangre, tu línea"
"¿Este eres tú, dentro?"


...

El maestro astrólogo subió corriendo las escaleras, cayendo de rodillas al suelo ante el liche. Respirando con dificultad, miró a los ojos de su señor. Era el momento que habían estado esperando, al fin.

- ¡Mi señor, el cometa está cerca, es el momento!

Quilmeash se puso en pie, mirando el cielo. Sus ojos emitieron un destello de orgullo y satisfacción. Se acercó a su fiel siervo, colocando su mano sobre él.

- Serás recompensado como es debido cuando tome lo que es mío.

- ¡Gracias, mi señor! - el mago rojo le sujetó la mano, besándosela.

Quilmeash lo dejó atrás, entonando plegarias a su nombre. Solo era el primero. Pronto, Faerûn entonaría su nombre con dicha y regocijo.
Sus tropas aguardaban a las puertas de la torre, arrodillados como fieles y devotos.

- Atacad Fuerte Nuevo.

Los gnolls rugieron y rieron, corriendo junto a los bedins hacia los umbrales que sus magos iban abriendo. El liche se acercó a otra sección del ejército, mejor preparada, más numerosa.

- Quiero que seáis rápidos, directos. Nada de saqueos, nada de incendios. Lo que deseo está en el templo de Helm, tal y como os dije.

Aquellos esclavos que había criado desde que eran cachorros asintieron en silencio, preparados para cumplir su voluntad.

- Melena Roja, tú y mi guardia protegeréis el campamento.



"Muerte, a los vivos"
"La llama con corazón muerto"
"Una luz en el orden, ellos saben que tú estás ahí"
"Cómo lo viste, tu plan. Un disparo a la oscuridad"



La última estatua fue colocada en el lugar que le correspondía. Cientos de esclavos, encadenados alrededor de la base de piedra que habían construido a lo largo de meses observaban horrorizados el cielo roto sobre ellos. Los magos rodearon a Quilmeash, que comenzó a entonar un horrendo cántico. De las gargantas de los esclavos emergió un grito de agonía que hizo sonreír al Liche.


"Llegó, demasiado tarde"
"¡¡Se acabó!!"


Como velas, las vidas de aquellos pobres desgraciados fueron apagándose. De la base de aquella construcción emergió un pilar de luz, directo a la brecha. Un pilar dorado que atravesaba el cielo.


"Llamando, a los niños"
"Nacimiento, y muerte"
"Silencio, ¡pero gritando!"


Las voces de los muertos se unieron a la de Quilmeash, como un eco mudo. Sin dejar de entonar aquel perverso cántico el liche caminó hacia el resplandor con paso seguro. Una de las estatuas comenzó a resquebrajarse, hasta hacerse añicos. Al ritmo de su cántico, la piedra fue absorbida por la luz, creando peldaños por los que el liche inició su ascenso.


"Daño hecho a la carne, lo que dijeron, en nombre de..."
"Daño hecho al corazón. Es el comienzo, ¡del final!"
"Daño hecho al alma, y sabes, donde está mi..."
"Daño hecho a mi vida, maldiciendo en voz alta, por el caos."


Una a una, las estatuas iban cayendo, elevando al liche, que caminaba victorioso, seguido por una estela de almas que ensalzaban su voz, su grandeza. Podía ver más allá de la brecha, donde había un trono, tras el que aguardaba una mujer.

"Ya voy, Madre. Pronto te libraré de ese peso."

Sobre su cabeza, el cometa Alhazarde cruzaba el cielo nocturno. Quilmeash extendió los brazos, notando el poder que brotaba del cometa, de la brecha. Llamándolo.


"Tú estás aquí. Pero te irás."
"No es justo, estoy perdido."
"Tu Diosas, tus miedos."
"¿Mereció la pena, el precio?"
Llegó a lo más alto de la torre. La sexta estatua se rompió, ante él comenzó a alzarse un puente que lo llevaba hasta el salón donde aguardaba su destino. Las almas revoloteaban a su alrededor, enloquecidas. Podía escuchar su nombre, los rezos, las súplicas. La estela la seguía, una capa tejida con almas digna de su grandeza.


"Reza, por los niños."
"Tú ya perdiste, en el camino."
"Recuerda, los nombres y los rostros."
"Fríos, y abandonados."


La séptima estatua comenzó a resquebrajarse. El último peldaño a la gloria. Sin embargo, nada ocurrió. El puente de luz bajo sus pies comenzó a desmoronarse cuando casi había alcanzado el salón de Mystra. El liche, dominado por el miedo, saltó, logrando cruzar la brecha, sintiendo como su cuerpo casi explotaba al atravesarla. Cayó de bruces contra el inmaculado suelo, temblando. Al ponerse en pie, vio tras él, a través de la brecha, como su torre se desmoronaba, como su luz se iba volviendo más intensa. Ya no importaba, lo había logrado. Se sentía muy débil, pero el trono estaba ante él. Con dificultad se arrastró hasta este, y se sentó en él. Podía sentirlo. El poder... La grandeza.


Y el dolor.


"Perdido... Confundido..."
"Mortal, ilusión."
"Pesadilla... ¡Intrusión!"


La mujer le entregó la corona. Quilmeash la cogió con devoción de sus manos, alzándola sobre su propia cabeza. La mujer se inclinó, susurrándole al oído. Las manos del liche se detuvieron cuando la corona estaba a punto de ceñírsela. A través de la brecha, vio su torre estallar. La luz inundó el salón, bañándolo en ella. Pudo notar con auténtico pavor como su alma había regresado a él. Vio a los clérigos materializarse frente a él, espectros que clamaban venganza. Lo sujetaron con sus manos, quemándolo. El dolor era insoportable, una agonía que no parecía terminar. Luchó contra ellos, hasta que no pudo resistir más. Arrancaron su alma de aquel cuerpo, y fue arrastrado junto a todas las demás en aquel torrente dorado.


"Un alma más a la llamada, para todos, en silencio."
"Vienen dos almas más a la llamada, para todos, en el tiempo."
"Tres almas más a la llamada, ellos caen, sin saber por qué..."
"¡Cuatro almas más a la llamada, en la agonía, no serán todas, y lo sabes!"



Cuando la luz abandonó el salón, allí tan solo estaba el trono, rodeado por seis estatuas. Quilmeash estaba paralizado, sus ojos, sin luz alguna. Sus manos comenzaron a petrificarse, la piedra, a disolverse. La corona cayó sobre su cráneo. Lentamente, el cuerpo iba convirtiéndose en una estatua que se disolvía, dejando caer una lluvia de motas doradas sobre el desierto más allá de la brecha.


...

Alhazarde cruzó el cielo de Faerûn, iluminándolo con su resplandor verde. A su paso, un fragmento se despreció de él, una estrella fugaz que cayó sobre Argluna, disolviéndose poco a poco en su descenso, hasta que atravesó una de las fortalezas de la legión.
Dentro, un preso aguardó, escuchando la destrucción que generó aquel pequeño fragmento a su paso en cuestión de segundos, la cual terminó con parte del muro de su celda hecho pedazos. Esperó a que el humo se disipase, y salió de ella. A su alrededor, cadáveres, gritos, caos. No se detuvo, hasta llegar al lugar del impacto, una de las celdas contiguas a la suya. Se agachó, observando el preciado mineral esmeraldad, y tomándolo.
Mientras salía con paso tranquilo, caminando entre las ruinas y los cuerpos sin vida, continuó cantando, observando como, en el cielo, la Estrella de Mystra se apagaba.


"Sacrificio, vida perdida."
"Destino, redefinido."
"Alguien, te elige."
"Suerte, cierra los ojos. Tu familia sabe que estás aquí."


...

La mujer envuelta en ropajes rojos miraba el cielo sin dejar de tocar la flauta, con la vista perdida en la estela verde que caía sobre Faerûn, ignorando los gritos de agonía de los dos hombres que se retorcían a su espalda, alimentando a sus enjambres.

"Así que era Argluna", pensó, finalizando la melodía. Observó el cielo, donde la estrella azul dejó de brillar. Suspiró, recordando. En un leve susurró, cantó.

-Llamando a los niños. Nacimiento, y muerte. Silencio, pero gritando... - apretó el puño, frustrada. Recogió el vapor de mordayn, guardó su instrumento, dedicó una plegaria a los siervos del urobros caídos, pidió perdón a Savras por unésima vez, y se encaminó hacia el río, caminando sobre la sangre que manaba de los cadáveres de aquellos pobres infelices. Se metió en el agua, tiñéndola de rojo.

- Voy a por ti, hermano...

Tras sumergirse en las embravecidas aguas, tan solo quedó una estela roja sobre la que flotaban pétalos
.
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