Los orcos que están por venir

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Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Malas decisiones...

Zalcor entró por la puerta del Descanso de los Páramos. Ransell salió por ella a los pocos minutos. Marcado como estaba, conectado a los orcos mediante vete tú a saber qué pactos y qué magia, no podían arriesgarse a planificar nada delante de él.

Seda no le guardaba rencor ni resquemor alguno: ella hubiera hecho lo mismo. Pero, siendo cautos, ya no podían confiar en él aunque sinceramente quisiera ayudar.

En el fondo, sólo con el tatuaje Talonar les había ganado la ronda. Ellos habían perdido una baza.
A solas, en el reservado, Idril, Gregor, Zalcor y ella discutieron los siguientes pasos. Los druidas no podían averiguar nada de los cuervos. Quizás algún arcano podría rastrearlos, pero no tenían DM era mejor esperar a que los magos de Argluna les proporcionaran más información.

Y estaba pendiente el tema de las tribus desaparecidas. Muy probablemente se estuvieran reuniendo en algún lugar para preparar el ataque a La Marca a través de los grandes umbrales que habían identificado. Mil Puños, Colmillos Rojos, Cráneos Rotos, Muchas Flechas, los clanes del Anauroch, los descastados… eran muchos. Tenía que ser un lugar grande…

Tendríamos que revisar los dominios orog o el Paso del Orco Muerto –se sugirió al final.

Se decidieron por los orogs. Al fin y al cabo, Talonar era uno de ellos.
Descendieron los cuatro por los túneles antiguos de Adbar. Telarañas, trampas, alguna patrulla duergar que no regresaría a informar a nadie. Pasos acuáticos y cavernas profundas.

Zalcor iba inquieto, incómodo bajo tierra. Gregor cambiaba de forma con una velocidad a la que Seda no se acostumbraba (y no era la primera vez que le atacaba por reflejo). Idril, por su parte, mantenía alrededor de los cuatro un profuso tapiz de Urdimbre protector. Ahora que, de alguna forma, podía sentirla, la chica apreciaba cada vez más las habilidades del mago.

Descendieron hasta zonas que apenas recordaba haber visto cuando todavía no la llamaban Seda.
El primer encuentro con los orogs ya preconizaba que algo raro estaba sucediendo. El sarcófago de ámbar que había apresado al chamán de su grupo fue el primer aviso, cuando se disolvió de repente. La urdimbre estaba alterada, inestable, enrevesada… Gregor y Zalcor aseguraban que escuchaban cánticos que ascendían de las profundidades. E Idril… Idril sufrió un colapso, ojos en blanco, sudoroso…

Lo he visto –jadeo–. El Ojo de Gruumsh… y él nos ha visto a nosotros.
Se miraron nerviosos.

¿Volvemos a informar o continuamos?

Seda sacó una moneda.

Cara volvemos, cruz avanzamos.

La cara pulida y perfecta de una luna brilló en su mano.

"Pero Talonar puede estar allí, si nos vamos podríamos perder una oportunidad, ya están alertados y el viaje no habrá servido para nada…"

Los cánticos cesan.

Lanzó la moneda a un rincón.

¡A la mierda! ¡Vamos a ver!

No tenemos magia, mis conjuros no dejan de fallar.

Podemos avanzar en sigilo.

Puedo arriesgarme yo solo –sugirió Zalcor.

Ni de coña. Voy contigo para recoger tus cachos.

En una Compañía se avanza en grupo –sentenció Gregor frunciendo un ceño orog recién adquirido.
Descendieron con Zalcor abriendo la marcha, todos con pies ligeros. Encontraron túneles vacíos hasta llegar a una cueva donde Seda advirtió el brillo de un Umbral cerrado. Sin embargo, ese sentido extraño que tenía desde que era Seda también le decía que había cosas a su alrededor, moviéndose por la gran cámara.

Se acercó, cubriéndose con las estructuras, como en los viejos tiempos, para escuchar. Confiaba en sus pasos y su sigilo.

Confiaba demasiado. Demasiadas costumbres de Daan.
Las fechas llegaron sin ser vistas con relámpagos de dolor. Intentó apartarse, cubrirse entre las rocas mientras batidores orcos y orogs cargaban contra su grupo, y con manos temblorosas activó un pergamino para sanar sus heridas fatales.

El pergamino se convirtió en polvo en sus manos sin surtir efecto. Sus compañeros luchaban también a la desesperada. Y, entonces, vio venir el fuego rabioso que un chamán orog desataba sobre ellos… demasiado tarde.
Tomó dolorosamente una bocanada de aire, su cuerpo estaba maltrecho y herido, apenas podía respirar. Abrió un ojo, pero solo estaba rodeada de oscuridad, y le costaba aferrarse a un frágil momento de consciencia.

Estaba allí la voz de Talonar. La recordaba muy bien. Y también… otra voz.

Hubiera entrado en pánico de no haber vuelto a caer inconsciente.
Despertó sola, en mitad de la nada de la rivera del Rauvin, un río que cada vez le traía más y peores recuerdos. Miró a su alrededor, confusa. Comprobó su cuerpo: las heridas estaban curadas, pero su espalda ardía de dolor. Aquello sólo podía significar una cosa.

No, no, no, no… –maldijo mientras corría a buscar un reflejo en el agua–. Eso no…
Aquello empeoraba por momentos.
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Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

La marca del Gran Clan

Se encontró con Max y Ransell junto a la forja, cuando regresó a Nevesmortas. Inconscientemente se apretó la capa al cuello, ya que sabía el revuelo que se armaría cuando supieran lo de su marca, y la desconfianza que iba a generar. No era el momento.

Ransell captó pronto su nerviosismo, y en los días siguientes se aseguró de intentar sonsacar toda la información posible sobre sus últimos avances con Talonar. Era tan metomentodo como ella, y fue difícil contarle lo que quería que él supiera sin darle pie a preguntas más comprometidas. El maldito bribón sabía dónde apuntar.

Por su parte, Seda averiguó que Idril y Zalcor al menos seguían vivos, y aunque Gregor no había aparecido confiaba lo suficiente en él como para creerlo muerto. No era la primera vez que Gregor desaparecía por precaución, sólo esperaba que volviera antes de que tuvieran que preocuparse. Mientras tanto, la marca seguía allí, onerosa, secreta y humillante.

Necesitaba encontrar a los demás, averiguar qué les había pasado a ellos, y que Idril le explicara cómo borrar el tatuaje, aunque dejara secuelas. Si no era posible borrarlo, lo mejor sería alejarse del resto por precaución. Quizás investigar con Ransell mientras compartieran objetivo.

Pero no podía hacerlo sin conseguir antes información, Idril no aparecía y la impaciencia la estaba dejando ya sin uñas.
Experimentos. Había algo que podía hacer mientras buscaba a sus compañeros, y era experimentar ella misma con el tatuaje. Tenía que aprender a usar los recursos de Seda, al fin y al cabo.

No se le pasó por la cabeza que podía ser una locura peligrosa. En eso seguía siendo Daan.

Seda alquiló una habitación en la Casa Balconlimbo, donde sabía que habría menos ojos inquisitivos y curiosos que el Cantor, y si se montaba escándalo tendría que dar menos explicaciones que en La Rosa. Cerró la puerta, se colocó junto a un espejo, y cerró los ojos para concentrarse en el tatuaje, tanteando la Urdimbre a su alrededor, percibiendo.

Concentrarse no era lo suyo, le costó su tiempo, pero al menos comprobó que su marca era ligeramente distinta a la de Ransell, más fuerte incluso. La habían hecho a conciencia, lo cual, para ella, era una grandísima putada.

¿Por qué Talonar les había resucitado? ¿Por qué la había marcado? ¿Y qué tenía que ver aquel maldito demonio –su anónimo padrino– en todo esto?

El siguiente paso lo dio sin meditarlo mucho, canalizando todo su cabreo en la tinta de su espalda, como cuando activaba los pergaminos que llevaba en la mochila sin comprender exactamente cómo funcionaban.

Y funcionó. Algo funcionó y se puso en marcha, algo que quizás tendría que haber dejado estar, porque dolía muchísimo, quemaba su espalda y se extendía por su cuerpo hasta el punto que vio sus manos arder.

Cayó al suelo de rodillas, quemando las tablas y conteniendo los gritos de dolor –que hubieran alertado a toda la taberna– sólo por pura obcecación.

El Ojo apareció. Durante un segundo vio al dios de los orcos en medio de la habitación, observando. Después cerró el párpado, cuando volvió a abrirse, la joven vio un lugar entre rocas y cataratas. Un lugar en que el agua que caía parecía sangre, con una cueva de la que emanaba un brillo rojo plomizo y de la que salían gritos de guerra, con los orcos y orogs preparándose para un ritual de guerra. Era todo confuso, había orcos por doquier...

Y entonces Talonar la miró, desde arriba. Un rugido de furia del orco cortó la visión.
Seda estaba en el suelo, con la espalda completamente quemada, dolorida, la ropa hecha harapos, las tablas donde estaba apoyada quemadas, pero con una sonrisa en la cara. Había visto dónde estaba Talonar. Y con un dedo corazón alzado hacia el orco, en los segundos que se habían mirado, le había dicho lo que pensaba hacer.

Joderle todo lo que pudiera.
En una habitación con olor a quemado de Balconlimbo, poco después...

Seda dibujaba a toda velocidad.

(Unas montañas por aquí, unas cascadas allá… sí… y aquí unos orcos. Con este dibujo cualquiera que conozca La Marca será capaz de encontrar el lugar. ¡Maldita sea, me suena mucho pero no termino de recordar! Menos mal que soy una artista dibujando…)
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--Talos--
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Rugidos. Gritos. Dolor.
El inmenso Orog se removía en la sala de mando. Golpeando con sus puños la mesa, las paredes,...todo lo que se ponía a su alcance.
Por largos minutos los guardianes de la Sala observaban como la piedra retumbaba.

Pese al malogrado traslado de las tropas. El Elegido se había mostrado indiferente. Cerca de 1/4 de las tropas habían cruzado cuando la Palomita hizo de las suyas.
No era el plan, pero deberían resultar suficientes si cumplían la estrategia encomendada por su Caudillo.

Sin embargo ahora, sin saber porque, Talonar sufría un arranque de ira y sufrimiento.

Jadeando, se dejó caer de rodillas sobre el suelo de roca.
Inspiraciones y expiraciones pesadas.
Cuando por fin recobró la compostura, profirió un largo grito
- ¡GRUUMSH! ¡ESTOY LISTO! - dijo mientras.... se arrancaba el parche que cubría uno de sus ojos.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Ktran
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Ktran »

Un orco que debió de morir… Tras una larga incursión a la que me uní tras escuchar una explosión al sur de Villanieve.
No se que cual era el motivo de tanto alboroto, pero hordas orcas asolaron el valle, varios aventureros los hicimos frente hasta Sutchard, sobra decir las dificultades que nos impusieron, y que al menos frustramos el intento de destruir la presa, pero yendo al grano…
Tras seguir el rastro de los viles orcos nos llevaron a tierras endemoniadas, Tanarukks, nada bueno traman si están recibiendo ayuda de demonios.

Tras las duras batallas finalmente llegamos a su fortaleza donde un Orog.. Orco.. sea lo que fuere estaba practicando sus rezos, la valía de Zalcor fue de gran ayuda, ya que consiguió reducirle, no sin antes maldecir a Ransell, no sé que tipo de maldición usó para mancillar su piel con semejante señal.
Me gustaría haber conseguido más información del tipo de magia que estaba preparando en aquel altar… sé que se trata de algún rito entre nigromancia y abisal con componentes como corazones y vísceras, lo único que deduje es que nada bueno augura.
Imagen
Finalmente lo metieron en un portal hacia Felbarr, donde forcerejearon e intentaron interrogarle, pero poco averiguamos…
Sin duda lo mejor habría sido matarle, pero ignoraron mis palabras, espero que no se arrepientan.

Delor Kensbane.
Rasechimba
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Rasechimba »

Tras hacer lo que consideraba correcto, volvió lo más rápido posible a Nevesmortas. Para su sorpresa algo había sucedido al sur. Al llegar a la presa de camino a Sutchard ya estaba allí un grupo de aventureros ocupándose de la inundación. Revisó el terreno y vió que había huellas de orcos que continuaban al sur, así que se dirigió a la ciudad. Esta había sido atacada, se transformó en pixie y revisó la zona. Al parecer los orcos se dirigían al Noroeste, hacia el paso de Tornapetra. Informó al grupo de aventureros y todos marcharon hacia allí. Por desgracia, pocos estaban acostumbrados a viajes tan largos, a ritmo alto y por el bosque. Así que se vieron obligados a hacer un descanso al llegar. Allí siguieron el rastro hacia el este, encontrándose algunas patrullas orcas y de tannaruks. Al parecer de Zalcor eran débiles comparados con otros con los que había luchado del gran clan. Era como si se estuviesen librando de ellos. Según se acercaban a las ruinas fueron encontrando enemigos mejor entrenados, hasta el punto en el que el explorador preguntó al grupo, cada vez mas mermado por el cansancio y las heridas, si querían continuar o preferían salvar la vida. Como era costumbre, ignoraron el temor del explorador por su bienestar. Y así volvió a pasar. Tras salvarse milagrosamente y recuperar algo de fuerzas continuaron avanzando, esta vez, siguiendo sus consejos, evitando el combate. Dieron con un orco haciendo una especie de ritual, en el cual mencionaba a algunos aventureros. Lo atraparon y se lo llevaron a Felbarr mediante un portal, para interrogarle allí. Al parecer su magia afectaba a quienes estaban marcados con el tatuaje del gran clan, pero consiguieron silenciarle.
Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

En el Gran Salón de Felbarr...

Seda se pasó la mano por la cara cuando el chamán orco cayó finalmente al suelo, golpeado, drogado, sangrando, amordazado, atado cual salchichón y aún así todavía sonriendo, a los pies del grupo de aventureros.

Todavía no sabía exactamente qué había visto, o qué había pasado. Desde que logró activar su tatuaje todo había ido muy rápido, y en cuestión de horas habían cambiado muchas cosas. Incluidos sus aliados.

Vuela, palomita Daan –le había dicho el chamán en orco antes de caer.

Maldita fuera su estampa y maldito su marrullero patrón. Y malditos los malditos orcos y su maldita palomita de las narices…
Las explosiones resonaron cinco horas después de su llegada a Nevesmortas. Había aterrizado en el suelo de la villa malherida y cabreada, tras haber reventado el Umbral que Talonar estaba usando para desplazar tropas pero no sin que antes Iöna se perdiera en el mismo, invisible entre los orcos.
Talonar había visto a Seda y había sonreído.

Huye, palomita. Sigue cumpliendo tu papel.

Parecía indiferente ante la separación de su ejército, aunque después no había dudado en curtirla a espadazos, casi enviándola a charlar con La Parca. ¿Qué estaba sucediendo allí? ¿Por qué esa ambivalencia? Tenía un extraño resquemor tras la oreja, piezas que no encajaban, pero estaba tan cabreada y dolorida que no podía pensar bien.

El tatuaje ardía, se encontraba febril, y sólo quería descansar...
La ofensiva orca

Apenas había dormido las horas que su cuerpo necesitaba para recobrarse de las heridas cuando salió a buscar a sus compañeros. La última vez que los había visto, Gregor, Vetra y el traidor de Cuarto habían sacado a un malherido Andy de las cuevas del Paso de la Luna a las que les había llevado su visión. Iöna se había escabullido por el Umbral orco hacia vete tú a saber qué lugar. Max se había quedado esperando a solas en la cueva para cubrir su retirada, y no sabía qué había sido de él. Y apenas había podido cruzar unas pocas palabras con Ransell y con Zalcor.

Por suerte, como era de esperar, el grupo había llevado a Andy a Nevesmortas, y se encontraron en la plaza de la villa. Iöna apareció igualmente, corriendo desde el sur.

¡Están cruzando en el camino a Sutchard! –les avisó la muchacha.

Y entonces oyeron la explosión.

Avisaron a la guardia de Lanzagélida y corrieron hacia el sur, junto a un amplio grupo de aventureros. Max estaba entre ellos. Se alegraba enormemente de que estuviera vivo, como los demás. Menos Cuarto. A Cuarto le podía partir un rayo.
La presa de Sutchard estaba muy dañada y amenazaba con inundar el valle, incluida la propia Nevesmortas. Grupos de orcos rondaban el lugar, pero consiguieron despejarlo y comenzar unos trabajos… de urgencia.

Muy poco elegantemente, mientras algunos comprobaban el estado de la colonia gnoma, consiguieron derrumbar a base de polimorfias, fuerza bruta y el buen ojo de Vetra una torre para tapar la presa con los escombros. Los ingenieros tendrían mucho trabajo después, pero el peligro inminente había pasado.

La colonia, por su parte, parecía relativamente a salvo, con los gnomos guarnecidos en el interior de las casas. Los orcos habían pasado por encima después de dañar la presa… en dirección a Tornapetra, según los exploradores. No quedaba sino seguirlos, y tratar de boicotear sus planes como pudiera.

Si no le sostenían las piernas, sería la testarudez.
Los ritos de Tornapreta

Llegaron a Tornapetra agotados y mermados, salvo Gregor y Zalcor que habían hecho el viaje oteando desde las alturas con sus medios. El camino estaba además plagado de orcos, fey’ri y tannaruks, en grupos distribuidos, que les obligaron a pelear cada tramo que avanzaban.
Aquello era un poco pesadilla. En algún momento Max desapareció, volando en reconocimiento. Delor, Gregor, Ransell, Dredanor y ella misma avanzaban detrás de Zalcor, que aseguraba el camino. En la medida que podía, ella remataba de virotazos certeros a los fey’ri que no caían bajo las espadas del guardabosques. Delor hacía bailar su estoque, Ransell sus espadas y Gregor lo que quisiera que manejara en cada momento. Pero no siempre salieron indemnes, las heridas y el cansancio se acumulaban y Gregor tuvo que salvarles el culo en unas cuantas ocasiones (era increíble su capacidad para manterse consciente y con vida).

Fue en las profundidades de Tornapetra, sin embargo, donde se dieron cuenta de que los orcos y orogs de Talonar combatían hombro con hombro con los tannaruks y fey’ri de la Ciudadela Puerta del Infierno. Y que estaban realizando allí algún tipo de ritual, que por supuesto ellos no podían dejar que concluyera.
Habían sangrado su camino hasta el altar y la sima donde un orco entonaba sus cánticos repetitivos y repulsivos.

Abathe indra ergon. Abathon ib Grummsh.

Una neblina roja lo cubría todo mientras el grupo tomaba posiciones.

Abk Daan duedndi...

¿Había escuchado su nombre?

Abk Cuarto duedndi...

Eran nombres, sin duda.

Abk Kazaerss duedndi...

Los tres marcados. Estaba claro.

Agnunagarr Talonar ageell.

¿Por qué no estaban cortando ya eso, por el amor de Ao?

Saltaron sobre el chamán al mismo tiempo que los tatuajes se activaron, inundando a Ransell y Seda de dolor. El chamán no resistió, los cánticos continuaron, el dolor se acentuaba, y “algo” negro y tentacular comenzó a trepar desde la sima.

Seda hizo un último esfuerzo. Un portal. Un lugar seguro y bien guardado. Un lugar que odiara a los orcos ferozmente. Felbarr. Delor arrastró a Ransell por el portal, Gregor y Zalcor al chamán, y Seda terminó de cruzar apretando las mandíbulas, viendo cómo los tentáculos no cesaban en su progresión.
En mitad del Gran Salón de Felbarr, los guardias sorprendidos vieron cómo un grupo lastimoso y herido arrastraba y forcejeaba con un orco que parecía en algún tipo de trance y comenzaba a conjurar, sin saber exactamente cómo actuar al respecto.

Y entonces… se hizo el silencio a su alrededor durante un instante. Seda sonrió mientras un pergamino se volvía ceniza en sus manos y el orco tragaba saliva, mudo durante unos segundos.

El dolor de los tatuajes se calmó. El ritual se había interrumpido y tenían al orco en sus manos, una valiosa fuente de información si le hacían hablar.

Allí mismo, le drogaron y amordazaron. Era bueno tener un alquimista en el grupo. Pero antes de caer dijo aquella frase, y Seda comenzaba a dudar de que fuera buena idea llevarlo a interrogar a Argluna.

Vuela, palomita Daan.

Talonar no sólo era un dolor de ovarios casi indestructible, sino que además sabía demasiado.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Rasechimba »

Tras un rápido debate el grupo se marchó como el Chamán amordazado a los túneles inferiores, donde podrían interrogarlo con mayor tranquilidad, alejados de las miradas de los enanos del lugar.
Allí comenzó el "interrogatorio" de Gregor. Un espectáculo que no era precisamente agradable de ver ni escuchar, por lo que el explorador no tardó en mirar a otro lado y taparse las orejas con las manos. Tras la muerte del chamán se marcharon a las habitaciones pues Seda quería intentar ver donde estaba Talonar. Una vez en una, la alcohólica se desnudó para evitar que se le quemaran las prendas. Nuevamente Zalcor tuvo que mirar a otro lado.
Tras la activación del tatuaje la situación se volvió algo tensa. Seda parecía estar en peligro, así que Zalcor dejo su incomodidad a un lado para acercarse a ella y activar también el tatuaje. Al hacerlo apareció en el cementerio del cruce, pero en un ambiente mucho más tétrico y preocupante. Fueron muchos los detalles de ese lugar que preocuparon al explorador.
Tras finalizar la "activación", Zalcor acabó agotado, en cambio Seda, cayó sin conocimiento, probablemente por estar allí mucho más tiempo al reactivar el tatuaje por parte del explorador.
Zalcor dejó allí al grupo y se marchó a descansar para irse lo antes posible a Argluna, donde volvió a informar.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

// *Cuando escucha el relato del explorador, Seda le lanza una piedra a la cabeza* ¡Que no soy alcohólica, mojigato puñetero! xP
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Visiones (des)controladas

Seda no se habría imaginado nunca la dantesca escena que Gregor, con su piel de ilícido, había desatado sobre el orco capturado en Tornapetra. Se les había ido la mano, pero a veces la información merecía precios altos. La clave era que no les tocara a ellos pagarlos, aunque no siempre se podía evitar...
Tras cruzar el portal, con el orco atado como un salchichón, golpeado y drogado, no había sido difícil llevarlo a la Zona Baja de la ciudad para interrogarle antes de entregarlo a Argluna, como insistía Zalcor.

Pero el orco se resistía, era testarudo, sólo repetía “Gloria a Gruumsh” y “Gloria a Talonar”, una y otra vez… así que se les ocurrió aprovechar esas habilidades de cambiaformas de Gregor que tantas veces habían salvado el día. Quizás una amenaza tan terrible como la de un ilícido le soltara la lengua y, si no, quizás un sondeo mental pudiera darles a conocer lo que el orco callaba. La teoría sonaba muy bien. Bueno, quizás un poco sádica. Pero Seda no tenía muchos problemas en hacer la vista gorda.

Sin embargo, o a Gregor se le fue la mano, o el poder de un desollamentes era más terrible de lo que los rumores contaban, porque pronto quedó en el suelo un amasijo babeante de orco, cubierto de fluidos desagradables y mentalmente muerto, y en las memorias de todos una imagen aterradora de tentáculos hurgando masa cerebral y sonidos espeluznantes que volverían a ellos en sueños, sin duda. Bueno… quizás para todos no. Iöna parecía excepcionalmente tranquila.
El resultado es que obtuvieron información y el orco murió en el proceso. Para Seda era todo perfecto, aunque no había sido agradable. En cualquier caso, merecía la pena si conseguía joder un poco a Talonar; y porque merecía la pena joder a ese orog que cada vez la sacaba más de quicio, pensó que no era mala idea completar el informe con lo que pudiera aportar a través de aquel maldito tatuaje en su espalda. Era una jugada de riesgo, pero estaba allí para apostar.

Habían sido ya tres los contactos con Talonar a través del tatuaje. El primero les había llevado al Paso de la Luna, donde el orog estaba concentrando y trasladando tropas. El segundo había sido en el propio Paso de la Luna: Talonar lo había activado para averiguar dónde estaban y ella había respondido impulsivamente, reactivándolo para localizar al orog en las cuevas. El resultado de todos los contactos había sido dolor, mucho dolor, provocaciones cruzadas y más ropa consumida por las llamas.

Esa cuarta vez, sin embargo, pensaba hacerlo en condiciones. En una habitación controlada, sin posibilidad de quemar nada, con sus compañeros avisados y vigilantes.

Apartó de la cabeza la divertida imagen de Zalcor sonrojado y cerró los ojos.

Aquello funcionaba. Si se concentraba, no dolía tanto. No quemaba a su alrededor. Podía ir hablando a sus compañeros y describiendo, aunque lo que veía mientras caminaba por donde quiera que le estuviera llevando la visión no era placentero. Cadáveres. Charcos de sangre. Tumbas. Y, de pronto, una mano enorme que aferraba su cuello mientras Talonar frente a ella la miraba con un ojo rojo y otro violáceo.

- No, palomita, no es sitio para ti.

Mierda.

Seda soltó una imprecación mientras se asfixiaba con la presa e intentaba escapar a la desesperada; intentó zafarse con todas sus fuerzas, y por un instante se desvaneció y reapareció, como un parpadeo, lo justo para soltarse y echar a “correr”. Era consciente de que su cuerpo iba a pasar factura por ello, pero no pensaba huir sin información, sin saber dónde estaba aquel maldito orog. Corrió entre tumbas, sangre y neblina.
- Palomita, no hay sitio donde esconderse. Ahora lo veo todo -escuchaba a Talonar en algún punto.

Sí, claro. Eso es lo que decían todos los monstruos en las historias para niños. Ella no quería esconderse, quería ser más rápida. Algún día le haría tragarse ese “palomita”, pero ahora necesitaba una referencia que poder transmitir y salir por patas.

Entonces, pisando sobre huesos sin pisarlos y buscando por todos los lados, encontró lo que buscaba: un viejo desdentado y gruñón que huía de los esqueletos que se alzaban en el cementerio, arrojando su pala de enterrador. Un tipo al que conocía, y una referencia que concordaba con lo que había averiguado Gregor.

“¡Ahora sé donde estás!”, pensó Seda. En la habitación de Felbarr exclamó: “¡El cementerio de Cruce de las Rauvin!”. Y en la visión se volvió triunfal hacia Talonar, mientras desactivaba el portal y le espetaba:

- ¡Que te foll…!

Desapareció. Por un instante regresó a la habitación. Lo había consegui...

- ¡...llen!

Y el mundo se volvió del revés. ¿Por qué estaba otra vez en el cementerio delante de Talonar? ¿Por qué todo quemaba otra vez? ¿Por qué el dolor era tan intenso y Zalcor estaba a su espalda, casi cadavérico, tocando el tatuaje?

Y entonces entró en pánico. Cortó la conexión. Cortó la conexión lo más rápido que pudo, para aparecer en el suelo de la habitación en Felbarr junto a sus compañeros, con el cuello dolorido, el tatuaje quemando, sin energía y febril.

El precio de aquella información no le había gustado tanto.

- Zalcoooor... tus mueeeertos…

Fue lo último que dijo antes de caer en la inconsciencia.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

El periplo de un Chamán.
En el Paso de la Luna.
El arco que se abría crepitante de energía estaba completo.
Los chamanes se retiraron dejando al frente a uno de ellos.
El Chamán observó a su espalda, donde el gran Orog le asintió mientras atendía a un orco recién llegado del nivel superior.

Con un grito, el chamán encomendó el inicio de la marcha siendo el primero en cruzar.
Uno a uno.
De un Clan o de Otro.
Ahora, todos unidos. El Gran Clan comenzó su peregrinaje a su siguiente objetivo....
Sutchard

Algo fue mal. El arco del Umbral vibró, se desestabilizó y se cerró colapsando sobre si mismo.
Algo o alguien desde el otro lado había alterado el delicado equilibrio del Umbral.
Aferrando el báculo, el Chamán examinó a todos los que habían cruzado Distaban de ser ni una tercera parte del total... Pero podrían ser suficientes.
El Elegido había previsto que algo fuese mal. Habría que seguir.
Allí, tan cerca y a la vez tan lejos de su destino.
Unos pocos Borrachos y comerciantes aislados de la zona habían sido sorprendidos y silenciados con velocidad en la primera llegada.
Ahora, con rapidez, el grupo comenzó a moverse.

Tras dejar atrás las subidas y descensos, llegaron a las lindes de la aldea gnoma.
Los soldados se extendieron golpeando los escudos. Los gnomos cerraron con rejas los portones de la muralla y observaban asustados a la horda que aparecía de repente a las puertas de su pacífica villa.
Risas, rugidos, golpes de escudos.
El Chamán sonreía viendo como en tropel la milicia de la ciudad se apelotonaban en la muralla de entrada.
Más allá de ellos, vio al pequeño grupo de batidores, habían rodeado por la espesura y se infiltraban en la ciudad.
Orcos jaleando.
Gnomos mirando desde la protección de su pequeña muralla.
Así fue como al poco de iniciar el supuesto asedio. La noche se iluminó y como un trueno el sonido de una explosión ahogó los gritos de los orcos.
El Chamán sonrió y dio la orden.
El grupo se reorganizó en formación y comenzó la marcha. Pisando fuerte. Golpeando los escudos.
Tras de ellos, no muy lejos, el humo se alzaba, así como el murmullo del agua del dañado embalse.

Encerrados y atrincherados rezaron a Garl.
Y por alguna razón... quizás Garl les oyó. Dado que los orcos pasaron, cruzaron la aldea gnoma, adentrándose en el bosque tras Sutchard. Abriéndose paso entre matorrales y arboledas como solo los orcos saben hacer.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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