Vetra la bastarda

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Estoico
Tejón Convocado
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Re: Vetra la bastarda

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Episodio 10 (precuela)

Durante varias semanas estuvo en las alcantarillas, los primeros días fueron críticos ya que se encontraba al borde de la extenuación y había patrullas constantemente buscando acólitos fugados. A medida que iban pasando los días, el número de patrullas se redujo y la dieta a base de ratas e insectos le dieron la fuerza suficiente para continuar con vida. Por suerte, el clima en la superficie era lluvioso y permitía conseguir agua “limpia” que se colaba por las rendijas de las calles. De otra forma hubiera muerto de sed o de alguna infección por agua contaminada.
Esta situación le recordaba de cierto modo al calabozo de Bennet y Razor.
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No recordaba bien lo que había ocurrido, tenía vagas visiones de un cuarto oscuro, pasar mucho frío y, algo que no conseguía quitarse de la cabeza: la última mirada de Glendel desvaneciéndose para siempre. Echaba enormemente en falta la calidez del elfo y sus buenas formas.
Había una sensación nueva en su interior. Por alguna razón, si encontraba un cadáver de algún pobre indigente, tenía la extraña necesidad de mirarlo, examinarlo, tocarlo, sentirlo…
Por una parte su razón le decía que eso no estaba bien, pero por otra el deseo de acercarse a los muertos era superior a su voluntad. Con el paso del tiempo, asumió que era algo normal.

La primera vez que salió de las cloacas, deseaba ir a la cabaña del Bosque Gris, pero no sabía cómo llegar, nunca había salido de aquel lugar desde que Glendel la trajo de Melvont, y tenía aún menos idea de cómo había llegado a la desconocida ciudad en la que se encontraba. Los ruidos eran familiares, porque Lyrabar, al igual que Melvont, era una ciudad portuaria con mucho movimiento, pero el ambiente era menos oscuro y faltaba el golpeteo de las forjas.

¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado a esta situación? ¿Dónde estaba? Eran preguntas que se le venían a la cabeza, pero por cada una de ellas sentía una punzada helada en su antebrazo.

Su gran inteligencia y capacidad de atención y deducción, le permitieron integrarse en la sociedad de Lyrabar en poco tiempo.
Observó que cada cierto tiempo llegaba alguna barcaza con pordioseros e inmigrantes de las regiones vecinas sólo con lo puesto. En el puerto les hacían una especie de examen y les expedían un documento que acreditaba su nombre y una función para poder trabajar. Era mano de obra muy útil para la ciudad, porque se podían encargar de tareas como la limpieza de alcantarillas y transportar cargas pesadas de los navíos. En uno de esos desembarcos se coló entre los pordioseros, algo relativamente sencillo dada su situación actual, y se acercó a uno de los notarios.
Después de la entrevista, le dieron un documento que certificaba el nombre Vetra, hablaba múltiples idiomas, entre los que se encontraba el élfico, muy valorado por los comerciantes de Lyrabar, y sabía leer y escribir; esto último no era muy común entre el grupo de indigentes. Lo más importante que entre las funciones que le permitía realizar el documento era “traductora de élfico y otras lenguas”.

No tardó en encontrar trabajo en casa de un mercader humano. Era un hombre de lo más singular con gustos excéntricos, llevaba siempre unos gruesos lentes y una túnica oscura que parecía una alfombra barroca enrollada a su bajito y flaco cuerpo. Comerciaba con artilugios mágicos y pergaminos, de ahí que necesitase alguien que dominara el élfico, ya que las mejores mercancías venían de comerciantes de esta raza.
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El viejo Tardo era mago a su manera, dominaba las artes arcanas basadas en la navegación y el comercio. Era muy generoso y paciente, y el interés por la muchacha creció cuando se percató de que era capaz de leer magia.
Durante un año le enseñó a planificar el estudio, aprender y memorizar correctamente cada sortilegio.
Tardo hablaba con total tranquilidad sobre la magia, cuando Vetra le preguntó si era posible devolver a la vida a alguien que llevaba años muerto, el hombre le respondió que sí, pero que no conservaría ningún recuerdo de su vida pasada y sólo vagaría por la tierra para alimentarse de todo ser vivo que encontrase al paso. Así empezó a entender con las vagas explicaciones que recibía, que existía una escuela de magia enfocada en este aspecto.

-Esa magia está mal vista en casi todas las regiones del continente, -decía el viejo mago. -Es magia al fin y al cabo, pero deberás tener cuidado si en algún momento lo comentas, ya que para los no entendidos en artes arcanas les parece un atentado contra lo natural. Incluso para algunos estudiosos en las artes lo ven del mismo modo.

Vetra tomaba nota de lo que podía hablar y no hablar, pero su extraña necesidad por comprender la muerte crecía cada día.
Tardo empezó a comprender que esa muchacha tenía una extraña obsesión por ese tema, así que un día cogió un libro lleno de polvo de la más remota estantería de su tienda sobre conjuros y le mostró algo.
La convocación de una criatura no muerta.
Él pensaba que si Vetra comprendía la naturaleza de esa magia y le enseñaba a canalizarla adecuadamente, no cometería el error de descubrirlo por su cuenta y terminar muy mal parada o hacer daño a alguien.

Con el tiempo, aprendió sobre objetos mágicos, geografía, historia, magia… Aquella tienda era un tesoro de información a su alcance.
Leyó sobre las leyendas de algunas criptas y sus misterios, y empezó a obsesionarse con la idea. Así que existía alguien que podía tener el control y poder de los muertos a su voluntad.
Robó de la tienda algunos artilugios mágicos, un puñado de pergaminos y el libro donde estaba el conjuro de convocar al no muerto y se fugó de la casa del hombre.
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Por el camino al este visitó múltiples ciudades y aldeas, en la mayoría las criptas estaban protegidas por clérigos o paladines muy poderosos que garantizaban el descanso eterno de sus muertos. En otras más alejadas, existía el rumor de poderosos no muertos.
Hasta que le llegó la noticia de una pequeña Villa llamada Nevesmortas con una cripta peculiar. El nigromante que aparecía allí cada cierto tiempo no tenía fama de ser muy poderoso, ya que grupos de aventureros solían derrotarlo con cierta facilidad, pero tenía la capacidad de reaparecer con el tiempo, eso era un poder intrigante.

Dispuso lo necesario para el viaje y partió a descubrir sus misterios.
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