-Bueno, eso es una pregunta difícil... Pero si tienes tiempo, te la contaré. Ahora mismo, soy Alderwin, nací como elfo hará unos 200 años. Un día cualquiera, antes de cumplir con mi mayoría de edad, mi padre, el cual a la vez era mi tutor y mentor, fue asaltado por un grupo de bribones. Yo tuve la suerte de resultar herido de muerte, aunque por cosas del destino, acabé recuperándome. Que suerte la mía.-El elfo solar sonrió de medio lado, cogió una copa sobre la cómoda, soplo en su interior para limpiar el polvo, y vertió un vino tinto dentro, bebió un trago y se la tendió al humano aún sentado en la cama.
-Bueno si no quieres... mejor para mí, bien, cuando recobré la consciencia estaba en un templo de el bendito Ilmáter, que adorables son sus fieles. En fin, tras mi recuperación, mi primera idea fue vengar a mí padre, como cualquier buen hijo habría querido hacer, pero, ¿quiénes carajo lo habían matado? Ni idea... así que, me uní a un grupo de mercenarios para poder ganar algunas monedas, la venganza no da de comer, ¿sabes?. Mientras tanto, hicimos algunos trabajitos. Aquí y allá, nada importante. Pasó algún tiempo, y la mayoría de la compañía fue exterminada en un trabajo que salió mal, y otra vez, la maravillosa Tymora estaba de mi lado.- Volvió a sonreír y beber de la copa de vino- Joder, este vino es excelente. ¿Por dónde iba, amigo?.
Mientras tanto, el humano miraba con la boca abierta al elfo pasear de lado a lado de la habitación, sin dar crédito a lo que estaba pasando.
-Ah sí, murieron la mayoría, salvo yo y unos pocos desgraciados más, ahora la compañía era un poco escasa, así que... me fui a la competencia, un mago siempre viene bien en cualquier parte, ¿sabes, amigo?. Y yo había sido un aprendiz de la leche, mi padre era un buen maestro, en fin, no me líes... Entré en esa nueva compañía de mercenarios, más profesional, sí señor, allí había de todo, guerreros, elfos, enanos, joder, parecía un circo. Lo que me lleva a uno de aquellos guerreros, un tal Gregor, ¿sabes, amigo? El cabrón tenía un don especial, era capaz de cambiar de forma, pero sólo a poca escala, sus iris, el color de su pelo, joder, algo de lo más útil, ¿sabes? Y dije... si él puede hacerlo.... ¿Por qué no iba a poder yo hacerlo con magia? Es una cualidad bastante útil, así que empecé a averiguar, formulas de hechizo, primero algo sencillo, disfraces mágicos, tirado, algo más avanzado, forma gaseosa, inmaterial, pero útil, sí, amigo. Hasta que descubrí la polimorfización, la madre que me parió, que a saber dónde estará... eso si era un hechizo útil, convertirme en un troll con su capacidad de regeneración, o en una araña con su letal veneno. Fabuloso, ¿eh? ¿Amigo?. -El interlocutor se sentó en la silla que había junto al escritorio, de lado, mirando al humano. -Hasta que he descubierto, que gracias a la magia, soy capaz de copiar cualquier forma, bueno, casi cualquiera, tengo que perfeccionarlo... Por eso, ahora mismo soy Alderwin. Espero haber respondido a tu pregunta.
El humano tragó saliva, por su mente cruzó la idea de que hablaba con un loco, pero le vino otra pregunta a la cabeza...
-¿Y qué demonios haces en mi habitación?
-Buena pregunta, pero para eso... tengo que seguir con la historia, ¿te parece?- Sin esperar a que el humano respondiera, prosiguió.
-Bueno, como decía, era capaz de cambiar de forma, Gregor hacía tiempo que se había marchado de la compañía, quizá pensaba igual que yo, no era bastante lucrativa... Así que con el paso del tiempo, yo también dejé la compañía, quizá tardé demasiado. Pero bueno, lo importante es que me fui, y así acabé por aquí, en La Marca Argéntea, un lugar inhóspito, pero bastante lucrativo, como te dije la venganza no da de comer, ¿pero sabes qué da de comer y mucho beneficio, amigo? Matar a hijos de puta que no pagan sus deudas. Y eso responde a tu segunda pregunta, estoy aquí para matarte.
El elfo sacó el kukri del cinturón y antes de que el humano pudiera levantarse de la cama ya estaba degollado. Un charco de sangre empezó a empapar la cama y el suelo de la habitación, Alderwin empezó a encoger, cada vez más, y más, y sus extremidades se dividieron cada una en dos, para al final, contar con ocho patas y un torso de araña, salió por debajo de la puerta de la habitación, y se perdió en algún lugar de la gran ciudad de Adbar.
