PRIMERA PARTE
Introducción: El camino del guerrero.
Para aquellos que no lo sepan, el camino del guerrero, el bushido, es la senda del honor y del deber que todo verdadero samurai debe seguir siempre, sin dudar, aunque ello le cueste la vida. No importa la muerte, sino el honor. El honor es una montaña, mientras que la muerte es sólo una pluma.
Un guerrero que sigue el código samurai, debe siempre servir a su daimyo, mantener sus juramentos, luchar de forma honorable y no manchar nunca con la deshonra el nombre de su familia. Estos preceptos deben ser seguidos por el samurai sin excusa alguna, hasta el punto de que si no puede llevarlo acabo, un samurai debe acabar con su propia vida haciéndose el seppuku.
Esto es así, hasta el punto de que un samurai honorable cuyo señor ha sido asesinado, o que no pueda cumplir un juramento, o cuya familia haya sido deshonrada, debería morir atravesándose con su propia espada. Aunque hay una única excepción a esto: la venganza. El deber de matar a aquellos que han sido culpables de su deshonra, es lo único que puede justificar que la vida del samurai se prolongue en estos casos, al menos mientras lleva a cabo su venganza.
Padre.
Hiroshi nació en el seno de una familia noble, los Himura, dueña de uno de los feudos de su país natal, pues su padre era uno de los grandes señores samurai al servicio del daimyo. Como noble y futuro heredero del señorío de la familia, se le brindó una buena educación y fue entrenado por el mejor maestro, el Gran Hida.
Su padre era duro y distante, aunque realmente pasaba poco tiempo junto a él. Éste siempre andaba ocupado en regentar su señorío, servir al daimyo, y luchar en sus guerras, por lo que apenas tenía tiempo para su mujer e hijo.
Al ser hijo único, la sucesión era clara y cuando apenas tenía 6 años, como una de sus estrategias diplomáticas el padre pactó, con un señor feudal vecino, el futuro casamiento de Hiroshi con una de las hijas de éste. Pero existía en la familia Himura un conflicto sobre la sucesión que se remontaba años atrás. Hishikawa, el hermano menor del padre de Hiroshi, siempre tuvo mucha ambición y sentía una enfermiza envidia y odio hacia su hermano mayor. El padre de Hiroshi era el hijo más amado y era además más fuerte que su hermano. Cuando el padre de ambos murió hacía muchos años atrás, Hishikawa no quiso respetar el derecho de mayorazgo ni la voluntad de su padre, y retó a su hermano a un duelo a muerte por el mando sobre el señorío. El padre de Hiroshi aceptó el desafío, y finalmente venció a su hermano Hishikawa en combate singular. Pero en lugar de matarlo le perdonó la vida. Ante tal deshonra, Hishikawa juró volver para vengarse y arrebatarle todo lo que era suyo.
Maestro.
El maestro Hida, aunque ya anciano, fue uno de los mejores guerreros de todos los tiempos, y sin duda uno de los más sabios maestros. Tanto era así, que a menudo el padre de Hiroshi le pedía consejos sobre diversos temas, incluido el militar.
El viejo maestro, era muy exigente con sus discípulos, no toleraba los errores, mucho menos la falta de disciplina, y no dudaba en golpear fuertemente a sus aprendices con la dura funda de su katana para corregirlos. Y ciertamente, Hiroshi fue corregido muchas veces durante los tres años que entrenó con él, pues el maestro lo consideraba muy despistado, siempre con la cabeza en otra parte.
- ¡Tienes la cabeza de un melón, Hiroshi! – solía decirle el maestro. – Eres inteligente, pero no eres nada listo. Yo te obligaré a que estés alerta de lo que te rodea – decía siempre que lo veía ensimismado, mientras le golpeaba con la katana enfundada.
Pero aún con sus defectos, el maestro se sentía orgulloso de haber instruido bien a Hiroshi, inculcando en él el honor del samurai.
Así, con sólo 9 años, Hiroshi sabía manejar la katana con soltura, ya estaba prometido y era el heredero del señorío de su familia. Pero pronto la vida le enseñaría una lección que ni un padre ni ningún maestro pueden enseñar.
Masacre.
Esa noche lluviosa, tenía lugar en la casa Himura una solemne ceremonia anual en la que se reunían los samuráis de más alto rango del señorío. Los niños, como era de esperar, tenían prohibido presenciar dicho acto y Hiroshi dormía en su habitación ajeno a todo.
Mientras que se iniciaba la ceremonia, por el tejado de la casa-fortaleza, un grupo de expertos asesinos ninja caminaba en silencio. Se trataba del clan asesino del escorpión negro, que había sido contratado por Hishikawa para llevar a cabo por fin su venganza contra el padre de Hiroshi.
Uno de los ninjas se había colado hasta la cocina y había envenenado la bebida que sería servida en la ceremonia. Mientras, el resto de los asesinos aguardaba sin ser visto, observando a los samuráis desde las vigas de madera del techo de la estancia. Las geishas finalmente trajeron la bebida y la sirvieron a los guerreros, desconocedoras de que estaba envenenada. Al poco rato uno de los samuráis comenzó a toser sangre y momentos después varios de ellos cayeron moribundos, llevándose las manos al estomago.
Aprovechando el momento, los ninjas que había ocultos encima de sus cabezas comenzaron a lanzar los mortales dardos envenenados del clan escorpión. Gran parte de los ataques a distancia fueron dirigidos hacia el padre de Hiroshi, y uno de los dardos se fue a clavar en su ojo derecho. Acto seguido, varios ninjas saltaron al suelo, justo a su lado, y lo apuñalaron numerosas veces para rematarlo, sin piedad, hasta que terminaron con su vida.
La emboscada resultó terrible y todos los guerreros cayeron muertos, la mayoría de ellos sin poder desenvainar siquiera las katanas. Acto seguido, algunos ninja se ocuparon de rematar a los supervivientes, mientras los otros comenzaron a prender fuego y a matar a todos los que encontraban en la casa.
Ya sólo quedaba en pié el maestro Hida. El viejo aguantaba la compostura ante el dolor provocado por el veneno, mientras de su boca se deslizaba un constante hilo de sangre. Tras matar a uno de los asesinos, el viejo dirigió una mirada furibunda a sus enemigos.
Los ninjas se encararon hacia el viejo maestro, y el que parecía el líder de los asesinos comenzó a hablar. – He oído de ti, anciano. Si esta lucha hubiera tenido lugar en otro tiempo, cuando eras más joven, quizá podrías hacernos frente. Pero ahora, viejo maestro, ni siquiera llegarás a ver de donde viene el golpe que te matará – dijo el líder ninja mientras se perfilaba bajo su máscara una malévola sonrisa. Pero estaba subestimando al maestro.
A un gesto de la mano del líder asesino, varios ninjas lanzaron a traición sus mortíferos shurikens, consiguiendo herir con varios de ellos al maestro. Seguidamente desenvainaron sus tantos y comenzaron a dar vueltas a su alrededor lentamente, andando en círculo mientras se posicionaban buscando sus puntos débiles. El maestro blandía su espada, atento a todos los movimientos.
- Esta noche me matareis; pero todos vosotros moriréis aquí conmigo. Este lugar se viene abajo, y no podréis matarme antes de que todos muramos aquí sepultados. Y ahora… ¡en guardia! -dijo desafiante el maestro con fuego en sus ojos.
Dicho esto, el anciano desenvainó rápidamente su katana trazando un arco mortal, que segó la vida de uno de los ninjas. A partir de entonces se concentró en la defensa en lugar de en el ataque, con la intención de poder aguantar el combate hasta que el techo acabara de derrumbarse, para así poder llevarse consigo a sus enemigos.
Mientras tanto las llamas seguían creciendo y extendiéndose por toda la casa. Hiroshi, alertado por el humo y el sonido de la lucha, ya bajaba las escaleras y recorría los pasillos con su boken en la mano, sorteando los peligros del fuego y de los escalones destrozados. Miró al fondo de la gran estancia, y pudo ver, alumbrado por las llamas, como su maestro luchaba en enorme desventaja contra numerosos asesinos.
– ¡Maestro!- gritó, comenzando a correr en dirección al combate, mientras parte de las vigas del techo se desprendían en llamas.
Al llegar, Hiroshi vio como su padre yacía muerto en el suelo, y con rabia, soltó el boken y tomó de sus manos sin vida la katana de la familia Himura. Era sólo un niño pero era fuerte, y el odio y la desesperación le hacían ir más allá de sus posibilidades. Mientras tanto, el maestro aguantaba luchando contra sus adversarios, a pesar de que había recibido numerosas heridas y perdía mucha sangre.
Hiroshi llegó finalmente a la altura de los enemigos, blandiendo la espada por encima de su cabeza en un ataque temerario. Los enemigos no lo habían tenido en cuenta y consiguió sorprender a uno de ellos, cortando de un solo tajo el brazo con el que sostenía el arma. Varios de los asesinos se encararon con Hiroshi, pero rápidamente el anciano se percató de ello. Afinó entonces sus rasgados y arrugados ojos y abandonó su posición defensiva. Tenía que eliminar a su adversario rápidamente para poder ayudar al niño, así que concentró toda su atención en realizar un gran ataque, sin siquiera intentar detener las estocadas de los enemigos que tenía a su alrededor. Levantó su katana por encima de la cabeza y lanzó un mortal tajo con la intención de cortar por la mitad la cabeza del líder de los ninjas. Pero el astuto asesino consiguió reaccionar con tiempo suficiente para echar un poco hacia atrás la cabeza. Aún así, el golpe del maestro destrozó su rostro, obligándole a retorcerse de dolor en el suelo. Ese golpe del maestro Hida dejaría una horrible cicatriz que, que recordaría al Ninja su vergüenza por el resto de su vida.
El anciano, dañado por incontables heridas y por el veneno, miró a Hiroshi de una forma terrible, mientras se interponía entre los enemigos y el niño. - Hiroshi, soy tu maestro y debes obedecerme – dijo solemnemente.- Sobre las ruinas de tu casa y los cuerpos de tus seres queridos te ordeno que te marches ahora mismo.
Pero Hiroshi no podía siquiera oír al maestro, preso completamente por el sufrimiento y la ira. Lanzó su ataque coléricamente, y clavó la espada de su padre en el pecho del asesino que estaba segundo al mando. Pero sorprendentemente, éste aguantó la estocada sin encorvarse, aunque no sin torcer el gesto por el dolor. – ¡Eso me ha dolido, maldito mocoso!- dijo el ninja, mientras le daba un golpe en la cabeza con el puño de su espada para luego clavarle su tanto en el estomago. Hiroshi cayó al suelo inconsciente y desangrándose.
El viejo maestro miró a Hiroshi por última vez, dándolo por muerto, y continuó luchando mientras que su cuerpo aguantó. Finalmente, tras llevarse consigo a varios enemigos más, el anciano cayó sin vida al suelo.
Una vez hubieron acabado con todos, los ninjas ayudaron a su líder a levantarse y comenzaron a sacarlo de la casa en llamas. – Jefe, el mocoso aún vive. ¿Qué hacemos con él? – preguntó el segundo al mando.
– Traed a ese bastardo, podríamos sacarle algo de provecho – Respondió con desprecio el líder de los asesinos, sin retirar las manos de su rostro anegado en sangre.
Finalmente, los asesinos consiguieron escapar a tiempo de la casa Himura, y se llevaron consigo a Hiroshi.
En manos del enemigo.
Los ninjas, después de cumplir con su cometido, fueron a informar a Hishikawa.
- Hemos cumplido la misión que nos encomendaste. – Informó el segundo al mando del clan del escorpión negro.
Al oír esto, Hishikawa no reprimió su alegría, y muy sonriente se frotaba las manos por la agradable noticia.
– También hemos conseguido capturar al hijo de tu hermano- Informó seguidamente el ninja.
Al oír eso Hishikawa, montó en cólera. – Seréis Idiotas... ¿Desde cuándo el clan del escorpión negro ha perdido su estilo? ¿Es que en algún momento os he ordenado yo que traigáis prisioneros? ¡Os mandé expresamente que matarais a todos, a TO - DOS!
El Ninja, escuchó con desagrado las palabras de Hishikawa e inmediatamente se le pasó por la mente la idea de clavarle su tanto en el cuello. Pero finalmente se reprimió por temor al líder de del clan. Hishikawa podría acabar siendo el futuro señor de estas tierras y ello podría convenir a los escorpiones negros.
- Ahora, traedme al bastardo de mi sobrino –espetó al Ninja con odio.-
La mano derecha del clan, hizo una señal y dos ninjas se acercaron desde las sombras de la amplia estancia, trayendo consigo al niño. Hiroshi estaba ya consciente pero amordazado y atado, y luchaba con rabia para liberarse a pesar de su herida, aunque inútilmente.
Hishikawa lo observaba con burla y crueldad. –Parece que quiere decir algo, destapad su boca- ordenó a los ninjas, que obedecieron al instante.
– Maldito perro sin honor, suéltame ahora mismo cobarde, juro que te mataré, ¡LO JURO! – Gritó Hiroshi con rabia.
Hishikawa sonreía más al ver la rabia del niño y acabó por reír a carcajadas ante la mirada de odio de Hiroshi.
- A ti, joven bastardo, te reservo algo peor que la muerte. Vivirás con el dolor y la deshonra y te consumirás en el mayor sufrimiento. Serás desterrado y sufrirás tu vergüenza fuera de tu tierra.- Dijo con maldad a su sobrino.
- Entonces algún día volveré y te mataré. – Respondió con odio Hiroshi. Sus palabras ahora eran frías, no parecían provenir de un niño. El odio crecía y helaba su corazón por momentos. Al oír esto, Hishikawa rompió a reír hasta que se le saltaron las lágrimas. – ¿No te parece gracioso, niño? ¿Por qué no ríes?- se mofaba cruelmente.
- Reiré cuando te haya matado con mi espada – Respondió con odio Hiroshi.
Después de esto, Hiroshi no volvió a reír, y durante muchos años, ni siquiera las personas que más lo conocen podrían contar una sola vez en la que hubieran visto a Hiroshi esbozar una sonrisa
Al oír las palabras del niño, el rostro de Hishikawa volvió a tornarse serio y dió una orden a los asesinos. – Venderlo como esclavo a los mercaderes, y dejad que viva con su vergüenza – dijo mientras le lanzaba al Ninja una bolsa grande repleta de gemas preciosas. – Ahí tenéis vuestro pago. Ahora, desapareced de mi vista.
Hiroshi sintió el odio más intenso, y desde ese momento, su único objetivo vital sería vengarse del clan del escorpión negro y de su enemigo mortal, Hishikawa.
Hiroshi Himura
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