Kevlannan Hawklin

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Kevlannan Hawklin

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KEVLANNAN HAWKLIN

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Re: Kevlannan Hawklin

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CAPITULO 1: DESAFÍO

La sombra del naranjo ofrecía consuelo en la calurosa tarde de verano al joven cormyta, el tronco un apoyo para su dolorida espalda, en sus manos descansaba un tomo abierto que se interponía en la mirada de sus verdeazulados ojos, aunque no ocupaba sus pensamientos.

Amirien, la joven hija de la noble familia de Cormaeril, la amaba desde dónde llegaba su memoria, toda su vida intentando conquistarla en vano, toda la vida sintiendo que le falta el calor de su cuerpo y la melodía de su risa, recordó la noche, hace un par de años, en que la entregó su primer beso, en ese mismo árbol, en una bonita noche de verano, pero después de eso, volvió a sentir el rechazo y la frustación de la negación del amor.

Desechó los pensamientos con un leve cabeceo y volvió a retomar la lectura a la dichosa página del tomo, la cuál había leído varias veces y ni siquiera podía recordar una sóla palabra. Pero prontó sus pensamientos volvieron a volar hasta hace un par de meses, recordó la fiesta de primavera, el bullicio de los puestos, los divertidos juegos, a sus amigos y a la bella y dulce Amirien, la noche más feliz de su vida, pues aquella vez, sintió la dulzura de sus gruesos labios y el calor de su suave piel.

Una melancólica sonrisa se dibujó en su rostro, apartada de golpe por un grito cargado de furia.

- ¡Maldito bribón! Aquí os hallais.

Kevlanna alzó la vista molestó por la interrupción y observó a otro joven de su misma edad, de cabellos morenos, grandes proporciones y un rostro atractivo desdibujado por un gesto de furia.

- Palanthar Emmarask, ¿qué os trae por aquí? - Contestó el joven Hawklin, sin dejar de mirar a los ojos al prometido y amado por la bella Amirien.
- Toda vuestra insignificante vida, os he tolerado vuestra descortesía hacia mi amada prometida debido a que ella me lo pedía, pero esto no lo puedo consentir, sois un vil traidor.
- ¿Acaso habeis venido demasiado vino en la comida, Palanthar?
- ¡Dejaos de falsedades, sucia rata embustera! - El enorme noble, deslizó su guante por su mano, descubriendola, y dejando caer este a los pies de Kevlannan. - Exijo una satisfacción.
- ¿Satisfacción por qué? - Preguntó estupefacto el joven noble Hawklin.
- ¿¡Por qué!? ¡Por insultar a mi honor, manchar el nombre de las familias Emmarask y Cormaeril y dejar en cinta a mi prometida! - Bramó con el rostro contraído de furia. - Os espero en este mismo lugar, al amanecer.

Lanzado el desafío, giró sobre sus talones y dió la espalda a un petrificado Kevlannan, el cual sólo podía pensar en las palabras de su rival, ¿embarazada Amirien? ¿De él? No sabía si reir o llorar, deseaba que ella fuese la madre de sus hijos, pero no así, no de esa manera, seguramente sería repudiada por su familia y el resto de la nobleza, además, aunque no fuera fruto de su simpatía, entendió el dolor de Palanthar, el cuál llevaba casi toda su corta vida prometido y ennoviado con la bella Amirien.

Suspiró largo y tendido y con lentitud cerró el tomo, ahora no era tiempo de pensar en el daño que había causado, debía recoger toda la dignidad y el honor que le quedaba y dar esa satisfacción a el joven agraviado, debía prepararse para un duelo a muerte, del que, seguramente, no saldría con vida.
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CAPITULO 2: DUELO AL AMANECER


La noche había sido extremadamente calurosa, iluminada por los primeros rayos de sol de la mañana, la ausencia de brisa ahogaba al joven vestido con una capa que cubría la malla que vestía, el viaje se le hizo más corto de lo normal, la muerte próxima le atormentaba a pesar de sus esfuerzos en no temerla.

Llegó al lugar, volvió la vista atrás para ver las murallas de la capital de Cormyr, Suzail, despidiendose en silencio de su hogar antes de volver la vista al frente y encarar a su rival, acompañado por dos conocidos de ambos.

El primer acompañante observaba al recién llegado con los ojos cargados de pena, enclenque, aunque de bonitas facciones y gran corazón, Adrar Cormaeril era uno de sus mejores amigos y hermano de Amirien, el cual se acercó al temeroso chico y le frenó poniendo con suavidad la diestra sobre su pecho.

- Ojalá no hubieses venido. - Musitó con su melodiosa voz cargada de tristeza.
- Veo que no has sido el cobarde que yo esperaba - Saludó el otro acompañante.

Aunque era primo de Adrar, Veklain Cormaeril no se le parecía en nada, de rostro rudo y tosco, deformado por una cicatriz que atravesaba sin piedad su ojo izquierdo y la estrecha boca, pertenecía a los Dragones Púrpura desde hacía un lustro y su manejo con el hacha era bien conocido en la capital.

- Era mi deber, no podía negarme. - Contestó Kevlannan con voz irregular y mirada ausente.
- Ya está bien de presentaciones, Adrar y Veklain harán de testigos, el duelo comenzará de inmediato. - Intervino Palanthar, aún con los ojos cargados de furia. - Preparaos, perro sin honor.

Kevlannan dejo caer su capa a la seca hierba dejando ver su cota de malla, armado con una larga espada y una pequeña rodela que pendía de su espalda, observó a su contrincante vestido de similar manera.

- El duelo será a muerte, aunque el vencedor puede apiadarse de la vida del vencido si así lo desea, ¿preparados? - Informó Veklain con voz grave.

Al asentir ambos duelistas, Veklain dió orden de comenzar. Kevlannan notó un nudo en el estómago al hacer el saludo protocolario tras desenvainar el acero, sin tiempo a reaccionar, Palanthar cargó con furia con un fuerte reves de su espada que se dirigía directo al cuello que logró esquivar agachándose por puro reflejo, antes de poder volver a una posición cómoda para el combate, vió como la punta del acero se dirigía directamente a su torso que fué parado por la rodela que sujetaba con tembloroso pulso el noble de la familia Hawklin, que trastabilló apunto de caer al suelo.

El combate continuaba, sin dar tregua, Palanthar atacaba una y otra vez, sabiendo que era un espadachín de mayor habilidad que su rival, que aguantaba a duras penas bloqueando cada ataque con desesperación, hasta que sintió calor y humedad en su cuerpo, con ojos desorbitados, Kevlannan se dió cuenta que su oponente le había infligido varias heridas.
Pronto empezaron a faltar su fuerza y vió como su espada volaba hasta clavarse en la tierra, con ojos cargados de odio y triunfo, Palanthar lanzó un ataque mortal dirigido al corazón de su desarmado rival, con la poca fuerza que le quedaba, esquivó el ataque y asestó un fuerte golpe con su rodela en la sien del enemigo, el cuál quedó aturdido lo justo para ver como Kevlannan se lanzaba a por el tirándolo al suelo y cambiado la lucha a espada por una pelea en el suelo con las manos desnudas.

Un grito distrajo a Kev lo suficiente ser golpeado y reducido por Palanthar, aturdido y confuso, vió acercarse a una figura que corría con todas sus fuerzas. La luz de la luna salpicó el hermoso rostro de la joven, la castaña melena caía en una ondulada cascada hasta llegar a la espalda, los labios gruesos temblaban, humedecidos por las lágrimas que brotaban por los enormes ojos de color azul pálido, un blanco vestido de algodón, se pegaba a su cuerpo debido al calor y la humedad de una ciudad cercana al mar.

- ¡Parad esta locura! - Gritó Amirien desesperada mientras observaba a Kevlannan en el suelo, con una daga en el cuello empuñada por Palanthar. - Por favor, amor mío, no lo mateis.
- ¿Qué no lo mate? ¡Nos ha deshonrado a vos y a mí! - Repuso Palanthar lleno de furia.
- Las cosas no cambiarán aunque lo mateis, soltad esa daga, ruego a vuestra clemencia.
- No tengo clemencia para gente de semejante calaña... - La daga se alzó, dispuesta a sesgar la vida de Kevlannan.
- ¡No lo hagais! - Amirien corrió y empujó con todas su fuerzas al vencedor, dispuesta a salvar la vida del hombre que estaba a punto de morir.

Palanthar cayó de bruces sorprendido por la fuerza de la chica, y quedó cara a cara con su congestionado rostro repleto de lágrimas. Kev se levantó al ver un líquido oscuro que brotaba de ambos cuerpos, corrió al ver que era sangre mientras a toda prisa rogaba que no fuera de la mujer a la que había amado toda su vida.
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CAPÍTULO 3: RIVALES Y COMPAÑEROS

Kevlanan notó el leve crujir de la madera debajo de sus pies mientras su mente se esforzaba en ordenar el remolino de pensamientos y su corazón buscaba interpretar sus sentimientos, agachó la cabeza y observó el pergamino recién escrito a pluma y tinta, un cansado suspiro brotó de sus labios mientras su mente volaba a otro lugar, recordando.

Recordando aquella noche, la horrorizada expresión en el rostro de Palanthar, empañada por las lágrimas que brotaban de los ojos de Kev, recordando los gritos de Veklain y el intento vano de auxilio del bondadoso Adrar. Con un destello blanco la escena viajó al funeral de su amada Amirien, la sincera pena y angustia de los presentes, la sensación de culpa en su corazón, recordó los días posteriores, cuando nadie de su familia podía mirar siquiera a sus ojos ni dirigir más de tres palabras seguidas.

Una gruesa y amarga lágrima se deslizó por su rostro, alzó las manos hasta encontrar la soga que colocó en su cuello y colocó su bota en los alto del respaldo de la silla a la que estaba subido, más lágrimas se unieron a la primera, inundando su rostro antes de apartar bruscamente la silla y sentir la opresión de la cuerda sobre su garganta.

La puerta de la habitación se abrió de golpe, una figura entró en ella para contemplar los ojos enrojecidos y los espasmos del cuerpo que colgaba aferrándose, inconscientemente, a la vida. Kev notó unos fuertes brazos que le agarraban y le alzaban, sintiendo como el aire llegaba poco a poco a su pecho y empezaba a ver con cierta nitidez, para vislumbrar con nitidez paulatina el rostro de Palanthar Emmarask.

Horas más tarde, ambos caminaron hasta el lugar donde la tragedia ocurrió, el rostro del salvador era como una fría máscara sin emoción mientras cruzó las manos detrás de la espalda observando el atardecer de espaldas a Kev.

- ¿Por qué lo habeis hecho? – Preguntó Kevlanan – Queríais verme muerto.
- Os entiendo, Hawklin – Contestó Palanthar tras varios minutos de mutismo – Entiendo que aunque faltasteis al honor, os importó más vuestro amor, en vuestro lugar habría hecho lo mismo.

No esperaba escuchar esas palabras, que pillaron desprevenido a Kev, el otro joven giró ligeramente la cabeza hasta mirar de lado a el chico que hace poco quería arrebatarse la vida.

- Antes de morir, debemos expiar nuestros pecados, Amirien ha muerto por nuestra culpa.
- ¿Es que acaso tenéis algo en mente, Emmarask?
- Recordáis a Sir Thoros de Camposable, ¿verdad? Ese caballero que quiso tomarnos como escuderos hace casi un año.

Kevlanan asintió con un leve cabeceo, hace poco menos de un año, un paladín de Torm pidió a los jóvenes, viajar con él y tomarlos como escuderos para formarles en el santo camino del paladín, impulsados por su gran rivalidad desde la infancia, ambos nobles rechazaron la oferta.

Pero ahora era diferente, sus viejas rencillas parecían ahora vanas y estúpidas, un dolor de pérdida compartido les unía, el sentimiento de vacío que sentían en su alma era más fuerte que una simple rivalidad. Por ello, se presentaron ambos ante el paladín y aceptaron su oferta.
Última edición por Trovador el Lun Feb 24, 2014 1:13 pm, editado 1 vez en total.
Trovador
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CAPÍTULO 4: FRATICIDIO

El chasquido de la rama al ser aplastada por una bota rompió la sintonía con la que los grillos acompañaban la noche, el causante apretó los dientes reprimiendo una maldición y se mantuvo inmóvil, aguantando la respiración unos segundos, pero el hombre que hacía guardia en la puerta de aquella casa campestre no pareció percatarse del sonido.

Kev dio un par de pasos más oculto bajo el amparo de los robles cercanos y miró al cielo, aunque el sol hacía una hora que se había ocultado, aún era pronto para intervenir, así que acomodó su espalda en uno de los árboles y su mente empezó a repasar los acontecimientos.

Hacía casi dos años que era escudero, antes de que falleciese, de Sir Thoros junto a Palanthar, la relación con su familia aún era fría, excepto con su hermana pequeña Hanna, la inadaptada de su familia debido en gran medida a su carácter rebelde y su don innato para la magia. Sus choques con el progenitor Vorendan eran continuos, él era el hijo perfecto, además de Capitán en los Dragones Púrpura.

Desde hace muchas dekhanas Kev y Palanthar investigaban un rumor de un culto cyrita que resultó ser cierto, hoy era la noche indicada para asaltar la casa donde se reunían y acabar con todo eso.

El sonido parecido al de un búho sacó a Kev de su ensoñación, era la señal que estaba esperando, se asomó y observó al otro lado a su compañero Palanthar en cuclillas apoyado en su mandoble, Kev dio el primer paso y salió de la maleza despacio, el guardia se percató cuando estaba a escasos cinco metros pero su grito quedó ahogado por la espada de Kev incrustada en su garganta, a los pocos segundos apareció Palanthar y se ocupó de buscar las llaves en el cadáver del desafortunado vigilante.

Abrieron la puerta y se encontraron con un recibidor a oscuras, al otro lado parecía haber dos personas conversando y los jóvenes se miraron y asintieron, Palanthar abrió la puerta de golpe y ambos contemplaron la escena.

Una docena de cadáveres vestidos con negras túnicas yacían en el suelo a los pies de una pareja, ella vestía una túnica morada, conocía a esa mujer, era Daira, la prometida del hombre que estaba a su lado empuñando una espada ensangrentada, su hermano Vorendan, ambos miraron perplejos a los recién llegados.

- ¿Vor? – Preguntó Kev a su hermano, pues así solían llamarle, sorprendido.
- ¿Qué haces aquí? – Preguntó tajante el primogénito de la familia Hawklin.
- Lo mismo que tú, sólo que he llegado más tarde.
- Lo dudo. – Esta vez fue Daira quien habló con una suave sonrisa.

Kev dejó pasar el comentario y se acercó a uno de los cadáveres, observó que conocía de vista a ese chico, era mozo de cuadras en su propia casa.

- No deberías estar aquí, Kev. – Dijo su hermano.
- Tranquilo, no te quitaré protagonismo.
- Kev, mira bien sus ropas – Esta vez fue Palanthar quien habló sin perder de vista a la pareja.
- ¿Qué? – Preguntó Kevlanan, a lo que su compañero respondió señalando con la cabeza a Daira y Vor.

La túnica de Daira, aunque mucho más elegante y de diferente color, compartía muchas semejanzas con las de los cadáveres, pero había una reseñable en el pomo de la espada de Vor y una solapa de la prenda de Daira, un cráneo blanco sobre un sol negro… El símbolo de Cyric.

- Dime que lo has hecho sólo por infiltrarte para acabar con ellos… - Rogó Kev a la pareja - … Dime que no es cierto…
- ¿Esto? – Preguntó Vor mirando el pomo de su espada – Claro que es por acabar con ellos.
- Por favor Kev, estás hablando de tu hermano Vorendan y de mí. – Añadió Daira – Venga, salgamos de aquí.

Kev mordisqueó su labio incómodo por haber pensado así de su hermano, aunque su relación no fuera buena, admiraba y amaba a su hermano, había sido un idiota por pensar así.

- Tienes razón, disculpadme por favor. – Dijo Kev con la cabeza agachada sin poder mirar a su hermano por pura vergüenza.
- No te preocupes – Dijo Daira con dulzura mientras se acercaba.

Kev se giró y ando dos pasos cuando escuchó un grito ahogado a su lado, al girarse vio a Palanthar con la cara desencajada, pegado a él estaba Daira, sosteniendo un puñal clavado en la espalda del escudero. Este, aún con fuerza para sostener el mandoble, se giró y golpeó de arriba abajo, hundiendo el filo en el cráneo de la mujer, un instante después la cabeza de Palanthar rodaba por el suelo, Vor miraba con frialdad el cadáver de su prometida y se agachó para limpiar su espada ensangrentada en la túnica de la mujer.

La memoria de Kev no logra recordar que sucedió después hasta aparecer en una celda acusado de fraticida, no podía creerlo, no quería creerlo.
Su familia le aborreció y expulsó de casa, fue condenado a muerte y tan sólo la ayuda de la única persona que le creyó y ayudó a escapar fue lo que mantuvo de su patria, su hermana Hanna. Ella le habló de la Marca Argéntea, allí podría comenzar de nuevo, y allí dirigió sus pasos, dispuesto a redimir su culpa, a expiar sus pecados y el dolor que sentía en su corazón.
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