Nombre: Ughtmarr Gundelof.
Raza: Elfo silvano.
Edad:100 años ( 80 cuando llegó a la marca)
Clase: Explorardor – Arquero sin Par.
Deidad: Silvanus.
Profesión / Oficio: Aprendiz de peletero, pero con conocimientos profundos de carpintero, trampero y curtidor.
Orígenes: Historia Premarca.
El pasado de Ughtmarr es borroso a su consciencia. De sus orígenes, familiares y primeros años no le queda mucho, pero lo que recuerda lo atesora como su más valioso legado.
Originario del corazón del Bosque alto es. En dicho bosque trascurrieron sus primeros años. Son imágenes, flashes, de cacerías, recolección de frutos, preparación de lazos y trampas para animales y sus primeros pasos en el trabajo de la madera.
En esos años bajo al atenta mirada de su padre Thaladriand Gwentholen, siempre vigilante y su compasiva madre Usulfae. Vivian en un pequeño grupo familiar de no más de 20 miembros, que no distaba más de 2 días de viaje en dirección Norte del Abuelo Arbol.
Como todo buen elfo no tenía nombre propio, puesto que era menor de edad. Pero en su comumnidad era conocido como Ulen Gwentholen, primogénito de su casa y el orgullo de su familia por las buenas aptitudes que mostraba desde la cuna. Su hermana Ahowen dos lustros menor que él, era el otro miembro de la familia, más tímida y prudente, era muy querida en el ámbito familiar.
No habían pasado mucho más de dos décadas, cuando la familia tuvo que realizar un viaje de Bosque Alto a Bosque Frio. Las razones no son claras para Ulen, pero se debía ser una misión de aprovisionamiento de madera de abedul y ambar, que el grupo necesitaba para realizar diversos artilugios (arcos principalmente).
Thaladriand consideró que el viaje sería provechoso para los jóvenes miembros de la familia, pues conocerían diversos paisajes, la fauna, la flora y las bestias que habitaban dichos lugares. El viaje por lo tanto se consideró un viaje didáctico para los más jóvenes. Por aquella época yo era poco más que un niño( en primera etapa de adolescencia), contaba con 50 años.
El viaje por las tierras del Bosque Alto trascurrió sin problemas. Habituados a dicho entorno, el sigilo y camuflaje de nuestra raza fue de gran ayuda. Posteriormenente cruzamos el rio Rauvin cerca de Eterlund, proseguimos durante largas jornadas el curso del rio para evitar cruzar las montañas Nezher.
Antes de llegar a las cercanías de Argluna nos desviamos hacia el Este dispuestos a cruzar el paso Argluna en dirección Norte, buscando una olvidada ruta, que nos ahorraría una semana de viaje hasta nuestro destino: El Bosque Frio.
Fue en ese trayecto cuando la desgracia se apoderó de mi familia. Mis progenitores iban en la vanguardia, rastreando la zona y haciendo señales desde la distancia, para que los siguiéramos. Mi hermana muy diligente seguía las instrucciones al pie de la letra. En mi caso, me distraía con frecuencia buscando guijarros para lanzárselos a los pies de mi hermana. En una de mis búsquedas de guijarros, me separé más de lo normal de mi familia, quizá algo más de 100 yardas. Cuando ya me había rellenado los bolsillos y me disponía a volver gritos de dolor, y sonidos de batalla llegaron a mis oidos.
El suelo temblaba y mis miembros quedaron paralizados. En la distancia el sonido de batalla cesó, así como os llantos y lamentos. Gritos que reconocí. Los lamentos de mi madre y las súplicas de mi hermana para que no acabaran con ella.
Los Gigantes hicieron caso omiso y masacraron a mis seres queridos. El miedo me impidió moverme durante largas horas, lo único que supe hacer fue ponerme a cubierto.
Cuando perdí toda esperanza, y la noche ya se acercaba escuché unos ruidos. El miedo volvió a apoderarse de mí y temí lo peor, pero Silvanus tenía otros designios para mi. Un explorador y trampero de Yálanzar se encontraba por la región, regresaba de obtener alejandrita en una cueva cercana y escuchó los ruidos muy distantes. Jamás olvidaré aquella mirada compasiva. El humano me hablaba en un idioma desconocido para mi. Cuando sus actos consiguieron vencer mi recelo me alimentó … me llevó a un lugar próximo y supe que había enterrado a mi familia: 3 montículos separados por poco más de una yarda entre ellos. Me entregó lo único que se había salvado de mi familia. Un collar con la hoja de un Roble, Un collar de Silvanus y una espada corta ritual de mi padre.
Heinrich Gundelof se hizo cargo de mí y durante más de 3 semanas , en las que estuvimos viajando en dirección Suroeste,me cuidó, alimentó y se preocupó de que nada me faltase. Tras ese tiempo llegamos a su destino:el poblado de Yálanzar. Allí fui presentado a la comunidad, humanos todos ellos y una discusión tuvo lugar debajo de los túneles de la derruida villa. Yo no entendí nada, pero parece ser que el motivo era que hacer conmigo. Tras un acalorado debate Heinrich y su familia decidieron acogerme como uno más de la familia y me adoptaron para procurarme un futuro.
Heinrich contaba con 35 años, tenía una esposa, Helga la de amplio corazón, y dos hijos: Ulrich un niño de 5 años y Dala, una niña recién nacida. Más tarde descubrí que hubo un tercer hijo, el mayor y primogénito, que murió por accidente, mientras manipulaba veneno de araña mostruosa, que Heinrich utilizaba para cazar.
Mi educación en la familia humana fue todo un éxito. Al año hablaba sin problema la lengua de los hombres. Mi habilidad en el arco y en el trabajo de la madera fue potenciada y guiada con gran satisfacción por Heinrich. A los ojos de sus hijos yo fui tomado como el hijo mayor, y por ello muy pronto me llamarón como tal. Tras 10 años, participaba con frecuencia en las incursiones de caza y reconocimiento de mi padre adoptivo. Mejoró mis habilidades y mi percepción, me enseñó a tratar con bestias fieras y calmar sus emociones. Potenció mi amor por la naturaleza y por el respeto al equilibrio.
Tras 20 años mi participación era habitual, y en algunas materias empezaba a superar a mis congéneres. Por mi agudeza visual y acústica, no había un joven en la villa con mejor puntería que yo en el arco. Mi “hermano” Ulrich me seguía los pasos muy de cerca, para satisfacción de la familia. Mi hermana Dala, sin embargo tenía otros intereses: de marcada belleza, movientos rápidos y sutiles y una creatividad artística manifiesta, se interesaba más por las canciones y leyendas que por el trabajo de la casa.
10 años más tarde, cuando ya contaba con 80 años y mi físico empezaba a ser más de adulto que de niño, le manifesté a mi padre adoptivo que tenía intención de buscar mi sitio y mantener el equilibrio natural en regiones donde los montaraces no fueran tan comunes. Heinrich conocedor de las tradiciones élficas me dijo que era libre de elegir destino y nombre. Yo le manifesté que en honor a todos los conocimientos, trato y cariño dispensados por su familia adoptaría el del primogénito de su familia. Contentos por mi elección, pero tristes por mi partida me vieron partir.
Desde esa fecha a esta parte solo ha trascurrido un lustro. Actualmente reside en Nevesmortas, donde vigila los bosques cercanos y ayuda a los viajeros a llegar sanos y salvos a sus destinos.
Entre sus objetivos destacan varios:
• Mejorar sus habilidades de arquería ser digno de la bendición de los Seldurine
• Asegurar las tierras de hombres, enanos y elfos de las bestias, orcos, trasgos, gigantes, licántropos y otros seres que las pueblan.
• Vengar a su familia original: Descubrir el grupo de gigantes que masacró a su familia y acabar con ellos.
• Buscar a un mentor capaz de hacer del un auténtico Prodigio con armas proyectiles y el sigilo.
Hasta el presente progresa favorablemente en sus dos primeros objetivos, a la par que se empieza a dar a conocer entre los habitantes de Nevesmortas por su altruismo y sus ganas de aprender. Algo seco a primera vista y descuidado en formas.
Su carácter es reservado con los desconocidos, pero franco y amistoso con los que comparte objetivos. Sonrie con frecuencia y no tiene prejuicios raciales ante nadie.
Historia en la Marca.
Sobre la maldición de Malar.
El tiempo discurría con bastante tranquilidad en el año de la explosión de la mofeta, pasaban 14 días del Mes Myrtul, cuando las flores están en su apogeo y el sol se digna a calentar los lánguidos tallos del bosque con fuerza, haciendo desparecer las nieves de las tierras bajas y dejando resquicios de ésta, sólo en las cumbres de las montañas.
Por aquellas fechas mi vigilia estaba activa y mantenía los sentidos siempre alerta. Recuerdo vagamente que me afanaba en trabajar con esmero los arcos de leñocaso, tanto para poder limpiar el bosque y prevenir incendios, como para adquirir la maestría que mis ancestros mostraban en el dominio de la madera.
Realizaba estas tareas a plena luz del día, en las horas de la solana y las primeras horas de la tarde.
Un par de sucesos e historias relatadas por aventureros y viajeros llamaron mi atención: Decían ver criaturas muy taimadas, extrañas y salvajes en los bosques de Nevesmortas.
Korg añadió: “¡¡y la bola de pelo salió disparada derribando a mis bueyes, los destripó en el acto y conmigo habría echo lo mismo de haberme quedado, corrí por mi vida ¡!”
El humano se estremecía y temblaba relatando dicho suceso en la Rosa y el Martillo. Muchas fueron las preguntas que le plantearon los parroquianos y pocas las respuestas satisfactorias de este.
El cambiante Ainvar le planteó “¿Viste si era un lobo, un oso o algún otro depredador?”
Krog añadió “Sólo ví un borrón, pero era más grande, mucho más rápido y letal que cualquier animal que haya visto jamás …. Andaba sobre dos patas a ratos sobre sus cuatro miembros… y aullaba, ¡¡Por Lathander cómo aullaba!!”
No fue el último que mencionó sucesos de esa calaña, preocupados varios aldeanos bien dispuestos decidieron investigar por su cuenta y riesgo.
Yo decidí hacer lo propio, pero quizás por proteger a la comunidad, o por exceso de confianza decidí investigar sólo y sin ayuda.
La noche era queda, demasiado queda, nada se escuchaba en el bosque, que para ese mes, presenta muchos sonidos de animales nocturos, a mi memoria viene que no puede ver signos de ninguno, y si estaban debían de presentir algo.
Discurría en silencio, mirando cuidadosamente cualquier signo de presencia de licántropos: pisadas, marcas de garras en árboles, presas a medio devorar…etc.
Sería aproximadamente media noche, cuando mi búsqueda dio frutos. En la ladera occidental del bosque conseguí ver un par de seres de pelaje pardo aullando. Mantuve una buena distancia, pues precisaba averiguar el número de los mismos, y ver si tenían alguna cueva o territorio donde instalarse o simplemente iban de paso.
Estaba anotando mentalmente los miembros, y jerarquía cuando un ser de mayor tamaño y pelaje blanco apareció de repente entre la maleza. Jamás había escuchado que existiera ningún hombre lobo de pelaje blanco, como tampoco podía creer que pudiera tener esas dimensiones. Era inmenso más de tres metros de altura y garras más grandes que las de los osos del bosque legendario.
El ser atacó y por unos instantes me zafé, aprovechando mis reducidas dimensiones, usé los árboles para detener sus ataques. Sin embargo antes de que pudiera escapar, y mientras ascendía a buena velocidad un arbol para braquiar y así dejar el bosque, sentí una gran punzada en mi pierna derecha.
Conseguí a duras penas escapar, pero cuando llegué a las cercanías de la villa, me lavé la herida, que parecía un desgarro, la vendé y decidí descansar hasta que recuperase mis fuerzas.
En las siguientes noches mi herida sanó y el ánimo y energía volvieron a mi persona. Sin embargo trascurrida una semana, la fiebre empezó a hacer acto de presencia, siempre al caer la noche, mi cuerpo comenzaba a sudar. Tanto calor sentía que dejaba de hablar coherentemente para balbucear.
Una de esas noches la mestiza Arylin Wend veló mi sueño y constató que no debía ser normal.
Arylin: “ ¿Ught cuanto tiempo llevas así?” me preguntó. A lo cual solo acerté a decir unas pocas palabras. … “desde que sufrí esta herida”, Le señalé la pantorrilla, la cual había cicatrizado
Tras asegurarse de que estaba fuera de peligro comentó algo con los sanadores de la villa y estos decidieron averiguar de qué se trataba.
Ainvar: “¿Cómo has sido tan necio para no mencionar nada?”, su voz rugía, el que otrora se mostraba calmado y sosegado parecía estar fuera de sí.
Yo le dije: “Ha sido sólo un roce, no creo que pueda ser más que una herida infectada” respondí ingenuo. Su mirada fue dura y clara
Ainvar: “si por alguna casualidad comes, pero no sacias tu hambre, y si tu cuerpo te pide sangre” … “muchacho en ese caso estás maldito”
Los presentes cambiaron miradas preocupadas y hicieron comentarios en voz baja.
Ughtmar: “ ¿Qué puedo hacer para revertir la maldición?” pregunté.
El me miró con una mezcla de pena y repulsión, replicandome lo siguente
Ainvar: “Aguantar, debes aguantar sin trasformarte una luna… pero si llegaras a hacerlo, deberás permanecer sin comer carne, ni matar a nada, ni nadie o jamás volverás a tu forma humana”
Los días pasaron y mi angustia iba en aumento. Las noches eran cada vez peores, flashes se cruzaban por la cabeza… imágenes en las que discurría de cacería, pero no con forma humana …me veía en forma lupina.
El cielo se tornaba rojo, al igual que el sonido que me envolvía: latidos de mi propio corazón disparados ante la imagen de un sabroso y tierno venado. El miedo: ese olor dulzón y pegajoso colapsaba mi olfato … y luego la cacería en si misma.
Al final, me solía despertar cuando devoraba a la víctima, sobresaltado, sudando y con un sabor acre en mi boca.
Mientras tanto, los druidas, clérigos y batidores, se hallaban buscando belladona, una hierba tóxica, pero la cual puede combatir la maldición de malar y revertir el cambio.
Una noche trascurridas casi cuatro dekhanas desde el ataque y mientras me encontraba en la villa la luna hizo acto de presencia. No era una luna normal, era una luna llena, inmaculada, enorme y de un color amarillento.
De repente, comencé a sufrir un dolor increíble. Era como si mis huesos se fraccionaran en infinidad de articulaciones más.
Caí al suelo entre estertores, mientras mis piernas se plegaban y estiraban sin control, mi espalda y torso crujían, los brazos se alargaban y mis manos igualmente cambiaban de proporciones. El pelo comenzó a cubrir mi lampiño cuerpo, y uñas y dientes se tornaron en garras y afilados colmillos.
La conmoción se apoderó de los aldeanos que corrieron en todas direcciones. Por doquier aparecieron guardias y sin cruzar palabra desenvainaron sus armas y se lanzaron a un ataque decididos a derribarme.
Consciente de lo que me había trasformado, apelé a Silvanus para que me permitiera controlar mis acciones, y mis plegarias tuvieron eco.
Decidí correr, no para salvar mi vida, sino para no infectar a nadie más. Salté las murallas de la villa y me refugié en el bosque, en una zona apartada y lejana del mismo.
Durante toda la noche luché contra los instintos de la bestia. Me instaba a cazar, a correr a tomar la dulce y caliente sangre de las presas que el bosque me ofrecía. A duras penas conseguí aguantar las tentaciones
A la mañana siguiente mi cuerpo recuperó sus dimensiones y forma original. Tras largas meditaciones decidí volver a la villa y me entregué a las autoridades.
El capitán Mannock me encerró en solitario en la villa mientras los sacerdotes culminaban la elaboración de la poción.
Tres dekhanas más duró mi cautiverio voluntariamente aceptado. Y otras 4 dekhanas adicionales tuve que soportar los efectos secundarios de ese tóxico brebaje que dejó mis miembros lánguidos y flácidos.
Trascurridos un par de meses en los últimos días del mes de Flamarul pude retornar a la normalidad con mucha más experiencia en mi haber y un nuevo enemigo al que vigilar y exterminar si Silvanus lo permite.
Desde entonces la persecución de las bestias malaritas se han convertido en otro de mis objetivos, y he aprendido mucho mejor sus hábitos y costumbres, con el objetivo de que por una vez por todas dejen de acosar la región de la Marca Argentea.
Ughtmarr Gundelof
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