Día 15 de Eleint del año 1485.
Han pasado algunos años desde que llegué desde Fuerte Nuevo a Nevesmortas para ser lo que hoy soy, Caballero de la Orden.
Pero debo empezar por el principio…
Todo empezó hace seis años atrás cuando me encontraba con mi padre trabajando la tierra a un par de kilómetros a las afueras de Fuerte Nuevo.
Esas tierras pertenecían al Templo de Tempus que había en mi pueblo. Mi padre, Sam, junto con mi madre Olena trabajaban allí y yo los ayudaba
en lo que podía si no bien me iba a tirarle piedras a los sapos en la charca.
Una mañana, un grupo de jinetes a caballos cruzaron los campos en dirección a quién sabe donde. Por el camino que tomaron diría que a Sundabar,
pero quien sabe. Nunca olvidare como temblaba la tierra al paso de aquellos caballos
con sus armaduras y a los caballeros que los montaban con sus armaduras que brillaban por el reflejo de sol.
Que felices son los niños jugando a ser caballeros con su rama de madera, alejados e ignorantes de todo mal que rodean las tierras.
Fue entonces cuando sentí la llamada del deber e insistí a mis padres del interés por formarme.
Me costó algunos meses pero al final mi padre realizó un viaje a Nevesmortas para intentar ingresarme como estudiante en La Atalaya del Alba.
Fue donde conocí a Ashnar y gracias a él, el que me dio el empujoncito para conocer a algunos miembros de La Orden.
El antiguo Capitán Oleg fue quien me entrevistó y quien me entrenó algún tiempo. Al cual estaré agradecido el resto de mis días.
Organizaba mi tiempo en trabajos, estudios y entrenamientos como aspirante hasta que llegué a ser Escudero en poco tiempo. Y si, las cuadras de los caballos
hacían mucho que no se limpiaban. A ocasiones pensé desde cuanto tiempo no había un escudero, lo cual me hacía reír.
Y hoy
(uhm… debo volver a mi guardia, seguiré en otro momento)
