Historias para recordar: Minst

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Morbic

Historias para recordar: Minst

Mensaje por Morbic »

Hay días buenos, malos y días de mierda. Todos empiezan igual.
Aún recuerdo esos días en los barrios de Aguasprofundas, solo han pasado unas semanas y los añoro como si hubieran pasado años. Tal vez por que cada uno es prisionero de donde nace, quien sabe…

Sin una mísera moneda en mis bolsillos rotos me dirijo hacia otras tierras en busca de seguir escribiendo mi historia. Donde espero encontrar días buenos, malos y días de mierda. Quien sabe…
He caminado días enteros y en las frías noches… ¡ay la noche! Bueno… como decía, en las frías noches me refugiaba donde podía, pero este frió no lo quita cualquier cosa.
Bien sé que me fijo en muchas cosas que llaman mi atención, he de admitir, pero ese silbido a modo de canción despertó mi interés.
Junto a orillas de una laguna pude ver una casucha de madera en pésimas condiciones a la cual me acerqué. Al caminar note un pequeño crujido en la hierba y pude ver como sin querer había pisado una vieja espada de madera producto de la diversión de algún mocoso. Junto a la choza, un tipo la mar de majo silbaba y canturreaba sentado a las esperas de que Tymora le proporcionara su buen día de pesca.
Los Dioses se estarían riendo de él, pues la suerte que ha tenido hoy es algo a lo que dejar en duda.
-¡Acércate viajero!– sonreía mientras me enseñaba una botella de vino.
En mis días en los barrios del puerto aprendí a sonreír, pero solo lo necesario, así que le devolví la sonrisa y me senté junto a él.
No era mal tipo, gozaba de una casucha en mal estado, sus peces, su botella de vino y una bonita capa de piel de oso, pero con mis respetos a Tymora… aunque no soy muy devoto, la suerte estaba echada.
-Hace tiempo que no pasa nadie por aquí, y apenas hablo con nadie por que mis peces no responden a las historias que cuento.
Bebí un largo trago al vino mientras me decía que mas valía que no hubiera pasado nadie.
-Bien, te contaré solo a ti un nuevo relato. A ver que te parece…
Me acomode tendiéndome en el suelo con las manos en la cabeza mirando el cielo mientras este empezaba

“En un pueblo lejano, cerca de un río, vivía una padre con sus dos pequeños niños. El era un padre amoroso, cuidaba de sus hijos con un cariño inigualable, pero había algo que ninguna persona en el pueblo sabía: el padre, era un brujo malvado que se dedicaba a maldecir a otros habitantes para su propio beneficio y diversión.
Una terrible noche pagó por sus acciones: Un demonio se apoderó de sus pensamientos y su mente, la voz del ser maligno en su cabeza, le decía que tenia que pagar por sus acciones, y sin estar plenamente consiente de lo que hacia, el padre tomó a sus dos pequeños hijos y los llevo al rió, hizo exactamente lo que le dijo el demonio: Ahogó a sus hijos en el río.
Cuando salió de su estupor el padre vio a sus dos pequeños bebés flotando en el río, sin vida. Se dio cuenta de que el había sido el responsable y se odió por ello. Queriendo seguir a sus hijos en el camino de la muerte, comió de una hierba venenosa que crecía a orillas del río y se quitó la vida.
Sin embargo al haber sido una brujo muy malvado, tenia que pagar por sus acciones, y aunque su cuerpo murió, su alma sigue viva. Por las noches, aun se puede ver el alma del brujo vagar por las calles del pueblo, arrepintiéndose de lo que hizo, llorando y gritando con voz estridente lamentos que aterran a todo el que la escucha y todo el mundo la conoce como el llorón.”


-¿Qué te ha parecido? -Pregunto él mientras volvía a atender a su vieja caña de pesca.
-Me ha gustado mucho, nunca la olvidare. -Respondí.

Al igual que tus peces nunca olvidaran la mañana en la que te encontraron nadando junto a ellos, sin nada más que silbar y nadie quien te llore.
He disfrutado de muchas noches rodeado de gentíos de todos los palos y el rostro de ese tipo majo ya sabía bien yo de cómo las gastaba.
Seguí mi caminar y agradecí a Tymora mi nueva capa de piel de oso.

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Última edición por Morbic el Vie Mar 21, 2014 3:01 pm, editado 1 vez en total.
Morbic

Re: Historias para recordar: Minst

Mensaje por Morbic »

“Hay quien dice que las personas inteligentes tienen un talento que les permite vivir bien... Yo creo que es diferente... Las personas inteligentes son las que saben cómo sobrevivir pase lo que pase. Y yo, me considero un superviviente.”


A pocas horas de viaje llegué a una pequeña concentración de casas junto al paso del camino. Tierra de agricultores que construyeron sus casas junto a su lugar de trabajo.
Había una acogedora posada poco transitada y los que lo hacían era por que les pillaba de paso allá donde fueran. Sentado en una pequeña silla junto al fuego para calentarme empecé a recordar tiempos mejores cuando desarrollaba el oficio. Tal vez por que aquella posada se le parecía, en cierto modo, a esta.

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Todo ocurrió en El Barrio de Muelle, en Aguas Profundas. Este barrio se extiende a lo largo de la orilla del puerto del Agua profunda. El bullicioso barrio es legendario por sus peleas, tabernas y magia despiadada.
Allí me encontraba en una posición parecida a esta, sentado en una pequeña silla junto al fuego para calentarme mientras algunos de mis conocidos desplumaban a algún insensato que alardeaba de jugar bien a las cartas. Poco he de decir de algunos con los que me juntaba, pero eso es otra historia.
A veces pienso que lleva al hombre a pedir la muerte de otro, quizás algún día lo entienda. Quien sabe…
-¿Señor? -Un joven muchacho que luchaba por mantenerse en pie debido a su delgadez se me puso a un lado.
-¿Señor? –Dije con chulería – Como el tabernero se entere que en esta pocilga entran señores subirá las bebidas mocoso. ¡Lárgate!
-Insisto, y ruego que me disculpe. ¿Sería tan amable de salir fuera? Le esperan.

Al salir encontré un carromato oscuro sin ningún símbolo que resaltar tirado de dos caballos sanos y un cochero sin dejar ver su rostro. La puerta lateral del carro se abrió y entre en el.
Debió cogerme desprevenido, tal vez por los olores, pero al entrar, otra figura que no vi entro detrás mía y me sentaron entre dos tipos armados, y en frente, un tipo barbudo que a pesar de ocultar su rango bien sabía que debía ser un adinerado del Barrio Norte puesto que portaba algunos anillos bastante lujosos y porque olía aún a perfumes y al hablar noté algunos olores de vinos caros que solo un ricachón podía permitirse el lujo de beber por otros barrios.

-Tu fama empieza a sonar por los salones de los nobles más avariciosos muchacho- sonreía el ricachón mientras yo agudizaba todos mis sentidos para ver de cuánto estaban armado los dos tipos que tenía a mi lado.
-Tu habilidad de hacer desaparecer documentos es impresionante y quiero ir más allá que solo unos simples papeles. A mi familia le pertenece por derecho un objeto que ha terminado en las manos equivocadas. –daba asco verlo como gesticulaba a la vez que hablaba, estos cerdos se crecen de poder cuando sus bolsillos están llenos.
-Hay una casa bastante lujosa junto al acantilado, sabrás reconocerla pues la torre más alta con las mejores vistas al mar es donde se encuentra. Debes hacerte con un anillo de tonos verdosos que porta esa serpiente y además, si tuviera un accidentado tropiezo por la ventana estaría dispuesto a pagarte el doble.
-Imbécil… habláis de derechos que os pertenecen y de asesinatos como el que habla del color del cielo. Te has equivocado de persona, ¿Por quién me tomas? –me levante y me dirigía a salir cuando uno de los tipos armados me agarró del antebrazo.
-Yo que tu no lo haría si tuviera tan solo un dedo de frente. Mis conocidos saben que estoy aquí dentro, ¿no sabes que aquí las paredes todo lo ven? ¿O es la primera vez que vienes al Barrio del Muelle? –Creo que la sonrisa que le dediqué fue lo que le hizo pensar que en estos barrios la muerte por accidentes superaba a la natural.

Me dirigía de nuevo a la posada cuando vi al chico que salía y no dudé en agarrarle del hombro.
-Dime donde vive. –Le hice un gesto dirección al carro que ya retomó su marcha.
-Yo, señor… no creo que… -se puso algo nervioso cuando le corte.
-¿En serio? Yo me limitaría a contestar chaval y no a despreocuparme en resbalar al salir. El suelo esta muy mojado aquí y podrías hacerte daño en el cuello al caer.
-La casa junto al jardín de las Rosas de Oro –el chico salió corriendo cuando le solté del hombro.

Faltaban pocos minutos para anochecer y ya me encontraba en el tejado más próximo a la casa del acantilado. No es que fuera estúpido, pero me lo tomé como un nuevo reto.
El tipo que vivía aquí debía ser importante puesto que al saltar y colarme sin ser visto para empezar a subir por la piedra que llegaba al torreón pude ver a unos guardias que paseaban haciendo su turno.
Se torno todo en un manto de oscuridad cuando cayó la noche y me encontraba subiendo los últimos metros, y justo debajo, un par de guardias miraban la calle en las alturas en un pequeño descansillo de uno de los balcones inferiores. Debía ser más sigiloso aún si cabía.
Cuando parecía que por fin llegaba a la última ventana un fuerte fuego quemaba mi interior. Mis huesos empezaron a producirme un terrible dolor y empezaba a sentirme débil y a ver borroso.

-Ahora no… -maldije a las nueve capas y me agarré todo lo que pude a los huecos de la piedra. Por suerte para mi caída pude controlarme y terminé por llegar a la última ventana.
Para mi sorpresa cuando me asomé fui testigo de cómo una figura con ropajes oscuros desvalijaba a un cuerpo tumbado en el suelo sobre un charco de sangre.

Continuará...

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Última edición por Morbic el Sab Dic 13, 2014 11:10 am, editado 1 vez en total.
Morbic

Re: Historias para recordar: Minst

Mensaje por Morbic »

“Nada da más rabia que una sonrisa desafiante y sincera. Sonríe cuando odies, sonríe cuando ames, sonríe en todo momento… porque no hay nada que joda más a un tío, que morir o matar a alguien que sonríe aunque el mundo se vaya al mismísimo infierno…”

Me dirigía agazapado por los tejados de la ciudad siguiendo al encapuchado que marchaba a un ritmo algo acelerado. Caminaba por las calles mirando a un lado y a otro pero por su confianza sabía bien donde iba.
Minutos antes el cielo rompió a llover y facilitó que pudiera arriesgarme a acelerar el ritmo por los tejados ya que algunas tejas sueltas me la jugaron cuando se soltaron. Por suerte no cayeron al suelo.
El sujeto se desvió callejeando y se dirigía a un lugar que podría ser digno de un encuentro, algunos llaman a esos encuentros emboscadas.

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-¿Quién eres y qué quieres? –Dijo el individuo cuando paró en aquél callejón mientras se giraba.
-Demasiadas preguntas para alguien que acaba de asesinar a un noble… -Dije mientras aparecía unos metros detrás de él.
Por la expresión estúpida que me dedico me confirmo que era un insignificante aficionado.
-¿Quién soy? No sé, pero no dejo de sorprenderme cada día. ¿Qué quiero? Hm… acabas de despertar mi curiosidad.
-¿Curiosidad? –Dijo este echándose la mano al cinto para agarrar su daga.
-Pues no te voy a engañar. La curiosidad, si. Ando ansioso de deseos por saber cual era el objeto familiar que buscaba ese apestoso noble.

Debió cagarse por las patas porque nunca vi a alguien sprintar con tal velocidad huyendo de mi humilde persona. Una pena que una de mis dagas terminara clavándose en su gemelo.
-Te llamaré cerdo, si. Chillas como tal. –No pude evitar sonreír.
-¡Maldito! ¡Toma esta porquería y hazte tú con la jodida recompensa!
-¿Recompensa? El dinero no es nada para mí.
El sujeto dejo en el suelo un sello que por el color del material juraría que era titanio. Lo que llamaba realmente la atención era la piedra verde brillante que tenía.
Alcé el anillo al cielo para verlo mejor. Una pieza bonita sin duda. Tal fue el momento que le dediqué para observarlo que cuando me vine a dar cuenta, el cerdo cojeaba huyendo como podía unos metros más allá.
-¡Bah! ¡Que le zurzan!

Aquella noche acabé tumbado en la cama observando en todo momento el maldito sello.
-¿Cuánto vales realmente? ¿O qué valor tienes para ese oloroso noble –Mientras me hacía preguntas estúpidas que no tenían respuestas allí escuche como algo se deslizaba por la puerta de mi habitación.
Me levante con sumo cuidado y tenía delante de mis narices una carta que habían pasado por debajo de la puerta.
-Hoy no me van a dejar dormir. Esta noche me tiene bastante intrigado.

Continuará...
Morbic

Re: Historias para recordar: Minst

Mensaje por Morbic »

“No llores, haz lo que debas para sobrevivir. Arriésgate aunque tu vida vaya en ello… nadie te respetará por moquear y parecer frágil” supongo que mi padre de adopción también tenía sus momentos de inspiración…


Caminé hacía la cama con el anillo en una mano y la carta en la otra. Me volví a tumbar y dejé la carta sin abrir en la mesilla. No era el momento de distracciones con esa carta sin nombre, ese anillo necesitaba de toda mi atención.
- ¿Quién me dijo a mí que metiera el hocico en este asunto? Dije mientras me giré a un lado de la cama para intentar hacerme con el sueño, pero fue entonces cuando recordé una de otras veces donde me metí donde no me llaman. Aunque debo decir, que gracias a eso soy lo que soy. ¿Y qué soy?

Tendría unos nueve años creo y era de madrugada. Pasaba las noches enteras de aquí y allá buscando curiosidades en la noche y jugando con alguna alimaña que no se asustara de mi presencia. Ya por aquél entonces dormía de día en el burdel donde me acogieron unas señoras muy amables, tan amables que por las noches todo aquel misero que tuviera monedas no dejarían de besarlas hasta el amanecer. Así que no era buena idea andar por la noches por aquel lugar.
Esa noche fue el último día que pasé hambre.

Me encontraba en el tejado del burdel tirando del rabo a una pobre rata cuando vi salir a un tipo rechoncho que camina dando tumbos de un lado a otro. Además estaba de suerte, iba comiéndose una manzana y por el bulto en su chaqueta debía llevar otra ahí. Presa fácil.
Con pasos seguros y silenciosos caminé en las alturas no perdiendo el ojo del sujeto. Había tirado ya el resto de la primera manzana y temí que echara mano de la otra. Debía darme prisa.
Sus pisadas bruscas iban coordinadas con las mías mucho más silenciosas para ocultar todo ruido posible. Ya está más cerca, ya falta menos. Con mucho cuidado alargué mi brazo y mi mano entró en el bolsillo de su chaqueta con la dulzura que un bardo escribe un poema. Es mía.

No pude evitar sonreír mirando el premio delante de mis narices cuando el sujeto que caminaba delante de mí se desplomó junto a un charco en cuanto miré la manzana.
- Pero que demonios!. Era totalmente irreal.
- psss! Lárgate de ahí mocoso o te van a acusar de asesinato y robo!. Me susurró una figura con genio desde el tejado.
Miré una vez más al hombre gordo en el suelo y junto a la cabeza empezaba a formarse una hilera de sangre que zigzagueaba por el suelo. Agarré la manzana con todas mis ganas y empecé a trepar por una ventana dirección a los tejados.
- Ey mocoso! no trepas nada mal ¿quieres una moneda? Una vez me acerqué pude ver que por entonces aún era joven. Me prometió una moneda de oro si lo acompañaba un trecho y le respondía algunas preguntas. Parecía mas un interrogatorio que otra cosa, desde mi edad hasta quiénes eran mis padres. A las que respondí sin decir nada concreto.
Acababa de matar a alguien y no me parecía bien estar con él mucho mas, aunque estaba bastante tranquilo después de todo.
- Esta bien, toma. Lo Prometido. Te daré la moneda, pero quizás el día de mañana tu se la puedes dar a alguien que la necesite. ¿no?
No sabía que contestar o si aquél tipo estaba utilizando algún juego de palabras extrañas. No tarde mucho en averiguarlo cuando me propuso algo.
- Esta bien, cógela. Toda tuya. Y ahora que la tienes... ¿te gustaría ver con claridad?

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Morbic

Re: Historias para recordar: Minst

Mensaje por Morbic »

Desde aquella noche los encuentros con mi... ¿padrastro?, fueron más regulares. Iba corrigiendo mis errores y ya no tenía por que ir huyendo de las palizas de los demás niños. Hasta una vez me intento vender a un esclavista en el barrio bajo por no superar algunas pruebas. Por suerte, nadie ofrecía una moneda por un niño mal nutrido.

Recuerdo muy bien el día en el que entregué la moneda que me ofreció la primera vez. Ya sabia yo, que cuando me dijo que algún día yo se la daría a alguien que lo necesitaba iba con segundas.
Ocurrió la primera vez que vi el lugar allí abajo. Estaba tan oculto aquel lugar que solo los que veían en la oscuridad podían acceder a él.
Todo estaba muy oscuro. Un gran número de sacerdotes rezaban de rodillas en la parte central del templo junto a un altar. Y allí estaba en el altar, el señor de las sombras. Una máscara de terciopelo negro estaba colocado en un busto.

El lugar te atrapaba en su oscuridad y los rezos te invitaban a buscar respuestas en lo desconocido. Fue entonces cuando todos los presentes iban dirigiéndose al altar en fila de uno a la vez que dejaban algo y se marchaban.
Mi acompañante me miro fijo a los ojos y saco una moneda. Hice lo propio sacando la mía y esperé.
- Tu caminaras el último tras de mí. Ofrecerás a quien lo necesita y caminaras con nosotros, donde solo los astutos danzan. Unos susurro para mis oídos.

Cada paso que daba hacia el altar todo se hacía más silencioso. Mis oídos se iban taponando y muy a lo lejos los rezos que cada vez sonaban más intensos. Fue entonces cuando solté la moneda y mire la máscara. Sus vetas finas en tonos rojizos parecían mirarme fijamente. Notaba como observaba mi interior. Uno de los sacerdotes se aproximó y me ofreció un cuenco que sin poner resistencia bebí. Todo parecía estar planeado.

Mi visión se volvía más borrosa. No distinguía rostros, solo aquella máscara. Los cánticos y rezos sonaban con más intensidad. Estaba empezando a sudar, algo me quemaba en el pecho. Estaba drogado.
Allí... se estaban invocando a los espíritus de los muertos que se encontraban en el plano de las sombras. Hasta que caí en trance... y desperté. Desperté en las sombras.
Pero lo que allí ocurrió es algo que guardaré en secreto. Es lo que aprendí, es lo que hay que hacer.

Desde entonces soy una sombra mas y todo a ido a mejor. Con el tiempo prosperé y aprendí muchas cosas. Cosas de las que nunca me arrepentiré...

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Morbic

Re: Historias para recordar: Minst

Mensaje por Morbic »

"Recuerdo como me hice un hueco en el barrio marítimo y de las cosas que nunca olvidare".

Durante los años mozos, cuando levantaba algo más del suelo y ya no podía pasar por debajo de las piernas de los marineros sin hacerles cosquillas en las pelotas (como decían ellos) pude empezar a moverme a mi aire, menos pendiente de las peleas, palizas y la necesidad de dinero.

Supongo que, después de joderme, los dioses se compadecieron… o quizá, algún maldito demonio quiso divertirse a mi costa con alguna ayuda a mi favor… sea como fuese, al final se podría decir que soy un tipo afortunado.

Mis idas y venidas por la ciudad, mis pequeños hurtos y engaños me empujaron, sin que yo supiese como, a la zona de negocios del Barrio Marítimo.
Aclaremos una cosa, no es que en esa zona haya menos matones, fulanas o negocios ilegales… es solo que allí se hacen todas estas cosas al descubierto, lo cual siempre supone una ayuda para agilizar los trámites burocráticos.

De un modo u otro, mis pies me llevaron por ese lugar en un par de ocasiones, y mis ojos empezaron a tomar contacto con los documentos “oficiales” que se usaban para cerrar los contratos comerciales en ese lugar… quizá no solo mis ojos… pude “coger prestadas” algunas cartas de comerciantes y escribas.

Gracias a algunas habilidades innatas, también me hice con documentos acreditativos, plumas, tintas, pergaminos, sellos, lacre y, en resumen, todo el material que podría necesitar para un joven emprendedor como yo.

Por esa época yo era un estúpido que no sabía ni garabatear su nombre en un papel, y, ni muchísimo menos, leer todos los documentos que iba robando de aquí y allá. Por suerte, ser gilipollas no es un problema si eres un poco vivo. Y en Aguas Profundas, ser vivo, quiere decir, conocer a la gente adecuada.

Hay quien dice que las personas inteligentes tienen un talento que les permite vivir bien... Yo creo que es diferente... Las personas inteligentes son las que saben cómo sobrevivir pase lo que pase. Y yo, me considero un superviviente.

Mi primer contacto con el mundo de lo ilegal (hablamos de mis primeros negocios, pues todo es más o menos ilegal en la ciudad portuaria) no fue digno ni de mencionar ni de recordar. Salí con el orgullo herido, un pre-molar menos y nuevos conocimientos sobre negociaciones “agresivas”. Podríamos decir que fue todo un éxito en términos generales. Estaba vivo y conocía gente que no bromeaba pero pagaba por lo que yo podía conseguir.

Poco a poco mi negocio tomo cara y ojos… los documentos desaparecían de su lugar, eran copiados por mí y regresaban antes de que nadie los echase en falta. Luego vendía esta información al mejor postor y volvíamos a empezar.

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Es cierto que no sabía escribir, pero siempre he encontrado fascinante las formas de las letras sobre el papel, y reproducirlas me pareció de lo más sencillo cuando lo intente las primeras veces. Parecía que mi estrella iba en auge, era un tipo listo con papel, tinta y dos cojones.
Supongo que en realidad no era tan listo como creía… y por aquel entonces desconocía que hay más gente que tiene los huevos pelados en estos negocios ilegales y que, además, tenia mucho más poder y contactos que yo. No tardé demasiado en tomar buena nota de este detalle.

Si algo bueno tiene vivir en una ciudad donde gobierna lo ilícito, es la gran educación que recibes. Quizá sea algo brutal, y te juegues la vida con cada nuevo aprendizaje, pero… creerme si os digo que una vez que aprendes algo, no lo vuelves a olvidar ni por error (siempre que no mueras en el proceso, claro…)

Yo aprendí rápidamente que para poder llevar mi negocio, tenía que trabajar para otros como yo, pero con más poder. Y eso es lo que hice. Aprendí a mejorar mi trabajo para sacar más beneficios con menos esfuerzo; aprendí a leer y escribir para que no me estafaran; aprendí que chapurrear algún idioma puede ser útil para “ampliar la clientela”.

Y aprendí a sonreír pasase lo que pasase… Soy un tipo la mar de majo y simpático, ya veis…

Como se suele decir, todo el mundo tiene sus fantasmas… al vivir en una ciudad donde la tasa de mortalidad por “accidente infrecuentes” prácticamente dobla a la de muertes naturales (y eso que los venenos y suicidios se incluyen en esta última siendo más de la mitad del total…) yo tenía una larga lista de fantasmas a mi espaldas para cuando el negocio que había montado estaba en su punto álgido.

El dinero entraba con relativa fluidez, no haciéndome ser rico, pero si para permitirme vivir y recorrer los bares de la ciudad con cierta familiaridad durante varias noches a las semana (normalmente seguidas)
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Por lo que yo sé del dinero, solo puede gastarse mientras respiras… los muertos no suelen ser muy generosos (a no ser que los desvalijes… pero eso es otro tema...) y, por supuesto, suele atraer a los problemas…

A estas alturas os preguntareis porque diablos, si me iba tan bien, acabe a varios días de viaje de mi ciudad de adopción. Es sencillo de explicar… Siempre lo es con el dinero de por medio.

Si hubiese sido humano, ya debería estar más cerca de la tumba pudriéndome en esas frías celdas, pero al ser lo que soy, me toca joderme y aguantar los cambios de política, los juegos de poder y las guerras que se libren en el lugar donde me encuentre al ritmo de la raza con la que decida convivir. Y si algo tienen los humanos, es que les gusta tanto emborracharse como matarse…

No me malinterpretéis, no soy un cobarde. Es más, me atrevo a decir que soy generoso en este aspecto: Siempre estoy dispuesto a que otros se lleven lo que me toca de gloria y honor en la lucha (y de paso las cuchilladas que me corresponderían al repartir…) Yo me conformo con seguir vivo.

Y eso es justo lo que hice. Cuando la ciudad se vio enfrascada en un mal “negocio” y la religión y las armas se juntaron, tomé el oro que pude y me largué del lugar con viento fresco y nuevas metas…

Lástima que me atrincaran y me encerraran en esas celdas. Por desgracia para mí, una mala trasformación la tiene cualquiera, y eso hice. Escapé de allí y que se jodan!
Como dije antes, me largué del lugar con viento fresco otra vez, pero sin el oro.
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