Como conocí a vuestro Tellhar

[Tellhar]

TELLHAR VARDAMIR

Mientras dos niños están recostados en la cama, un viejo, con un libro les cuenta lo que parece ser un cuento.

-Hace muchos años, en un condado de Puerta de Baldur, nació el tercer hijo del Conde Vardamir,
cuando lo sostuvo en sus brazos, no parecía ser diferente de los dos anteriores,
aunque eso cambió con el paso de los años...

El niño apenas era capaz de sostener la espada con la fuerza necesaria para que
no se le cayera, y mucho menos de calzarse una armadura. Así que ya podéis imaginar
como fueron sus años de entrenamiento en el palacete de su familia... Siempre avasallado
por sus hermanos. Nunca ganó un combate de práctica, ni de los de verdad, pues nunca tuvo
uno.

Cuando cumplió 16 años de edad, descubrió la biblioteca de su casa, repleta de libros, la
mayoria prohibidos por su padre. Ahí estaban, toda esa fuente de saber desaprovechada,
empezó leyendo uno de un mago muy poderoso, un tal Elminster, leyó acerca de sus andanzas y
de que tampoco era muy ducho con las armas. Y ahí es cuando su vida cambió.

Siempre que tenía un rato, se escapaba a la biblioteca, a estudiar, a leer y a disfrutar con
las aventuras que otros habían vivido.

Un día, estando absorto en su lectura, después de haberse saltado uno de sus entrenamientos,
su padre le encontró leyendo un libro de iniciación a la magia. Sin mediar palabra, le cruzó
la cara, le quito el libro y lo sacó a rastras de la biblioteca.

-¡La magia no es cosa buena!- Dijo su padre -¡Pervierte a los hombres de bien! ¡Les hace codiciosos y
con ansias de dominar el poder de los dioses!- Sentenció.

Desde ese día, la biblioteca tuvo un candado..., así que hubo que aprender a abrirlo, después
pasó lo mismo con el calambre que daba al tocar la puerta... Hubo que aprender a desactivarlo...
La última opción fue poner un guardia en la biblioteca, y que no dejará pasar al joven.

Y así volvió a centrarse en sus entrenamientos, con espadas, lanzas y escudos. Sin mucho éxito, y sin
apenas interés.

Hasta que un día, después de una de las mayores palizas entrenando con su hermano mayor, decidió irse,
escaparse de esa vida que le estaban obligando a llevar, entre armaduras y espadas.

Así fue como el muchacho de 18 años se fue de la comodidad de su casa sin que nadie se enterasé, para vivir
su sueño, ser un gran mago.

No fue como él esperaba... no hay un mago dispuesto a coger un aprendiz en cada esquina.

Así fue que no le quedó otra que empezar por sí solo, estudiando libros de trucos menores
en una biblioteca, y parecía tener una habilidad innata para ello. Pero claro, la comida
no es gratis, ni el alojamiento. Siendo entonces que se interesó por una oferta que ofreciá un grupo de
mercenarios, reclutaban a alguien dispuesto a vivir grandes aventuras y que pudiera aportar algo al grupo.

Y así, de noble pasó a ser un mercenario de poca monta. Pero ,oh casualidad, en ese pintoresco grupo
había un mago de verdad. El cual supo ver las habilidades del chico y su dedicación, estudiando y leyendo
cada vez que tenía oportunidad, y al final, decidió tomarlo como pupilo, dos magos en un grupo son mejor
que uno.

Pasaron casi 10 años hasta que decidió que los principios de "Los Solucionadores" no eran los mismos que
los suyos. Pero al menos tenía un maestro. Y así fue como usando un hechizo de invisibilidad, desapareció.

De ahí vagabundeo por Faerúm, sin un rumbo fijo, buscando mejorar sus habilidades, de vez en cuando se ponía
al servicio de algún noble al que creía digno de ayudar, a cambio de algún hechizo de sus bibliotecas, comida y
alojamiento.

Y así lleguo a un pequeño pueblo, llamado Nevesmortas, dispuesto a mejorar su habilidades y demostrar que la
magia no tenía porque corromperle.

-¿Cómo se llamaba el mago Abu?-

-¿Pues cómo se va a llamar cariño? El mejor mago de todos los tiempos... Tellhar Vardamir...

-¡¡¡Eres tú!!!

-Venga a dormir, mañana os contaré como sigue la historia.

El viejo cierra el libro y sale de la habitación dejando la puerta entornada.

[Tellhar]

Tellhar y la Liche.

-Recuerdo el día en el que entré a esa cripta, iba con un grupo de compañeros, la verdad, no recuerdo
quienes eramos bien, pero si recuerdo todo lo qué pasó.

Recuerdo que para entrar allí tuvimos que atravesar un portal mágico, y allí estabamos, en mitad de una
sala, con un viejo metido en una especie de urna. El pobre nos decía que para poder llegar hasta La Reina
debereríamos jugar a un juego, que consistia en pasar unas pruebas..., lo que siempre quisé... jugar
al juego de la Liche, después de un acertijo bastante sencillo, por lo menos para mí..., nos dejó pasar,
hace tanto tiempo que no recuerdo cual era la segunda prueba, no sé si fue una en la que tuve que contener
la risa, había que contar algo de tu vida pasada, presente o futura, un enano, no recuerdo su nombre, la
verdad, dijo que lo habían expulsado de su clan por, y digo literalmente "frungirse a su prima". Pobre
diablo... *Sonríe con su recuerdo e historia*

La siguiente prueba, ya era algo más seria, exigia un sacrificio, pero no de matar a alguien en un altar,
si no, uno del grupo debía sacrificarse para dejar al grupo continuar, cuando estuve a punto de alzar la
voz para ofrecerme, se me adelantó una mujer, una sacerdotisa si no recuerdo mal, hace tanto tiempo. Parece
ser que era una jugarreta, al final siguió de una pieza, sin sufrir daño alguno.

Continuamos andando por esa apestosa cripta, y dimos con un par de puertas, depués de que ninguno supiera
cómo abrirla, el enano, el de "frungir", se lanzó de cabeza contra la puerta, no se partió el melón de milagro
niños. Nadie me escuchaba cuando les decía que yo podría abrir..., seguian discutiendo qué hacer, sin
prestarme atención, así que me separé un poco del otro grupo, y lancé un hechizo sencillo de apertura,
ojalá hubieráis visto sus caras... qué pinta de imbeciles...

Detrás de esa puerta, había un portal, otro portal más, lo traspasamos sin discutir si sería sensato o no,
ya estabamos en una cripta de un liche, ¿hay algo más insensato?.

Allí estaba, ese ser, muerto, pero a la vez con un poder envidiable, tanta magia, tanto conocimiento, dude
de si mi padre tendría razón y yo acabaría alguna vez así, corrupto por mi magia. Seguro que no, soy más
fuerte y digno que ese bicho.

El combate fue magnifico, recuerdo que me felicitaron por haber asestado el "golpe" final a la hechicera muerta.

Bien hecho "arcano", como solían decir.

En fin niños, es hora de irse a dormir, mañana os contaré otra historia.

[Tellhar]

Tellhar y la Barrera Mágica.

-Recuerdo haber visitado aquellas ruinas buscando un arco legendario, una misión que no sé quien nos
encomendó. Y recuerdo haberme quedado estancado en una parte. Una especie de barrera mágica.
Sin poder concentrarme lo suficiente para saber que había detrás, o como cruzarla, un sitio peligroso.

Así que convencí a un guerrero, por aquel entonces lo consideraba un amigo, un tal Lothar, bastante
fuerte he de decir, y diestro con su espadón enorme.

Nos dirigimos allí, y después de acabar con los enemigos que nos impedían la entrada, nos introdujimos
en las ruinas. Encontramos unos cuantos tesoros, la verdad, pero no era lo que buscabamos, buscabamos esa
barrera, y ese arco legendario.

Bajamos a la siguiente planta, y después de que mi querido guerrero despedazará a los enemigos, con ayuda
de mi magia, claro, él solo no habría podido...

Llegamos al fin a esa barrera. Mientras yo la examinaba con detenimiento, él me cubría las espaldas.

Puse mi mano sobre la barrera, y lo noté, esa barrera no estaba para impedirnos el paso, todo lo contrario,
estaba para que algo mucho más poderoso y maligno de lo que podía imaginar saliera. Y de pronto...
Las luces se apagarón, nos quedamos él y yo a oscuras, intenté un hechizo para sacarnos de allí,
pero ese lugar bloqueaba mi magia.

Una ilusión, o eso creo, apareció. Después la luz volvió, no hizo falta ni una palabra para empezar a mover
el culo fuera de allí. Nos alejamos unos metros de la barrera, y ya notaba como la magia volvía a fluir en
el ambiente. Cogí a Lothar por el antebrazo mientras la oscuridad se cernía de nuevo sobre nosotros, y
cuando casi nos alcanzó, ya estabamos en la taberna, en el almacén, como había acordado con el dueño
que podía usar para teleportarme allí sin previo aviso.

Y esa es la historia, niños, de que una barrera o verja no está siempre para cortaros el paso, quizá esté
para que algo o alguien no salga a por vosotros, ahora a la cama, mañana quizá os cuente otra historia.

[Tellhar]

Tellhar y el hada

-Recuerdo estar en el bosque de Nevesmortas, y ver a un viejo, no tanto como yo ahora *Sonríe a sus nietos*
correr hacia mí, detrás de él iban tres ogros, feos como ellos solos, pero grandes como esta cama.

Gracias a que por aquel entonces era un mago como Mystra manda, acabé con los ogros con un chasquido de dedos,
pero ahí no acababa la cosa, algo o alguien gritaba desde una cueva no muy lejos. Cómo pago a la deuda que
ese viejo habia contraido hacia mí por salvarle de los ogros, le pedí que me acompañara dentro.

Efectivamente, alguien gritaba desde ahí dentro, nos hicimos paso entre los ogros, la verdad es que
quizá fue mala idea traer al viejo conmigo... pero era mejor que ir solo, al menos si me mataban podría decir
dónde estaba mi cuerpo.

Al fondo, entre los cadáveres de los ogros, había una jaula, dentro había un pequeño ser, una especie de
elfa en miniatura, con unas alas que chisporroteaban un polvo verduzco. Preciosa.

La cogí entre mis manos, y haciendo caso omiso de mi rescatado, la liberé. Me dio las gracias, y un beso en
la mejilla. De nada pequeña hada, de nada.

Ahora niños, es la hora de dormir, que mañana tenéis que madrugar.

[Tellhar]

Tellhar y la Flecha del Destino

-Recuerdo que entré en El Blasón para entrar en calor y tomar algo, necesitaba despejarme de tanto libro,
y allí estaba todo un gentío, mi memoria no alcanza para decir que se festejaba. Entre risas y eructos de elfos,
el tabernero... ¿Cómo se llamaba ese gordo? Bueno, da igual, nos dijo que tenía un problema, y como vuestro
abuelo es noble y bueno de corazón, se ofreció a ayudar. Resultó ser que el problema era un elfo moribundo en
su trastienda, con una herida en el pecho y un par de flechas en la espalda.

Después de tratar a elfo, nos dijo su nombre, como otras tantas cosas no recuerdo. Nos contó algo de que
venía del desierto, para dirigirse a su asociación, La Flecha del Destino, y que cuando estaba por llegar, le asaltaron
unos hombres del desierto... unos Zheknoséqué..., en fin, así que nos dirigimos dónde la emboscada, por si podiamos
hallar supervivientes, pero una vez allí, sólo huellas. Unas iban a los edificios, y otras se perdían por la foresta.

Una vez en el patio de la organización, ¡salieron esos hombres de la nada! Nos estaban esperando, ¡seguro!
Tuvimos varias bajas, pero entre mi magia, la del otro mago elfo, y unas cuantas espadas que nos acompañaban,
salimos airosos. Seguimos explorando los edificios, y estaban infestados de esos canallas.

Llegamos a un almacén, con una puerta blindada, que era más grande que un carro de dos caballos. Se liaron a empujar
a tirar, a intentar forzar con ganzúas, que inútiles..., nadie podía... y ¿qué hicieron? Pues recurrir a Tellhar... como siempre.
Agite la mano, formulé un hechizo sencillo, y hop, el cerrojo se abrió, que mago era por aquel entonces... Que recuerdos...
Abrimos ese portón blindado, y dos metros atrás... otra puerta. Uno de los presentes, lleno de orgullo, intentó abrirla con sus
herramientas, y se lastimó, que desgraciado, todas las miradas se dirigieron a mí, suspiré y saqué uno de tantos pergaminos.
La puerta se abrió, y allí, en una espaciosa cámara, sin más entradas y salidas, estaban dos guerreros con cara de enfadados,
y, uno de los magos más poderosos que he visto nunca. Los guerreros cayeron como si fuesen niños luchando contra leones.
Pero ese mago, nos lo puso bastante difícil. Maldito sea, ¡casi me mata! Menos mal, que cuando centró su atención en mí,
el mago elfo aprovechó para lanzarle una tromba y se lo cargó. ¿Cómo que qué es una tromba? ¿Otra vez? ¡Un montón de bolas
de energía que te dejan seco si te dan todas!

Revisamos la cámara acorazada, y encontramos lo que parecían ser unas gemas, de aprendiz de la orden esa, la Le Flecha de no
sé qué..., el elfo al que salvamos nos dio una a cada uno, y dijo que si queríamos hacer las pruebas para ingresar nos veíamos en
no sé dónde, no sé cuándo... Yo... un Mago de Batalla, en un gremio de artesanos... qué locura... *Saca una gema de una de sus bolsas y se la lanza a uno de los niños* Toma... ahora tú eres el aprendiz, la semana que viene se la das a ella, y así... hasta que
se pierda...

Ahora a dormir, que mañana tenéis que estudiar.

[Tellhar]

Tellhar y el alma perdida.

El viejo sentado frente a los niños tapados, lo miraban con ojos como platos, les encantaban las historias de su viejo abuelo.

-Bien... ¿Qué toca hoy? ¿La del dragón dorado? ¿La del djinn y sus deseos? Ah... ya sé... la de la guerra en ciernes...
Recuerdo que volví a casa después de más de 20 años, mis hermanos mayores me reconocieron, mi padre, nos había dejado hacía 5 o 6 años. Pero ellos me acogieron, volví para demostrarles que la magia no te corrompe, yo seguía siendo el mismo, no había sido corrompido por el poder como decía mi padre.

Allí mis hermanos insistieron en que aprendiera el arte de la guerra convencional, pues si ya dominaba la magia, porqué no iba a aprender más cosas, tenían razón, niños, tenían razón, el saber no ocupa lugar, sólo tiempo de ocio.

Así que, después de tanto tiempo, volví a coger un escudo, y una espada, al principio me costó, y recibí un par de buenas palizas, pero nada que ver a lo que recordaba de cuando era niño, fue duro, pero aprendí, poco a poco. No estaba a la altura de mis hermanos, claro, pero ellos tampoco estaban a mi altura con la magia, si practicas toda la vida con una espada... eres un guerrero, y si lo haces con la magia... un mago. Así que ellos eran guerreros, y yo un mago, pero ahora era un mago que sabía como usar la espada.

Fui cogiendo más soltura, al castillo llegaban rumores de una guerra creciendo en el norte, algo de una invasión gnoll, pero tampoco me preocupó en exceso, La Marca Argéntea es lugar de gente dura, y llena de héroes y aventureros, allí me forjaron a mí. Je... je...

En fin, mi entrenamiento siguió, día tras día, semana tras semana, incluso me convencieron a para usar armadura, la verdad es que es práctica. Nada que ver con la magia, pero muy útil para cuando te llegan a alcanzar si te ven a través de la invisibilidad, o si rompen tus defensas mágicas... siempre está bien llevar una segunda piel, y si es de titanio mejor.... Je... je...

Recibí la noticia, no recuerdo quién me lo dijo, pero Arlheza Lanzagelida había muerto. Y yo estaba a dekahanas de viaje. Pero tenía que ir a presentar mis respetos. No eramos amigos, pero allí se habían portado bien conmigo. Tenía esa obligación moral.

Cuando me marchaba, mi hermano mayor, Ronald, tenía el presentimiento de que no volvería, y me entregó la espada, mi padre, antes de que yo me escapará, mandó forjar tres espadas, una para cada uno de sus hijos, Custodia de Vardamir, así se llamaba la mía, una espada con una manufactura única. Un Conde podía pagar lo mejor, y aunque hice un poco de teatro al no aceptarla de primeras, la cogí de buena gana, ahora sabía cómo usarla, más o menos. Me despedí de ellos, aunque tenía intención de volver.

Así que usé el último portal que me quedaba, a Adbar, la ciudad enana. Lo crucé y ahí estaba otra vez, en esos inmensos salones, tallados en piedra viva, la artesanía enana. El carruaje hacía Nevesmortas había sido suprimido por seguridad, parece que los caminos eran peligrosos con la guerra latiendo en La Marca, así que, convoqué a mi fiel caballo mágico, el que nunca me abandonaba, y puse rumbo a la villa dónde aún debía guardar a algunos amigos.

Una jornada de camino, cerca de la bifurcación, y ahí vi un enorme grupo de humanoides, con cuerpo y cabeza de hiena, gnolls. Uno de los vigías me vio, gritó algo en un idioma que no entendí, pero sabía que daba la voz de alarma, otros dos más me apuntaron con el arco, pero antes de que descargaran las saetas, tres flechas ardientes salieron de la punta mis dedos y cayeron como muñecos rotos, je... je... que gran mago era..., un par de gnolls se pusieron en pie y cargaron hacia mí con sus enormes alabardas, no tuvieron tiempo a dar diez pasos cuando dos enormes manos los aprisionaron, y acto seguido una veintena de proyectiles los dejó fuera de sí, entonces, todo el campamento empezó a levantarse, detuve el tiempo, siempre me encantó ese hechizo. Y comencé a conjurar mis defensas, y ahí fue cuando lo vi, un mago salía de una tienda de campaña en el centro del campamento, algo insólito, el tiempo estaba parado, y él salió. Iba todo vestido de rojo, me miró y sonrió, antes de que me diera tiempo a contra conjurar lanzó la misma mano que había usado yo momentos antes contra mí. Me levantó un par de metros del suelo, y conjuró, no había visto ese hechizo en mi vida, ¡y mira que conocía muchos hechizos niños! Un rayo rojo me alcanzó en el pecho, y algo empezó a salir de mí, creo que fue mi alma, empezó a fluir hacia él, como si me la estuviese robando. Y entonces fue cuando perdí el conocimiento.

Al despertar ya estaba en Nevesmortas, tendido en la sala de curaciones, Ashnar estaba ahí, me reconoció. No sé como llegué hasta allí, sé que el clérigo de Lathander recuperó mi alma, Tymora estuvo de mi parte y alguien o algo debió interrumpir el hechizo del mago rojo, y no consiguió acabar conmigo, no del todo, je... je... , no es tan fácil matar a vuestro abuelo niños.

Pero eso porción de alma que me arrebató, se llevó casi todo mi poder mágico... cosa mala, niños, cosa muy mala. Además, mi libro de hechizos y Custodia de Vardamir habían desaparecido.

Presenté mis respetos a la familia. Pero no podía volver a casa, no sin mi espada, era la única herencia de mi familia... Así que ahí estaba de nuevo, en otra aventura, pero sin buscarla...


.

[--Talos--]

- ¿Aceptas?- El mago alzó la pequeña esfera donde bullía la energía.
- Está incompleta.
- Si, pero posee gran potencial.
- Y siempre es útil un fragmento.

El mago asintió mientras continuaba de rodillas alzando la esfera.

- Está bien. Tendrás a tu Comandante Gnoll.
Hizo un leve gesto con la mano y una figura salió de entre las sombras. Con pesados pasos se acercó al mago Zhayano y cogió la gema con el guantelete de ónice, se giró sobre sus talones y le llevó la gema al ocupante del trono.

- Gracias, Capitán. - Tomó la gema mientras desviaba la vista a una jaula.

La jaula de cerca de cuatro metros de alto por dos de ancho se balanceaba con fuerza, con un movimiento de la mano que no sostenía la gema la hizo desaparecer.
El gran gnoll se limitó a mirar a su alrededor y estirar sus músculos.

- Una soberbia bestia. - dijo el mago observando al espécimen.

El gnoll se volvió al mago, haciendo que su densa melena roja se moviese con un susurro.

- Hanglod, Melena Roja no es una bestia, humano. Cumpliré tus órdenes, destrozaré a tus enemigos. Pero si vuelves a decirme algo que no me guste. Devorare tus entrañas con gusto.

El mago se levantó y asintió al que se sentaba en el trono.

- La gracia de la Urdimbre sea contigo.
- Si tu Amo tiene algún otro trato de interés.
- Os lo haré saber.


Mago y gnoll desaparecieron en medio de un estallido de Urdimbre.

- Seguro que es útil.
- Eso lo veremos, capitán. Con el tiempo.