Me crió una pareja de humanos, en 'La Corona del Norte' *lo pronuncia con excesiva pompa, luego escupe al fuego*. Es un nombrecito algo atrevido para semejante agujero, ¿no crees? *fija la mirada en ti durante un instante, intentando entrever alguna emoción, luego la devuelve a la hoguera*.
Él era... *duda unos segundos* ...él era joyero, si se puede llamar joyería a incrustar piedras verdes en collares de cobre para decorar entretetos de fulanas. Me encontró en el camino, cuando volvía de uno de sus viajes comerciales. Yo apenas andaba, me alimentaba de boñigas de caballo y me escondía con las ratas en las zanjas, como le gustaba recordarme *su expresión se vuelve violenta y escupe de nuevo*. Apenas me dejaba salir del taller... *parece sumergirse en sus recuerdos* ...soy muy habilidoso con las manos, ¿sabes?.
El negocio prosperó mucho con mi trabajo *coge aire y lo suelta lentamente* he debido realzar entretetos en muchos puertos *esquiva tu mirada, avergonzado*. Lo cierto es que aprendí mucho, no tardé demasiado en superar sus baratijas.
Ella era una mujer dulce, pero trabajaba muchas horas fuera de casa, tiñendo ropa no sé dónde. Siempre me trató bien, aunque apestaba como si se hubiese estado restregando sobre un cadáver *tuerce el gesto*.
*Se estira como un felino, y acerca los peludos pies al fuego* Me escapé. Un buen día, cuando ambos estaban fuera. Me escapé y busqué trabajo en el otro extremo de la ciudad. Y no tardé en encontrarlo... *te sonríe divertido* ...en un prostíbulo. Lo que son las cosas, ¿verdad?. Estuve limpiando habitaciones, sacudiendo colchones y atendiendo los caprichos de las fulanas una buena temporada. Aquello también tenía sus cosas buenas, de alguna manera era independiente, el dueño de mi propio destino, ya sabes. No me mires así, sé lo que estás pensando *hace una breve pausa y prosigue, sonriente* ¿Sabes?, algunos clientes se marchaban tan borrachos que podías robarles el reloj del bolsillo mientras les decías: ¡Vuelva usted pronto, señor caballero! *el mediano ríe divertido*. Echando la vista atrás parece increíble que durase tanto como duró. También huí de allí. Pero esta vez a la carrera, tuve que utilizar todo mi ingenio para salir de la ciudad.
Senderos, despoblados, pueblezuchos... he andado mucho desde entonces, alquilando mi tiempo en muchas tareas. Una paga miserable, un par de robos fáciles... y al camino *ves resignación en la expresión del mediano*. He oído que hay una villa al norte de aquí. Probaré suerte.
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Re: El rincón de Pepe Puñales
*El mediano se sienta junto al hogar y prepara una pipa, mirándote de reojo* ¿Sabes? Le estoy cogiendo cariño a este lugar. Aquí nadie me conoce y, salvando los racismos tradicionales, que son un estigma para todo mediano, la gente no me juzga *ríe divertido* Esto Lajato lo lleva peor que yo. La guardia de la villa me hizo pasar una noche en el calabozo por curiosear en casa de unos viejos enanos... les dije que sólo quería ordenarle un poco el armario de las especias a la anciana, pero nadie me creyó... y ella tampoco ayudó demasiado con su testimonio *enciende la pipa con un pequeño palo de la hoguera y da unas chupadas, dejando que el humo esconda una sonrisa maliciosa*.
El caso es que he conocido a mucha gente, y algunos andan más desorientados que yo, si cabe. Me he hecho amigo de unos cuantos de ellos. No es que me fíe del todo, pero nuestra relación es de lo más beneficiosa, y son áltamente capaces de resolver situaciones con las que no podría por mi cuenta. Esto es algo que no esperaba, pero no dejan de sucederse disparates, uno tras otro, y, si estamos avispados, sacamos muy buenas tajadas *levanta con la mano el saquito que le cuelga del cinto, bastante abultado, y escuchas el alegre tintineo del metal*. Oportunidades *te guiña un ojo*.
El caso es que he conocido a mucha gente, y algunos andan más desorientados que yo, si cabe. Me he hecho amigo de unos cuantos de ellos. No es que me fíe del todo, pero nuestra relación es de lo más beneficiosa, y son áltamente capaces de resolver situaciones con las que no podría por mi cuenta. Esto es algo que no esperaba, pero no dejan de sucederse disparates, uno tras otro, y, si estamos avispados, sacamos muy buenas tajadas *levanta con la mano el saquito que le cuelga del cinto, bastante abultado, y escuchas el alegre tintineo del metal*. Oportunidades *te guiña un ojo*.
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Re: El rincón de Pepe Puñales
*Se estira sin ningún disimulo y se sienta apoyando la espalda contra un tronco* Verás, ya llevamos varias semanas en alerta, porque parece que algo muy gordo se está cociendo en la Marca Argéntea. Vayamos a donde vayamos, aparecen nuevas pistas, datos curiosos, que ahora están empezando a encajar.
*se pone en pié y camina de lado a lado, distraídamente, sin alejarse del fuego* Es bien sabido ya que cualquier cargamento de titanio es codiciado por bandidos y demás alimañas del camino, pero en las últimas semanas, si ese cargamento llega a su destino, es por intervención divina. ¿Sabes lo que significa esto? *se detiene un momento y clava su mirada en ti* Organización. Organización criminal, a gran escala, de hecho. Desde el mismísimo desierto del Anaurokh hasta más allá de Cumbre, por lo que hemos podido saber.
Un día topamos con un tendero que nos habló de la Red Negra *comienza a andar de lado a lado de nuevo* es una organización dirigida por un... creo que lo llamó 'contemplador'. Es una especie de ojo gigante con tentáculos que tienen más ojos *mira tu expresión y asiente* si, opino lo mismo, todas las damas estan preocupadísimas por si se presenta al concurso de belleza de la Marca *irónico*.
Los orcos de la Corriente del Nevesmortas *tuerce el gesto asqueado* están reuniendo titanio en cantidades ingentes, y eso supone un problema evidente para la villa, dada la cercanía de su campamento.
Por otro lado, encontramos a un druida que nos habló de un dragón, más negro que la sombra del carbón: el terrorífico y despiadado Bragamanta. Al parecer, esta criatura de los dioses *lo dice en tono burlón* está creando tal caos que varias tribus humanoides están desplazándose, migrando *calla un momento, reflexivo* y otras tantas se someten a su control... no tengo muy claro si este dragón pertenece a la Red Negra, o si la Red Negra está sometida al control del dragón, pero seguro que algo tienen que ver entre sí Bragamanta el Terrible y La Reina del ojo Abierto. Lothar, un borracho guerrero, con la mecha más corta que un abrazo de suegra, me dijo hace unos días que algún miembro de esta... 'sociedad por los huérfanos de la Marca' *irónico* ha secuestrado a un herrero Zhentarin del desierto, con la intención de que dé forma a todo el titanio que están amasando.
Bien, pues así la situación, no hace mucho, a las puertas de Súndabar, formamos un pequeño grupo para investigar sobre la escasez de titanio en la ciudad, tomando ésto como punto de partida *se sienta unos segundos y se levanta de nuevo* Muy resueltos, nos dirigimos al puerto a recabar información sobre los cargamentos perdidos. Alquilamos el barco más caro del puerto y avanzamos por el Rauvin hasta que divisamos los restos de uno... o varios naufragios, es difícil decir cuántos barcos son cuando no hay una madera en su sitio. Desde lo alto del mástil acerté a ver una gran cantidad de lingotes bajo el agua, al lado de la entrada a una cueva sumergida, y grité para que detuviesen la embarcación ¡Qué fácil había sido! Una vez anclados, y pese a las advertencias de Tellhar, un mago algo pesado al que nadie escucha nunca, Lothar Mechacorta y un tal Dae se lanzaron por la borda.
Yo si que suelo escuchar a los arcanos, a veces tienen cosas interesantes que decir. Ésta era una de esas veces. Tellhar conjuró sobre mi no sé qué cosa para que pudiese respirar bajo el agua, y sólo entonces me zambullí tras los dos pollos sin cabeza que ya llevaban un buen rato bajo el agua. En la cubierta, Zaph, un gran arcano, Tellhar, el mago de batalla y Nöj, un guerrero muy valiente, quedaron custodiando el barco. Bajo el agua, Lothar Mechacorta estaba inconsciente, y Dae, enredado a una pesada bolsa *niega con desaprobación*. Solté a Dae primero, estoy acostumbrado a ver a Lothar Mechacorta beber hasta caerse de culo. Miré en la bolsa, que contenía algunos lingotes de titanio. No sé qué es lo que tramaba Dae, pero casi muere por nada, podíamos haberlos sacado de otra manera. Luego enganché el ancla a la ropa de Lothar Mechacorta, que, a juzgar por su ubicación, debió nadar como un martillo, y dí unos tirones a la cuerda, para que lo sacaran del agua.
A partir de aquí, seguí yo solo *cada vez se mueve más rápido, de lado a lado, nervioso*. Me adentré en la cueva sumergida con cautela, utilizando rocas y algas para esconderme, pero no fue suficiente. Los tiburones deben utilizar el olfato, porque al menos cinco, de grandes dimensiones, vinieron directos hacia mi. No tengo ni idea de cómo salí ileso de aquello... apenas podía esquivar sus dentelladas *el mediano saca una bolsita de tabaco y una pequeña pipa, y la va cargando con manos temblorosas, si parar de moverse* Acabé con todos ellos, uno a uno los pasé a cuchillo *no atina a meter el tabaco en la pipa*, y me adentré aún más.
Yo buscaba algo más que titanio. Estaba convencido de que podría haber algún objeto mágico en esos barcos naufragados, y que la corriente podría haberlo arrastrado hasta ese agujero *niega con la cabeza, sumido en la escena que retrata*. Después del encuentro con los tiburones extremé las precauciones, y pude ver a un calamar del tamaño de nuestro barco vagando por la cueva. No exagero ni solo un poco, estoy seguro de que jamás has visto cosa igual. Lo rodeé, escondiéndome en cada recodo de la cueva, y lo dejé atrás, cerrándome la salida *esquiva tu mirada* Ya sé que no es lo más sensato, pero en ese momento, pensé que podría merecer la pena.
Y así llegué al fondo de esa maldita cueva dejada de la mano de los dioses, perdida en los Staunt, y no te imaginas lo que encontré allí abajo *te mira con los ojos muy abiertos* ¡Había tanto titanio como para armar a todo un ejército! ¡Y marcas de enormes garras señalando las paredes rocosas! *intenta encender la pipa, pero la brasa se le cae un par de veces* Así es como estaba yo, atónito ante esa escena, cuando vi una enorme sombra agrandándose en el extremo más alejado, por el que yo mismo acababa de entrar, y me escondí tras los restos de un viejo barco. Estaba temblando de arriba a abajo, pensaba que el calamar me había escuchado, pero lo que se adentró fue mucho peor... ¡la mismísima sierpe Bragamanta! ¡Allí, bajo el agua, custodiando su preciado metal! *con la mano libre busca el suelo, ansioso, y se sienta* Apenas compartimos la cueva unos segundos, y en cuanto el dragón se apartó de la entrada, yo busqué la salida con desesperación. Maldije a Tellhar cuando, camino de la salida, empezó a faltarme el aire... *se lleva una mano al cuello* llegué a la superficie de milagro, alerté al grupo con el poco aliento que me quedaba, y desembarcamos lo más rápido posible, no lejos de allí.
Un elfo nos dio cobijo, muy a su pesar, en un molino cercano *la respiración del mediano se va volviendo más pausada* Mientras yo descansaba, los ánimos se caldearon, y cuando desperté, Lothar Mechacorta y el elfo estaban preparándose para batirse en duelo, a las puertas del molino. Lothar Mechacorta le dio tortas de todos los colores, como si hubiera sido panadero toda su vida, y el elfo confesó saber algo sobre el herrero Zhentarin secuestrado, y también dijo servir a la nobleza élfica... a la familia... *saca un pequeño pliegue de papel, lo despliega, y lo lee* ...Silmarure.
*se pone en pié y camina de lado a lado, distraídamente, sin alejarse del fuego* Es bien sabido ya que cualquier cargamento de titanio es codiciado por bandidos y demás alimañas del camino, pero en las últimas semanas, si ese cargamento llega a su destino, es por intervención divina. ¿Sabes lo que significa esto? *se detiene un momento y clava su mirada en ti* Organización. Organización criminal, a gran escala, de hecho. Desde el mismísimo desierto del Anaurokh hasta más allá de Cumbre, por lo que hemos podido saber.
Un día topamos con un tendero que nos habló de la Red Negra *comienza a andar de lado a lado de nuevo* es una organización dirigida por un... creo que lo llamó 'contemplador'. Es una especie de ojo gigante con tentáculos que tienen más ojos *mira tu expresión y asiente* si, opino lo mismo, todas las damas estan preocupadísimas por si se presenta al concurso de belleza de la Marca *irónico*.
Los orcos de la Corriente del Nevesmortas *tuerce el gesto asqueado* están reuniendo titanio en cantidades ingentes, y eso supone un problema evidente para la villa, dada la cercanía de su campamento.
Por otro lado, encontramos a un druida que nos habló de un dragón, más negro que la sombra del carbón: el terrorífico y despiadado Bragamanta. Al parecer, esta criatura de los dioses *lo dice en tono burlón* está creando tal caos que varias tribus humanoides están desplazándose, migrando *calla un momento, reflexivo* y otras tantas se someten a su control... no tengo muy claro si este dragón pertenece a la Red Negra, o si la Red Negra está sometida al control del dragón, pero seguro que algo tienen que ver entre sí Bragamanta el Terrible y La Reina del ojo Abierto. Lothar, un borracho guerrero, con la mecha más corta que un abrazo de suegra, me dijo hace unos días que algún miembro de esta... 'sociedad por los huérfanos de la Marca' *irónico* ha secuestrado a un herrero Zhentarin del desierto, con la intención de que dé forma a todo el titanio que están amasando.
Bien, pues así la situación, no hace mucho, a las puertas de Súndabar, formamos un pequeño grupo para investigar sobre la escasez de titanio en la ciudad, tomando ésto como punto de partida *se sienta unos segundos y se levanta de nuevo* Muy resueltos, nos dirigimos al puerto a recabar información sobre los cargamentos perdidos. Alquilamos el barco más caro del puerto y avanzamos por el Rauvin hasta que divisamos los restos de uno... o varios naufragios, es difícil decir cuántos barcos son cuando no hay una madera en su sitio. Desde lo alto del mástil acerté a ver una gran cantidad de lingotes bajo el agua, al lado de la entrada a una cueva sumergida, y grité para que detuviesen la embarcación ¡Qué fácil había sido! Una vez anclados, y pese a las advertencias de Tellhar, un mago algo pesado al que nadie escucha nunca, Lothar Mechacorta y un tal Dae se lanzaron por la borda.
Yo si que suelo escuchar a los arcanos, a veces tienen cosas interesantes que decir. Ésta era una de esas veces. Tellhar conjuró sobre mi no sé qué cosa para que pudiese respirar bajo el agua, y sólo entonces me zambullí tras los dos pollos sin cabeza que ya llevaban un buen rato bajo el agua. En la cubierta, Zaph, un gran arcano, Tellhar, el mago de batalla y Nöj, un guerrero muy valiente, quedaron custodiando el barco. Bajo el agua, Lothar Mechacorta estaba inconsciente, y Dae, enredado a una pesada bolsa *niega con desaprobación*. Solté a Dae primero, estoy acostumbrado a ver a Lothar Mechacorta beber hasta caerse de culo. Miré en la bolsa, que contenía algunos lingotes de titanio. No sé qué es lo que tramaba Dae, pero casi muere por nada, podíamos haberlos sacado de otra manera. Luego enganché el ancla a la ropa de Lothar Mechacorta, que, a juzgar por su ubicación, debió nadar como un martillo, y dí unos tirones a la cuerda, para que lo sacaran del agua.
A partir de aquí, seguí yo solo *cada vez se mueve más rápido, de lado a lado, nervioso*. Me adentré en la cueva sumergida con cautela, utilizando rocas y algas para esconderme, pero no fue suficiente. Los tiburones deben utilizar el olfato, porque al menos cinco, de grandes dimensiones, vinieron directos hacia mi. No tengo ni idea de cómo salí ileso de aquello... apenas podía esquivar sus dentelladas *el mediano saca una bolsita de tabaco y una pequeña pipa, y la va cargando con manos temblorosas, si parar de moverse* Acabé con todos ellos, uno a uno los pasé a cuchillo *no atina a meter el tabaco en la pipa*, y me adentré aún más.
Yo buscaba algo más que titanio. Estaba convencido de que podría haber algún objeto mágico en esos barcos naufragados, y que la corriente podría haberlo arrastrado hasta ese agujero *niega con la cabeza, sumido en la escena que retrata*. Después del encuentro con los tiburones extremé las precauciones, y pude ver a un calamar del tamaño de nuestro barco vagando por la cueva. No exagero ni solo un poco, estoy seguro de que jamás has visto cosa igual. Lo rodeé, escondiéndome en cada recodo de la cueva, y lo dejé atrás, cerrándome la salida *esquiva tu mirada* Ya sé que no es lo más sensato, pero en ese momento, pensé que podría merecer la pena.
Y así llegué al fondo de esa maldita cueva dejada de la mano de los dioses, perdida en los Staunt, y no te imaginas lo que encontré allí abajo *te mira con los ojos muy abiertos* ¡Había tanto titanio como para armar a todo un ejército! ¡Y marcas de enormes garras señalando las paredes rocosas! *intenta encender la pipa, pero la brasa se le cae un par de veces* Así es como estaba yo, atónito ante esa escena, cuando vi una enorme sombra agrandándose en el extremo más alejado, por el que yo mismo acababa de entrar, y me escondí tras los restos de un viejo barco. Estaba temblando de arriba a abajo, pensaba que el calamar me había escuchado, pero lo que se adentró fue mucho peor... ¡la mismísima sierpe Bragamanta! ¡Allí, bajo el agua, custodiando su preciado metal! *con la mano libre busca el suelo, ansioso, y se sienta* Apenas compartimos la cueva unos segundos, y en cuanto el dragón se apartó de la entrada, yo busqué la salida con desesperación. Maldije a Tellhar cuando, camino de la salida, empezó a faltarme el aire... *se lleva una mano al cuello* llegué a la superficie de milagro, alerté al grupo con el poco aliento que me quedaba, y desembarcamos lo más rápido posible, no lejos de allí.
Un elfo nos dio cobijo, muy a su pesar, en un molino cercano *la respiración del mediano se va volviendo más pausada* Mientras yo descansaba, los ánimos se caldearon, y cuando desperté, Lothar Mechacorta y el elfo estaban preparándose para batirse en duelo, a las puertas del molino. Lothar Mechacorta le dio tortas de todos los colores, como si hubiera sido panadero toda su vida, y el elfo confesó saber algo sobre el herrero Zhentarin secuestrado, y también dijo servir a la nobleza élfica... a la familia... *saca un pequeño pliegue de papel, lo despliega, y lo lee* ...Silmarure.
Pepe Puñales
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Re: El rincón de Pepe Puñales
A lo mejor no te crees esto, pero volvimos a ese lugar. Y yo encabecé la marcha *orgulloso*.
Salimos desde Nevesmortas, decididos a encontrar la guarida de la sierpe Bragamanta y, no con poco esfuerzo, ascendimos junto al curso del río y nos plantamos en los Staunt, a la altura en la que anclamos el barco la otra vez. Allí exploramos las cuevas minuciosamente, hasta que dimos con una custodiada por unos pequeños seres reptilianos. Esos pequeños lagartos estaban mejor organizados que nosotros *niega con la cabeza*, y dieron la alarma nada más vernos... la inexperiencia de nuestro grupo casi da al traste con la expedición. Usaban magia poderosa.
En uno de sus cofres descubrí un doble fondo oculto *te guiña un ojo*, del que saqué un libro, 'La Muerte Negra'. Al parecer estaba escrito en dracónico, pero con el inestimable conocimiento del arcano Méldibar, y a pesar de las continuas y estúpidas interrupciones del enano Krönn, el libro fue traducido o, al menos, todo lo traducido que se podía traducir en aquel lugar. Méldibar dijo que se trataba de un libro de cuentas y registros, que tenía como tema central el titanio y las casi 700 armas forjadas con él. Todas armas exóticas, a saber por qué.
Descendimos a través de esa misma caverna, acabando con toda resistencia, e indagando todo lo que pudimos sobre aquella extraña raza. Vimos a uno de esos humanoides reptilianos atrapado en una gran piedra ambarina. Los conocedores de lo arcano coincidieron en que, de alguna manera, esos pequeños estaban potenciando sus aptitudes con sangre de dragón *un escalofrío recorre la espalda del mediano*. Íbamos por el buen camino, aunque la noticia no era demasiado alagüeña.
Pronto comenzamos a encontrar gran cantidad de cadáveres en corredores y salas y, cuando fuimos a darnos cuenta, nos encontramos en el mismísimo cubil de Bragamanta. Llegados a ese punto, y sintiéndonos en clara desventaja en aquel subterráneo infesto, decidimos no tentar a la suerte y volver con lo aprendido, estudiar el libro en la villa, y no dejarnos matar aquél día. Creo que fué una decisión muy sensata.
Salimos desde Nevesmortas, decididos a encontrar la guarida de la sierpe Bragamanta y, no con poco esfuerzo, ascendimos junto al curso del río y nos plantamos en los Staunt, a la altura en la que anclamos el barco la otra vez. Allí exploramos las cuevas minuciosamente, hasta que dimos con una custodiada por unos pequeños seres reptilianos. Esos pequeños lagartos estaban mejor organizados que nosotros *niega con la cabeza*, y dieron la alarma nada más vernos... la inexperiencia de nuestro grupo casi da al traste con la expedición. Usaban magia poderosa.
En uno de sus cofres descubrí un doble fondo oculto *te guiña un ojo*, del que saqué un libro, 'La Muerte Negra'. Al parecer estaba escrito en dracónico, pero con el inestimable conocimiento del arcano Méldibar, y a pesar de las continuas y estúpidas interrupciones del enano Krönn, el libro fue traducido o, al menos, todo lo traducido que se podía traducir en aquel lugar. Méldibar dijo que se trataba de un libro de cuentas y registros, que tenía como tema central el titanio y las casi 700 armas forjadas con él. Todas armas exóticas, a saber por qué.
Descendimos a través de esa misma caverna, acabando con toda resistencia, e indagando todo lo que pudimos sobre aquella extraña raza. Vimos a uno de esos humanoides reptilianos atrapado en una gran piedra ambarina. Los conocedores de lo arcano coincidieron en que, de alguna manera, esos pequeños estaban potenciando sus aptitudes con sangre de dragón *un escalofrío recorre la espalda del mediano*. Íbamos por el buen camino, aunque la noticia no era demasiado alagüeña.
Pronto comenzamos a encontrar gran cantidad de cadáveres en corredores y salas y, cuando fuimos a darnos cuenta, nos encontramos en el mismísimo cubil de Bragamanta. Llegados a ese punto, y sintiéndonos en clara desventaja en aquel subterráneo infesto, decidimos no tentar a la suerte y volver con lo aprendido, estudiar el libro en la villa, y no dejarnos matar aquél día. Creo que fué una decisión muy sensata.
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