Azrael Colt

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Byron

Azrael Colt

Mensaje por Byron »

Azrael Colt vivía su tierna y humilde infancia con su familia de granjeros en una villa asentada en las cercanías de Aguas Profundas. Era un muchacho inquieto y desde su más temprana edad, demostró que ese nerviosismo lo llevaba a meterse en líos más a menudo de lo que a sus padres les hubiera gustado. No había manera de meter en cintura al chiquillo, así pues, cuando tenía la edad suficiente, catorce para ser más exactos, su padre lo alistó en la milicia de Aguas Profundas.

- “¡Harán de tí un hombre de provecho!” Decía...

Pasaron los años y Azrael se hizo un hombre, si, aunque no de mucho provecho todavía… para su desgracia. El oficial al mando de su escuadrón, harto de él y de sus continuas juergas, impuntualidades, insubordinaciones y demás actos caóticos en general, decidió enviarlo en una especie de prueba, con un grupo de milicianos a investigar ciertas desapariciones en otra aldea no muy lejana a la gran ciudad.

- “¡Si con esto no espabiles, yo me rindo contigo, muchacho!” Decía...

Cruzando un bosque por el cual, según sus compañeros de misión, se atajaba hasta dicha aldea, fueron emboscados por una partida drow que había salido en busca de humanos que pronto usarían como esclavos. No todos tuvieron tanta suerte como Azrael, ya que a pesar de la falta de disciplina que mostraba en la milicia, siempre se le habían dado bien las peleas, bien porque simplemente había nacido con ese don, o bien por todos esos años años que pasó en su infancia siendo un gamberro y un camorrista. La gran mayoría de sus compañeros fueron masacrados y aquellos a los que no dieron muerte los elfos oscuros, fueron desechados y dejados a su suerte debido a sus graves heridas, por las cuales daban por sentado que no sobrevivirían al viaje hacia las profundidades de la tierra o porque los desmembramientos sufridos durante el encarnizado encuentro los convertían más en una carga que en una mercancía valiosa que les reportara una jugosa bolsa de oro a sus bolsillos.

Azrael, por el contrario, se defendió con uñas y dientes, arrinconado entre la rocosa pared de la oscura gruta por la que habían surgido esos malignos seres y las docena de armas con las que esos mismos seres intentaban ensartarlo. Luchó, luchó y luchó hasta que no pudo más y en un descuido, recibió el golpetazo de una maza en su cráneo
, exhalando así el último aliento en este combate. Para sorpresa de los drows, no estaba muerto tras aquel mazazo en la cabeza, así que lo apresaron y lo transportaron inconsciente hasta la ciudad de Ched Nasad, dónde fue vendido a un reputado mago de la ciudad drow.

Su nuevo amo buscó formas de sacar partido a la caza. Tras una evaluación física parecía complacido por las capacidades que mostraba. Decidió que podría sacar rentabilidad al muchacho en las batallas de esclavos. Adquirió una licencia de esclavista y llevó al joven Azrael para unos combates de prueba. Al principio no parecía dar mucho crédito a sus posibilidades, primero contra bestias y más tarde contra otros esclavos. Con el tiempo, victoria tras victoria, su amo comprendió que con el debido adiestramiento podía llegar a reportar grandes cantidades en recompensas y apuestas. Azrael ya tenía cierto conocimiento táctico y militar de sus tiempos en la milicia, pero con la escasez de recursos que le otorgaban parecía más bien una bestia atada a sus instintos en busca de supervivencia. Esto cambió cuando su amo, colmado de avaricia, contrató a un instructor de la escuela de combate para que el muchacho escalase puestos en la calificación. El dinero siguió fluyendo y con el tiempo, en los barrios bajos se empezó a conocer el nombre del esclavo Azrael, que se erguía victorioso todas las veces. Su entrenamiento proliferó durante años. Cuando empezó era un muchacho de 15 años, de constitución recia y talante violento a la par que desconfiado. Su instructor se encargó no solo de instruirle en combate; también le enseñó el idioma -para que el aprendizaje fuese más natural- y algunas de las costumbres de los drows.

Con el tiempo, las ganancias que conseguía en Ched Nasad empezaron a parecer insuficientes al amo -lo cual es normal, puesto que Ched nasad es una ciudad de magos, y no muchos de ellos apreciaban el arte de las armas- por lo que decidió trasladarse a Menzoberranzan. Encadenado, empezó a marchar en una caravana junto a otros tantos esclavos y amos -entre ellos el instructor de Azrael, que se aseguraba de que el muchacho, es decir, la mercancía, llegase intacta a su destino.- que viajaban de forma más complacientes, sobre lagartos de monta.

En un momento de confusión el viaje se fue al garete. A mitad del camino a Menzoberranzan, cuando estaban terminando de rodear Araumycos, un gusano púrpura detectó las torpes pisadas de la caravana, emergiendo de entre la piedra en busca de desayuno. Durante la contienda, aprovechando el caos, los esclavos se rebelaron e intentaron acabar con sus amos para liberarse de las cadenas. Los drow se vieron superados por la cantidad de enemigos y la potencia del gusano. Azrael hizo gala de su astucia recogiendo una de las armas de los guardias caídos. Se escabulló entre los combatientes, a sabiendas de que no llegaría muy lejos encadenado hasta que finalmente encontró a su instructor, desembarazándose con cortes diestros de los pobres desdichados que se le acercaban. Pese a su suficiencia, el drow había sido herido en uno de los envites del gusano, y no estaba en su mejor forma, quizá por ello Azrael consiguió clavarle por sorpresa el filo del arma en un costado. El humano rebuscó entre las pertenencias de su instructor moribundo, que maldecía mientras intentaba contener las numerosas hemorragias de su cuerpo. No le fue muy difícil encontrar la llave que le llevaría a ser libre una vez más.

Desembarazado de sus cadenas, en vez de proseguir estúpidamente con la contienda que acabaría incuestionablemente con la victoria de la bestia sobre los humanoides, huyó por el camino. Vagó varias semanas por los túneles de la Antípoda Oscura, alimentándose de cualquier bicho que fuera medianamente comestible hasta que por fin, un día (o ciclo, como diría su antiguo maestro) encontró una salida hacia la superficie. Siguió caminando una vez en su antiguo mundo hasta que llegó a la villa de Nevesmortas.

- “¿Que dónde te encuentras? ¡Pero qué clase de pregunta es esa, jovenzuelo! ¡Pues en Nevesmortas! ¡La Marca Argéntea!” -le dijo la anciana.

Había recorrido leguas de camino… tanto bajo la superficie como en ella para acabar tan lejos de su hogar y con una panda de sádicos tras sus talones. Tanto así que si se le ocurriera volver por la zona de Aguas Profundas seguramente volvieran a dar con él. Solo le quedaba una opción… Labrarse un nuevo nombre allí.
En Nevesmortas conoció a André, actor itinerante que viendo sus capacidades de combate decidió utilizarlo para desembarazarse de situaciones peligrosas, como cuando algún malhumorado posadero demasiado entrado en carnes sentía la irrefrenable necesidad de arrancarle el gaznate al zalamero actorzucho de tres al cuarto que quería engatusar a su cándida hija con poesía mala y música barata, mientras que en su mente solo primaba una cosa: mirar bajo sus enaguas.

- “¿Huyendo hacia adelante?” -le contestó el artista, una vez conocida la historia.
- “Hombre, no voy a huir hacia atrás…” -respondería Azrael.


¿FIN?
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