El baño terminó de quitar los restos de pringue blanquecino de la ropa. El negro amargo le quitó el asqueroso olor de la criatura que se filtraba a la boca hasta casi paladearlo y, por fin a solas, con Jinx ronroneando en las piernas, se dejó caer en su habitación de La Rosa, que poco a poco volvía a llenarse de botellas vacías y el desorden habitual. El lugar ideal para pensar.
***
Hacía ya tiempo de la fiesta en Sutchard con Felicidad, y algo menos del día en el que Jenn les había informado del viaje a Argluna a La Cámara de los Sabios, donde Ángela, Milo, Azar, Cuarto y ella misma habían consultado, con mayor o menor aprovechamiento, un libro que podía ilustrar la naturaleza de los avatares venidos del mundo exterior.
– Permítame resumir… –concluyó el erudito– Me hablan de unos seres psíquicos provenientes de otros mundos… que se alimentan de emociones… ¿y que pretenden buscar encerrarlos en algún sitio? –todos asintieron y parecía que el Sabio les iba a mandar, incrédulo, a algún sitio de feo nombre, cuando continuó hablando–. Bueno, tenemos un estudio de la psique de la conciencia establecido por un Sabio Erudito valorando los conocimientos de las emociones…
Aquello relajó un poco el ambiente y, aunque no les permitió tomar el manuscrito, en voz baja les explicó su contenido, alternando miradas de reprobación cuando alguno alzaba la voz. Los estados elementales de la psique eran la sorpresa, la tristeza, la felicidad, el miedo, el asco y la ira.
Y Ángela explicaba cómo Sorpresa (con la gallina que expulsaba pepitas de oro), Tristeza (derramando desolación por Auvan) y Felicidad (alimentándose sin restricciones en aquella maravillosa fiesta) ya habían hecho acto de presencia. Quedaban Miedo, Asco e Ira…
¿Dónde habría ido Felicidad? Seda la echaba tanto de menos…
***
Había discutido frente a la chimenea de La Rosa con Ángela y su “Con ellos o contra ellos”. Era una buena chica, pero Seda estaba convencida de que tanta Orden de Caballeros y autoridad habían devorado la espontaneidad que le daba chispa y que en su momento había salvado su vida. Era un poco frustrante y, si hubiera estado en el cuerpo de Daan en el que Ángela confiaba, la hubiera encorrido a capirotazos desde Argluna al Anauroch.
Al menos, Seda consiguió un poco más de información sobre los avatares y, lo más importante, sobre Velux, el “cronista” del mundo exterior que les había advertido sobre ellos y vivía en casa de la Sacerdotisa. Concertó una cita con ellos para unos pocos días después. Eso sí, Ángela no le dejó entrar en su casa.
***
En los exteriores del Este de Nevesmortas, lo vio sentado en una piedra labrada. Su cabeza era enorme, su piel grisácea y su cuerpo como un palo, sus brazos y piernas largos como un día sin licor de Luiren, con más articulaciones que cinco drarañas juntas y ángulos aún más extraños, y su armadura estrafalaria parecía hacerle flotar más que andar. Seda abrió la boca un instante, pero luego la cerró y se encogió de hombros: cosas más raras se escuchaban por Faerûn, y los ilícidos eran más feos.
– ¡Cáspita, Cáspita! ¿Seda? –preguntó el ser.
– Exacto, la misma... eemh, ¿Velux?
Era una pregunta idiota para comenzar a hablar (¿quién iba a ser si no?), y Seda pronto se dio cuenta de que el diálogo sería como el de una rata de biblioteca con una rata de callejón en el idioma de un gato. Entre los “viajes transdimensionales mediante energía preplasmática de conversión psíquica”, la “energía aplicable en la transmutación de fase para alcanzar una fuerza de inercia suficiente para punto de ruptura”, las “naves de polimero de biometal transmodular”, la “estructura correspondiente aplicada la resonancia energética de remodulación” y el empeño en creer que la cerveza que le ofrecía era orín, la joven hubiera estrangulado al extratoriliano de haber sabido exactamente por dónde respiraba.
A pesar de ello, algo entendió de la naturaleza de los avatares: consumidores de mundos, que avanzaban de uno a otro lado dejándolos secos para luego devorar otro más. Aquí, la Urdimbre les afectaba y retenía, y el ser no sabía muy bien como actuarían más allá de comprobar que sus habilidades habían mermado y señalar que tomaban formas y habilidades distintas en base a los sentimientos más fuertes de las distintas culturas. Él mismo había perdido su mundo, y viajaba intentando alertar a otros para la lucha o recopilar la historia perdida de los que fracasaban.
En este, sin embargo, estaban atrapados por aquello que los debilitaba: la Urdimbre. La nave de Velux, indagó también Seda, no serviría para sacarlos de Toril. Lo más claro que consiguió extraer, fue una metáfora.
– Ellos son como el fuego. Mi nave es como yesca, que puede prender en fuego.
– ¿Y la Urdimbre qué sería entonces?
– ¿Dum? Un... ¿alto grado de humedad ambiental?
– Entonces, quizás podríamos reducirlos en una región de Urdimbre concentrada…
– ¿Cómo conseguimos algo así? –preguntó Ángela.
Se hizo un silencio incómodo.
– Tenemos que hablar con Tauder.
***
Miedo llegó antes de que pudieran hablar con Tauder. Bosque Grevel y el Bosque de Arn sufrieron las consecuencias de otro avatar disperso en el entorno. El druida Cáñamo maldijo la terrible alteración del equilibrio en el lugar, y apretó las mandíbulas.
***
Asco llegó antes de que pudieran hablar con Tauder. Los rumores alertaban de que el agua del Rauvin no era potable y algo extraño sucedía río arriba. En el camino, Seda se encontró con Reise, Sannish, Iöna y Cáñamo, interesados en averiguar qué pasaba. Que el problema venía de un avatar quedó patente cuando se dieron cuenta de que el agua olía y sabía (para aquellos que quisieron probarla) a cosas distintas para cada uno. Incluso el elemental de fango que alzó el druida enloqueció y murió entre terribles dolores.
Cuando llegaron a Puntalhuven, descubrieron el asqueroso desastre. Zalcor y Shallan se hallaban allí e informaron del lamentable estado de la villa, con una sustancia blanquecina cubriendo el suelo y envenenándolo todo. También había un enorme malvavisco gigante que había devorado a parte de la población y parecía ser la materialización del avatar. Por su parte, Seda agradeció que no fuera un avatar de los nervios, porque se hubiera puesto las botas con el explorador, que parecía impacientarse cada vez más mientras le explicaban lo que ellos habían averiguado.
La verdad, fue difícil decidirse a actuar, sabiendo que la muerte del avatar podría ser tan peligrosa como su presencia. “Energía liberada colateralmente por el acto de alimentación”, la había llamado Velux. La pesadilla de un druida, posiblemente lo definiera Cáñamo.
Así que probaron a la desesperada. ¿Eran energía psíquica? Quizás derramando pociones de claridad sobre el ser consiguieran debilitarlo. Seda preparó el paquete de botellas, una honda con tela de su saco para lanzarlo, se tapó la cara con una mascarilla de plantas y aguantó las naúseas mientras corría hacia el ser sin temor, lanzaba el paquete ágilmente y… veía cómo se hundía sin efecto alguno entre dos cuerpos humanos corroídos.
A su lado, sus compañeros contemplaron la acción con escepticismo. Había sido un chasco.
Shallan se abrió camino entonces hacia el bicho.
– Bueno… creo que es hora de probar un poquito de gelatina –afirmó mientras arrancaba un trozo y se lo comía a base de fuerza de voluntad... y al momento comenzaba a vomitar sangre y trozos de Asco mientras el ser continuaba burbujeando.
Fue entonces cuando el avatar comenzó a atacar a Iöna y la lucha se desató sin cuartel. Sin embargo, no podían matarlo, recordaba el druida. No podían dejar que continuara alimentándose, estaba claro. No podían… ¿hacer nada?
Mientras lanzaba bolas de energía pura contra el ser, Seda intentó pensar a toda velocidad. ¿Si conseguía almacenar una parte, conseguiría evitar que se dispersara? Arrancó trozos de Asco que guardó en una bolsa preparada con Urdimbre. Agarró más trozos y los guardó en cristal, como Velux contenía su nave. Y continuó atacando sin reparos con los demás hasta que el ser pareció morir… y su zurrón comenzó a vibrar.
Los frascos se rompieron, la bolsa mágica rezumó corroída, el fragmento de Asco tocó el suelo fundiéndose con él… y la bestia resurgió, engullendo violentamente a Iöna. De nuevo la lucha se desató, y todos combatieron ya sin más reparos ni ideas… hasta que Reise conjuró al Jinete de los Vientos para que le metiera a La Cosa una implosión por donde defecara.
Funcionó.
Aquello simplemente funcionó.
La implosión devoró la substancia completamente, que con un leve burbujeo se retorció hasta un único núcleo... y desapareció, dejando atrás solamente los restos de sus víctimas. Sannish sacó rápidamente a Iöna de entre ellos, Reise consiguió evitar que cruzara la última frontera definitivamente y, ante la preocupada mirada de todos y la sonrisa de Sannish… la niña abrió los ojos por fin.
– Estoy cubierta de pringue –dijo.
Una oleada de alivio se extendió en general. Aquella vez, habían vencido.
***
Seda acarició a Jinx, ya descansada, mientras se mordía una uña pensativa. Tenía que hablar con Tauder. Quedaba Ira. Y los avatares que se habían dispersado. Y… Felicidad.
¿Dónde estabas, Felicidad?