Así se encontraba, cuando se dejó caer sobre la cama sosteniendo la vacía botella azulada.
Se medió incorporó en los cojines y llevó la botella a los labios. Suspiró al volver a comprobar que no quedaba ninguna gota y susurró malhumorada y con desgana.
La botella se oscureció y el cristal se convirtió en un polvillo negruzco que cayó al suelo.
Dirigió nuevamente su atención a la mesa del cuarto donde había pasado las últimas horas.
Sobre esta se encontraba un extraño tubo, un mapa de la Marca, varios pergaminos y un tintero vacío en el que reposaba una pluma.

Dekhana y media atrás…
- ¿Qué puede salir mal?
Había escuchado esa pregunta en numerosas ocasiones y la lista de posibles respuestas a veces era corta, generalmente muy larga y en pocas ocasiones no había.
Sostuvo la mirada en Seda, tenía la sonrisa que parecía estar entre el suicidio y el sacar tajada o algo interesante.
Val apartó el flequillo rebelde y observó los pergaminos y la caja.
Si eso era una celda no le agradaba la idea. Sin embargo, el plan podía acabar saliendo bien. Mal. U horriblemente mal.
Alzó una mano.
- A ver… pretendes que vayamos allí y ¿preguntemos?
- ¡Si! Un poco de maquillaje, algo de teatro y ..
- Vale, vale –negó la pelirroja – A fin de cuentas, tampoco le veo otro camino. Pero ¿cómo pretendes presentarte?
La única respuesta fue una sonrisa de Seda. Que demonios…
Días después todo estaba preparado.
La idea era simple. Se presentarían como señora y criada. Solo esperaban que tuviesen ocasión a hablar antes de acabar heridas o cosas peores.

Las puertas metálicas se abrieron y la pareja apareció frente a ellos.
Dos féminas. Bien raras las dos.
Dieron la voz de alto sosteniendo prestas las hachas.
Una clavó el bastón en el suelo y pronunció unas palabras en un extraño idioma con voz pausada. Se acercó y mostró un pergamino, el cual ardió al poco.
- Supongo que esto facilita las cosas. – dijo la mujer pelirroja.
- ¿Venís de parte de ella? Cada vez envía emisarios más raros.
Val miró de reojo a Seda. ¿Y quién demonios era esa ella?
- Mi señora no tiene por qué hablar con vosotros. Abrid paso en vez de dejarnos aquí.

- Seda, baja el ritmo… aquí hay otras reglas. – susurró a través del conjuro que Seda había lanzado antes de cruzar las puertas.- Venimos buscando información sobre…
Uno de los soldados la interrumpió mientras se encaminaba al interior de la ciudadela.
Val se mordió el labio.
El soldado no tardó en regresar acompañado de una enana. Hosca y algo malhumorada.
- Si venís a comprar más esclavos, no hay. – Dijo secamente mirando a ambas.
- (¿Esclavos?) ¿No? Hm… lastima. ¿y cuánto tiempo tardarán en estar disponibles?
- ¿otro millar? Un par de meses. Necesitan el entrenamiento y adoctrinamiento adecuado.
- Que… (¿Millar?) decepcionante. – emitió un quedo suspiro. – Sin embargo, me han encomendado venir aquí a buscar información sobre otra cosa.
La enana sostuvo al mirada de Val.
- ¿y tenéis con que pagar esa información?
- Seguramente. Claro que el precio tendrá que ser en la justa medida de la calidad de la información. – cogió los pergaminos que llevaba al cinto y se los acercó a la enana.
Esta extendió los pergaminos y examinó los calcos de Seda. Conforme sus ojos recorrían los grabados, su expresión cambiaba y acabó pasando los dedos con suma delicadeza sobre ellos.
- (interesante) – ladeó la cabeza- ¿Asumo que sabéis de qué se trata?
- ¿De dónde los habéis sacado? Son runas del Arte invisible. La gran Duerra de las profundidades.
- De una caja. Con sus cierres rotos y – hizo un gesto a Seda – esto.
Seda sacó el molde de una gema que acercó a la enana, la cual la cogió y apretó con algo de fuerza.
- Una mente cristalizada.
- ¿Una qué?
- Esto fue diseñado para contener la mente de un Ulitharid.
- (¿y eso que mierdas es?) – Val asintió. – Un Ulitharid. Y eso….¿es?
- Un ilicido. Un poderoso ilicido.
- (un carapulpo.. genial)
- ¿De dónde habéis sacado esto? – preguntó la enana.
- Me encantaría tener todas las respuestas a las preguntas pero..- se detuvo al escuchar el susurro de Seda- … no tengo todo el conocimiento. Sin embargo, he oído que fue encontrada en una expedición a la ciudad Ilicida. ¿La caja puede arreglarse? ¿Serviría para contener a otro ser?
La enana observaba la gema y los pergaminos con los calcos.
- Solo sirve para contener a un Ulitharid. Es el fin por el que fue creada.
- ¿Y lo de la gem… mente cristalizada?
- Contenía la mente del Ulitharid. Si está libre, ya habrá encontrado otro recipiente.
- (¿recipiente?)
La enana alzó la vista hacía ambas.
- Si encontráis su paradero y nos informáis os pagaremos…
Ambas hicieron el mejor esfuerzo por no verse alteradas cuando la enana terminó de hablar.
- Y… ¿podría ser en especias?
- Depende de lo que queráis. No somos un mercado.
Y como en todo plan, cuando todo va bien y perfecto.. algo falla.
- Pregúntales cuanto nos dan por el paradero de la caja o la ca… - Seda tosió cuando se dio cuenta de que el conjuro había terminado y su susurro era audible para los soldados y la enana.
- Creí que no sabíais el paradero de la caja. – dijo la enana.
Val se estiró y sonrió
- Que no lo sepamos ahora, no quita que no podamos saberlo si el trato por esa información es buena. – había puesto su mejor sonrisa y esperaba que la simpleza de la mentira funcionase.
- La caja no nos interesa.
- Está bien, está bien.
- ¿Alguna otra pregunta?
- Si… Vuestro nombre.
La enana hinchó levemente el pecho.
- Orhia, Sacerdotisa de Duerra. La próxima vez que vengáis preguntad por mí.
- Oh.. sin duda así haremos. Y tal vez… no tenga que quedarme a las puertas como una pedigüeña. ¿nos devolvéis los pergaminos y la gema?
La enana asintió y ambas recogieron los objetos que habían entregado.
Se retiraron ambas partes y regresaron tras las puertas del puente.
Nada más cruzarlas Seda fue la primera en hablar.
- ¿¡Han dicho que nos pagarían…
Val le pidió silencio mientras abría un nuevo portal.
Había otros sitios mejores donde hablar que permanecer por más tiempo allí.
Y aunque no le hacía gracia alguna....
