Los orcos que están por venir

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Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

La espera
Lothar la contempló, cruzado de brazos y apoyado en la pared cerca de la chimenea.

¿No se supone que tienes otras cosas de las que preocuparte como para ir perdiendo el sentido en una taberna, muchacha?

Puede ser... pero tengo que esperar aún…

Seda miraba al techo con los ojos vidriados por el dolor líquido, tirada entre los cojines de La Rosa.

Esperar –el tuerto escupió en las llamas– ¿Y cuándo vas a mover el culo?

Era una buena pregunta. No tenía respuesta.

¿Qué más puedo hacer, Lothar?

¿Qué más podía hacer?
Había despertado en la Atalaya del Alba bajo la mirada atenta de Frederic y Iöna. Gracias a ellos supo que la habían teletransportado inconsciente en medio de la plaza de Nevesmortas, sin ropa, con un tercio de los huesos de su cuerpo roto y una nota advirtiendo "lo que sucedía con los espías". Ellos la habían recogido y dejado en manos de Ashnar.

Primeros auxilios para el cuerpo, primeras preguntas de muchas que vinieron después y que frustraban porque no sabía contestar.

Se marchó en cuanto pudo a su refugio en la villa, donde guardaba su alijo de emergencia, para reponer lo que había perdido. Pero allí encontró sus cosas tiradas, enviando de nuevo el mismo mensaje: que había hablado demasiado.

Tenía que mudarse cuanto antes. Y necesitaba un trago, por el amor de Ao. Un trago para calmar los temblores de la mano.
Había demasiadas miradas de soslayo gracias a Fred. El muy bocazas tenía que hacer público que le habían dado una buena paliza, en el mismísimo tablón. Todo discreción. Y ella tampoco es que pudiera evitar demasiado a la gente e irse muy lejos, con la mano en cabestrillo y el oído perforado.

Se dedicó a beber mientras organizaba pensamientos y bregaba con su orgullo herido y sus recuerdos inconexos.

Fue en la barra donde se encontró con Azar. Al menos aquello la animó, volver a ver a esa vieja socia, con la que mantenía una agradable y amistosa relación basada en la desconfianza mutua y los negocios arriesgados. Y Angela llegó también en el momento justo, hinchada y enojada como una gallina con un polluelo revoltoso.

Ambas intercambiaron palabras mordaces antes de empezar a discutir sobre Seda y qué hacer con ella, y Seda tenía ganas de que la tierra la tragase porque lo que le faltaba para los nervios era que además le echaran la bronca y la sometieran a otro interrogatorio en mitad del bar.

Pero apretó dientes y se dejó hacer. Primero tenía que recuperarse, y Angela era para ello la mejor.
Regenerar dolía. Mucho. Incluso con la belladona y el alcohol mordió el palo que le había dado Angela hasta casi quebrarlo, pero aguantó consciente cuando los huesos regresaron a su lugar y se solidificaron entre crujidos desagradables.

Angela recitó plegaria tras plegaria a Tyr, bajo la atenta y algo despectiva mirada de Azar. Cuando terminó, y sólo en ese momento, fue cuando la sacerdotisa les contó que sabía quién le había hecho eso. Que la descripción del hombre de túnica negra era inconfundible. Y que sus implicaciones eran preocupantes.

El hombre que buscas es Valen EnThur, Seda. Es un arcano muy, muy poderoso que trata con demonios. Y créeme que, si te ha hecho eso, es por algo. No te enfrentes a él sola, Seda, de verdad.

Lo cierto es que no podía asegurar nada porque si se encontraba con él no sabía cómo iba a responder. Pero ahora tenía al menos un nombre para el encapuchado, al que temía y odiaba a partes iguales. Era un hilo de donde tirar.
Azar había mostrado ese brillo en los ojos que preludiaba ideas descabelladas cuando se había reunido con ella, horas después de la agotadora regeneración. Seda estaba bebiendo con Iöna en los cojines de La Rosa. Iöna estaba bien, aunque Seda cada vez más tendía a preocuparse menos por ella porque la muchacha tenía un don para sobrevivir a los problemas que los más fuertes guerreros debían envidiar.

Frotándose la nariz con su gesto habitual, Azar había comentado la jugada. ¿Demonios, eh? A eso podían jugar varios.

Horas después, se reunían las tres en un lugar apartado. Un cuchillo. Sangre. Un poco de dolor líquido, que esa mierda le gustaba a los ajenos (y a quién no, conociendo sus efectos). Las palabras de la elfa pelirroja se elevaron junto a la corriente.

Mi señora del infortunio, dama de la oscuridad que en las tinieblas mora. Tú, que desde el otro lado del espejo quebrado observas el mundo y lo juzgas, dame tu bendición. Mi señora condenada, conviérteme en tu augurio y arrastra hasta nosotros a esa desafortunada criatura...

La criatura, todo curvas, apareció. Y se avino a un pacto. Ahora, quedaba esperar que consiguiera la información.
Despertó con resaca y temblores. La noche anterior se había pasado con el negro amargo y con el dolor líquido para dormir, y aún así había pasado en vela mucho tiempo, tiempo para pensar en huesos rotos, capuchas sin rostro y preguntas que no lograba retener.

Tenía que ordenar la cabeza. Tenía que recuperar el control de “algo”. Y, vistos los enemigos que se estaba haciendo y que no sabía cómo eliminar, tenía que saldar un viejo pacto que la lastraba. Pero primero urgía transmitir la información en aquella carrera contrarreloj. Voló a Argluna.

El paseo con Elminster arrojó algo de luz sobre la forma en la que habían accedido los orcos a Sundabar, y el papel que habían tenido los gnolls de Quilmeash en el proceso. Los esbirros del maldito liche seguían molestando incluso con su líder re-muerto. El mago cumplió también parte de sus promesas con material que sería de utilidad para el futuro.

Ella correspondió con su información. Advertencias. Informe de situación sobre Sundabar. EnThur y la Sombra. Y, reticente, levantando la última carta que había mantenido guardada, le habló de los tatuajes.

Una extrema curiosidad se despertó en su interlocutor.

Ah, sí. Lo percibo –el mago puso su mano en la espalda de la joven–. Sutil. Muy sutil. Dudo que sea obra de un orco. ¿Un nombre desconocido como EnThur lo ha hecho? Los glifos así llevan olvidados por más de 1500 años... Y es... intrincado. Bello. Elegante. Armoniza con...

El anciano apartó la mano sobresaltado.

Seda, vuelve en una dekhana ¿vale? Tengo que consultar unos pergaminos antes que nada. O mejor… que sea media dekhana. Sí, sí, mejor, media…

La mujer le miró con suspicacia.

Elminster, ¿qué me ocultas?

Tranquila, no será nada –le sonrió nervioso–. Pero no te olvides, ¿eh? Media dekhana.
No sería nada. Si Elminster lo decía, no sería nada. Había parecido convincente. Media dekhana. Le daría tiempo a arreglar sus asuntos.

Salió de la capital, y apareció con un portal y un saltito en la villa de Cumbre. Y tomó aliento al entrar en el Cabildo. Jarol siempre era un reto y ahora tenía que conseguir algo de él. Retirar un alma del tablero de juego. Volver a tener al menos eso bajo su control, en su mano.

¿En tu mano, dices? –le preguntó Jarol, sonriendo y mirando los dedos recién regenerados.

Maldito sabelotodo. Le salvaba que no besaba mal.
Media dekhana. Tenía que esperar a su reunión con Elminster. Tenía que esperar el regreso de su “informante”. Tenía que esperar los informes con el trabajo de Jarol. Tenía que pasar el tiempo y encontrar alguna forma de no pensar demasiado en lo que había sucedido en Sundabar.

Incursiones a la Infraoscuridad. Noches en Villanieve. Negro amargo y dolor líquido. Evitar preguntas incómodas. Esperar. Odiaba esperar, pero ¿qué más podía hacer?

Lothar le lanzó un tapón de cerveza a la cara sacándola de las brumas de la borrachera. La Rosa. Seguía en La Rosa tirada en los cojines, y aquella noche se le había ido la mano pero bien.

Si quieres matar a Valen EnThur –le decía el guerrero tuerto–, piensa con frialdad. Yo tengo mi espada para ocuparme de cualquiera. Piensa en lo que tienes tú.

Jodido Lothar.

Y no tengas demasiada prisa en cobrar o lo perderás todo, chiquilla. Siempre te pisas a ti misma por correr más rápido de lo que puedes permitirte.

Para ser alguien que quería un encuentro suicida con Talonar, no le faltaba razón.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Finalmente alguien abrió el saco y vació el contenido....

... Orejas cortadas comenzaron a caer al suelo.

Algunos rechinaron los dientes.
Otros aferraron con fuerza la empuñadura de su arma.
Pero pocos miraron hacia la ciudadela de Sundabar.

Como sabían, parte de la población permanecía en lo alto de la ciudad. Otros estaban con los orcos.

El asedio era la opción inicial para minimizar bajas.

¿Y ahora?
¿De quien era al culpa?
¿De los orcos? ¿De quien había ignorado las medidas de la Liga?
****************
En lo alto de la muralla el gran orog observaba a la niña descender.
Alzó la mano recordando la orden de no atacar cuando vio a los soldados acercarse, traspasando el limite de las hogueras.
Siguió con sendos ojos el desarrollo y como abrían el saco.

- Espero que con eso oigan el mensaje. - Dijo mientras se giraba y descendía de la muralla.

Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Un leve ajetreo en el piso superior.
Con un resoplido se encaminó a las escaleras que ascendían.

- Necesito verlo. Apartaos y dejadme pasar. - bramaba un Chamán Muchasflechas.

Dos oros impedían su avance, sin más rudeza que la de interponer los ejercitados cuerpos como mera barrera.

La puerta se abrió y cruzó tras agacharse.
- ¿Qué sucede?

El ajetreo se terminó instantáneamente ante la ronca voz de Talonar.

- Mi señor, ha terminado. - Dijo el chamán aún tratando de abrirse paso entre los dos orogs.

- Sitio - Ante la simple palabra los dos se hicieron de lado dejando al chamán pararse delante.

- Ha terminado. Ha terminado.

Talonar alzó una mano.

- ¿Quién?

- El Humano ha terminado. Están listos.

El rostro del gran orog sonrió.

- Entonces que procedan. Cuanto antes. Avísales inmediatamente.

Dio un par de fuertes palmadas.

- Hora de reunirse.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Los cuervos alzaron el vuelo.
Los esqueletos se perdieron entre las nubes rumbo al Norte.
Los orcos jalearon a sus monturas, regresando a lo profundo del desierto.
El gran Orog abrió la puerta de una patada mientras ajustaba la cincha del gran espadón.
Alzó ambos brazos y vociferó:
- HA LLEGADO EL MOMENTO. SI NO ENTIENDEN QUE ESTA ES NUESTRA CIUDAD AHORA. REGAREMOS LA TIERRA CON SU SANGRE. ¡PREPARAOS, HIJOS DE GRUMMS!
- Nadie de la infantería se ha hecho responsable de ese disparo, Comandante.
El hombre se frotó el puente de la nariz concienzudamente.
- Un disparo así es imposible, Teniente.
- Pues esos ballesteros han demostrado ser capac...
- ¡Señor!
- ¿Qué sucede?
- Las Puertas, Señor. Se están abriendo.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

SUNDBARR.

Las puertas se abrieron y cual marea negra los orcos descendieron por la loma.
La Liga cruzó el puente y aprestó posiciones mientras la caballería de la Legión cargó en la primera linea.
Adbar aprestaba martillos y escudos. Secundados por Caballeros de plata.
Con habilidad y eficiencia, los ballesteros de Febarr causaban una lluvia.
Magos y clérigos atendían los diversos puntos.

Y metro a metro, golpe a golpe... sangre de unos y otros fueron mezclándose y los cuerpos comenzaron a cubrir el suelo.

Una vez la primera ola llegó a los portones, la segunda comenzó a moverse, seguida por algunos aventureros.

La lucha en el Foso se cobró varias victimas de la Liga, varios enanos y humanos dieron su último halito de vida en el Puente.

Y la ciudad interior se abrió a ellos.

Las calles sucias de restos de limo se abrieron ante ellos. Los orcos salían de las casas y de casi cualquier esquina.

Horas más tardes... La ciudad se consideraba recobrada.

De la zona alta descendieron los refugiados.

Libres.

Varios centenares habían desaparecido.
Muchos seguían vivos en la zona baja de la ciudad.

El limo se había replegado.
Los orcos habían sido derrotados.




¿O tal vez no?
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Ktran
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Ktran »

Tambores de guerra, gritos, y el resonar del acero al combatir, eso nos alertó. La batalla por Sundabar comenzó.
Seda y yo (Delor) nos adentramos a Sundabar junto la milicia de Argéntea. Luché sin cesar, a pesar de que la urdimbre estaba descontrolada en el lugar, por suerte, el limo no estaba y pudimos avanzar.
Por unos instantes perdí a Seda, pero tras la batalla nos reencontramos. Gracias a su... digamos sentido extra, maldición o sea lo que sea que tiene su tatuaje, nos dirigimos hacia la sastrería de Luchiano.
Este se encontraba en el suelo… vivía, pero lo importante es que el portal por el que el famoso Talonar se había retirado, aún estaba abierto.
Aunque costó pude mantener abierto el portal… en ese instante se nos unió Lothar y dado que no teníamos más tiempo… decidimos entrar. Aunque supuso un esfuerzo, logramos cruzarlo bien…. y nos encontramos en el desierto.
Un salto bastante lejano… además de que dejaron un rastro que Seda rastreó, a saber que consiguieron llevarse de Sundabar.
Tras seguir el rastro, finalmente le encontramos… Talonar, la primera vez que veo a ese monstruo, sin duda para ser un orco, su tamaño es imponente, no hay duda de que tiene ayuda divina…
Lamentablemente Lothar… mantuvo una conversación en orco con él, la cual no entendí. Y sorprendentemente, a pesar de la tensión, el ambiente no estaba hostil, yo obviamente estaba alerta, pero no me apresuré dado que, la situación era muy extraña.
Seda parecía demasiado alterada por su presencia y ante la pasividad de Lothar, yo solo no podía hacer nada ante el… y a saber que trampas o artimañas tendría en caso de atacar directamente.

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Eso si… no le perdonaré llamarme mediano, cierto que mis conjuros han causado una impresión errónea… pero tal vez en el futuro Corellon me de las fuerzas necesarias para arrancarle el otro ojo que aún le queda.
Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

La toma de Sundabar

La noticia llegó a Nevesmortas veloz. Ingwe, Delor y Seda estaban en la fuente hablando cuando el rumor de que se habían abierto las puertas de Sundabar y se estaba disputando el dominio de la ciudadela llegó a los aventureros, con un gran interrogante.

¿Los orcos habían salido a pelear? ¿Por qué habían abandonado la seguridad de las murallas?

Fuera como fuera, Seda no quería perder la oportunidad. Quizás en la batalla pudiera encontrar a Talonar, tal vez en posición ventajosa. Sus compañeros estaban igualmente deseosos de combate. Así, cruzaron los tres a Fuerte Nuevo a través de un portal, avanzaron rápidamente hacia el norte de Sundabar y encontraron el paraje de la batalla.
Definiendo con sus cuerpos el progreso de las líneas, los soldados de la Liga Argéntea mezclaban su sangre con los orcos en las murallas de la ciudad, avanzando paso a paso en oleadas. Ninguna ayuda era rechazada. En el caos del combate, Ingwe se perdió en la batalla, concentrado en colaborar con la lucha. Delor presionaba también, determinado a matar cuantos orcos pudiera con el afán que sólo los elfos ponían en ello. Y Seda, por su parte, se concentró en hacer caso omiso a las recomendaciones de Elminster...
Apenas siete días antes, el viejo mago se había reunido con Angela y con ella tras la media dekhana que había pedido para investigar. Un involuntario Ransell, apresado por la Orden de Caballeros, fue llamado a la reunión, en la que no faltaron improperios y recriminaciones cruzadas.

Me temo que son noticias preocupantes –comunicó el mago, colocándose bien los anteojos cuando se pudo hacer oír–. Los textos de la Cámara de los Sabios arrojaron algo de luz. Los siete pinchazos añadidos… no eran un líquido normal. Aquello era un ser vivo.

La revelación fue como un puñetazo mezclado con asco y unas ganas inmensas de arrancarse la piel rascando. Igh. Hasta Ransell quedó callado.
Seda permaneció una dekhana con Elminster invitada en Argluna sin posibilidad de decir que no. Si hubiera querido escapar -no es que lo hubiera intentado y no hubiera podido, por supuesto- el mythal la hubiera tenido retenida. Los días pasaron así mientras esperaba noticias y transcurrían interminables horas en el laboratorio del mago, estudiando el tatuaje. Recordaba las palabras de Lothar para no devorarse las uñas. Sangre fría. No tener prisa en cobrar. ¿Qué tenía ella para enfrentar a sus enemigos? Por ahora, sólo piezas de información. Necesitaba más. Necesitaba esperar.

Seda odiaba esperar.

Finalmente, una tarde paseando por los jardines del palacio, E. le dijo que podía marchar.

Seda, no puedo hacerle nada al ser que llevas en tu espalda sin dañarte. Lo que sea el ente parece reaccionar a la Urdimbre externa y usar el tatuaje para protegerse. Desconozco también cuánto o cómo pueden usarte, pero indudablemente es una de las funciones.

“Ese glifo… establece un vínculo que alguien sin conocimientos de Urdimbre no puede activar. Pero eso sólo son las primeras capas de la Urdimbre, bastante visibles y puestas llamativamente, cumpliendo con esa misión de espionaje. La simplicidad del diseño inicial es para que no se ahonde. Las capas más profundas no parecen estar activas. Y al menos no parecen ser algo que un chamán orco pudiese dilucidar... Sinceramente es un diseño brillante si su finalidad no fuese... la que sea. Por Mystra, ese EnThur tiene que salir de alguna escuela o similar…”


¿Y ni siquiera matando a EnThur o Talonar podría librarme de ello?

Puede ser… quizás matando al caudillo, sí. Él parece estar vinculado de alguna forma.

El mago continuó explicando.

“En cualquier caso, te recomiendo encarecidamente que extremes las precauciones y que procures mantener parte de tu atención a sensaciones provenientes de tu espalda. Quizás un cosquilleo. Quizás una sensación de frío o calor.. La activación, aunque sutil, deberías poder notarla si te mantienes enfocada. Y si notas eso, mide y comide lo que ves, oyes o dices y... preferiblemente... actúa con naturalidad. Ah… y no uses alocadamente tus habilidades con la Urdimbre para activarlo, si es posible.”
En las puertas de Sundabar, mientras los soldados avanzaban y sus compañeros peleaban contra los orcos rezagados, Seda apretó los puños, recurrió al poder que albergaba aquel cuerpo y usó sus habilidades con la Urdimbre para activar el tatuaje. Comenzó a arder otra vez. Comenzó a buscar a Talonar en la ciudad a través de las llamas. Joder, aquello siempre dolía.
¡Seda! ¿Estas bien? –preguntaba Delor, preocupado.

Seda estaba sin embargo viendo una casa de Sundabar. Allí, Talonar y una media docena de orogs cargaban pesados sacos a las espaldas, mientras un chamán estaba terminando de abrir un Portal. Entonces, Talonar se giró y la miró.

Es hora de viajar, Palomita. Pero nos veremos antes de lo que esperáis…

Que le follaran. Buscó un detalle, una orientación y, entre el fuego de las visiones, halló unos maniquís.

Ya sabía dónde ir.

El fuego se apagó, y comenzó a cambiarse la túnica otra vez chamuscada e inservible.

La sastrería, Delor, tenemos que ir a la sastrería.
El combate fue intenso, soldados de la Liga Argéntea peleaban contra orcos de diversos clanes en las calles de la ciudad interior, sin limo alguno por ningún lado. Seda se separó de Delor, reencontrándose poco después, malheridos, pero avanzando hacia su objetivo.

Lothar estaba también allí. Entraron en la sastrería con una patada en la puerta para encontrar a Lucciano tirado, medio muerto de cansancio y agotamiento.

No... más. Dormir... necesito... Ya he... acabado… –gemía desde el suelo.

Junto a él, la Urdimbre se agitaba con los restos de un Umbral. Delor contempló el portal, tanteando las vibraciones mágicas residuales, concentrado en los haces que se estaban terminando de cerrar.

Podemos cruzar, Seda. Pero va a un lugar muy lejano del plano material… no sé dónde…

Seda miró a Lothar. Luego a Delor. No podrían con Talonar si se desataba la lucha, pero podían intentar averiguar dónde estaba. Qué se habían llevado. Y le debía a Lothar la oportunidad de hablar con el orog.

Yo voy.

Es ahora o nunca.

Con un último esfuerzo, justo antes de que las hebras colapsaran, Delor canalizó hacia el portal, forzó las leves grietas que quedaban y abrió una oquedad lo suficientemente amplia para cruzar.

Lothar suspiró y asintió.

Va a ser un por culo tener que volver después.
Les golpeó la arena arrastrada por el viento cálido del desierto. Aparecieron en dunas revueltas por las energías del portal, pero todavía quedaba un rastro visible que poder seguir. Seis pares de pies orogs cargados, unas más ligeras (posiblemente el chamán) y los grandes pares de botas de Talonar.

El camino se volvió reconocible conforme avanzaban, comenzando a notar pronto la sed provocada por el calor. Era difícil olvidar las rocas que abrían camino a las ruinas de Hlóngadazh cuando uno las había pisado y peleado con sus habitantes. Estaban en una de las ciudades perdidas de Netheril, y en uno de los lugares más peligrosos en los que podían estar. Y cuando Seda notó el frío en la espalda, extendiéndose por su cuerpo, supo también que Talonar estaba con ellos.

Ya no había argucia posible.

Sólo querías hablar, ¿no, Lothar? –preguntó muy despacio–. No haremos ninguna locura allí dentro.

No lo sé. Si quieren luchar lucharé. No sé si consideras eso una locura… Aunque tampoco sé qué esperabais encontrar cuando cruzásteis. Creo que eso ya era una locura en sí… –se rascó la barba, pensativo–. Pero dejo esto claro: cuando digo que no tengo intención de luchar, es que no la tengo, y si iniciáis la pelea con Talonar, no voy a meterme.

Seda asintió. No iban a tomarles desprevenidos, no tenían capacidad para acabar con el orog, Lothar no iba a participar en un combate… sólo le quedaba asegurarse de que salían de allí con vida con más información que al entrar.

Esperaba que Talonar hubiera captado el mensaje.
El frío no desapareció del tatuaje, como un escalofrío permanente o un arco apuntando en su nuca. Cuando Talonar apareció en un cañón, Seda se cubrió tras una roca, invisible, intentando no llamar la atención. Le costaba un esfuerzo enorme contenerse, pero el objetivo de aquel día no era luchar. Delor permaneció junto a Lothar, rezumando Urdimbre por todos sus poros y contemplando al orog con desprecio. Al final, parecía que el que más ganas tenía de agitar el estoque era el elfo, que había conjurado todas las protecciones que tenía para el combate.

El orog arrojó a un lado como si fuera un palito un ariete roto que llevaba en la mano y se giró hacia ellos, despreocupado.

Palomita dice que quieres hablar. No tengo mucho tiempo. ¿Qué quieres, humano?

Bhahuranha ro rha tazru ko ohog k kkatu. k Umu to Khrg. ¿Og zaohnu?

Lothar inició su conversación en la gutural lengua de los orcos, que rechinaba a Delor en lo más profundo de su ser. Seda intentaba aparentar incomprensión, al tiempo que bendecía a Sannish por haberle enseñado los rudimentos de aquel idioma tiempo atrás.

No podía atacar, pero escuchaba. Un mensaje que Lothar quería enviar, un ojo que recuperar de Gruumsh. Una demostración de fuerza. ¿La Guerra debe suceder? ¿Lothar también estaba con esa cantinela? Y algo que impedía al guerrero luchar más allá de su voluntad. Interrogantes que se sumaban.

También observaba. Con su ballesta como eje, tomó nota mental del equipo roto y abandonado, y las huellas numerosas de orcos y monturas avanzando hacia el norte y lo profundo de las ruinas de nethereses. Huellas entre elevados peñascos que, lamentablemente, no podía arrojar a la cabeza del orog.

¿Pretendes algo, Palomita? –dirigió el rostro hacia donde estaba, a pesar de su invisibilidad. Claramente veía lo que ella miraba.

Ser un dolor de muelas hasta que me quitéis lo de la espalda o estés muerto. Lo primero que pase.

Tranquila, llegará el día en que todo acabe para uno de los dos. Pero ese día, dudo que sea hoy.

Cuando Lothar terminó de hablar, en tensión, con el elfo y el orog cruzando bravatas y evaluándose mutuamente, se separaron al final del Elegido de Gruumsh, pero hasta cruzar a Nevesmortas la presencia de Talonar les acompañó.

La oportunidad, efectivamente, no se había presentado aquel día.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Hace unos meses...


El ser reptiliano avanzaba de un lado a otro de la sala.
No paraban de llegar visitantes a las ruinas. Dragones, aventureros, residentes del desierto.
Dio un lanzazo al frente con furia en el momento que escuchó el chisporroteo proveniente de la estructura.
Se acercó dispuesto a presentar combate mientras emitía un grito de alerta.
Una mano enguantada en metal aferró la lanza de improviso mientras otra gran mano aferraba el cuello del reptil y lo alzaba en el aire.

- Te noto nervioso, Assabi. Cuentame cosas. - Dijo la resonante voz mientras dos ojos de distintos colores le observan con interés.


Poco más tarde de un par de minutos después, Assabis y Lamias entraron en la gran cámara.
En el suelo reposaba una lanza, un charco de sangre verde, un cuerpo de assabi y a unos metros de distancia una cabeza llena de restos de una especia de baba negruzca...



Ayer...



El roce de la arena contra la piedra acompañaba el inicio del chisporroteo.
Se había vuelto algo casi rutinario.
En ocasiones, se trataba de sangres caliente buscando reliquias y tesoros.
Sin embargo, la mayor parte de las veces era El Visitante.

Aparecía erráticamente en el tiempo. A veces un par de veces a la dekhana.

La lamia alzó una mano y los Asabis se pusieron en formación.
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A través de la energía blanca azulada que se arremolinaba en la estructura, surgió una figura humanoide, ataviada con una armadura de cuero negro, de elegante hechura y adornada con filigranas y algunas gemas.

- Bienvenido - Dijo la lamia mientras aferraba el bastón coronado con un orbe y una garra de dragón. - No hay mucho que contar est...

La voz ruda y casi gutural cortó a la lamia.

- No buscamos información sobre los eventos de estas tierras hoy. Traigo unas exigencias que debes cumplir.

Los asabis y otras lamias se removieron airados. Siseos y rumores bajos se escucharon... "Exigencias".
Con un golpe de bastón en la piedra del suelo regresó el silencio.

- ¿Qué tipo de exigencias?

El orco sonrió dejando un pequeño cofre y un pergamino en el suelo.

- Apresuraos en cumplir. Pronto regresaremos a reclamar lo que nos corresponde.

Sin preocupación, giró sobre sus talones y cruzó nuevamente la energía blanco azulada.
La cual... cesó tras su paso.

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Daan
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

La esfera

Hace unos meses, tras la liberación de Sundabar…

Gregor, Delor y Seda entraron en la casa que había ocupado Talonar antes de recuperar la ciudad. Era una mansión en la zona rica, de cuyos dueños no quedaba rastro alguno, y que sin embargo sí mostraba la ocupación de los orcos por las habitaciones sin reparos en el uso de sus lujos y los libros se amontonaban en la que había utilizado el propio orog. Incluido uno con el hueco de una llave que había sido sustraída.

Enfrentarse al sótano fue sin embargo más difícil. Allí estaba la mesa de tortura, casi todas las herramientas, el foso hacia las alcantarillas donde los limos devoraban los restos de los que habían pasado por allí sin salir con vida, y una macabra colección de calaveras.

Fue entre los cráneos donde la encontró. Redondita, brillante. Una gema como nunca había visto. Cuando la recogió, y los tres estuvieron seguros de que ya no había nada más que obtener de allí, Seda dejó que el ácido devorara todo lo que contenía esa sala liberando por fin su ira.

De aquel lugar no quedó nada.



Pasaron semanas y la gema seguía siendo una incógnita. Korissa y ella la habían examinado, y pocos joyeros de La Marca podían presumir de ser mejores que ellas. Aquella pequeña perla translúcida no había sido tallada por mano alguna, ni se parecía a ningún mineral que conocieran. Pero sí que era una gema presta para recibir su encantamiento, algo para engarzar.

Si Lucciano había pasado todo el sitio de Sundabar fabricando armaduras a medida, no era descabellado pensar que aquellas esferas decorarían el equipo de sus elites.

Así, cuando Seda se encontró con Yerilian, conocido maestro encantador, le abordó con la mejor de sus sonrisas. Él era consciente del peligro de Talonar, y no se opondría a examinar la perla…
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Rato después, Seda canalizaba urdimbre sin control sobre el altar de la tienda de Riam empecinada en llenar de magia una gema que era insaciable. Yerilian, que dirigía el encantamiento, había cesado en sus intentos… ¿Por qué había parado? ¡La gema admitía más!

Seda recibió un golpe, pero no rompió su concentración. Seguía imbuyendo como una corriente sin freno, aunque también era la gema la que estaba absorbiendo por su propia cuenta, como un pozo sin fondo. Seda se empeñaba en continuar, ¡no iba a poder más una maldita canica que ella!

Entonces alguien la agarró por la espalda. Ella se defendió, se cortó la canalización. Khorver había entrado rompiendo la ventana de Riam y Yerilian le gritaba que hiciera algo, que la placara. ¿Pero qué estaba pasando? ¿Por qué la atacaban?

—La gema de Talonar... ¡Aún podía cargarse más! —protestó Seda.

—¡La urdimbre se ha plegado alrededor de la gema y la absorbía sin control! ¡El propio tejido mágico!

—Prefiero que no explotes la villa, chica —señaló Khorver a su vez.

Discutieron. Yerilian portaba la gema en un guante quemado por la canica inestable. Seda reclamaba el objeto. El elfo se negaba y Khorver quería enterarse de lo que pasaba, y estudiar con sus propios ojos la perla.

—Creo que me la quedaré un tiempo y pensaré que hacer con ella —zanjó el elfo, finalmente convencido—. Nunca había visto un poder mágico tal…

—Yeri, dame la gema… No puedes quitármela, hay que investigar…

El elfo miró a ambos.

—Y eso pienso hacer. Creedme, lo hago por vuestro bien.

Y desapareció en la brecha de un portal a algún lugar desconocido.

Seda le gritó, aunque ya solo había un espacio vacío al que gritar.

—¡YERILIAN! ¡SERÁS MAMÓN!
Última edición por Daan el Mié Jul 06, 2022 10:08 pm, editado 1 vez en total.
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Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »


El ruido de los tambores resonó día y noche por varios días.
El clan se preparaba para combatir... o huir.
Las barricadas se montaron y los grupos de Ugrezh se arremolinaron en puntos estratégicos.

Y así los días pasaron.
Hasta que cesaron... y la gente de Nevesmortas miró con alivio o preocupación hacía el Oeste.




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Los tres guardianes cayeron en pocos instantes mientras Ugrezh se alzaba de su trono.
- ¿QUIEN ERES TÚ? - gritó echando mano al hacha.

El orco sacudió las espadas cortas llenas de sangre y alzó una hasta los labios.
- Ssssh. Sin gritar, reyezuelo. Soy Taark... ¿y qué es esta bienvenida?

- ¡La que merecéis! -dijo el rey alzando un tubo y un pergamino ya maltrecho.

El orog envainó sus armas y se acercó...

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Los tambores resonaron rítmicamente unos minutos, hasta que volvió el silencio.
Los Ugrezh volvieron a sus puestos mientras el Rey y Taark se encaminaban corriente abajo.
Un portal se abrió para ambos.
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Lejos de allí, al otro lado del portal.. en un momento donde una figura se infiltró a través de los restos del Portal... un rayo se materializó golpeando a uno de los allí reunidos.

- Ah, la Paloma. Siempre tan incordiante. - el gran orog hizo un gesto y otra figura se acercó al herido, se agazapó junto a él y comenzó una salmodia a Gruumsh.

El Rey tomó aire nuevamente mientras la herida en el cuello se cerraba, dejando la cicatriz de un acido que la había corroído.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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