La historia de una bribona
Una niña perdida en las calles de Sundabar lloraba abandonada, hasta que un semiorco se acercó a ella, tomándola de la cintura para levantarla del suelo y mirarla mejor. No se sabe si sería el color rojizo de su cabello o de sus azules ojos llorosos, pero Kurt el semiorco, empezó a cuidar de ella a pesar de vivir en las calles cómo poco más que un mendigo o maleante, ganándose la vida de cualquier forma y así educó a la niña humana, que no tenía ningún recuerdo anterior a ese estilo de vida, ni quienes podían ser sus padres o porque la dejaron sola en aquella ciudad.
Aunque Kurt le enseñó mientras crecía a ganarse la vida cómo una maleante, aprovechándose de que era una niña para que realizara algunos hurtos o entretuviera a adultos, siempre la protegió lo mejor que pudo y los años fueron pasando, y con el paso del tiempo a veces la guardia pilló a la chica joven que iba creciendo, pasando algunas noches en las celdas de Sundabar.
Juntos sobrevivieron a esa mala época pero así cómo la chica crecía e iba desarrollando su belleza, atraía a veces miradas de borrachos en los callejones de la ciudad. Hasta incluso una vez Kurt tuvo que darle una paliza a tres humanos con sus propias manos que intentaron aprovecharse de la chica. Lo que también le llevó a pasar una pequeña temporada en una celda, más aún siendo semiorco.
La chica, a la cuál Kurt llamó Sara, tuvo la idea de robar a un mago de la ciudad, ya que siempre le veía ostentoso cada vez que pasaba por las calles e ideó un plan. Las cosas no salieron cómo tenía planeado y el mago la pilló cuándo además de su bolsa, tomó un denso libro que llevaba con él, su grimorio. Nunca había corrido tanto en su vida y buscó refugio en las alcantarillas dónde pasaba tiempo practicando con Kurt y dónde buscaban refugio. Le contó al semiorco rápido lo que había pasado, así que tomó la bolsa de oro del mago y se fue a la entrada de las alcantarillas. En ese momento, Sara no sabía que era la última vez que vería a quién la crió, su mejor amigo, mentor y lo que le podía llamar un padre. Pues se entregó cómo responsable del robo, lo que a la guardia le sirvió, dándole una fuerte paliza antes de llevárselo a las celdas. Una vez allí le sometieron a muchos interrogatorios preguntando por la chica que no llegaron a identificar, pues solo la habían visto de espaldas, pero él jamás dijo una palabra, nunca traicionó a Sara.
Mientras eso ocurría la chica empezó a leerse los pergaminos, documentos, del arcano, aprendiendo rápido sobre ellos, sin apenas salir de las alcantarillas, dejando que las cosas se calmaran. Hasta que incluso pasó más de un año del suceso, ella ya había aprendido a leer la magia de los pergaminos y elaborar algunos sencillos trucos, aún sobreviviendo con la incertidumbre de dónde estaría Kurt. Lo peor fue cuándo los orcos se hicieron con Sundabar, que no pudo salir en ese tiempo del fondo de las alcantarillas, alimentándose de ratas y cosas peores hasta que sin más, se fueron. Un día decidió dejar de vivir escondida y en el pasado. Nadie recordaba el incidente ya, ni tampoco a Kurt excepto ella, que se dirigió a Nevesmortas para iniciar una nueva vida, con las promesas que traían los aventureros de allí sobre tesoros y riquezas.