Los orcos que están por venir

La fuente es el lugar donde todos los acontecimientos de la Marca son comentados. (Foro "on-rol" del servidor)

Moderadores: DMs de tramas, DMs

Alliranthe
Tejón Convocado
Tejón Convocado
Mensajes: 14
Registrado: Vie Sep 02, 2022 8:04 pm

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Alliranthe »

Imagen

Imagen



Música ambiental:



Creo que en estos instantes puedo permitirme escribir unas pocas líneas, aunque a mis ojos les cueste abrirse para tal cometido, necesito de algún modo expresar todo lo que estoy experimentando en estos instantes junto a mis compañeros, desfallecidos finalmente a mi vera y mi persona derrumbada junto a ellos. Mi mano a penas puede sostener la pluma que empuño para explicar por lo que hemos vivido, pero intentaré ser concisa.

Felbarr está sumida bajo el yugo orco que tiempo atrás, hace escasas lunas, en el evento que yo misma presencié, había tomado el control de la fortaleza enana, llevándose no sólo parte de la conquista de este territorio, sino la muerte de su amado rey y esa fuerza que arraigaba en el pueblo. Debido a nuestra entrada en Felbarr para su rescate mediante un portal abierto, acudimos en su grito de auxilio, pero no fue suficiente y parte de esa horda de enemigos accedió a través de dicha brecha causando estragos en Nevesmortas, villa inicial en donde comenzamos.

Tras ver con nuestros propios ojos cómo el rey Eremus fue ejecutado a mano de uno de los cabecillas enemigos, comprendimos el duro golpe que asestó a la moral general, convirtiéndose en una victoria parcial que hizo eco y mella en aquellos quienes ofrecimos ayuda pero sobre todo en sus gentes... De ningún modo significaba el fin de esta guerra, que pronto estallaría con mucha más intensidad, pues los orcos avanzaban y se expandían en sus inmediaciones.

Debo admitir que en pocas ocasiones he presenciado un combate masivo, pero eso no me detuvo en mi decisión de partir de inmediato a la fortaleza y retomar mis pasos hacia la misma en pos de ofrecer mis dones, Madre sonríe siempre y allí acudiré portando la luz cálida de su palabra y obra, Felbarr no estará sola.

Con amabilidad, Durevenrald se ofreció como guía y batidor en esta encomienda, siempre está ahí cuanto más le necesito y agradecida acepté su compañía grata. Gran Colt también se unió como escolta, su nombre parece ensalzar realmente su naturaleza caritativa. Y Eolas, un hermano gentil guiado por la senda de Madre, no dudó en ser partícipe, ambos reunimos plantas varias, vendajes, ungüentos y viales para actuar como sanadores. Esperando que fuera suficiente, prestos decidimos tomar un carromato hacia Sundabar y desde allí continuar a pie hacia la fortaleza, pues no sabíamos si otras patrullas enemigas vigilaban estos caminos cercanos.

El destino es curioso en su capricho y quiso depositar a un tercer sanador entre nosotros, se hacía llamar Wotan, y al escuchar nuestra historia y empeño decidió acompañarnos por senderos que ascendían a las montañas del norte, hogar de gigantes y ettins que amenazaban en nuestro avance pero gracias a nuestros custodios pudimos darles esquiva y por fin llegar a lo alto de la entrada al primer fortín de Felbarr.

Temíamos que los enanos fueran reticentes con nosotros, pues sus filas mermaron y mostraban un agotamiento extremo y aflicción en sus facciones. Fue de nuevo, Durevenrald quien fue nuestro portavoz para con ellos, explicando nuestra misión, pero para mi sorpresa los maeses nos cedieron paso al abrir sus grandes portones y aceptando. Dentro de sus murallas podía admirar el desolado ambiente que batallas anteriores habían provocado, no advertíamos a vigías en sus puestos, a excepción de los pocos en sus puertas ya mencionadas. En los establos, tan sólo se encontraban animales desnutridos y casi abandonados, dentro de sus respectivos habitáculos, creo haber visto a Eolas tomando algunas bayas para ellos.

Atravesamos la salida por un camino angosto y serpenteante, por encima de las cumbres que separaban el fortín y de la misma Felbarr, engullida en la oscuridad profunda que la noche de aquel día nos proporcionaba, a excepción de algunas luces titilantes en su lejanía, antorchas probablemente, seguramente el resto de ellas se hayan extinto por el temporal y azote de los vientos, llevando consigo una alta nieve copiosa.

Pese a mi visión, no pude distinguir lo que las colinas deparaban a nuestros laterales o donde Durevenrald y Gran Colt se habían adelantado. De pronto, algo atravesó el aire con un zumbido agudo y noté el impacto de un proyectil en uno de mis antebrazos, retrocediendo a duras penas a un saliente que me permitió ocultarme y a Gran Colt atenderme ante mi estado y shock pronunciado. Eran orcos, un grupo pequeño, pero apostados en un nivel alto aprovechando su gran visibilidad, pude advertir que estaban en nuestra anterior diestra en los caminos y el resto pudo abatirles afortunadamente. Cuando pude percatarme, Gran Colt ya había hecho cerrar mi perforación sin problemas y el dolor había desaparecido, pero la sangre en mis atuendos aún permanecía y su olor profundo inundaba mis sentidos, estaba asustada, pero emprendimos la marcha de inmediato, no quedaba mucho para llegar al puente colgante próximo y una villa bajo este en un desnivel inferior.

Durevenrald de nuevo avanzó oculto entre las sombras para asegurar nuestro paso, pero este se interpuso en el puente impidiéndonos avance alguno y señalando la villa anteriormente mencionada, advirtiéndonos con un susurro, que esta estaba atestada de orcos que habían tomado la zona y decidimos aprovechar los viales de invisibilidad con la intención de no ser vistos y evitar confrontamientos. Pero no pude evitar mirar abajo y observar con horror que era cierto, el enemigo resultaba una plaga destructora que arrasaba todo a su paso, tan sólo dejando muerte y vacío. No vimos superviviente alguno y esperaba realmente que no lo hubiera entre dicha maraña de crueldad.

Alcanzamos las minas por fin, un pequeño hueco y entrada en una de las paredes de la montaña a nuestra siniestra, el camino finalizaba y bifurcaba allí o en unas escalinatas que ascendían hasta la última entrada y principal de Felbarr, situadas a nuestra diestra. Sentimos curiosidad por ver si los mineros estarían a salvo, pues un silencio sepulcral reinaba en sus entrañas, bisbiseándonos para convencernos e invitarnos a entrar, no obstante negamos, no, había que continuar con la misión y subimos los peldaños escarchados hasta lo alto.

De nuevo dos guardias se encontraban a la espera, siempre con sus armas al ristre y con el cansancio acumulado durante días sobre sus hombros. Al igual que los primeros, nos preguntaron a cerca de nuestras intenciones y repetimos estas, aceptando de buen grado cualquier ayuda que podríamos aportar. Por último alegaron que la plaza central había sido organizada de forma improvisada como una zona para antender a los heridos y aquellos muertos que con cada batalla dejaban atrás. Ya teníamos dónde comenzar, pero antes pregunté a cerca de la mina próxima y sus trabajadores, las buenas nuevas llegaron y pudieron evacuar de inmediato sin pérdida alguna, pero no sólo eso, añadieron que el rey Eremus estaba vivo y que sus sacerdotes habían logrado regresar su alma de entre los muertos, algo que alegró nuestros corazones y sin duda fue clave para que el ánimo de las tropas subiese como la espuma.

Ya en la entrada de la misma Felbarr, aquella habitual bienvenida que recordábamos, con antorchas cálidas junto al gentío que caminaba despreocupadamente por su estructuras empedradas, había sido sustituida por lamentos, algún que otro grito en alza y mandatario, lechos improvisados con todo tipo de prendas y yacientes cuerpos sobre ellos, algunos cubiertos por sábanas maltrechas con varios tipos de manchas impregnadas, la mayoría con oscuros tonos escarlatas. Allí era nuestro lugar para comenzar, organizar todos nuestros enseres y hablar con los sanadores y sacerdotes que estuvieran implicados para organizarnos, pero Durevenrald y Gran Colt tuvieron que marchar a la sala del trono para intercambiar algunas palabras con el rey Eremus. Quedé preocupada por ello, antes en los mismos portones se ofreció para acudir durante las batallas venideras, esperaba realmente que se quedase con nosotros en la plaza.

Wotan y Eolas fueron de mucha ayuda durante nuestra estancia inicial, se mostraban muy implicados en su labor y colaborativos, preocupados hasta el más ínfimo detalle, tanto incluso más que yo misma, ellos se molestaron en recoger algunas provisiones y alimentos, no sólo para los maeses que descansaban de sus heridas sino para nosotros mismos, quedé muy sorprendida y agradecida por su participación. Por fortuna, también pudimos disponer de ambos cuando tuve que acudir a la cámara del rey, momento en el que no tenía más remedio que dejar mis quehaceres para con los constantes heridos que llegaban a nosotros y tanto uno como otro retomaron sus puestos supliendo el mío, benditos enviados de Madre.

Durevenrald fue quien envió los deseos del rey, solicitando mi presencia lo antes posible para poder tratar su herida, aquella que el orco cabecilla le había infligido en su cuello. Junto con mi compañero nos dirigimos al lugar en cuestión, aferrándome a una de las muñecas del astado, nunca había visto a un rey o tratado con él ¿Cómo debía comportarse uno? ¿Y si no podía sanarle? No sé si podré hacerlo... Mis dudas se disipaban a cada paso que dábamos, estrechando la distancia lentamente hacia nuestro destino, fue Durevenrald con amables palabras quien me incitó a tener más confianza, siempre dije de él que era un Oso Guardián y lo mantendré, siempre relucía junto a mi persona como un candil cercano, mostrándome el camino correcto y velando mi bienestar. A penas me percaté que llegamos a la gran sala del trono y no tuve más remedio que desligar mis manos de él, pero supe que confiaba en mí y todos en aquella estancia.

El sacerdote encargado, me explicó con amabilidad que había intentado por todos los medios cerrar aquella herida que padecía, una sangrante que no cesaba de emanar y que se encontraba cubierta de vendajes cada vez más impregnados en sangre. Asentí comprendiendo y aguardé al noble gesto que el gran Eremus ejecutó débilmente con su mano diestra, invitándome sin habla alguna y así lo hice. Primero hablé hacia Eremus con todo el respeto que pude ofrecerle, que estábamos allí para otorgar calma a él y a sus gentes, esperanza en días tan aciagos, unas breves palabras antes de proceder y retirar sus vendajes con mis propias manos.

Me sorprendió que Eremus aún viviera, la fe de sus gentes e incluso la de su propio dios le mantenían consciente entre los suyos, devoción que no logró en parte subsanar del todo el mal que aún retenía en su cuerpo. Algo no estaba bien, advertí rastros oscuros por encima de la superficie de su herida sangrante, algo que no identificaba por mi escasa experiencia pero que no dudaría en intentar expulsarlo. Para comenzar coloqué las palmas de mis manos, sin llegar a tocar la misma, para determinar si se trataba de algún envenenamiento o incluso cualquier enfermedad, pero bajo las oraciones que entregué a Madre no pude detectar algo así... Tan sólo quedaba una posibilidad y es que dicha hoja, con la cual Eremus fue ejecutado, estuviera impregnada con algún tipo de maldición, pero no tuve tiempo para comprobarlo pues este había expirado, el resto del sacerdocio tenían que intervenirle en sus tratamientos diarios, no teniendo otro remedio que marcharme. Siento de algún modo que fracasé en mi cometido, pues la salvación del rey hubiera aportado más a la moral del pueblo, espero tener más éxito en el improvisado campamento, rezaré a Madre para que envíe fuerzas a Eremus y a su pueblo.

Y aquí continuamos tras tres días, donde creo que la última batalla ha finalizado o eso deseaba, pues aún sigo aguardando la presencia de Durevenrald, atravesando los seguros portones junto con Gran Colt, pero con temor a que acudan como un herido más o algo peor. Escucho vítores lejanos desde la plaza central a altas horas de la noche, no advierto al astro rey desde los días que ya he remarcado pero creo que mi sentido me indica que aún el manto nocturno y sus estrellas aún nos acompañan.

La algarabía de conversaciones y voces comienzan a aproximarse, mezcladas con sonidos metálicos y pisadas pesadas. Dejo mi escrito actual, debo saber si se encuentra bien, por fin han llegado.


Imagen
Última edición por Alliranthe el Vie Sep 23, 2022 11:41 pm, editado 2 veces en total.
Daan
Araña Terrible
Araña Terrible
Mensajes: 150
Registrado: Lun Dic 10, 2018 6:54 pm

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Música ambiental
Los ojos de la Tormenta

Argluna

Seda despertó cansada. Argluna estaba cerrada a cal y canto y Elminster había partido, así que consiguió sólo a duras penas que un guardia prepotente aceptara transmitir su mensaje a sus superiores. Así, que llegaran los conocimientos de Yerilian sobre las perlas explosivas de los orcos estaba en manos de otra persona, y además de una que le había caído muy mal y al que lamentaba no haber dejado sordo de una pedrada en el casco con los papeles.

Sin embargo, no podía parar a discutir. Que le follara al guardia un pez. Tenía que ser más rápida que los orcos.

Hurra, su hip hip hipogrifo, había descansado bien, por suerte. Era un buen chico. Así sobrevoló el Rauvin, entre el plano de las sombras y el real, invisible para los ojos. Y fue cuando vio la tormenta a lo lejos.

Algo no pintaba bien.





Las llamas de Puntalhuven

Los orcos trabajaban diligentemente en la ribera del Rauvin desmontando barcazas y haciendo tablas. Por fin había encontrado un grueso de tropas, concentrado en Puntalhuven y fabricando máquinas de asedio y preparando naves. Tontos no eran los cabrones: ni un árbol talado, ni un druida cabreado.

Sin embargo, aquel pensamiento fue fugaz. Una sonrisa temeraria cruzó sus labios, una rabia reprimida focalizó su visión. Por fin pudo hacer llover fuego sobre sus enemigos.

Sobrevoló dejando caer los frascos incendiarios sobre las estructuras, se alejó del alcance de sus armas, volvió de nuevo en rasante para dejar caer los frascos de fuego alquímico, hacer explotar las gemas imbuidas con su magia en bolas de fuego concentradas contra las catapultas, trebuquetes y parapetos.

Le brillaron los ojos viendo el hermoso fuego entre sus filas, y cómo los orcos huían a cubierto. O al menos casi todos. En mitad del pueblo, una gran orog con un estandarte a sus espaldas contemplaba todo. En la distancia, deseaba poder oír el rechinar de sus dientes, pero como estaba muy lejos, se conformó con imaginarlo.

No hubo bajas, con ello no contaba. Pero sí destrucción.





El caos duró el tiempo suficiente para que, a caballo entre las sombras, la invisibilidad y el silencio, Seda se adentrara en la villa para observar de cerca los estragos. Sin desearlo, la joven contempló también la diferente situación de Puntalhuven frente a los pueblos del Paso de Argluna. Aquí los cuerpos se amontonaban, pero los vivos estaban peor.

Le costó unos instantes de shock apartar la mirada, con asco e impotencia, de las atrocidades y diversiones de los orcos dentro de la población… con la población. Pero no todos estaban ociosos, y aquellos que no lo estaban, estaban alerta. Vigilando el cielo, vigilando su alrededor… vigilando todo menos el agua del Rauvin.

No fue complicado, con los conjuros correctos y aquella sílaba horrible, causar destrozos en los barcos, justo en una línea de flotación que descendería cuando los orcos fueran a navegar. Quizás las detectasen, pero tardarían tiempo en buscar todas y cada una de las brechas; o quizás no y se hundieran en lo peor de las corrientes.

Allí dio por terminada su labor, pero ella estaba tan cerca, tan soberbia, y las imágenes recientes eran tan crueles que contempló en su mano una de sus gemas especiales en el bolsillo.

Para los orcos, una fuerte detonación se escuchó junto a Pretora, pero las llamas no fueron lo suficiente potentes como para acabar con ella. Una figura de negro, encapuchada y haciendo ondear la capa se desvaneció mientras corría y saltó de cabeza al agua. Hachas y flechas parecieron hacer impacto, pero no apareció ningún cuerpo.



Las llamas de Yalanzhar

Llegó a Yalanzhar al anochecer, con la tormenta cada vez más cerca. Había cabalgado, mojada y dolorida, regenerando las heridas, durante largas horas esperando encontrar el último bastión orco que investigar. Sin embargo, cuando llegó Yalanzhar ya estaba en llamas.

Olía a sangre, cuerpos en descomposición y carne quemada. La Cocatriz Cacareante ardía, y los fuegos no habían cesado en días. Las fortalezas de la Legión, destrozadas, la población colgaba de los árboles. Yalanzhar era la viva imagen de la más pura desolación. Un motivo más para odiar a ese orog despreciable.

Sólo le quedaba una cosa por hacer.





Sentada, entre las llamas y cenizas de Yalanzhar, Seda se concentró en el hacha, el ojo y la espada que formaban el escudo del Gran Clan. La Urdimbre que recorría su cuerpo se entremezcló con la marca y, al activarse, una bofetada de imágenes de violencia la recibió. Una sucesión de muertes de Legionarios, aldeanos, hombres, mujeres, viejos y ancianos… Y la risa jovial y ronca de una orog que cortó el aluvión de horror. Y, en una nueva oscuridad, dos ojos, uno de cada color, la contemplaron.

—Buen informe.... ¿No te ha gustado, Paloma?

Tragó saliva, se hizo la dura. Localizarle era prioritario.

—Me ha decepcionado un poco, Taly. Esperaba tener la posibilidad de charlar contigo en persona.

—No es momento de charlas, Paloma. El trono de Alustriel me aguarda.

—¿Qué hace esta aquí? —preguntaba la orog, casi sonando en el oído de Seda.

—Ah, ¿ahora las reuniones son multitudinarias? Una pena que Taark, Cor-Zal y Balk-comosea no estén.

Talonar rió brevemente.

—Han cumplido sus menesteres... Así como otros.

—Dará igual. Yo me apuesto con los dados de huesos de tu hermano que no te quedan bien los vestidos de Alustriel.

Los ojos comenzaron a crecer en la oscuridad, y un escalofrío recorrió su columna mientras intentaba tantear y captar en aquel espacio oscuro una pista sobre su ubicación.

—Guardas recuerdos. Qué enternecedor, Paloma.

—No lo llames recuerdos, Taly —siguió provocando, fanfarrona y bocazas mientras los ojos crecían—, sino lo que son. Trofeos que pulí con las cenizas de los otros. De ti... me guardaré un ojo sumergido en negro amargo. Además, no me asustarás con ese viejo truco, escondido. Es magnífico que el nuevo rey de los orcos se oculte en vez de dar la cara…

Bicho se removió en su interior con temor, advirtiendo de algún peligro inminente "Daan, algo no me gusta...". Seda se preocupó, intentando reaccionar. El hermano. Si no encontraba a Talonar, quizás pudiera encontrar al hermano que faltaba. Buceó en la oscuridad, donde encontró uno... diez... cien... demasiados para contar... puntos y puntos de luz, con uno que brillaba mucho más que el resto en Khelb. Y mientras tanto, Talonar hablaba sereno.

—No necesito esconderme. El viejo mago ya ha estado ante mí, y ahora quizás sea él quien se esconda. En cuanto a ti… has sido una Paloma muy difícil de tratar.

El suelo tembló bajo ella. Seda intentó cortar rápidamente la conexión, pero le faltaban fuerzas. Mientras el ojo púrpura brillaba, unos dedos se consolidaban a su alrededor y Seda se vio sentada en una gigantesca mano.

Tragó saliva. Conjuró con todas sus fuerzas Urdimbre pura que dirigió hacia el ojo brillante mientras la mano se cerraba sobre ella.

—Recuérdalo Paloma... El Tiempo del Orco ha llegado…

La magia impactó contra el ojo, el ojo parpadeó, y Seda escapó por fin a una realidad donde estaba sentada y dolorida en el suelo, sudando y con la sensación opresiva y persistente de una mano intentando aplastarla. Siempre, siempre, se perdía por la boca.

Las horas habían pasado sin darse cuenta. La tormenta se cernía sobre ella. Sabía dónde buscar más información. Pero necesitaba descansar en algún sitio cercano.



El calor de Cumbre

Entró con un portal y contempló aliviada la actividad de Cumbre, que era normal aunque se viera afectada ya por la imponente tormenta, esa cosa extraña que se acercaba de forma constante a Argluna. La familiaridad del entorno fue un alivio inmenso tras las imágenes de Puntalhuven y Yalanzhar.

—Va a tronar fuerte, ¿eh? —fue el saludo de Jarol cuando entró en el Cabildo para hablar con La Voz.

Jarol no hacía nunca preguntas inocentes. Obviamente, sabía algo que quería que Seda supiera, y las dudas sobre su posible intervención en la guerra quedaron relegadas a un segundo plano, mientras las frases escritas en un viejo tomo de historia se hacían tan ominosas como las nubes.

—En definitiva... La Gran Tormenta de Auril. El orog quiere controlar el campo de juego, clima incluido. Así que abrígate. El tiempo se agota, la tormenta ya casi está encima… y la guerra por la Gema del Norte está por iniciarse.

Genial. Otro problema más. Seda agradeció el aviso de Jarol y se fue a descansar al Caldero. Una cabezada más, por fin en un lugar caliente y seco, y partiría, si la tormenta lo permitía, de nuevo hacia Khelb.



Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
--Talos--
DM
DM
Mensajes: 5655
Registrado: Sab Mar 12, 2011 6:34 pm
Ubicación: Ojeando desde el cielo tormentoso

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

- Por Mystra.. -se volvió hacia el inmenso orog- .. ¿qué has hecho? - repitió antes de desvanecerse.

Talonar se cruzó de brazos y aguardó los reportes. No contaba con que todo saliese bien, pero.. si lo suficiente.
Sin apartar la vista, vio como el bullicio en la Gema del Norte comenzaba.
La ciudad se aprestaba para el asedio... o algo peor.
Apartó la vista del orbe que sostenía en la mano y se giró cuando le llamarón.

Ante él se encontraban dos enormes puertas de un blanco glaciar.
Tablones de maderadique y cadenas de titanio eran decoradas con brillantes símbolos rúnicos.

- ¿Qué he hecho? - de un tirón soltó los amarres del espadón mientras sonreía. - La Guerra.

Alzó el ardiente espadón, las llamas se tornaron negras y moradas... y con un brutal golpe, quebró los cierres.

La oleada de magia sacudió la zona, los orcos retrocedieron a los parapetos dejando a su Lider solo frente a las puertas.
Las grandes manos tomaron las batientes de las puertas y la musculatura se hinchó.
Y las puertas se abrieron lentamente.

- ¿QUIÉN HA ABIERTO LAS PUERTAS? - rugió una voz en el fuerte viento que ahora salía a través de ellas.

- Yo he sido. Y ahora, te encomiendo a que te despliegues y me acompañes. Es tiempo de Guerra. Es hora del Invierno. - Alzó el orbe que previamente había guardado en dirección al interior de las puertas.
Allí, en ese orbe... se veía la Gema del Norte.

- EL INVIERNO ETERNO LLEGA AL FIN.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Imagen
--Talos--
DM
DM
Mensajes: 5655
Registrado: Sab Mar 12, 2011 6:34 pm
Ubicación: Ojeando desde el cielo tormentoso

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

El Paso de la luna los acogió y luego los vomitó.

Una masa compacta de musculo, magia y metal.

La orog que iba a la cabeza, corría portando el estandarte del Gran Clan a su espalda.




Yalanzhar.


Era de noche cuando el puesto de Vigía vio salir de las sombras el contingente. Como una marea barrieron la zona, mientras las piedras dañaban las torres.
La sangre impregnó la tierra y la roca. El metal y el cuero.

Pero no se detuvieron.

El ruido había puesto el asentamiento en alerta, sin embargo, a duras penas tuvieron tiempo de formar una defensa recia.

Cuerpos mutilados, cabezas cercenadas...

La orog se mantenía en cabeza en todo momento, hendiendo hachazos en todas direcciones.
Riendo.
Salpicando la sangre de sus objetivos.
Hombres y mujeres. Ancianos y niños.

El hacha empapada en sangre no hacía distinciones.

Yalanzhar fue devastada. Sus custodios apilados para ser convertidos en piras. La torres defensivas medio derruidas y pasto de las llamas.

La cocatriz, ardió con fuerza cual horno durante horas. Días...

El olor a carne quemada y una densa humareda cubrieron el asentamiento.
El silencio de la muerte.

Ya que los orcos, siguieron con su marcha.

Imagen
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Imagen
Daan
Araña Terrible
Araña Terrible
Mensajes: 150
Registrado: Lun Dic 10, 2018 6:54 pm

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Daan »

Música ambiental
El tercer día

Información

Escribió la carta con las primeras luces del amanecer, y pidió en el Cabildo que le hicieran el favor de buscar un mensajero. No se sorprendió de que fuera Alicia. En otro momento le hubiera gustado más entrar a trapo y tomarle el pelo, pero estaba cansada y le quedaba un largo viaje.

Sólo suspiró y aceptó su precio directamente, resumiendo el contrato.

—150.000 lunas por llevar un mensaje a Korissa. Urgente. Yo abro portal de ida y entrego otro de regreso. Si cualquiera que no sea ella abre el sello, te aviso, la carta detonará —mintió.

—Bueno, eso está bien para quien quiera cotillear en cartas. No es lo mío si me pagan…

Sonrió levemente cuando Alicia cruzó el portal sujetando la carta con dos dedos. Al menos, aquello quedaba atado.



¿Qué podía salir mal?

Numerosas fogatas se encendieron cuando Seda llegó finalmente a Khelb. Orcos y aldeanos oteaban el cielo y las murallas, y la opresión en el pecho que causaba la tormenta, más allá del frío y la preocupación, le daba mala espina. El chamán, como era de esperar, sabía que ella iba a acudir.

Cuando se acercó al pequeño fuerte, notó cómo una voz imperiosa, suave y pegajosa se escuchaba por la villa, una voz que alentaba a todos a buscar y prestar atención, y que taladraba también su propia cabeza para que depusiera las armas y se uniera a los orcos. Era una idea atractiva, sugerente, tranquilizadora… y una idea de mierda que tuvo que sacudir de su cabeza de una palmada en el cráneo.

Seda, ¿eres idiota? Así es cómo controla a la población.

Fue cuando se adentró en el mayor de los sigilos cuando lo vio. Reconoció los rasgos del chaman orco, así como la piedra roja que estaba protegiendo —igual que en Auvan— y que había pasado desapercibida en su primera exploración.

Podía regresar. Podía volver a Nevesmortas, nadie le exigía nada. Pero aquel orog vestido de pieles podía hacer explotar las esferas cargadas. Podía trasladar a las tropas con portales y umbrales poderosos. Si los orcos tomaban Argluna podía imaginar cómo las atrocidades de Yalanzhar y Puntalhuven se repetían en cada poblado. Y, por otro lado, podía imaginar también la ira de Talonar si perdía la baza del jefe de sus chamanes, y eso sí que le causaba una enorme satisfacción.

Los dados… tenía que hacer rodar los dados otra vez…



Khelb se convirtió durante unos instantes en el escenario de una batalla desigual de muchos contra una, que corría, conjuraba, aparecía y desaparecía por los rincones, pero que se veía incapaz de alcanzar a un objetivo que había rechazado todos sus conjuros y ataques y que, finalmente, cayó inerte al suelo bajo la magia enemiga y el peso de las heridas.



En la oscuridad

En el negro más intenso que podía imaginar, una conciencia tanteaba la suya.

—Daan… en situaciones como esta, deberías dejarme tomar el control.

Era Bicho. ¿Estaba muerta? ¿Inconsciente? ¿Debería sentir alivio o preocupación?

—Ah, pero tú hubieras huido, y había que matar al chamán…

—¿Y tenías que hacerlo tú sola?

—No podíamos volver a poner en peligro al resto. Ya viste lo que pasó en Felbarr.

—Al resto. ¿Y nuestra supervivencia? —Seda sintió el suspiro del ente que compartía su cuerpo—. Deberíamos haber ido a buscar a Korissa e informar. No era nuestro problema.

—¿A Korissa? Ni de coña. Si le pasara cualquier cosa me lo recordaría el resto de mi vida. Creo que prefiero esto.

—Ya ves entonces lo que has… —un pensamiento de dolor cruzó la mente del ente.

—¿Qué pasa, Bicho? —preguntó alarmada.

—Nos transportan. Y no con cariño.

—¿A dónde?

—No puedo ver. Intento que tu corazón bombee lo necesario, no quiero arriesgarme a más por nuestra supervivencia, de momento.

Fue el momento de Seda de suspirar.

—Me pregunto entonces dónde amaneceremos…

Bicho no contestó.

Y Seda se dejó ir finalmente en la oscuridad…

Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
--Talos--
DM
DM
Mensajes: 5655
Registrado: Sab Mar 12, 2011 6:34 pm
Ubicación: Ojeando desde el cielo tormentoso

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Ya que los orcos, siguieron con su marcha...
Puntalhaven
Puntalhaven es lo que muchos llaman una aldea en tierra de nadie.
Una aldea de cultivo, pesca, ganadería y tala.
Aprovechando el paso comercial que brinda el Rauvin, como punto de intermedio entre Sundabar y Etherlund.

Imagen


Rozando el alba, los vigilantes en sus torres gritaron la alerta.
Las lejanas luces y humo los habían mantenido nerviosos.
Ver la horda de orcos acercarse a rápida marcha, seguidos de maquinarias de asedio... hizo que el terror estallase.

Las paupérrimas defensas de empalizadas de madera y arcos, fueron como no hacer nada.

Una orca encabezaba la marcha y sin frenar un ápice, colisionó contra la gran puerta de doble batiente que cerraba la muralla.
la madera gimió al astillarse los pasadores de madera que la mantenían cerrada... y el empujón de los orcos que seguían a la abanderada destrozó los cierres de la puerta.


Pescadores, granjeros, leñadores...
No hubo contienda.

Los orcos entraron y tomaron lo que quisieron de Puntalhaven.

Mataron por diversión. Tomaron lo que quisieron para alimentarse y divertirse también.

Gritos y sangre en el alba de aquel fatídico nuevo día.


Unos desmantelaban barcazas y barcos para trabajar en la maquinaria de asedio.
Otros dormían.
Otros jugaban.

Y de repente llovió fuego.

Fuertes explosiones golpearon la zona de trabajo.
Viales se estrellaron desde las alturas expandiendo el fuego sobre la madera.
Imagen


En lo alto, más allá del alcance de arcos y hachas, un hipogrifo sobrevolaba la zona para luego elevarse y alejarse. Lo suficiente para evitar la salva de urdimbre que estallaba tras él, ya lejos de darle alcance.

Pratora gritó y una buena parte de los orcos se abalanzaron hacia las aguas del Rauvin, comenzando así a sofocar las rugientes llamas.



Horas después, una sombra intrusa trató de atentar contra los orcos. Se precipitaron contra ella hachas y flechas...la intrusa se lanzó a las aguas del Rauvin y nunca más se la vio salir a flote.

Tras sofocar las llamas y desechar los equipamientos inservibles, comenzaron a cargar los barcos.
Si bien no habían empezado, cuando se dio la alerta de que entraba agua.

Pratora nuevamente encomendó las acciones. Brea y tablas para sellar.
Se giró malhumorada y se encaminó a una de las casas, los orcos que había dentro salieron despedidos. Ya fuese por la puerta, por las ventanas
o a través de las paredes...

Los gritos de los que aún vivían se alzaron.. para luego reinar el silencio.

La orca salió arrastrando el cuerpo inerte de un hombre por una pierna, blandió el hacha y lo decapitó. Hundió la cabeza en la punta del asta de la bandera que portaba y gritó, siendo coreada por sus tropas.

Se sellaron los extraños agujeros. Se cargaron los barcos y comenzó el viaje.
En una de las embarcaciones un polizón se ocultaba con la esperanza de que ese viaje le llevase a lo que buscaba.




La lluvia arreciaba y la temperatura comenzaba a bajar precipitadamente.
Negras nubes comenzaban a cubrir el cielo de la Marca.
Una gran tormenta se desplazaba velozmente desde el norte.
El Invierno Eterno.
La guerra por la Gema del Norte.

Imagen

Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Imagen
--Talos--
DM
DM
Mensajes: 5655
Registrado: Sab Mar 12, 2011 6:34 pm
Ubicación: Ojeando desde el cielo tormentoso

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Y mientras tanto, en la otra ruta hacia Argluna...
Hondonada de Auvan.


- ¿Y tú crees que eran drows?
- Te juro por Tymora que eran drows, Alvin. Con la piel negra, el pelo negro y vestidos con ropas raras. Y portando esas armas tan estrafalarias.
- Creía que los drows tenían el pelo blanco.
- Te digo que eran drows. Los vi con mis propios ojos.
- Si, claro. Saliendo de la Mena con el estomago lleno de comida y bebida, ¿no?
- Bueno, eso no es rel... ¿Qué es eso?

Imagen


De la nada, el chisporroteo de arcos rojizos se formó delante de sendos guardias que custodiaban la puerta.
Afianzaron las alabardas y tragaron saliva.

Lo que parecía ser un orco, cruzó de primero, seguido por otros muchos.

El orco sostenía energía crepitante en su mano. Tras él, orcos de diversos clanes con el símbolo del Gran Clan, cruzaban continuamente el Umbral.
Imagen


La voz del chaman sonó con fuerza por primera vez.

- ¡Deponed las armas y uniros a mi!

Los guardias se miraron el uno a otro. Luego al Chaman. Luego a las tropas que se estaban conformando tras él.

- ¡Mar.. marcharos por donde habéis venido! ¿verdad, Alvin?

Su compañero asintió vagamente.

- ¡Deponedlas y ponedlas al servicio del Gran Clan! ¡Portadla con orgullo! ¡Por la gloria del Gran Hijo! ¡Por Talonar! - El chaman volvió a lanzar la voz, que resonaba por la Hondonada.

- Creo.. Creo que no está en su cabales , Alvin.
- Cierra el pico. - susurró. Carraspeó y enarboló la alabarda hacia el chaman. - ¡Somos la guardia de Auvan! ¡Daremos nuestras sangre por defender a sus habitantes!

El coro de risas resonó tras la espalda del chamán, quien miró nuevamente a ambos guardias.

- Por defender a sus habitantes ... ¿de quién? - el chamán cerró la mano disipando la crepitante energía que sostenía el Umbral.

Nuevamente los guardias se miraron entre si.
- ¿De .. vosotros?

El chaman sonrió.

- ¡Vulkg os dice... POR TALONAR! - vociferó el chamán.

- ¡POR TALONAR! - se oyeron los gritos de respuesta.

Los guardias parpadearon.
Ningún orco se había movido. O había abierto la boca.
Tardaron un instante en comprender que el grito de respuesta provenía del interior de la Hondonada.
En el interior de los muros, la gente se abalanzaba sobre los guardias. Se agolpaba en las puertas de la Torre.

Vulkg continuó sonriendo por un momento e hizo un gesto.
Un orco se adelantó portando un enorme cristal rojizo, pateó la puerta y comenzó a dirigirse hacia las grandes escaleras.

- Hijos del Gran Clan, tomad las posiciones asignadas. El resto, sigamos.

Vulkg se giró hacía la entrada del Paso, seguido por una parte del contingente que le había seguido.

Los orcos se dividieron en grupos y fueron tomando posiciones dentro y fuera de la Hondonada.

Los guardias vieron a las moles de musculo que eran los orcos moverse y posicionarse.
Luego, miraron hacía el interior , solo para ver como dos enanos se lanzaba con las hachas levantadas sobre ellos y golpeaban una, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra vez...



—¡La Paloma está por la zona! ¡Firmes y atentos todos!

Seda maldijo entre dientes en todos los idiomas que conocía mientras bajaba a las profundidades de la torre. Visto que no funcionaban los desplazamientos mágicos, había preparado dinamita para volar la muralla y avisado a los supervivientes para correr a un sitio donde poder transportarlos, pero de alguna forma los orcos habían averiguado que ella estaba allí. ¿Cómo?
...





Balanceaba su alabarda con cierto tedio.
- Casi la parto en dos. Maldita sea.
Los orcos se rieron ante el enojo del capitán.
- ¡Cerrad el pico! ¿Acaso os hace algo de gracia que una intrusa haya estado aquí y se os haya escabullido de vuestras narices?

Los orcos se pusieron firmes y se centraron en la tarea asignada por el Hermano Vulkg. Custodiar el cristal.



Imagen



- ¿Qué mierdas? ¡Llueve!

Gotas verdes provenientes de unas nubes, que comenzaban a formarse, fueron acompañadas por repentinas descargas eléctricas .
En medio de la sala de calabozos, una figura vestida de plata y azul apareció portando un escudo y una espada.

- ¡INTRUSA! - Bramó el Capitán.
Los orcos con la piel siseando por el acido de la lluvia, se acercaron veloces.
La intrusa recibió una acometida de golpes de magia y metal, entonó una plegaria que sanó las recientes heridas mientras continuaba batallando.

la lluvia arreciaba acompañada por los rayos...
Hasta que la alabarda atravesó de parte a parte a la sacerdotisa.

- ¡INTRUSA! - El capitán alzó la alabarda donde estaba ensartada Angela Benders. La espada se deslizó de la mano inerte de la sacerdotisa hacía el suelo.
El capitán la sostuvo suspendida en la alabarda y con un fuerte movimiento lanzó el desmadejado cuerpo a un lado.

- Eh, capitán. Parece alguien importante...
- Entonces empaquetadla. Se la mandaremos al Hermano.

.....................


Angela Bender. Estado de momento: Muerta y capturada.





Offrol y con todo el cariño mío y de otros:
Imagen
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Imagen
--Talos--
DM
DM
Mensajes: 5655
Registrado: Sab Mar 12, 2011 6:34 pm
Ubicación: Ojeando desde el cielo tormentoso

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

El Paso de Argluna.
Imagen

Una antigua senda donde agua, roca y aire dominan.
El crepitar de los pasos sobre la gravilla.
El murmullo del agua.
El resonar de piedras rebotando ladera abajo desde las alturas.

Los gigantes vieron a la comitiva adentrarse a paso raudo. Entre murmullos en su ronco idioma se comunicaron entre si.. y se replegaron a sus refugios.

La marcha rítmica y pesada de los orcos resonó en el Paso.

En medio del mismo, existe un lugar. Una torre de vigilancia de la Legión.
Un punto intermedio entre la Hondanada de Auvan y Khelb.
Un lugar emplazado en medio de territorio de gigantes, que día a día sostenía una vigilancia en el Paso.
Un lugar que fue tomado en poco menos de una hora, cuando unos pocos Legionarios, abrieron la puerta para dar paso a los orcos y luego lanzarse codo con codo con ellos... contra el resto de Legionarios del torreón.


Khelb
Imagen


Khelb, una pequeña aldea a poca distancia de Argluna.
Un lugar de liviano reposo para los viajeros que cruzaban el Paso.

Vulkg emergió del Paso y observó desde lo alto la aldea. Extendió ambos brazos a sendos lados y tomó aire profundamente...

- ¡El Gran Clan ha llegado! ¡Uníos a nosotros! ¡Servid al Gran Clan! ¡Servid a Talonar!

La voz de Vulkg se expandió por la zona, llegando a todos los oídos de los habitantes del lugar.
Todos, o casi todos, alzaron la vista hacia el chamán. Vieron como los orcos comenzaban a desplegarse por los alrededores.
Como Vulkg y un gran orco que portaba un cristal rojizo entraban en la villa... y siguieron a sus labores.
Casi todos. Un buhonero de piel azulada, atendió a la voz de Vulkg, negó y con un gesto abrió un portal a algún otro lugar.



Vulkg.
Imagen


Con el brillante cristal rojizo levitando frente a él, el chaman escuchó los cuernos de alerta provenientes del Paso.
Los ruidos, la explosión. Con suave voz proclamó la calma entre los habitantes y sus tropas, que sostuvieran la vigilancia.

Y así pasaron varias horas.. hasta que un pequeño grupo llegó a Khelb y dejó el cuerpo semiamortajado de una mujer.
Vulkg observo la herida en el vientre, posó la mano sobre la frente de la muerta y la retiró al cabo de un minuto.
- Amortajarla para el viaje. - dijo secamente Vulkg.
Los orcos terminaron de envolver a Ángela en rudas prendas de cuero y volvieron a cargarla.


Un día dio paso a otro. Y a otro.
Y en la lejanía del Norte la tormenta se acercaba.
Nubes negras. Viento gélido. Granizo y nieve.

Y mientras observaba como las nubes comenzaban a lamer los picos del Paso de Argluna... algo le atacó.
Con el primer golpe dio la alerta. Habitantes y orcos entraron a su llamada.

Una figura aparecía, desaparecía, lanzaba piedras y descargaba rayos desde sus desnudas manos.
Como una caza del zorro, habitantes y orcos se abalanzaban sobre ella con sus armas y su magia.

Vulkg observaba el ir y venir de la intrusa. Como sanaba sus herida. Como atacaba.
Sonrió mirando las leves heridas que le había ocasionado y que ya casi estaban curadas.
Extendió ambas manos y trazó unos rápidos pases ellas. La punta de los diez dedos tomaron un brillo azulado.. y en el momento que la intrusa se hizo nuevamente visible dejó fluir la magia.
Una salva interminable de proyectiles impactó y zarandeó a la intrusa, quien finalmente acabó cayendo al suelo. Inerte.

Vulkg se acercó a la caída y retiró la capucha.
- La Paloma. - Acarició el rostro contusionado de Seda y dio la orden. - Amortajadla junto con la otra, me marcharé ya.

El chaman se volvió hacía el cristal rojizo, posó la mano sobre él y entonó unas palabras.
El brillo del cristal se apagó casi de inmediato.

Y pese a que seguía levitando en el aire.
Poco a poco.
Comenzó a descender.

Dos cuerpos amortajados. Cuatro orogs.
Vulkg extendió la mano para abrir un nuevo portal.
La tormenta se cernía ya sobre ellos... al igual que en la mayor parte de las tierras de la Marca.
Imagen



Seda. Estado de momento: Muerta y capturada.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Imagen
--Talos--
DM
DM
Mensajes: 5655
Registrado: Sab Mar 12, 2011 6:34 pm
Ubicación: Ojeando desde el cielo tormentoso

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por --Talos-- »

Imagen
Avanzaron desde el Norte.
Avanzaron cubriendo la tierra mientras el cielo se oscurecía.
La temperatura descendía rápidamente.
El avance orco, traía consigo el frio. El hielo. La nieve.
Tras de si dejaban terrenos níveos.
Donde el agua ,detenido su fluir, se convertía en duro hielo, el suelo de roca quedaba cubierto por la blanca capa de escarcha y nieve. La mayoría de los árboles, matorrales y todo tipo de vegetación, se quemaba ante el repentino frio o simplemente se congelaba.

No había tambores. No había cuernos.
Solo había el ruido del fuerte viento y de la pesada y rítmica marcha.

Talonar avanzaba a la cabeza del Gran Clan en una dirección concreta. Hacía su objetivo.
Y con él marchaban muchos.
Y otros muchos le aguardaban para franquear el paso.

Sin descanso, avanzaron. El día y la noche se convirtieron en prácticamente lo mismo.
Un cielo grisáceo y denso que tapaba toda luz, solar, lunar o de cualquier estrella.

El Gran Clan simplemente avanzaba.

Imagen



La tormenta llegó al segundo día a Felbarr, a Adbar y continuó su avance extendiéndose paulatinamente. Inexorablemente.
Las horas siguientes cubrieron Ascore, Bifurcación, Fuerte Nuevo, llovió en el desierto...
Y conforme avanzaban las horas, avanzaba la tormenta. Y bajo ella, el Gran Clan.

Al tercer día de la larga marcha, a través de regiones que quedaban acalladas de fauna y flora, la tormenta se dejó notar en Sundabar, Nevesmortas, Yalanzhar, la Hondanada de Auvan...
Imagen

Eventos.


El grueso de filas recorrió el ascenso a buen paso.
La Hondanada de Auvan les saludó.
Orcos, Humanos y enanos.

Recorrieron el Paso de Argluna.
Un Paso donde los gigantes no les molestaron.
Sin embargo el Paso se hizo lento, algo más lento de lo esperado. Algunos puentes aparecían dañados o derribados. Arboles caídos.

Khelb los recibió cuando salieron de las montañas.
Los orcos, los humanos... Aunque, algunos humanos parecían febriles. Incapaces de casi sostenerse en pie.
La orden para ellos fue simple. Muerte.

Y entonces, todos los allí reunidos, comenzaron a moverse.


Al inicio del cuarto día, la tormenta llegó a Argluna.

Y desde a Gema del Norte, vieron las columnas de humo negro alzarse en las cercanías.
El Gran Clan se había asentado.
Y de momento... Aguardaba.
Argluna. Alrededores.
El campamento se formó allí donde la gran tienda de pieles se había montado.
Talonar fue el primero en llegar a ella, el primero en entrar.

Cuatro orogs ultimaban el interior.
Vulkg se acercó haciendo una gran reverencia en la que su frente, casi roza el suelo.

- Gran hijo de Gruumsh.
- ¿Todo ha ido como planee?
- He tenido algún contratiempo. Menos que Pratora, al parecer.
- Si, Si. Khelb tenía habitantes con síntomas de enfermedad o venenos. - Talonar se acercó a la rudimentaria mesa de madera. - ¿sabes algo de eso?
- Me temo que no, Gran Hijo.
- Ningún plan puede salir perfecto, dicen.
- Sin embargo... -Talonar dirigió sus ojos a Vulkg, quien se acercó a una zona de la tienda.- .. tengo algo.


Argluna, La Gema del Norte.
Cuando la nieve comenzó a caer.
Cuando el humo se alzó.
La actividad en Argluna creció aún más.
Un hormiguero en plena actividad.
Legionarios, Guardias de Plata, Caballeros de la Orden de la Lanzahelada comandados por su capitana, un pequeño destacamento de la Guardia de Cumbre, Arcanos, Hombres Santos,... Todos comenzaron a coordinarse ante lo que podría suceder a continuación.

En medio de Argluna, en el jardín de mielikki, la nieve se resistía a entrar.
Sin embargo, un árbol creció en segundos en medio del jardín y de su interior salió un humano entrado en años con una pixie al hombro. Miró a su alrededor y apuntó con el dedo a un mestizo que fumaba en pipa.

- Vamos, Guardian. Mucho me temo que ahora si debemos inmiscuirnos. - dijo Amendur mientras comenzaba a andar sin esperar la reacción de con quien había hablado. - Vamos, vamos. Ella está ocupada en otro lugar, no podemos esperarla.

Imagen


- Mi señora, su estacionamiento es a menos de una hora de aquí, muy lejos del Mythall. Sin embargo, parecen estar aguardando a las fuerzas que acuden desde Puntalhaven. Han evitado cualquier ofensiva contra Eterlund.

La mujer estaba terminando de ataviarse en sus aposentos, escuchando el informe.

- ¿Algo más que deba saber?
- No por el momento , mi Señora.
- ¿Elminster?
- Sin novedades desde su partida, mi Señora.

Alustriel se encaminó a la amplia terraza de sus aposentos con paso firme.

- Entonces comenzad las disposiciones para la confrontación. Es tiempo de Guerra.

Con unos gestos de su mano y unos versos, una violenta llamarada surgió en la balconada, cobrando poco a poco la forma de un carro de fuego tirado por dos caballos igneos.
Aluestriel se montó y ascendió sobre Argluna.
Imagen
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Imagen
Erednor
Jabalí Terrible
Jabalí Terrible
Mensajes: 70
Registrado: Lun Ago 05, 2019 12:59 pm

Re: Los orcos que están por venir

Mensaje por Erednor »

Sentada en su casa, Ángela, leía tranquilamente un libro. Un libro con una portada rota y vieja, más de lo normal en su biblioteca, un libro oscuro que hacía juego con el rollo abierto de la mesa junto a su pluma y la tinta. Ese libro podría ser el último que Ángela leería, aunque aún no lo sabía.

Inmersa en su estudio, notó algo que le extrañaría, una especie de señal t de fuerza que quería penetrar en su mente. Desconfiada tuvo que darle varias vueltas a permitir el paso de dicha señal, no sabía que o quién podía ser. No obstante, la confiada sacerdotisa intuyo quien podría ser la emisora del mensaje y lo dejó entrar. Efectivamente era ella, un mensaje que sería vital contra los orcos, un mensaje con mucho esfuerzo detrás y que no podría dejar pasar.
El mensaje daba información sobre los movimientos del Gran Clan, haciendo saber a la Sacerdotisa que Auvan y Khelb estaban tomadas por los orcos, junto a locales colaboracionistas, algo que extrañó a Ángela enormemente, y a su vez la existencia de un cristal rojo en la torre de Auvan.
Le faltó tiempo para escribirlo todo en su pergamino, sus intenciones y sus movimientos, a la vez que lo hacía en dos cartas, una para Elsara y otra para un mensajero a Argluna. Khelb estaba muy cerca de Argluna y la orden tenía que estar presente, sin embargo no podían cubrir todo el terreno y había que tomar iniciativa y prioridades, por lo que Ángela tomó rumbo a Auvan, rechazando la ayuda de sus hermanos caballeros, con la intención de robar o averiguar algo sobre la gema, y anteponiendo el plan mayor de Talonar con esa posible gema a la reconquista en sí de dicha población.

Una vez entregadas las cartas e informado a sus superiores, todos ellos, montó y puso rumbo por vía aérea hasta Auvan.

No hizo falta acercarse demasiado para ver las primeras unidades orcas custodiando la puerta, un número reducido y asequible, pero no fue allí sola para luchar, su objetivo era entrar y encontrar la gema. Abrir batalla podría dar la alarma y no sabía quien estaba en Auvan o si la gema podía desaparecer si se enteraban de su presencia, por lo que decidió entrar a escondidas haciendo uso de todas las herramientas posibles.

De forma etérea se acercó a la puerta, la cual estaba cerrada, sin ser vista por los orcos. Tenía que hacer uso de su conexión divina para abrirla, lo que alertaría a los orcos, por lo que alzó sus brazos y murmuró algo. Una espesa oscuridad inundaba la zona, impidiendo que vieran a la sacerdotisa, no sin que un orco cercano viera algo raro y se acercara a la puerta. Dentro de la oscuridad, Ángela apartó al orco sin vida mientras abría la puerta y empezaba, de nuevo en forma etérea, a correr hacia la torre. Tenía poco tiempo, pronto verían a el cuerpo sin vida del orco.
Los locales estaban alborotados, como si fuesen a combatir en cualquier momento, fue esquivándolos hasta llegar a la torre, la cual abrió sin problemas.
En la primera sala, otro puñado de orcos la esperaban, vieron la puerta abrirse y se movieron por la sala buscando explicación mientras, Angela, aprovechaba para coger todos los papeles del escritorio y guardarlos sin importar de que fuera , pensando que podrían ser útiles.

Por más que buscaba no encontró la gema en esa planta, por lo que descendió a las mazmorras.

Una vez dentro pudo verla, una gema del tamaño de un torso, flotando en medio de la habitación y rodeada de sangre levitando, emitiendo un brillo rojo. La extracción se complicaba por el tamaño de la gema y por verla activa, no sabía qué efectos podría tener si la tocaba y… no estaba sola.

Orcos que nunca antes había visto la custodiaban, un posible clan o tribu desconocida para ella. Eran temibles, tanto los chamanes como los guerreros, y por supuesto su capitán, un orco que intimidaba con verlo, portando una alabarda que podría atravesar cualquier acero.

La sacerdotisa se vio superada, había llegado hasta tan lejos y no sabía que hacer. ¿Tocar la gema y arriesgarse a ser disipada y vista por los orcos? ¿Podría cargar la gema y regresar a casa con una plegaria? ¿Volver y despejar la ciudad arriesgando a dar la alarma y ser capturada o que lleguen refuerzos?. Superada en número tiró de ego y de confianza y pensó que la mejor opción era aprovechar el factor sorpresa y atacarles desde dentro. Confiada, se vio con posibilidades… nada más lejos de la realidad.

Aprovechó el santuario para invocar una lluvia ácida, las nubes se formaron en la habitación, los orcos se alertaban. Empezaron a caer gotas de ácido y truenos por todos lados, algunos orcos quedaron paralizados de las descargas, otros corrieron hacia Ángela cuando se materializó. Entre golpes y magia, sangre y chispas, el combate iba tornándose a favor de los orcos, algunos cayeron, pero los golpes y las magias del enemigo azotaban con dureza a Ángela, quien puedo curarse brevemente hasta ser derribada al suelo y sentir como la perforaban por el estómago, el capitán orco la tenía suspendida en el aire, clavada como un cerdo cocinándose en la hoguera, la vida de la sacerdotisa se apagaba y su espada caía al suelo.

Mientras leía tranquilamente ese libro en casa, nunca pensó que ese día moriría.
Angela Benders. Suma Sacerdotisa de la Orden de Caballeros de Nevesmortas
Dugol. La noche le confunde
Responder