La Madre.

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--Talos--
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Re: La Madre.

Mensaje por --Talos-- »


Los camastros se alineaban en lo que parecía ya una vasta habitación.
Todos tenían un ocupante.
Solo un par tenían sobre ellos destellantes luces que conformaban glifos cambiantes.
En una de ellas se encontraba trabajando.
Los dedos se movían agiles, como un titiritero, haciendo danzar hilos de luz que pendían sobre el pecho del hombre.

Movía, tiraba y estiraba.
Con detalle.
Con cuidado.

Un hilo de luz arrancó algo liliáceo envuelto en hebras blanquecinas.

Los dedos se detuvieron por unos segundos antes de retomar los movimientos.

- Un notable progreso. - masculló.
Luego alzó la voz sin perder la concentración.

- Id. Buscad. Encontrad.



- ¿Así qué quieres ganar fortuna?
- Claro. Eso me ha dicho ella que podría obtener aquí.

Observó al hombre por un momento.
No aparentaba ser nada del otro mundo, pero el mensaje que le había precedido... le había despertado la curiosidad.
Balanceó el contenido de la copa un instante.

- Está bien. Comienzas en media hora.
- ¿Media hora? Pero...
- ¿Algún problema?

Mauvais sonrió y agarró de la cintura a su compañera.

- ¿Tendremos un cuarto?


Giraba la espada corta con aburrimiento.
No era de estar sentada sin nada que hacer.
La mujer lanzó la espada al aire y la cazó por el mango cuando caía.

- Doble turno... solo me faltaba eso - Bostezó mientras repetía el lanzamiento y la recogida.

La punta de la espada se clavó el en suelo de madera.

- ¿Qué....? - Rita bajó la mirada.

De su pecho emergía una mano con largas uñas.
Lo penúltimo que vio antes de fallecer.
Lo último... fueron un montón de esquirla anaranjadas diseminadas por el suelo.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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--Talos--
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Re: La Madre.

Mensaje por --Talos-- »


El lugar la asfixiaba.
No por el olor a sangre.
No por el olor a orco.
Si no por ese olor que envolvía cada brizna de viento.

Se habían parapetado en un saliente y observaban.
Los orcos. Los aventureros.
Pero nada más.

Se encontraba inquieta.
Dejó de lado a su compañero en cuanto este se durmió.

Con pasos rápidos y fluidos recorrió las casi imposibles paredes escarpadas.
Alcanzó la cima con facilidad y desde allí observó la herida en la superficie.

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- ¿Dónde te has metido? - susurró...


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El golpe vino desde abajo.
El puño se hundió bajo las costillas, o tal vez a través de ellas, y el aire escapó de sus pulmones violentamente.
Cayó de rodillas al suelo llevando por reflejo las manos a la zona golpeada, tratando de llevar aire nuevamente a sus pulmones.
Boqueando como un pez fuera del agua.
El griterío era ensordecedor. ¿Cuánta gente estaba allí reunida?
Recordaba que muchos. Decenas.

Alzó la cabeza mirando a su oponente.

- Tú... estás... - mascullaba mientras el aire reaviva sus pulmones.

El griterío.

- ¡Mátalo! ¡Mátalo!

Su oponente alzó los brazos hacía el publico y le dio la espalda.

- Idiota - pensó mientras se levantaba nuevamente.

Una figura hablaba con una tiefling, finalmente miró a los contendientes y asintió.

Estaba de pie, justo tras él.
El muy fanfarrón.
Sonrió y alzó ambas manos juntándolas en lo alto, prestas a descargarlas sobre la cabeza de su oponente.
Descargó el brutal golpe con un grito que silenció a todos.
El arco del golpe siguió allí donde debería haber terminado, haciendo que la inercia del mismo le desequilibrara.

Lo vio por el rabillo del ojo, en el limite su visión periférica.
Con los brazos levantados, las manos juntas en lo alto... replicando su fallido golpe.

Pero su oponente no falló.

El griterío se alzó nuevamente mientras el oro cambiaba de manos.

- ¡Con esto os presento al nuevo campeón del Pozo! ¡Mauvais, EL inmortal!
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Hundió la pequeña mano en el gran roble consumido.
La pequeña fracción de bosque recobraba su color y la niebla se disipaba.
los animales se acercaban con algo de recelo a sus territorios.
los Ogros habían apartado las barricadas que cerraban el acceso a su hogar.

Un mensaje tan claro.
Otro tan simple.

La niña dejó brotar una lagrima que cayó sobre las cenizas.

- Esto no era lo que tenía que pasar, Abuelo.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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--Talos--
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Re: La Madre.

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Mientras se afanaban en sus trabajos y reestablecer los caminos, Bifurcación era como un nido de hormigas de mercaderes, curiosos, aventureros y trabajadores.
Los gusanos habían emergido con una violenta sacudida de tierra, lanzándose a devorar todo y todos.
En un pequeño lapso entre que fueron abatidos y el siguiente mal, una voz de mujer resonó con fuerza por la zona.
Con un fuerte trueno la zona ya de por si asolada, fue sacudida por fuerzas elementales.

El Descanso de los Paramos dio asilo a los heridos y acogió los cuerpos mientras la clériga de Waukeen trataba de aliviar a unos y hacer regresar a otros.

Observó el vial sobre el escritorio.
Tan pequeño.
Tan prometedor.

Las nociones e indicaciones estaban claras.
Aunque seguía sin comprender muchas cosas que parecían interrumpir o perjudicar sus estudios.
Habría exhalado con resignación si todavía hubiese tenido pulmones.
Sus ojos, de aún existir, se habrían fijado en la negra pared.
La falange índice de su mano derecha comenzó a dar golpes suaves y rítmicos sobre la mesa.

- No, no puedo esperar. -Cogió el frasco y alzó la voz. - Id. Buscad. Encontrad.

- Tengo que tener todo dispuesto cuanto antes.

Bostezó mientras balanceaba el arco.
Últimamente muchos habían merodeado el lugar.
Luego se quejaban de cuando una de sus villas ardía. ¡Ja!

Unas piedras rodaron no muy lejos.
Aprestó el arco y preparó una flecha extraída del carcaj.
Se acercó despacio con el arco dispuesto mientras daba un par de gritos de alerta. A fin de cuentas, más valía prevenir...

Dio una patada a uno de los guijarros que habían rodado.
No había más movimiento, ni más ruido.

Hasta un buen explorador puede perder los nervios por un momento de tensión.
Negó para si mientras devolvía la flecha al carcaj.
El suave murmullo de la piedra rozar a su espalda le hizo girarse con premura.

Parecía como si la montaña hubiese cobrado vida.
Como si se desperezase.
Rocas, tierra, algo de vegetación...
y...
Dientes.
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Movía el carboncillo sobre la hoja apresuradamente.
Los trazos amplios, precisos y marcados con fuerza.
La joven salió de la cama acercándose y le dio un beso en la nuca. Luego observó lo que hacía.
- ¿Qué es eso?

Mauvais se echó hacía atras observando el intrincado dibujo.
Medidas, cálculos, ángulos, especificaciones de montaje... Un detallado sistema que mostraba la construcción de una gran forja.

- No... tengo ni idea. Me vino a la mente. - Dejó caer el carboncillo sobre la mesa.

la mujer cogió una hoja de las muchas que había diseminadas por la mesa.
- El otro día se me dio por dibujar esto.

Mauvais observó el dibujo y frunció el ceño.

- ¿Y eso qué es?
Ella negó con la cabeza.
- Solo recuerdo que era como una pesadilla. Sangre, gritos y ella matándome.

Mauvais observó a la mujer dibujada y se llevo la mano a la nuca, donde algunos pelos se le habían erizado.

- Suena a problemas - pensó.
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Daan
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Re: La Madre.

Mensaje por Daan »

A quién lo lea...

(En unos papeles sellados bajo la cama de Seda)

...Para mí, todo comenzó con aquella incursión fallida a la Sundabar ocupada. El orog Talonar tenía allí sus tropas, nos apresaron a varios. Ya nos habían obligado a portar un tatuaje mágico que controlaba nuestros movimientos, pero ahora nos marcaron con siete pinchazos . No fue Talonar, no fueron sus chamanes lo que lo hicieron, sino uno de sus aliados humanos.

Valen EnThur inyectó el líquido al miserable espía que me acompañaba, y después, tras un largo interrogatorio un una lúgubre sala de torturas, hizo lo mismo en mi tatuaje.

Supe después, gracias a Elminster, que aquel líquido era un ser vivo que se había diluido con mi propia alma. Que no podría extraerlo sin morir y que, por ahora, sólo podía esperar a la muerte de Talonar. También, que tras la magia superficial que usarían sus chamanes para intentar utilizarme, había algo más profundo y antiguo que no llegaba a discernir.

Ya se intuía, en aquellos momentos, que el orog estaba siendo manipulado y guiado por alguien capaz de enseñarle rituales antiguos de Ghónador de las Profundidades, rutas perdidas entre las fortalezas netherese y a dominar objetos —y personas— que iban mucho más allá de la magia común.

El tiempo lo confirmó. Talonar murió dejando una marca profunda en La Marca, aunque paradójicamente desaparecieran con él todos los tatuajes del Gran Clan, que eran cientos. Y al romperse aquel "sello", se encendieron cientos de luces para mí, que eran los cientos de seres que Valen EnThur había distribuido por La Marca, despertando a la vez.

¿Cómo lo sé? Porque el mío había despertado antes.

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El tatuaje del Gran Clan había sido para Talonar, durante todo aquel tiempo, una herramienta de comunicación con los espías de los orcos, y de control a través de los cientos de ojos que había conseguido, por la fuerza, en Sundabar. Sin embargo, para los que conocíamos la Urdimbre, aunque sea por voluntad bruta, podía convertirse en una mirilla con doble dirección. Como tal, la utilicé sin contemplaciones para rastrear a mi enemigo.

Cada intento tenía un coste elevado. Venas negras se fueron extendiendo por mi brazo. Venas que eran zarcillos oscuros de la criatura que se fortalecía cada vez que me salvaba de una muerte segura, padecía, o forzaba la Urdimbre para intentar adelantarme a Talonar, hasta el punto en que era capaz de controlar mis acciones si aquello le servía para sobrevivir.

Busqué formas de librarme de ella sin morir sin mucho éxito. Busqué a EnThur, ser al que odio como pocos, para que me la quitara. Pero se negó y ni siquiera Khorver fue capaz de forzarle a hacerlo. De aquel encuentro sólo quedaron cicatrices, humillación, y la certeza de que esa criatura zarcillosa, que en mi caso había crecido a una velocidad increíble, se iba a desarrollar en mi interior antes de salir, como sucedería con todas las demás víctimas. Aquello sonaba aterrador aunque ese "tipo" lo llamara maternidad.

Sin embargo, aquel ser interno me salvó, en cierto modo, la vida. Porque fui tan tonta de insultar a alguien más poderoso que yo, que me atrapó en el tiempo y el espacio en una roca rodeada por un mar de lava. Un año de prisión en algún lugar del Abismo o los Infiernos a causa de una testarudez desmedida (la mía), y que hubiera terminado en locura y muerte de no ser por una voz que sonó en mi cabeza.

"Bicho" despertó. Creció con el hambre, la sed y el calor, pero me mantuvo cuerda y viva. Y durante un año no tuvimos más remedio ambos que negociar los dos por la supervivencia. Las venas se extendieron por todo el cuerpo antes de retroceder, mientras comenzábamos a conocernos, nos enseñábamos lo que podíamos y llegábamos a una tregua reposada.

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Sobrevivir. Aquello era todo lo que Bicho quería. Yo me mantenía con vida, y el respetaría mi autonomía y voluntad. Incluso retrocedió hasta dejar sólo una extraña marca en mi piel.

Y por ello, el día que Talonar murió, Bicho me describió el despertar de los Acechadores como estrellas que se encendían... y comenzaban a crecer.



Los Acechadores, supe después, son una extraña raza con un depredador mítico. En la naturaleza, sólo uno de ellos se desarrollaba bajo la amenaza de su cazador Orgouth, el Devorador. Ahora mismo, había cientos de ellos, similares pero diferentes, modificados de forma desconocida por Valen EnThur y a saber quién más. Y aquello hizo despertar al Devorador.

La presencia descontrolada de acechadores y el regreso de Orgouth hizo que los druidas más poderosos de La Marca decidieran convocar a La Semilla, una nieta del Abuelo Árbol —un ser respetado hasta por el mismísimo Silvanus— para proteger lo que ellos llaman Equilibrio. Al mismo tiempo, Valen secuestró y torturó a la mismísima archidruida Vildiara, madre de La Semilla original, para dar nacimiento, de un Árbol seco y olvidado, a su caprichosa y salvaje hermana Enilkia.

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A su vez, la torre del archimago JorHal Dan reapareció en los caminos, iniciando sus propias investigaciones forzosas con los portadores de acechador, para bien o para mal. Las profundidades de la tierra han escupido, igualmente, a Orgouth, que nos va cazando poco a poco. Y entre los mismos portadores, aquellos que no controlan o se integran con su ente interior se dejan llevar por una bestia salvaje que les incita a matar al resto, volviéndose en el proceso más poderosos.

Cada vez somos menos, y reconozco que a estas alturas quiero que Bicho y yo sobrevivamos, y que siento una gran empatía por los demás en mi situación. Pero no puedo dejar de advertir al que quiera escucharme que en última instancia somos peones de Valen EnThur, un arcano poderoso y sin escrúpulos, que está esperando con esa Semilla Podrida a dar su siguiente paso.

La decisión está en luchar contra El Devorador salvando a las personas que albergan un acechador, o dejar que él nos mate y el Equilibrio (en el que sólo puede quedar uno) quede intacto.

Yo tengo mi posición clara. Protegeré a Bicho, aunque para ello tenga que pactar con extraños compañeros de viaje, pero no me juzguéis demasiado si esta vez no voy a dar la cara directa, porque ya he recibido demasiadas contusiones...

Buena suerte.


Seda colocó el papel secante dejando que empapara la tinta sobrante, y guardó el cálamo con parsimonia.

—¿Crees que me dejado algo importante por señalar, Bicho?

—Muchas cosas, Daan —respondió una voz en su mente.

—Supongo que Khorver, Korissa o Zalcor podrán ampliar lo que falte si no estoy yo.

—Puede que sí, Daan.

Suspiró y dejó la carta en un lugar escondido en su cuarto, pero no tanto como para que no pudiera encontrarse si la buscaban. Era hora de ponerse en marcha.

Sólo unas pocas acciones más.
Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
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Re: La Madre.

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Ahora.
1.
Dejó fluir el poder.
El aire se enrareció con la neblina grisacea, la hierba se marchitó, los árboles se secaron...
Estuviese donde estuviese.
Más tarde o más temprano.
Daría con ella.
2.
Como una onda provocada en el agua por una piedra, Bardos y Mensajeros se expandieron en todas las direcciones:
" Sabed que:
El Dueño de la Torre Negra ofrece asilo y protección frente al ser llamado Orgouth, El Devorador a dos de cada tres portadores
Siempre y cuando el tercero participé en sus experimentos de extracción.
Los que deseen separarse de su Acechador, tienen aquí una oportunidad de sobrevivir."
3.
Los gritos exaltados resonaban con fuerza alrededor del foso de arena.
- ¡Y nuevamente la victoria es para el Imbatible! ¡El campeón de la Arena! ¡Maaaaaaaaaaaaaauvais!
Mauvais alzó una mano ensangrentada mientras sonreía y saludaba a su publico.
Un fuerte golpe sonó a su espalda y se hizo el silencio entre la multitud.
Mauvais observó a quien había saltado a la arena.
Parecía un elfo. Cercano al metro ochenta. Cabello negro. Ojos carmesí. Y en sus manos, largas garras de color ónice emergían de donde debía haber uñas.
El elfo solo dijo cuatro palabras antes de lanzarse contra él:
- Eres mi siguiente presa.
4.
Se cruzó de brazos, observando desde lo alto.
La criatura reposaba en su refugio. La protuberancia que era su nariz era lo único que lograba divisar.
Inhalaba y exhalaba el aire profundamente.
Se elevó unas decenas de metros más y observó la torre.
Luego desvió su vista a otro lugar.
Descruzó los brazos y los guantes de cuero crujieron.
Dio una fuerte palmada y comenzó a musitar mientras apartaba las palmas poco a poco... dando forma a la esfera de crepitante energía.
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Re: La Madre.

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Era de noche y el Cantor permanecido tranquilo a la música de una joven barda.

- ¿Te has enterado?
- Como no te expliques... - Dijo tomando otro trago de sidra.
- Lo de esos que han ido abandonando Sundabar.
- Ah, ya. ¿los Infectados?
- Esos, al parecer ese mensaje es real. Y por tanto llevan algo. Seguro que es contagioso.
Su contertulio dejó la jarra sobre la mesa y miró a su alrededor.
La joven barda apoyó una mano en su hombro.
- Yo también he oído sobre eso. Si están entre nosotros y son contagiosos lo mejor sería ... no dejarles escapar.
La joven se giró y alzó la voz.
- ¿No teméis por vosotros? ¿por vuestros padres? ¿hijos? ¿mujeres? ¿Hermanos o hermanas?
El murmullo comenzó a alzarse entre los allí reunidos.
- Por supuesto que si. Protegernos es algo que está en nuestra mano. Sundabar no puede permitirse más ultrajes. - prosiguió alzando un poco más la voz. - ¿vamos a esperar más asesinatos? ¿desapariciones?

- ¡No! - gritaron varios de los parroquianos.
- ¡Por supuesto que no! - corroboró la barda. - ¡Es hora de que actuemos! ¡De que nos libremos de esos infectados!

El ambiente en el Cantor se caldeaba por momentos y no tardó en formarse una revuelta.
Hombres y mujeres.
Comerciantes y aventureros.
Todos por igual.
Salieron en tromba a la noche.
- ¡Muerte a los Infectados!


El Cantor quedó vacío de clientes.
Algunas mesas y la mayoría de las sillas tiradas por el suelo.
Con cuidado cogió el vaso de vino de una de las mesas y vació el contenido de un trago.
Las facciones de la barda que había ambientado la velada, comenzaron a desdibujarse...

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Re: La Madre.

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1.
- Sal, sal... no puedes esconderte para siempre.
La joven avanzaba, dejando tras de si la podredumbre, el marchitamiento y la llamada a seres que no debían ser llamados.
Recorría los caminos, acudiendo a todos los bosques de la región.
Más tarde o más temprano, daría finalmente con ella.
2.
Dejó tras de si la balconada cerrándose.
Decenas de refugiados.
En parte, era más cómodo que usar sus manos. En parte, era un poco molesto tanto ruido procedente de las plantas inferiores.
Suspiraría, de poder hacerlo, mientras negaba y se encaminaba a la plataforma.
Examinó los glifos, que centelleaban sobre el espécimen, que allí reposaba durante largo rato.
Luego, a un gesto, un pensamiento o quizás un mero deseo.. la Torre comenzó a remodelarse nuevamente.
3.

Mauvais se dejó caer en la mullida cama.
La amplia habitación estaba provista de todo lo que podría requerir.
No estaba mal, para alguien que hacía solo un par de dekhanas se moría de hambre, envuelto en húmedos harapos en cualquier camino.
Cogió un puñado de fresas de la mesilla y clavó la vista en el techo.
Solo quedaba esperar. Tranquilamente. Cómodamente.
Solo.
- Cynn. - Masculló.
- Si... Cynn... Debemos vengarla.
Mauvais alzó al cabeza y miró a su alrededor, tratando de localizar la voz.
- ¿Eres ... tú?
- No. Si. - rezongó las áspera voz. - Somos nosotros. Y Ella.

4.
Una variable menos. Había supuesto que podría suceder.
Pero solucionarla le había costado menos esfuerzo, que lo que habría implicado dejarse llevar por la curiosidad de un desarrollo no previsible.
Con los Drows nuevamente en sus dominios, la superficie debía seguir desarrollando los eventos.
Cruzó con paso tranquilo la sala y se detuvo ante la mesa plagada de libros y pergaminos.
Problemas.
No había ningún problema.
Todo, por el momento, seguía una previsión lógica.

5.
- ¿Puedes dejarlo ya? - gruñó.
La joven mordisqueaba el trozo de carne y se giró hacía él.
- ¿Fieres? -Le tendió el brazo de carne negra medio devorado.
Hizo una mueca y gruñó de nuevo.
- Con todo ese ajetreo tenemos que revisar si ya ha salido de su refugio.
- Con todo ese vapor y olores, no creo.
- Como sea... no podemos perder el tiempo aquí. Esos ya se han encargado del resto de la patrulla y el de ropajes negros se ha ido. Toca centrarse en lo que veníamos buscando.

La joven dejó caer el brazo de drow al suelo y le dio un puntapié, lanzándolo montaña abajo.
Ambos cogieron sus pertrechos y comenzaron el descenso.
6.
Sundabar.

La mujer sudaba entre las sabanas.
Se removía inquieta en una pesadilla.
Con un grito se incorporó gritando y conjurando una protección.

Observó la habitación vacía con respiración agitada.
- Respira, Minir, respira. Ella no está aquí. Fue un sueño. Un mal sueño.


En otro lugar.

Sonrió sacando la larga uña del pozo.
- Pronto, Madre, pronto.

Se giró al oir el chasquido del portal abriéndose tras ella y saludó a quien la mantenía allí cautiva.

- ¿Hoy si vas a soltarme?
- ¿Hoy si vas a hablar? - respondió la mujer recién llegada.
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Re: La Madre.

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Vida y Muerte.
Dos platos de una misma balanza.

Así como la vida se abre camino, lo hace la muerte.

Nevesmortas vio el nacimiento de infinidad de vida... y multitud de muerte.

No lejos de allí se libraba la contienda.
La mente adulta en cuerpo de niña.
La niña en un cuerpo adulto.

El poder de la creación y la destrucción.

Un conflicto... que impulsa al otro conflicto.
El sonido suave y apagado comenzó para muchos fuera de su propia percepción.
Sin embargo... es difícil no oír algo tarde o temprano.
Y una vez que se ha escuchado...
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Re: La Madre.

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Se dejó caer pesadamente en el sillón de alto respaldo.
Las heridas de su cuerpo, reflejaban las heridas de la Torre.
La Criatura logró una hazaña con sus garras. Resquebrajar la piedra negra.

Había sacado a los refugiados. Y fue el resultado de quien corre hacía la boca de la criatura. Literalmente.
El suelo mostró sus fauces y devoró en pocos momentos a los que huían.

Seguía allí. Esperando.
Hasta que la alejaron.

Con un vago gesto de su mano, la estructura del suelo se removió, alzando una plataforma ocupada.
- Se agota el tiempo. Y estoy tan cerca.

- Te dije que iban a estropearlo.- dijo mientras mascaba los restos de púa.
- Bueno, seguimos teniéndolo controlado.

Ambos observaban el lugar con detenimiento.
Los rastros del suelo, de piedras y árboles destrozados...
La intervención del dragón había ido oportuna. Resultó simple evaluar a la criatura.

Observó a su compañera.

- ¿Ha sido suficiente?
- Mm, ¡Si! ¡Creo que si! ¿qué hacemos ahora?
- Lo mismo. Vigilar. Hasta que el conflicto haya terminado.
- ¿Y no puedo comerme al del dragón?
- No.
- ¡Aburridoooo!

Suspiró. En ocasiones añoraba los tiempos en que cazaba él solo al servicio del Equilibrio.
Pupila. Compañera.
Continuó con la mirada fija en ella.

- ¿Qué? ¿tengo algo en la cara?

Negó y volvió la vista al suelo.
Bajo el casco, esbozó una leve sonrisa.

Terminó de susurrar y con un grito de furia dio una patada en el suelo.
Como un mero capricho, la tierra retumbó a su alrededor.

- ¡Idiotas! ¡Idiotas! ¡Es mi derecho!

Cerró los ojos y se concentró nuevamente.
La Torre.
La Turba.
La criatura.
El asalto.

Se enfocó en otro punto. Y en otro.

- Tú. SI, tú. Ven a mi.

En la lejanía la piedra se convirtió en arena.
- ¡Rojo, se escapa!

La celda estaba vacía. Y para maldición de todos... una pared entera se había desvanecido.

Hundió la mano en la espalda del hombre.
Destrozando la columna hasta llegar a su corazón.

- Descansa en paz, Hermano. - retiró la mano aferrando el corazón del que yacía sobre el campo. Lo apretó y lo descartó. -¿Cynn? ¿Qué es eso? Bah.
Echó a andar alejándose de Argluna.

El cadáver de Mauvais quedó solo.
Algo se acercó, se arrodilló y rezó un leve salmo.
Luego la cabeza fue separada del cuerpo.

- Cada vez quedamos menos.

Apretó las temblorosas manos, tratando de que el contenido de la taza no se derramase.
Primero ese elfo enorme, luego el mensaje de que ella estaba libre de nuevo y ahora...
Miró a su invitada.

- No estoy segura de poder hacerlo.

La niña sonrió.

- Yo te ayudaré.
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Re: La Madre.

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La piel le ardía. El pelo le picaba.
Todo su cuerpo bullía con la esperanza de terminar.

Libertad.
Que poco le importaba dejar los postres para el final.
Su objetivo era claro.
Venganza.
Dar muerte a su madre.

Se alejó furtivamente de su captora y del grupo que allí estaba reunido, emprendiendo la marcha a largas zancadas que le permitía su nuevo estado.
Sentía la energía crepitar en su interior. Tratando de emerger por cada poro de su oscura y quitinosa... ¿piel?.

Infiltrarse en la ciudad le llevó más tiempo, tiempo en el que su captora y otros se adentraron en la casa de su Madre.
No importaba. Podía entrar. Esperar.


Minir terminó por dejar la taza a un lado.
Observó a la niña y luego el gran cuerpo que yacía sobre la alfombra.
- ¿lo... lo dejamos ahí?
La pequeña miró al elfo muerto.
- No, no. Si tenemos que esperar por tu hija, no vamos a dejar eso ahí como señal.
La niña se bajó del sillón y envolvió con suma facilidad el gran cuerpo con la alfombra.
Minir tragó saliva cuando la aparente inocente niña levantó en vilo el gran fardo y sin esfuerzo... lo subió al atico.

- ¡Minir! ¡Abre!

Alguien aporreaba la puerta de la entrada.
Minir se levantó presurosa solo para toparse con que la niña, Evony, volvía a estar delante de ella.
Alzó su pequeña mano donde un fuego se formó.
-No, no. Siéntate- ¿Es tu hija?

Minir negó. Evony se sentó nuevamente.

- Vale, abre.

Ocho horas.
Habría que ver si aceptaban aparecer o no.
Se sentó cómodamente en la ladera.
Y como una estatua, durante ese tiempo observaría el suelo y la Torre.
A fin de cuentas, solo uno podía quedar vivo.

El crepitar de la Urdimbre, el centelleo de los glifos.
Estaba tan cansado.
Necesitaba descansar para que la Torre descansase.
Pero estaba tan cerca...
Movía los esqueléticos dedos en un baile incesante de luces y destellos.

Sobre la plataforma reposaba el cuerpo en el que llevaba días trabajando.
Los glifos centelleaban sobre la piedra. En el aire.
Tan cerca.
Tan...

Un crujido tras él.
¿En la Torre?
Nadie entraba en la Torre sin su permiso.
Dejó a un lado parte de su concentración, pausando la operación.
Desvió la vista a su escritorio.
Alguien estaba apoyado en su escritorio.

- Hasta aquí te permito llegar. - dijo el intruso alzando una mano hacía él.

La explosión dentro del cuerpo de Jorhal lo derrumbó, la Torre se estremeció y algunas piedras se desmoronaron.

Los pasos lentos pasaron por encima del maltrecho Jorhal.
Los guantes de cuero se apoyaron en la plataforma... y todo se apagó.

- Estaba.... tan.... cer...ca.
- Si, lo estabas. Pero es algo que tu dominio tampoco te permitiría. Todo poder conlleva un sacrificio, inmortal.

La figura se desdibujó, desvaneciéndose.

Con un grito, quien reposaba en la plataforma... se levantó.


Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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