Vientos del Este.

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--Talos--
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Re: Vientos del Este.

Mensaje por --Talos-- »

Sonrió con la mirada puesta en la lejanía.
- Vaya, vaya. Parece que se avecinan problemas.
Bajó la vista al libro que tenía entre sus manos y comenzó a entonar con una suave y profunda voz.

A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar.
Tú cambias de rumbo intentando evitarla.
Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti.
Tú vuelves a cambiar de rumbo.
Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes.
Y esto se repite una y otra vez.
Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer.
Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo.
Esta tormenta, en definitiva, eres tú.
Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso.
Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo.
Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.
Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida.
¡No!
Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad.
Pero una cosa sí quedará clara.
Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella.
Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.


Con un quedo suspiro, cerró el libro y volvió a alzar la vista.

- Lo malo es que esa tormenta si va a traer muerte.

- Voz del Cabildo, os reclaman.

- Voy, voy. Ni un momento de quietud en estos días, ¿no es cierto? - Dijo sonriente mientras dejaba en las manos del hombre el libro.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
Daan
Araña Terrible
Araña Terrible
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Re: Vientos del Este.

Mensaje por Daan »

Música ambiental
El regreso de las Arenas

Dekhanas atrás, en las alcantarillas de Sundabar…

—Id todos atentos, a ver si vemos alguna armadura roída. Seguro que las ratas no han masticado eso.

—¿Algún rastro que veais? Más allá de la mugre.

—No se me da bien buscar rastro —gruñó uno.

—Por ahí el olor es distinto.

—Sigo mejor a la del buen olfato… que yo me pierdo, la verdad.

—En caso de duda sigue a tu nariz, decía mi maestro de herbología.

—Por aquí es más intenso.

—¿Cuánto llevamos dando vueltas?

—¿Aquí?

—Os cubro.

Khorver, Erika, Eolas y Seda descendían por las alcantarillas de Sundabar, guiados por el olfato de la guerrera enmascarada. Desde hacía dekhanas, los Escudos de Sundabar estaban preocupados por lo que sucedía allí abajo y… bueno, digamos que los cuatro habían decidido echarle un ojo a aquellas alcantarillas por diferentes motivos, aunque algunos de ellos fueran simplemente la curiosidad morbosa o una borrachera de esas locas.

Al principio no parecía una misión complicada, aunque la fauna habitual había desaparecido, reemplazada por una peculiar fauna alzada no-muerta y roedora cubierta de vendas, y unos seres aún más peligrosos que dejaban a su muerte sólo polvo y piedras. Nada que Khorver no pudiera matar, aunque orientarse… era algo que el grupo llevaba peor.

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El rastro les dirigió finalmente a las ruinas que se encontraban en los niveles inferiores de Sundabar, y llegaron al lugar que los sectarios de la ciudad usaban para sus ritos más oscuros, según cuentan siniestros rumores por los rincones de la ciudadela. Cuando llegaron, el templo del Señor Oscuro estaba cubierto por medio metro de aguas residuales, y, en el lugar donde se había alzado el altar de su dios, un ankh de piedra llenaba todo con su presencia ominosa; una presencia que hablaba por las bocas de los que se perdían en su imagen, sumiéndolos en un trance extraño.

Primero fue Khorver, luego cayó Seda, y así, en aquel lugar perdido de la mano de Selune, distintas voces repitieron su mantra.

"Y las Arenas se levantaron para dar la nueva venida al Faraón... Regocijaos, porque lo que estaba muerto ha vuelto a su trono. Ni vivo, ni muerto. Regocijaos por el Rey. Arrodillaos ante él. Pues todo cambia y todo permanece en las Arenas que él domina y dominará."

—¡No miréis el ankh! —advirtió Khorver.

Pero a Seda aquello le sonaba familiar, y antes de la advertencia ya estaba tocando y agarrando el ankh, tanteando y forzando la Urdimbre, con una maldición entre dientes, buscando la fuerza que controlaba aquel punto de poder y posiblemente a los alzados.

Fue así, con ese gesto y una explosión en su mente, que una puerta que permanecía allí cerrada reventó.

Y recordó una ciudad magnífica, una mano momificada guiando a un semiorco a través del Anaurokh bajo un sol de justicia, una aventura que acabó mal... y a alguien en un trono con ropajes de faraón. Una tormenta de arena, un vórtice en ella que empezaba a escupir aventureros inconscientes, una figura que emergía de allí con una máscara de metal, portando un bastón con forma de calavera. Una voz suave que murmuraba: “Aún no es el momento".
Seda recuperaba poco a poco destellos inconexos de una memoria robada. La sorpresa la dejó por un momento aturdida, pero apretó los dientes y profundizó más con su mente en la conexión del ankh con un renovado propósito de llegar al otro lado.

—Termina rápido, Seda, o destruiré esa cosa —advertía Khorver impaciente.

—Quizá sea lo más inteligente, teniendo en cuenta que hasta hace un rato esa estaba bebiendo —murmuraba Erika.

Y entonces el otro lado la encontró. Mirándola con una máscara metálica a los ojos.

“Arrodíllate, pues pronto las arenas llegarán”.

La hizo saltar por los aires, aunque antes casi de que tocara el suelo Khorver ya había destruido el ankh.

Atontada y cubierta de aguas fecales, Seda maldijo en todos los idiomas posibles. Jamás habría imaginado que aquello que liberaron en Cumbre volvería para morderles el culo…



Unos pocos días atrás, en las ruinas de Ascore

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Seda terminó de matar a los alzados del Faraón, que ahora trabajaban con los umbra. Recogió las piedras de colores para investigar, muestras de agua de las fuentes y marchó sin querer tentar su suerte. Tarde o temprano tendrían que cruzar ellos al desierto y necesitarían toda la información que pudieran reunir. Había que prepararse.

Estaba dolorida. Maldita Ashelia y maldito su Príncipe, que concedía paso franco al podrido del Faraón y sus esbirros. Sí que eran duros, sí…

Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
--Talos--
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Re: Vientos del Este.

Mensaje por --Talos-- »

- Los preparativos ya están terminados, su divinidad.

El Faraón alzó el bastón, ornamentado con el cráneo, sin apartar la vista del floreciente árbol de corteza rojiza.

- Excelente. Entonces prosigamos. Ya es tiempo de terminar con esta parte del plan.

Murmurando se acercó a los ventanales y dio un par de golpes en el suelo con el bastón.
La arena se arremolinó a su alrededor y en pocos segundos... desapareció
- Y eso es lo que se planea.
La figura embozada en sombras observó en silencio a la que permanecía arrodillada.

- Has cumplido bien. -asintió suavemente.- Pese a las incursiones, el Faraón solo ha sostenido sus promesas.

Juntó las manos y se dirigió al resto de los reunidos en la sala.

- Será un día glorioso para muchos. Será un día nefasto para otros tantos. -Con un gesto del brazo abarcó la totalidad de la sala y los allí reunidos.- Ahora. Preparaos y estad atentos. Nada debe interferir en su llegada.

El silencio permaneció inmutable en la sala tras esas palabras mientras los Umbras la abandonaban.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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