Sonrió con la mirada puesta en la lejanía.
- Vaya, vaya. Parece que se avecinan problemas.
Bajó la vista al libro que tenía entre sus manos y comenzó a entonar con una suave y profunda voz.
A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar.
Tú cambias de rumbo intentando evitarla.
Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti.
Tú vuelves a cambiar de rumbo.
Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes.
Y esto se repite una y otra vez.
Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer.
Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo.
Esta tormenta, en definitiva, eres tú.
Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso.
Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo.
Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.
Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida.
¡No!
Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad.
Pero una cosa sí quedará clara.
Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella.
Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.
Con un quedo suspiro, cerró el libro y volvió a alzar la vista.
- Lo malo es que esa tormenta si va a traer muerte.
- Voz del Cabildo, os reclaman.
- Voy, voy. Ni un momento de quietud en estos días, ¿no es cierto? - Dijo sonriente mientras dejaba en las manos del hombre el libro.
Vientos del Este.
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Re: Vientos del Este.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Re: Vientos del Este.
Música ambiental
Dekhanas atrás, en las alcantarillas de Sundabar…
—Id todos atentos, a ver si vemos alguna armadura roída. Seguro que las ratas no han masticado eso.
—¿Algún rastro que veais? Más allá de la mugre.
—No se me da bien buscar rastro —gruñó uno.
—Por ahí el olor es distinto.
—Sigo mejor a la del buen olfato… que yo me pierdo, la verdad.
—En caso de duda sigue a tu nariz, decía mi maestro de herbología.
—Por aquí es más intenso.
—¿Cuánto llevamos dando vueltas?
—¿Aquí?
—Os cubro.
Khorver, Erika, Eolas y Seda descendían por las alcantarillas de Sundabar, guiados por el olfato de la guerrera enmascarada. Desde hacía dekhanas, los Escudos de Sundabar estaban preocupados por lo que sucedía allí abajo y… bueno, digamos que los cuatro habían decidido echarle un ojo a aquellas alcantarillas por diferentes motivos, aunque algunos de ellos fueran simplemente la curiosidad morbosa o una borrachera de esas locas.
Al principio no parecía una misión complicada, aunque la fauna habitual había desaparecido, reemplazada por una peculiar fauna alzada no-muerta y roedora cubierta de vendas, y unos seres aún más peligrosos que dejaban a su muerte sólo polvo y piedras. Nada que Khorver no pudiera matar, aunque orientarse… era algo que el grupo llevaba peor.
El rastro les dirigió finalmente a las ruinas que se encontraban en los niveles inferiores de Sundabar, y llegaron al lugar que los sectarios de la ciudad usaban para sus ritos más oscuros, según cuentan siniestros rumores por los rincones de la ciudadela. Cuando llegaron, el templo del Señor Oscuro estaba cubierto por medio metro de aguas residuales, y, en el lugar donde se había alzado el altar de su dios, un ankh de piedra llenaba todo con su presencia ominosa; una presencia que hablaba por las bocas de los que se perdían en su imagen, sumiéndolos en un trance extraño.
Primero fue Khorver, luego cayó Seda, y así, en aquel lugar perdido de la mano de Selune, distintas voces repitieron su mantra.
"Y las Arenas se levantaron para dar la nueva venida al Faraón... Regocijaos, porque lo que estaba muerto ha vuelto a su trono. Ni vivo, ni muerto. Regocijaos por el Rey. Arrodillaos ante él. Pues todo cambia y todo permanece en las Arenas que él domina y dominará."
—¡No miréis el ankh! —advirtió Khorver.
Pero a Seda aquello le sonaba familiar, y antes de la advertencia ya estaba tocando y agarrando el ankh, tanteando y forzando la Urdimbre, con una maldición entre dientes, buscando la fuerza que controlaba aquel punto de poder y posiblemente a los alzados.
Fue así, con ese gesto y una explosión en su mente, que una puerta que permanecía allí cerrada reventó.
Y recordó una ciudad magnífica, una mano momificada guiando a un semiorco a través del Anaurokh bajo un sol de justicia, una aventura que acabó mal... y a alguien en un trono con ropajes de faraón. Una tormenta de arena, un vórtice en ella que empezaba a escupir aventureros inconscientes, una figura que emergía de allí con una máscara de metal, portando un bastón con forma de calavera. Una voz suave que murmuraba: “Aún no es el momento".
Seda recuperaba poco a poco destellos inconexos de una memoria robada. La sorpresa la dejó por un momento aturdida, pero apretó los dientes y profundizó más con su mente en la conexión del ankh con un renovado propósito de llegar al otro lado.
—Termina rápido, Seda, o destruiré esa cosa —advertía Khorver impaciente.
—Quizá sea lo más inteligente, teniendo en cuenta que hasta hace un rato esa estaba bebiendo —murmuraba Erika.
Y entonces el otro lado la encontró. Mirándola con una máscara metálica a los ojos.
“Arrodíllate, pues pronto las arenas llegarán”.
La hizo saltar por los aires, aunque antes casi de que tocara el suelo Khorver ya había destruido el ankh.
Atontada y cubierta de aguas fecales, Seda maldijo en todos los idiomas posibles. Jamás habría imaginado que aquello que liberaron en Cumbre volvería para morderles el culo…
Unos pocos días atrás, en las ruinas de Ascore
Seda terminó de matar a los alzados del Faraón, que ahora trabajaban con los umbra. Recogió las piedras de colores para investigar, muestras de agua de las fuentes y marchó sin querer tentar su suerte. Tarde o temprano tendrían que cruzar ellos al desierto y necesitarían toda la información que pudieran reunir. Había que prepararse.
Estaba dolorida. Maldita Ashelia y maldito su Príncipe, que concedía paso franco al podrido del Faraón y sus esbirros. Sí que eran duros, sí…
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Re: Vientos del Este.
- Los preparativos ya están terminados, su divinidad.
El Faraón alzó el bastón, ornamentado con el cráneo, sin apartar la vista del floreciente árbol de corteza rojiza.
- Excelente. Entonces prosigamos. Ya es tiempo de terminar con esta parte del plan.
Murmurando se acercó a los ventanales y dio un par de golpes en el suelo con el bastón.
La arena se arremolinó a su alrededor y en pocos segundos... desapareció
- Y eso es lo que se planea.
La figura embozada en sombras observó en silencio a la que permanecía arrodillada.
- Has cumplido bien. -asintió suavemente.- Pese a las incursiones, el Faraón solo ha sostenido sus promesas.
Juntó las manos y se dirigió al resto de los reunidos en la sala.
- Será un día glorioso para muchos. Será un día nefasto para otros tantos. -Con un gesto del brazo abarcó la totalidad de la sala y los allí reunidos.- Ahora. Preparaos y estad atentos. Nada debe interferir en su llegada.
El silencio permaneció inmutable en la sala tras esas palabras mientras los Umbras la abandonaban.
Y de los cielos surgiran rayos que iluminaran hasta la más oscura sombra... y los truenos acallaran los gritos de panico y dolor.
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Re: Vientos del Este.
La mujer caminaba a paso firme entre las ruinas. El ansiado momento era inminente.
Inclinaba la cabeza a sus hermanos, respetuosa, y miradas vacías a los nuevos refuerzos. Había tenido sus dudas al principio, pero cumplieron su palabra con creces.
Estaba el pequeño inconveniente de esas pequeñas ratas que lograron escapar, y aunque no llegaron a decir gran cosa antes de morir, fue lo suficiente para llamar la atención de Cuarto.
Había dado su aviso, "dejadnos verlo o en una semana iré con un grupo de aventureros". Por desgracia para ellos, una semana era demasiado tarde...
Ashelia se detuvo y se quitó la máscara, alejando todas las sombras que cubrían lo visible de su rostro. Quería ver esto con sus propios ojos, sin ningún velo que le quitase la más mínima parte de la grandeza de esa visión.
Los arcanos terminaron sus rituales, y la sombra de una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer...
El muro había caído, dejando paso a lo que tanto tiempo atrás había sido sellado...
Inclinaba la cabeza a sus hermanos, respetuosa, y miradas vacías a los nuevos refuerzos. Había tenido sus dudas al principio, pero cumplieron su palabra con creces.
Estaba el pequeño inconveniente de esas pequeñas ratas que lograron escapar, y aunque no llegaron a decir gran cosa antes de morir, fue lo suficiente para llamar la atención de Cuarto.
Había dado su aviso, "dejadnos verlo o en una semana iré con un grupo de aventureros". Por desgracia para ellos, una semana era demasiado tarde...
Ashelia se detuvo y se quitó la máscara, alejando todas las sombras que cubrían lo visible de su rostro. Quería ver esto con sus propios ojos, sin ningún velo que le quitase la más mínima parte de la grandeza de esa visión.
Los arcanos terminaron sus rituales, y la sombra de una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer...
El muro había caído, dejando paso a lo que tanto tiempo atrás había sido sellado...
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Re: Vientos del Este.
Avanzó con paso ágil, ignorando por igual a todos los allí reunidos.
Todos inferiores a una divinidad como él.
Se detuvo y observó por un instante el lugar.
Hizo un leve gesto con el bastón a los arcanistas Umbras y trasvasó el umbral abierto sin esperar una respuesta.
- Le vimos caer. Fue atrapado en el aire por la gran mano.
La curandera atendía las múltiples fracturas, contusiones y cortes.
- Poseía alas cuando lo encontramos, pero desaparecieron.
Sin decir palabra alguna siguió con su tarea, concentrada en su paciente.
Cuando terminó, se levantó ayudada por una joven.
- Que descanse. Dadle dátiles ablandados en leche de camella. Y la leche.
Salió al exterior de la tienda, donde el bullicio del otrora tranquilo Oasis, le dio la bienvenida.
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Re: Vientos del Este.
Bosque Legendario.
La calavera abrió su mandíbula hasta chasquear y desencajarse.
Depositó en las fauces de la escultura de donde manaba el agua la piedra de arenisca.
- Está hecho. - Murmuró mientras observaba a los que hacían los ruidos de lucha tras de si y reencajaba la mandíbula.
Vio a tres acercarse, los observó y se desvaneció teleportandose...
En lo profundo de la Ciudad Oscura.
Urdimbre entretejiéndose.
Golpe precisos.
Las antiguas y semiocultas protecciones estaban siendo una a una eliminadas.
Oían el clamor desde la lejanía.
El murmullo creciente.
Glifos, runas, custodias, piedras... fueron destruyéndose.
El muro daba paso poco a poco a una oquedad. A un antiguo pasadizo.
A la antigua cámara.
- Debemos seguir con los preparativos para el siguiente rito. - dijo el Umbra.
Por toda respuesta el cráneo simplemente se desvaneció portando el huevo entre sus mandíbulas.
- Tiempo, solo necesitamos tiempo. - Observó los trabajos que se continuaban realizando. - Tiempo y las suficientes ofrendas.
- ¡Salimos, hemos escapado de esos Umbras y sus nuevos amigos!
El mago asintió a sus compañeros, mientras avanzaban a través de los restos de los barcos de piedra varados en las arenas a la carrera.
- Tenemos que informar de eso. Sea lo que sea lo que estén tramando...
Los cuatros se detuvieron a tomar aliento.
- Dadme un momento y nos sacaré de aquí. - Tomó la cantimplora y dio un largo trago.
- Eh, es cosa mía o se hace de noche.
Alzaron la vista para ver como la arena comenzaba a llenar el cielo.
- Es una tormenta de arena, agarraos a mi. Nos llevaré de regreso.
Los cuatro hicieron un circulo y el mago comenzó a recitar el conjuro.
- Eso.. ¡no es una tormenta!
Mientras el conjuro terminaba de ser urdido, las arenas golpearon al grupo, dispersándolos en el mismo momento que comenzaban a desvanecerse...
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Re: Vientos del Este.
En algún lugar del desierto...
El cráneo depositó el huevo sobre la cálida arena.
- Con alas veloces, guiadas por el abrasador abrazo del profundo desierto.
Con garras afiladas y desgarradoras, como la fina arena llevada por la tormenta.
Ven a mi llamada por decreto del Señor de la Noche y el Día.
De las alturas se oyó el graznido y el halcón descendió.
El ave, cubierta de vendajes raídos, tomó tierra, recogió el extraño huevo y alzó el vuelo.
- Vuela. Es la hora de la cosecha.
Villanieve. Día 1.
El ave descendió de los cielos, posándose en el tejado.
La gente iba y venía.
Entraba y salía del edificio.
Emitiendo un quedo graznido, aleteó hasta una cercana ventana abierta y entró...
La noche era cálida y tranquila.
En una cama, una pequeña niña dormía.
Con cuidado el ave dejó el huevo bajo la cama, retrocedió y salió volando por donde había entrado.
La niña se removió levemente.
El sueño no se interrumpió mientras el cascarón se resquebrajaba.
Lentamente, la criatura extendió sus patas, desplegó las cuatro alas cristalinas y comenzó a salir de de bajo de la cama, para ascender por ella...
Villanieve. Días siguientes...
La noche.
Se había convertido en un sin fin de pesadillas y horrores para los diversos habitantes de las caravanas y tienduchas que se esparcían por el lugar.
Aquí y allá iban desapareciendo lugareños.
Un zumbido.
Y nada más.
Hombres, mujeres, humanos, enanos o medianos.
Cada noche, durante casi dos dekhanas, se cobraba un desaparecido.
Villanieve, decimocuarta noche...
En un bosque cercano, los cuerpos, convertidos en meros cascarones de piel reseca, permanecían cubiertos por densas hebras.
La criatura permanecía quieta. Sus patas, sus alas... replegadas.
Solo el bullir de su abdomen denotaba actividad.
Unas luces rojizas bailaban en un constante subir y bajar en lo que debía ser su estomago.
Sin previo aviso, estiró los dos pares de cristalinas alas y alzó el vuelo.
Dejando tras de si un dantesco escenario de muerte.
Volando directa hacia el Este.
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Re: Vientos del Este.
Reuniendo información
//Sep. Ya sé que voy con retraso, y además tarde escribiendo.
La Voz del Cabildo
Seda encontró a Jarol y Alicia discutiendo en Cumbre al calor de los fuegos del Cabildo. Llegó en mitad de protestas, amenazas, y frustración, y lo que le quedó claro de aquella conversación cazada a medias era que Alicia estaba preocupada por Ascore y que Cumbre no iba a tomar ninguna acción al respecto.
Conociendo la dinámica de Cumbre, no era algo que Seda esperara tampoco, pero al menos, confiaba en conseguir de Jarol algo de información y cierta intermediación para sus asuntos… personales. La discusión que terminaba de observar era un buen pie para comenzar y, por suerte Jarol aquel día estaba hablador, y la orientó hacia el significado de las piedras que había recuperado.
Si había algo antiguo, Jarol sabría de ello, y aquellas piedras lo eran.
Jarol jugó con las piedras en las mano mientras las examinaba con curiosidad, y se explayaba con las observaciones.
—Nigromancia, evocación... esas piedras son algo así como piedras alma de golems. Hoy, un golem se construye de forma mucho más elaborada, eso simplemente es una losa de glifo que anima la materia para dar forma a... algo. Hay restos de nigromancia, así que puede que las zonas dañadas del glifo contuviesen un alma o un fragmento de alma, y si había trazas de alma, esas cosas pueden albergar consciencia e inteligencia. Se podría decir que ni es un golem, ni es del todo un no-muerto, pero no tiene los beneficios de un golem y deduzco que si las debilidades del otro. ¿Su punto débil? El de cualquier cosa que se puede destruir.
Había tenido suerte de encontrarlo locuaz, aunque intentar hablar con él de la Ciudad Divina y del Faraón de las Arenas le devolvió a las viejas costumbres de los acertijos y dobles significados burlones. No hubiera sido él sin soltar una frase frustrantemente críptica y un consejo sin demasiado sentido que acabaría teniéndolo en el momento justo en que se convertiría en una burla… pero tampoco podía quejarse, pues por una vez no había tenido que ofrecer ningún pago por la información. Además, Jarol siempre besaba bien y era difícil enfadarse con él.
“A veces no se escucha lo que se oye…”
Tendría que tener eso en cuenta, pero había cosas que le intrigaban más.
Ni un miserable recibo...
Cuarto había conseguido precipitar la situación, con el transcurso natural de los acontecimientos que Seda había advertido a Ashelia: si no era ella, otros aventureros irían a Ascore con menos intención de dialogar. Y, como era de esperar… Cuarto había sido el primero de esos “otros” y había decidido ir, le concedieran paso o no, con toda la caballería a Ascore, preocupado por rumores de que estaban intentando derribar el Muro de Sharnoss.
Cuarto, maldito Cuarto... llevaba días intentando hablar con él mientras los dos se esquivaban por los pelos.
Lo cierto es que la situación con los umbra era cada vez más tensa, la presencia de Ashelia en la villa era un peligro para cualquier acción que se quisiera llevar a cabo con Ascore y los esbirros del faraón, aunque nadie pareciera darse cuenta del riesgo, y los rumores eran preocupantes, aunque resultaba complicado creer que los umbra fueran capaces de liberar a sus más ancestrales enemigos. Algo no cuadraba en toda la situación, y por en medio estaba el Faraón de las Arenas, con unas criaturas que eran muy difíciles de matar.
Seda quería saber a qué se enfrentaba, tenía que averiguar más. Y el único sitio donde se le ocurría preguntar por magia primitiva era Argluna.
La Cámara de los Sabios era un lugar que impresionaba, con sus interminables pasillos de libros, la gran galería con las noticias principales de la región y el exhaustivo control que los sacerdotes de Deneir seguían para regular los accesos y controlar las copias de los tomos y manuscritos.
Seda se encontraba un poco descolocada entre tanto libro, pero si lo que tenía en las manos era tan antiguo… no le quedaba otra opción que recurrir a sus académicos.
Un señor con barba cana y mirada adusta la observó de arriba a abajo.
—Eehm, hola, buenos días. ¿Podría indicarme dónde se encuentra la sección de golemancia primitiva o Historia de la magia, Constructos iniciales?
—Sección 32A8, subsección 4. Planta 5.
—Y eso es… ¿dónde? —mirando la miríada de estanterías.
—Niveles privados —contestó, mirando al techo.
—Ah. Vaya. ¿Y hay posibilidad de conseguir acceso a esa información?
—Con una elaboración detallada de lo que quiere puede contratar a uno o varios de nuestros escribas para que busque lo que desea. Tendrá que elaborar una solicitud por escrito, cuanto más detallada sea el área de estudio deseado, mejor, formulario 38A. El tiempo que tarde dependerá de varios factores, aunque siempre puede contratar más escribas para su labor. La jornada de trabajo por escriba son 5000 a la hora para esa sección en concreto, y un extra por cada respuesta contestada de las que se solicite en el informe.
Seda se encontró confusa mientras le hablaban, en un escritorio, rellenando un formulario para intentar obtener alguna información útil en las 12 horas que faltaban hasta la reunión con Cuarto y con la perturbadora sensación de que la acababan de atracar.
Entregó el oro y el formulario de solicitud, que el escriba procedió rápidamente a guardar.
—Está bien. Se pondrán a trabajar de inmediato.
—Eeeh… ¿y no me vais a dar recibo?
—¿Perdón?
—No sé, no dais un recibo por la petición? Que acabo de dejar 200.000 piezas de oro a cuenta...
Salió de allí media hora después de discusión, dejando a un sacerdote indignado, el bolsillo vacío, y sin recibo. Más valía que aquello mereciera la pena, porque prefería sin duda la violencia de un grupo de bandidos semi-orcos que la institucional.
Las rutas comerciales de Alicia
Horas después, un reservado en Villanieve, un par de copas, Alicia y ella mirándose recelosas, con el hacha de guerra enterrada pero poco ánimo para tonterías.
Fue una conversación rápida: por lo que respectaba a Alicia, Ascore podía explotar. Se la soplaban los umbras hasta el infinito, pero las rutas comerciales, bloqueadas por el problema de Ascore... eso era otro cantar. Ella quería algo del desierto, pero no quería contar qué. Y mientras Ascore estuviera bloqueado, aquello no iba a llegar.
Alicia no sabía que pasaba en Ascore, pero una conclusión común llegaron a sacar: si algo estaba derribando el Muro era difícil que fueran los mismos que lo llevaban protegiendo tanto tiempo aunque se decía que un grupo había salido de allí diciendo que el muro se estaba rompiendo. Y las cosas, cada vez más, comenzaban a oler mal.
Ninguna de las dos sacó el hacha de guerra aquella noche. No se llevaban bien, no habían tenido buenos comienzos, pero por una vez la situación las podía llevar a colaborar, aunque aquello implicara a los jodidos zhents.
Así que ya sólo quedaba esperar.
//Sep. Ya sé que voy con retraso, y además tarde escribiendo.
La Voz del Cabildo
Seda encontró a Jarol y Alicia discutiendo en Cumbre al calor de los fuegos del Cabildo. Llegó en mitad de protestas, amenazas, y frustración, y lo que le quedó claro de aquella conversación cazada a medias era que Alicia estaba preocupada por Ascore y que Cumbre no iba a tomar ninguna acción al respecto.
Conociendo la dinámica de Cumbre, no era algo que Seda esperara tampoco, pero al menos, confiaba en conseguir de Jarol algo de información y cierta intermediación para sus asuntos… personales. La discusión que terminaba de observar era un buen pie para comenzar y, por suerte Jarol aquel día estaba hablador, y la orientó hacia el significado de las piedras que había recuperado.
Si había algo antiguo, Jarol sabría de ello, y aquellas piedras lo eran.
Jarol jugó con las piedras en las mano mientras las examinaba con curiosidad, y se explayaba con las observaciones.
—Nigromancia, evocación... esas piedras son algo así como piedras alma de golems. Hoy, un golem se construye de forma mucho más elaborada, eso simplemente es una losa de glifo que anima la materia para dar forma a... algo. Hay restos de nigromancia, así que puede que las zonas dañadas del glifo contuviesen un alma o un fragmento de alma, y si había trazas de alma, esas cosas pueden albergar consciencia e inteligencia. Se podría decir que ni es un golem, ni es del todo un no-muerto, pero no tiene los beneficios de un golem y deduzco que si las debilidades del otro. ¿Su punto débil? El de cualquier cosa que se puede destruir.
Había tenido suerte de encontrarlo locuaz, aunque intentar hablar con él de la Ciudad Divina y del Faraón de las Arenas le devolvió a las viejas costumbres de los acertijos y dobles significados burlones. No hubiera sido él sin soltar una frase frustrantemente críptica y un consejo sin demasiado sentido que acabaría teniéndolo en el momento justo en que se convertiría en una burla… pero tampoco podía quejarse, pues por una vez no había tenido que ofrecer ningún pago por la información. Además, Jarol siempre besaba bien y era difícil enfadarse con él.
“A veces no se escucha lo que se oye…”
Tendría que tener eso en cuenta, pero había cosas que le intrigaban más.
Ni un miserable recibo...
Cuarto había conseguido precipitar la situación, con el transcurso natural de los acontecimientos que Seda había advertido a Ashelia: si no era ella, otros aventureros irían a Ascore con menos intención de dialogar. Y, como era de esperar… Cuarto había sido el primero de esos “otros” y había decidido ir, le concedieran paso o no, con toda la caballería a Ascore, preocupado por rumores de que estaban intentando derribar el Muro de Sharnoss.
Cuarto, maldito Cuarto... llevaba días intentando hablar con él mientras los dos se esquivaban por los pelos.
Lo cierto es que la situación con los umbra era cada vez más tensa, la presencia de Ashelia en la villa era un peligro para cualquier acción que se quisiera llevar a cabo con Ascore y los esbirros del faraón, aunque nadie pareciera darse cuenta del riesgo, y los rumores eran preocupantes, aunque resultaba complicado creer que los umbra fueran capaces de liberar a sus más ancestrales enemigos. Algo no cuadraba en toda la situación, y por en medio estaba el Faraón de las Arenas, con unas criaturas que eran muy difíciles de matar.
Seda quería saber a qué se enfrentaba, tenía que averiguar más. Y el único sitio donde se le ocurría preguntar por magia primitiva era Argluna.
La Cámara de los Sabios era un lugar que impresionaba, con sus interminables pasillos de libros, la gran galería con las noticias principales de la región y el exhaustivo control que los sacerdotes de Deneir seguían para regular los accesos y controlar las copias de los tomos y manuscritos.
Seda se encontraba un poco descolocada entre tanto libro, pero si lo que tenía en las manos era tan antiguo… no le quedaba otra opción que recurrir a sus académicos.
Un señor con barba cana y mirada adusta la observó de arriba a abajo.
—Eehm, hola, buenos días. ¿Podría indicarme dónde se encuentra la sección de golemancia primitiva o Historia de la magia, Constructos iniciales?
—Sección 32A8, subsección 4. Planta 5.
—Y eso es… ¿dónde? —mirando la miríada de estanterías.
—Niveles privados —contestó, mirando al techo.
—Ah. Vaya. ¿Y hay posibilidad de conseguir acceso a esa información?
—Con una elaboración detallada de lo que quiere puede contratar a uno o varios de nuestros escribas para que busque lo que desea. Tendrá que elaborar una solicitud por escrito, cuanto más detallada sea el área de estudio deseado, mejor, formulario 38A. El tiempo que tarde dependerá de varios factores, aunque siempre puede contratar más escribas para su labor. La jornada de trabajo por escriba son 5000 a la hora para esa sección en concreto, y un extra por cada respuesta contestada de las que se solicite en el informe.
Seda se encontró confusa mientras le hablaban, en un escritorio, rellenando un formulario para intentar obtener alguna información útil en las 12 horas que faltaban hasta la reunión con Cuarto y con la perturbadora sensación de que la acababan de atracar.
Entregó el oro y el formulario de solicitud, que el escriba procedió rápidamente a guardar.
—Está bien. Se pondrán a trabajar de inmediato.
—Eeeh… ¿y no me vais a dar recibo?
—¿Perdón?
—No sé, no dais un recibo por la petición? Que acabo de dejar 200.000 piezas de oro a cuenta...
Salió de allí media hora después de discusión, dejando a un sacerdote indignado, el bolsillo vacío, y sin recibo. Más valía que aquello mereciera la pena, porque prefería sin duda la violencia de un grupo de bandidos semi-orcos que la institucional.
Las rutas comerciales de Alicia
Horas después, un reservado en Villanieve, un par de copas, Alicia y ella mirándose recelosas, con el hacha de guerra enterrada pero poco ánimo para tonterías.
Fue una conversación rápida: por lo que respectaba a Alicia, Ascore podía explotar. Se la soplaban los umbras hasta el infinito, pero las rutas comerciales, bloqueadas por el problema de Ascore... eso era otro cantar. Ella quería algo del desierto, pero no quería contar qué. Y mientras Ascore estuviera bloqueado, aquello no iba a llegar.
Alicia no sabía que pasaba en Ascore, pero una conclusión común llegaron a sacar: si algo estaba derribando el Muro era difícil que fueran los mismos que lo llevaban protegiendo tanto tiempo aunque se decía que un grupo había salido de allí diciendo que el muro se estaba rompiendo. Y las cosas, cada vez más, comenzaban a oler mal.
Ninguna de las dos sacó el hacha de guerra aquella noche. No se llevaban bien, no habían tenido buenos comienzos, pero por una vez la situación las podía llevar a colaborar, aunque aquello implicara a los jodidos zhents.
Así que ya sólo quedaba esperar.
Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
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Las arenas de Ascore
Impaciencia
Odiaba esperar. Odiaba esperar. ¿Dónde se había metido Cuarto? ¿Por qué no aparecía? Buppi y Trisviel dicutían en la plaza sobre Ozeloth, Zalcor, a cierta distancia, aguardaba con paciencia. No le daba tranquilidad que estuviera tan cómodo con la presencia de Ashelia en Nevesmortas, y no dudaba que seguiría sus propios planes pesara a quien pesara.
El tiempo pasaba, Seda había releído ya varias veces el informe de la Cámara de los Sabios (que incluía un recargo de 1000 monedas por aportar un recibo) y la tardanza de Cuarto comenzaba a ponerla de los nervios. Hasta había comenzado a morderse de nuevo las uñas.
Llegó Khorver. Se alegró de verlo, al fin y al cabo era de los pocos que la tomaban en serio, a pesar de tener el tacto de un rothe embistiendo. Juntos, en privado en su despacho de la Mansión de Mordenkainen, estudiaron el informe, que hablaba de una glifología de origen pre-mulhorandiano, con diversas variaciones de una fórmula que hablaba de muertes por diferentes causas, asociadas a los colores de los tintes. El glifo con alma animaba a la arena mediante nigromancia y evocación, creando criaturas que podían ser destruidas rompiendo la piedra y liberando el alma… o con la mera violencia.
Cuarto no aparecía, pero quizás mientras los umbra le esperaban, ellos podrían intentar algo por su cuenta.
—Colémonos en santuario y con sigilo hasta el desierto. Podremos eludir así las trampas, y desde allí llegar al Oasis y a la Ciudad del Faraón. Quizás podamos cruzar en forma gaseosa en algunos puntos, quizás hasta echar un ojo por la zona de abajo si lo vemos factible…
—¿Abrirás un portal desde el otro lado?
—No, no es la primera vez que se lía en la villa —“que la lío en la villa”, pensó para sí— con portales. Al final tendría gracia que me echaran a mí de Nevesmortas. ¿Cómo lo ves? ¿Arriesgado?
—¿Y que no es arriesgado?
—Mientras no acabemos en forma de piedra… Pero con el santuario no debería haber problema...
Ambos miraron las rocas sobre la mesa pensativos.
—No sé para qué usamos santuarios… —dijo Seda limpiándose la arena después del combate.
A los pies de ambos había un cierto número de umbras caídos y Caídos de las Piedras del faraón, aunque Khorver no se había despeinado siquiera; a su alrededor, una puerta hacia las profundidades de Ascore, cerrada mágicamente, que esperaba explícitamente a Cuarto, y varias puertas cerradas a cal y canto hacia las planicies del desierto. Pero pocas puertas hay tan cerradas que no dejen pasar el aire.
Cruzaron al desierto como volutas de gas por debajo del quicio de la puerta, para ser recibidos por un grupo de umbras y halcones momificados que hubo que combatir. Sin respiro, en la distancia, una gigantesca tormenta comenzaba a tomar forma, que apenas terminado el combate se arrojó sobre ellos, formando manos y un rostro de arena terrible.
Khorver se transformó en golem para resistir su envite, Seda se cubrió con las paredes de las ruinas aferrándose a las rocas, pero a los pocos instantes ambos salieron volando cruzando Ascore por los aires… y no matándose de milagro.
“EL TRIBUTO DE PASO A MIS DOMINIOS NO HA SIDO PAGADO”.
Aquella fue la despedida de la tormenta.
Hacia la Tormenta
Cataplof. Seda cayó en las cercanías del Descanso de los Páramos, y con un gruñido, todavía en el suelo, echó mano a una de sus gemas restablecedoras para curar las contusiones y huesos rotos y poder ponerse en pie.
Se levantó jurando en premulhorandiano y comenzó a cambiarse de ropa en mitad del camino, arrojándolo todo a la bolsa con violencia, gruñendo para sí. No podía quedar en eso. No podía llegar tan cerca... y quedar tan lejos.
Llevaba una temporada de perros. La había estafado la administración, la habían llamado maleducada y malcriada por intentar proteger la villa del espionaje umbras, la ignoraban cuando hablaba, La guardia no le hacía ni puñetero caso, Cuarto la eludía, y ahora, una tormenta de arena se ponía en su camino cual portero del Roble Dorado exigiendo calzado de fiesta.
Khorver llegó justo a tiempo de ver cómo golpeaba iracunda los broches de su túnica y se iniciaba la polimorfia.
—Uff —suspiró mientras se pasaba la mano por la cara—. Yo te espero en la posada…
Una dragona roja surcó los cielos de Ascore con la mirada ídem de ira.
—¿CUAL ES EL PUTO TRIBUTOOOO? ¿EH? ¿EH? —gritaba a la tormenta, desafiante.
Obtuvo una respuesta... justo antes de salir volando arrojada de nuevo, cual bala lanzada por hondero mediano, surcando los cielos del Camino de la Bifurcación.
Lo intentó una y otra vez, y la urdimbre se desvaneció antes que su testarudez. El último golpe la había dejado dolorida, más allá del cruce del Lanzagélida, y casi en el camino de Nevesmortas.
De nuevo en forma humana, la ira se había calmado, pero no la decisión. Y aún le quedaban recursos.
Golpeó el suelo con el puño. Fuera como fuera, Seda iba a llegar al Oasis… o al charco.
Impaciencia
Odiaba esperar. Odiaba esperar. ¿Dónde se había metido Cuarto? ¿Por qué no aparecía? Buppi y Trisviel dicutían en la plaza sobre Ozeloth, Zalcor, a cierta distancia, aguardaba con paciencia. No le daba tranquilidad que estuviera tan cómodo con la presencia de Ashelia en Nevesmortas, y no dudaba que seguiría sus propios planes pesara a quien pesara.
El tiempo pasaba, Seda había releído ya varias veces el informe de la Cámara de los Sabios (que incluía un recargo de 1000 monedas por aportar un recibo) y la tardanza de Cuarto comenzaba a ponerla de los nervios. Hasta había comenzado a morderse de nuevo las uñas.
Llegó Khorver. Se alegró de verlo, al fin y al cabo era de los pocos que la tomaban en serio, a pesar de tener el tacto de un rothe embistiendo. Juntos, en privado en su despacho de la Mansión de Mordenkainen, estudiaron el informe, que hablaba de una glifología de origen pre-mulhorandiano, con diversas variaciones de una fórmula que hablaba de muertes por diferentes causas, asociadas a los colores de los tintes. El glifo con alma animaba a la arena mediante nigromancia y evocación, creando criaturas que podían ser destruidas rompiendo la piedra y liberando el alma… o con la mera violencia.
Cuarto no aparecía, pero quizás mientras los umbra le esperaban, ellos podrían intentar algo por su cuenta.
—Colémonos en santuario y con sigilo hasta el desierto. Podremos eludir así las trampas, y desde allí llegar al Oasis y a la Ciudad del Faraón. Quizás podamos cruzar en forma gaseosa en algunos puntos, quizás hasta echar un ojo por la zona de abajo si lo vemos factible…
—¿Abrirás un portal desde el otro lado?
—No, no es la primera vez que se lía en la villa —“que la lío en la villa”, pensó para sí— con portales. Al final tendría gracia que me echaran a mí de Nevesmortas. ¿Cómo lo ves? ¿Arriesgado?
—¿Y que no es arriesgado?
—Mientras no acabemos en forma de piedra… Pero con el santuario no debería haber problema...
Ambos miraron las rocas sobre la mesa pensativos.
—No sé para qué usamos santuarios… —dijo Seda limpiándose la arena después del combate.
A los pies de ambos había un cierto número de umbras caídos y Caídos de las Piedras del faraón, aunque Khorver no se había despeinado siquiera; a su alrededor, una puerta hacia las profundidades de Ascore, cerrada mágicamente, que esperaba explícitamente a Cuarto, y varias puertas cerradas a cal y canto hacia las planicies del desierto. Pero pocas puertas hay tan cerradas que no dejen pasar el aire.
Cruzaron al desierto como volutas de gas por debajo del quicio de la puerta, para ser recibidos por un grupo de umbras y halcones momificados que hubo que combatir. Sin respiro, en la distancia, una gigantesca tormenta comenzaba a tomar forma, que apenas terminado el combate se arrojó sobre ellos, formando manos y un rostro de arena terrible.
Khorver se transformó en golem para resistir su envite, Seda se cubrió con las paredes de las ruinas aferrándose a las rocas, pero a los pocos instantes ambos salieron volando cruzando Ascore por los aires… y no matándose de milagro.
“EL TRIBUTO DE PASO A MIS DOMINIOS NO HA SIDO PAGADO”.
Aquella fue la despedida de la tormenta.
Hacia la Tormenta
Cataplof. Seda cayó en las cercanías del Descanso de los Páramos, y con un gruñido, todavía en el suelo, echó mano a una de sus gemas restablecedoras para curar las contusiones y huesos rotos y poder ponerse en pie.
Se levantó jurando en premulhorandiano y comenzó a cambiarse de ropa en mitad del camino, arrojándolo todo a la bolsa con violencia, gruñendo para sí. No podía quedar en eso. No podía llegar tan cerca... y quedar tan lejos.
Llevaba una temporada de perros. La había estafado la administración, la habían llamado maleducada y malcriada por intentar proteger la villa del espionaje umbras, la ignoraban cuando hablaba, La guardia no le hacía ni puñetero caso, Cuarto la eludía, y ahora, una tormenta de arena se ponía en su camino cual portero del Roble Dorado exigiendo calzado de fiesta.
Khorver llegó justo a tiempo de ver cómo golpeaba iracunda los broches de su túnica y se iniciaba la polimorfia.
—Uff —suspiró mientras se pasaba la mano por la cara—. Yo te espero en la posada…
Una dragona roja surcó los cielos de Ascore con la mirada ídem de ira.
—¿CUAL ES EL PUTO TRIBUTOOOO? ¿EH? ¿EH? —gritaba a la tormenta, desafiante.
Obtuvo una respuesta... justo antes de salir volando arrojada de nuevo, cual bala lanzada por hondero mediano, surcando los cielos del Camino de la Bifurcación.
Lo intentó una y otra vez, y la urdimbre se desvaneció antes que su testarudez. El último golpe la había dejado dolorida, más allá del cruce del Lanzagélida, y casi en el camino de Nevesmortas.
De nuevo en forma humana, la ira se había calmado, pero no la decisión. Y aún le quedaban recursos.
Golpeó el suelo con el puño. Fuera como fuera, Seda iba a llegar al Oasis… o al charco.
Daan - Perista profesional y lianta ocasional en paradero desconocido
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada
Seda - Brujipícara y juerguista en paradero conocido (cualquier taberna)
Troy - Metomentodo a sueldo de pelo verde
Nin - El ki al servicio de Selûne
Talhoffer - Tan sólo una espada