Isenfindur de Acebeda

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Mitacys

Isenfindur de Acebeda

Mensaje por Mitacys »

RECUERDO

Tú no conociste Acebeda. ¡Oh, casi puedo verla de nuevo si cierro los ojos!. Un pequeño valle, con su arroyo, su huerta, su bosque, al abrigo de las montañas… No aparecía en los mapas, y el camino se reducía a un sendero al sur de La Bifurcación. Al fondo del valle la Mina de Gor, un pequeño pero próspero enclave enano. En aquellos tiempos turbulentos, era un buen lugar para vivir, al menos eso pensábamos. Ascalcorno quedaba peligrosamente cerca, pero nunca nadie se aventuró al este.

Isenfindur era una joven elfo, despistado y alegre. Su vida se dividía entre dos pasiones, su amor por la bella Finnial y el estudio de los secretos arcanos. Me acuerdo cuando los mozos de la aldea bromeabamos con él. Era débil y delgado, nada que ver con los sanos muchachos que arabamos la tierra o cazábamos en el bosque. Pero no le importaba, y reía con nosotros, pues el amor de su doncella le llenaba el corazón.

Finnial era hermosa, ya lo creo. Quizás en las prósperas ciudades, en las grandes cortes, en los palacios éficos, se guarde mayor hermosura, pero como aprenderás con el tiempo, a veces la belleza consiste solo en un gesto, en una manera de andar, en una forma de ser… y ella era la muchacha mas encantadora que conocíamos todos los de Acebeda. Su padre era el herrero de la aldea, hombre de armas y lider de la comunidad. Su madre era elfa, pero partió cuando ella todavía era pequeña. Nadie explicó nunca porqué, ni ella ni su taciturno padre, pero ambos parecían aceptarlo como algo que no podría haber sido de otro modo. Son cosas que hacen los elfos de vez en cuando, supongo.

Casi todos los muchachos de la aldea habíamos pretendido tarde o temprano a la alegre Finnial, pero ella le entregó su corazón a Isenfindur. Y todos los que la pretendimos alguna vez, tanto elfos como humanos, nos preguntábamos que veía en él, en aquel pálido aprendiz de brujo.

En la aldea vivía Glichunn el Viejo. Glichunn era un mago, un hombre que vino del sur cuando comenzó el asentamiento. Consigo traía a Isenfindur, pero no era su hijo. La única explicación que daba era que fue amigo de sus padres, y que ellos ya no estaban, y con eso nos contentábamos. Isenfindur nos confesó que él no los conoció, que siempre había ido con Glichunn de aquí para allá, y era lo mas parecido a un padre que había tenido. Tenías que haberlo conocido, al Viejo. Nunca fue un gran mago, seguro. Pero contaba unos chistes buenísimos, sobretodo cuando tomaba un par de cervezas en el salón común. Toda su vida fue un mago ambulante, un encantador, que iba de aquí para allá haciendo arreglos a los campesinos. Nunca se inmiscuyó en los asuntos de los grandes magos, aunque intuyo que hace mucho tiempo debió tener una vida mas ajetreada. Quien sabe.

Isenfindur pasaba largo tiempo encerrado en la casa de su mentor, estudiando los gastados volúmenes que Glichunn trajo como todo equipaje. Siempre indagando en el porqué y en el cómo, quizás, ahora que lo pienso, fue esa curiosidad innata, ese buscarle la explicación, la forma, el método a las cosas lo que hechizaba a Finnial. Ella disfrutaba oyéndolo hablar de los misterios arcanos. Lla verdad, todos nos contagiábamos un poco de la ilusión con que hablaba del poder de la magia. Nuestras bromas en el fondo ocultaban nuestra envidia por no poder acceder a ese mundo secreto.

Fueron años felices.
Mitacys

Isenfindur de Acebeda

Mensaje por Mitacys »

EL ASALTO

Aquel año fue frío, muy frío. No fueron muy bien las cosechas, y el ganado también sufrió. Las bestias del bosque atacaban sin razón, y se hizo mas peligroso adentrarse en él. No llegamos a pasar hambre, pero se respiraba el mal agüero en el aire.

Los enanos de Gor salían de vez en cuando, ‘a cazar’ nos decían. Algunos valientes de la aldea se sumaban en sus incursiones, pero pocos volvían. Noticias de trolls, gigantes, orcos.. llegaban como rumores de un mundo peligroso… fuera del valle. Nunca pensamos que llegara hasta aquí.

Fue el mes de las primeras nieves, lo recuerdo bien. El día anterior los enanos habían vuelto de una escaramuza, una de las duras. Ellos nos habían recomendado levantar la empalizada, una tosca cerca de leños, y por sus consejos había una guardia nocturna. Muchos pensábamos que era innecesario, que nosotros quedábamos a salvo en el pequeño valle. Nos equivocamos.

Aelleth, el padre de Finnial, estaba de acuerdo con los enanos, y eso bastaba. Ese año trabajó duro, y todos teníamos un arma en casa, suya o de los enanos. Todo ello nos salvó, a unos cuantos…

Llego súbitamente. La alarma del guardia resonó en la noche junto al silbido de las primeras flechas incendiarias. Mas adelante he estado en batallas, y te puedo asegurar que lo de Acebeda no fue mas que una escaramuza más, puro bandidaje. Pero eso no le quita el horror a lo que sucedió. Bajaban aullando por las colinas, por las mismas montañas que creíamos que nos protegían. Y fue el Viejo el que nos salvó. Se materializó allí mismo, en las puertas de la villa, con su bastón centelleando. El muro de fuego que levantó nos dio el tiempo suficiente para armarnos y salir de nuestras casas, y para lanzar la señal y advertir a los vigías de Gor. De no ser por él, hubieran rebasado la empalizada antes de que pudiésemos siquiera coger los arcos y las espadas. Y allí acudimos todos y todas, a defender nuestras tierras, nuestras casas, nuestras vidas.

El fuego brillaba en el suelo blanco de nieve y sobre los tejados incendiados, los orcos, oscuras formas grotescamente pintarrajeadas se agitaban nerviosos al otro lado del muro aullando, frenados en su carrera pero ansiosos de sangre. Los arcos se tensaron, las flechas volaron, con un mortífero intercambio de vidas. El fuego empezó a flaquear al igual que Glichunn: su poder se agotaba… Los orcos empezaron a percibirlo. El primero que saltó cayó bajo nuestros dardos mientras se achicharraba, el segundo también, el tercero se refugió bajo su escudo y dio cobertura al cuarto… Poco a poco, con cautela, fueron rebasando el muro mágico y protegiéndose de nuestras flechas. Y allí estábamos, en los parapetos, abatiendo orcos mientras ellos se disponían al ataque. Habíamos sido cazadores, y nuestra puntería era certera, pero insuficiente para pararlos. De repente, como si estallase la tormenta, con un horrendo grito echaron a correr hacia el parapeto.

El mago salto como pudo la empalizada, y los orcos llegaron como una ola negra. No les fue difícil rebasarla y ya todo se convirtió en un caos. Los arqueros corrimos como perseguidos por demonios hacia las carretas tumbadas, las casas ardían, los aldeanos, acaudillados por el padre de Finnial, ofrecieron una heroica y desesperada resistencia. Todo era aullidos, gritos de dolor, sangre, y entonces, un sonido nuevo: los cuernos de guerra de los enanos de Gor.

Desde entonces no podré olvidar una embestida de una hueste enana. Entre el fuego y la sangre los enanos se arrojaron como un ariete de acero, cantando con ferocidad, volteando sus hachas sobre sus cabezas. Aún así los orcos no se amedrentaron, nos superaban en número y los que aún saltaban el parapeto empujaban a los que estaban en primera fila. ¡Fue una carnicería para ambos bandos, pero salieron ellos peor parados!. Se batieron en retirada cuando cayó su capitán, abatido por el nuestro. No nos esforzamos en perseguirlos, solo en expulsarlos de la empalizada rota.

No hubo gritos de victoria ni vítores. En toda la aldea solo se oía el crepitar de las casas que habían sido alcanzadas por las teas orcas, y sobretodo, los quejidos, los lamentos, los gritos de dolor. Isenfindur y Finnial estaban en el grupo que yo comandaba, en una de las carretas mas alejadas. Los aldeanos nos habían protegido mientras no parábamos de disparar, pero también sufrimos nuestras bajas por los dardos orcos. Me volví a ver como habíamos resultado y quedé de piedra, como el resto. Finnial tenía el jubón de cuero verde con el que acostumbraba a perderse en el bosque empapado en sangre. Dos dardos negros le surgían del pecho, a la altura del corazón, y yacía en brazos de Isenfidur. Pude oir perfectamente sus palabras, rogándole al elfo que no la siguiera: ‘Vive, amor mío, vive por los dos. Nuestros caminos se separan, pero algún día se volverán a juntar bajo las estrellas’.

El grito desgarrado de dolor de Isenfindur cuando ella expiró todavía debe resonar en aquel valle. Lo intentaron todo. El mago llegó enseguida, así como el curandero, pero no lo suficientemente rápido. La ponzoña del dardo había llegado al corazón, y ni los hechizos ni las sanaciones ni las plegarias lograron traer de vuelta a la bella Finnial.
Mitacys

Mensaje por Mitacys »

LA PARTIDA

Los cantos mortuorios de los enanos, que portaban a sus caídos a la mina, se perdían en el fondo del valle cuando amaneció. Si bien conseguimos rechazar a los orcos, la aldea estaba destrozada. Ahora que lo pienso con tiempo, veo claramente que fuimos unos ilusos. Debiéramos haber marchado antes de producirse el desastre.

Durante esa mañana, me enteré de que mi padre había caído también. En todas las familias había alguien muerto o malherido, y las heridas sufridas se emponzoñaban y acababan muriendo de espantosas fiebres. El consejo de la villa se reunió para decidir lo que ya era evidente: la aldea sería abandonada, buscando refugio sus habitantes en Nevesmortas o mas al sur.

Los vivos íbamos de aquí para allá, sin encontrarle sentido a las cosas habituales de cada día. Recuerdo una mujer empeñada en limpiar el hollín de su cocina, cuando era lo único que quedaba en pié de su casa carbonizada…. De lo poco que quedaba por hacer estaba el enterrar a nuestros muertos. Dimos sepultura a mi padre en el patio de nuestra casa, que era de las pocas que habían quedado intactas. Al ser el primogénito de los mismos, me hice cargo de la casa y de mis hermanos. Todos estábamos destrozados, pero me tuve que sobreponer rápido para organizar la marcha.

A Finnial la enterramos en el bosque, que era donde ella siempre prefería estar. Glichunn selló la tumba con encantamientos de protección: ‘los ultimos que me quedan para ti, hermosa niña’. El esfuerzo del combate le habían secado sus poderes. Isenfindur ya no lloraba, pero su rostro era una máscara fría que ocultaba su dolor. Aquel día lo dejamos allí, sentado junto a la sepultura, como en trance, y ya no lo volvimos a ver hasta que partió. Yo pensé que se dejaría morir junto a ella.

Los días transcurrieron lentos y fúnebres. Los saqueadores no volvieron, se reconoce que también recibieron lo suyo. Poco a poco la aldea se fue vaciando, yendo casi todos hacia Sundabar y mas al sur. Los enanos también pasaban por la aldea, familias enteras pertrechadas que se dirigían principalmente al norte. Me crucé con Isenfindur a las dos semanas, cuando se marchaba. Tenía un aspecto terrible, como si hubiese envejecido diez años en ese tiempo, la piel lívida, su cara con una expresión taciturna… había perdido toda la felicidad y alegría que antaño poseyera. Fue una despedida fría y triste.

Glichunn me contó que se paso ese tiempo intentando traerlo de vuelta, y que estuvo a punto de perderlo también. Pero al fin comprendido que debía sobreponerse y seguir su camino, tal fue el último deseo de su amada. El mago sonreía, era el único que lo hacia: ‘Ese muchacho tiene que afrontar duras pruebas todavía… No alcanzo a ver cual será su destino, pero te aseguro que, aunque ahora lo veas abatido y vencido, volverá a encontrar la alegría de nuevo’.

Junto a mis hermanos fuimos los últimos en marchar de Acebeda. Aelleth, el padre de Finnial y el viejo mago se quedaron. Cuando me despedí de ellos, el que fuese el hombre de armas del poblado tenia una expresión temible: se disponía a dar caza a todos los que causaron tamaña desgracia, no le quedaba nada mas por hacer. El mago presentía que no le quedaba ya mucho tiempo: ‘Demasiado reuma para viajar, joven. Guardaré del valle por todos vosotros’. Allá los dejé, entre los restos de la aldea abandonada, en Acebeda, donde una vez fuimos felices.
Vashard

Mensaje por Vashard »

*Se seca una lagrimita*

Ayyss.... me ha encantado... muy triste pero hermosa... ¡¡Hermaaanoo!!

:cry:
Leonard

Mensaje por Leonard »

Triste historia pardiez,pero bella!!!!! el otro dia cuando le contabas a Leonard a la luz de la luna tus desventuras tuvo que ir a pedirle a Kristine de esas hierbas que ella toma antidepresion.

aun me falta por saber que encontraste tras tu ultimo viaje
Mitacys

Mensaje por Mitacys »

LA NIEVE EN ACEBEDA

Casi me pierdo para llegar hasta aqui. El sendero casi no existe ya, el bosque ha reclamado lo que era suyo por derecho. Pero al fin he vuelto... Acebeda. Y el silencio me ha recibido, como a un extraño, un inesperado visitante.

Las ruinas de las casas se alzan, medio desmoronadas, ennegrecidas, cubiertas de yedra y liquen, entre los retoños ya espigados de haya y roble. Esta era la de Jenner, el de los bueyes. Allí la de Fhil, je, el buen Fhil y sus bromas...

Es extraño que la plaza, en la entrada, no haya sido poblada por los árboles. La hierba que crece aqui es un mudo homenaje a los que dieron su vida... Si cierro los ojos casi puedo oir los alaridos, sentir el fuego, ver la sangre... Pero ahora está en paz, y el día es luminoso y frio.

Al final de la calle, que ahora habría que desbrozar para que volvieran a
llegar las carretas a la mina de Gor, aqui continúa, asediada por el bosque
pero de pié... ¿y este simbolo en la puerta? Un glifo de cerradura... Parece
que Glichunn quiso dejar la casa protegida... ¿y si lo toco...?

A juzgar por el polvo... hace tiempo que marchaste ya. ¡Esta todo mucho mas ordenado que cuando vivíamos acá! Debe ser por eso, la vida es desorden, movimiento. Solo en la muerte se encuentra la quietud del orden. Tu me trajiste de vuelta, hermano, padre, abuelo. Nunca tuve mas familia que tú, que creciste y envejeciste a mi lado como lo hace el trigo junto al roble. ¿por que nunca me dijiste nada de nuestro pasado? ¿por qué era mejor que no recordase, que fué lo que ocurrió? He de pensar que es mejor así. ¡Mira, tus libros! Vaya... esto es magia básica, elemental. Je, la bola de fuego... si me vieras ahora, estarías realmente orgulloso.

Vaya nevada esta cayendo esta noche... La casa intacta, leña en el hogar, agua en el pozo... ¿pensabas volver? ¿o sabías que volvería yo? Aquí decidí vivir... me trajiste de nuevo, al calor, a la luz... al sendero. Casi no lo consigues, casi me voy con ella. Y aquí estoy, mirando el fuego de mi antiguo hogar. Mañana iré a ver tu lecho, Finnial, con la luz de la mañana... El fuego, los recuerdos se agolpan al ver este fuego...

El sendero me ha traido y me ha llevado desde que salí de aqui. No ha sido un sendero facil, no lo es de hecho. Finnial, tu querías que lo siguiese, sabias que debia seguirlo ¿por que? ¿para qué? ¿para volver a sumirme en el dolor de la pérdida, de la ausencia? Primero te perdí a ti, compañera, mi estrella del alba. Después, aquella muchacha me devolvió la alegría, Nora, que gustaba de correr a mi lado, que siempre reía, que me hizo ver que había que seguir viviendo. Y tal cual me trajo de nuevo la felicidad, se la llevó consigo, como ladrón en la noche... Ella era libre, como siempre fuiste tu, pero le hice promesas que no pude cumplir ¿por que se marchó? ¿dónde fué? Cuando me di cuenta de que estaba lejos, ya no quedaban rastros que seguir, pistas que consultar. De todas maneras, sé que esta en algún sitio, no sé como, al igual que sé que el viejo Glich ya no está. ¡ja! Al viejo Glichunn si le hubiese gustado Nora. Te gustaban así exuberantes, hermosas, alegres... menudo el viejo truhán en que te convertiste, amigo mio....

Todavía me pregunto por qué marcharia. ¡Yo voy con Isen! ¿que motivo, que razón, le llevó a cambiar de parecer? La verdad es que fué un duro golpe, lluvia sobre tierra ya mojada. Me sumí en la oscuridad, en la noche sin estrellas. Y me aferré a lo único que tenía, la magia.

Aaah, que cansancio del viaje, que mejor lugar para descansar que el hogar, junto al fuego.

Bueno, la mañana ha amanecido blanca y helada. Brrr. Aqui creo que no voy a volver. Será mejor renovar el glifo y que la casa perdure. Gracias, Glichunn, gracias por todo.

El aroma del bosque... aún con este manto blanco, el olor del pino y la humedad de la tierra... Tampoco ha sido una nevada abundante... ¡aquí esta, el arroyo!. Siempre decías que este era especial, que venía directo del corazón de la montaña. ¡Que fría, casi se me hiela la lengua! Y ahora arriba y adentro, al bosque, donde te perdías y no era capaz de seguirte... Finnial... ahora veo que detrás de tu alegría siempre hubo una sombra de tristeza. ¡No lo vi entonces! Tu lo sabías, sabias que nuestros caminos se separaban y que no nos uniríamos bajo las estrellas ¡Hay que vivir Isen! Eso me decías mientras corrías como un ciervo, cuando bailabas descalza, cuando me dabas el regalo de tus besos...

Aquí esta. Tal cual quedó, el nacimiento... y a su lado tu lecho, tu sepultura. Aquí yací yo también, y aquí me lo volviste a decir ¡Hay que vivir, Isen! ¡Glichunn lo sabia, ahora caigo! ¡El estaba advertido, sabia lo que tenia que hacer! Se lo dijiste, le avisaste para cuando esto llegase. Que paz se respira aqui. No es el silencio expectante de la aldea, no. Aquí el bosque me acepta, me da la bienvenida. Ese pajaro que se oye a lo lejos, el susurro de las hojas, el murmullo que no cesa del agua que brota...

Tu piedra se ha vestido de verde y blanco, mi amada. Este es ahora tu santuario. Mi sendero sigue, así es. Ahora hay alguien que vuelve a iluminar mi corazón, pero es una estrella que no alcanzaré jamás, demasiado lejana. Es mejor así. Es una forma de vivir sin dolor, de andar sin importarle a uno donde llegues. Ella es de una nobleza y estatpffff!! ¡Vaya! ¡Pufff! ¿me tenía que caer este cuajo de nieve justo en la cabeza? ¡Pero que brisa mas inoportuna! Mmmm.... ¿Finnial? Que raro, viento del sur... con el tiempo que hacía hace un momento...

Aqui quedas Acebeda. Supongo que no voy a volver, este ya no es mi lugar. Ahora tengo que regresar a Nevesmortas, me espera la Orden, me espera la senda del mago, me espera mi señora blanca... bueno, realmente ella no me espera, y sé que no es lo que te hubiese gustado Finnial, pero es el camino que he elegido tomar ahora. Por ella seré poderoso, estudiaré, trabajaré duro, afrontaré los riesgos, por ella y por la Orden.

Adios amada mia. Pensé que acá iba a encontrar algo de paz, algo que me dijera que estoy en el sendero correcto... He encontrado recuerdos, explicaciones, he cerrado algunas heridas, pero... todavía no se donde lleva mi camino...

Que raro, sigue soplando del sur, cálido y suave, aliento del bosque, ser
susurrante... ¿que me quieres decir? Ah, seguro que Vashard sabría leer los signos, igual que hacias tu, Finnial. Amigos mios, vuelvo a casa.
LaPi

Mensaje por LaPi »

: D ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, *se le cae la baba*


ya sabes lo que pienso de las historias, no las dejes y sigue posteandolas son muy bonitas.

Aunque que se puede esperar de una historia bonita? ^^

:wink:
Mitacys

Mensaje por Mitacys »

Las estoy recopilando e intentando poner en orden... a veces la cronología de la escritura no se corresponde con la de los hechos on-rol

No es una historia épica, ni Isenfindur es un héroe ni nada parecido. No pasará a los anales de la Marca como personaje destacado de Nevesmortas... pero es taaaaaan bonitoooooo :oops:

De hecho.. estoy pensando que ya es hora de que aparezca el viento del sur en esta historia....
Mitacys

Mensaje por Mitacys »

LUN


La noche transcurrió lenta interminable. Isen entró de vez en cuando en el letargo elfico, pero no encontraba descanso en él. La luna, tantas veces oculta por las nubes del norte, hoy bañaba con su luz de plata aquel extraño lugar.

El talath era enorme, construido por los druidas elfos en la copa de un árbol magnífico, el mayor del bosque. Tan grande era que el suelo se habia cubierto de hojas, musgos y hierba, dando la sensación de estar sobre suelo firme. Tan solo el imperceptible pero constante cimbreo de toda la estructura con el viento, como un barco en un mar en calma, traicionaba esa sensación.

Isen miraba el cuerpo acurrucado en el musgo, la respiración pausada, la piel oscura brillando bajo la luna, pulida como el acero, con sus extrañas pinturas, manchas aún mas oscuras, como un raro animal moteado... La muchacha le pareció hermosa en extremo, no una belleza suave, elegante, sutil, como el elfo acostumbraba a admirar. Esta era una belleza de curvas imposibles, de flexibilidad y agilidad contenida, salvaje, ardiente...

Cuanto mas la miraba, mas turbado se sentía... Ahora dormía y descansaba. Isenfindur se apiadaba de ella, cuanto sufrimiento para una criatura tan...pura. Por que esa era la impresión que le había causado, de inocencia, como las cosas de la naturaleza lo son, de una inocencia implacable, mas allá de lo que esta bien o esta mal...

El elfo la habia recogido entre sus brazos, suave, dulcemente, reconfortándola y cerrando sus heridas. Ella habia sufrido a manos de los hombres, como un árbol que recibe un hachazo, como un bosque que es hollado por primera vez... Pero era fuerte, tenia que serlo, e Isen estaba dispuesto a darle alivio y calor. Pero lo que no se esperaba el elfo era que su contacto, su piel, su olor... despertasen en él esas sensaciones por tanto tiempo olvidadas, ocultas, esas viejas heridas que volvían a abrirse.

En mitad del camino la había encontrado... en medio de su sendero oscuro... Isen no sabia que pensar, se había roto la paz que había logrado conseguir, el pacto que tenia con su loco corazón. Él pertenecía a otra, a alguien que sabía no tendría jamás, y eso era un lugar, un puerto seguro en el fondo. Pero ahora, su cuerpo llamaba a este ser de bosque y musgo, lo llamaba con todas sus fibras, con cada músculo, con cada respiración... ¿era deseo lo que sentía? ¿salvaje, animal, como era ella? Y al mismo tiempo... tan vulnerable, tan necesitada de cuidado, tan sola...

Se acercó a ella. Dudó un momento. La madrugada era fría y húmeda... Se quitó la capa, se la echó por encima. La elfa se estremeció levemente, con un sueño intranquilo... Isen apoyo su pálida mano sobre su mejilla oscura, sintiendo de nuevo esa piel cálida y suave, enloquecedoramente suave... Musitó unas palabras, un tenue brillo se arremolinó sobre el cuerpo de la muchacha, mientras esta suspiraba, relajándose.

- Duerme tranquila, mi dulce cervatillo

En la noche de Nevesmortas, sobre la copa del árbol más alto del bosque, un elfo observa la luna, que juega caprichosa con los corazones de aquellos a los que ilumina.


//Va dedicada: por tí y para tí, cielo ^^
Mitacys

Mensaje por Mitacys »

SOMBRA DEL BOSQUE

El mago corría por el bosque, envuelto sus hechizos de protección. Ante él la bruma se abría con un murmullo, las hojas crujian casi imperceptiblemente bajo sus leves pisadas. Después del viaje por oscuros destinos su poder estaba ya menguado, pero no podía permitirse el descanso... quedaba tan poco para llegar a lugar seguro.

Atardecía, las sombras bajo los árboles se alargaban, se oscurecian, cambiaban de forma. De una de ellas, donde alcanzaba la vista sobre el sendero, un repentino brillo puso al mago alerta. Este se colocó tras un tronco con rapidez pero sin brusquedad, sin apenas transición entre la carrera y la quietud. El bosque callado delataba la amenaza emboscada, expectante. Al mago le latían las sienes con fiereza, pero logró concentrarse sin esfuerzo, se agachó y atisbó el camino... uno, dos, cuatro.. dos más... seis... no se veian mas, tan solo eran seis... Llevaba el arco en la mano, como siempre en el bosque, era como una extensión de su brazo. Aflojó la espada en la vaina, por si acaso. No era la primera vez que lo sorprendian y le tocaba defenderse, pero procuraria que no fuese asi, que no llegasen a acercarse.

Murmuró unas palabras en una lengua arcana y olvidada, junto a un
movimiento de la mano: palabra y gesto, voluntad y pensamiento, concentración y reacción. El hechizo obró efecto y enseguida notó como sus musculos se distendian y se tensaban, como ballestas dispuestas a disparar.

El tiempo comenzó a transcurrir por latidos: salió de detrás del árbol, rápido y silencioso volvió a hablar, esta vez en voz alta: la palabra de poder, el gesto convocador. Los osgos surgieron de las sombras aullando, cuatro se lanzaron a la carrera enarbolando sus grotescas hachas sobre sus cabezas, dos quedaron atras haciendo espasmódicos aspavientos. De las manos del mago, ahora extendidas, brotaron diez bolas centelleantes que surcaron el aire turbio llenándolo de una luz azul. Tres de los que corrian cayeron abatidos por las centellas que impactaron sobre sus cuerpos. Los dos del fondo que maldecian e invocaban a sus dioses quedaron malheridos, pero el que iba en cabeza seguia su carrera.

No hubo tiempo para elegir, puesto que ya habia comenzado a conjurar nada mas lanzar el anterior hechizo. La bola de fuego que surgió de sus manos, ahora juntas, impactó de lleno sobre los dos del fondo, que se derrumbaron entre alaridos. El que corria se precipitaba sobre él, cada vez mas grande, pesado, cubierto de hierro, con las fauces abiertas mostrando su horrenda mandibula y volteando su arma contra el mago. Fueron tres latidos de agonia: uno, empuñar el arco, dos sacar la flecha del carcaj a la espalda, tres, darse cuenta de que era tarde, que el osgo estaba ya demasiado cerca...

Justo cuando ya alzaba el arco para intentar parar de alguna forma el impacto, sonó la consabida cadencia, ya tan familiar para el mago arquero: chasquido, zumbido y golpe seco. El osgo paró subitamente su carrera, mirando al mago con incredulidad desde el ojo sano. Desde la cuenca donde antes estaba el otro ahora sobresalia un asta con plumas negras. Con un gruñido se desplomo como un titere que le han cortado las cuerdas, a los pies de su fallida victima.

El mago volvió la cabeza, el corazón todavía a punto de salirle por la boca, pero con una sonrisa limpia en su pálida cara. De las sombras verdeazules de la floresta, otra sombra parda y moteada se adelantó, la silueta menuda, ágil y sinuosa, el arco tosco en la mano, el brillo blanco de su sonrisa en la cara... Él venía buscándola, pero como de costumbre, ella lo había encontrado.
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