Regreso a Calimport
Puerto Calim... una bullente masa de humanidad, inhumanidad e historia tanto viva como muerta... situado en la costa sur de Faerûn sigue siendo uno de los puertos más antiguos aún en funcionamiento del subcontinente.
Careciendo de murallas defensivas exteriores, el ingente tamaño y la enorme población de la ciudad la protegen bastante bien ante los ataques convencionales, ya que hay pocas fuerzas que puedan permitirse asediar y controlar Puerto Calim.
Con semejante cantidad abismal de gente en un mismo lugar, no es difícil comprender cómo pueden desaparecer familias o grupos de gente al completo sin dejar rastro ni levantar sospechas. Todos los que se enteren supondrán que ha habido algún tipo de juego sucio o tragedia, pero los portocalimeños aprenden desde niños a preocuparse únicamente por sí mismos.
El sol se alzaba alto y solitario aquella mañana calurosa. Una pequeña figura asomaba la cabeza en las puertas de la ciudad. Habían pasado 14 años y nada parecía haber cambiado. Los vibrantes colores apenas apagados por el polvo del desierto y el paso del tiempo, seguían sorprendiendo a los caminantes que visitaban la ciudad por primera vez.
Sin retirarse la capucha, Kristine avanzaba entre la multitud cuando era necesario, pues prefería los callejones oscuros y vacíos donde se había criado.
- No debo pasar mucho tiempo en la ciudad... he de hacerlo rápido... sin que nadie se percate de mi presencia en la ciudad...
Incluso 14 años después recordaba cada calle, pasadizo y atajo. Aquellas personas que rondaban por ahí veían sólo una sombra pasar fugazmente.
Únicamente el ruido provocado por un hierro caído desde un tejado detuvo a la mediana. Con una rápida mirada se aseguró de que no había nadie en el tejado.
- Gatos...
Tras recorrer varios callejones más, Kristine se plantó ante el renovado cuartel de la guardia.
- Vaya, parece que algo ha cambiado... no debisteis haberlo hecho...
La aguda vista de la mediana detectó dos guardias de élite vigilando las puertas del edificio, más otros dos patrullando el patio interior. Una gruesa muralla de cinco metros de altura bordeaba el complejo.
- Es de suponer que el truco del anillo de invisibilidad no va a funcionar aquí...
Sentándose en una esquina de la plaza, echó una ojeada a su bolsa de pergaminos, pensando cualquier posibilidad.
- Éste puede ser divertido...
Colocándose el anillo de invisibilidad en el dedo y con cuatro pergaminos en la otra mano, se situó en una de las esquinas de la muralla, fuera de la línea de visión de los guardias.
- Bueno... primero éste para protegerme... y luego estos tres para distraer a los guardias...
Con suma delicadeza leyó el primer pergamino, con el cual quedó rodeada por un aura.
- Fantástico... ahora viene lo mejor...
Con la misma fluidez de antes los otros tres pergaminos fueron leídos, convocando así a tres Bálors en mitad de la plaza.
Tres de los guardias se lanzaron sobre los demonios de fuego, mientras el otro se disponía a dar la alarma en el cuartel.
Entre los gritos de la multitud que paseaba en esos momentos por la plaza, Kristine se adentró rápidamente en el edificio, al mismo tiempo que uno de los demonios implosionaba un abatido guardia.
La mediana se escondió dentro de un enorme jarrón al oír el estruendo provocado por las diferentes patrullas de guardias que corrían por los pasillos del cuartel, vestidas con pesadas armaduras relucientes y armadas con espada y escudo.
Tras unos breves instantes de confusión, Kristine se aseguró de que los guardias estaban fuera luchando. Aprovechó el momento para salir del jarrón con mucho cuidado de no hacer ruido.
Avanzando por el ancho pasillo central del edificio, sobre una gruesa alfombra roja, la mediana se percató de que había conseguido desalojar el cuartel completamente. Solamente al fondo del pasillo, una puerta se mantenía cerrada.
- Seguro que está allí... el muy cobarde no habrá salido...
Poco antes de alcanzar la puerta, la pequeña de cabellos rojos desenvainaba sus dos espadas, afiladas y brillantes.
- Valor Kristine... valor...
Con una fuerte patada conseguía abrir la puerta. Un hombre de avanzada edad estaba tras una enorme mesa redonda, sentado en un trono de piel con incrustaciones de oro. Una espesa barba blanca tapaba el emblema de la guardia en su armadura de mithril. Todo tipo de reliquias acababan de completar la habitación; cuadros, muebles, armas, armaduras y incluso las baldosas tenían un gran valor.
El anciano alzó la mirada hacia la puerta.
- ¿Y tú quien eres?
Aún con las espadas en mano no podía creerlo. Al fin le había encontrado. Una lágrima cayó por la mejilla de la mediana.
- ¿Recuerdas a Jackie?
- ¿Jackie? ¿Quién diablos es ese?
Con un movimiento veloz Kristine saltó sobre la mesa y corrió hasta llegar a la posición del capitán de la guardia. Cuando éste se disponía a desenvainar era demasiado tarde. Tenía la hoja de una espada rozando el cuello.
- Jackie es mi hermano, y tú le mataste.
Sin ningún tipo de compasión la mediana le propició los cortes suficientes hasta rebanarle la cabeza. El trono, la mesa y toda ella quedaron manchados de sangre. Al fin su venganza se había cumplido.
Tras unos segundos de descanso, Kristine se dirigió a las bodegas del cuartel. Vació todos los barriles de vino, cerveza y licores por los pasillos del cuartel y desde la entrada del edificio prendió fuego con una antorcha.
Fue en ese instante cuando divisó una figura de su misma estatura al fondo del pasillo, la cual al ser detectada salió por una de las ventanas, rompiendo los cristales.
Sin pensar mucho en lo que acababa de ver, desenrolló un pergamino de su cintura y abrió un portal a Nevesmortas.
//Ésto es del primer regreso a Calimport. Ya escribiré lo del segundo...
Relatos de Calimport 1 Parte
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