La historia de Brumenor Barbaflamigea

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Jysegnwn

La historia de Brumenor Barbaflamigea

Mensaje por Jysegnwn »

Muy cercana ya la noche, Daggan salió de la mina y se dirigió hacia su casa. Sonreía, pues el mineral extraido durante el día había sido mucho, y de buena calidad. Los herreros tendrían bastantes quehaceres al día siguiente.

Había luna llena. Daggan no recordaba el último día que había podido observarla, pues normalmente salía del trabajo mucho más tarde que hoy. Pero el dí era especial. Breenara estaba ya a punto de dar a luz a su segundo hijo. Su hija mayor (que contaba sólo con dos años de edad) Breena había sido una alegría, pero Daggan ahora prefería un hijo varón.

- Le enseñaré mi oficio, será fuerte y podrá alcanzar un gran reconocimiento - Se decía Daggan a sí mismo, pensando en el futuro de su hijo. Ni siquiera quería pensar en la posibilidad de tener otra hija, pues su ilusión por un varón era tal que no le permitía otra cosa.

Sonriendo, Daggan entró en su humilde casa cercana a la mina de El Espolón de Hierro, en la zona de Damara. Cuando vio a su mujer, supo que algo no iba bien.

-¿Qué pasa Breenara?
-El bebé, ya viene... pero... este dolor....
-Breenara *alarmado* qué te sucede?
- No dolía tanto para Breena, pero supongo *decía entre agudos dolores*

Daggan corrió hasta el dormitorio, un pequeño cuarto separado del resto de la estancia principal por una sucia y raida cortina, y recogió algunos paños que tenían guardados para la ocasión. Preocupado, calentó algo de agua (como le habían indicado los clérigos para el parto de Breena) . Cuando volvió a la estancia principal, donde reposaba Breenara, la ayudó a caminar al dormitorio, de forma que estuviese más tranquila y relajada.
Con gran esfuerzo, Breenara se recostó en la cama, sudando y jadeando, haciendo grandes muecas cada vez que los dolores del parto acudían a su cuerpo.

- Ya... ya viene Daggan, cariño...


Daggan le cogió la mano, pues sabía que poco más podía hacer aparte de estar junto a su esposa. Escuchando el llanto de Breena en la estancia principal, la tranquilizó.

-Breena, cariño, mami está bien, pronto vendrá un hermanito o hermanita para jugar *sonrió*

Breena, limpiandose los mocos con la manga del pijama, dejó de llorar, convencida por el padre.

-Deggan...
A breenara casi no le salía la voz del cuerpo. Daggan terminó de intranquilizarse. Aquello no estaba bien, Breenara siempre había sido una mujer muy fuerte, y tanta sangre... aquello no podía ser normal.

Fueron unos minutos muy duros. Daggan temblaba con cada apretón que le propinaba su mujer en la mano, temiendo cada vez más por el desenlace de aquella noche. Tras unos minutos que parecieron días, una pequeña cabeza asomó por fin al mundo. Daggan soltó la mano de su mujer, y ayudó a salir al pequeño. Había sido un niño. Deegan sonrió.

- Cariño, es un niño, y está bien *sonrió*

Breenara sonrió a su vez, pero no tenía fuerzas para hablar. Levantó un poco una mano, indicando que quería tomar al niño en brazos. Daggan se lo puso al lado, y Breenara intentó decir algo.

-No cariño, no hables, estás muy debil, necesitas descansar...

A duras penas, Breenara se forzó en decir algo. Sólo pudo decir una palabra, sólo tres sílabas escaparon de sus cada vez más blanquecinos labios.

- Bru... Brumenor


Sus brazos quedaron inertes. Daggan cogió al niño, temiendo que cayera, y lo dejó en la pequeña camita que habían preparado para él. Breenara ya no existía.

Daggan lloró amargamente, habían sido muchos años de felicidad junto a ella, muchos proyectos, muchas luchas por seguir adelante... Estaba totalmente desconsolado.

Sólo lo sacó de su ensimismamiento el llanto del pequeño, al que se unió su hermana al ver que ni su madre ni su padre salían del cuarto.

- Brumenor, Breena, ahora sólo vosotros importais.

Daggan salió de la habitación con el bebé en brazos, pensando qué podría hacer a continuación...
Jysegnwn

Mensaje por Jysegnwn »

//Siento haber estado fuera, pero ando muy liado con el curro ultimamente. Aquí dejo una parte más de la historia de Brumenor, a ver si pronto puede continuar dando saltos de enano en la marca :)


Habían pasado largos años desde la muerte de Breenara. La infancia de Brumenor apenas era recordada, metido entre rudos mineros desde que apenas despuntaba un palmo del suelo, entre vetas de los más variados metales, el polvo de las rocas, el rugido de las entrañas de la tierra al desagajarse.....

Se sentía totalmente feliz, allí cada día cubierto de un fino polvo gris, resultado de las largas horas extrayendo finas capas de los más puros metales, arrancando a la tierra sus más preciados tesoros, y tan cerca del calor de la fragua.....

Hacía tiempo que no veía a su hermana. Había tenido que aceptar un empleo como sirvienta de la hija del duque del Espolón. Odiaba que su hermana tuviese que servir a una humana malcriada, pero necesitaban el oro para poder comer. Sobre todo desde el accidente de su padre, que tuvo que dejar su oficio como minero al romperse un brazo en un derrumbamiento.
Por eso, aquella noche cuando al volver a casa vio el rostro de su padre apesumbrado, y a su hermana Breena sentada junto a él se temió lo peor.

- ¿Qué ha pasado? *mirando alternativamente a padre y hermana*
- Brumenor, el hermano del duque... *sollozando*
- ¿Qué? ¿Qué ha hecho ese malnacido? *rugiendo las palabras*
- Tranquilo Brumenor... Al parecer alguien robó algo, y han acusado a tu hermana. Quieren que deje el castillo y la ciudad, o que sea restituido el valor de lo robado
- Pero padre, no tenemos oro, casi ni para comer. Además, estoy seguro de que Breena no ha sido...
- Ya lo sé hijo mio, ya lo sé, pero no sabemos qué podemos hacer...

Aquella noche Brumenor no pudo dormir. No hacía más que pensar en cómo sería la vida de su hermana fuera del Espolón, de su padre sin poder ver a su hija....

(Quizás haya una forma, estos humanos se contentan con saciar su sed de venganza, independientemente de la victima. Quizás si yo....)

Antes del amanecer, Brumenor se dirigió al castillo del duque, en el centro del Espolón de Hierro, decidido a sacrificarse por su familia.

(Es lo que debo hacer. Por mi familia, por mis ancestros, por mi honor, por mi vida...)

La reunión con el duque fue ardua, aunque Brumenor consiguió no levantar la mirada del suelo muy a su pesar. Al terminar, las palabras del duque resonaban en su cabeza: "Abandonarás la ciudad y la comarca de Damara, no podrás volver a pasar una sóla noche en ninguna de sus ciudades so pena de encarcelamiento tuyo y de tu familia". Había sido duro, tenía que abandonar su vida, su mina, su familia... Pero ellos podrían sobrevivir, les dejaba todo lo que había conseguido sacar durante los últimos días, y volvería cuando tuviese algo más, siempre por ellos...

Antes de que su padre y hermana se levantasen, cogió sus cosas (apenas formadas por un pequeño pico, un hacha gastada y una cantimplora vacía) y se lanzó al mundo. Pensó en subir hacia el norte, pero su odio hacia la nieve lo disuadió bien pronto. Sin rumbo ni meta, dejó que su dios Moradín guiase sus pasos, hacia el Sur, hacia lo desconocido...

Meses más tarde, con unas cuantas cicatrices más producto de una escaramuza con orcos recorriendole el lado derecho del rostro, Brumenor llegó a una pequeña ciudad minera, que prometía abundancia en vetas de oro, así como de otros metales. Nada más llegar, preguntó por el herrero local, un tal Trente, humano alto musculado y medio sordo por los embates del martillo, que pronto le dio un pequeño encargo: le proveería de pequeños trozos de metal, de una mina cercana, para poder realizar sus armas. A cambio, él le proporcionaría una pequeña paga que le permitiría poder comer cada día...

Pronto, sus habilidades como minero se dejaron hacer notar....
Jysegnwn

Caida y ascensión

Mensaje por Jysegnwn »

Tristes y largos días habían pasado desde su llegada a la villa. Poco a poco, su trabajo como herrero iba mejorando. Incluso un elfo despistado que pasaba por allí le encargó un par de armas de bronce. ¡¡Ninguna música fue tan dulce para sus oidos como lo fue aquel encargo!!... Su primer encargo como herrero...

La vida parecía no desarrollarse mal en aquella villa. A pesar de las continuas interrupciones de aquel pequeño mediano llamado Drum, y cuyo apellido ni él mismo es capaz de pronunciar, Brumenor iba creciendo en fuerza y maestría en el oficio. Además, no faltaba la diversión cerca de la ciudad. Ni siquiera era necesario alejarse demasiado para encontrar una partida de orcos, osgos y otras malas bestias. Echaba de menos su casa, cómo no, y a su familia, pero sabía que, con el oro que poco a poco les remitía, tenían una vida mejor que la que hubieran conseguido de quedarse él en El Espolón.

Una noche, de las muchas de las que Brumenor pasaba al calor de la fragua, un espeso malestar corría entre los aldeanos. Hasta Trente el herrero, con su habitual sorna, estaba algo apesumbrado. Un aldeano, asustado, aunque sin saber bien de qué, venía jadeando desde la villa.

- Se necesitan aventureros!! *Logró articular cansado y asustado*

Brumenor, tras rascarse su espesa barba rojiza, se guardó su martillo de herrero y, empuñando su hacha forjada por él mismo y engarzada por el mejor joyero de la Marca, se dirigió a la Atalaya del Alba.

Un numeroso grupo de aventureros esperaban al alba, para partir en pos de uno de los más terroríficos enemigos: Un poderoso dracoliche había sido avistado en las cercanías de la villa, y la guardia de la zona solicitaba refuerzos para su destrucción. Cómo no, poderosos guerreros y magos unían sus fuerzas para derrotar la amenaza común.

- Vienes? *Se dirigió a Brumenor uno de los caballeros del grupo, ataviado con su azul y pulida armadura*
- Ummm *mesandose la barba* no creo que sea de mucha ayuda, pero sí, contad con mis hachas.

Y dicho y hecho, aferró sus dos hachas enanas, se colgó el enorme escudo (casi tan grande como él) y corrio tan rápido como sus cortas piernas le permitían tras ese caballero que le había exhortado a acompañarles. Quizá no llegase al día siguiente, todo era posible, pero no importaba. Su muerte sería una gesta que los suyos recordarían, una muerte en pos de la justicia y la bondad. Ni siquiera el extraño monje con el sombrero de cono conseguiría convercerle: había decido ir.

A no demasiadas millas de Nevesmortas, una especie de fantasma de lo que estaba por llegar les cerraba el paso a lo que parecía la entrada a una tumba. Los poderosos caballeros y magos que iban en el grupo dieron cuenta rápida del engendro, y todos se prestaron a entrar en la tumba. Pero quizás fue una decisión errónea para algunos de esos aventureros. Algunos cayeron por el camino, presas de poderosas trampas. Aunque para Brumenor pasaba por no hacer caso del lider, por ir cada uno por donde le apetecía en lugar de seguir las marcas del elfo malhumorado que iba al frente.
Numerosos no-muertos cayeron por el camino. Incluso dos de ellos a manos de Brumenor. Su sonrisa poco a poco ocupaba toda su cara, mientras entonaba una canción a Moradín repartiendo hachazos a diestra y siniestra.

Más adelante, al final de la cripta, allí estaba. El dracoliche. Un engendro de otro mundo, con aspecto de esqueleto de dragón, se burlaba de los caballeros. Y entonces sucedió. El "bicho" como Brumenor le llamaba murmuró algo, unas palabras en un lenguaje extraño, y Brumenor no pudo acercarse más. La vergüenza y el temor le acosaban. ¡Él, presa del pánico ante un lagarto huesudo! Nada pudo hacer por ayudar, ni un hachazo pudo dar. Sólo pensaba en alejarse, en recordar su lejana tierra natal, y avergonzado se dejó caer temblando en una esquina.

Tiempo después, una bella elfa algo malherida le tocó en un hombro. Brumenor seguía temblando, pero la elfa llamó al caballero (con el que parecía compartir algo más que una amistad), y unas palabras de éste consiguieron reconfortar un poco a Brumenor, el cual se levantó a duras penas. El espectáculo que se abría a sus ojos era tremebundo. Un nauseabundo olor inundaba toda la cripta, no quedaba rastro del dracoliche, y el elfo malhumorado y otro personaje andaban discutiendo sobre si romper una bola de cristal o no.

¿Qué más daría si romperla o no? Para Brumenor ya nada importaba. Había deshonrado a su clan, había huido de la batalla...

Casi como un autómata, con su hacha arrastrando por el suelo, Brumenor se dirigía hacia donde le marcaba el caballero Rick. ¿Qué más daría todo ya? Lo mismo daba morir o virir. Su indiferencia le hizo pasar entre algunos no-muertos que aún quedaban por la cripta. Ni siquiera sentía las heridas que las afiladas espadas le iban infligiendo. Todo era lo mismo, nada importaba. Él había fracasado.

Un reguero de polvo removido quedaba tras la estela de Brumenor: el rastro que iba dejando su hacha al arrastrar por el polvoriento suelo. Más adelante, la luz. Habían salido de la cripta. Aquella elfa preguntó de nuevo que cómo se encontraba.
-Bien *casi con voz de alguno de esos espectros que se habían encontrado*
- No lo pareces *la risueña Dea siempre con esa sonrisa en su juvenil cara*

Cada cual partió hacia distintas zonas. Dea insistía en acompañar a Brumenor. ¿Qué más daba? Poco a poco, con su tozudez habitual, Dea le explicó que aquel temor era fruto de un hechizo, que no debía sentirse avergonzado por eso.

Brumenor al principio no quería, no podía creerla. Poco a poco fue cayendo en la cuenta de que quizás aquella jovial y bruta semielfa llevaba razón.

Un poco antes de llegar a nevesmortas, un grupo de trasgos y osgos asaltó a la pareja. Brumenor, al ver cómo atacaban a Dea, se encendió. Su cólera no tenía límites, e iba destrozando los cuerpos de osgos y trasgos por igual simplemente arremetiendo con sus puños. Miles de cortes surcaron sus brazos, rostro, piernas... pero nada le detenía. Una cólera sin igual y un fuego que nunca antes se había conocido inundaban sus ojos, y sus puños destrozaban carne, huesos y acero sin distinción.

Instantes más tarde, sólo unos restos sanguinolientos amontonados quedaban de los asaltantes, y, tan rápido como había venido, la cólera de Brumenor se disipó. Cuando vio la matanza de la que había sido responsable, una idea le cruzó la mente. A partir de ahora, tendría un objetivo, sólo uno guiaría su vida: restauraría el honor de su clan de la única forma que era posible. Se convertiría en un Defensor, la figura más respetada y honorable de su mundo.

A partir de ese momento, el mundo contaba con un nuevo Defensor entre sus filas...
Jysegnwn

Mensaje por Jysegnwn »

// En esta historia (y en sucesivas que pueda ir escribiendo) aparecerán algunos de los pjs con los que el nano ha ido teniendo relación. Por favor, si alguno no desea aparecer, o quiere cambiar alguna cosilla, indicadmelo y modifico mis historias :)
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