//Aquí pongo otro relato más. Nuevamente espero que os guste y nuevamente agradezco todas las palabras de ánimo. Ayudan a continuar narrando historias así como las personas que me dan motivos para vivirlas mientras jugamos. Un saludo a todos y ahí va eso.
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La vieja madera de la puerta crujió al abrirse. La luz del claro penetró en la arcada de piedra mientras el hombre respiraba hondo. Un olor claramente familiar invadió su olfato con rapidez. Como el trueno que prosigue al rayo, el recuerdo vino tras esa sensación. Fulgurante… abrumador y… vacío.
Hacía tiempo que no volvía. Había querido alejarse de todos y de todo. Demasiadas preguntas, demasiados interrogantes, ninguna respuesta. Pesares, problemas y sinsabores. Contrariamente a lo que cabría esperar, el abatimiento irrumpió raudo, haciéndole bajar la mirada. Así fue como reparó en algo en el corto corredor. ¿Papeles doblados? Extrañado, Vashard avanzó un par de pasos y se puso en cuclillas. Su cota de mallas crujió con un suave siseo y su capa se posó en el suelo. ¿Cartas? Sostuvo unos papeles con su mano. La incertidumbre creció por momentos. Varias yacían diseminadas ante sus pies. Alguien debió deslizarlas bajo la puerta y corrieron una corta distancia antes de detenerse, agolpándose unas con otras. El explorador dirigió la mirada a la entrada. Quizás fue el agua de lluvia que las hizo avanzar pendiente abajo. La mayoría mostraban síntomas de humedad, papeles doblados y curvos, con letras perdidas al agua, voces ahogadas en el silencio.
Con un largo suspiro recogió los papeles uno tras otro y se dirigió a la puerta, cerrándola tras él. El portón resonó con eco pero aún más en su interior.
El Refugio… Había vuelto.
Síntomas de desuso yacían lánguidamente por doquier. La luz se filtraba por la bóveda semi arbórea dándole un aire místico a la estancia. Todo respiraba paz. Las fuentes seguían con agua. El canto de las aves se escuchaba y la hierba había crecido aún más. Vio aún las marcas de quemaduras en algunas paredes de la entrada. Cicatrices que aún no había reparado y nadie más tampoco. Tragó saliva mientras observaba alrededor en lento avance.
La biblioteca... ¿Cuántos de esos libros había llevado durante semanas en su mochila para traerlos hasta ahí? ¿Cuántas personas leerían esas páginas? Cada uno tenía su historia y ahora yacían enmudecidos, con telarañas y musgo alrededor, ignorados y olvidados. Pronto su atención se desvió a la zona central, junto al gran roble.
La zona de reunión… Ante esa visión no pudo evitar tragar saliva nuevamente, como un nudo que se negara a abandonar su garganta. Los troncos del suelo estaban cubiertos por vegetación, los cojines enmarañados con enredaderas y todo no hacía más que evidenciar el abandono del lugar. La naturaleza había seguido su curso y el sueño había volado. Antaño hubo risas en ese sitio, hubo abrazos, música, cariño, amor… Y ahora… ahora sólo ecos. Ecos de risas que se fueron, de amigos que partieron, de amores que desaparecieron, de esperanzas que se perdieron... Sólo el silencio reemplazaba todo aquello, sumiéndolo en un profundo vacío carente de sentido. Fantasmas de recuerdos inundaban el lugar, tornándolo más grande, más frío, más…
Vashard bajó la cabeza de nuevo y contuvo la respiración por un momento. ¿De qué le había servido luchar? ¿Había logrado algo? ¿Para qué le valía su fuerza o su voluntad? Todo aquello que había aprendido en el combate de nada le valía en esos momentos. La tristeza le sacudía violentamente y él luchaba por no ceder del todo a ella. En la oscuridad de su astillado espíritu su corazón vibraba moribundo y a cada latido parecía partirse un poco más.
-No debí volver…- suspiró finalmente con un susurró para sí mismo, visiblemente abatido.
Mas cuando comenzaba a girar sobre sus talones reparó en algo. Su puño. Aún tenía los papeles en la mano. Hubo un instante de silencio mientras los observó inmóvil. Dudó con qué hacer con ellos. Leerlos, dejarlos allí, echarlos al fuego… Y fue entonces cuando sus ojos se posaron en las palabras escritas. Lo primero que le vino a la mente fue el respeto por la palabra que le inculcó su padre. Lo segundo le provocó más extrañeza pues entre las letras pudo distinguir su nombre. Alzó una ceja confuso y miró alrededor. Finalmente avanzó hasta una de las mesas y dejó los papeles sobre la madera. La mochila resonó al caer al suelo pesadamente y poco a poco fue dejando las armas, así como la capa. La armadura ya casi era como una segunda piel, pese a su lamentable estado. Crujió como el cuerpo de un anciano al sentarse en la silla, rechinando el metal y quejándose las cinchas de las placas, fruto de las condiciones en que habían estado.
Vashard observó las cartas, todas con la misma caligrafía en élfico. Y entonces fue cuando en una de ellas cogida al azar encontró el nombre de la persona autora de dichas palabras.
-Elariana- eso rezaba el final de la hoja.
Una débil sonrisa afloró en su rostro mientras cerró los ojos y negó con la cabeza. Se crujió el cuello un par de veces y se recogió la melena en una larga coleta antes de coger de nuevo el escrito.
“Si estas leyendo esta carta, son buenas noticias.”- comenzó a leer en silencio- “No se por cual de ellas empezaras, las estoy numerando por fecha. Una carta por cada día que aun sigues ausente. Ojala no supere la docena, pero hoy una semana después de tu partida, me temo que si lo harán. Te preguntaras a qué viene todo esto. No te sabría responder realmente. Hasta yo tengo mis dudas, "apenas" nos conocemos y no tienes que darme explicaciones de tus idas y venidas pero... Había noches que me sentaba junto al caldero, como hacíamos antaño y pensaba en las cosas que me apetecía contarte... relatos, anécdotas, etc... Así que, aquí estoy, sentada junto al fuego y apoyada en un tronco, imaginándome que te tengo enfrente sanándome alguna herida por impulsiva e impaciente. Eres libre de no leerla, me basta con pasarlas por debajo de la puerta y jugar un rato con glotón.
He conocido grandes amigos tuyos. Me paso los días uniendo comentarios sobre tí, a modo de piezas de un puzzle. Es admirable el cariño y respeto que te tienen todos... y cuéntame ¿hace frío? ¿Nieva...? ¿Vagas por alguna duna desierta? sea como fuere espero que consigas escoger la senda que deseas.”
En ese momento Vashard se sintió más polvoriento que nunca. Observó sus manos curtidas, las vendas que aún asomaban bajo las brechas en su cota de mallas, las múltiples muescas, hendiduras en las placas protectoras, remaches, remiendos, ropas rasgadas y gastadas… Era el aspecto de un luchador que ha vagado durante meses sin descanso, que ha batallado a vida o muerte casi todas las veces. Las pieles de abrigo que aún portaba sobre sus hombros le parecieron más pesadas, las cicatrices más inútiles. Otro tipo de nostalgia acudía a su interior lentamente, haciéndole volver a la lectura.
-“Por hoy no te escribiré mas, pero te dejo algo... es un polvo que se da a cada elfo que inicia el viaje de iniciación, como yo. Debes abrir con cuidado el frasquito, elegir un día de brisa suave y cálida y espolvorear un poco de polvo en la misma. Cuando el polvo forme parte del mismo aire, debes susurrar el mensaje deseado y nombrar a la persona a la que va dirigido. El polvo con la ayuda del viento encontrará a esa persona y le hará llegar el mensaje.
Espero que el viento te sea favorable, cuídate mucho.
Elariana.”
Lentamente dejó el papel sobre la mesa y desvió la mirada al árbol. ¿Brisa suave y cálida? Las ventiscas del norte eran gélidas. El viento aullaba como un lobo hambriento y la nieve ejecutaba su cruel mordedura a todas horas. No hubo calidez ni hubo calma frecuente. Sí que en ocasiones encontraba sosiego, pero era una extraña sensación, fruto de la extenuación y a menudo ahogada por otros pensamientos o sentimientos.
-“Algunas personas nacen a la Noche Eterna”- recordó las palabras que le dijo Krine a lo largo del viaje.
Suspiró y maldijo en silencio la ironía de ese espíritu que llamaba hermano. ¿Acaso no se equivocaba nunca? ¿No había conseguido cambiar algo desde que su aldea…?
-No hay mucha diferencia, en verdad- dijo finalmente en voz baja, dando una leve palmada en la mesa.
A fin de cuentas… seguía corriendo. Comenzó con aquellos orcos y aquél río. Vagó sin senda y jamás la encontró. Conocía todos los caminos salvo el suyo propio.
-¿Somos dos espíritus solitarios… Krine?- preguntó al sentir que no estaba solo. El gran lobo estaba tras él. En ningún momento había cruzado el umbral de madera del refugio. Aunque también era cierto que no necesitaba de esas cosas. Sencillamente estaba ahí.
-Respondí a tu llamada, Vashard…- la voz del lobo sonó gutural y ronca, como el frotar de dos losas de roca.
-¿Es tu decisión?- comentó el hombre sin mirar al enorme animal a su espalda. Su vista permanecía clavada en la mesa.
El lobo de áspero pelaje hizo una pausa mirándolo fijamente. En sus ojos había un brillo burlón y a la vez piadoso.
-Eres un espíritu solitario…- contestó finalmente con ronco tono rotundo- No es tu deseo, hermano, y lo sé… pero eres Vashard… y eso no puedes evitarlo.
El hombre suspiró y negó con la cabeza repetidas veces. Se sentía más cansado que nunca. Extenuado en múltiples sentidos.
-El destino no está escrito, Krine… ¿No puedo… no puedo cambiarlo, acaso?- preguntó con voz apagada, aún de espaldas y sin mirarle, sentado en la silla de madera. Su voz realmente parecía preguntar con cierta desesperada convicción.
Un leve resoplido brotó entre los dientes del lobo. Acercó su enorme cabeza a la del explorador y la frotó lentamente contra su pelaje áspero y pardo.
-Lo lamento…- fueron las tristes y duras palabras de Krine.
Esa fue toda respuesta que obtuvo el hombre. Lentamente acercó su mano y acarició al animal inconscientemente, sumido en ecos y pensamientos.
Y el silencio inundó la estancia, roto sólo por los cantos de los pájaros y los rayos de sol que se filtraban, indiferentes a la escena que se estaba dando.
Las hojas caen… el bosque sigue su curso… y el tiempo pasa.
El tiempo pasa…
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//P.D: Elariana, gracias por las cartas, sin ellas éste texto no habría visto la luz.
//Jajajaja!! Tengo un mazo de capturas del excelente roleo de ayer!!! Hoy me emocionaba mientras lo releía!! ¡Adivina lo que saldrá de eso!!! Recuerda la escena y juzga.
De nuevo gracias, me dais animos para escribir más. ^^
//Unicamente os haré una recomendación musical si queréis sacarle más intensidad al relato. La canción se llama: "Lovers (Mei and Jin)" de la banda sonora de "La Casa de las Dagas voladoras". Para aquél que la tenga o guste de probar... os la recomendaría. Disfrutadlo.
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La colina permanecía tranquila, con una suave y cálida brisa que acariciaba el rostro del hombre, invisibles manos que le rozaban en dulce bienvenida. Su cabello ondeaba así como su pesada capa. Rasguños y desgarros en la tela, cicatrices y pesares en la mirada. Vashard permanecía inmóvil en la loma, con la vista perdida en el horizonte boscoso a lo lejos. Algo yacía en su mano cerrada, algo atenazaba su garganta. Lentamente cerró los ojos y fue uno con el viento. Sintió las corrientes a su alrededor, el cálida abrazo de la brisa que le envolvía, su incesante canto con toda clase de ecos. Aún con los ojos cerrados, habló en susurros.
-Te dije que el viento susurraba nuestros nombres…- sonrió con profunda amargura- pero… la brisa olvidó a uno de los dos- suspiró- dejó de escuchar tu voz…dejaste de hablarle… dejó de repetir tu nombre… y un susurro solitario quedó en la hojarasca- la voz sonaba cargada de pesar, haciendo una larga pausa para tomar aire nuevamente.
-Contigo…- continuó con los ojos fuertemente cerrados en cruda confesión a su entorno- contigo olvidé ese susurro. ¡Quise creer que al fin encontré aquello que buscaba!- masculló- Pero tu nombre también se fue…- le tembló la voz- No pude retenerte… ¡sólo amarte y perderte!- tragó saliva ahogando un sollozo. El doloroso pasado le hacía sentir frágil y gélido, torciendo su voz en un tono desesperado.
-Mi corazón quedó quebrado y tu silbido no hizo sino congelarlo aún más… día a día- su cabellera ondeaba a los movimientos de su cabeza, como respaldando las palabras entrecortadas que se escuchaban- Quedé en la oscuridad de mi astillado espíritu, viendo fantasmas a cada paso que daba…
-Hice lo que pude… ¡créeme, te lo ruego!- imploró apretando firmemente los ojos y conteniendo las lágrimas- ¡Esperé y cometí toda clase de errores! ¡Perdí mi rumbo! Vagué perdido y me envolví en ese dolor… siendo mi fiel compañero de viajes.
-Pero…- acabó sollozando de nuevo- ¡ya no puedo más!- estalló en angustiada confesión. Su corazón se estaba quebrando por momentos- ¡No puedo más! ¡A cada paso que doy una punzada de dolor me invade!- las lágrimas resbalaban por sus mejillas como perlas brillantes- Por eso… te suplico me perdones. Por favor te lo ruego…
Hizo una breve pausa para retomar aliento con dificultad. Su pecho subía y bajaba inquieto y sus manos temblaban sin cesar. Hasta los animales de alrededor habían cesado en su actividad y permanecían en respetuoso silencio en torno al hombre. Vashard hizo un terrible esfuerzo por sobreponerse y aún así no podía lograrlo. Las lágrimas caían sin cesar mientras luchaba por contener el sollozo.
-Alusair… Iruss… Aranel…- abrió los ojos aún sin poder ver nada, con el rostro destrozado por una máscara de dolor- ¡Tierra mía por la que he llorado, reído, amado y sangrado…! ¡Te ruego disculpes a éste humilde servidor! ¡Por favor se clemente conmigo! ¡¡No podría irme sin tu perdón!!- rompió en un desconsolado llanto cayendo de rodillas- ¡No puedo! ¡¡Hice todo lo que pude pero ya no puedo más!!- apretó los puños y los dientes mientras el viento sopló con más fuerza, levantando la hojarasca alrededor del explorador y alzándola al cielo.
-A todos los que he amado y querido… quisiera creer que os llegó éste mensaje- susurró aún de rodillas- Os ruego me disculpéis pero el lobo abandona el bosque- su voz sonaba quebrada como nunca- pero… ya no puedo seguir aquí. Ojala lo comprendáis con éste humilde aliento- sollozó.
Hizo una inquieta pausa para retomar aire, alzando su mirada de ojos enrojecidos al cielo del atardecer. Lobos, osos, aves y toda clase de fauna permanecía a su alrededor en respetuosa despedida.
-Y tú…- su respiración se aceleró de nuevo- ¡Tú que me diste esto…! ¡Tú que enviaste tus palabras en mi busca…!- convicción, tristeza, amargura, pesar y una honda desesperación inundaban su voz y su alma, quebrando su rostro de semejante manera- ¡No diré tu nombre ni el mío! ¡Ya lo sabes! ¡Lo has sabido todo éste tiempo aunque no quieras admitirlo!- apretó un puño y lo alzó hacia el cielo- ¡No puedes negar quién eres tú ni quién soy yo! ¡No puedes olvidar todo eso y perderte!- su voz se partió finalmente- No puedes…
Su puño se abrió en ese momento. Ya no quedaba nada en su mano, apenas unos restos de polvo que finalmente se había ido del todo con el viento.
Y un hombre quebró su corazón en ese momento y partió para no volver jamás…