El Gran Héltico

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Khellendros

El Gran Héltico

Mensaje por Khellendros »

Todos los lantanos recuerdan con gran rencor el año en que Anchoril decidió invertir en infraestructuras de comunicación. La ciudad multifacetada, en la isla sur, siempre había recelado de perderse muchas patentes del norte debido a la pura pereza que las compañías mercantiles lantanas demostraban a la hora de cruzar el estrecho que dividía el país en dos. El argumento más común eran las rocas y las corrientes que causaban una infinidad de problemas a los barcos.
Pero en realidad el estrecho de Sambar es un tranquilo y apacible paso que no debería presentar dificultades a ninguna nave mercante corriente. Aun así el asunto no fue considerado más que una broma de Garl hasta que el viejo rey, llamado “el Dormilón” por sus súbditos, murió, y el pueblo se preparó para unas nuevas elecciones.
Si no llega a ser por los problemas surgidos en la temporada electoral, tal vez nunca un gnomo gordinflón llamado Heltzer Naln hubiera salido de ese país prodigioso.
Volviendo a la historia, otro de los asuntos que marcaron ese año en Lantan fueron los problemas de las elecciones. Los candidatos al trono tuvieron que esperar hasta dos meses para la resolución, dos meses de desesperación y desgobierno, ya que los resultados de la isla norte no llegaban. Los candidatos se peleaban por enviar a las milicias y a los gremios mercantes al norte a ver que pasaba, pero los órganos oficiales se negaban ya que no reconocían la autoridad de nadie, y los otros acusaban a los candidatos de que la persuasión era por simple interés político del candidato en cuestión.
Sea cuál sea la causa del retraso, cuando tras mucha espera el nuevo rey llegó al poder, no tardó ni un momento en ordenar construir el mayor raíl-transporta-víveres-híbrido-hidráulico-y-a-azufre, que comunicara las tres ciudades principales con gran rapidez. Hasta el momento no se había usado más que en las minas y en las factorías de Lantan, por lo que las obras sufrieron un sinfín de problemas. O mejor dicho, los lantanos sufrieron un sinfín de problemas

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(Nombramiento del Rey en Anchoril por el Sumo Sacerdote de Garl)

A los ocho meses, Sundrah era dividida en dos por un colosal puente de hierro, y los nervios de los habitantes iban en aumento. Por regla general, los gnomos lantanos deberían haberse interesado en la aplicación de semejante prodigio en su país, pero los problemas que el raíl propició fueron miles. El más grande de ellos fueron hundimientos en el área cercana a las obras. A las 2 manzanas dañadas, el Burgomaestre llamó oficialmente zona catastrófica al área, y sacó oro de donde pudo para indemnizar a las familias sin hogar. Ahora solo los más cercanos al Burgomaestrado de Sundrah saben que los visitantes oficiales no deseados por el gobierno son invitados a alojarse en esa zona.
La minoría no-gnoma de la ciudad optaba por irse y dejar atrás el aparatosismo gnómico. Los ciudadanos gnomos, a medio camino entre desesperados e interesados acudieron a las obras a ayudar como mejor sabían. Esa es una razón de que el tramo del raíl de Sundrah sea una autentica chapuza.

En la calle de los Hiladores, sede del prestigioso Gremio del mismo nombre, una familia gnoma de la nueva burguesía aprendía a comportarse ante el caos reinante de la ciudad como según la madre debía hacer una importante familia burguesa. Tras varias generaciones en los suburbios portuarios del Callejón Polvorón, los prodigios tecnológicos de la Mercería Naln se habían dado a conocer, y habían sido invitados a pertenecer a tan ilustre gremio. A la señora Lasse Naln le disgustaba reconocer que el progreso del clan había sido gracias al abuelo y sus inventos, pero todos los allegados a la familia sabían bien que al abuelo se le había dejado de tener por viejo chocho oficialmente cuando sus maquinas enriquicieron el negocio.

-Son 10 monedas el hilo, más 5 del pañuelo que lleva bajo el escote, señora –dijo Lasse a la sonrojada gnoma que tenía delante.

-Je, je, ¡broma de Garl!-Ambas rieron, pero una con nerviosismo y la otra con hipocresía.-¿Le importa si le pago con campanillas de Gond?

-Como quiera.

Cuando la sonrojada clienta hubo salido del local, un gnomo pequeño, regordete, manchado de restos de pastel de roca salió de detrás de la hiladoraacarbón.

-Mamaita, ¿por qué te reíste cuando esa señora intentó robarnos?

-Helt, ríete siempre, pero con dientes falsos. Desde luego a la capilla no deberían ir los niños, si no os enteráis de nada.

-Pero el reverendo no para de mascar hojamarga...-No pudo terminar su réplica. Un estruendo no demasiado lejano, tal vez 3 calles más abajo, acompañado de un repentino temblor sacudió la casa. Solo fueron unos instantes de confusión.

-¡Lo peor que ha hecho este alcalde es permitir las obras del raíl!-dijo una gnoma de pelo canoso que bajaba en lenta procesión por las escaleras, seguida de cinco o seis gnomas mayores más.

-¡Madre! ¿Estáis bien?

Cuando las señoras mayores hubieron bajado, la campanilla de la puerta sonó y entraron varios gnomos seguidos de una camillatrineosincaballos. Dos de los gnomos vestían el uniforme de las Casas de Curación. Había también un gnomo que decía ser clérigo de Garl. Les informaron de que el padre de Helt, Klalaus Naln, había resultado herido en un accidente en las obras, pero sus heridas no eran de gravedad. La abuela y la madre se ocuparon del herido, aunque Helt titubeaba confuso. Entonces en el umbral apareció un gnomo vestido ricamente, con bigote cuidadosamente cortado en tres puntas, acompañado de dos milicias de la ciudad. Heltzer pudo reconocerlo como el alcalde Ruvaloff, gracias a la banda dorada identificativa de su cargo que lucía. Durante toda la visita en la que se regateó sobre el oro que pagaría el gobierno por el accidente a la víctima, el gnomo pequeño se quedó mirando a Ruvaloff, que parecía alto para ser gnomo y le parecía a Heltzer un verdadero rey de los cuentos. El alcalde Ruvaloff, pese a su inexperiencia, era uno de los gnomos más ilustres de Sundrah. Había presidido la Oficina de Patentes durante siete años seguidos y sus inventos eran conocidos en toda Lantan y hasta eran exportadas sus creaciones a las colonias de Liepzig en Khult y Samarach. Sin duda era un personaje al que muchos gnomos querrían parecerse.

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Sundrah, Lantan. De izquierda a derecha: La Oficina de Colonias, el Ayuntamiento y la Capilla Pequeña. A la izquierda y arriba, final de la calle Hiladores.

//Continuará
Última edición por Khellendros el Sab Ene 26, 2008 11:36 am, editado 2 veces en total.
MeremelMeremetico

Mensaje por MeremelMeremetico »

Ahí ahí, tiene buena pinta :) . Esribe escribe, sino te importa, en mi historia tambien quería salir el alcalde de Sundrah utilizaré el nombre que le has puesto si te parece bien y haré que hacen el puente ese. Si quieres podemos hacer una historia entrelazada. Ej: 1- mi historia- Merem hace un concierto / 2- tu historia- helt va a ver un conicerto de un tal merem. ¿Entiendes? Estaría muy bien :wink:

Vamos a escribir!//
drappi__el__gnomo

Re: El Gran Héltico

Mensaje por drappi__el__gnomo »

Muy buena la historia,sigui escribiendola y como dice el viejo dicho gnomo,riete siempre,pero con dientes falsos :D.
Khellendros

Mensaje por Khellendros »

//Me parece perfecto, Merem. Así damos más credibilidad si las dos historias hacen referencia a ciertas cosas.
MeremelMeremetico

Mensaje por MeremelMeremetico »

Si pero otra cosa, Merem es mas joven que Helt así que cuando Merem nació el rail ya estaba construido hacía ya 20 años//
Khellendros

Mensaje por Khellendros »

-¿Es usted el alcalde Ruvaloff?-dijo Helt, titubeando.

-Helt, cariño. Los mayores estamos hablando. ¿Por qué no vas con Rupit y
Greneli a jugar? –sugirió su madre.

El pequeño gnomo abandonó su casa, no sin antes coger uno o dos bizcochos, y echó a andar calle arriba. Helt iba distraído. La bulliciosa calle de los Hiladores estaba llena de gnomos y alguna gente grande, milicias y clérigos. Todos se dirigían calle abajo, hacia las obras. Algunos llevaban carros y trineosincaballos con barriles de agua. El aire estaba teñido de un tono anaranjado. "¡El mercado de Abastos se ha incendiado por culpa del raíl!" oyó. Realmente, el habitual aroma a aceite y fundición que impregnaba la ciudad había sido substituido por humo.
Cuando llegó a la plaza Industria, presidida por una fuente de engranajes que giraban y formaban espléndidas formas; vio salir de las Casas de Curación a varios carros blancos con el emblema de la institución, que corrieron calle abajo.
Entonces encontró a Rupit y a Greneli, compañeros de la Academia Szalier.

-Íbamos a buscar conchas a Rismalcalda. ¿Vienes, Morbido?

Los tres gnomos salieron de la caótica ciudad por el norte. En Sundrah no había murallas ni defensas exteriores. Los lantanos nunca han tenido unas sólidas defensas, ni siquiera en sus colonias. Simplemente fingían no ser de interés, y dar demasiados quebraderos de cabeza como para ser invadidos. Los únicos problemas que tenían eran las incursiones piratas, aunque rara vez llegaban a atacar las ciudades, y en tal caso, los gnomos tenían muchas invenciones escondidas capaces de desalentar al más fiero de los corsarios.
Caminaron un rato por los campos secos, con pocas sombras, hasta llegar al canal artificial. Allí pagaron una campanilla de Gond por alquilar un bote con rueda hidráulica, que les condujo hasta una pequeña aldea llamada Rismalcalda. La aldea no era más que una zona de descanso para los pescadores de ballenas, que tenían su familia y hogar en Sundrah. Los pescadores debían estar en alta mar, por que no había nadie.
En la pequeña cala, atestada de barcazas y aparejos de pesca, quedaban los restos de un gran castillo de arena. Los tres gnomitos se pusieron a jugar en el a “Ven a mí castillo”.

-¡Soy el alcalde Ruvaloff!-anunció Greneli.-¡Arrodillaos ante mí, esclavos!

-¡Larga vida al Burgomaestre!-Rupit se metió en el juego rápidamente y se arrodilló.

Heltzer dudó.

-¿Y por qué siempre eres tu quien manda?

-Yo llegué primero. Greneli es el alcalde. –Contestó Greneli, ladeando la cabeza.

-Él llegó primero. –Corroboró Rupit.

-¡Pues Helt es... el Rey de las tierras nevadas de azucar! –gritó, mientras muchas ideas empezaban a aflorarle en lamente.

-¡Oooh! ¡Viva Heeelt! ¡Viva el Héltico! –gritó Rupit, y más tarde Greneli.

Estuvieron jugando un buen rato, hasta que el humo que se alzaba al sur en Sundrah dejó de ser visible por un crepúsculo azul oscuro. Recogieron unas cuantas conchas y piedras de colores, para luego ir a analizarlas en su laboratorio secreto, en las cloacas. Aunque no era nada especial ya que todos los gnomos construían laboratorios secretos en las cloacas de la ciudad, con lo que en lugar de ratas, en las alcantarillas de Sundrah había gnomos escondiéndose de otros gnomos.

Al amanecer, Heltzer no fue con sus compañeros a analizar las conchas a las cloacas, sino que se quedó encerrado en su cuarto haciendo experimentos. Refrigeraba agua con todo tipo de substancias que en cualquier lugar se hubieran considerado peligrosas para los niños excepto en Lantan. Congelaba el agua, la evaporaba, la hacía hervir y miraba las reacciones de varios objetos con los diferentes estados del agua.

-Hia...nieve...nieve...¡¿Cómo se hace la nieve?!

Por la tarde se encaminó a la Biblioteca del Templo de Gond. Para llegar tuvo que atravesar las obras del raíl y contempló las ruinas calcinadas del Mercado de Abastos. Habían varios mercaderes y artesanos manifestando su descontento con las obras. Sin Mercado de Abastos, los productos que llegaban a la ciudad eran llevados al Mercado General en los muelles, dónde las provisiones se agotaban rápidamente.
Al llegar a la Biblioteca encontró a la señora Gerda, su profesora de la Szalier.

-¡Heeeeltzer!¿Sabe tu madre que estás aquí?–la señora Gerda Wien era una gnoma de aspecto estricto y anticuada. Llevaba una redecilla que le recogía el largo cabello castaño oscuro, y un vestido largo negro aterciopelado. -¡Es igual! ¡No quiero saberlo! Escucha. He de hablar contigo.

-¿Sí, señora Wien?

-El excelentísimo alcalde Ruvaloff pasó ayer por la Academia. Se ve que cuando fue ayer a tu casa por lo de tu padre, el alcalde preguntó por ti y tu abuelo le dijo que sacabas muy buenas notas. Está interesado en un escriba y secretario personal. El señor director Kinski y yo creemos que tu podrías hacerlo bien. Te pagarían 30 monedas la semana. Es mucho para un niño como tú, pero no voy a cuestionar al alcalde.
-Pero...
-¡No hay peros que valgan! Ya me he comprometido ante el Burgomaestre y no vas a hacerme quedar mal!

Dos días después Helt enseñaba a sus compañeros su uniforme turquesa y púrpura del gobierno local a sus amigos.
Como escriba y secretario del alcalde, se pasaba el día trabajando. Lo acompañaba a recepciones y audiencias, a los consejos, a las reuniones con los gremios y los clérigos y recorría la ciudad de punta a punta varias veces al día en elegantes diligencias a vapor. Helt presumía de conocer de primera todo lo que se cocía en la ciudad, y con los años el alcalde le dejó incluso expresar su opinión en los asuntos de la ciudad. Lasse Naln se congratulaba en la tienda de tener a un hijo tan influyente con esa edad, y los vecinos estaban todo el día persiguiéndoles para intentar que Heltzer introdujera los temas que más les preocupaban en las reuniones del Burgomaestrado.
En su fuero interno, Heltzer empezaba a construir su plan de futuro. Él quería gobernar un lugar que ningun gnomo lantano nunca había gobernado. Quería ser invitado a audiencias en el palacio de Anchoril ante el rey e influir de verdad en la nación, y no solo en un castillo de arena. No iba a limitarse a ser un ingeniero más, iba a gobernar a los demás ingenieros. “Por que Helt lo vale”, se decía.
QM-Oghma

Mensaje por QM-Oghma »

Larga vida a Helt, caudillo de la colinia :twisted:
Ramaled_Nefzen

Mensaje por Ramaled_Nefzen »

//desde puequeñito ya tenia deseos de poder, XD
Khellendros

Mensaje por Khellendros »

Hacía ya muchos años de los problemas del raíltransportavíveres. Sundrah estaba bien comunicada y la ciudad había conocido un crecimiento tal, que en las cloacas no cabían más laboratorios secretos gnomos.
Algunos dicen que la culpa era precisamente de esos laboratorios, que con sus productos habían hecho enfermar a las ratas de la ciudad, y éstas a la población. Pero la mayoría de gnomos no quería culparse, y alegaban que la epidemia había llegado en un barco procedente del este.
Pero cuando la Peste Verde, o Apestosa Epidemia se propagó por la ciudad, nadie sabía las causas.
En unas semanas las calles estaban casi vacías. Muchos muerieron, otros se fueron, y los que se quedaron lo hicieron por dos cosas: por curiosidad o por que no tenían otro sitio donde ir. El comercio estaba paralizado. Nadie quería ir a Sundrah.

Heltzer, sentado en su tribuna del Salón de Cien del Ayuntamiento, abandonó momentaneamente su concentración en el discurso del señor König y recodó el último día en la Academia.

-Felicidades. Toma tu graduación.-Le había dicho el director Kinski, un gnomo delgado y enfermizo que tenía peor aspecto de lo normal. Tosió.

Heltzer, con el diploma en la mano se había quedado mirando la sala de actos de la Szalier. Estaba vacía, llena de corrientes.

-Heltzer, lo siento, tenemos que cerrar la Academia, y yo he de irme.

Helt se había puesto un pañuelo en la boca, había salido a la calle y había visto el carruaje del alcalde Ruvaloff. Tras su titulación profesional el alcalde lo había colocado en el Consejo de Cien, como tenían previsto. Pero ni el Burgomaestre ni Helt habían pensado que iba a ser en esas circunstancias.

El Salón de Cien estaba ocupado por menos de 20 ciudadanos. La mayoría de grandes señores, ilustres e influyentes habitantes que tanto habían dado por la ciudad se habían ido, o algunos habían muerto.

-¿Y cómo pretende instaurar una cuarentena, König? Vamos a construir un muro que nos aisle del resto del país? ¿Sí?-dijo un gnomo burgués al borde de la desesperación.

-Dejense de cuarentenas, señores. Todos los que se han ido ya deben haber propagado la peste. ¡Lo que quiere Ruvaloff es que usted, König, inicie la investigación de la enfermedad de una vez!-concluyó con autoridad el alcalde.

Su primera reunión como Consejero no había sido muy brillante. El Burgomaestre lo acompañó en su diligencia hasta su casa, y en el trayecto se hizo patente que la enfermedad también había afectado a Ruvaloff.
La mercería estaba cerrada, y toda la familia se encontraba en el salón.
Cuando entró, su madre decía- 50.000 piezas de oro, benditas de Garl sean, es lo que nos queda.

-Podemos vender las joyas...-dijo Klalaus.

-¡Y un jamón, dijo la bruja Mon! No necesitamos tanto oro. Nos lo llevamos todo.-insistió Lasse.

-Buenas nocturnidades -saludó Helt.

-Helt...¿lo has pensado bien? No cree Lasse que ese puesto en el Consejo valga tanto como para quedarnos. No le gusta. De cien han muerto ochenta.

-O se han ido.-apuntó Heltzer.

-Helt, ya sabemos que es lo que deseas. Pero quizá deberías replanteartelo. Vamos a ir todos a Novogorod. Está suficientemente lejos y remoto como para no correr peligro allí.-argumentó su padre.

-En realidad, cree Helt que ya es hora de que Helt emprenda un viaje...-empezó.

No era nada fuera de lo común que los gnomos jóvenes cuando terminaban sus estudios optasen por ir a ver mundo para obtener sabiduría y compartirla luego en casa. Pero en opinión de la familia no era el momento más propicio.
Pero al amanecer Heltzer zarpó en un barcoderemoshidráulicos del puerto de Lantan, con destino a Aguas Profundas.
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