Focus.
El caballero le estaba explicando a la señora de morado que no estaba permitido el uso de cualquier conjuro en la ciudad, ya fuera defensivo u ofensivo, cuando vio a un oso enorme acercándose a la plaza desde la puerta norte. (Tampoco estaba permitido entrar con animales).
Se acercó al oso en cuestión, que husmeaba el suelo, y parecía hambriento. Además, iba cargado con varios bultos y cofres a ambos lados atados con correas. Entonces vio al hombre que parecía ser el dueño quien, acercándose a la fuente, anunció para aquellos que pudieran oirle la llegada de su mercado ambulante a la ciudad.
Algunos se acercaron a curiosear. En realidad no vendía ni compraba nada, cambiaba unas cosas por otras, daba igual el valor que tuvieran. Tenía espadas enjoyadas, tiendas de colores, libros, ...
El oso casi atrapó a una gallina, pero (por suerte) esta no iba descuidada. El caballero fue a buscar carne para el animal, y, al regresar, el mercader le dio un manuscrito enrrollado, a cambio de la comida. (Tampoco esperaba comerciar con él), pensó. El oso, a quien su dueño llamaba Focus, no tardó ni un segundo en comerse la carne.
Nueva orden.
Los ahí congregados rebuscaban en sus bolsas alguna baratija que intercambiar con aquel mercader (y, con suerte, llevarse alguna espada enjoyada, una cota de mallas de mithril, o una bolsa de contención).
La capitana de la Orden de Caballeros llegó por el camino del norte, y el caballero, aún con el manuscrito en la mano, se cuadró delante de ella y la saludó cortésmente. Ella le devolvió el saludo también de forma educada.
Le enseñó el manuscrito. Parecían runas formando un dibujo, pero en verdad ni uno ni otro tenían la menor idea de que podía significar, si es que significaba algo. No obstante, la capitana le dio una nueva orden al caballero: que investigara sobre el manuscrito.
La Dama.
Enrrollándolo de nuevo, se dirigió al hogar de la dama Lanzagélida, pues había oído que una erudita se alojaba temporalmente en una de las habitaciones. Primero preguntó a un guardia, quien le dijo (aparte de que estaba de guardia y en palabras amables que no le molestara) que tal vez el redactor del volante pudiera saber algo, puesto que es un conocido enterado.
Siguió preguntando, esta vez a la dama Lanzagélida, cuya respuesta no varió mucho de la del guardia, aunque le dio el nombre de la erudita, lo cual no fue mucho, ya que al final el caballero decidió no preguntarle.
Revelación.
Escuchó a la suma sacerdotisa Ariel hablando muy bien de un mago que, al parecer, había estado mucho tiempo de viaje. El mago se llamaba Elistar, y fue las palabras de Ariel lo que le empujó a decidirse.
Tendiéndole el manuscrito, le preguntó al mago que podían significar aquellas runas y simbolos.
El mago, tras estudiar detenidamente el pergamino, se quedó blanco, y pidió a los presentes hablar en un lugar privado.
Los cinco fueron al bastión de la Orden, y se encerraron en la biblioteca. El mago les contó muy resumidamente la historia de la guerra de los sharnos, los faerimm y los nezherinos. Les explicó que aquel pergamino era una llave para abrir el muro de los sharnos, una prisión que ellos mismos "construyeron" para contener a los faerimm, criaturas de gran poder arcano y fuerza sobrenatural, malignas por naturaleza.
Por tanto, aquel pergamino podía ser muy peligroso si caía en malas manos, pues podría liberar a los faerimm, pero también podía ser util, para encerrar a los pocos que aun vagaban por el mundo.
Cuento
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