Urgam el bárbaro, Gnomo Jinete de Dragón
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Mucho tiempo había pasado desde aquél fatídico día. En buen momento se le ocurrió a Urgam volver al norte, a las tierras de su tribu. Poco pensaba él que las cosas iban a salir tan mal....
Camino del gran glaciar, nuestro pequeño gran amigo se vió asaltado por una horda de ladrones. Los había de todo tipo: elfos, semiorcos, enanos, y sobre todo humanos. Más de 40 almas, formando el grupo más variopinto que Urgam había visto en su vida.
La pelea duró poco. En unos instantes un bandido mago había inmovilizado al pequeño bárbaro, tras lo cual despojarle de sus armas fue tarea fácil para los bandidos.
Urgam, por primera vez, sintió miedo, pero no por su vida, sino por que ante él se abría la posibilidad de no alcanzar nunca lo que se prometió a sí mismo: ser un jinete de dragón...
Sin saber muy bien el motivo (bien sabido por todos es la falta de principios de los bandidos), fue arrojado a una celda oscura. Quién sabe, quizás esperaban recibir un rescate por él. Sin más compañía que las sombras de su pequeña celda, Urgam mataba el tiempo perfeccionando su táctica para esconderse, pensando que quizás alguna de las veces que le entregaban la comida podría acercarse al guardia....
Un dia Uzghardt se puso de su parte. El carcelero, un mediano no demasiado avispado, ni se enteró cuando Urgam salió de detrás de la sombra de la puerta y lo dejó inconsciente... minutos después ya estaba muy lejos del campamento...
Enfadado consigo mismo por haberse dejado capturar, volvió a encaminar sus pasos hacia aquella pequeña ciudad que tan bien lo había acogido, y que le había enseñado tantas cosas... ¡si hasta estaría contento de encontrarse con una pija!...
Sonriendo al ver la muralla, varios días de camino después, Urgam volvió a lucir su eterna sonrisa, y a entonar su bestial carcajada por las murallas de Nevesmortas...
//Pues nada, que no se me ocurría otra cosa para la prolongada ausencia del server, ya seguiré poniendo alguna peripecia del pequeño uzghardt
Camino del gran glaciar, nuestro pequeño gran amigo se vió asaltado por una horda de ladrones. Los había de todo tipo: elfos, semiorcos, enanos, y sobre todo humanos. Más de 40 almas, formando el grupo más variopinto que Urgam había visto en su vida.
La pelea duró poco. En unos instantes un bandido mago había inmovilizado al pequeño bárbaro, tras lo cual despojarle de sus armas fue tarea fácil para los bandidos.
Urgam, por primera vez, sintió miedo, pero no por su vida, sino por que ante él se abría la posibilidad de no alcanzar nunca lo que se prometió a sí mismo: ser un jinete de dragón...
Sin saber muy bien el motivo (bien sabido por todos es la falta de principios de los bandidos), fue arrojado a una celda oscura. Quién sabe, quizás esperaban recibir un rescate por él. Sin más compañía que las sombras de su pequeña celda, Urgam mataba el tiempo perfeccionando su táctica para esconderse, pensando que quizás alguna de las veces que le entregaban la comida podría acercarse al guardia....
Un dia Uzghardt se puso de su parte. El carcelero, un mediano no demasiado avispado, ni se enteró cuando Urgam salió de detrás de la sombra de la puerta y lo dejó inconsciente... minutos después ya estaba muy lejos del campamento...
Enfadado consigo mismo por haberse dejado capturar, volvió a encaminar sus pasos hacia aquella pequeña ciudad que tan bien lo había acogido, y que le había enseñado tantas cosas... ¡si hasta estaría contento de encontrarse con una pija!...
Sonriendo al ver la muralla, varios días de camino después, Urgam volvió a lucir su eterna sonrisa, y a entonar su bestial carcajada por las murallas de Nevesmortas...
//Pues nada, que no se me ocurría otra cosa para la prolongada ausencia del server, ya seguiré poniendo alguna peripecia del pequeño uzghardt

Un buen día, mientras Urgam andaba entretenido dando forma a una ramita de árbol, un niño pecoso se acercó hasta el puesto del leñador.
- ¡¡Señor señor!!! - Gritaba el muchacho
- No soy un señor, soy Urgam el poderoso bárbaro - siempre sonriente le contestó Urgam. - ¿Qué quieres?
- Un guardia me ha dado una moneda para que buscase a alguien fuerte para ayudar a unos pescadores
Sonriendo, Urgam le dio otro par de monedas, dejó el arquito y se dirigió a la fuente de Nevesmortas. Allí, una maga, un explorador y alguien más andaban escuchando a una pareja de pescadores que estaban discutiendo acerca de las tormentas.
Urgam, se metió en medio de ambos, y sonriendo les preguntó lo que sucedía. Ellos les indicaron que tenían problemas para pescar.
- ¿No sabéis? ¡Yo os enseño! - dijo Urgam
No es que no supieran, sino que al parecer tenían problemas con las tormentas, siempre se levantaban tormentas cuando salían a pescar, haciendo que casi se ahogasen varias veces.
El grupo se dirigió a la parte alta del río. Allí los pescadores les comentaron que había una bruja malvada que era la que les mandaba las tempestades. No habían terminado de contar la historia y ya estaban todos en camino, eliminando a lo que parecía una superpoblación de osgos (era como si dos o tres poblaciones de la cueva de los osgos hubiera decidido acampar cerca del río).
En una cabaña cerca del lago encontraron a la mencionada bruja. Esta mujer, no de muy buenos modos, les dijo que los pescadores le habían robado un incienso que utilizaba para convocar elementales, y que habían matado a su madre para robarle. Por tanto, merecían la muerte.
Con desilusión por parte de Urgam (estaba un poco aburrido de tanto hablar y tener poca acción), siguiendo el consejo de la clérigo del grupo volvieron a ver a los pescadores, a investigar si efectivamente lo que contaba la supuesta bruja era cierto. Una vez allí, y viendo que Urgam hacía demasiadas preguntas (más incluso que las que suele hacer normalmente), los pescadores sacaron unas pequeñas armas y trataron de intimidar a Urgam. Sin mirar al resto del grupo, Urgam se echó a reir.
- ¿Con ese cuchillito pretendéis atacarme? - sin parar de reirse.
Dicho y hecho. En dos minutos sólo quedaban los cuerpos de los pescadores, que sólo habían causado heridas menores. Dos minutos después la maga había tirado los cuerpos al río.
Y ahí comenzaron las discusiones. Nuestro pequeño amigo no quería devolver el incienso a la bruja. ¡A saber qué haría una adoradora de un dios oscuro con unos cuantos elementales a su cargo!. El resto no opinaba igual. Finalmente Urgam cedió. Total, si la bruja quería luego invadir Nevesmortas ahí estaban él y su hacha para impedirlo. Se divertiría más, así que le llevarían el incienso.
Como agradecimiento, la bruja (supuestamente malvada) les devolvió el cuerpo de un niño que se había ahogado el día anterior, y que su dios del río les daba en premio a sus acciones. Urgam soltó una pequeña lágrima, quizás la primera en mucho tiempo, que por suerte corrió por su cara cuando aún llevaba puesto el casco.
Con mimo, cogió el pequeño cuerpecito, dirigiéndose a la Atalaya. Allí lo depositó, y su alegría fue suprema cuando el clérigo local, resucitó al pequeño. Su boca no podía articular palabra de la alegría que sentía. Acariciando los bucles rizados del pequeño (al que iban a cuidar en el templo de la atalaya), dejó una bolsa con suficientes monedas de oro como para garantizar la vida del muchacho hasta que fuese un hombre hecho y derecho. No podía hacer menos. ¡Y pensar que de no haberle entregado el incienso a la clérigo malvada no hubieran recuperado al chaval!
El chico era afortunado, pues había recibido una segunda oportunidad.
Pero Urgam lo era más. Había aprendido una valiosísima lección.
A veces, no todo aquel que parece bueno lo es, ni todo aquel que parece malvado comete únicamente actos malignos...
- ¡¡Señor señor!!! - Gritaba el muchacho
- No soy un señor, soy Urgam el poderoso bárbaro - siempre sonriente le contestó Urgam. - ¿Qué quieres?
- Un guardia me ha dado una moneda para que buscase a alguien fuerte para ayudar a unos pescadores
Sonriendo, Urgam le dio otro par de monedas, dejó el arquito y se dirigió a la fuente de Nevesmortas. Allí, una maga, un explorador y alguien más andaban escuchando a una pareja de pescadores que estaban discutiendo acerca de las tormentas.
Urgam, se metió en medio de ambos, y sonriendo les preguntó lo que sucedía. Ellos les indicaron que tenían problemas para pescar.
- ¿No sabéis? ¡Yo os enseño! - dijo Urgam
No es que no supieran, sino que al parecer tenían problemas con las tormentas, siempre se levantaban tormentas cuando salían a pescar, haciendo que casi se ahogasen varias veces.
El grupo se dirigió a la parte alta del río. Allí los pescadores les comentaron que había una bruja malvada que era la que les mandaba las tempestades. No habían terminado de contar la historia y ya estaban todos en camino, eliminando a lo que parecía una superpoblación de osgos (era como si dos o tres poblaciones de la cueva de los osgos hubiera decidido acampar cerca del río).
En una cabaña cerca del lago encontraron a la mencionada bruja. Esta mujer, no de muy buenos modos, les dijo que los pescadores le habían robado un incienso que utilizaba para convocar elementales, y que habían matado a su madre para robarle. Por tanto, merecían la muerte.
Con desilusión por parte de Urgam (estaba un poco aburrido de tanto hablar y tener poca acción), siguiendo el consejo de la clérigo del grupo volvieron a ver a los pescadores, a investigar si efectivamente lo que contaba la supuesta bruja era cierto. Una vez allí, y viendo que Urgam hacía demasiadas preguntas (más incluso que las que suele hacer normalmente), los pescadores sacaron unas pequeñas armas y trataron de intimidar a Urgam. Sin mirar al resto del grupo, Urgam se echó a reir.
- ¿Con ese cuchillito pretendéis atacarme? - sin parar de reirse.
Dicho y hecho. En dos minutos sólo quedaban los cuerpos de los pescadores, que sólo habían causado heridas menores. Dos minutos después la maga había tirado los cuerpos al río.
Y ahí comenzaron las discusiones. Nuestro pequeño amigo no quería devolver el incienso a la bruja. ¡A saber qué haría una adoradora de un dios oscuro con unos cuantos elementales a su cargo!. El resto no opinaba igual. Finalmente Urgam cedió. Total, si la bruja quería luego invadir Nevesmortas ahí estaban él y su hacha para impedirlo. Se divertiría más, así que le llevarían el incienso.
Como agradecimiento, la bruja (supuestamente malvada) les devolvió el cuerpo de un niño que se había ahogado el día anterior, y que su dios del río les daba en premio a sus acciones. Urgam soltó una pequeña lágrima, quizás la primera en mucho tiempo, que por suerte corrió por su cara cuando aún llevaba puesto el casco.
Con mimo, cogió el pequeño cuerpecito, dirigiéndose a la Atalaya. Allí lo depositó, y su alegría fue suprema cuando el clérigo local, resucitó al pequeño. Su boca no podía articular palabra de la alegría que sentía. Acariciando los bucles rizados del pequeño (al que iban a cuidar en el templo de la atalaya), dejó una bolsa con suficientes monedas de oro como para garantizar la vida del muchacho hasta que fuese un hombre hecho y derecho. No podía hacer menos. ¡Y pensar que de no haberle entregado el incienso a la clérigo malvada no hubieran recuperado al chaval!
El chico era afortunado, pues había recibido una segunda oportunidad.
Pero Urgam lo era más. Había aprendido una valiosísima lección.
A veces, no todo aquel que parece bueno lo es, ni todo aquel que parece malvado comete únicamente actos malignos...