El Alma Furiosa

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Elenthyl

Mensaje por Elenthyl »

Unairg escribió:// Perdona por el off, pero no podría callarme el hecho de que me pareces un pródigo escribiendo y espero que estas palabras te sirvan para seguir haciéndolo y seguir divirtiéndonos tanto con la historia de Elenthyl. Un saludo y mucha suerte.


//pródigo, ga.

(Del lat. prodĭgus).

1. adj. Dicho de una persona: Que desperdicia y consume su hacienda en gastos inútiles, sin medida ni razón. U. t. c. s.

2. adj. Que desprecia generosamente la vida u otra cosa estimable.

3. adj. Muy dadivoso.

4. adj. Que tiene o produce gran cantidad de algo. "La naturaleza es más pródiga y fecunda que la imaginación humana".

Pues me quedo con la cuarta acepción. Y no me molesta el off, de hecho me encantan estos comentarios ya que me hacen saber que disfrutáis tanto como yo. Y éso es lo que me hace que siga escribiendo. ¡El día que nadie me lea va a escribir clavijo! Espero que os guste leer estas letras mal colocadas al menos la mitad que a mí escribirlas.

¡Va por ustedes!

¡Gracias!

Elenthyl Quart´Hadast
Unairg

Mensaje por Unairg »

// Iba a escribir "prodigio", pero por alguna razón me salió "pródigo".

prodigio.

(Del lat. prodigĭum).


1. m. Suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza.

2. m. Cosa especial, rara o primorosa en su línea.

3. m. milagro (‖ hecho de origen divino).

4. m. Persona que posee una cualidad en grado extraordinario.

Pero tranquilo, que ya te pillaré. Siempre se te escapa algún signo de admiración por ahí que estaré dispuesto a echarte en cara >___<.
Zborze
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Mensaje por Zborze »

//Dejemoslo en que escribe de puta madre. :)
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Si no puedes remediarlo, por lo menos ¡FLIPALO!
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Elenthyl

Mensaje por Elenthyl »

XXIV. Interferencia Drow.


Largo es el camino de quien no conoce su Destino.

Girando inexorable, la rueda del tiempo marcaba su surco en la historia del norte como el río que fluye helado desde las montañas. Lenta e implacable, nunca predecible desafiaba a quien tuviese fe para creer que todo estaba escrito. Tal no era el caso del elfo salvaje, aquél que sólo en su ojo y en la voluntad de sus escasos aliados confiaba. Y quizá, a su manera, en Silvanus, el único que lo escuchaba. Los días se sucedían, las noches más oscuras pasaban y otra estación siempre fría llegaba a la Marca Argéntea sin que arcanos, espías ni exploradores fueran capaces de levantar el pesado velo que la incertidumbre provocaba.

Nuevos y terribles acontecimientos se sucedían templando el ánimo de los valientes héroes de la Marca. Rumores de batalla entre ejércitos del mal, asaltos sangrientos a insignificantes plazas, muertes absurdas que borraban, de encontrar alguna solución, la esperanza. La antigua fortaleza enana de Delzhun ardía y se agrietaba bajo una oscuridad inesperada, rojo sobre negro sombreando el fin de todo anhelo. Y en las profundidades de sus cubiles pérfidas arañas se impacientaban.

Sobrevolando la angustia, de rama en rama, el elfo salvaje su búsqueda continuaba. Impertérrito ante el fin de la magia lanzaba incursiones sin tregua sobre Ascore, combates a muerte que, con muchas pérdidas, los umbra a duras penas rechazaban. Sin embargo no aparecía. Sin embargo, nunca estaba. Escondido en algún lugar secreto, el enemigo de la oscuridad su brazo aguardaba…


***

- Amanece, Acalanira, debemos ponernos de nuevo en marcha– mirando desafiante a través del cristal emplomado la núbea capa que cubría el horizonte, la elfa Silvana ofrecía un escaso desayuno a su compañero.

- Iré a avisar a los jóvenes – Elenthyl mordisqueaba una manzana.

La luz de la mañana, enferma, apenas iluminaba el barrizal que algunos daban en llamar la Hondonada de Auvan. Los humanos que habitaban la explotación minera seguían durmiendo en sus chozas nevadas mientras cuatro aventureros se reunían en el salón de la pequeña posada, preparando la ruta que debían seguir en dirección a Argluna. Una joven exploradora y su arcano compañero acompañaban a los guías aquella vez. Alguna fuerza malvada había convertido en piedra los caballos que Gaffer guardaba, al sur de Nevesmortas, algo que ningún elfo de buen nombre podría jamás tolerar. Marchaban al norte rápidos, sin dar tregua a sus pulmones, a través del angosto paso que, algún tiempo atrás, un explorador de la Flecha flanqueara para, a través de territorio de gigantes, posibilitar una ruta efectiva entre las montañas.

Sus pesquisas no habían tenido éxito. Elenthyl aguardaba ahora el momento propicio para intervenir, pues aunque se lanzara contra el imperio de las sombras una y otra vez, era consciente de que no podría encontrar a Walaanele Ycanes sin ayuda. Confiaba en que los mensajes que los vientos emplumados habían repartido por la Marca diesen algún fruto y con élfica paciencia esperaba junto a Ilmanase, la única que tras el fallecimiento natural de su viejo compañero bárbaro podía frenar el impulso suicida y destructor del anciano cuando algo se le metía entre sus orejas afiladas.

Abandonaron la frágil seguridad de la empalizada ascendiendo el angosto paso, resbaladizo y mal iluminado, donde la pestilencia de los gigantes superaba incluso al cortante y frío céfiro de aquella zona de la Marca. El cazador se abría paso a través de estómagos y gargantas disfrutando al acabar con sus antiguos enemigos , aquellos de los que tanto conocía gracias a anteriores andanzas por el camino que la brisa había dispuesto para sus pasos en los inconstantes años de su juventud acelerada.

Un puño alzado de Artemís detuvo, una jornada después, la marcha de los defensores equinos. Una figura enjuta se recortaba en el camino, ondeando su capa verde esmeralda en la ventisca. Sus piernas firmemente apostadas y las armas que en su cadera portaba pusieron en guardia a la veterana exploradora. Ellos dos no se hablaban, tan bien se conocían que como un solo ser actuaban en aquellas situaciones tan ensayadas. Rápida y disimuladamente los dos arqueros se apostaban a los flancos, cerca de la roca del angosto paso en el que se encontraban a fin de que el remolino de la fuerte brisa dificultara la posibilidad de convertirse en blanco de armas agazapadas. Tras ellos sus acompañante, advertidos, esperaban.


- Buena luna, caminante…

- Saludos, darthii…

Usaba un élfico sin inflexión, limpio y del que nadie sospecharía nada. Sin embargo pocos son los imprudentes que tales calificativos emplean en la Marca, frontera salvaje entre las antagónicas personajes de la bella raza. Usar esa palabra significaba verse enfrentado a varios arcos que apuntan a tu cabeza en un suspiro, y así había sucedido aquella helada y ventosa mañana.

- Interesante… asique he aquí una drow que se ha cansado de vivir… - la afilada media sonrisa del salvaje presagiaba el inicio de un combate a muerte, uno de los que casi siempre ganaban.

- Tan cansada como tú, arrogante tirador… sin embargo he de reconocer que largo ha sido el camino y ya estaba un poco hastiada… Busco a uno de tu raza.

- Pues tienes mala suerte, zorra infernal, por que acabas de encontrar a dos y de los mejores de la Marca… – Artemis se vanagloriaba con razón, esperando que aquella mínima distracción sirviera para ayudar a dar muerte a la enemiga de su raza, una flecha ya en el arco que en un instante volaría hacia su ojo derecho, pues el izquierdo siempre fue preferencia de su salvaje compañero.

- Busco a Elenthyl Quart´Hadast – consciente de la amenaza, los oscuros labios drow soltaban a quemarropa estas palabras mientras involuntariamente agazapaba su defensa.

- Pues ha tiempo que no se le ve por estas tierras, se dice que partió a zonas alejadas… - la máscara que tenía por cara no mostraba la sorpresa que agitaba el medio-alma del arquero que, por el rabillo del ojo, se comunicaba con su eterna compañera mientras la risa helada y oscura de la drow se batía con crueldad contra el aullido del viento de la montaña.

- No me hagas reír, anciano, tus intentos de mentir son pueriles e inútiles… deja eso para mi raza. Al fin he encontrado al elfo salvaje, y…

- Un palabra más y te hago un bonito diseño en tu cara–Artemís dudaba, curiosa, esperando un leve movimiento que desencadenara la lluvia de flechas que entre ambos siempre tenían preparada. – Habla ahora y dinos tus intenciones, o muere y calla. Dame una alegría y escoge la segunda opción, anda…

- Busco a aquél que conoce los caminos secretos de Ascore… - ahora alternaba su mirada entre los compañeros de la Flecha mientras sus protegidos, un paso atrás, observaban atónitos y en voz baja comentaban aquel peligroso encuentro en las montañas - …y tú debes ser Ilmanase, el demonio de roja cabellera que siempre acompaña al anciano de cresta blanca… - al fin había captado la atención de su escasa concurrencia y, alternando desafiante el peso de su cuerpo entre sus finas extremidades, continuaba su charla.

- Malos tiempos éstos que vivimos… incluso seres primitivos como vosotros lo habréis notado. Algo altera la magia, el tejido se desmorona y la reina se revuelve inquieta en su tela de plata. La paciencia de sus servidoras tiene un límite y están dispuestas a solucionar esto a su… manera, digamos raudas. No admiten más tardanza y una gran recompensa me espera si consigo al guía para ellas…

- Me trae al fresco lo que ocurra con “tu” magia. Un nuevo mundo nace, si… y no estoy seguro de que sea del todo malo pues, en él, sólo la extinción le resta a tu raza – Elenthyl hablaba seco y directo, su sinceridad siempre resultaba más una amenaza que una muestra de habilidad cortesana – dices que esperas una gran recompensa pero no nos ofreces nada, pues nada puedes ofrecer a parte de tu cabeza cortada y clavada en un pica, en nuestra plaza.

- Algo hay que anhelas, anciano, algo que te hace falta… años llevo recorriendo la superficie, ocultándome, espiando y dando caza a los objetivos de mis patrones. Podrías llamarme… renegada, y conozco la sangrienta historia que te precede… creo que aquí todos sabemos de qué se habla…

- Walaanele… - Artemís negaba para sí, sólo el arco, la mano derecha de su compañero, podría hacer que colaborara . Con un corto suspiro lo miraba. Aunque fuera la última, aunque todo estuviera en contra, ella siempre le apoyaba. Sabía que era más que un arco, conocía las inquietas noches de su compañero en las ramas. La Siniestra, magnífico sustituto del mítico arco de la Marca, nunca bastaría para el salvaje - … es tu elección, Aca.

- No lo tenéis, maldita… Sé que no lo tenéis, asique despídete de esta fría mañana…

- No lo tenemos, pero dime… si lo recupero para ti… ¿serás mi guía? La dueña quiere introducir un Velgarn en Ascore y sólo tú puedes conseguirlo. La recompensa es suficiente, anciano, y eso lo tienes claro como el día que nos abrasa…

- Recupéralo y hablaremos… - unos minutos tardó el elfo en decidirse. Una poderosa intuición le empujaba a colaborar con sus ancestrales enemigos… ya pensaría la forma de quebrar su planes, su amenaza, encontraría la forma de traicionarles… Su flexible moral le había servido bien en el pasado, aunque mantenerse en el punto medio siempre creaba dudas en el corazón de sus aliados. Tendrían que entenderlo, o más bien soportarlo. Porque algo gritaba con fuerza brillando desde el fondo de su alma quebrada…

...recupéralo… recupéralo… es necesario… recupera el don de tu raza…


...continuará

Elenthyl Quart´Hadast
Elenthyl

Mensaje por Elenthyl »

XXV. A la luz de la Luna.

La brisa agitaba, helada y trémula, los pináculos arbóreos de la Flecha del Destino. Dos figuras entrelazadas contemplaban la ascensión y decadencia del astro lunar a través de jirones azulados que marchaban con prisa por la bóveda celeste. El anciano elfo salvaje, arropado por 300 kilos de pantera negra, meditaba.

Tan sólo unas horas habían pasado. Atormentado por las nuevas noticias de Walaanela Ycanes, el anciano había acudido al sabio consejo de la dama Xaelerys. Si bien no sentía una especial animadversión a tratar con sus ancestrales enemigos, le preocupaba lo que sus fieles aliados y compañeros pensaran de sus actos. Naturalmente cualquier trato con drow sólo podría acabar en traición. Pero el elfo salvaje se aplicaba en descubrir los oscuros senderos que tan bien manejaban sus enemigos, y devolverles la misma moneda. Por segunda vez, él sería el traidor. Había funcionado con las Umbra, asíque…

De nuevo su vello se erizó, desafiando a la noche, al recordar lo que ocurrió entonces. La Dama le había acogido frente a su altar, donde ella misma acudía en busca del consejo lunar, interfiriendo entre él y la diosa de los sueños. Encaramado a gran altura junto a su fiel hermano de caza no veía el bosque nevado, no sentía la brisa afilada… sólo se sentía caer una vez más en la extraña visión que, finalmente, le haría tomar tan difícil decisión.

Aquella tarde su anciano y flexible cuerpo salvaje se había desplomado como el de un niño entre los brazos de la elfa lunar. Mientras su cuerpo caía, su alma quebrada partía en pos de un viaje espantoso.

Ante él se abrían bosques y montañas, su mente cruzaba fugaz a través de tierras baldías y destrozadas. Del cielo caían rocas, fuego y rayos, se abría en una sinfonía de destrucción irracional. Vió figuras aladas caer precipitadas a tierra, simas y agujeros abrirse para tragarse pegasos carbonizados. Descendió acompañado de dragones moribundos al corazón de un bosque antiguo como la Luna, para contemplar siempre en movimiento la mortal herida que lo azotaba. Súbitamente se detuvo para enfrentarse a un par de ojos enormes y desesperados. Sobre ellos, un único cuerno brillaba con su último aliento, rasgando la sombra de los tiempos. Violento como el mar del Norte un golpe de brisa azotó con voluntad propia al unicornio acabando con su existencia en una cacofonía mortal.



Y, sobrevolando la destrucción, después de que todo acabara y se sumiera en la más completa oscuridad, sólo una nota permanecía suspendida de la nada. Un susurro fugaz y reverberante, gélida balada del arma ancestral.

Walaanela Ycanes cantaba.

...continuará.

Elenthyl Quart´Hadast
Última edición por Elenthyl el Mié Mar 18, 2009 5:23 pm, editado 1 vez en total.
Elenthyl

Re: El Alma Furiosa

Mensaje por Elenthyl »

XXVI. Cortina de humo.


Así que tu plan es conseguir el arco… a Walaanela, perdón… y después llevar a los Drow por caminos tortuosos bajo la fortaleza Umbra… Interesante…

Èowyl, locuaz como un pedrusco, examinaba al anciano. Siempre conseguía sorprenderle el salvaje, no importaba el tiempo que pasara ni los peligros que compartiera el valioso escolta de la compañía comercial con el viejo del árbol.

Poco a poco Elenthyl comunicaba al resto de la compañía sus oscuras intenciones. Sabía que Xaelerys jamás aprobaría de buen grado nada así, pero confiaba en que mirara a otro lado en pos de su amistad. Sin embargo otros integrantes de la Flecha se unirían de buen grado a su maniobra, o al menos es lo que era menester comprobar.

La charla continuaba con las primeras luces del día al modo elfo, dos frases cada media hora y largas miradas y reflexiones. La brisa seguía agitando las ramas bajo las que ahora se cobijaban, en el patio de los artesanos, haciendo caer una lluvia de hojas caducas en lenta suspensión. Un movimiento rápido como una exhalación interrumpió la meditabunda reunión. A pesar de su longevidad la rapidez del arquero seguía siendo asombrosa, una hoja pendía ahora cogida por dos de sus dedos.

Èo miraba intrigado al anciano y la hoja amarillenta que sostenía en la mano izquierda. Sobre ella aparecían dos figuras minuciosamente dibujadas con una suerte de tinta granate. Una, la silueta de Destino Último. Bajo ella un esbozo de la enseña de una posada. El Descanso de los Páramos. Ni uno ni otro hicieron esfuerzo alguno en comprobar quién enviaba el mensaje, pues sabían que habría desaparecido en el instante anterior. Intercambiando tan sólo una mirada y un gesto los compañeros se preparaban para partir.

Emplearon el resto del día en recorrer a la carrera los bosques conocidos, el trecho de la bifurcación que tanto habían transitado protegiendo las caravanas de la compañía en dirección al Oasis Bedín. Al caer la noche se aproximaban al helado páramo donde la última posada del camino se levantaba, desafío civilizado a la sombra terrible de Ascore, al hielo eterno del camino de Adbar. Entonces Èo se fundió en las sombras como tenían previsto y el anciano elfo salvaje recorrió en virtual soledad el último tramo que le separaba del lugar de reunión.

Noche cerrada sobre el páramo, insectos, brumas, dos figuras encapuchadas sosteniendo sendos arcos, largos como el día sin sol, separadas por apenas cien metros. Cierr, la espía drow, contemplaba al elfo de cresta blanca, al creador del arma asesina de tantos de los de su raza. Y, sin desviar la mirada de éste, descubría y localizaba a un atónito Èowyl, obligándole a salir de las sombras y desbaratando cualquier intento de engaño. Había abierto la mano con cartas poderosas, siempre fue difícil traicionar a un traidor y ahora el elfo salvaje lo comprobaba una vez más.


Te dije que acudieras solo, anciano, siseaba la hembra. Ahora sé a quién me enfrento, hice bien en no traer el arco maldito como me fue sugerido.

Elenthyl sostenía su mirada mientras una flecha se deslizaba en sus dedos, luchando contra el impulso de acabar allí mismo con la extraña drow de verdes ropajes. Sólo la distancia que le separaba de Destino Último lo impidió.


Walaanela Ycanes se encuentra en el Templo de la Reina Araña. Allí negociarás su precio, si llegas con vida, anciano…


Dándole la espalda con extraordinaria sangre fría, Cierr se confundía con las primeras sombras de la noche, atravesando la escarcha del Páramo en dirección desconocida…


...continuará.

Elenthyl Quart´Hadast
Última edición por Elenthyl el Mié Mar 18, 2009 5:24 pm, editado 1 vez en total.
Elenthyl

Re: El Alma Furiosa

Mensaje por Elenthyl »

XXVII. Perdido en la oscuridad.


La temperatura había dejado de descender, y ahora era de nuevo agradable. El aire, pesado y espeso, podía cortarse con un cuchillo y los aventureros limitaban el uso de antorchas y fuegos que consumieran tan exigua cantidad de oxígeno. Cientos de metros separaban de la superficie la extraña partida del elfo salvaje.

Acompañado por sus más fieles, se internaba en las entrañas de la tierra siguiendo un impulso frío. Les había dicho que sería una peligrosa misión de reconocimiento, en busca del mejor acceso para aproximarse a lo que fuera que se llamase “Templo de la Reina”, el lugar descrito por Cierr como punto de negociación.

Göyth y Èowyl flanqueaban al anciano explorador, que dirigía el grupo en el más absoluto silencio, siguiendo pistas y recorridos que nadie más sabría encontrar. Aún en tan espantosas profundidades sentía el salvaje aquel vínculo primigenio con la tierra, con cualquier ser vivo que poblara el orbe. Algunos metros atrás, un asfixiado cronista no dejaba de repetir, entre susurros cantarines, intentos inútiles para que el salvaje reconsiderara su voluntad de seguir buscando su arma sagrada. Damián descendía junto al anciano gracias a aquella extraña lealtad que contra todo pronóstico se había abierto entre sus almas quebradas. Lejos quedaba ya aquél duelo en el bosque, en el que el bardo casi pierde sus orejas a flechazos, una curiosa forma de conocerse sin duda muy apropiada para tan dispar pareja de elfos.


Fueron jornadas difíciles y oscuras, pero nada que los experimentados aventureros no pudieran soportar. La maestría en el silencio y la sombra de los guerreros de la Flecha se complementaban con extraña naturalidad con los agudos sentidos y experiencia del anciano explorador, y el bardo no resultó ser una carga demasiado pesada para tan experimentados viajeros, caminantes de gran parte de Fäerun a lo largo de siglos de hazañas y leyenda.

Las salvajes habilidades de Elenthyl no dejaron en esta angustiosa ocasión de sorprender a sus aliados. Patentes quedaron cuando, al divisar un grupo de los temidos diablos petrificadores de las profundidades, el grupo corrió a esconderse en las sombras para evitar el mal trago de un enfrentamiento a cara o cruz con una existencia de piedra. El elfo salvaje salió de las sombras en aquella ocasión, una mano alzada frente a él y el arco caído, avanzando con lentitud hacia los basiliscos hasta ponerse al alcance de su mirada. Asombrados, sus compañeros observaron cómo nada ocurría, la bestia no atacaba, sino que se acercaba sumisa a la vera del explorador para, tras algunos susurros y gorgojeos, abandonar la zona seguida de sus compañeras dejando libre el camino. A Elenthyl no le cabía ahora ninguna duda de que podría sobrevivir allí abajo, al menos una corta temporada, y el engaño se hacía cada vez más pesado en su endurecido corazón.

Tras semanas de viaje silencioso, pesado y seguro, alcanzaron las estribaciones del primer enclave drow: Bel´aragh. Con sus muros a la vista se detuvieron, examinando una posible vía de entrada, analizando las escapadas posibles en caso de problemas. Todo quedó claro en breves horas de exploración y al fin los viajeros podrían regresar al anhelado susurro de la brisa entre los pináculos arbóreos de la Flecha del Destino.


No espero que me entendáis… pero sí que me respetéis.

Separándose unos metros del grupo, cobijados todos tras una gran estalactita, los compañeros de la flecha miraban extrañados al viejo fundador. Elenthyl no les sostenía la mirada, se hallaba vuelto hacia la oscuridad de la gran caverna que albergaba la fortificación drow. Jugueteaba con algo en su mano, ocultándolo a la vista de los demás.

Me habéis servido como jamás esperaría de nadie, pero esto es algo que debo hacer sólo. Tengo una charla pendiente que no puedo demorar más… Damián, nuestra deuda de sangre queda saldada con ésta condición: encuentra a Artemís, la Montaraz, y dile que regresaré pronto… No le permitas dudarlo ni un instante.

¿Regresarás pronto? Claro que lo harás, anciano testarudo, ya casi tengo preparado el port…

Una explosión de humo cegó durante un instante a los compañeros. Con rapidísimos reflejos el bardo tocó con sus manos los hombros de los guerreros, abriendo sus ojos a la Visión Verdadera… ojos que, al atravesar finalmente la espesa nube de humo, sólo pudieron ver el revoleo de una capa verde oliva descendiendo por una brecha, sumergiéndose en la oscuridad.

Un truco viejo como el elfo… y efectivo.

La sonrisa afilada de Göyth se volvía hacia sus estupefactos compañeros, sus manos posadas en las empuñaduras de sus armas, Damián parecía atar cabos y comprender en ése instante el engaño del anciano. Aquella no era una misión de reconocimiento, se dijo, sino la escolta a la misión suicida de aquel testarudo arquero. Èowyl, por su parte, se agitaba inquieto, pues no parecía dispuesto a dejar que su aliado se adentrada sólo en la oscuridad, y ya se preparaba para seguirlo.

En lo que dura el latido de un corazón, los guerreros de la Flecha habían desenfundado y se enfrentaban en elástica pose, con Damián como improvisado árbitro. Si Èo no podía permitir que se fuera sólo, Göyth defendería con su vida la decisión del salvaje. Ahora se demostraba la utilidad del viaje del cronista, ahora entendía finalmente la insistencia del anciano, pues si Damián no hubiese calmado el ímpetu de sus filos aquello habría terminado en un baño de sangre que más tarde encontrarían unos intrigados drow.
Tras despedirse cada uno a su manera del anciano, al que con toda probabilidad no volverían a ver, el trío de la Flecha retomaba el camino a la superficie, llevando malas noticias en sus mochilas y un salvaje peso sobre sus corazones…

… cientos de metros más abajo, el elfo salvaje se enfrentaba con lo desconocido.



... continuará.

Elenthyl Quart´Hadast
Luisblasco

Re: El Alma Furiosa

Mensaje por Luisblasco »

XXVIII. El svirfneblin


Bippo se paró ante el cable semioculto. Escudriñó la oscuridad de la gruta a su alrededor y al no ver a nadie se centró en examinar la trampa. Era un artilugio elaborado, no se parecía a nada que puedieran haber ingeniado los quitinosos que vagaban por esas cavernas. Él no solía adentrarse tanto por allí pero tenía la esperanza de encontar un rastro de su amo: un trozo de túnica, el cinturón o, mejor todavía, su cuerpo seco dentro de un capullo quitinoso.

- No te muevas o te mato.

La orden en la lengua de los esclavos recien llegados, la pronunciaba un elfo corpulento vestido de forma exótica y con un enorme arco. Parecía haber salido de la nada junto a un enorme terrarón que permanecia mansamente tras él. Sin duda aquel arquero era un poderoso mago drow si podía hechizar bestias tan poderosas.

- No mate a Bippo. Por favor, amo no me mate.

El svirfneblin en un acto reflejo del nacido esclavo se arrodilló descubriendose la cabeza. El drow guardó silencio bajo la capucha que le ocultaba el rostro.

- Tú no eres un drow.

- No... claro que no amo.

El yingil llamaba al drow amo. Por experiencia sabía que esta palabra, aunque realmente no lo fueran, halagaba la vanidad de los elfos y aligeraba su propensión a la crueldad.

Un murmullo tras unas rocas... apenas unos leves susurros y Bippo se vio envuelto en una pegajosa telaraña que, arrodillado como estaba, casi lo ahoga. El drow se giró rápido. De su arco comenzarón a salir flechas en una cadencia vertiginosa hacia unos quitinosos. Una, dos, tres, cuatro, cinco... Cada flecha impactaba en un punto vital de un atacante. Ni siquiera ordenó a la bestia que le acompañaba atacar. En unos instantes los monstruos estaban muertos sin haber llegado a acercarse a ellos. Colocó otra flecha en el arco y se giró hacia el gnomo de nuevo.

- ¿Sabes donde podemos hablar con tranquilidad?

- Sí, un poco más adelante está el embarcadero custodiado por la milicia. Allí estaremos seguros.

-No... mejor no. ¿Sabes dónde está el templo de la reina?

- ¿Os referís al templo de Lloth en Menzoberranzan?

- Sí, quiero que vayas hasta allí y entregues un mensaje a la sacerdotisa. Dile que el dueño de Walaaneele Ycanes ha llegado para reclamarlo y quiere ser recibido.

Bippo quedo boquiabierto tal como estaba, de rodillas, sin dar credito a la desaforada petición del forastero de acento extraño.

- Pero señor, eso es imposible. No dejarían que un yingil como yo se acercara ni tan siquiera a las escaleras del templo, menos hablar con una cleriga. Bippo no es digno. Las clerigas no reciben a esclavos pero sí a guerreros poderosos.

Pronunció las últimas palabras girando la cabeza hacia los cadáveres de los quitinosos certeramente asaeteados.

- Puedes nombrar a Cierr... así puede que te escuchen.

La mirada de pánico no dejaba lugar a dudas. El encargo superaba en mucho las posibilidades del yingil y el arquero pareció darse cuenta. Para Bippo o bien se trataba de una broma macabra del drow o realmente el mago extranjero era un demente.

- ¿Y cómo puedo llegar al templo?

- Por el embarcadero que le dije antes. Sale un barco que cruza el lago hasta Menzoberranzan.

- Nada de embarcadero.

- Entiendo... al amo no le gusta el agua... puede que Bippo conozca a quien pueda ayudar al amo.

Por unos instantes las piezas encajaron en la cabeza del svirfneblin y vislumbró como sacar provecho de un encuentro desafortunado. Si lograba conducir a aquel drow, que a las claras era un forastero y seguramente fugitivo, hasta los gnomos rebeldes de Racklestone podrían acabar con él. Ellos tendrían toda una cabellera drow no sólo los tres estúpidos pelos que le pidieron, quedaría saldada su deuda y habría un gusano elfo menos arrastrandose por la infraoscuridad. Pero algo hubo en el tono de voz del yingil que sonó a traición o acaso el mago podía leer su mente. El drow con el desprecio propio de los de su raza hacia los esclavos no dudó en soltar la cuerda de su arco. La flecha rasgó la gris oreja del gnomo por la mitad. Un súbito ardor se extendió por la mejilla a la vez que se tapaba la herida con la capucha en un gesto de dolor.

- ¡No me mate! Mi amo es un mago poderoso. No me mate por favor.

El pánico se adueñaba de Bippo mientras hacía un último intento de sembrar la duda en el arquero para salvar la vida.

- ¿Un mago poderoso?

Pensó unos instantes en los que el gnomo lentamente levantó la vista hacia su alta figura encapuchada.

- Dile que le espero aquí para hablar. Toma. Dale esto, puede que despierte su interés y esto otro para ti.

Lanzó al suelo un haz de madera muy distinta a la madera de luurden que Bippo había visto alguna vez y hacia él un bola roja que tómo al vuelo con la mano libre. Tampoco había visto nada así rojo, terso y agradablemente oloroso.

- Traelo y te daré más de esas. Vete.

Bippo asintió y se alejo rápidamente del drow y de su terrarón. Maldijo entre dientes su mala suerte. Con su amo perdido desde hacía más de un año el único faern que conocía era el amo de Skua y por nada del mundo le dirigiría la palabra, menos para pedirle que fuera al encuentro de un drow loco en medio de un desfiladero infestado de quitinosos. Pero quizás si hablaba con Skua ella pudiera lograr algo. No quería encontrarse otra vez con el colérico arquero sin haber cumplido su encargo o a buen seguro que la próxima vez la flecha no iría a la oreja.
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