Tras la máscara.
Era pues, uno de los días más fríos de la época, en La Joya de Cormyr, Suzail. El viento soplaba con fuerza, y los primeros copos de nieve se dejaban ver con claridad al caer la noche. Temerosos de la combinación entre el frío y la oscuridad, los habitantes de la ciudad desaparecían de las calles hasta dejarlas vacías. Bueno, quizás no tan vacías.
Por El Paseo, la calle central de Suzail que traspasaba toda la ciudad, dos figuras caminaban con paso tranquilo: una de ellas era adulta, un hombre de pelo corto y oscuro, de aspecto descuidado y aparentemente poseía unos treinta y cinco años; la otra caminaba a su lado, un niño de cabellos blancos y largos, cuyas orejas delataban su raza élfica. Ambos iban bien abrigados con sendas capas y trajes de cuero, y las manos enguantadas, dentro de sus pequeños bolsillos. Mientras que el pequeño miraba distraídamente al suelo que pisaba, el hombre miraba al frente soportando el viento en su rostro, el cuál estaba colorado.
- Dime Éowÿl, ¿qué hemos comido hoy?- le preguntó a su joven acompañante, con rostro sereno y aún mirando al frente.
- Caldo con carne de jabalí.- respondió el pequeño, igualmente distraído y atendiendo al humano con naturalidad.
- ¿Recuerdas qué comimos ayer?- Carles sonrió un poco. Le gustaba poner a prueba a su joven discípulo en los momentos menos esperados, con cosas cotidianas, averiguando hasta dónde podía llegar su inteligencia.
- Unas bayas que recolectó Thenon.- respondió de nuevo Éowÿl, sin darse cuenta de la verdadera finalidad de aquellas preguntas.
Carles sonrió más ampliamente. La habilidad podía mejorarse, la labia adquirise, la percepción entrenarse, pero algo que nunca se podía conseguir sino de nacimiento era la capacidad de recordar. Y el mentor confiaba plenamente en que aquel chico poseía esa característica que podrían elevarlo muy alto si seguía el camino que él le mostraba.
- ¿Tienes hambre, chico?- le preguntó. Éowÿl se encogió levemente de hombros con indiferencia, aunque tantas horas sin haber probado bocado bastaban para saber que su apetito tenía que haber aflorado. Carles Daganocturna divisó al frente una silueta de un hombre que caminaba a paso rápido entre el frío invernal.- Si quieres comer algo, me temo que vas a tener que ganártelo.
El elfo levantó la vista y se apartó los mechones de pelo blanco de la cara. Miró a aquél a quien ahora podría considerar lo más parecido a un padre y preguntó.
- ¿No llevas nada de dinero?- si algo había aprendido en los pocos meses que llevaba entre las gente de Los Cuchillas de Fuego, era que nunca podía confiar plenamente en ellos. No era raro que se mintieran para salvaguardar intereses materiales o información. Sin embargo, Carles negó lentamente.
- Hagámoslo como te enseñé, y hoy ambos cenaremos.- susurró, y tras ello, dió un largo paso, encarando al pequeño elfo, que alzó la mirada hacia él y después de observar fugazmente por detrás de Carles, viendo que el hombre estaba aproximándose a ello, comenzó a gritar.
- ¡No mintáis señor, vos me habéis robado!- Éowÿl volvió a observar rápidamente y asintió hacia Carles con discrección cuando el hombre que ya estaba muy cerca de ellos los miró atento, en señal de que en principio había picado el anzuelo.
- ¡Te repito que no te he robado nada!- Carles elevó su voz grave con cierto aire dramático, y entonces el tercer papel en escena se acercó a ellos y preguntó con educación.
- Disculpe, ¿qué ocurre?- su gesto era serio, pero parecía un buen hombre, menudo y bien vestido, con un bigote aún por formar a la edad aproximada de veinticinco años.
- Este niño elfo dice que le he robado.- Carles aumentó su drama cuando se dirigió al perdido hombre.
- ¡Y así ha sido!- Éowÿl mentía un aspecto furioso e indignado.- ¡Yo tenía cien leones para comprar un poco de carne para que comiesen mis padres, y cuando pasé al lado de éste señor, ya no los tenía!
- ¡Te repito de nuevo que estaba distraído y tropecé, nada más!- el experto asesino llegó al grito, de modo que daba a entender que su paciencia se acababa, y gracias a ello, el hombre, quien había adoptado un gesto preocupado, tomó a Carles por el hombro con suavidad.
- Creo que ésto puede llegar a solucionarse...- pero entonces, triunfal, Éowÿl interpuso su voz.
- ¡Llamaré a los Dragones Púrpura y os detendrán por ladrón!
- ¡Oh, no!- dijo Carles.
Todo se sumió en un profundo caos: Daganocturna se movía de un lado a otro con las manos en la cara, diciéndo que qué iba a ser de él si lo metían en prisión, y que su negocio se iría al garete. Por otro lado, Éowÿl se mantenía en sus trece en cuanto a la idea de llamar a la guardia, sin mostrar ningún miedo. Y el desconocido miraba con apuro a los dos, hasta que alzó la voz por encima del rumor.
- ¡Haremos lo siguiente! Chico,- se giró hacia el joven elfo.- Te daré tus cien monedas y no dirás nada a las autoridades, ¿de acuerdo?- Al principio, Éowÿl lo miró no muy confiado, como si el hecho de que Carles escapase no le hiciese gracia, pero finalmente aceptó y esitró la mano en la que cayeron cien leones que guardó rápidamente.
- Se los hubiese dado yo, pero ahora mismo no llevo ni una moneda en la bolsa.- le susurró Carles al bondadoso hombre a la vez que sonreía con un gesto sinceramente agradecido, pues les acababa de costear la cena.
- No se preocupe, señor.- el hombre de buenas vestimentas también sonrió bonachón.- Tengan ambos una buena noche.
Prosiguió su camino sin volver la vista, y cuando Carles consideró que estaba suficientemente lejos, paso la mano por el hombro de Éowÿl y lo apretó contra sí.
- Lo has hecho muy bien.- dijo mientras sonreía.- Máscara estará orgulloso de tí.
- ¿Máscara, quién es ese?- preguntó Éowÿl mirándole.
- Verás, Máscara es el dios al que yo sirvo. También se le conoce como El Enmascarado o El Señor de todos los Ladrones.
- ¿Y por qué le sirves?- al parecer, esa respuesta no había saciado la curiosidad del elfo.
- Máscara es un dios ingenioso. En La Era de los Trastornos, mientras todos los dioses combatían, él fue más ágil y se disfrazó en una espada.
- ¿De veras?
- Así es.- Carles asintió.- Se hizo llamar Mal de Dioses, y Cyric la empuñó para matar a Bhaal. Sin embargo, un resultado más próximo fue que el mismo Cyric le robó una buena cantidad de su poder, y desde entonces planea desde las sombras cómo conseguir de nuevo ese poder que le pertenece.
- Entiendo, pero...- Éowÿl, como era de comprender, aún no entendía muchas cosas. Carles lo paró con la mano y se agachó a su altura, mirándolo a los ojos.
- La riqueza es para quien tenga el intelecto para conseguirla.- con el dedo índice le señaló la sien del joven elfo.- Y todos esos asuntos son los que le incumben a Máscara. Sin embargo, debemos actuar como su dogma dicta, y sólo debemos robar lo necesario, como ha sido éste caso.- sonrió levemente y, tras un instante, Éowÿl asintió.- Poco a poco aprenderás que tanto tú como yo no somos personas muy diferentes a él.- Se levantó y antes de continuar su camino, preguntó.- ¿De qué estábamos hablando antes?
- Hablábamos sobre lo que habíamos comido hoy y ayer.- respondió Éowÿl.
Desde entonces, aquel elfo de cabellos blanquecinos, estuviera donde estuviera, a la luz o en las sombras... nunca volvió a sentirse sólo.
Éowÿl, relatos de una sombra.
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Re: Éowÿl, relatos de una sombra.
Mal de mortales
El bandido corría con el corazón en un puño. Al cabo de muchos metros, notó que sus piernas empezaban a flaquear y ello, unido a su jadeo contínuo, le hizo detenerse. Se encorvó con una mano en el pecho y hechó la vista atrás, observando mientras recuperaba el aliento. Nada. Ni siquiera podía ver ya el alto pino en el que había estado resguardado, y el viento soplaba sin chocar, sin revelar ningún movimiento. Se sonrió débilmente, pues aunque su compañero había sido brutalmente asesinado, él había conseguido salvar la vida.
- Lo he perdido.- musitó. Sin embargo, como si hubiese pronunciado una maldición, tuvo un mal presentimiento, y al instante notó horrorizado como dos punzadas similares a cuchillos ardientes emergían en su espalda, y para más desconcierto suyo, terminaban en su pecho. Con un suspiro, la última imagen que vieron sus ojos fueron los dos filos que lo habían atravesado y habían acabado con su asquerosa existencia.
Éowÿl miró al cadáver un instante antes de volver, "Quizás me hubieses perdido si no te hubieses detenido", se dijo. Enfundó las roperas y caminó meditando sobre los hechos acontecidos: un hombre que, a pesar de poseer un poderoso caballo, vestía un atuendo del todo común, pasó a su lado veloz como una flecha mientras que él caminaba, frecuentando como tantas veces el interminable camino de la bifurcación. El elfo no se detuvo, ni siquiera en ese momento le dio la más mínima importancia, hasta que sus oídos, desarrollados como pocos, escucharon sonidos metálicos unos metros más allá. Alguien había presentado batalla. A esos tensos sonidos les siguió una absoluta calma, lo que significaba que había finalizado, y prematuramente.
El asesino siguió caminando, sin nada que temer. A fin de cuentas, dependiendo de sus intereses, sus ojos podrían ser ciegos. No obstante, metros más allá encontró al jinete desplomado junto con su caballo, quien tampoco había conseguido escapar de las garras de la muerte. Le atrajo la curiosidad sobre aquél cadáver que en vida había sido un hombre apresurado, y se acercó con cautela a examinarlo. Tenía heridas en el pecho, heridas mortales y certeras, pero observándolo un poco más y viendo que no portaba armas, Éowÿl pensó que no habría tenido nunca una oportunidad. Alzó la vista, y vio que cerca de allí, dos hombres encapuchados con ropas andrajosas, posiblemente proscritos, limpiaban sus armas con un paño más sucio que el filo ensangrentado. Permaneció allí quieto, hasta que, inevitablemente, uno de ellos se percató de su presencia, y ambos rápidamente se pusieron en guardia.
Uno de ellos comenzó a insultarlo y a amenazarlo, mientras que el otro, con una sonrisa en el rostro, recitó una plegaria a su dios y su cuerpo adoptó un aspecto etéreo, casi invisible. El elfo había visto ese conjuro en otras ocasiones y ya alcanzaba a reconocerlo; en teoría, para los ojos de Éowÿl el bandido tenía que haber desaparecido, pero el danzante de las sombras pensó, casi con compasión, que había sido una ejecución del conjuro muy débil, y él aún era consciente de su presencia. Decidió que, a diferencia del hombre que yacía en el suelo muerto junto a él, no iba a dejarse matar tan facilmente, y desenvainó sus queridas armas, El Toque de Asesino, la segadora que tantas almas había mandado ya a Los Nueve Infiernos, y el Gemelo Oscuro, el acero de cinco palmos que antaño Kuzadrepa había forjado para él y que aún se conservaba en espléndidas condiciones.
Al ver tal despliegue de armas, el bandido que había empezado a desfogarse insultándole automáticamente giró sobre sus talones y comenzó a correr como si fuese la presa de un demonio. Éowÿl alzó la vista y comenzó a caminar mirando al proscrito correr, mientras que, de ésta manera, el conjurador divino siguió recitando plegarias con gesto de satisfacción, pues seguramente pensaría que cuando menos se lo esperase lo apuñalaría por la espalda. Pero cuando los ojos de El Acechador Blanco se posaron en los suyos, hasta en ese estado etéreo se podía notar su tono lívido y aterrorizado, y sus manos, que habían comenzado a conjurar, se enrredaron por el temor. El avezado ladrón, con un rápido y limpio movimiento, atravesó su pecho con el ácido arma, y el clérigo gritó de dolor, un grito que se dispersó por las colinas que rodeaban aquél camino. A continuación, Éowÿl había ido a por su compañero.
Cuando llegó hasta el cadáver del desconocido hombre se inclinó y comenzó a examinarlo. "¿Dónde ibas con tanta prisa?", pensó al tiempo que extraía de un pliegue de su ropa una carta que había atisbado. Abrió el sobre y extrajo el mensaje que desplegó ante sus ojos, quedando en primera instancia, desconcertado.
M2 17ñ4r:
84m4 4rd7n61t721 l41 153571t41 h6n 12d4 v2g2l6d41. 7137r6m41 2n1tr58824n71 d7 v571tr6 17ñ4rí6 6l r71378t4 y 34r 153571t4 v571tr6 927nh6ll6d6 84nf2rm682ón 36r6 6v216r 6 l6 4rd7n d7 8696ll7r41 d7 N7v71m4rt61.
7l 35nt4 d7 r75n2ón d7 n571tr4 h4m9r7 84n 71t41 d71d28h6d41 17rá l6 3416d6 12t6 6l 327 d7 6d96r, 7n 3l7n4 86m2n4 d7 l6 92f5r8682ón. L6 82t6 17rá 7l t7r87r dí6 d7 l6 d7kh6n6 6 l6 86íd6 d7l 14l.
Q57 l41 D24171 n41 g5í7n 7n l6 l58h6 84ntr6 7l m671tr4 d7 t4d41 l41 l6dr4n71 y 17ñ4r d7 l61 14m9r61.
127m3r7 l76l 6l 17 rv2824 d7 l6 l7g2ón:
HGW
Lo giró en varias direcciones, pero cada vez se hacía más difuso. ¿Qué significaba eso? Cualquiera hubiese pensado incluso que se trataba del garabato de algún niño, pero cada momento que ese papiro reposaba sobre sus manos, le resultaba más intrigante. ¿Era una serie de números embozados, o un mensaje igualmente oculto? Lo primero le resultó muy improbable, no entendía que podrían significar un arrebato de cifras. Sin embargo...
"M2 17ñ4r". Alejó el papel de sus ojos y lo observó. M, ñ y r se podían diferenciar entre los números, y sin duda, eran dos palabras. Comenzó a tantear las posibilidades, pensando qué palabras podrían encajar; leñador, riña... señor. Sacó rápidamente de entre sus pertenencias una pluma bastante mal ciudada y rasgando el papiro sustituyó números por letras.
Se comenzó a convertir en un juego entretenido. Cuando había descifrado las dos primeras palabras, su sonrisa se amplió de satisfacción, y tomó asiento allí bajo el árbol donde los bandidos habían estado farfulleando mientras libraban sus filos de sangre. Aquél trabajo le llevó mucho tiempo, no hubiese sabido cuánto con exactitud, pero sí que cuando finalizó la tarea el Sol estaba poniéndose, en contraste de cuando había empezado, que aún alumbraba con claridad todas las tierras.
Mi señor:
Como ordenasteis los supuestos han sido vigilados. Esperamos instrucciones de vuestra señoría al respecto y por supuesto vuestra bienhallada confirmación para avisar a su Orden de Caballeros de Nevesmortas.
El punto de reunión de nuestro hombre con estos desdichados será la posada sita al pie de Adbar, en pleno camino de la bifurcación. La cita será el tercer día de la dekhana a la caída del Sol.
Que los Dioses nos guíen en la lucha contra el Maestro de todos los Ladrones y Señor de las Sombras.
Siempre leal al servicio de la Legión:
HGW
Reparó en las últimas siglas. HGW... sabía que debería de tener alguna importancia si estaban adjuntas a tan crudo mensaje, pero no llegaba a atinar si se trataba de un nombre, de un lugar, o de cualquier otra cosa. Miró alrededor. No era peligroso dejar el cadáver allí, con suerte nadie lo reconocería para cuando lo encontrasen, pero el tiempo que había desperdiciado descifrando la carta ya había sido todo un riesgo, y debía moverse. Dobló el mensaje y lo devolvió a su respectivo sobre, guardándolo después, y emprendió camino hacia Fuerte Nuevo, pueblo que se encontraba muy cercano.
Cuando traspasó la puerta de La Recompensa del Héroe la noche ya había encapotado el cielo. En Fuerte Nuevo las cosas solían cambiar poco, y ese lóbrego lugar era la estampa perfecta para demostrar que así era: a pesar de que algunos borrachos deambulaban por la cámara, personas que casi nadie había conocido sobrias y muchos menos que los habían conocido fuera de esa taberna, y a pesar de las personas que se arremolinaban en torno a una mesa para cuchichear cosas que posiblemente no eran de buen haber, las gentes del fuerte habían optado, tras tanto tiempo, por ignorar esos detalles, que se habían convertido en una parte de la imagen.
Se acercó a la barra de la taberna y aguardó unos instantes. El camarero no tardó en atenderlo con una sonrisa amable.
- ¿Qué se os ofrece?- dijo.
Éowÿl pidió agua y una ración de carne, pues su interminable volteo sobre los hechos acontecidos le había abierto el apetito. No tardó en empezar a dar buena cuenta de lo pedido y su mente comenzó a maquinar, pues sería estúpido no sacar tajada de aquello. ¿Para quién iba dirigida esa carta? Lo primero que se le había pasado por la cabeza tras descifrarlo era que sería una correspondencia de Yándar Filastro, pero con rapidez desechó la idea. Luego pensó en la Orden de Caballeros de Nevesmortas, la cuál también era nombrada en el mensaje, y pensó que quizás el receptor debía de haber sido Lady Setanta, la actual capitana, aunque también era una idea muy lejana. Considerando que ese dato no era primordial y de hecho casi carecía de importancia, le vino a la mente las siglas HGW, y se tomó un tiempo para pensar mientras comía si en algún sitio había oído o visto esas tres letras juntas, pero frustrado comprobó que nunca había sido así. El último detalle que le faltaba por solucionar pronto se transformó en una certeza.
- Camarero, ¿qué día es hoy?- le preguntó con un tono confidente.
El tabernero se giró hacia él y volvió a esbozar una sonrisa amable.
- Hoy acaba el segundo día de Mazho, señor.
Así que sólo tenía un día para acudir a la cita. Apuró la botella de agua y terminó su comida con rapidez, y sin tan siquiera despedirse, como brisa en la noche, salió de aquella taberna de mala muerte.
La posada de la bifurcación era lo único que animaba un poco el ambiente de aquél apagado lugar, y esa misma noche estaba atestada de gente. Los borrachos que la frecuentaban se hacían demasiado poco vistosos, pues tenían una competencia muy digna, y como si de envidia se impegnasen, parecían competir por ver quién podría hacer el acto más disparatado a causa de los efectos del alcohol.
Éowÿl entró con cautela. Se había vestido con uno de sus cuantiosos disfraces, ésta vez, un traje blanco sin mangas que le daba el aspecto común que buscaba. Nadie se había percatado de su llegada, y aunque seguramente podría haber estado allí sin consumir, pidió una botella de agua mientras observaba alrededor. Allí debía de encontrarse alguien que le estaría esperando, y tenía la esperanza de que sólo fuese cuestión de tiempo averiguarlo, a pesar de que todo el mundo parecía ir a la suya y nadie, excepto él, desentonaba en ese ambiente; dos borrachos enanos se peleaban por incomprendidas razones, cuatro hombres jugaban a los naipes en una mesa circular, y el resto, cantidades de gente que bebían sin pudor ni fin, gritaban, reían y cantaban.
Se sentó en una mesa que curiosamente se encontraba vacía, aunque comprendió que así era porque nadie quería estar cerca de los enanos que discutían a pocos pasos de allí. Sin embargo, a él le resultaba indiferente, pues, en el peor de los casos, había demasiada gente como para percatarse de quién les había clavado una daga en el gaznate. Dio ligeros sorbos de su bebida mientras echaba paulatinas miradas alrededor con discrección, en silencio. En una mesa cercana a la suya, un hombre irrumpió con un grito que ninguno de los borrachos dio importancia, levantándose a la vez.
- ¡Me habéis vaciado los bolsillos, sucios tramposos, embusteros!- y echándoles una mirada a los tres jugadores que aún permanecían en la mesa, como si los hubiese maldecido, abandonó la posada con paso ligero. Cuando desapareció, los tres hombres se miraron sonrientes, con la satisfacción en el rostro, hasta que uno de ellos desvió la mirada y reparó en Éowÿl.
- Eh, tú.- le dijo, pero el elfo desvió la mirada un instante, queriendo comprobar si se referían a él o a algún otro. Volvió a hablar cuando lo miró de nuevo.- Sí, tú, el de la capucha... ¡eh!- el humano miró a sus dos camaradas esbozando una sornisa.- ¿Os habéis fijado? Si digo ésto en Nevesmortas, tres cuartas partes de la población se darían por aludidos.- los tres echaron una carcajada, y el cómico hombre se dirigió a Éowÿl de nuevo.- ¿Te hace terminar una mano con nosotros? Ese bastardo se ha ido y nos falta uno para tener la mesa completa.
El peliblanco lo meditó un instante. Miró alrededor una vez más, pero no parecía haber nadie que le llamase la atención. ¿Qué mejor coartada que una partida a los naipes? Asintió con firmeza y se levantó, ocupando la silla de aquél a quien habían desplumado.
Se miraron entre ellos. Éowÿl llegó a la conclusión de que el hombre que le había hablado era el cabecilla de los tres, pues sus compañeros apenas hablaban, ya fuese por el alcohol o porque esa era su actitud. Finalmente, mientras el hombre sito a su izquierda, un hombre ya algo entrado en edad barajaba los naipes, el jefe lo habló.
- Yo me llamo Hessik, y éstos son Gustav y Weslly.- los señaló conforme los presentaba, mientras ellos se limitaban a asentir o esbozar una ligera sonrisa como saludo.- ¿Cómo te llamas tú?
- Éodor.- dijo el elfo, pues esa pregunta le había cogido por sorpresa y musitó el primer nombre que se le vino a la cabeza. En silencio, se maldijo así mismo por haber pronunciado ese nombre.
Weslly repartió la baraja entre los cuatro jugadores. Éowÿl observó que parecían ser duchos en la partida, pues sus miraban denotaban cierta sabiduría acerca de cómo jugar. Por su parte, hacía muchos años que no jugaba a los naipes, quizás desde que había dejado Cormyr y sus barrios bajos, pues éste juego era muy típico en esas lindes.
El tiempo transcurría y jugaron incontables partidas. Quien más había ganado era Hessik, Gustav también había demostrado ser un hueso duro, y el resto de las partidas las ganaron Weslly y Éowÿl. Cuando éste último se quiso dar cuenta, llegó a la conclusión de que quizás había estado más de una hora allí, y se había olvidado de su cometido. Ya había anochecido. Los miró a cada uno pensativo. La taberna ya estaba prácticamente vacía, sólo los habituales aún tenían fuerzas para una jarra de vino más, y por otra parte, ellos habían persistido mucho en aquella posada. Se preguntó si ellos también estarían esperando a alguien.
Y, de repente, cayó.
Cuando Weslly repartió las cartas, las tomó con una fina sonrisa en los labios. Su mano era asquerosa, y sin embargo, estaba muy satisfecho. Hessik lo miró con curiosidad, y cuando el elfo se percató de ello, sonrió más ampliamente y dijo en un tono lóbrego.
- Así que Hessik, Gustav y Weslly.- puso un especial ahínco al pronunciar las primeras sílabas de cada nombre. A su vez, Hessik sonrió, y afirmó con una mueca que Éowÿl identificó. Había hablado el canto de los ladrones.
"Claro", pensó Éowÿl, "Hessik, Gustav, Weslly. HGW."
De repente, el ambiente alrededor de ellos se oscureció, hasta casi llegar a la tensión. Se miraban entre ellos en silencio, olvidándose completamente de que estaban en plena partida de naipes. Finalmente, uno a uno dejaron las cartas boca abajo, señal de que la partida había acabado. Hessik se giró hacia Éowÿl y susurró, extrayendo algo de un pequeño bolsillo de su descuidada vestimenta.
- Última habitación de la derecha, pásalo por debajo de la puerta.- y posó en su mano extendida una fina lámina de oro, en la cuál se podía discernir una espada tallada con sumo cuidado y detalle. Éowÿl la observó un mometo y rápidamente la perdió entre sus manos, escondiéndola. Ambos se giraron de nuevo hacia la mesa, donde los otros dos participantes se mantenían callados, observando. Hessik se levantó y alzó la voz.
- Creo que ya es hora de reunirse con la almohada, chicos.- retiró la silla para salir y se mantuvo espectante a sus camaradas, aunque Éowÿl deducía que todo aquello era sólo puro teatro.
- Nosotros nos quedaremos a tomar la última jarra.- dijo Gustav, mientras Weslly asentía.- La noche aún sólo acaba de empezar.- y esbozó una horrenda sonrisa.
- Descansa bien, Éodor.- le dijo Hessik a Éowÿl también sonriendo levemente a la par que le daba una palmada en el hombro. Salió de la taberna a los pocos segundos. Por otra parte, Weslly y Gustav se apoyaron en la barra mientras observaban al elfo. Éste se dio media vuelta y ascendió por las escaleras hacia las habitaciones.
Mientras camiaba por el corredor donde las puertas se postraban a los lados, el asesino extrajo aquella fina lámina dorada y miró la espada tallada. "Mal de Dioses", dijo para sí, y la apretó en el puño.
Llegó al lugar indicado y miró a los lados. No había nadie. Se inclinó y con precisión deslizó la lámina por la rendija de debajo de la puerta. Tras alzarse con inquietud, esperó.
La puerta se abrió. En el oscuro umbral apareció lo que a Éowÿl le pareció una mujer, dadas sus curvas ligeramente marcadas. Aparte de un capuchón, su rostro estaba embozado con una máscara, aunque en sus hombros caían largos mechones pelirrojos. En la mano lbre jugueteaba con la lámina de oro.
- Pasad.- dijo confidente. Por el tono, al elfo le dio la sensación de que estaba sonriendo.
La estancia se mantenía oscura, Éowÿl no había esperado menos. Sin embargo, dedujo que aquella iba a ser una parada de poco tiempo, pues no parecía haber ningún tipo de equipaje personal.
- ¿Cuál es vuestro nombre?- dijo la mujer sin perder ese meloso y tenúe tono de voz, con cortesía.
- Éowÿl.- dijo éste. Se mostró sereno, ya que acababa de acordarse de que estaba ahí para evitar una traición al Señor de todos los Ladrones. Se mostró de manera desafiante, pues el hecho de que fuese a ser él quién hubiese entrado en una línea que hubiese podido acabar en tragedia, y sin embargo, una vez más los secretos de las sombras iban a quedar donde correspondían.
- Éowÿl…- repitió la mujer para sí.- Nuestro clero tiene que volver a alzarse. ¿Qué opinas acerca de ello?- dio unos pasos alrededor de la habitación mientras miraba al elfo de soslayo.
- ¿Eres tú quien ostenta el rango más alto?- preguntó a su vez, evadiéndose. La mujer asintió lentamente.
- Hemos permanecido demasiado tiempo en las sombras.- comenzó a explicarse.- La Marca Argéntea está desamparada de los ojos de Máscara, y por ello necesitamos una cédula independiente. De hecho, ya hemos elegido el lugar.- bajo el capuchón, la sacerdotisa sonrió débilmente, sin perder así su aspecto delicado.
- Entiendo.- resolvió Éowÿl. Éste era el momento. Deslizó su mano por el interior de su atuendo y extrajo la carta ante los curiosos ojos de la pelirroja, lanzándola después a los pies de ésta.- Deberíais empezar por ahí.
La mujer observó el papiro agachando levemente la mirada, y lanzó una risotada al aire. Pero antes de que Éowÿl pudiese reaccionar, la puerta de la habitación se abrió de golpe, y cuando quiso girarse, un palmo de acero adornaba el cuello del asesino.
- No te muevas ni un pelo, mequetrefe.- Éowÿl reconoció la voz. Era Gustav. Desvió la mirada sin girar el cuello hacia su derecha y apenas contempló la otra figura que allí estaba, Weslly.
- ¿Creíais que somos estúpidos acaso?- tomó la voz la sacerdotisa. Al elfo ya no le parecía que tuviese un aspecto débil.- Sabemos desde hace mucho tiempo de vuestra traición, sabemos que estáis informando a Argluna de nuestros actos e intenciones- tomó aire sonoramente.- ¿Acaso pensáis que somos unos necios, sucio bastardo?
Si no fuese por su situación, Éowÿl hubiese estallado en risas. Todo había sido un malentendido, y le estaba dando la ligera sensación de que estaba a punto de morir por ello, pero únicamente se limitó a observar.
- Callad… Hablad solo cuando se os indique.- dijo la elfa, como si adivinase que Éowÿl iba a explicarse con rapidez.- Os voy a poner en situación. El hombre que se presentó como Hessick vigila las inmediaciones. Afuera aguardan recios corceles, si vemos algo sospechoso en las cercanías rebanaremos vuestro cuello y escaparemos raudos, ¿entendéis?
Éowÿl pensó que sólo un plan así podrían haberlo llevado a cabo los adeptos de Máscara. Sospechaba que la taberna debería de haber recibido algún incentivo por hacer oídos sordos si notaban algo extraño, y seguramente, por mucho que pudiesen decir no los encontrarían, en las sombras todo es falso. Mientras el albino meditaba sobre ello, la embozada sacerdotisa seguía explicándose.
- La mujer de uno de los cargos de la legión no es tan pura como su marido cree.- dijo.- A cambio de nuestro silencio ella mantiene su posición y su marido, pero eso le cuesta ofrecernos cierta jugosa información.- debió de notar que Éowÿl no le hacía mucho caso, porque su última frase la ejecutó con la voz un poco más alzada.- Así que nos has vendido a La Legión, ¿verdad?
Al asesino le molestó que lo interrumpiesen en sus adentros, pero decidió resolverlo cuanto antes, comenzaba a sentirse incómodo con aquella sensación de muerte inminente. La sacerdotisa lo miraba fijamente, él se lo tomó como que tenía todo el permiso a hablar.
- Al igual que vosotros, yo también me cobijo en las sombras.- comenzó a explicarse.- Unos proscritos habían acabado con la vida de un mensajero que cabalgaba por el camino que conduce aquí, a la bifurcación. Llevaba algo muy curioso entre sus pertenencias.- echó la vista hacia la carta que aún permanecía en el suelo. La elfa también lo hizo.- Os invito a que la leáis, está descifrada.
No se inclinó de buenas a primeras, sino que dedicó antes al asesino una mirada perspicaz. Después tomó el pergamino y lo desdobló, leyendo con atención todo lo que contenía. Sólo un minuto le bastó para levantar los ojos de la carta.
- ¿Vos habéis descifrado esto?- preguntó con un ligero tono de sorpresa.- Este mensaje estaba muy bien escondido, sólo una inteligencia digna de El Señor de Todos los Ladrones hubiese podido hacerlo.
- Si pedís a vuestros siervos que retiren sus aceros de mi cuello, conseguiremos dos cosas, evitar un accidente y demostrar mi inocencia.- Y es que Éowÿl ya lo tenía todo calculado para, si se hubiese dado el caso, escapar. Y posiblemente lo hubiese conseguido.
La sacerdotisa volvió a dedicarle otra mirada cargada de desconfianza, pero finalmente hizo un ademán con la mano libre y Éowÿl notó que el frío hierro en su cuello desaparecía. Retiró levemente su capucha e inclinó el cuello hacia un lado. Algo en ese lugar llamó la atención de la elfa, que se acercó a observar. Un instante después, para su satisfacción, Éowÿl oyó a su oído un susurro que podía ser tan sensual como intimidatorio.
- Bienvenido, Éowÿl.
“ …La sutileza lo es todo. La manipulación es mejor que la fuerza, especialmente cuando puedes hacer que la gente piense que ha hecho algo por su propia iniciativa. Nunca hagas lo obvio salvo para ocultar otra cosa. Confía en las sombras, porque el camino luminoso te convierte en un blanco fácil.”
// Agradecimientos a Máscara por ésta escena. Fue todo un honor.
El bandido corría con el corazón en un puño. Al cabo de muchos metros, notó que sus piernas empezaban a flaquear y ello, unido a su jadeo contínuo, le hizo detenerse. Se encorvó con una mano en el pecho y hechó la vista atrás, observando mientras recuperaba el aliento. Nada. Ni siquiera podía ver ya el alto pino en el que había estado resguardado, y el viento soplaba sin chocar, sin revelar ningún movimiento. Se sonrió débilmente, pues aunque su compañero había sido brutalmente asesinado, él había conseguido salvar la vida.
- Lo he perdido.- musitó. Sin embargo, como si hubiese pronunciado una maldición, tuvo un mal presentimiento, y al instante notó horrorizado como dos punzadas similares a cuchillos ardientes emergían en su espalda, y para más desconcierto suyo, terminaban en su pecho. Con un suspiro, la última imagen que vieron sus ojos fueron los dos filos que lo habían atravesado y habían acabado con su asquerosa existencia.
Éowÿl miró al cadáver un instante antes de volver, "Quizás me hubieses perdido si no te hubieses detenido", se dijo. Enfundó las roperas y caminó meditando sobre los hechos acontecidos: un hombre que, a pesar de poseer un poderoso caballo, vestía un atuendo del todo común, pasó a su lado veloz como una flecha mientras que él caminaba, frecuentando como tantas veces el interminable camino de la bifurcación. El elfo no se detuvo, ni siquiera en ese momento le dio la más mínima importancia, hasta que sus oídos, desarrollados como pocos, escucharon sonidos metálicos unos metros más allá. Alguien había presentado batalla. A esos tensos sonidos les siguió una absoluta calma, lo que significaba que había finalizado, y prematuramente.
El asesino siguió caminando, sin nada que temer. A fin de cuentas, dependiendo de sus intereses, sus ojos podrían ser ciegos. No obstante, metros más allá encontró al jinete desplomado junto con su caballo, quien tampoco había conseguido escapar de las garras de la muerte. Le atrajo la curiosidad sobre aquél cadáver que en vida había sido un hombre apresurado, y se acercó con cautela a examinarlo. Tenía heridas en el pecho, heridas mortales y certeras, pero observándolo un poco más y viendo que no portaba armas, Éowÿl pensó que no habría tenido nunca una oportunidad. Alzó la vista, y vio que cerca de allí, dos hombres encapuchados con ropas andrajosas, posiblemente proscritos, limpiaban sus armas con un paño más sucio que el filo ensangrentado. Permaneció allí quieto, hasta que, inevitablemente, uno de ellos se percató de su presencia, y ambos rápidamente se pusieron en guardia.
Uno de ellos comenzó a insultarlo y a amenazarlo, mientras que el otro, con una sonrisa en el rostro, recitó una plegaria a su dios y su cuerpo adoptó un aspecto etéreo, casi invisible. El elfo había visto ese conjuro en otras ocasiones y ya alcanzaba a reconocerlo; en teoría, para los ojos de Éowÿl el bandido tenía que haber desaparecido, pero el danzante de las sombras pensó, casi con compasión, que había sido una ejecución del conjuro muy débil, y él aún era consciente de su presencia. Decidió que, a diferencia del hombre que yacía en el suelo muerto junto a él, no iba a dejarse matar tan facilmente, y desenvainó sus queridas armas, El Toque de Asesino, la segadora que tantas almas había mandado ya a Los Nueve Infiernos, y el Gemelo Oscuro, el acero de cinco palmos que antaño Kuzadrepa había forjado para él y que aún se conservaba en espléndidas condiciones.
Al ver tal despliegue de armas, el bandido que había empezado a desfogarse insultándole automáticamente giró sobre sus talones y comenzó a correr como si fuese la presa de un demonio. Éowÿl alzó la vista y comenzó a caminar mirando al proscrito correr, mientras que, de ésta manera, el conjurador divino siguió recitando plegarias con gesto de satisfacción, pues seguramente pensaría que cuando menos se lo esperase lo apuñalaría por la espalda. Pero cuando los ojos de El Acechador Blanco se posaron en los suyos, hasta en ese estado etéreo se podía notar su tono lívido y aterrorizado, y sus manos, que habían comenzado a conjurar, se enrredaron por el temor. El avezado ladrón, con un rápido y limpio movimiento, atravesó su pecho con el ácido arma, y el clérigo gritó de dolor, un grito que se dispersó por las colinas que rodeaban aquél camino. A continuación, Éowÿl había ido a por su compañero.
Cuando llegó hasta el cadáver del desconocido hombre se inclinó y comenzó a examinarlo. "¿Dónde ibas con tanta prisa?", pensó al tiempo que extraía de un pliegue de su ropa una carta que había atisbado. Abrió el sobre y extrajo el mensaje que desplegó ante sus ojos, quedando en primera instancia, desconcertado.
M2 17ñ4r:
84m4 4rd7n61t721 l41 153571t41 h6n 12d4 v2g2l6d41. 7137r6m41 2n1tr58824n71 d7 v571tr6 17ñ4rí6 6l r71378t4 y 34r 153571t4 v571tr6 927nh6ll6d6 84nf2rm682ón 36r6 6v216r 6 l6 4rd7n d7 8696ll7r41 d7 N7v71m4rt61.
7l 35nt4 d7 r75n2ón d7 n571tr4 h4m9r7 84n 71t41 d71d28h6d41 17rá l6 3416d6 12t6 6l 327 d7 6d96r, 7n 3l7n4 86m2n4 d7 l6 92f5r8682ón. L6 82t6 17rá 7l t7r87r dí6 d7 l6 d7kh6n6 6 l6 86íd6 d7l 14l.
Q57 l41 D24171 n41 g5í7n 7n l6 l58h6 84ntr6 7l m671tr4 d7 t4d41 l41 l6dr4n71 y 17ñ4r d7 l61 14m9r61.
127m3r7 l76l 6l 17 rv2824 d7 l6 l7g2ón:
HGW
Lo giró en varias direcciones, pero cada vez se hacía más difuso. ¿Qué significaba eso? Cualquiera hubiese pensado incluso que se trataba del garabato de algún niño, pero cada momento que ese papiro reposaba sobre sus manos, le resultaba más intrigante. ¿Era una serie de números embozados, o un mensaje igualmente oculto? Lo primero le resultó muy improbable, no entendía que podrían significar un arrebato de cifras. Sin embargo...
"M2 17ñ4r". Alejó el papel de sus ojos y lo observó. M, ñ y r se podían diferenciar entre los números, y sin duda, eran dos palabras. Comenzó a tantear las posibilidades, pensando qué palabras podrían encajar; leñador, riña... señor. Sacó rápidamente de entre sus pertenencias una pluma bastante mal ciudada y rasgando el papiro sustituyó números por letras.
Se comenzó a convertir en un juego entretenido. Cuando había descifrado las dos primeras palabras, su sonrisa se amplió de satisfacción, y tomó asiento allí bajo el árbol donde los bandidos habían estado farfulleando mientras libraban sus filos de sangre. Aquél trabajo le llevó mucho tiempo, no hubiese sabido cuánto con exactitud, pero sí que cuando finalizó la tarea el Sol estaba poniéndose, en contraste de cuando había empezado, que aún alumbraba con claridad todas las tierras.
Mi señor:
Como ordenasteis los supuestos han sido vigilados. Esperamos instrucciones de vuestra señoría al respecto y por supuesto vuestra bienhallada confirmación para avisar a su Orden de Caballeros de Nevesmortas.
El punto de reunión de nuestro hombre con estos desdichados será la posada sita al pie de Adbar, en pleno camino de la bifurcación. La cita será el tercer día de la dekhana a la caída del Sol.
Que los Dioses nos guíen en la lucha contra el Maestro de todos los Ladrones y Señor de las Sombras.
Siempre leal al servicio de la Legión:
HGW
Reparó en las últimas siglas. HGW... sabía que debería de tener alguna importancia si estaban adjuntas a tan crudo mensaje, pero no llegaba a atinar si se trataba de un nombre, de un lugar, o de cualquier otra cosa. Miró alrededor. No era peligroso dejar el cadáver allí, con suerte nadie lo reconocería para cuando lo encontrasen, pero el tiempo que había desperdiciado descifrando la carta ya había sido todo un riesgo, y debía moverse. Dobló el mensaje y lo devolvió a su respectivo sobre, guardándolo después, y emprendió camino hacia Fuerte Nuevo, pueblo que se encontraba muy cercano.
Cuando traspasó la puerta de La Recompensa del Héroe la noche ya había encapotado el cielo. En Fuerte Nuevo las cosas solían cambiar poco, y ese lóbrego lugar era la estampa perfecta para demostrar que así era: a pesar de que algunos borrachos deambulaban por la cámara, personas que casi nadie había conocido sobrias y muchos menos que los habían conocido fuera de esa taberna, y a pesar de las personas que se arremolinaban en torno a una mesa para cuchichear cosas que posiblemente no eran de buen haber, las gentes del fuerte habían optado, tras tanto tiempo, por ignorar esos detalles, que se habían convertido en una parte de la imagen.
Se acercó a la barra de la taberna y aguardó unos instantes. El camarero no tardó en atenderlo con una sonrisa amable.
- ¿Qué se os ofrece?- dijo.
Éowÿl pidió agua y una ración de carne, pues su interminable volteo sobre los hechos acontecidos le había abierto el apetito. No tardó en empezar a dar buena cuenta de lo pedido y su mente comenzó a maquinar, pues sería estúpido no sacar tajada de aquello. ¿Para quién iba dirigida esa carta? Lo primero que se le había pasado por la cabeza tras descifrarlo era que sería una correspondencia de Yándar Filastro, pero con rapidez desechó la idea. Luego pensó en la Orden de Caballeros de Nevesmortas, la cuál también era nombrada en el mensaje, y pensó que quizás el receptor debía de haber sido Lady Setanta, la actual capitana, aunque también era una idea muy lejana. Considerando que ese dato no era primordial y de hecho casi carecía de importancia, le vino a la mente las siglas HGW, y se tomó un tiempo para pensar mientras comía si en algún sitio había oído o visto esas tres letras juntas, pero frustrado comprobó que nunca había sido así. El último detalle que le faltaba por solucionar pronto se transformó en una certeza.
- Camarero, ¿qué día es hoy?- le preguntó con un tono confidente.
El tabernero se giró hacia él y volvió a esbozar una sonrisa amable.
- Hoy acaba el segundo día de Mazho, señor.
Así que sólo tenía un día para acudir a la cita. Apuró la botella de agua y terminó su comida con rapidez, y sin tan siquiera despedirse, como brisa en la noche, salió de aquella taberna de mala muerte.
La posada de la bifurcación era lo único que animaba un poco el ambiente de aquél apagado lugar, y esa misma noche estaba atestada de gente. Los borrachos que la frecuentaban se hacían demasiado poco vistosos, pues tenían una competencia muy digna, y como si de envidia se impegnasen, parecían competir por ver quién podría hacer el acto más disparatado a causa de los efectos del alcohol.
Éowÿl entró con cautela. Se había vestido con uno de sus cuantiosos disfraces, ésta vez, un traje blanco sin mangas que le daba el aspecto común que buscaba. Nadie se había percatado de su llegada, y aunque seguramente podría haber estado allí sin consumir, pidió una botella de agua mientras observaba alrededor. Allí debía de encontrarse alguien que le estaría esperando, y tenía la esperanza de que sólo fuese cuestión de tiempo averiguarlo, a pesar de que todo el mundo parecía ir a la suya y nadie, excepto él, desentonaba en ese ambiente; dos borrachos enanos se peleaban por incomprendidas razones, cuatro hombres jugaban a los naipes en una mesa circular, y el resto, cantidades de gente que bebían sin pudor ni fin, gritaban, reían y cantaban.
Se sentó en una mesa que curiosamente se encontraba vacía, aunque comprendió que así era porque nadie quería estar cerca de los enanos que discutían a pocos pasos de allí. Sin embargo, a él le resultaba indiferente, pues, en el peor de los casos, había demasiada gente como para percatarse de quién les había clavado una daga en el gaznate. Dio ligeros sorbos de su bebida mientras echaba paulatinas miradas alrededor con discrección, en silencio. En una mesa cercana a la suya, un hombre irrumpió con un grito que ninguno de los borrachos dio importancia, levantándose a la vez.
- ¡Me habéis vaciado los bolsillos, sucios tramposos, embusteros!- y echándoles una mirada a los tres jugadores que aún permanecían en la mesa, como si los hubiese maldecido, abandonó la posada con paso ligero. Cuando desapareció, los tres hombres se miraron sonrientes, con la satisfacción en el rostro, hasta que uno de ellos desvió la mirada y reparó en Éowÿl.
- Eh, tú.- le dijo, pero el elfo desvió la mirada un instante, queriendo comprobar si se referían a él o a algún otro. Volvió a hablar cuando lo miró de nuevo.- Sí, tú, el de la capucha... ¡eh!- el humano miró a sus dos camaradas esbozando una sornisa.- ¿Os habéis fijado? Si digo ésto en Nevesmortas, tres cuartas partes de la población se darían por aludidos.- los tres echaron una carcajada, y el cómico hombre se dirigió a Éowÿl de nuevo.- ¿Te hace terminar una mano con nosotros? Ese bastardo se ha ido y nos falta uno para tener la mesa completa.
El peliblanco lo meditó un instante. Miró alrededor una vez más, pero no parecía haber nadie que le llamase la atención. ¿Qué mejor coartada que una partida a los naipes? Asintió con firmeza y se levantó, ocupando la silla de aquél a quien habían desplumado.
Se miraron entre ellos. Éowÿl llegó a la conclusión de que el hombre que le había hablado era el cabecilla de los tres, pues sus compañeros apenas hablaban, ya fuese por el alcohol o porque esa era su actitud. Finalmente, mientras el hombre sito a su izquierda, un hombre ya algo entrado en edad barajaba los naipes, el jefe lo habló.
- Yo me llamo Hessik, y éstos son Gustav y Weslly.- los señaló conforme los presentaba, mientras ellos se limitaban a asentir o esbozar una ligera sonrisa como saludo.- ¿Cómo te llamas tú?
- Éodor.- dijo el elfo, pues esa pregunta le había cogido por sorpresa y musitó el primer nombre que se le vino a la cabeza. En silencio, se maldijo así mismo por haber pronunciado ese nombre.
Weslly repartió la baraja entre los cuatro jugadores. Éowÿl observó que parecían ser duchos en la partida, pues sus miraban denotaban cierta sabiduría acerca de cómo jugar. Por su parte, hacía muchos años que no jugaba a los naipes, quizás desde que había dejado Cormyr y sus barrios bajos, pues éste juego era muy típico en esas lindes.
El tiempo transcurría y jugaron incontables partidas. Quien más había ganado era Hessik, Gustav también había demostrado ser un hueso duro, y el resto de las partidas las ganaron Weslly y Éowÿl. Cuando éste último se quiso dar cuenta, llegó a la conclusión de que quizás había estado más de una hora allí, y se había olvidado de su cometido. Ya había anochecido. Los miró a cada uno pensativo. La taberna ya estaba prácticamente vacía, sólo los habituales aún tenían fuerzas para una jarra de vino más, y por otra parte, ellos habían persistido mucho en aquella posada. Se preguntó si ellos también estarían esperando a alguien.
Y, de repente, cayó.
Cuando Weslly repartió las cartas, las tomó con una fina sonrisa en los labios. Su mano era asquerosa, y sin embargo, estaba muy satisfecho. Hessik lo miró con curiosidad, y cuando el elfo se percató de ello, sonrió más ampliamente y dijo en un tono lóbrego.
- Así que Hessik, Gustav y Weslly.- puso un especial ahínco al pronunciar las primeras sílabas de cada nombre. A su vez, Hessik sonrió, y afirmó con una mueca que Éowÿl identificó. Había hablado el canto de los ladrones.
"Claro", pensó Éowÿl, "Hessik, Gustav, Weslly. HGW."
De repente, el ambiente alrededor de ellos se oscureció, hasta casi llegar a la tensión. Se miraban entre ellos en silencio, olvidándose completamente de que estaban en plena partida de naipes. Finalmente, uno a uno dejaron las cartas boca abajo, señal de que la partida había acabado. Hessik se giró hacia Éowÿl y susurró, extrayendo algo de un pequeño bolsillo de su descuidada vestimenta.
- Última habitación de la derecha, pásalo por debajo de la puerta.- y posó en su mano extendida una fina lámina de oro, en la cuál se podía discernir una espada tallada con sumo cuidado y detalle. Éowÿl la observó un mometo y rápidamente la perdió entre sus manos, escondiéndola. Ambos se giraron de nuevo hacia la mesa, donde los otros dos participantes se mantenían callados, observando. Hessik se levantó y alzó la voz.
- Creo que ya es hora de reunirse con la almohada, chicos.- retiró la silla para salir y se mantuvo espectante a sus camaradas, aunque Éowÿl deducía que todo aquello era sólo puro teatro.
- Nosotros nos quedaremos a tomar la última jarra.- dijo Gustav, mientras Weslly asentía.- La noche aún sólo acaba de empezar.- y esbozó una horrenda sonrisa.
- Descansa bien, Éodor.- le dijo Hessik a Éowÿl también sonriendo levemente a la par que le daba una palmada en el hombro. Salió de la taberna a los pocos segundos. Por otra parte, Weslly y Gustav se apoyaron en la barra mientras observaban al elfo. Éste se dio media vuelta y ascendió por las escaleras hacia las habitaciones.
Mientras camiaba por el corredor donde las puertas se postraban a los lados, el asesino extrajo aquella fina lámina dorada y miró la espada tallada. "Mal de Dioses", dijo para sí, y la apretó en el puño.
Llegó al lugar indicado y miró a los lados. No había nadie. Se inclinó y con precisión deslizó la lámina por la rendija de debajo de la puerta. Tras alzarse con inquietud, esperó.
La puerta se abrió. En el oscuro umbral apareció lo que a Éowÿl le pareció una mujer, dadas sus curvas ligeramente marcadas. Aparte de un capuchón, su rostro estaba embozado con una máscara, aunque en sus hombros caían largos mechones pelirrojos. En la mano lbre jugueteaba con la lámina de oro.
- Pasad.- dijo confidente. Por el tono, al elfo le dio la sensación de que estaba sonriendo.
La estancia se mantenía oscura, Éowÿl no había esperado menos. Sin embargo, dedujo que aquella iba a ser una parada de poco tiempo, pues no parecía haber ningún tipo de equipaje personal.
- ¿Cuál es vuestro nombre?- dijo la mujer sin perder ese meloso y tenúe tono de voz, con cortesía.
- Éowÿl.- dijo éste. Se mostró sereno, ya que acababa de acordarse de que estaba ahí para evitar una traición al Señor de todos los Ladrones. Se mostró de manera desafiante, pues el hecho de que fuese a ser él quién hubiese entrado en una línea que hubiese podido acabar en tragedia, y sin embargo, una vez más los secretos de las sombras iban a quedar donde correspondían.
- Éowÿl…- repitió la mujer para sí.- Nuestro clero tiene que volver a alzarse. ¿Qué opinas acerca de ello?- dio unos pasos alrededor de la habitación mientras miraba al elfo de soslayo.
- ¿Eres tú quien ostenta el rango más alto?- preguntó a su vez, evadiéndose. La mujer asintió lentamente.
- Hemos permanecido demasiado tiempo en las sombras.- comenzó a explicarse.- La Marca Argéntea está desamparada de los ojos de Máscara, y por ello necesitamos una cédula independiente. De hecho, ya hemos elegido el lugar.- bajo el capuchón, la sacerdotisa sonrió débilmente, sin perder así su aspecto delicado.
- Entiendo.- resolvió Éowÿl. Éste era el momento. Deslizó su mano por el interior de su atuendo y extrajo la carta ante los curiosos ojos de la pelirroja, lanzándola después a los pies de ésta.- Deberíais empezar por ahí.
La mujer observó el papiro agachando levemente la mirada, y lanzó una risotada al aire. Pero antes de que Éowÿl pudiese reaccionar, la puerta de la habitación se abrió de golpe, y cuando quiso girarse, un palmo de acero adornaba el cuello del asesino.
- No te muevas ni un pelo, mequetrefe.- Éowÿl reconoció la voz. Era Gustav. Desvió la mirada sin girar el cuello hacia su derecha y apenas contempló la otra figura que allí estaba, Weslly.
- ¿Creíais que somos estúpidos acaso?- tomó la voz la sacerdotisa. Al elfo ya no le parecía que tuviese un aspecto débil.- Sabemos desde hace mucho tiempo de vuestra traición, sabemos que estáis informando a Argluna de nuestros actos e intenciones- tomó aire sonoramente.- ¿Acaso pensáis que somos unos necios, sucio bastardo?
Si no fuese por su situación, Éowÿl hubiese estallado en risas. Todo había sido un malentendido, y le estaba dando la ligera sensación de que estaba a punto de morir por ello, pero únicamente se limitó a observar.
- Callad… Hablad solo cuando se os indique.- dijo la elfa, como si adivinase que Éowÿl iba a explicarse con rapidez.- Os voy a poner en situación. El hombre que se presentó como Hessick vigila las inmediaciones. Afuera aguardan recios corceles, si vemos algo sospechoso en las cercanías rebanaremos vuestro cuello y escaparemos raudos, ¿entendéis?
Éowÿl pensó que sólo un plan así podrían haberlo llevado a cabo los adeptos de Máscara. Sospechaba que la taberna debería de haber recibido algún incentivo por hacer oídos sordos si notaban algo extraño, y seguramente, por mucho que pudiesen decir no los encontrarían, en las sombras todo es falso. Mientras el albino meditaba sobre ello, la embozada sacerdotisa seguía explicándose.
- La mujer de uno de los cargos de la legión no es tan pura como su marido cree.- dijo.- A cambio de nuestro silencio ella mantiene su posición y su marido, pero eso le cuesta ofrecernos cierta jugosa información.- debió de notar que Éowÿl no le hacía mucho caso, porque su última frase la ejecutó con la voz un poco más alzada.- Así que nos has vendido a La Legión, ¿verdad?
Al asesino le molestó que lo interrumpiesen en sus adentros, pero decidió resolverlo cuanto antes, comenzaba a sentirse incómodo con aquella sensación de muerte inminente. La sacerdotisa lo miraba fijamente, él se lo tomó como que tenía todo el permiso a hablar.
- Al igual que vosotros, yo también me cobijo en las sombras.- comenzó a explicarse.- Unos proscritos habían acabado con la vida de un mensajero que cabalgaba por el camino que conduce aquí, a la bifurcación. Llevaba algo muy curioso entre sus pertenencias.- echó la vista hacia la carta que aún permanecía en el suelo. La elfa también lo hizo.- Os invito a que la leáis, está descifrada.
No se inclinó de buenas a primeras, sino que dedicó antes al asesino una mirada perspicaz. Después tomó el pergamino y lo desdobló, leyendo con atención todo lo que contenía. Sólo un minuto le bastó para levantar los ojos de la carta.
- ¿Vos habéis descifrado esto?- preguntó con un ligero tono de sorpresa.- Este mensaje estaba muy bien escondido, sólo una inteligencia digna de El Señor de Todos los Ladrones hubiese podido hacerlo.
- Si pedís a vuestros siervos que retiren sus aceros de mi cuello, conseguiremos dos cosas, evitar un accidente y demostrar mi inocencia.- Y es que Éowÿl ya lo tenía todo calculado para, si se hubiese dado el caso, escapar. Y posiblemente lo hubiese conseguido.
La sacerdotisa volvió a dedicarle otra mirada cargada de desconfianza, pero finalmente hizo un ademán con la mano libre y Éowÿl notó que el frío hierro en su cuello desaparecía. Retiró levemente su capucha e inclinó el cuello hacia un lado. Algo en ese lugar llamó la atención de la elfa, que se acercó a observar. Un instante después, para su satisfacción, Éowÿl oyó a su oído un susurro que podía ser tan sensual como intimidatorio.
- Bienvenido, Éowÿl.
“ …La sutileza lo es todo. La manipulación es mejor que la fuerza, especialmente cuando puedes hacer que la gente piense que ha hecho algo por su propia iniciativa. Nunca hagas lo obvio salvo para ocultar otra cosa. Confía en las sombras, porque el camino luminoso te convierte en un blanco fácil.”
// Agradecimientos a Máscara por ésta escena. Fue todo un honor.
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Re: Éowÿl, relatos de una sombra.
Muy buena adaptación de lo que jugamos... y muy fiel, la verdad.
Y muy buen relato, desde el principio. Eres muy buen narrador. Enhorabuena
Un saludo socio y cuídate mucho.
Máscara
Y muy buen relato, desde el principio. Eres muy buen narrador. Enhorabuena
Un saludo socio y cuídate mucho.
Máscara
"Ríe y el mundo reirá contigo. Llora y llorarás solo"
Re: Éowÿl, relatos de una sombra.
Algunas curiosidades. (Alimento del trasfondo)
Carles Daganocturna (Humano Guerrero/Pícaro/Danzarín Sombrío/Asesino)
Nativo de Suzail, su verdadero nombre es Carles Geteben. Procedente de una familia noble, este hombre se ha ganado una fama en los barrios bajos entre otras cosas por su cruzada contra la nobleza de Cormyr junto a la organización a la que pertenece, Los Cuchillos de Fuego.
Criado en las altas cunas, su padre se arruinó invirtiendo en una empresa de transporte comercial en la que Fred Aerben, otro noble cormyta que siempre rivalizó con él, pagó cuantiosas sumas de dinero para que todo su negocio cayera en saco roto, contratando a bandidos y más gente de igual calaña que asaltaban las caravanas. Obligado a vivir en la cara plebeya de la sociedad, Carles optó por investigar por su cuenta qué había pasado con el negocio de su padre, empezando a introducirse en los suburbios de Suzail, hasta que dio con el acierto de que había sido Fred Aerben quien había cambiado toda su lujosa vida. Aerben fue la primera víctima de Carles, a quien asestó una daga en el gaznate introduciéndose por la ventana de su alcoba.
Después de eso, Carles intentó borrar de su memoria el recuerdo de aquel asesinato, pero pronto un enviado de Los Cuchillas de Fuego fue en su búsqueda, ofreciéndole la oportunidad de pertenecer a la organización dada su hazaña. Dekhanas más tarde, Carles ya se había ganado el apodo de Daganocturna, nombre que empezó a circular entre los mascaritas.
Aunque dicen que su edad debería de ostentar los sesenta y cinco años, Carles se mantiene joven, posiblemente a causa de algún objeto mágico que usa en su propia cuerpo. Es un humano menudo y ágil, de cabellos negros y barba desaliñada. Sus ojos castaños reflejan que en él ya no queda ni un ápice de su vida anterior, habiendo cambiado los modales y los lujos por una vida rastrera y temeraria. Con el tiempo y la experiencia, su mente se ha vuelto un amasijo de planes retorcidos en pos de conseguir todo lo que se proponga.
Thenon Luzdeluna (Humano Licántropo Explorador/Asesino)
Este sembiano fue tocado desde niño por la maldición de la licantropía, aunque es un secreto que guarda con recelo incluso dentro de su propia organización, pues sólo Carles Daganocturna lo conoce. Seguidor de La Pantera de Dientes Negros, Thenon ha colaborado con Los Cuchillas de Fuego en su caza de nobles, llegando a ostentar un alto puesto de confianza en el gremio.
Nadie conoce con certeza sus raíces así como su edad, aunque hay quien dice que su verdadero apellido, Cahermísill, está relacionado con la comunidad umbra. Por lo demás, Thenon siempre evita hablar de sus antepasados, algunas veces porque afirma no recordarlo, pero cuando se muestra cortante da a entender que nunca dejará que nadie se adentre en ese capítulo de su vida.
De hombros anchos y fórnido cuerpo, Thenon posee unos rasgos muy marcados para su edad, fruto de sus vivencias en los bosques. Tras su capucha apenas se diferencia su rostro, aunque sí su melena castaña. Cuando cae la noche, antes de desaparecer de donde quiera que esté, sus ojos se iluminan con la luz de la luna como dos luceros que buscan, posiblemente, una vida perdida.
Éodor Alwen (Elfo Lunar Plebeyo)
Su procedencia se remonta en el Bosque Alto, donde toda su familia siguió una noble dinastía que él tuvo que romper cuando se le acusó de asesinato. Desde siempre, Éodor ha sido regido por una actitud introvertida aunque agradable, y su condición de carpintero le ayudó a relacionarse en la sociedad cormyta cuando tuvo que escapar de su hogar junto con su mujer, Amawÿl.
En su estancia en Suzail tuvo dos hijos, Yhalanae (al que más tarde conocería como Éowÿl) y su hija pequeña, Dey’na, la cuál nació justo antes de que su mujer muriese. Abrumado por el trabajo, las malas cosechas y la poca demanda de sus servicios, Éodor se vio obligado a pedir un jugoso préstamo a Los Cuchillas de Fuego, el cuál estuvo debiendo durante muchos años hasta que su mismo hijo fue a cobrárselo en sangre. Aunque consiguió que su vida fuese perdonada, escapó con su hija de Suzail y actualmente nadie conoce su paradero. Algunos lo dan por muerto.
Alto y delgado, su pelo es azul plateado como la olas del mar. Sus músculos apenas están fibrados aunque, a pesar de su edad, conserva la agilidad que caracteriza a su raza. Sus ojos tienen un color verde esmeralda
Carles Daganocturna (Humano Guerrero/Pícaro/Danzarín Sombrío/Asesino)
Nativo de Suzail, su verdadero nombre es Carles Geteben. Procedente de una familia noble, este hombre se ha ganado una fama en los barrios bajos entre otras cosas por su cruzada contra la nobleza de Cormyr junto a la organización a la que pertenece, Los Cuchillos de Fuego.
Criado en las altas cunas, su padre se arruinó invirtiendo en una empresa de transporte comercial en la que Fred Aerben, otro noble cormyta que siempre rivalizó con él, pagó cuantiosas sumas de dinero para que todo su negocio cayera en saco roto, contratando a bandidos y más gente de igual calaña que asaltaban las caravanas. Obligado a vivir en la cara plebeya de la sociedad, Carles optó por investigar por su cuenta qué había pasado con el negocio de su padre, empezando a introducirse en los suburbios de Suzail, hasta que dio con el acierto de que había sido Fred Aerben quien había cambiado toda su lujosa vida. Aerben fue la primera víctima de Carles, a quien asestó una daga en el gaznate introduciéndose por la ventana de su alcoba.
Después de eso, Carles intentó borrar de su memoria el recuerdo de aquel asesinato, pero pronto un enviado de Los Cuchillas de Fuego fue en su búsqueda, ofreciéndole la oportunidad de pertenecer a la organización dada su hazaña. Dekhanas más tarde, Carles ya se había ganado el apodo de Daganocturna, nombre que empezó a circular entre los mascaritas.
Aunque dicen que su edad debería de ostentar los sesenta y cinco años, Carles se mantiene joven, posiblemente a causa de algún objeto mágico que usa en su propia cuerpo. Es un humano menudo y ágil, de cabellos negros y barba desaliñada. Sus ojos castaños reflejan que en él ya no queda ni un ápice de su vida anterior, habiendo cambiado los modales y los lujos por una vida rastrera y temeraria. Con el tiempo y la experiencia, su mente se ha vuelto un amasijo de planes retorcidos en pos de conseguir todo lo que se proponga.
Thenon Luzdeluna (Humano Licántropo Explorador/Asesino)
Este sembiano fue tocado desde niño por la maldición de la licantropía, aunque es un secreto que guarda con recelo incluso dentro de su propia organización, pues sólo Carles Daganocturna lo conoce. Seguidor de La Pantera de Dientes Negros, Thenon ha colaborado con Los Cuchillas de Fuego en su caza de nobles, llegando a ostentar un alto puesto de confianza en el gremio.
Nadie conoce con certeza sus raíces así como su edad, aunque hay quien dice que su verdadero apellido, Cahermísill, está relacionado con la comunidad umbra. Por lo demás, Thenon siempre evita hablar de sus antepasados, algunas veces porque afirma no recordarlo, pero cuando se muestra cortante da a entender que nunca dejará que nadie se adentre en ese capítulo de su vida.
De hombros anchos y fórnido cuerpo, Thenon posee unos rasgos muy marcados para su edad, fruto de sus vivencias en los bosques. Tras su capucha apenas se diferencia su rostro, aunque sí su melena castaña. Cuando cae la noche, antes de desaparecer de donde quiera que esté, sus ojos se iluminan con la luz de la luna como dos luceros que buscan, posiblemente, una vida perdida.
Éodor Alwen (Elfo Lunar Plebeyo)
Su procedencia se remonta en el Bosque Alto, donde toda su familia siguió una noble dinastía que él tuvo que romper cuando se le acusó de asesinato. Desde siempre, Éodor ha sido regido por una actitud introvertida aunque agradable, y su condición de carpintero le ayudó a relacionarse en la sociedad cormyta cuando tuvo que escapar de su hogar junto con su mujer, Amawÿl.
En su estancia en Suzail tuvo dos hijos, Yhalanae (al que más tarde conocería como Éowÿl) y su hija pequeña, Dey’na, la cuál nació justo antes de que su mujer muriese. Abrumado por el trabajo, las malas cosechas y la poca demanda de sus servicios, Éodor se vio obligado a pedir un jugoso préstamo a Los Cuchillas de Fuego, el cuál estuvo debiendo durante muchos años hasta que su mismo hijo fue a cobrárselo en sangre. Aunque consiguió que su vida fuese perdonada, escapó con su hija de Suzail y actualmente nadie conoce su paradero. Algunos lo dan por muerto.
Alto y delgado, su pelo es azul plateado como la olas del mar. Sus músculos apenas están fibrados aunque, a pesar de su edad, conserva la agilidad que caracteriza a su raza. Sus ojos tienen un color verde esmeralda