La poción de Riam.

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Unairg

La poción de Riam.

Mensaje por Unairg »

El sabor de la derrota.

Toda la villa dio un cambio muy brusco cuando la noticia se expandió, llegando incluso más allá de sus muros. La gente se movía con paso rápido de un lugar a otro, todos cuchicheaban entre sí sobre el altercado, y sólo algunos se habían lanzado a la aventura, pues en la tienda de magia de Riam, el gnomo residente de Nevesmortas, había desaparecido un vial de gran importancia.

Éowÿl escuchó el rumor cerca de la villa, junto al aserradero. Parecía ser que se pagaba una recompensa de quince mil leones de oro por ese líquido, un pago más que razonable para cualquier persona, pero formando una pequeña idea en su cabeza, el asesino salió por su cuenta al igual que muchos aventureros. Ellos buscaban la recompensa, Éowÿl quería el vial. Sin embargo, mientras los diferentes grupos de personas que hablaban con el mago gnomo intentaban conseguir algo más de información, pensando que podría estar en cualquier parte de la tienda, o incluso poder dar la respuesta de que se le habría podido olvidar en su casa, el elfo ya se había adelantado hacia el Hospicio de Mazhármor; gracias a su mente y al tipo de persona que era, supuso en primera estancia que lo habrían robado.

El único patrón que le llevó a ese lugar tras haberse camuflado bajo uno de sus cuantiosos disfraces – en esta ocasión, un disfraz de arcano – fue que era la salida predilecta de la villa, más segura que tomar el bosque, y si se había detenido a recuperar el aliento, alguien se habría percatado de su presencia. Caminó con el bastón mágico algo alzado, mentir que necesitaba su apoyo sólo lo habría retrasado, utilizando rutas poco transitadas, algo alejadas del sendero principal. Los trasgos de la cueva del Norte, quienes paseaban por las afueras de la entrada despreocupados no se percataron de su presencia. “Que no os duela demasiado”, se dijo Éowÿl al dejarlos atrás. También evitó los ojos de algunos animales unos metros más adelante, desviándose hacia un lado hasta llegarlos a perder de vista. Su paso apremiaba, y conforme más se acercaba al lugar, mayor comenzaba a ser su satisfacción.

Una satisfacción que pronto se derrumbó convirtiéndose en ira; preguntó el en templo del hospicio y en el albergue, pero allí nadie había pasado que no fuese de confianza o que tuviese aspecto de tales sospechas. Poniendo la mejor cara que podía, lo que le costó un esfuerzo sobrehumano, salió de aquel lugar y volvió sobre sus pasos a través del sendero. Si realmente lo habían robado, ese ladrón debía de encontrarse demasiado lejos.

No imaginó, sin embargo, que no iba a acabar ahí. Al igual que él, un grupo se había adelantado por el Norte de Nevesmortas, posiblemente mejor informados acerca de qué era ese vial y dónde podría estar. Éowÿl agachó la cabeza cuando se encontró de bruces con ellos, fue casualmente Briddo Leore de entre todos quien lo saludó.

- Saludos.
- Saludos, aventureros.- el asesino echó la vista alrededor, observando a todos y cada uno de aquel cuantioso grupo.- deduzco que están buscando ese vial que tanto da de qué hablar en la villa.- y así debía de ser, pues algunos estaban fijando su vista en el sendero. Ni siquiera oyó a Leore corroborarlo, porque cuando él también se fijó en la fila embarrada, cayó.
- … Seguiremos con nuestro camino, tenga un buen día.- se despidió finalmente el paladín.
- Oh, desde luego. Que Azut les guarde.

Éowÿl caminó con paso muy lento, esperando a que aquel grupo de aventureros se perdiese de vista. Por un momento se le pasó por la cabeza el hecho de que Briddo Leore le debía dinero, qué dulce contraataque iba a ser ese en caso de que la ley se le echase encima. Quitando de su cabeza esas ideas, se dio cuenta de que ya se habían adelantado lo suficiente como para que ya no pudiesen verlo, y entonces se desvió de la senda girándose por donde acababa de venir nuevamente, mezclándose entre las sombras, caminando en la oscuridad, en el plano que en ocasiones era lo único que podía considerar su hogar. Los siguió con cautela, pues aunque quizás ellos no se habían percatado, el asesino había visto unas huellas, unas huellas de lo que posiblemente era un mediano, un ladrón que se había dado a la fuga. La operación aún continuaba en marcha.

Observó el sendero al cobijo de la recién caída noche, de otra manera no podría haberse acercado tanto mientras hacía uso de sus sobrenaturales habilidades. Las huellas de aquel mediano continuaban hacia el Norte sin descanso, y pronto llegó, detrás del grupo, hasta el cruce entre Nevesmortas, Sundabar y la bifurcación. Cuando los vio desviarse hacia una carreta que habitualmente se apostaba ahí, perteneciente a gitanos, supo que ese era su momento: mientras preferían preguntar, tenía que seguir el rastro de huellas para adelantarse a ellos, y así, pronto sacaría una amplia ventaja. Todo apuntaba a que el ladrón había tomado rumbo hacia Sundabar por el verde, lo cuál era aún mejor, pues podía darse el caso de que los gitanos no lo hubiesen visto y los aventureros perdiesen aún más tiempo del esperado. Sin más demora, Éowÿl se dirigió hacia el Este.

Al cabo de poco tiempo, ya se había adelantado considerablemente sin oír las pesadas placas de las armaduras de aquel grupo. Evitó a los bandidos que salían de sus refugios a asaltar a las gentes que deseaban transitar ese camino, si alguna vez pasaban esos aventureros por allí, darían buena cuenta de los proscritos. Las huellas volvían a desviarse, esta vez hacia las colinas. El asesino se sonrió; al parecer, había tomado camino hacia una conocida cueva que precisamente era utilizada por los bandidos, donde escondían algunos tesoros y, en pocas palabras, se refugiaban. Traspasó el umbral de aquella caverna minutos más tarde.

Allí no había nadie, ni un ápice del viento se movía a causa de movimiento. “Lógico”, pensó Éowÿl, pues acababa de ver a los dueños de aquel lugar buscándose el pan. Posiblemente fuese la última vez que los viera. Sin embargo, sí que aparecía algo nuevo; las huellas de aquel mediano ahora se manifestaban de otra manera, manchas de sangre que delataban el camino que había tomado a través de la cueva. Con un paso que ni siquiera el aire podía detectar, viéndolo todo a través del plano sombrío, donde las sombras y el mismo Máscara le gustaba que el elfo estuviese, continuó el camino que el ladrón había dejado en la oscuridad, utilizando su visión desarrollada a través de su secreto, una empatía con las sombras que nunca sabría nadie cómo llegar a tal punto. Cuando se quiso dar cuenta, se encontraba en el final de la caverna, y ya no seguía el rastro de sangre, sino un sollozo que se oía lejano, hasta que pudo dar cara a aquel apagado grito de desesperación: se trataba de un niño.

- ¡Fuera, aléjate!- dijo cuando apenas Éowÿl había hecho acto de presencia en la cámara. Blandía una daga mientras que con la otra mano se sujetaba una herida de aspecto grave; “Aún no eres rival para las bestias del bosque”, pensó el elfo lunar.
- No he venido a hacerte daño.- comenzó a utilizar un tono tranquilizador, pero el crío no daba su brazo a torcer. Era la clara señal de que era consciente de lo grave que era su situación.- Sé lo que has hecho.
- ¡Vete de aquí!- insistía el infante, sin éxito.
- Puedo curar tus heridas si lo deseas, incluso puedo llevarte conmigo, si te quedas aquí la guardia vendrá a por ti. De hecho, juraría que ya deben de estar en camino.
- ¡No!- gritó con desesperación el pequeño, mientras negaba, aterrorizado.
- Entonces debes darme ese vial.- era la técnica perfecta, no podía fallar con un niño. Más, sin embargo, no iba a ser tan fácil como el asesino se había imaginado.
- ¡No voy a hacerlo, ha sido mi prueba!- y a continuación, enfundando la pequeña daga, extrajo de entre sus ropajes aquello que Éowÿl había ido a buscar; era una probeta fina con un líquido transparente en su interior. El chico lo mostró de tal manera que amenazaba con soltarlo.
- ¿Tu prueba?- Éowÿl alzó una ceja.- ¿Acaso deseas pertenecer a esta organización de bandidos?
- Sí, así es.- su voz se hacía más apagada.- He demostrado mi valor, ahora sólo queda que lo comprueben para ser aceptado.
- Estúpido.- musitó el elfo, para luego alzar un poco más la voz con claridad.- Yo puedo llevarte a un lugar donde tus actos serán más fructíferos y, con el intelecto que has mostrado, tu esperanza de vida será mucho mayor.
- ¡No, fuera de aquí, ahora!- alzó de nuevo la voz en un grito que se escuchó por toda la cueva. Pero lo que más alertó a Éowÿl era que, tras ese grito, un sonido lejano de metales retumbaba, acercándose cada vez más.

Los aventureros ya habían llegado.

La situación comenzaba a ser peliaguda; aquel crío era imposible de hacerle entender que su vida a partir de ahora iba a ser un cúmulo de miseria y amenazas contínuas que contra más durasen supondrían que su muerte sólo estaba siendo una agonía, Éowÿ lo sabía bien, él había pasado por ello. Cualquier cosa que el maestro sombrío intentase haría que el chico tirase el vial al suelo; y lo que era más alarmante, si no actuaba pronto, el grupo que se acercaba lo cogería.

Sólo una posibilidad quedaba. Era siempre la más fiable.

- Adiós entonces, chico.- Éowÿl suspiró mintiendo sentirse apenado mientras giraba sobre sus talones.- Suerte con tu prueba entonces.

Caminó despacio hasta la salida de la pequeña estancia final de la cueva, y cuando el chico ya no podía mantener el contacto visual con él y habría imaginado que finalmente se habría ido, utilizó de nuevo un manto sombrío que le ofrecía aquel oscuro lugar. Volvió hacia él pegado a la pared, en silencio, situándose pronto a su espalda.

Y cuando menos se lo esperó, el vial desapareció de sus manos.

El chillido del niño alertó finalmente a los aventureros que empezaban a aparecer en la cámara, pero ninguno de ellos se percató de la presencia del elfo, quien aprovechó para tantearles y escapar. Sin querer escuchar lo que el pequeño les estaría contando, en pocos minutos ya se encontraba de nuevo respirando aire puro. Se sorprendió agradeciendo haber salido de allí.

Mientras caminaba de vuelta hacia la villa, observó el vial en sus manos y lo descorchó. Introdujo el dedo meñique, untándolo con el líquido incoloro y lo chupó, catándolo.

No sabía a nada. Era agua.

Sonrió mirando al cielo, aunque esa era su primera manifestación de ira, pues en cuanto pasó al lado de un árbol le propinó un puñetazo en el tronco. Prosiguió el camino encorchando de nuevo la pequeña probeta, pensando que, quizás, podría hacerle creer a Riam que era la poción que había perdido. Nada tenía que perder.

De lo que el asesino no se dio cuenta era de la marca que había dejado en el tronco del árbol que golpeó. Su puño se había hundido de manera sobrenatural, como si del golpe de un oso en pleno estado de furia se tratase.


// Abro este post para la quest que hizo Sehanine.
Sehanine

Re: La poción de Riam.

Mensaje por Sehanine »

Muchas gracias Unairg, bonitas líneas, aprovecho para animar al resto de jugadores a postear su parte. Abriré un post en "El Blasón" para concretar cuando podemos seguir la quest, espero ahí vuestras respuestas.
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