Historia de Lilda Mirathras: El Puente del Juramento Roto

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Yurin

Historia de Lilda Mirathras: El Puente del Juramento Roto

Mensaje por Yurin »

Este relato cuenta la histora del Puente del Juramento Roto. Los sucesos que correponden a este relato se guardan escritos en la misma ciudad a la que se hace referencia, la Ciudadela Felbarr, puesto que su contenido tiene un valor histórico. Además sirve a los ancianos del Pueblo robusto para ensenyar a los enanos más jóvenes el valor de la palabra dada. Entonces, así empieza el relato:

“Después de que las fuerzas de nuestro magnánime rey Emerus Corona de guerra derrotasen las fuerzas orcas que ocupaban la Ciudadela Felbarr, nuestro pueblo se encomendó la restauración de la fortaleza.

Los representantes del rey dieron órdenes para devolverle a la gran Ciudadela su esplendor antes de caer bajo la horda del cacique Oboldo. Entre las tareas que se repartieron, hubieron algunas que fueron muy ambiociosas. Una de ellas era la recuperación de una antigua reliquia que se hallaba en las antiguas ruinas de Delzún, uno de los grandes imperios de nuestra gente que descansa en silencio bajo las oscuras cavernas de la Infraoscuridad.

Ésta empresa fue asignada a siete aguerridos enanos que se llamaban: Thorin, Éberk, Joghan, Ósgar, Grom, Brómur y Hélmer. El rey sabiamente eligió a pocos soldados, puesto que necesitaba efectivos para la reconstrucción y para evitar que el grupo llamase la atención de los peligros que acechan en las profundidades. Así pues, Thorin ordenó a sus hombres que se prepararan ya que dentro de tres días se adentrarían en las entrañas de la tierra para llevar a cabo su peligrosa misión.

Se dice que caminaron durante una semana sin descanso, un día para cada enano. Al séptimo día, Ósgar, el batidor que siempre andaba por delante del grueso del grupo, divisó en la lejanía de una gran caverna las cámaras selladas que guardaban el tesoro que había ido a buscar.

Las cámaras, excavadas en una pared de piedra, solamente tenían un acceso que se habría al final de un abismo por encima del cual flotaba un puente. Los enanos puedieron penetrar en las cámaras tras superar diversas trampas que custodiaban el lugar hasta que llegaron justo delante del tesoro que anhelaban.

Fue entonces, cuando los sucesos se oscurecieron. Un contingente de dúegars guerreros surgieron al otro lado del puente dispuestos a profanar el tesoro y derramar la sangre de los nuestros. El grupo de Thorin se atrincheró en las cámaras sin dejar pasar a los enanos grises por el puente, ya que allí no podían verse superados en número. Nuestros soldados hicieron un pacto de hermanos de batalla, en el que juraron protegerse unos a otros hasta vencer al agresor o caer en combate.

Lucharon codo con codo contra nuestros primos oscuros sin sufrir ninguna baja, puesto que las cámaras disponían de suficiente armamento y dispositivos para su defensa. No obstante, el agua y la comida escaseaba hasta el punto que el grupo tuvo que tomar la difícil decisión de atravesar las fuerzas enemigas por el puente antes de que llegaran refuerzos por parte de los dúegars.
Así que el grupo salió por la puerta con hachas, martillos y mazas en manos mientras el enemigo iba ocupando el puente para dar un nuevo golpe. Los enanos se batieron por encima del abismo, hasta que al cabo de unos asaltos, hubo un hecho inesperado. El filo de una hacha se levantó hacia sus hermanos de batalla, alguien había roto su juramento.

La traición hizo que nuestros hombres fuesen masacrados. Los dúegars robaron nuestra reliquia y las vidas de nuestros honorables guerreros, a excepción de una. Brómur, un enano panzudo hábil con las mazas, cayó en combate, pero fue dado por muerto sin estarlo.
El afortunado Brómur pudo sobrevivir inconsciente en el puente durante unos días hasta que se recuperó. A su alrededor, vio a todos sus compañeros yaciendo en el suelo dónde los dúegars los habían condenado a ser devorados por los gusanos. Contó los cuerpos, uno, dos, tres, cuatro, cinco… faltaba uno, el cuerpo de Joghan. Brómur no podía creérselo, Joghan les había traicionado.

Así pues, Brómur consiguió volver hasta la Ciudadela gravemente herido y explicó a sus superiores lo ocurrido. Éstos dictaron que Joghan Mirathras había sido el culpable y se le maldijo el nombre, llamándole proscrito y traidor o augurándole un final como esclavo de los dúegars. Cuando la noticia llegó a oídos del anciano del clan Mirathras, éste le quitó su apellido a su más preciado guerero y entregó a su hija, Lilda, a la iglesia de los Morndinsamman para que los dioses perdonasen al clan.”

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