Rudos despertares
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Rudos despertares
“¿Cúan seguro es que puedas retener tu identidad por siempre? ¿Cuál es la garantía de que cada momento vivido sea custodiado por tu memoria? Cada triunfo, cada fracaso. Cada rostro, sonrisa y lágrima... Cada elemento vital y a la vez minúsculo de tu reminiscencia podría abandonarte algún día, dejándo tan solo la corteza vacía, la cabeza hueca de recuerdo, el corazón seco de sentimiento...
Ahora que lo sabes, nada es seguro. Ni el cariño ni el odio, ni siquiera TÚ eres seguro. Lo que eres hoy podría perderse para siempre. Y ese pensamiento devora hasta la más apacible de las almas…”
La noche era fría, el cielo amenazaba con la lluvia, pero comenzaba a pensar que el clima de Neves nunca afectaría al capricho de los viajeros que se sentaban frente a las puertas de la villa a intercambiar anécdotas y risas. El suave crepitar del fogón mantenía a humanos, elfos y medianos charlando como si la lluvia fuese un augurio imposible y el frío, una molestia a la que ya se habían acostumbrado. Más de una vez me habré sentado con ellos aún sin conocer a todos, pero esa noche tenía algo incómodo. No sabía si era yo, o qué. Simplemente se me dio por pasar de ellos saludando con un gesto. Mi buen corazón ahora agradece ese instante de antipatía, pero mi calma de ignorante aún desea no haber rechazado la invitación a esa fogata…
Avancé varios pasos, las voces de los reunidos se oían todavía cuando me detuve, unos metros más lejos de ellos. La exclamación que di hizo que todos se dieran vuelta.
Allí estaban los tres, desnudos, maltratados, tirados sobre el pasto como el desecho de alguien que se aburrió de jugar. No sé por qué motivo tuve que gritar algo tan estúpido como “¡POR SHARESS!”, de haber gritado otra cosa estoy segura de que la cantidad de curiosos que salieron a ver hubiera sido la mitad de lo que fue. Dos de ellos eran seres de naturaleza élfica, aún en ese horrible estado la belleza de ambos no podía dejar de notarse. Reconocí a Aldrer, pero no al otro. Y yaciendo junto a ellos, estaba un viejo amigo de Reinhardt. Lamentaba con el alma encontrarle así, más después de las tristes noticias que me habían llegado de Cormyr unas dekhanas atrás…
“¿Vulz? ¿Vulzart? ¡Dioses, respondeme!” intenté reanimarlo sin éxito. La gente comenzaba a congregarse y hacer preguntas y preguntas. Solo unos pocos actuaban realmente. Eché agua en el rostro de Vulz, lo cobijé con mi capa. Lo mismo con uno de los otros, por fortuna una mujer presente de aspecto salvaje comprendió rápido la gravedad de la situación y tapó con unas pieles al elfo faltante.
La cantidad de personas reunidas alrededor nuestro iba en aumento, muchos alarmados por tal horrible aparición a tan solo metros de ellos. El deseo de ayudar de algunos y la mera curiosidad de otros me hacían imposible pensar. Un niño mordiendo a Vulzart en la pierna hizo que mi mente entrara en colapso… ¿Cómo pudieron dejar que un crío mugroso que juega a hacerse el lobo ande mordiendo a un tipo incosciente en el suelo? Todos mirando, y asi el niño casi se hace de la pierna de Vulz. Produje una llamarada que no logró espantarlo, y mis nervios aumentaron tanto que empecé a temer por los presentes. No sería el primer accidente mágico que tenía…
Un mediano intentó correr al niño mordelón, muchas miradas se desviaron hacia él, y aproveché la distracción, conjurando. El mundo, brevemente suspendido, nunca podría saber como esas cuatro personas desaparecieron delante de sus narices.
Los llevé al hospicio, pedí ayuda a Kerila y gracias a la voluntad de Marzhamor sus heridas físicas sanaron. Pero los tres estaban terriblemente desorientados. Con suerte sabían sus nombres, el resto de su memoria parecía haberse perdido.
Gariel, como me enteraría luego que se llamaba, nunca abrió la boca, parecía haber enmudecido. El parecido de éste con Aldrer era impresionante, estoy segura de que son parientes, pero Aldrer negó firmemente haberlo visto nunca en su vida, y Gariel no replicó nada.
Solo pude contemplar esa escena tan triste, me sentía como un ciego tratando de describir un paisaje a tres niños vendados. Un hermano elfo que había olvidado su fe, su senda como paladín de Sune, sus motivaciones, incluso a aquel que podría ser su familia. Otro que era incapaz de hablar, incapaz de hallarse. Y un Vulzart inseguro y rodeado. Tres hombres a la deriva y sin pasado. Sin nada, más que una tonta que les hace preguntas que no podían responder…
Estoy preocupada por ellos, pero tampoco puedo hacerme dueña de sus vidas, confío en que el tiempo o la meditación pueda darles una respuesta. Tan solo puedo esperar y estar cerca, aunque aún sigo buscando a quién el favor de su Dios pueda sanar las heridas que Kerila no.
¿Cúan seguro es que pueda retener mi identidad por siempre? ¿Cuál es la garantía de que cada momento vivido sea custodiado por mi memoria? Cada elemento vital y a la vez minúsculo de mi reminiscencia podría abandonarme algún día, dejándo tan solo una corteza vacía… mi cabeza hueca de recuerdo, mi corazón seco de sentimiento...
Ahora que lo sé, nada es seguro.
Ahora que lo sabes, nada es seguro. Ni el cariño ni el odio, ni siquiera TÚ eres seguro. Lo que eres hoy podría perderse para siempre. Y ese pensamiento devora hasta la más apacible de las almas…”
La noche era fría, el cielo amenazaba con la lluvia, pero comenzaba a pensar que el clima de Neves nunca afectaría al capricho de los viajeros que se sentaban frente a las puertas de la villa a intercambiar anécdotas y risas. El suave crepitar del fogón mantenía a humanos, elfos y medianos charlando como si la lluvia fuese un augurio imposible y el frío, una molestia a la que ya se habían acostumbrado. Más de una vez me habré sentado con ellos aún sin conocer a todos, pero esa noche tenía algo incómodo. No sabía si era yo, o qué. Simplemente se me dio por pasar de ellos saludando con un gesto. Mi buen corazón ahora agradece ese instante de antipatía, pero mi calma de ignorante aún desea no haber rechazado la invitación a esa fogata…
Avancé varios pasos, las voces de los reunidos se oían todavía cuando me detuve, unos metros más lejos de ellos. La exclamación que di hizo que todos se dieran vuelta.
Allí estaban los tres, desnudos, maltratados, tirados sobre el pasto como el desecho de alguien que se aburrió de jugar. No sé por qué motivo tuve que gritar algo tan estúpido como “¡POR SHARESS!”, de haber gritado otra cosa estoy segura de que la cantidad de curiosos que salieron a ver hubiera sido la mitad de lo que fue. Dos de ellos eran seres de naturaleza élfica, aún en ese horrible estado la belleza de ambos no podía dejar de notarse. Reconocí a Aldrer, pero no al otro. Y yaciendo junto a ellos, estaba un viejo amigo de Reinhardt. Lamentaba con el alma encontrarle así, más después de las tristes noticias que me habían llegado de Cormyr unas dekhanas atrás…
“¿Vulz? ¿Vulzart? ¡Dioses, respondeme!” intenté reanimarlo sin éxito. La gente comenzaba a congregarse y hacer preguntas y preguntas. Solo unos pocos actuaban realmente. Eché agua en el rostro de Vulz, lo cobijé con mi capa. Lo mismo con uno de los otros, por fortuna una mujer presente de aspecto salvaje comprendió rápido la gravedad de la situación y tapó con unas pieles al elfo faltante.
La cantidad de personas reunidas alrededor nuestro iba en aumento, muchos alarmados por tal horrible aparición a tan solo metros de ellos. El deseo de ayudar de algunos y la mera curiosidad de otros me hacían imposible pensar. Un niño mordiendo a Vulzart en la pierna hizo que mi mente entrara en colapso… ¿Cómo pudieron dejar que un crío mugroso que juega a hacerse el lobo ande mordiendo a un tipo incosciente en el suelo? Todos mirando, y asi el niño casi se hace de la pierna de Vulz. Produje una llamarada que no logró espantarlo, y mis nervios aumentaron tanto que empecé a temer por los presentes. No sería el primer accidente mágico que tenía…
Un mediano intentó correr al niño mordelón, muchas miradas se desviaron hacia él, y aproveché la distracción, conjurando. El mundo, brevemente suspendido, nunca podría saber como esas cuatro personas desaparecieron delante de sus narices.
Los llevé al hospicio, pedí ayuda a Kerila y gracias a la voluntad de Marzhamor sus heridas físicas sanaron. Pero los tres estaban terriblemente desorientados. Con suerte sabían sus nombres, el resto de su memoria parecía haberse perdido.
Gariel, como me enteraría luego que se llamaba, nunca abrió la boca, parecía haber enmudecido. El parecido de éste con Aldrer era impresionante, estoy segura de que son parientes, pero Aldrer negó firmemente haberlo visto nunca en su vida, y Gariel no replicó nada.
Solo pude contemplar esa escena tan triste, me sentía como un ciego tratando de describir un paisaje a tres niños vendados. Un hermano elfo que había olvidado su fe, su senda como paladín de Sune, sus motivaciones, incluso a aquel que podría ser su familia. Otro que era incapaz de hablar, incapaz de hallarse. Y un Vulzart inseguro y rodeado. Tres hombres a la deriva y sin pasado. Sin nada, más que una tonta que les hace preguntas que no podían responder…
Estoy preocupada por ellos, pero tampoco puedo hacerme dueña de sus vidas, confío en que el tiempo o la meditación pueda darles una respuesta. Tan solo puedo esperar y estar cerca, aunque aún sigo buscando a quién el favor de su Dios pueda sanar las heridas que Kerila no.
¿Cúan seguro es que pueda retener mi identidad por siempre? ¿Cuál es la garantía de que cada momento vivido sea custodiado por mi memoria? Cada elemento vital y a la vez minúsculo de mi reminiscencia podría abandonarme algún día, dejándo tan solo una corteza vacía… mi cabeza hueca de recuerdo, mi corazón seco de sentimiento...
Ahora que lo sé, nada es seguro.
Re: Rudos despertares
No habían ni estrellas ni luna en el cielo aquella nublada noche. Pocos eran los que aún quedaban
despiertos entre los muros del Hospicio. El sonido de una puerta abriéndose rompió el silencio; Lefur,
medio dormido, dio un respingo y se puso firme al tiempo que miraba hacia la puerta que custodiaba.
Vio aparecer a uno de los tres hombres que la elfa había traído el día anterior vestido con las pobres
ropas que pudieron ofrecerle en aquel sitio.
Como si lo hubiesen estado esperando, las nubes empezaron a descargar su lluvia en cuanto aquel
hombre salió del edificio. El enano se apresuró en cubrirse de la lluvia y saludó a su manera.
- Le vendrá bien a esa ropa que te hemos dado algo de lluvia. El mendigo al que pertenecían no era
precisamente un fanático de la higiene -una brusca forma de disculparse por no tener nada mejor que
ofrecerle, podría interpretar alguien que conociese bien a Lefur-.
- Ya me di cuenta de que algo olía mal, maese... -claramente, sus palabras estaban cargadas de doble
sentido-.
- ¡Bueno, bueno! Pues si vas a lavarlas hazlo en el río y bien lejos, ya hemos visto bastante gente
desnuda por hoy aquí.
- Descuide -concluyó la conversación sin tan siguiera mirar al enano-.
El enano le dio la excusa perfecta para alejarse un poco de allí, caminar e intentar ordenar un poco las
ideas. En verdad necesitaba hacerlo, en su cara podía verse un cansancio más propio de alguien enfermo;
y dormir no ponía remedio, era incluso peor; las pesadillas hicieron que se despertase aún más cansado
de su anterior intento de reponerse.
Necesitaba pensar en cómo descubrir qué le había pasado. Demasiadas preguntas sin respuesta, así
que se centró en las preguntas que sí había podido responder hasta ahora.
Sabía que los tres aparecieron desnudos e inconscientes en el norte de Nevesmortas, en el mismo estado.
Todos se sentían frágiles, desorientados y derrotados, no había que ser muy listo para deducir que
habían sufrido la misma suerte. Fuese lo que fuese, les pasó a los tres juntos y seguramente en la
misma medida. Algo o alguien los despojó de todas sus pertenencias, de sus recuerdos y de muchas
cosas que solemos vincular al alma de las personas; cosas como el valor o la determinación; y cosas
que ni el propio Vulzart se atrevía a imaginar. Así lo sentía en su interior y las miradas de los dos elfos
daban a entender que ellos habían sufrido pérdidas similares.
Bastaba con un parpadeo más largo de lo normal para que alguna imagen fantasmagórica y aterradora
apareciese en su mente. Como cuando intentó dormir hacía unas horas. A Aldrer, uno de los elfos que
aparecieron junto a él le había sucedido lo mismo cuando había intentado entrar en trance.
Los elfos... Gariel y Aldrer. El primero ni recordaba su nombre, el segundo, ni siquiera era capaz de
reconocer a quien parecía ser un pariente cercano. Para Vulzart eran prácticamente iguales, aunque
no le dio importancia a este hecho hasta que Maranwë expresó ese mismo pensamiento.
Maranwë... ella fue quien los encontró. Vulzart a penas la conocía, pero sabía que era una persona
muy querida por Reinhardt, eso ya la hacía merecedora de su confianza.
Su mente no parecía tan maltrecha como la del elfo que ni tan siquiera recordaba su nombre. Como si
de un anciano se tratase, Vulzart tenía en su mente bien claros sus recuerdos más antiguos
(recordaba a la elfa, por ejemplo), pero los más recientes eran turbios y oscuros; distorsionados por su
maltrecha mente.
Deambulaba por los alrededores del hospicio, ordenando ideas e intentando interpretar los vacíos en
su cabeza. En uno de esos parpadeos la imagen de un hombre implorándole perdón le asaltó. Esta era
nueva, como si viniese de otro lugar, no de sus pesadillas “¿un recuerdo quizá?” Pensó.
Su pulso se aceleró, ni siquiera sabía por qué, pero siguió andando en esa dirección, hasta que llegó a
la parte trasera del hospicio. Allí se encontró con un pequeño grupo de tumbas. Miró a su alrededor
desconfiado, no sabía cómo interpretar esas sensaciones que le invadían. La noche era demasiado
oscura y no alcanzaba a ver más allá de 4 ó 5 pasos, aun así fue directo hasta una de las tumbas.
“Lyanne, así se llamaba ella. Así te llamarán a partir de hoy”
Murmuró estas palabras como si alguien moviese sus labios por él y cuando se fijó en la tumba algo le
sobresaltó, sintió vértigo, una incontrolable sensación caída al vacío, retrocedió unos pasos y cayó.
Se vio a si mismo entonces enterrando vivo en esa tumba a un hombre mientras éste intentaba
revolverse inútilmente intentando escapar.
Huyó de ese lugar, como si temiese que alguien pudiese descubrir lo que hizo. Corrió hasta que su
cuerpo dijo “basta”. Apoyó su hombro contra un gran árbol y se deslizó hasta el suelo, intentando
recuperar el aire. No sabía ni por qué había salido corriendo, pensando ya más fríamente, entendió que
debía aclarar si ese recuerdo era en verdad suyo o producto de sus pesadillas. Decidió que volvería en
un par de noches, cuando alguna tormenta pudiese enmudecer el ruido que haría con la pala.
Última edición por varang el Jue Dic 09, 2010 1:49 pm, editado 2 veces en total.
Re: Rudos despertares
// Yo sigo sin saber como empezarlo o terminarlo, pero ya me pondré a ello, reservo el espacio.
PD: Muy bueno.
PD: Muy bueno.
Re: Rudos despertares
“La belleza va más allá de la piel. Surge del corazón de cada ser y revela su verdadero rostro al mundo, sea hermoso o feo. Cree en el romance, pues el amor verdadero vencerá sobre todo. Sigue a tu corazón hasta tu verdadero destino. Por encima de tu amor a ti mismo sólo debe estar Sune: entrégate por completo al amor de la Dama del Cabello de Fuego. Realiza un acto de amor cada día y busca despertar el amor en los demás. Responde al amor al menos una vez al día. Alienta la belleza donde quiera que la encuentres. Adquiere objetos hermosos de todo tipo y alienta, apoya y protege a aquellos que los crean. Mantén tu cuerpo tan bonito como puedas y muéstralo de la manera más atractiva que la situación permita. Lleva el peinado y el estilo de vestir que mejor sienten a tu apariencia, intentando incitar y deleitar a los que te miren. Más aún, no te ocultes, preséntate siempre a aquellos que te rodeen con una agradable variedad de ropajes y actividades que produzcas en ellos amor y deseo. Ama a aquellos que respondan a tu apariencia, y deja que la amistad afectuosa y la admiración florezcan donde el amor no pueda o no se atreva a hacerlo.”
Esa noche lo único común eran las infinitas gotas que caían dificultándole el camino a tres tipos y una elfa que ya no sonreía.
¿Quién soy? O quizás debería preguntarme ¿Quién fui? Es horrible cerrar los ojos y ver todo negro, que ni un solo recuerdo se asome a ese escenario vacío que ahora es mi mente. De un segundo para el otro no tuve madre ni padre, no recordaba ni hermanos ni amigos, nunca sentí el calor del amor de una mujer, los caminos y las anécdotas ya no estaban.
El trió siguió caminando impedido por la salud mental de los hombres casi desnudos, por suerte algunas almas piadosas tuvieron suficiente generosidad como para ofrecerles una manta para taparse.
Mi nombre es lo único que recuerdo, Aldrer Mithandir, que vacio es ese apellido, no hay nada que lo sostenga, nada por lo que sentirme orgulloso, nada que me anime a pronunciarlo.
Los tres llegaron al hospicio guiados por Maranwe, las caras de Legnar y Bunar eran indescriptibles cuando vieron a la mujer llegar con tres hombres semidesnudos y con apariencia de borrachos, pero una sonrisa nerviosa, una bolsa con una generosa donación y una breve explicación de lo que pasaba bastaron para ganarse el derecho de dormir esa noche en las viejas e incomodas camas marineras.
¿Por qué esta chica parece conocernos? Yo nunca la vi en mi vida, ¿Por qué nos ayuda? ¿Hubiera yo hecho lo mismo? Y más importante aun ¿Quiénes son estos dos hombres? Klent, no conozco ese nombre y el otro, es la primera vez que le veo la cara. ¿Qué me pasa? Hace mucho que no me siento así, mi mente lo reconoce pero no sé que es. ¿Qué me pasa? ¿Qué me falta?
Entre tiritares por el miedo y el cansancio Aldrer termino por caer rendido en su cama, en la literas continuas descansaban Vulzart y Gariel Mithandir, los otros dos secuestrados.
Una mujer de cabellos de color rojo, los más rojos que alguna vez se vieran, me llamaba.
-¡Aldrer, Aldrer!, ¿ por qué me abandonaste? Yo no fui la que hizo las cosas mal ¿Acaso no volverás? – La mujer decía llorando y gimiendo, agachada en el suelo de una habitación que se extendía al infinito sin pared alguna.
-¿Qu... Quien es usted? ¿Como conoce mi nombre? ¿Dónde estoy?- Todo esto salía de la boca del elfo mientras se acercaba a investigar mejor el rostro cubierto de la triste dama.
De golpe la figura se volteo dejando ver un hermoso rostro por un segundo fugaz, a medida de que se levantaba del suelo la piel comenzó a caérsele y la sonrisa que antes trasmitía paz ahora llenaba al corazón del más valiente de un miedo aterrador.
-¡Ven conmigo, Hijo mío, ven!- esto fue lo último que se escucho de la pelirroja antes de que ataque al elfo.
El paladín Sunita se despertó de un salto de su cama, el terror se adivinaba en su cara, el sudor frio le recorría su espalda y sus ojos no querían parpadear, por suerte el corazón de su acompañante era más grande de lo que cualquiera esperaría y se quedo con él, tranquilizándolo poco a poco. Pero una cosa era seguro, esa pesadilla, no fue normal.
Esa noche lo único común eran las infinitas gotas que caían dificultándole el camino a tres tipos y una elfa que ya no sonreía.
¿Quién soy? O quizás debería preguntarme ¿Quién fui? Es horrible cerrar los ojos y ver todo negro, que ni un solo recuerdo se asome a ese escenario vacío que ahora es mi mente. De un segundo para el otro no tuve madre ni padre, no recordaba ni hermanos ni amigos, nunca sentí el calor del amor de una mujer, los caminos y las anécdotas ya no estaban.
El trió siguió caminando impedido por la salud mental de los hombres casi desnudos, por suerte algunas almas piadosas tuvieron suficiente generosidad como para ofrecerles una manta para taparse.
Mi nombre es lo único que recuerdo, Aldrer Mithandir, que vacio es ese apellido, no hay nada que lo sostenga, nada por lo que sentirme orgulloso, nada que me anime a pronunciarlo.
Los tres llegaron al hospicio guiados por Maranwe, las caras de Legnar y Bunar eran indescriptibles cuando vieron a la mujer llegar con tres hombres semidesnudos y con apariencia de borrachos, pero una sonrisa nerviosa, una bolsa con una generosa donación y una breve explicación de lo que pasaba bastaron para ganarse el derecho de dormir esa noche en las viejas e incomodas camas marineras.
¿Por qué esta chica parece conocernos? Yo nunca la vi en mi vida, ¿Por qué nos ayuda? ¿Hubiera yo hecho lo mismo? Y más importante aun ¿Quiénes son estos dos hombres? Klent, no conozco ese nombre y el otro, es la primera vez que le veo la cara. ¿Qué me pasa? Hace mucho que no me siento así, mi mente lo reconoce pero no sé que es. ¿Qué me pasa? ¿Qué me falta?
Entre tiritares por el miedo y el cansancio Aldrer termino por caer rendido en su cama, en la literas continuas descansaban Vulzart y Gariel Mithandir, los otros dos secuestrados.
Una mujer de cabellos de color rojo, los más rojos que alguna vez se vieran, me llamaba.
-¡Aldrer, Aldrer!, ¿ por qué me abandonaste? Yo no fui la que hizo las cosas mal ¿Acaso no volverás? – La mujer decía llorando y gimiendo, agachada en el suelo de una habitación que se extendía al infinito sin pared alguna.
-¿Qu... Quien es usted? ¿Como conoce mi nombre? ¿Dónde estoy?- Todo esto salía de la boca del elfo mientras se acercaba a investigar mejor el rostro cubierto de la triste dama.
De golpe la figura se volteo dejando ver un hermoso rostro por un segundo fugaz, a medida de que se levantaba del suelo la piel comenzó a caérsele y la sonrisa que antes trasmitía paz ahora llenaba al corazón del más valiente de un miedo aterrador.
-¡Ven conmigo, Hijo mío, ven!- esto fue lo último que se escucho de la pelirroja antes de que ataque al elfo.
El paladín Sunita se despertó de un salto de su cama, el terror se adivinaba en su cara, el sudor frio le recorría su espalda y sus ojos no querían parpadear, por suerte el corazón de su acompañante era más grande de lo que cualquiera esperaría y se quedo con él, tranquilizándolo poco a poco. Pero una cosa era seguro, esa pesadilla, no fue normal.
Última edición por seba172 el Lun Dic 06, 2010 1:06 am, editado 1 vez en total.
Alud Kcohs, Finrod Caresir, Anager Bolghar, Sebastian Facheringh, Reise Walker.
Re: Rudos despertares
//matense ¬¬ no escribo más.
Ahora en serio, van a dejar el post pelado?
y gracias. =)
Ahora en serio, van a dejar el post pelado?
y gracias. =)
Re: Rudos despertares
Che che! que estaba en eso yo!
Alud Kcohs, Finrod Caresir, Anager Bolghar, Sebastian Facheringh, Reise Walker.
Re: Rudos despertares
//Este es un informe entregado a la Capitana de la Orden de Caballeros
Informe IMPORTANTE acerca de los Hermanos Aldrer y Gariel Mithandir
*Un sobre bastante mas grueso del que esta acostumbrada la capitana aparece en su escritorio, Con la firma del Caballero Abdel Siraj, Escriba de la orden y Portador de Estandarte.*
Informe IMPORTANTE acerca de los Hermanos Aldrer y Gariel Mithandir
*Un sobre bastante mas grueso del que esta acostumbrada la capitana aparece en su escritorio, Con la firma del Caballero Abdel Siraj, Escriba de la orden y Portador de Estandarte.*
Capitana, mientras volvia de un ejercicio de batalla con la aspirante Soleith Bella, me he encontrado vagabundeando al hermano Escudero Aldrer. Estaba utilizando unos harapos y parecia caminar sin rumbo. La aspirante Bella me comento que tambien habian encontrado al hermano Gariel y junto con la señorita Patson y el aspirante Navishino lo habian encerrado en las celdas de la Orden, Por que jamas se me informo de tal suceso nunca lo comprendere.
Envie a la aspirante a buscar a algun alto cargo mientras lleve al hermano hacia las instalaciones de la Orden. Parecia reconocerme a mi y al edifcio, su nombre, pero no recordaba haber pertenicido a la Orden o su vida mas alla de un par de Noches.
Fisicamente no presentaba ninguna heridas mas su psiquis presentaba algun trauma el cual me vi imposibilitado a determinar. Sugiero que la señorita Patson vuelva a tomarle entre sus cuidados ya que lamentablemente mis habilidades han sido insuficientes para mejorarlo.
Le he entregado una llave de los aposentos de la Orden, junto con una llave de la Orden y a recordado la habitacion donde se recompuso del ataque drow, espero eso le ayude, hemos quedado en que se quedara haciendo reposo en la habitacion hasta que pueda visitarlo Patson.
Una arcana con el nombre de Maranwe Tasartir se ha presentado y a explicado que fue ella quien encontro a Aldrer, tambien al hermano Gariel y un hombre con el nombre de Vulzart Klent en el norte de Nevesmortas, desnudos e igual de desorientados. Le he agradecido a la señorita Tasartir su ayuda y discrecion en este asunto y se la ha visto realmente preocupada por la salud de nuestro hermano.
Cuando llegue a la Orden fui inmediatamente a las celdas tambien a buscar al hermano Gariel, mas no le encontre alli adentro como me habia aseguro la aspirante.
El guardia de turno me informo que habia encontrado al Caballero Gariel en una de las celdas, cuando le pregunto por que estaba alli, Gariel le respondio que le habian metido por error, que no debia estar ahi. El guerdia constato que NO HABIA NINGUN INFORME por el cual Gariel se encontrara en esa celda, y teniendo en cuenta su reputacion lo ha liberado.
Solo yelmo sabe donde puede encontrarse ahora el hermano Gariel, pero si presenta lo mismo sintomas que Aldrer, no recuerda nada sobre su vida pasada.
Sugiero que se busque ya mismo al hermano Gariel y cualquier informacion acerca de su paradero y mision en los ultimos meses.
Tambien aprovecho para recalcarle la importancia de que los demas reclutas y caballeros de la Orden redacten informes acerca de sus actividades, de otra manera no tenemos forma de saber a donde se dirigen o donde han estado.
Siempre a sus ordenes
Abdel Siraj
Última edición por Profesor323 el Lun Dic 06, 2010 3:00 pm, editado 1 vez en total.
Re: Rudos despertares
*Plas, plas, plas*Shamandalie_Vethas escribió:“¿Cúan seguro es que puedas retener tu identidad por siempre? ¿Cuál es la garantía de que cada momento vivido sea custodiado por tu memoria? Cada triunfo, cada fracaso. Cada rostro, sonrisa y lágrima... Cada elemento vital y a la vez minúsculo de tu reminiscencia podría abandonarte algún día, dejándo tan solo la corteza vacía, la cabeza hueca de recuerdo, el corazón seco de sentimiento...
Ahora que lo sabes, nada es seguro. Ni el cariño ni el odio, ni siquiera TÚ eres seguro. Lo que eres hoy podría perderse para siempre. Y ese pensamiento devora hasta la más apacible de las almas…”
¡Qué siga, qué siga!
Re: Rudos despertares
Habían pasado ya varias lunas… bueno, varias dekhanas desde la última vez que los había visto. Cuando me alejé aquella noche del hospicio deseaba que Sehanine les regalase una visión para volver a hallar su identidad, pues yo no tenía más alternativa que alejarme y dejarlos a ellos mismos reecontrarse.
Poco supe del destino de los hermanos de la Orden y aún menos de Vulzart, que siempre fue un sujeto solitario y errante a mi parecer. Él era en realidad el que más me preocupaba pues, mal que mal, la Orden de Caballeros ya debía estar encima de Aldrer y su hermano, haciendo cuanto podían hacer… y estudiándolos con detalle, seguramente.
Allí estaba, debajo de la luz de la luna, repasando uno de los tantos libros de hechizos que había encontrado en la biblioteca, con la lluvia danzando a mi alrededor bajo el árbol al norte de Neves. Ese lugar de nuevo me traería una aparición inesperada.
- Al fin te veo, Maranwë.
Alze la vista, el ojo de Vulzart me contemplaba, escondido bajo la negra capucha. Tarde poco en reconocerlo, por el parche, aunque admito que su manera de hablar parecía distante y espantosamente formal para su costumbre.
Cerré el libro, algo anonadada con la visita. Me acerqué un poco, cerciorándome, prácticamente acribillándolo a preguntas. Su rostro estaba serio. Con el paso de las personas que entraban y salían de la villa, pareció alterarse levemente.
- Creo que sería mejor… hablar en un lugar más alejado.- pidió él. Asentí y nos adentramos en el bosque de caza en silencio. Los jabalíes parecían alejarse de nosotros a medida que avanzábamos, hasta que al fin nos detuvimos en el linde.
- Tengo preguntas que hacerte, como imaginarás… supongo. -Comencé de nuevo. Evalué su estado. Parecía cansado, falto de… sueño, como dicen ellos. Estaba por preguntarle si había hecho progresos con su memoria, pero preferí desviar la pregunta hacia los otros dos, antes de interrogar sobre él.
-¿Sabes algo de los elfos de la Orden? Los hermanos… Bueno, Aldrer y… Gariel, era su nombre creo. - Me deslicé sobre un largo tronco hasta caer en el suelo. - No he sabido casi nada desde la última vez…
- La Orden los llevó a ver a Ashnar. Lo sé porque los estuve siguiendo… - Se dejo caer pesadamente sobre la hierba y prosiguió. - El clérigo les dio algo, un líquido preparado… supongo que bendecido. Dijo que eso les ayudaría a recobrar la memoria.
- Es una buena noticia. Tanto tiempo sin saber nada… Me temía lo peor.- comenté con alivio.- Pero… ¿qué hay de ti, entonces? ¿Por qué no pediste ayuda tú también?
Tardó un poco en responder, como si pensase la respuesta. Terminó sentenciando en tono susurrante.
- Porque hay cosas en mi memoria que prefiero quedarme para mí.
Le miré sin comprender.
- Tu memoria… Siempre será tuya. De nadie… más, ¿o no? Qué quieras divulgar los hechos de tu pasado es algo diferente… - y luego lo pensé un poco más- O… ¿acaso tienes miedo de lo que puedas encontrarte?
- Hay recuerdos turbios, que no consigo diferenciar entro lo soñado y lo vivido. -Su rostro estaba sombrío.- Si acepto su ayuda, me hará preguntas, y no quiero responder ante alguien que no confío.
- Es simple, le dices que no recuerdas nada, o le mientes acerca de lo que recuerdas.
- No soy un hombre cuyas mentiras pasen desapercibidas- replicó.
- Eso se arregla, créeme.- No pude evitar sonreírle, aunque por más que intentase persuadirlo era inútil. Qué va, a mí las mentiras me han funcionado en numerosas ocasiones. Desistí y agregué. -Bueno, de todas formas, las que me das son buenas noticias.
- ¿Usted cree? - con ese trato formal aún cuando yo le tuteaba.
- No hace falta la formalidad… y sí, yo creo. Para empezar, dos hermanos que no recuerdan su lazo de sangre… es algo horrible. Y cualquier cosa que puedan hacer para recuperarlo es una buena noticia.
- Hay un problema. -dijo mirando a su diestra. Alcé la ceja confundida - NO QUIEREN solucionar su problema.
-¿Cómo… cómo no? ¿No quieren ir tras el maldito que les hizo esto? - exclamé con indignación.
- Al parecer, ellos no. - me volvió a mirar con algo de rabia contenida.- Yo pienso darle caza y hacerle pagar. Así que les envié una carta, un ultimátum. Pero ellos… parecen no querer o poder. Eso es lo que aún no sé. Tenía un contacto, conocía a alguien que podía infiltrarse en la Orden y buscarles, pero ya no es posible utilizar a esa persona.
- Supongo que si tú tampoco has querido recobrar los recuerdos, debes comprender el por qué ellos no…
- Cómo decirlo… - tomó aire y lo soltó lentamente. -Quiero recobrarlos, pero no quiero que sea cualquiera el que hurgue en mi mente.
De pronto, algo pasó por mi cabeza.
- Se me ocurre una idea… pero la verdad es que relaciona a una de las escuelas de magia que menos me apetece… Y no sé si ha dado grandes resultados como para mencionar… ¿Qué me dices de un maestro de Adivinación?
Grande fue mi sorpresa cuando lo vi sonreír una única vez, satisfecho.
- ¡Sabía que eras la indicada! - sonreí de lado. Agregó con disimulado entusiasmo. - Anduve investigando en Argluna… fue difícil con mi escaso conocimiento de magia. La encargada de la tienda de pergaminos me habló de dos conjuros, pero son de esferas avanzadas… Quinta y sexta. Puedo conseguir los pergaminos, pero necesito alguien capaz de dominar el conjuro.
Me miró de forma penetrante, supongo que con la intención de que me ofreciese como usuario de la urdimbre, pero ciertamente la adivinación no era mi punto fuerte. Sin embargo no dejé de preguntarle el nombre de los conjuros, aunque ninguno de ellos era uno que haya lanzado alguna vez.
- Dame unas dekhanas, el conomiento que requiere esta idea solo puede provenir de un arcano especialista en la escuela. Prefiero demorar esto un poco más y encontrar a alguien capacitado y hacerlo lo mejor que se pueda, que hacerlo mal, o darte información imprecisa.
- Está bien- asintió profundamente. Me pareció ver que lo decía con mucho esfuerzo, al perecer estaba en una lucha interna. Agregó después. -En cuanto a su amigo y a su hermano… No respondieron mi ultimátum. Les dije que les daba una dekhana para encontrarse conmigo, y no obtuve respuesta.
- No te recuerdan, ni se recuerdan ellos mismos. ¿Por qué deberían confiar en ti?
- No sé si por confianza, pero por necesidad, algo debería de apremiarles en resolver esto, si están en mi mismo estado… No sé como os afecta a vosotros el no poder entrar en trance, pero a mi, desde luego, me está haciendo mella.
Se incorporó, suspiré. Quizás en la Orden los tenían algo limitados y por eso no habían acudido al llamado.
- Si pudieses enterarte, seguro que sería de ayuda. Yo seguiré en Argluna, hospedado en el Roble Dorado. Seguro consigues más que yo…
Terminé por asentirle a su rostro cansado. Medité la situación, mientras contemplaba a su figura perderse en la espesura del bosque. En la Orden, no había mucha forma de hurgar, no conocía a nadie… y fue entonces que se me ocurrió.
Dana, la Sacerdotisa. Ella debía estar al tanto del estado de los dos hermanos. Si hago las preguntas adecuadas, podría decirme algo revelador, o al menos darme alguna pista de su paradero.
Volví a la villa, pensando, ideando. Un maestro en adivinación, una rama de la magia que no era de mis predilectas… y cuyos especialistas requieren de la misma adivinación para ser hallados. ¿Cómo encontrar a alguien capacitado y confiable? Ya lo resolvería pronto.
Poco supe del destino de los hermanos de la Orden y aún menos de Vulzart, que siempre fue un sujeto solitario y errante a mi parecer. Él era en realidad el que más me preocupaba pues, mal que mal, la Orden de Caballeros ya debía estar encima de Aldrer y su hermano, haciendo cuanto podían hacer… y estudiándolos con detalle, seguramente.
Allí estaba, debajo de la luz de la luna, repasando uno de los tantos libros de hechizos que había encontrado en la biblioteca, con la lluvia danzando a mi alrededor bajo el árbol al norte de Neves. Ese lugar de nuevo me traería una aparición inesperada.
- Al fin te veo, Maranwë.
Alze la vista, el ojo de Vulzart me contemplaba, escondido bajo la negra capucha. Tarde poco en reconocerlo, por el parche, aunque admito que su manera de hablar parecía distante y espantosamente formal para su costumbre.
Cerré el libro, algo anonadada con la visita. Me acerqué un poco, cerciorándome, prácticamente acribillándolo a preguntas. Su rostro estaba serio. Con el paso de las personas que entraban y salían de la villa, pareció alterarse levemente.
- Creo que sería mejor… hablar en un lugar más alejado.- pidió él. Asentí y nos adentramos en el bosque de caza en silencio. Los jabalíes parecían alejarse de nosotros a medida que avanzábamos, hasta que al fin nos detuvimos en el linde.
- Tengo preguntas que hacerte, como imaginarás… supongo. -Comencé de nuevo. Evalué su estado. Parecía cansado, falto de… sueño, como dicen ellos. Estaba por preguntarle si había hecho progresos con su memoria, pero preferí desviar la pregunta hacia los otros dos, antes de interrogar sobre él.
-¿Sabes algo de los elfos de la Orden? Los hermanos… Bueno, Aldrer y… Gariel, era su nombre creo. - Me deslicé sobre un largo tronco hasta caer en el suelo. - No he sabido casi nada desde la última vez…
- La Orden los llevó a ver a Ashnar. Lo sé porque los estuve siguiendo… - Se dejo caer pesadamente sobre la hierba y prosiguió. - El clérigo les dio algo, un líquido preparado… supongo que bendecido. Dijo que eso les ayudaría a recobrar la memoria.
- Es una buena noticia. Tanto tiempo sin saber nada… Me temía lo peor.- comenté con alivio.- Pero… ¿qué hay de ti, entonces? ¿Por qué no pediste ayuda tú también?
Tardó un poco en responder, como si pensase la respuesta. Terminó sentenciando en tono susurrante.
- Porque hay cosas en mi memoria que prefiero quedarme para mí.
Le miré sin comprender.
- Tu memoria… Siempre será tuya. De nadie… más, ¿o no? Qué quieras divulgar los hechos de tu pasado es algo diferente… - y luego lo pensé un poco más- O… ¿acaso tienes miedo de lo que puedas encontrarte?
- Hay recuerdos turbios, que no consigo diferenciar entro lo soñado y lo vivido. -Su rostro estaba sombrío.- Si acepto su ayuda, me hará preguntas, y no quiero responder ante alguien que no confío.
- Es simple, le dices que no recuerdas nada, o le mientes acerca de lo que recuerdas.
- No soy un hombre cuyas mentiras pasen desapercibidas- replicó.
- Eso se arregla, créeme.- No pude evitar sonreírle, aunque por más que intentase persuadirlo era inútil. Qué va, a mí las mentiras me han funcionado en numerosas ocasiones. Desistí y agregué. -Bueno, de todas formas, las que me das son buenas noticias.
- ¿Usted cree? - con ese trato formal aún cuando yo le tuteaba.
- No hace falta la formalidad… y sí, yo creo. Para empezar, dos hermanos que no recuerdan su lazo de sangre… es algo horrible. Y cualquier cosa que puedan hacer para recuperarlo es una buena noticia.
- Hay un problema. -dijo mirando a su diestra. Alcé la ceja confundida - NO QUIEREN solucionar su problema.
-¿Cómo… cómo no? ¿No quieren ir tras el maldito que les hizo esto? - exclamé con indignación.
- Al parecer, ellos no. - me volvió a mirar con algo de rabia contenida.- Yo pienso darle caza y hacerle pagar. Así que les envié una carta, un ultimátum. Pero ellos… parecen no querer o poder. Eso es lo que aún no sé. Tenía un contacto, conocía a alguien que podía infiltrarse en la Orden y buscarles, pero ya no es posible utilizar a esa persona.
- Supongo que si tú tampoco has querido recobrar los recuerdos, debes comprender el por qué ellos no…
- Cómo decirlo… - tomó aire y lo soltó lentamente. -Quiero recobrarlos, pero no quiero que sea cualquiera el que hurgue en mi mente.
De pronto, algo pasó por mi cabeza.
- Se me ocurre una idea… pero la verdad es que relaciona a una de las escuelas de magia que menos me apetece… Y no sé si ha dado grandes resultados como para mencionar… ¿Qué me dices de un maestro de Adivinación?
Grande fue mi sorpresa cuando lo vi sonreír una única vez, satisfecho.
- ¡Sabía que eras la indicada! - sonreí de lado. Agregó con disimulado entusiasmo. - Anduve investigando en Argluna… fue difícil con mi escaso conocimiento de magia. La encargada de la tienda de pergaminos me habló de dos conjuros, pero son de esferas avanzadas… Quinta y sexta. Puedo conseguir los pergaminos, pero necesito alguien capaz de dominar el conjuro.
Me miró de forma penetrante, supongo que con la intención de que me ofreciese como usuario de la urdimbre, pero ciertamente la adivinación no era mi punto fuerte. Sin embargo no dejé de preguntarle el nombre de los conjuros, aunque ninguno de ellos era uno que haya lanzado alguna vez.
- Dame unas dekhanas, el conomiento que requiere esta idea solo puede provenir de un arcano especialista en la escuela. Prefiero demorar esto un poco más y encontrar a alguien capacitado y hacerlo lo mejor que se pueda, que hacerlo mal, o darte información imprecisa.
- Está bien- asintió profundamente. Me pareció ver que lo decía con mucho esfuerzo, al perecer estaba en una lucha interna. Agregó después. -En cuanto a su amigo y a su hermano… No respondieron mi ultimátum. Les dije que les daba una dekhana para encontrarse conmigo, y no obtuve respuesta.
- No te recuerdan, ni se recuerdan ellos mismos. ¿Por qué deberían confiar en ti?
- No sé si por confianza, pero por necesidad, algo debería de apremiarles en resolver esto, si están en mi mismo estado… No sé como os afecta a vosotros el no poder entrar en trance, pero a mi, desde luego, me está haciendo mella.
Se incorporó, suspiré. Quizás en la Orden los tenían algo limitados y por eso no habían acudido al llamado.
- Si pudieses enterarte, seguro que sería de ayuda. Yo seguiré en Argluna, hospedado en el Roble Dorado. Seguro consigues más que yo…
Terminé por asentirle a su rostro cansado. Medité la situación, mientras contemplaba a su figura perderse en la espesura del bosque. En la Orden, no había mucha forma de hurgar, no conocía a nadie… y fue entonces que se me ocurrió.
Dana, la Sacerdotisa. Ella debía estar al tanto del estado de los dos hermanos. Si hago las preguntas adecuadas, podría decirme algo revelador, o al menos darme alguna pista de su paradero.
Volví a la villa, pensando, ideando. Un maestro en adivinación, una rama de la magia que no era de mis predilectas… y cuyos especialistas requieren de la misma adivinación para ser hallados. ¿Cómo encontrar a alguien capacitado y confiable? Ya lo resolvería pronto.