Selar, poemas en Nevesmortas

[Dilvish]

I.

Selar llegó a la Rosa y el Martillo poco despúes de que el sol abandonase Nevesmortas.

Se sentía cansado y enfermo, aunque ya recuperado gracias a los sanadores de la Atalaya. También bastante decepcionado sobre la seguridad de la creciente ciudad de mineros. Unas ratas gigantes le habían atacado en las cercanías de la tienda del mediano donde solía acudir en busca de equipo. Solo la llegada tardía de un guardia, mas preocupado por que soltase su lanza que por defender su vida, le había salvado de la muerte.

Más luego las heridas se infectaron, como suele ocurrir con las alimañas, y tuvo que acudir a los siervos de Lathander en busca de ayuda. No estaba muy orgulloso de su habilidad con las armas y sin duda se había equivocado al llevar una lanza, como tantas otras veces le había reñido su padre:

-"Ay, hijo mío... ¿de que te sirve golpear más fuerte con un arma de dos manos si no vas a llegar vivo para ver el siguiente combate? Un escudo y una espada. Ese es el equipo de deberías llevar... aunque claro, el señorito cree que un poeta no debe llevar escudo, ¿verdad?"

El joven semielfo sonrío con tristeza recordando a su padre y en ese momento llegó la camarera con una jarra de cerveza de las arenas doradas. Selar la despidió con dos o tres palabras amables, y sacó un legajo de papeles y un poco de carboncillo. Sin pensar mucho en ello, escribió:

Cual enormes sierpes en pleno vuelo,
decenas de ratas en Nevesmortas,
participan de un extraño juego,
¡morder a los bardos que resultan idiotas!

Dudoso honor el del gran guerrero,
que empuñando su orgullosa lanza,
cae en combate último y primero,
contra tan poderosa y grotesca enemiga.

¿Y que decir del excelso y ejemplar guardia,
que en vez de proteger al ciudadano,
prefiere que este suelte sin temor su lanza,
aunque una enorme rata le muerda la mano?

Dragones y ogros, trolls y oscuros magos,
cesad en vuestros macabros planes,
pues con la pericia que demuestran mis manos,
tenéis en las simples ratas el mayor de los males.

Solo la pluma no parece capaz de proteger,
al que una espada es incapaz de sostener.

A la mañana siguiente, Selar fue a la tienda del abastecedor y cambio sus equipo por una coraza, un escudo y una maza. Lo mejor que su exigua fortuna puso a su alcance.

//Pues nada, que me mataron unas simples ratas en Nevesmortas y es algo que no debía dejar pasar en la historia del bardo.

1saludo

[Wantu]

Los pobres Bardos somos unos sufridores

Me gustó tu pequeño relato, no todo son grandes tramas también sale una buena historia de una muerte lastimera

A ver si coincidimos dentro