Manada
Meses? Quizás años?
Por una u otra razón se había quedado solo en las extensas tierras de la Marca.
De tanto en tanto se había encontrado con manadas sueltas que merodeaban un territorio y se abalanzaban sobre sus machetes.
Tiempo. Mucho tiempo.
Los machetes habían sido afilados en incontables ocasiones. La sangre se había vertido y empapado sus filos.
Las garras habían destrozado carne, músculo y hueso. Las mandíbulas se habían cerrado con fuerza sobre numerosas Presas.
Hacia un par de meses la afluencia de los licántropos provenientes del Rauvin, había sido acompañada por una sensación de furia que se extendía sutilmente por los bosques y caminos.
Presa, Cazador, Caza…
Ahora los tiempos nuevamente cambiaban.
Hacía unas lunas había estado a punto de dar caza a una hembra. Para su agrado o desagrado resulto ser relativamente importante su supervivencia.
Pero ahora todo giraba rápido. Demasiado rápido para el gusto del explorador.
Primero Larms… luego Marcus… y si Marcus había regresado la niña, Isazara, también lo haría.
Lo que supondría más de una disputa.
Manada. Una palabra que sonaba bastante vacía en los últimos tiempos.
Los machetes afilados, cuidados y pulidos, reflejaron la luz de la luna.
Shein, Ethan y Norisse cruzaron el portal abierto por la arcana de regreso a Nevesmortas tras salir del castillo.
Ante él se abría nuevamente el bosque sagrado y entrechocó los machetes.
Osos, lobos… manadas atacando y defendiéndose.
Los machetes cortaron profundo. Las garras y colmillos hicieron lo propio en el cuerpo del explorador.
Fuerza. La fuerza de la manada. Las palabras de Larms resonaron en su mente mientras observaba las grandes presas y sus heridas comenzaban a sanarse.
Manada…
La fuerza de uno, la fuerza de todos.
El explorador gruñó en medio del bosque y sacudió los machetes esparciendo las gotas de sangre por las cercanías.
- Manada – murmuró para luego chasquear la mandíbula.
Un águila dorada a lo lejos atrajo su atención.
- “Con tantas plumas que hemos dejado atrás no podías haber cambiado esa tuya del sombrero”
Phineas sonrió al recordar el comentario de Norisse.
Pocos minutos después el explorador pasaba por delante del Descanso de los Paramos y en el sombrero, una dorada pluma de águila.
Manada.
Quizás…
Noche… Luna… Oscuridad.
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Re: Noche… Luna… Oscuridad.
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Re: Noche… Luna… Oscuridad.
El rival
La cachorra y él avanzaron a traves del Paso, sorteando las patrullas de barbaros y orcos.
Avanzaron al amparo de la noche, causando el ruido necesario para alcanzar su destino.
El Rauvin se abrio ante ellos. Una desolada fortificacion de la Legion les dio el saludo. Sangre, restos y centenares de huellas.
Ambos podian entrever los movimientos en la lejania y entre la densa vegetacion. Estaban siendo rodeados.
El hombre sonrió y ajustó la pluma dorada del sombrero.
- Por aqui, cachorra.
En mitad del puente lo notaron, la presión. La sensacion que merodeaba el Paso, nacia alli. Una fuerza que ensalzó y casi nubló los instintos primarios.
Un gruñido y las pesadas botas del hombre continuaron su camino. Su camino hasta su objetivo. Su camino a su rival.
A cada paso que daban se internaban en los inicios del Bosque. Alli donde antes los elfos salvajes tenian sus pusto de vigilancia, solo habia silencio y un chaman. Un chaman que aguardaba la llegada de la pareja.
- que bucais aqui? - los gruñidos y aullidos les llegaron en un claro comun a sus oidos.
- Ella nada. Yo quiero un desafio.
Los aullidos se alzaron y fueron acallados a un gesto del chaman.
- Tanto ansias ser despedazado?
- Morir o vivir. Quiero cazar algo digno de - la mirada del hombre se perdio en lo profundo del bosque- Él.
El chaman aguardó un instante mientras el hombre volvia la mirada al licantropo que empuñaba el bastón de fuego.
- Adentrate, tu muerte te aguarda.
El hombre chasqueó la mandibula y paso por el lado del licantropo sonriendo.
La Muerte.
Eso fue lo que penso Phineas cuando las garras sesgaron capa, armadura y carne. El inmenso licantropo blanco se movia veloz y la velocidad de los machetes parecia insuficiente.
Los machetes cortaban profundo, las garras aun más.
La pluma de aguila dorada se mecia despacio en el sombrero colgado de una rama.
El combate llevaba un par de minutos y la cachorra observaba como las heridas se abrian en ambos contendientes.
Un giro, dos, tres... Con un gruñido Phineas saltó a un lado cayendo sobre las sombras del denso bosque.
Su adversario se quedo quieto, tenia unos segundos, conocia bien lo que sucederia a continuacion.
El licantropo saltó sobre donde phineas se ocultaba a la vez que este entrechocaba los machetes y cerraba los ojos.
- Hoja Mortal.
Las palabras fueron un quedo susurro, los ojos del Cazador observaron a la mole que se echaba sobre él ... y sonrió.
Dos pasos a la derecha, uno atras, tres adelante...
Los machetes resplandecian carmesis con la luz de la luna, Phineas extendio los brazos a los lados y aullo con toda la fuerza que le restaban en sus pulmones, se giró y hundio nuevamente los machetes en el pecho del moribundo licántropo.
Los filos se quedaron enterrados tras hacer los surcos, mientras las manos se hundian en el pecho del caido y sacaban su corazón.
Dio el último mordisco y tragó a la vez que quitaba los machetes del cuerpo.
- Vamos, cachorra - ambos filos empapados en sangre volvieron a las vainas, se limpió la sangre de la abrba en la manga y las manos en la capa. - hoy no queda nada pendiente aqui para nosotros, ya volveremos.
Recogió el sombrero de ala colgado en la rama y colocó la pluma.
La cachorra y él avanzaron a traves del Paso, sorteando las patrullas de barbaros y orcos.
Avanzaron al amparo de la noche, causando el ruido necesario para alcanzar su destino.
El Rauvin se abrio ante ellos. Una desolada fortificacion de la Legion les dio el saludo. Sangre, restos y centenares de huellas.
Ambos podian entrever los movimientos en la lejania y entre la densa vegetacion. Estaban siendo rodeados.
El hombre sonrió y ajustó la pluma dorada del sombrero.
- Por aqui, cachorra.
En mitad del puente lo notaron, la presión. La sensacion que merodeaba el Paso, nacia alli. Una fuerza que ensalzó y casi nubló los instintos primarios.
Un gruñido y las pesadas botas del hombre continuaron su camino. Su camino hasta su objetivo. Su camino a su rival.
A cada paso que daban se internaban en los inicios del Bosque. Alli donde antes los elfos salvajes tenian sus pusto de vigilancia, solo habia silencio y un chaman. Un chaman que aguardaba la llegada de la pareja.
- que bucais aqui? - los gruñidos y aullidos les llegaron en un claro comun a sus oidos.
- Ella nada. Yo quiero un desafio.
Los aullidos se alzaron y fueron acallados a un gesto del chaman.
- Tanto ansias ser despedazado?
- Morir o vivir. Quiero cazar algo digno de - la mirada del hombre se perdio en lo profundo del bosque- Él.
El chaman aguardó un instante mientras el hombre volvia la mirada al licantropo que empuñaba el bastón de fuego.
- Adentrate, tu muerte te aguarda.
El hombre chasqueó la mandibula y paso por el lado del licantropo sonriendo.
La Muerte.
Eso fue lo que penso Phineas cuando las garras sesgaron capa, armadura y carne. El inmenso licantropo blanco se movia veloz y la velocidad de los machetes parecia insuficiente.
Los machetes cortaban profundo, las garras aun más.
La pluma de aguila dorada se mecia despacio en el sombrero colgado de una rama.
El combate llevaba un par de minutos y la cachorra observaba como las heridas se abrian en ambos contendientes.
Un giro, dos, tres... Con un gruñido Phineas saltó a un lado cayendo sobre las sombras del denso bosque.
Su adversario se quedo quieto, tenia unos segundos, conocia bien lo que sucederia a continuacion.
El licantropo saltó sobre donde phineas se ocultaba a la vez que este entrechocaba los machetes y cerraba los ojos.
- Hoja Mortal.
Las palabras fueron un quedo susurro, los ojos del Cazador observaron a la mole que se echaba sobre él ... y sonrió.
Dos pasos a la derecha, uno atras, tres adelante...
Los machetes resplandecian carmesis con la luz de la luna, Phineas extendio los brazos a los lados y aullo con toda la fuerza que le restaban en sus pulmones, se giró y hundio nuevamente los machetes en el pecho del moribundo licántropo.
Los filos se quedaron enterrados tras hacer los surcos, mientras las manos se hundian en el pecho del caido y sacaban su corazón.
Dio el último mordisco y tragó a la vez que quitaba los machetes del cuerpo.
- Vamos, cachorra - ambos filos empapados en sangre volvieron a las vainas, se limpió la sangre de la abrba en la manga y las manos en la capa. - hoy no queda nada pendiente aqui para nosotros, ya volveremos.
Recogió el sombrero de ala colgado en la rama y colocó la pluma.
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