Shiga

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Lain

Shiga

Mensaje por Lain »

Abriendo Caminos

El desgarrador grito de la mujer se elevó entre las ramas de la bóveda del bosque que les hacía de techo. Los pasos de Landor iban arriba y abajo con nerviosismo, vigilando el bosque que se abría delante de él con las armas en las manos. La penumbra del ocaso bañaba con largas sombras el paisaje que pronto se oscurecieron hasta que sólo quedó la luz plateada de la luna que le daba una atmósfera etérea y fantasmal a los alrededores. De vez en cuando miraba de reojo a Nerlin, que a duras penas cogía a la pequeña bola de carne sanguinolenta que acababa de salir de sus entrañas.
-Date prisa, mujer.- Ladró Landor en un susurro con una mueca, mirando de nuevo al bosque, con el pulso acelerado golpeándole las sienes.
Nerlin respiraba con dificultad, tumbada en el suelo del bosque, mientras le limpiaba las fosas nasales al bebé. Notaba cómo los años pesaban en su cuerpo con ese parto que notaba que la había dejado más débil que cualquier otro que hubiera tenido. Ni ella ni Landor eran ya ningunos jovencitos, como pasaba con todo el poblado que había ido disminuyendo en número hasta quedarse con muy pocos miembros y en su mayoría ancianos. Ellos dos eran los más jóvenes, sus hijos o habían muerto o se habían ido a fundar otros poblados en otros bosques. Éste era probablemente el último bebé que nacería y no tendría más que a Nerlin para salir adelante porque no contaban ya con ninguna otra mujer que pudiera suplirla si ella no podía darle el pecho. Landor se detuvo mirando a la mujer que ahogaba un leve sollozo, sin llegar a caerle las lágrimas, mientras cogía al bebé mirándolo con preocupación.
-Haz que llore de una maldita vez, Nerlin, no tenemos toda la noche.- Landor miraba al bebé con el mismo rostro de preocupación que la elfa pero entonces, después de que ella lo sacudiera un poco, el bebé empezó a llorar con fuerza. Ambos suspiraron aliviados pero Landor sintió un líquido cálido bañar sus pies desnudos. Miró al suelo y observó cómo un charco de sangre estaba extendiéndose desde donde Nerlin estaba tumbada en el suelo. Miró a la elfa con el pánico reflejad en su rostro y esta le devolvió una mirada serena, cansada, incluso con una leve sonrisa de tranquilidad en los labios. Murmuró algo que él no llegó a comprender y sus ojos se cerraron dejando caer la cabeza a un lado. El elfo se precipitó hacia ella tirando las armas al suelo y la sacudió gritando su nombre una y otra vez pero no había nada que hacer. La mujer se había desangrado y el bebé se sacudía en su pecho, aún rodeado por sus brazos inertes.
Landor apretó la mandíbula con fuerza apoyando la frente sobre la de la Nerlin, que se había quedado fría como la roca enseguida, oyendo de fondo los sollozos y sintiendo los pataleos del recién nacido, y entonces, levantó la mirada hacia ese ser. Vio que era una niña, una pequeña que se movía con fuerza, sana, pero sin futuro. Arropó a su hija con una manta para que no pasara frío y la miró largo y tendido con la mente rebosante de pensamientos. Mientras la mecía y ella se calmaba pudo sentir cómo aquel era el fin de su poblado, sabiendo que la última hembra fértil había muerto dejando a una hija de la cual nadie podría hacerse cargo. Cargó a su hija a la espalda en un pequeño cesto y cogió sus dos armas empezando a caminar con determinación.
Última edición por Lain el Vie Dic 30, 2011 3:58 pm, editado 1 vez en total.
HibridoK

Re: Shiga

Mensaje por HibridoK »

Buen comienzo,me iba a meter contigo pero lo dejare para mas adelante que esta parte es muy triste :cry:
Lain

Re: Shiga

Mensaje por Lain »

A Salvo

Había pasado mucho tiempo desde que habían acogido a la pequeña elfa en su casa pero aun seguía casi igual que cuando la sacaron del templo. Allí había pasado unos cuantos años y todavía aparentaba apenas uno, empezando a caminar a trompicones y diciendo alguna palabra suelta y mal dicha. Sin embargo, sus padres adoptivos la miraban con cierta extrañeza pues no parecía una elfa cualquiera. Su piel era más oscura y parecía más corpulenta, más grande.
-¿Cómo ha podido llegar un bebé de elfo salvaje a un templo de Nevesmortas? No me lo explico... - Reflexionaba en voz alta su madre mientras amasaba el pan del día con su marido al lado tallando un trozo de madera.
Ambos estaban mirando cómo la pequeña, sentada en el suelo cerca del fuego, daba golpes en el suelo con un trozo de pino mientras su hermano reía a carcajadas a su lado.
-¿Qué más da?... Es raro, pero ahora es nuestra y la criaremos como si hubiera salido de tus entrañas.- Sentenció la voz ronca del padre encogiéndose de hombros mientras pasaba el cuchillo entre las vetas de la madera.

Su hermano, en un principio menor que ella, había crecido y se había fortalecido y sin embargo ella seguía siendo apenas una chiquilla. Deseaba seguir yendo con él y su padre a los entrenamientos de tiro con arco pero aun no tenía la fuerza suficiente para llevar un arco largo y el arco corto hacía mucho que a su hermano se le había quedado pequeño. Las otras niñas "de su edad" pronto crecían y pasaban por una adolescencia que parecía no llegarle nunca, eternizándosele los años. Sin embargo, sus ojos tenían mucho más tiempo para ver lo que a los demás se les escapaba por sus frenéticas vidas humanas y sus experiencias se acumulaban aun siendo muy joven preparándola mejor para los cambios venideros que veía reflejados en la vida de los que la rodeaban.
Así, demasiado niña para los conocidos de hace tiempo, y demasiado madura para los que eran igual que ella en apariencia, pasó su infancia deambulando por las calles de la villa, solitaria, hosca y extraña. Señalada por su corpulencia, pues los elfos que se solían ver más a menudo eran gráciles y finos, en cambio ella tenía una fisionomía mucho más fuerte, de espaldas robustas y piernas resistentes. Además, su mal carácter era un profundo foso inundado a su alrededor que la aislaba del resto más aún que su peculiar apariencia. En su sangre parecía estar grabada a fuego su tendencia a los enfados, gritos, peleas y discusiones, enfatizándose cada vez más con el paso del tiempo.
En un principio sólo se relacionaba con los más adultos pero pronto empezó a descubrir el dolor que causaba verlos envejecer con tanta rapidez, hasta que incluso sus padres se hicieron ancianos y su hermano estaba casado y con hijos llevando su propia vida alejada de la de ella, alejándose así un apoyo vital en ese momento. Ella apenas había empezado a entrar en una temprana adolescencia cuando su madre cayó enferma y murió siendo una anciana. La elfa siguió cuidando de su anciano padre unos años más, que para ella duraron un suspiro hasta que, ya demasiado anciano para soportar el peso de la vida sobre sus hombros, acabó dejando este mundo en paz y habiendo vivido demasiado. Había vivido toda una vida de humano y la de sus padres se había apagado dejándola sola con una vida de elfa por delante que apenas empezaba a despuntar un tenue destello.

Mientras se convertía en una joven adulta, pasó su adolescencia con su hermano y sus sobrinos, que también crecían con rapidez, pero la relación ya no era ni mucho menos estrecha. Salía al bosque y estaba días acampada en él. Cuando volvía a la villa tenía un techo y comida caliente pero los que vivían allí podían ver lo alejada que estaba de todo, introspectiva, casi siempre callada y con el ceño fruncido como si su mente estuviera confusa de forma continua. Una mañana, su hermano la encontró preparando una pequeña bolsa.
-¿Te vas?... - Preguntó de pasada sin darle mucho interés a su tono. Como respuesta sólo recibió un asentimiento sin que ella se girara siquiera a mirarlo. Las arrugas penetraban en los laterales de los ojos del hombre y su pelo, antaño negro azabache, se empezaba a volver plateado. La elfa por su parte tenía un cuerpo de mujer totalmente desarrollada como recién adquirido a pesar de tenerlo desde hacía mucho tiempo. Aun así, su fisionomía era nervuda, su cintura apenas estaba definida y su busto pasaba desapercibido.
Se recogió el pelo caoba con una cinta de cuero sin mucho cuidado, quedando una coleta desaliñada, y se echó el bolso por el cuello dejándolo colgar pegado a su costado. Entonces, sus ojos verde oscuros se clavaron con una flecha en los de su hermano que tenía unas expresión a mitad camino entre la resignación y la preocupación.
-Esta vez no me esperéis.- Pronunció la voz áspera de Shiga con dureza. Dicho esto, dio unos pasos hacia la puerta pero su hermano la detuvo cogiéndola de un brazo.
-¿Cómo que no te esperemos? ¿Te vas de la villa?- Su tono adquirió mayor énfasis mirándola extrañado. Ella miró su mano reteniendo su brazo un segundo y luego volvió a levantar la mirada hacia los ojos azules de su hermano con un gesto brusco para zafarse de su mano, moviendo el hombro hacia atrás.
-Claro que no me voy de la villa. Nevesmortas es mi casa, pero no pinto nada bajo tu techo. Ya me las sé arreglar yo solita, no voy a molestarte más ni a ti ni a los tuyos.- Habló con sequedad, afianzándose después el bolso al cuello dispuesta a seguir caminando, pero se quedó esperando a que él siguiera hablando.
-No digas eso, Shiga...- Las palabras del hombre sonaron lastimeras.- Te he dicho mil veces que no molestas.
Ella lo miró unos instantes frunciendo un poco el ceño y apretando los dientes y finalmente dejó escapar un resoplido con fastidio.
-Lo sé. La que se molesta soy yo. Me molestáis, me molesto a mí misma estando aquí.- Señaló a su alrededor con una mano abarcando la estancia de la casa con un tono de disgusto y rabia apenas contenida.- Tengo que irme y lo sabes.
Lo dijo con sequedad, a sabiendas de que esas palabras le iban a hacer daño a su hermano y así se reflejó en la mirada del hombre que se quebró con un gesto apenado al escucharla.
-Sí. Tienes que marcharte.- Dijo él finalmente con resignación.
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