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Publicado: Dom Dic 30, 2007 7:01 pm
por maethorgaraf
Vuelve el elfo salvaje....

Publicado: Lun Dic 31, 2007 3:38 am
por Silvanus
Enhorabuena por la historia. Gran escrito
Publicado: Mar Ene 15, 2008 6:40 pm
por Elenthyl
IV. Cartas sobre la mesa.
La noche transcurría fría y apacible, una suave brisa mecía en lento balanceo las plataformas diseñadas por el maestro carpintero. Elenthyl trabajaba en su caballete de las alturas, dando forma de nuevo a aquella extraordinaria rama. El Ojo de Artemís, el primer arco de la Montaraz, volvía a la vida entre sus manos.
- Ilmanasë… ah…
El elfo salvaje repetía el nombre de su recientemente recuperada compañera mientras trabajaba, en una suerte de mantra o inspiración. Todos sus arcos eran únicos, y quizá esa era su forma de moldear no sólo madera, sino almas y destinos, el canto sagrado de cada una de sus armas. En las alturas, su hermano animal suplía su vigilancia constante. Noche bostezaba abriendo sus inmensas mandíbulas.
La noche avanzaba, y las sombras se extendían. Una tiniebla entre tinieblas se movía. Imperceptible, eficaz, el explorador drow trepaba a los pináculos arbóreos en el más completo de los silencios.
Cuando daba forma a un arco, los sentidos del explorador se fundían en su arte. Vista , tacto, oído… Elenthyl era uno con la noche, un instrumento de creación, era realmente uno con el arco. Un extraño olor casi lo saca del trance, un aroma que pocas veces había sentido. Mirando a las alturas no vio al macho pantera, escuchó un instante pero nada inusual se oía… tampoco Noche había dado la alarma. Continuó trabajando sin reconocer el aroma. Sobre él, a algunos metros, el animal acechaba. No se permitía siquiera alertar al compañero, tal era su estado de tensión y alerta.
Aztnarteim acechaba, el experto asesino se movía pegado a las sombras, sigiloso se acercaba al artesano. El drow le ganaba la espalda lentamente, cada uno de sus movimientos una obra de eterna perfección. Diez, cinco, dos metros. Desenfundó sin un siseo, sus espadas brillaron en la noche mientras se acercaban al cuello del elfo salvaje.
Las armas centellearon, era todo lo que Noche necesitaba. Él también había percibido el extraño olor, y su agudo olfato no había dudado un instante: Drow. Concentrado en la vigilancia de su hogar, se había apostado en silencio buscando sin éxito la amenaza. No había duda, la brisa lo revelaba, un drow asaltaba las plataformas. Pero… ¿dónde? El brillo provocó su salto y trescientos kilos de garras y dientes atravesaron la noche en dirección a la espalda de su compañero.
Un cuerpo que rasga el viento, el sonido de un resorte que salta. Una espada corta el aire, malhiriendo al animal en rapidísima respuesta. Un instante vital para el elfo salvaje, que rueda bajo el caballete descolgando el arco y montando una flecha en un único movimiento. Una espada le roza el cuello, una flecha permanece a un milímetro del brillo rojizo del ojo del drow.
Tablas.
Los expertos cazadores se miran a los ojos, separándose lentamente, apreciando la calidad de su adversario.
- Baja el arma, Darthiil, de quererlo ya estarías muerto…
- Enfunda tú antes, traidor a la raza…
Aztnarteim comienza la conversación con su élfico académico. Su extraño acento hace rechinar el bello idioma.
- Respondeme a una pregunta… y me iré.
Media sonrisa cruza con suficiencia ambos rostros, en un nuevo cruce de aceros entre dientes.
- ¿Dónde está la traidora?
- La traidora…
El elfo salvaje intenta reprimir su expresión de sorpresa e intriga. De nuevo los drow, de nuevo aquella desconocida traidora… No tiene la menor idea de qué habla el explorador oscuro, decide obtener alguna información confiando a ciegas en sus escasas dotes para la lucha verbal, arrojándose suicida hacia delante como tantas veces ha hecho ya.
Mientras razona su oponente, aburrido, decide continuar la conversación.
- Se refugia aquí… sois tan… tan torpes que no os dais cuenta.-
la mirada del drow es de suficiencia, casi de incredulidad ante la falta de conocimiento del elfo salvaje – Es una traidora a los suyos y a nuestra diosa, así como a los tuyos, sucio Darthiil…-
ahora Aztnarteim se impacienta y mira preocupado a las alturas. Está a punto de amanecer.
- Su cabeza… que típico.-
Abrumado por el torrente de información el elfo salvaje intenta ganar tiempo, mientras asimila lo escuchado. Sabe que el sol saldrá en menos de media hora. – Dices que me ha traicionado a mi… bien, le daré caza en ese caso. ¿Cómo dices que se… llamaba?
Sea quien fuere la traidora a los drow, el elfo salvaje la acogería encantado bajo sus ramas. Los enemigos de sus antagonistas eran sus aliados, la flexible moral del anciano admitiría a cualquiera que tuviera sed de sangre oscura. Su sencilla treta no funcionó.
- Acabarán con vosotros, si no lo hacen aquellos que buscan su cabeza… Aluvè, Darthiil…
La oscuridad aún reinaba, se abatió con furia sobre los pináculos arbóreos, la inversa de una detonación. A pesar de estar preparado la ultravisión llegó demasiado tarde a los ojos de Elenthyl, su enemigo se había esfumado. A algunos metros sobre su cabeza el explorador drow contemplaba a su adversario, esgrimiendo una leve sonrisa mientras enfundaba de nuevo el arma con la que había abatido a Noche, antes de desaparecer en el incipiente amanecer. Mientras atendía a su malherido compañero la mente del elfo salvaje trabajaba al máximo de su capacidad…
¿Quién… porqué?
... continuará
Elenthyl Quart´Hadast
//... y de repente, entras una tarde al server y un tipo al que llaman DM se marca una escena contigo... Dedicada a vosotros, sois un equipazo

Publicado: Mié Ene 16, 2008 5:13 pm
por Elenthyl
Elenthyl Quart´Hadast, fundador de la Flecha del Destino, en los Pináculos Arbóreos, a Lynn el archimago, maestro arcano de la Orden de Nevesmortas, en algún punto de la Marca Argéntea; por triplicado mediante exploradores, por Sundabar, Adbar, Nevesmortas.
Saludos, amistad, respeto, servidor de Mystra, maestro de los jóvenes. Agua fresca y brisa clara, oh archimago. Entrego este mensaje a buenos exploradores, con la esperanza de que te localicen con prontitud, pues muchas cosas han pasado desde nuestro último encuentro.
Antes que nada las buenas noticias: la Montaraz ha vuelto, hermano. La cascada cobriza retumba de nuevo en el bosque. Su risa llena otra vez el espacio inmenso pues se ha recuperado por completo y campea libre por la Marca. Mi alma vuelve a estar completa y la luz se ha reinstalado en este prematuramente anciano corazón.
Una luna ha recorrido el cielo desde los hechos que ahora te relato. Encontré a la sacerdotisa, nuestra Xae, junto al puesto de Shard donde se reunían algunos artesanos. Instantes después de aparecer ella se nos mostró de nuevo un doble oscuro y deformado de su imagen, esta vez hasta su caballo fue imitado. Se acercaba al grupo y, ante el temor de provocar alguna crisis con su toque a los aventureros allí reunidos, le ordené que se detuviera, y no lo hizo. Una de mis flechas la desmontó y otra acabó con la farsa, deshaciéndola en jirones de humo. Debo reconocer que me produce cierta impresión atravesar con mis flechas el cuello de los dobles de mis escasos amigos, pero ya sabes que nunca me ha temblado el pulso y nunca lo hará si estoy seguro de lo que veo.
Ante la estupefacción general invité a los presentes a una charla en las plataformas élficas de la sede, con el fin de arrojar algo de luz sobre sus miedos. Acudió la joven druida Meredith, flanqueada por aliados: un tal Baestios y un elfo lunar de magnífica destreza en el arte de tallar cuyo nombre no recuerdo. También Lyman el semielfo, el ojo certero de Elvandor, yo mismo e Ilmanase, cuya belleza salvaje se nos unió no mucho más tarde. Conduje personalmente las bridas de Xae hasta la sede.
Al llegar a las plataformas encontramos pequeñas llamas intentando consumir el gran árbol. La druida deshizo con prontitud el desastre al transfigurarse en columna de agua helada y sofocar los fuegos diseminados. Superando la emoción de ver nuestra sede atacada de nuevo los reuní a todos en círculo y empecé a hablar a pesar de mi falta de fluidez oral. Escribir siempre fue más fácil, como bien me enseñó mi abuelo. Sin embargo nuevos hechos turbaron los ánimos y las sombras se abatieron sobre nuestros corazones.
Las protecciones de la druida cayeron sin aparente motivo y una espía de extraño acento y aroma de provocación fue descubierta a nuestra vera. Digo espía porque allí estaba, sin ser invitada ni revelarse antes de que Meredith algo sospechara y fuera así acorralada. Morrigan fue el nombre que dio al ser requerida, y es el que yo conozco. Numerosas arañas descendieron de las altas ramas y atacaron a la espía, hasta que fueron reducidas por los allí presentes. La confusión se extendió y de no ser por Ilmanase quizá hubiera sido linchada allí mismo, acusada de todo lo malo que al bosque le ocurre, sin ton ni son.
La Montaraz recuperó el espíritu de acogida de la Flecha y se encaró con el grupo de Meredith hasta conseguir que fuera tratada como uno más. No relataré duras palabras ni enfrentamientos entre féminas pues ambos sabemos que no requieren de un motivo para producirse: está en su naturaleza, mucho más cuando la naturaleza misma corre por la sangre de ambas.
El caso, fiel hermano, es que nada en claro sacamos y el sol comenzaba a despuntar. Caos y confusión interfieren una vez más en el trato de los defensores del bosque, empiezo a creer que esta situación podría superarnos y abocar en catástrofe. Algo nos divide, estamos siendo derrotados. Una noche en vela y en vano de nuevo, archimago. Antes del amanecer Morrigan nos abandonó. Sin embargo un detalle me llamó poderosamente la atención y por eso envío elfos a recorrer los puntos cardinales en busca de tu valioso consejo: Morrigan parecía conocer a Xae, y ambas abandonaron juntas las alturas perdiéndose en el amanecer. Hablaron de cosas que no comprendo, lo cual nada quiere decir pues lejos del arco y la flecha sabes que no soy hábil. No como tú, arcano, pues tu inteligencia brilla con el brillo de las estrellas. Por eso acudo a ti una vez más.
Habla con la sacerdotisa, averigua quién es su conocida, pues las interferencias drow son cada vez más frecuentes y empiezo a sospechar que la traidora de la que hablan vive entre nosotros y será clave en la resolución del enigma. Quizá encontremos en ella la aliada que necesitamos. Quizá la bella Xae sepa algo más que nosotros de todo esto. Debes hablar con ella urgentemente, hermano. Encomiendo mi destino a tu capacidad de discernir.
Noble aliado, hermano de mi sangre, que tu descendencia llene los bosques y tus alumnos te superen. Buena luna, Lynn.
Elenthyl Quart´Hadast
Publicado: Mié Ene 16, 2008 6:13 pm
por eldharion
Una pixi atraviesa la bifurcación con una carta a cuestas. Cada hoja del camino atrae la vista del pequeño ser y a pesar de ello sigue su camino sin desviarse ni dejarse distraer.
Allí donde se cruzan los caminos se desvía hacia el norte danzarina entre osos, lobos y algún viajero ocasional, hasta abandonar el mismo dirigiéndose a la espesura. Unas breves palabras en la lengua de la magia la hacen desaparecer de la vista mientras se interna en el bosque bendito por Silvanus, el conocido como Bosque Legendario, debido a los fabulosos animales que en el habitan.
Volando entre las magnificas águilas la pequeña pixi encuentra lo que buscaba, un rubio y escuálido elfo, demasiado elegante para estar en un lugar como ese, sentado al pie de una imponente caída de agua, con un magnifico lobo a su lago, que de desearlo devoraría al confiado elfo de un solo bocado. El elfo no solamente no muestra temor alguno, sino que además parece bastante cómodo ante el enorme animal que tampoco muestra agresividad alguna ante el elfo, atento a sus palabras, gruñidos, gestos, expresiones, el elfo parece querer comunicarse con el enorme lobo, cualquiera diría que pretendería hablar con el.
Ante la llegada de la pixi el elfo canturrea unas palabras acompañadas por unos pases arcanos que le permitan atravesar el conjuro de invisibilidad que envuelve a su pequeño familiar y con una curiosa mirada observa la carta que porta.
-¿Una carta mi pequeña Bele?
- ¡Wimi ni ninfa! - Exclama alegre y exhausta la pequeña pixi.
Tomando y abriendo la misiva, el joven arcano comienza a leerla sin poder evitar una carcajada.
-Archimago y hace unos días Jefe de los arcanos, hay que ver cuantos títulos para un simple arcano, cualquier día elegido de Mystra, por este camino.
La sonrisa se le desvanece según continúa la lectura y un gesto serio y reflexivo aparece en su rostro.
-Lo lamento hermano lobo, en otra ocasión continuaremos la practica de tu lengua y ese misterio que nunca he conseguido desentrañar.
Poniéndose en pie, el joven maestro arcano pliega, dobla y guarda la carta cuidadosamente entre sus pertenencias, la pequeña pixi se esconde tras su capa mientras el hechicero toca el broche de su capa. Un breve sonido indica la activación del conjuro, luego solo el viento ocupa el lugar en el que antes se encontraba el elfo, a su alrededor la vida del bosque continua, indiferente a lo allí sucedido.
Publicado: Vie Ene 18, 2008 11:33 pm
por Elenthyl
V. El susurro del árbol.
Medio día en el puesto avanzado de aventureros de Nevesmortas. El pequeño villorrio crecía día a día, como atestiguaba el incesante tráfico que dominaba el cruce de caminos que daba origen al enclave. Un gnomo vendía comida aquí, el escriba redactaba mensajes sin cesar allá… la vida bullía entre mercaderes, artesanos y toda clase de aventureros. Un figura destacaba entre la multitud, otra la observaba discretamente, sentado bajo el enorme árbol nevesmorteño.
Lady Iruss charlaba con un joven aspirante, un tal Nathan Kross. Elenthyl la contemplaba, pensativo y taciturno. Había acudido a la fuente del poblado con la esperanza de encontrar a Lynn, y averiguar al fin la respuesta a su carta enviada. Pero el arcano aún no había aparecido. Le reconfortaba ver a Iruss allí en medio del barullo, con su halo de dignidad élfica, destacando entre el resto. Siempre es bueno tener un aliado cerca en tiempos de incertidumbre.
La vista del anciano elfo salvaje se nubló un instante, inesperadamente. En su mente se materializaba un sentimiento de urgencia. Algo le hacía acudir presto a los pináculos arbóreos, debía volver a las plataformas con rapidez. Urgencia… ¿o alarma? Sin pensarlo un instante se puso en pie, acercándose a Iruss con la preocupación por mirada.
-Lady Iruss… acompañadme, sólo vos.
Dejando al aspirante estupefacto, Elenthyl salió a la carrera no bien hubo terminado de decir estas palabras. El sentimiento de apremio era cada vez mayor. Un sentimiento profundo y muy arraigado en su ser le impelía a avanzar hacia el gran árbol. A cierta distancia, Iruss le seguía.
Tras unos minutos de frenética persecución la elfa llegó a las plataformas. Cuando la Dama alcanzó las alturas descubrió al explorador en la zona de meditación, enfrentado a una figura encapuchada. Acercándose con premura se disponía a desenvainar pero una mano alzada por Elenthyl le hizo detenerse. Sus miedos no se hicieron realidad, aquello no parecía una nueva amenaza. Con el rostro sumido en una densa y tranquila oscuridad, el Guardián de las Llaves comenzaba a hablar.
-¡…Ah! Ella… tú también has protegido al bosque, a tu manera… ¡Lo sé!
Tenía el aspecto de un personaje de edad avanzada, una enorme capucha cubría sus facciones y un pesado manto abrigaba su figura. Apoyándose en un bastón de más de dos metros de longitud, el Guardián miraba al elfo salvaje y reía entre dientes, asintiendo lentamente ante los dos elfos.
-¿Quién sois? – en las sombras de las pasarelas, Iruss no podía reprimir su asombro ante la extraña familiaridad que, de alguna manera, emanaba quien fuera el encapuchado.
-Todo a su debido tiempo, pequeña Iruss… elfo salvaje, asegura estas ramas, no permitas que nadie nos interrumpa…
Un silbido y Noche bajó de las alturas una vez más, ya recuperado de la herida del drow. Tras susurrarle unas palabras en su oído Elenthyl se dirigió de nuevo ante el extraño visitante y su aliada. La pantera macho corría rauda a levantar con sus fauces las cuerdas que daban acceso a aquella zona, dejándola así incomunicada.
-Tu nombre se escucha por los cuatro puntos cardinales, elfo salvaje… por todo el bosque- apoyado en su bastón, el Guardián miraba al suelo mientras hablaba. Parecía una charla entre amigos de toda la vida, tal era el efecto que causaba sobre los elfos – Sé que velas por él… y que un auténtico corazón late en ese pecho salvaje.
-Sólo hago lo que es necesario hacer, padre Árbol
-Vengo a darte un obsequio, explorador…
Sorprendido, Elenthyl no sabía cómo responder a aquello, y optó por guardar silencio. El viejo Guardián sonreía, e Iruss era partícipe de la escena sintiendo una gran alegría en su corazón.
-Un obsequio reservado para los auténticos, los elegidos… un refugio para los que comprenden de verdad al bosque, y entienden la naturaleza. Sólo dos llaves han sido entregadas hasta ahora, ésta es una de ellas. Encontrarás el lugar, y también al resto de elegidos… El tiempo no me sobra, elfo salvaje. ¿Comprendes? Sólo los puros pueden acudir al descanso de Silvanus…
Sacando la mano de debajo de su amplio manto, el Guardián de las llaves hacía entrega de una de ellas al elfo salvaje. Las estrellas brillaban plácidas en el cielo, un aroma a flores nocturnas llenaba el aire del bosque.
-Úsala bien… y busca a los otros… - Un instante después Iruss y Elenthyl se miraban cara a cara. Estaban solos de nuevo. Unas palabras llegan flotando en la noche, llevándose con ellas el perfume.- “Guárdalas bien… es un presente, un pasado… y un futuro…”
Poniendo una mano en el hombro de su hermano, Iruss miraba orgullosa al elfo salvaje. Repitiendo el gesto de su aliada, el elfo salvaje cerraba el círculo.
-Suerte, Elenthyl, y que las estrellas guíen tu camino. Y recuerda… - Iruss continuaba hablando, mientras el elfo salvaje se perdía ya entre los arbustos, rápido como una flecha en dirección norte.- … pase lo que pase, acude a mí. Siempre estaré al lado de un… hermano.
A algunos kilómetros de allí, en las profundidades del bosque, otra figura encapuchada avanzaba a una endiablada velocidad en dirección sur. Su trayectoria se cruzaba con la del elfo salvaje en un recóndito punto de la maraña vegetal, envuelta en la helada neblina de la noche de la Frontera Salvaje… el refugio de Silvanus.
...continuará.
Elenthyl Quart´Hadast
Publicado: Sab Ene 19, 2008 5:44 pm
por Elenthyl
VI. Montaraces
Cae la noche sobre la Marca Argéntea. Al norte del camino de la bifurcación acontece una invisible e inusual actividad. Protegidos por el manto de las sombras que se extiende sobre Faerun, un numeroso grupo se mueve con velocidad bajo los árboles. Varios exploradores lo flanquean. Más de veinte figuras recortándose en negro se mueven como un solo ser, atravesando a gran velocidad el bosque de Nevesmortas en dirección sur.
Las primeras estrellas se asoman a la floresta descubriendo tres personajes recostados sobre las ramas. Elenthyl y Artemís comparten la fría noche en los pináculos, contemplando la bóveda celeste. A su lado una joven druida, Relem, participa en su conversación mientras acaricia a un somnoliento Noche. El anciano elfo salvaje comenta su idea de formar un grupo de guardabosques, con el fin de proteger un área delimitada, una reserva salvaje que permita el restablecimiento del equilibrio. Por algún lado había que empezar, discutían.
Un varón comanda la expedición. Impulsivo e inexperto en la superficie, su ansia de complacer a su sacerdotisa le ha impulsado a lanzar esta acción. El comando drow toma posiciones elevadas sobre los pináculos arbóreos en una perfecta coreografía de gráciles movimientos. Dos asesinos comienzan a aproximarse a las figuras recostadas sobre los árboles.
El elfo salvaje recibe el primer ataque, dos puñales lanzados sobre él. Superado por la sorpresa, apenas tiene tiempo de dejarse caer, aterrizando varios metros por debajo de las ramas que ocupaba con sus compañeras. Arriba el Ojo de Artemís cantaba mientras Relem desenfundaba lanzándose al ataque como un animal enfurecido. Cuando después de unos instantes llega a su posición original el elfo salvaje sólo ve confusión y combate. Varios drow se enfrentan a la druida, mientras la Montaraz salta de rama en rama haciendo retroceder a los asaltantes con certeras descargas de su carcaj. Los drow han perdido la sorpresa, pronto el combate se equilibra. Han perdido a sus asesinos y el resto del comando se repliega en un movimiento coordinado. Las plataformas se sumen en silencio.
- Por el gran Roble… esta vez son muchos.- Elenthyl comprueba preocupado el estado de Ilmanase, pero tanto ella como la druida parecen estar bien.
- Estas ramas ya no son seguras, Aca…
- Si quieren fuego… les daremos fuego – los ojos de Relem brillan un instante en la noche, y la joven druida se transfigura en una hembra drow de increíble belleza .
El ataque se reanuda, esta vez con gran intensidad. Dejando atrás el sigilo el comando drow se lanza contra los tres defensores. Caen arañas de las ramas, varios dardos cruzan la mágica oscuridad que acompasa la ofensiva. Todos los filos apuntan a Relem y los elfos danzan ahora a su alrededor, rechazando estocadas y colocando flechas en posiciones inverosímiles. Una y otra vez la transfigurada druida se ve acosada por varios enemigos, se ha convertido por alguna razón en el primer objetivo del comando. Uno tras otro los atacantes caen sin poder llegar a tocar la sinuosa figura de Relem.
Tras abatir a la mitad del grupo asaltante, el combate vuelve a detenerse. Las fuerzas de luz y oscuridad se observan, jadeantes, midiéndose antes de reanudar el duelo a muerte. Varias heridas decoran a los aventureros, pero siguen en condiciones de luchar y caerán a un alto coste. Un figura se destaca entre los drow. El líder del comando toma la palabra y se dirige a los defensores.
- Esto es lo que pasa por no entregar a la traidora… Morirá, y con ella todos los que algo han tenido que ver en su camino… como vosotros, sucios Darthiil, ahora… - la sonrisa del drow se congela en la noche - … ahora vosotros también sois un objetivo.
Una nota resuena en el bosque, sorprendente e inesperada. El canto limpio del Ojo de Artemís llena la noche mientras una flecha se materializa en la garganta del arrogante líder drow. Confiado en exceso, el inexperto clérigo ha sobrevalorado a la Montaraz. Al identificarse como portavoz se ha mostrado como un atractivo blanco a la cazadora. Artemís sólo había tenido que esperar a que empezase a hablar para colocar una flecha en esa grieta que su enemigo le mostraba. Suficiente para la exploradora.
El combate está más igualado que nunca, y el comando ha perdido a su torpe líder. Replegándose con rapidez en la noche, los supervivientes se pierden en la oscuridad. Los defensores se permitían un jadeante respiro, mirándose con preocupación a los ojos.
- Este lugar no es seguro, Elen… ahora lo primero es sobrevivir – el gesto de Artemís es de resignación, limpio reflejo de la expresión del explorador. La druida vuelve a su forma natural y los contempla con expresión consternada, mientras el elfo salvaje asiente a su compañera sin decir palabra.
- Abandonamos la Flecha… nos ocultaremos en el Refugio durante algunas lunas… Debemos solucionar esta situación cuanto antes.
En las profundidades del bosque dos figuran echan una mirada atrás, recordando tantos buenos momentos vividos entre aquellas ramas. Dejan allí parte de su vida, pero son un blanco fácil en aquellas ramas. Había llegado la hora de volver al bosque. Replegarse y volver con fuerza, reunir a los guerreros de la naturaleza. Una solitaria druida ve como los dos elfos se pierden entre las ramas, moviéndose en perfecta coordinación.
Volver a su esencia montaraz.
...continuará.
Elenthyl Quart´Hadast
Publicado: Lun Ene 21, 2008 3:02 pm
por Elenthyl
VII. Luz de Luna
Envuelto en una capa ajada por los años una oscura figura meditaba. El Refugio estaba completamente vacío. Chop. Chop. Chop. Sumido en la cadencia de una pequeña fuente de agua, junto al pequeño altar, el elfo salvaje rumiaba los últimos acontecimientos. Todo, se decía, es como disparar una flecha. Un arquero debe estudiar no sólo la diana sino todo lo que la rodea, antes de disparar… una vez lanzada, la flecha no vuelve atrás, y no es común que haya oportunidad de realizar otro disparo. Si no estudias bien la diana, estás abocado al fracaso. Sobre el tupido manto vegetal que lo cubría, la lluvia repicaba suavemente uniéndose al ritmo del chapoteo en singular melodía. Pero… ¿y si la diana no se mostraba? ¿Qué hacer cuando no hay un blanco a la vista?
Elenthyl sentía la multitud de dudas e interrogantes, acosándole desde los cuatro puntos cardinales. Saturado, no era capaz de discernir un objetivo, no veía la diana que resolvería el problema. Cuando la noche cubrió el bosque estaba mentalmente agotado. La lluvia cesó, dejando vahos helados aquí y allá. Al retirarse las nubes mostraron una inmensa luna llena. La luna del cazador, se dijo el anciano explorador. Abrigándose en su vieja capa tomó sólo algunas hojas de Weldazh, colocándolas en su carcaj. Destino Último lo acompañaría, mientras el resto de su equipo quedaba al amparo de Silvanus. El abrumado elfo salvaje se disponía a fundirse con el bosque.
La temperatura bajaba rápidamente entre los arbustos calados. Adentrándose en el soto el elfo salvaje se dejaba llevar por sendas inexistentes en busca de una presa digna, del desahogo del enfrentamiento. Sus pasos no sonaban en la quietud limpia y oscura de los árboles silenciosos. Podía percibir las gotas de lluvia resbalando por las hojas, chapoteando aquí y allá. El canto de un joven búho buscando por primera vez su sustento. Imperceptible, seguía avanzando guiado por su instinto.
Un enorme jabalí con colmillos como cimitarras parecía esperar al explorador. Su tamaño era tal que casi igualaba la altura del elfo. Erguido sobre poderosas extremidades lo miraba fijamente al otro lado del pequeño claro bañado por la inmensa luna. Resoplando, cubrió el aire a su alrededor con humeante vaho. La caza había empezado.
Corrieron como alma que lleva el diablo durante largos minutos, quizá horas, mientras la luna ascendía en su celeste transcurrir. Ramas y espinas azotaban al cazador por todo el cuerpo mientras imágenes se arremolinaban a su alrededor. El pulso clavado en sus oídos. Sólo la visión nítida de su presa en sus ojos. El elfo salvaje encarnaba un espíritu primigenio.
El terreno se elevaba paulatinamente, comenzaron a subir un promontorio rocoso que se abría paso como un enorme filo entre los árboles. Finalmente el gigantesco puerco clavó sus pezuñas en tierra, girando bruscamente. Sus colmillos hendieron la noche buscando órganos vitales de su persecutor. Revolviéndose en el aire, Elenthyl esquivaba el impacto mortal y rodaba a un lado para, impulsado como un resorte, apoyarse en un tronco caído y saltar por encima del súbito ataque. Siempre con arco y flecha en mano, el cazador sobrevolaba la presa, apuntaba en un instante de segundo, dispara casi a quemarropa entre los ojos enrojecidos de su furioso rival. Todo había pasado, el círculo se cerraba.
Arrodillado junto al jabalí, Elenthyl musitaba una vieja letanía élfica agradeciendo a la naturaleza sus dones. Permaneció unos segundos en mística unión con el alma del animal, los ojos cerrados, las manos sobre el cuerpo aún caliente. Hasta que un fugaz detello provocó su atención, obligándole a abrir los ojos de nuevo.
Volviendo en sí Elenthyl reconocía el terreno alrededor. No estaban muy lejos del enclave aventurero, se decía adivinando las estrellas tras los árboles. La caza había llevado horas, entonces. Se encontraba muy cerca del linde que da al camino de la bifurcación. Un pequeño afluente de las heladas aguas del Lanzagélida discurría paralelo al fin de la maraña rodeando al promontorio rocoso, y de allí provenían los destellos que lo habían sacado de su salvaje sopor. Acercándose con precaución, se dirigía al lugar exacto. Un perfume familiar le dio una pista de lo que encontraría más allá de los árboles. Xae… no había duda, allí estaba la sacerdotisa.
El bosque acababa abruptamente en ese punto, el peñón rocoso sobresalía de él hasta desviar el curso del agua. Abrazada por la piedra enhiesta, sentada sobre un tronco caído junto a la traza curvada del afluente, la sacerdotisa parecía meditar. La cascada cobriza de su cabellera rivalizaba con la luz de la luna. Bañándose en el pálido esplendor, la sacerdotisa sostenía una pequeña bola de cristal entre sus manos mientras contemplaba el lento discurrir del riachuelo. Una plateada y pesada capa forrada de piel la cubría, la capucha echada atrás. La Luna resaltaba su belleza élfica, adornándola con brillos, enmarcándola en una perfección celestial. De vez en cuando un rayo incidía sobre la bola transparente, arrancando vibrantes destellos.
La brisa del norte mecía las copas más altas. Apostado en una rama Elenthyl se preguntaba si su hermano, Lynn, había hablado ya con ella sobre el acoso que sufría la sede… sobre aquella extraña desconocida. Aún no había recibido respuesta a su carta. Un nuevo destello de especial intensidad lo sacó de sus cavilaciones. Incidiendo sobre la bola, ganaba fuerza y vigor por momentos, descargándose sobre la pared de la gran roca que protegía aquel recóndito paraje. A la luz de la luna, una abertura se revelaba. Un angosto paso, una oscura gruta.
La sacerdotisa, levantándose con suavidad, seguía el rayo de luna, aproximándose a la oquedad. Introduciéndose por ella desaparecía de la vista del explorador. La innata curiosidad de Elenthyl lo empujó a acercarse hasta poder escuchar un goteo en su interior. Introduciéndose tras Xae, comprobó que caía agua de la parte superior de la cueva, filtrándose sobre un pequeño estanque donde el rayo de luna aún se reflejaba, disuelto en un mágico efecto. El estanque se desbordaba un poco más al interior, dando vida a un hilillo de agua plateada que recorría las profundidades del pasadizo natural, hasta desembocar no muy lejos en otra abertura en la roca, desde donde caía a un curso mayor. Esta abertura permitía el paso, y por ella se deslizaba ya Xae. Al acercarse a su extremo, Elenthyl descubría, iluminada por la luna llena, una zona de bosque desconocida para él. Un extraño sonido traía la brisa nocturna. Alguien cantaba en un cercano claro…
...continuará
Elenthyl Quart´Hadast
Publicado: Mié Ene 23, 2008 3:37 am
por Elenthyl
VIII. Revelaciones.
Oculta entre el follaje, la boca posterior de la cueva destilaba lentamente la pequeña vía de agua de su interior. Caía acariciando roca y helechos apenas un metro más abajo, escurriéndose por peldaños naturales en un riachuelo iluminado por la plata lunar. Serpenteando en el oscuro, oculto bosque de pequeños árboles, se perdía en la noche bordeado por la arena de una generosa ribera, la cual permitía avanzar con facilidad a la sacerdotisa.
El explorador la seguía sin perderla de vista, invisible él y silencioso a través de la maraña vegetal en paralelo al curso del agua, a unos metros del cómodo paso de Xae. Poco a poco se aproximaban al lugar de donde los cánticos provenían sin provocar variación ninguna en ellos. Los acordes se extendían en todas direcciones, sorteando rocas y plantas, participando de la noche en singular armonía de arpas y flautas.
Poco a poco alcanzaban el origen del cántico. El agua se internaba ahora en tupido soto, bajo los árboles, desembocando sus riberas en un claro iluminado por diversos colores pálidos sobre los cuales prevalecía un brillo argénteo. Varias figuras se recortaban contra el linde, bailando sobre una suave elevación del terreno marcada por un círculo de cantos rodados. Abandonando la huella circular, una de ellas se aproximaba cautelosa. Xae esperaba allí donde el riachuelo desaparecía, a la entrada del claro lunar, sin que el elfo salvaje le quitara la vista de encima oculto entre hojas y ramas, evitando interrumpir las alegres risas y danzas.
- ¿Quiénes sois, que interrumpís nuestra danza?
Frunciendo el ceño Elenthyl observaba una élfica figura de piel de azabache. Su extraño acento estiraba el antiguo idioma en una compás amable, pues hablaba su lengua, sin taladrar sus estilizados oídos como si despellejaran un jabato como era habitual. Drow… allí, en aquel claro, danzando y cantando alegres bajo la luz de la luna. La hembra de vestiduras plateadas había hablado en plural provocando la alarma en el explorador. Confiado en su pericia al ocultarse en los bosques aquello le había sorprendido, de alguna manera había sido localizado. Destino Último se deslizó en su mano, sin ser consciente una flecha salió de su carcaj, mientras su mirada comprobaba la total ausencia de armas en aquella extraña congregación. Un blanco fácil, los enemigos de su raza continuaban aquello que estuvieran haciendo sin prestar especial atención, sumidos en una suerte de éxtasis lunar.
La limpia expresión de los bellos rasgos de Xae impidió una matanza sin proponérselo siquiera. La sacerdotisa de Sehaine no había captado el plural y creía seguir estando allí, sola, y sonreía a los asesinos. El instinto del cazador no grita alarmado, nada le hace temer por su amiga, el elfo salvaje espera paciente. Tras un largo suspiro de alivio, la elfa mostraba sus palmas desnudas mientras sonreía abiertamente, y respondía a la pregunta.
- Mi nombre es Xaelerys, os he estado buscando… sois los hijos de la Doncella Oscura, ¿verdad?
Desconfiada y precavida, acostumbrada a mil traiciones, Leyla desviaba su mirada de Xae desplazándola hacia el linde del claro donde Elenthyl permanecía escondido. Saliendo de las sombras el elfo salvaje se mostraba al fin ante la divina belleza de las dos hembras, tan parecida, tan diferente como sublime. El arco apuntaba al suelo, una flecha ya cargada mientras su media sonrisa característica le servía de presentación.
- Buena luna…
- ¡Estáis en mi hogar! Dejad el arma… o sufrid las consecuencias… No consentiré que profanéis la danza de la Dama.
La voz de Leyla era ahora dura y carente de amabilidad alguna. Una hembra drow hablaba, Xae apenas pudo reprimir un escalofrío mientras contemplaba, atónita ante la aparición, al encapuchado explorador y su inseparable arco rojizo. Con voz suplicante rogaba a su amigo que obedeciera la orden permaneciendo anclada a los brotes del claro, echando atrás la capucha forrada de blancas pieles del manto invernal que la cubría. El miedo reflejado en los ojos de la sacerdotisa de cabellos carmesíes no provenía de los drow, su causa era la vista de arco y flecha. Ligeramente desconcertado por la situación Elenthyl se colgaba de nuevo Destino Último a la espalda, la hoja de Weldazh volvía a su carcaj y sus manos se mostraban teatralmente desnudas ante ellas. Vale, veamos de qué va todo esto, se decía el explorador acariciando disimuladamente las empuñaduras de dos cimitarras ocultas tras su capa. Observando con detenimiento a los dos extraños, Leyla retomaba la palabra.
- Danzamos y cantamos en honor a nuestra señora Eilistrae – de nuevo la voz pausada.
- Nosotros también honramos así a la Dama de los Sueños – asintiendo con una leve inclinación, Xae contestaba a la sacerdotisa drow – acudo aquí en busca de vuestro consejo.
- Sed bienvenida entonces, y uníos al ritual.
Descalzándose y sonriendo, Xae se unía a los drow danzantes en el interior del círculo de piedras entonando plegarias de agradecimiento a Sehaine. El elfo salvaje retiraba la capucha de su vieja capa y contemplaba los movimientos, ahora rítmicos, también disonantes y desordenados, siempre bellos. Haciendo gestos la elfa invitaba a Elenthyl a unirse a la rueda. Su naturaleza desconfiada y su carencia de interés por participar en ceremonias, más aún si incluían bailes, provocaba el rechazo de la proposición y una sonrisa entre divertida y amenazante en la sacerdotisa drow, que permanecía frente a él. Haciéndose a un lado le ofrecía también unirse, con un movimiento de su brazo.
- Sois bienvenido si deseáis danzar en honor a Eilistrae, de lo contrario deberéis abandonar este lugar – susurraba ante la mezcla de sensaciones del confuso explorador.
- Soy un simple protector del bosque donde celebráis vuestros ritos, sacerdotisa… velaré por el ritual permaneciendo vigilante aquí. Será mi manera de presentar mi respeto a tu… Dama.
- Esta recóndita zona nos ha sido concedida por la Dama de Plata, aquí protege a los danzantes del odio de los servidores de la Araña… no será… necesario – si alguna vez fue posible, una drow sonreía sin maldad.
- Drow… yo también los odio – la dura mirada volvía a la expresión del explorador, sin lograr quebrar la beldad del momento.
- No… no debes odiarnos. Desde que nacemos nos enseñan a ser lo que somos. Unos pocos tienen el valor, o la suerte, de intentar ser otra cosa. Escasos son los que tienen opción de cambiar – mirando fijamente a la luna llena Leyla hablaba pausadamente, permitiendo contra todo pronóstico la presencia del espectador en su actitud contemplativa – …y aquí los acojemos.
Quizá fuera el astro lunar quien lo permitiera, pues tras un largo suspiro la sacerdotisa de Eilistrae abandonó su abstracción, autorizando al elfo permanecer allí. Tras unos minutos de contemplación la ceremonia disminuía en intensidad y Xae, exhausta, volvía con ellos feliz y risueña. Mientras ella bailaba, Elenthyl pensaba en los últimos sucesos… los ataques drow… todo aquello podía tener una relación, y se decidió por lanzar una flechas a ciegas.
- Así que aquí acogéis a… “traidores”… al pueblo drow, a su naturaleza… ¿Se podría decir así?
A juzgaz por el cambio en la expresión de las féminas, el proyectil había dado en el blanco… en un blanco, más bien. Xae fruncía el ceño preocupada, Leyla recuperaba la dureza de su voz.
- Traidores… - escupió esta palabra - …no somos traidores, somos libres.
- Si, sois libres… pero alguien os llama traidores - las piezas comenzaban a encajar en su mente.
- Así es… -bajando la mirada Leyla no ocultaba su resentimiento ante aquella palabra: traidores.
- Venía en pos de vuestro consejo, señora – mirando de reojo a Elenthyl, Xae intentaba quitar hierro al asunto retomando el motivo de su lunático paseo nocturno– una de vuestras hermanas está en peligro …necesita la protección de la Doncella, si bien es posible que no sepa aún cuán grande es su necesidad… – su voz se apagó con un susurro, aquella era la pieza que faltaba, la confirmación que el explorador necesitaba. ¡Morrigan! Leyla los contemplaba un instante, pensativa.
- Acompañadme, quizá una charla sea necesaria.
Abandonaron entonces el claro a través de una senda oculta por el follaje. No caminaron mucho, pues pronto llegaron a la ruina de una antigua construcción, apenas un muro derruido junto al cual el riachuelo volvía a reaparecer, saliendo de las faldas del tupido bosquecillo. Apoyándose en él, Elenthyl se dejaba caer cerca de la drow. Xaelerys se posaba con gracia sobre su capa, cerca del agua. La Luna, reflejándose en la corriente inquieta, asistía a las presentaciones. Ambas sacerdotisas se saludaron con respeto mientras el explorador sólo acertaba a nombrarse como Elenthyl, el salvaje, tras una suave reprimenda por su mala educación que en nada podía afectarlo.
- Acomodaos, hablemos de esa hermana necesitada.
- La encontré… bueno, la encontramos – Xae miraba a Elenthyl, que permanecía en silencio atento a todo lo que les rodeaba – hará tres lunas, aquí en la superficie. Vagaba asustada y algo confusa, como pez fuera del agua. Y motivos tenía pues, además de ser lo que… es, la Araña la persigue sin respiro – acariciándose una reciente cicatriz de las muchas que adornaban sus brazos, el elfo salvaje daba fe de aquella última afirmación.
- No puede recibir ayuda quien no se ayuda a sí mismo. Una proscrita… ¿Estás segura de que ha renunciado a su pasado? – Prudencia y cautela en las palabras de Leyla, de nuevo temía una trampa.
- Tan segura como para invocar vuestra ayuda – tras una breve pausa de reflexión, Xaelerys retomaba la palabra – sin embargo… No permite que nadie la ayude, ve en ella reflejado todo aquello que odia, y se odia entonces a sí misma. El amor de la Doncella es lo único que puede salvarle, pues ni siquiera en mí confía.
- Quizá… pero debe creer que es posible, o no podrá ser ayudada – el brillo de sus ojos drow permanecía un instante anclado en la bóveda celeste, retornando después a Xae – Será el próximo plenilunio. Entonces os encontraré. Hablaré con ella si está con vos.
- Conmigo estará – Xae sonreía resplandeciente y aliviada.
- ¿Acabará entonces la persecución drow? – Elenthyl hablaba por primera vez inmiscuyéndose abruptamente en la conversación.
- ¿Acaso para nosotros cesará alguna vez? Es el precio que debemos pagar por nuestra elección.
- Pero los míos ya han soportado tres ataques… no podríamos… ¿matarla? – una avalancha de reproches sacerdotales fue lo que provocó el imprudente elfo salvaje, las hembras le atravesaban con los ojos.
- ¿Acaso quieres dar a la reina araña lo que busca? – decía Xaelerys levantando ligeramente la voz.
- Siempre se puede tomar el camino fácil, el odio, la muerte… -replicaba la drow, amonestándole.
- Es decir… hacerla desaparecer ante la Araña, mostrar unos restos semejantes a los exploradores drow que la buscan… - enarcando una ceja, Elenthyl se defendía. No era tan simple, parecía decir entre dientes molesto por la falta de miras de sus contertulias. Leyla contemplaba a Elenthyl con nuevos ojos, sopesando la primera valoración que aquel extraño le merecía. El anciano elfo salvaje parecía sabio al fin y al cabo, pensaba – Que muera es lo único que salvará su vida.
- Si decide abrazar la fe de Eilistrae la Araña la habrá perdido… es su elección, si, pero… matarla a los ojos de los drow que la buscan… - aquello era sin duda arriesgado. Xae se preguntaba si sería posible, si la Dama les ayudaría. Leyla guardó unos minutos de silencio antes de volver a hablar.
- Es una solución. Afortunadamente no necesitamos engañar a la diosa, sino tan sólo a sus ojos… No será fácil.
- Tenemos tiempo para pensarlo hasta el próximo plenilunio. Esperemos hasta entonces y tomemos la determinación que la Doncella nos inspire – un nuevo brillo adornaba la bellísima expresión de Xaelerys.
- Os encontraré entonces – levantándose, la sacerdotisa de Eilistrae ponía fin a la conversación.
- Id meditando en muertes creíbles, sacerdotisa – Elenthyl se despedía de la drow.
- Mejor rezaré a mi diosa, cazador – una suave sonrisa se mostraba en sus rasgos de obsidiana – Danzad bajo la luna… - internándose entre los árboles, Leyla desaparecía de su vista.
El sol despuntaba en el horizonte cuando una pareja de elfos parecía salir de las entrañas de una enorme roca, farallón que partía el bosque en dos junto al afluente del Lanzagélida. Disfrutando del primer canto de los pájaros, se separaban con cordialidad tomando rumbos diferentes, caminos que sin duda volverían a cruzarse antes de la próxima luna llena...
...continuará
Elenthyl Quart´Hadast
Publicado: Mié Ene 23, 2008 10:15 pm
por eldharion
IX. La flecha en llamas.
Aquel día de invierno era sencillamente perfecto, a pesar del frío y la persistente nieve. Lynn recostaba su espalda sobre el imponente tronco de un pino, la placa en honor a Nissae frente a el, y Xaelerys a su lado, feliz como pocas veces, ajeno a deberes y preocupaciones.
Pero no podía aplazarlo mas, el mundo debería volver a ellos y olvidarse de ese momento de paz y felicidad en el que solo existían ellos dos.
Hablaron acerca de su conversación con Elenthyl, la inquietud del elfo salvaje y su petición de consejo a su amigo arcano.
Caminaban rumbo al norte, retomado el camino cuando una luz y un sonido les alerto. Al girarse ambos elfos una voz tras una coraza de metal rojo y negro, portando un horrendo yelmo pronuncio unas palabras que alertaron y enrabietaron al joven elfo:
-Vendui’.
Al reconocer el saludo en lengua drow, el arcano examino la zona, solo estaba la figura femenina, mientras Xaelerys le susurraba que se alejasen de allí. Empezó a preguntarles por el elfo salvaje y a amenazar con la destrucción del lugar que acogía a la traidora, mientras ambos elfos se negaron a contestar ni traicionar a su amigo
Pronto comenzó un duelo mágico, invocando poderes divinos que una y otra vez eran anulados por la destreza del maestro arcano. Finalmente la sacerdotisa drow inicio una carga sobre el elfo, mientras Xaelerys asistía al duelo incapaz de reaccionar y el Lynn se preparaba para defenderse. El engaño dio resultado y la sacerdotisa completo su oración siendo respondida en forma de acido, que repentinamente llovía sobre los elfos. El joven arcano pronuncio con rapidez un conjuro, el viento se levanto repentino con una furia que llevo a ambas sacerdotisas al suelo, derribadas por la violenta explosión que se llevo con ella la lluvia corrosiva. Aprovechado la ventaja un nuevo conjuro paralizo a la atacante encerrándola en ámbar.
Entre los dos elfos penosamente arrastraron a las inmovilizada drow ala cercana sede de la Orden de Caballeros de Navesmortas, poniéndola a argo de la mujer caballero Nerea.
Una vez encerrada la sacerdotisa drow en una de las celdas de la fortificación, ambos elfos, en compañía de Nerea pusieron rumbo, intranquilos hacia la Flecha del Destino.
Nada mas traspasar las puertas sus peores temores se convirtieron en realidad, las llamas consumían el lugar tomado por los elfos oscuros. Tras una primera refriega en la que la feroz servidora de Tempos barrió a los asaltantes uno de los cabecillas comenzó a parlamentar.
Entregadnos a la traidora y al elfo salvaje, fueron sus últimas palabras, ante las cuales, la sacerdotisa de Sehanine que mantenía su arco alto, con una flecha apuntando al drow, soltó una flecha. Como si de una señal se tratase Nerea salto sobre el elfo azabache destrozándole y se inicio una nueva batalla.
Relevando Terence a Nerea y protegiéndose de los drows atrincherados en la sede de la flecha los elfos escucharon un ruido a sus espaldas, uno de los invasores daba instrucciones a los aportados en las ventanas. Rápidamente fue paralizado por un conjuro al unísoro de la sacerdotisa y el arcano. Tras interrogarle, Terence, implacable ante el asaltante le destrozó ambas rodillas. La sensible Xaelerys le recrimino la brutalidad del acto ante lo cual el caballero, sin piedad alguna ante el mal encarnado para el en drow le pisoteo las rodillas. Esto puedo con la sacerdotisa que apiadándose del caído, derramó sobre sus rodillas un líquido curativo lo que el caballero le recriminó duramente.
Tras una intensa discusión se internaron finalmente en la flecha donde dieron cuenta de los restantes asaltantes. Una vez reducidos Terence volvió sobre el drow malherido al que le revelo que tenía a una de sus hembras como cautiva para finalmente atravesarle el pecho con su espada, no sin que el agonizante drow pronunciase un nombre –Di’re-.
Horrorizada Xaelerys abandono en silencio la sede de la flecha del destino seguida por el oven arcano. Tras descansar y aclarar sus idas, ambos elfos volvieron y manipulando el sistema de abastecimiento de agua del lugar inundaron la flecha del destino acabando con las llamas.
Solo quedaba humo, muerte y desolación.