- ¿Buscar a quién? ya no hay más...
El tono de Anager volvía a ser apagado, cansado, carente de la fuerza que un líder debería inspirar, quizá porque era consciente de la realidad de la situación.
- ¡Alguien tiene que quedar! -el joven sureño, mantenía esa determinación y voluntad que la inconsciente juventud suele conllevar-. He oído hablar de otro gran guerrero perteneciente a la horda, un hombre con una espada de dos filos.
- El tigre del norte -añadió Tanaris quien hasta el momento no parecía pendiente de la conversación-.
- Hay más, recuerdo a un semiorco, que decía ser bien recibido entre los vue.. nuestros... -el joven Bandy aun no se había hecho a la idea de que ya pertenecía a esa tribu, aunque tal no parecía existir por el momento-.
La respuesta del Tempurita se limitó a un resoplido, no había ayudado a su ánimo que entre los pocos que pudiesen presentarse hubiese alguien que compartía sangre con aquellos que habían desterrado a su pueblo.
- Buscaré por toda La Marca. Tienen que haber más, quién sabe si están por aquí cerca esperando a ser llamados para acudir. Tenemos que encontrarlos, tienen que acudir a la llamada... sé de otros que no pertenecen a la tribu pero que está más que dispuestos a luchar por ella...
- Los "sin Totem" -volvió a irrumpir el anciano en las palabras del joven, esta vez en un tono que no denotaba aprobación, más bien resignación-.
- Pero no sé si debo, si es correcto aceptar esta ayuda; aunque la necesitamos, no conozco las costumbres.
- Confío en tu juicio, si lo crees correcto, nosotros también...
Anager miraba directamente a Bandy severo y orgulloso para que el joven comprendiese la importancia y la responsabilidad que estas palabras acarreaban. El Tempurita contenía el ánimo que ese joven le inspiraba. Éste estaba decidido y ese ímpetu se le contagió, aunque no iba a mostrarlo. Tampoco lo necesitaba; dos palabras suyas, o un simple gesto era lo único que necesitaba para mostrar su apoyo a la iniciativa del joven sin que cayese en una vana propaganda basada en la esperanza.
Bandy desvió la mirada hacia el fuego, pensativo, mientras asentía inconsciente de sus movimientos. Por su cabeza pasaban todas y cada una de las personas que conocía, pero esa ayuda podía costarles la vida ¿era justo pedirles algo así? ¿podría soportar la idea de que amigos, auténticos amigos, muriesen por una guerra que no es suya? ¿por algo que les queda tan lejos?
La indecisión le nublaba, debía pensarlo bien.
Pasados unos días, decidió que aquella pregunta nunca podría encontrar respuesta. Nunca pondría a sus seres queridos en peligro, tampoco le pediría a algún simple conocido que fuese a una guerra por él, ni siquiera a alguien que no contase con su simpatía. Pero por otro lado ¿quién era él para decidir nada? si un ser querido estuviese en su lugar, él ofrecería su ayuda acarreando con las consecuencias, pues sólo él era quien tenía derecho a decidir qué hacer.
Así pues, se puso manos a la obra. "Que cada cual decida cómo vivir y cómo morir, si es que puede" Debía encontrar al resto de integrantes de la Horda esparcidos por toda la marca. Así que fue preguntando en cada posada de cada villa o ciudad. Dejando buenas propinas a los taberneros y posaderos para que corriesen la voz. "La manada volverá a su Hogar rugiendo con furia, corazón y sangre" el lugar elegido para reagruparse, las cercanías del sur del bosque de Nevesmortas.
Si alguien decidiese unírseles, será de manera voluntaria. Una decisión, no una respuesta, eso era lo que debía ser.
//vamos a patear culos de orcos va!! quien se apunta!!??
(verás tú, la bestia parda ya está afilando las armas de sus orcos, fijo)
Malar:
