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Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Lun Feb 08, 2010 4:06 pm
por Keira84
Cuarto Acto
“Querido Jheremias”
Así empieza esta carta y por más que la miro no sé qué contarte primero… ¡han pasado tantas cosas desde la última carta que te escribí! Supongo que lo más importante sería contarte lo sucedido con las tropas de Auril, si, como lo oyes. Un lío impresionante.
Todo empezó una noche que estaba cantando mientras intentaba que algún pez cayese desprevenido en mis redes, cuando apareció un hombre misterioso y empezó a contarme una historia increíble sobre un ataque a la Gran Maestra Arcana y una drow que parecía ser la responsable de lo sucedido.
Fue una gran aventura demasiado larga para contarla en una carta y demasiado emocionante como para que la magia del relato se pierda entre los papeles. Sin embargo, escribí un poema resumiendo lo mejor que pude todo lo acontecido. Sé que Padre no podrá pegas en leértelo aunque seguro que no le hace mucha gracia.
Lo titulé “Tormenta” porque fue así como sufrimos el último ataque. Y dice así:
Bajo la luna argéntea se hallaba cantando
sonetos que nunca soñó recitar.
Su voz se alzaba contra el viento
y ningún aplauso podía esperar.
Mas entre las sombras una voz la sedujo
susurrando misterios sin resolver.
En un mundo de frio y hielo la introdujo
y se dejó llevar sin miedo a perecer.
Como Alafina fue presentado,
mil historias le contó.
Salió buscando el resultado,
y con una drow se encontró.
De un ataque ella había sido acusada,
mas su inocencia quería demostrar.
La realidad había sido tergiversada,
y su venganza se quería cobrar.
Manipuló a todos cuantos quiso,
con tal de su objetivo conseguir.
Pero el corazón hizo caso omiso,
y a participar no se pudo resistir.
La Gran Maestra Arcana había sido herida,
y le habían robado lo más preciado.
Entre sangre y muerte se la dio por perdida,
pues nadie conocía su paradero y estado.
El objeto en cuestión que fue sustraido,
era una llave unida a la Gran Maestra.
Que al usar para abrir el palacio del frío,
Auril se alzó en acitud violenta.
Fueron muchos los que a Lili Diams buscaron,
recorriendo de arriba a abajo las tierras.
Mas fue en una cueva donde la encontraron,
atada de pies y manos con cadenas.
Fue en ese viaje cuando escucharon,
de boca de siervos del frío,
cómo el palacio habían atacado,
y la llave de nuevo habían perdido.
De modo que nuestros valientes la llave tenian escondida,
y el cuerpo de la MAestra con su mente en algún lugar perdida.
Y se alzaron los clérigos de Auril en sigilo,
buscando la llave por doquier.
La encontraron en la Flecha del Destino,
y atacaron sin ánimo de perder.
Enviaron una tormenta para a su paso todo congelar,
se reunieron los voluntarios y un plan decidieron para atacar.
Una última aparición de la elfa oscura cerró el círculo de la situación,
les dijo dónde estaba la mente de Diams y quién de todos era su portador.
El clérigo que lideraba la comitiva,
encerrada en una gema la llevaba.
Acabar nuestros valientes con él debían,
y así la drow su venganza tambien saboreaba.
La batalla fue dura
bajo un frío abrasador.
En las mentes de muchos aún perdura
el último aliento de los cuerpos alrededor.
Y aunque no todo el mundo hizo lo acordado,
y aunque no todo el mundo quedó contento,
cierto es que el frío fue derrotado,
fracasando así en su malévolo intento.
Perdonad si no nombro a tan valientes guerreros,
que investigaron y lucharon durante meses eternos.
Pues esta no es la historia de los heroes terrenales,
sino de una ciudad, Nevesmortas,
que venció al frío y al miedo por la unión de todos sus habitantes."
Tuve una actuación estelar en el teatro y la gente salió fascinada. Todo el mundo me estuvo felicitando e incluso me salió un admirador secreto. Fue increíble, ojalá hubieras estado ahí.
La drow de la que hablo se llama Cierr y, aunque seguramente estarás preocupado, no debes temer. Por supuesto no deja de tener en ningún momento el carácter fuerte y despreciativo propio de su raza, pero Cierr es distinta. Aquí todos la odian, seguramente por actos pasados de los que yo no tengo constancia, pero lo cierto es que ella me ha ayudado en un sinfín de situaciones y gracias a ella logramos superar este caos.
No creo que seamos amigas, vamos, no me lo he planteado en ningún momento, pero sé que su opinión hacia mí no es la misma que la que pueda tener hacia otros, y que me haya regalado una de sus flechas me lo demuestra. Por supuesto, me la regaló a su manera, lanzándola contra mi capa clavándola en el suelo… por poco me ahoga… pero la guardo con cariño en un lugar seguro.
He hecho muchas amistades. Thorsteinn, Claire, Arundriel y Relenar son con los que más me relaciono. Thorsteinn en un guerrero de la zona, un hombre enorme, realmente fuerte aunque de gran corazón. Claire es una de las maestras arcanas de la torre de magos, es una mujer increíble, valiente, siempre dispuesta a darlo todo por los suyos, defensora de los arcanos hasta la muerte!. Arundriel también es una grandísima mujer, no de tamaño, pues es elfa, pero tiene un espíritu y un corazón maravilloso, me arranca una sonrisa siempre que la veo y siento que el cariño es mutuo. Y Relenar… bueno… ¿recuerdas el elfo del que te hablé en mi anterior carta? Pues al final conseguí encontrar una estupidez con la que hablar con él… Es un hombre increíble, guapo, listo, divertido, aventurero, intrépido, curioso… me encanta.
Después de varios viajes juntos resultó que él también sentía algo por mí y hemos empezado lo que podría llamarse, una relación. Ya sabes que yo para estas cosas soy un poco torpe pues nunca he tenido un novio… o una pareja… o como diantres lo llamen. Pero estoy feliz, me siento muy querida y realmente estoy a gusto con él… me hace sentir especial.
Por desgracia no todo es bonito y ya hace unas semanas que no sé nada de mi primo y los demás miembros de la Orden… parece extraño pues nadie los ha visto últimamente… empiezo a preocuparme aunque Relenar dice que estarán en alguna misión o algo importante y no habrán tenido tiempo de avisarme con todo lo ocupada que he estado con la tormenta y todo lo sucedido.
Oh Jheremias!! Vimos un unicornio!!! Fue hermoso! Lo más hermoso que he visto en la vida! Eran tan blanco como… como… como la luna llena! Y su cuerno era magnifico, majestuoso… fue realmente una de las mejores experiencias que he vivido jamás. Estaba junto a Celebnor cuando lo vimos y ahora él cree que es una señal y que haremos grandes cosas. Creo que Selune nos bendijo esa noche.
Querido amigo, espero que estés bien y que sigas tán animado como te recuerdo. Sé que pronto viajaré para verte y contarte en persona todas estas cosas que tan insípidas quedan escritas en un papel.
Te añora y te quiere, tu amiga Alu.
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Mié Feb 17, 2010 12:14 pm
por Keira84
Quinto Acto
“Padre me siento perdida, por primera vez en mi vida siento un vacío extraño y un dolor en mi pecho que no soy capaz de explicar. Siento que la luz de mi adorada Selune se extingue en un pasillo de oscuridad mientras mi alma sucumbe a la tristeza y el odio.
Anoche vi a Celebnor…
Mis camaradas han abandonado el reino alejándose de mí por quién sabe qué motivos… ni siquiera se han despedido… ni siquiera mi primo…
Celebnor ha recorrido las tierras de Faerun durante largas dekhanas hasta dar con ellos y uno a uno han rechazado el regreso, olvidado la promesa que un día nos unió en una Orden ahora extinta. Su futuro ahora es turbio pues ni él mismo sabe qué hacer. Seguramente se marche… como el resto…
Un día creí que Selune nos habían bendecido, pero ahora empiezo a creer que la he fallado en algún sentido y he perdido un tanto su cariño.
Necesito de vuestro consejo, Padre, pues mis pies ya no saben hacia dónde deben moverse y lo único que me queda ahora es un sentimiento demasiado humillante para contar, una lucha conmigo misma que llevo años librando… vos sabéis de qué hablo… y seguir sintiéndome así me hace creer que soy débil e indigna de vuestra protección y cariño…
Perdóname Padre, pues no puedo arrancar ese deseo de mi interior.
Ahora marcho a una guerra de la que quizá no regrese, una guerra contra criaturas tan poderosas que me harán crecer como elfa y como arquera… y estoy convencida de que, si sobrevivo, entonaré la más hermosa balada contando las aventuras y desventuras de todos cuantos acudan. Felbarr es mi destino, la ciudad enana subterránea… y allí permaneceré largo tiempo, sin contacto con el exterior, sin poder escribiros.
No temáis si no recibís noticias mías en unos meses, pero espero que a mi regreso tenga una respuesta… necesito más que nunca de vuestra sabiduría”
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Mié Feb 17, 2010 6:57 pm
por Torzai
Una gran continuacion. =) Sobretodo la carta, me gusto mucho. ^_^
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Jue Feb 18, 2010 11:23 am
por Suplicame
*coge aire tras leerlo todo* Cuanto menos curioso. Me está gustando, síp. Quiero más!

Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Lun Feb 22, 2010 1:11 pm
por Keira84
Sexto Acto
Escuché los arbustos moverse y un olor a quemado llegó a mí. Cerré los ojos e intenté sentir todo lo que me rodeaba, las copas de los árboles rozarse con respeto, el susurro del viento abrirse paso entre la espesura, el más pequeño animal olfateando una hermosa flor… todo cuanto acontecía en ese momento en aquel pequeño espacio en el que me encontraba, todo lo que mis agudizados sentidos pudieran percibir, todo lo que mi concentración me permitiese captar, todo.
Sentí una presencia, alguien estaba allí, alguien ajeno a este bosque que lo estaba mancillando con su mera presencia. Alguien que acarició casi con ternura la hoja de una inmensa y hermosa planta y al instante se volvió negra, dejando que esa misma oscuridad se apoderase de su cuerpo acabando con su vida en apenas dos segundos, deshaciéndose en cenizas que se llevó el aire.
Sentí aquella presencia acercarse a mí, rodeada de frialdad, odio y sufrimiento, y mi corazón estalló nervioso, acelerándose tanto que toda mi concentración se desvaneció, todos mis sentidos desaparecieron solo para centrarse en aquella persona, cuyos ojos azules aparecieron en mi mente tan súbitamente que sentí, por un segundo, que dejaba de respirar.
Abrí los ojos y miré a mi alrededor, sabía que estaba ahí, que estaba cerca, me estaba observando escondido y disfrutaba. Miré al frente pues distinguí una sombra. Él apareció de entre la espesura y me miró fríamente mientras acariciaba las empuñaduras de sus armas.
Descolgué el arco y preparé una flecha, acto que le hizo reír, risa que no me hizo retroceder ni dudar en mi empeño. Aquella vez el resultado sería distinto, aquella vez no sería yo la que saliera corriendo ni a la que vinieran a socorrer. Estaba convencida… necesitaba estarlo para acabar con ese hombre de una vez por todas.
Tensé el arco y le apunté, esperando nuevamente su risa macabra retumbando entre los árboles, su mirada fría y la imagen de sus armas desenvainándose con extremada lentitud. Pero Edharae borró toda sonrisa de su rostro y se perdió entre las sombras.
Cerré los ojos concentrándome de nuevo, sin aflojar la flecha que descansaba entre mis dedos y el arco. Escuché una bandada de aves sobrevolando las copas de los árboles, un ciervo pastando en las cercanías y una corriente de aire en dirección contraria al establecido. Allí.
Giré sobre mis talones y disparé la flecha susurrando unas palabras justo antes de hacerlo. La observé volar con una rapidez exquisita mientras se tornaba de un rojo fuego, ardiendo en el aire. Se clavó en el tronco de un árbol y Edharae apareció a su lado sonriendo irónico.
- Demasiado precipitada – me lanzó un beso.
- Demasiado ingenuo – le respondí y aquella vez fui yo la que sonrió con tanta frialdad que incluso el hombre que más había podido temer en mi vida frunció el ceño extrañado, y solo lo comprendió cuando la flecha que había clavada a su lado estalló imbuida por una magia que él, sin lugar a duda, desconocía.
Su ropa ardió durante unos escasos segundos, tiempo suficiente para recargar y lanzarle de nuevo otra flecha que se clavó en su brazo, y durante las centésimas que tardó en analizar la situación le disparé nuevamente. Fue más rápido en aquella ocasión y se fundió en la oscuridad antes de que le alcanzase, pero aquella no era una flecha común, no ardía ni explotaba, no, aquella flecha presentía a su oponente y no cesaba en su búsqueda hasta que lo encontraba. Flecha buscadora, así la llamaban los míos.
Qué ilusa fui esa noche pensando que estaba todo vencido. Sin duda alguna, qué poco había aprendido de aquel hombre.
Un chasquido a mi espalda y la ventaja se esfumó en un suspiro. Giré sobre mis talones mientras tensaba otra flecha en el arco, pero esa vez un puño se estampó contra mi labio y me tumbó en el suelo haciéndome perder de vista el arco. Otro puño se dirigió hacia mí, lo esquivé rodando en el suelo y me llevé la mano al labio ahora sangrante.
Eso dolía.
Le busqué con la mirada, mas mis ojos no fueron tan rápidos como él. Escuché una rama romperse a mi derecha y al querer reaccionar la empuñadura de una de sus armas me golpeó con violencia en la cara. Fui incapaz de abrir el ojo durante el resto de la pelea.
Busqué a tientas el arco y lo divisé no muy lejos, sin duda en una carrera rápida lo alcanzaría, pero sabía de sobra que Edharae me retendría antes. Aún y así, no podía quedarme allí quieta, desarmada como estaba lo único que me quedaban eran las flechas, de modo que tomé una en la mano, la sujeté con fuerza y me lancé lo más rápido que pude hacia el arco.
Él apareció en mi camino, como si siempre hubiese estado allí, con sus dos espadas desenvainadas y la mirada más furiosa que jamás podría expresar. Sangraba y su brazo izquierdo estaba malherido por las quemaduras… eso alentó mis fuerzas y mi espíritu. Hice un quiebro frente a él, giré sobre mis talones, clavé la flecha en su costado, escuché triunfante su gemido frustrado, sentí una mano que me sujetaba la capa y tiraba de mí, caí al suelo de espaldas y para lo único que tuve tiempo fue para interponer la armadura metálica de mi brazo entre la hoja de su espada y mi cuerpo.
Jamás había sentido tanta presión sobre mí, jamás había notado tanto odio canalizado únicamente hacia una persona. Reventó el metal del brazal que cubría todo mi brazo y cortó mi carne como si de mantequilla se tratase. Rasgó mi piel desde el hombro hasta medio antebrazo y por primera vez en todas las peleas que habíamos tenido, me arrancó un grito. No tuve tiempo para lamentarme pues su otra espada se precipitaba hacia mí con la misma elegancia e igual de mortífera que la anterior. Rodé nuevamente oprimiendo mi brazo mal herido en la tierra, gimiendo dolorida intentando concentrarme.
Me alejé de él lo suficiente como para coger nuevamente el arco. El brazo me dolía pero no era momento de quejarse, no había tendones cortados ni nada que no me permitiese disparar, aun con un dolor extremo.
Edharae gimió de nuevo arrancándose la flecha incrustada en su costado y se encaró hacia mí. Hice acopio de todas mis fuerzas y tensé una flecha en el arco sintiendo la mayor punzada de dolor jamás sentida en mi vida, recorriendo desde mi hombro hasta incluso las puntas de los dedos. Susurré unas palabras, las mismas que en el primer disparo, Edharae se preparó alzando sus espadas y el mundo se volvió oscuro.
- ¡Marchaos! – le escuché gruñir a un interlocutor desconocido.
- Mi señor, “ella” os reclama.
El silencio se apoderó de la atmosfera y yo solo pude mantener la posición aguantando el dolor terrible que sentía. Alguien escupió al suelo.
- Saborea este empate pues no habrá otro. En este mundo no hay lugar para los dos.
La luz de la luna volvió a iluminarme y me golpeó con fuerza en un claro ahora vacío, en dónde la única huella de que Edharae había estado allí era el recuerdo de su figura, que aún gritaba con fuerza en mi memoria.
Un empate, eso había dicho. No era una victoria pero era mucho más que una derrota, después de todo eso eran puntos a mi favor. La guerra en Felbarr acababa de terminarse y yo me había metido de lleno en una nueva, ¿la diferencia? En esta guerra no habrían amigos que compartieran mi carga, no habrían conocidos ni aliados… solo yo… solo Edharae.
Colgué mi arco dejándolo reposar en la espalda, arranqué la capa y envolví mi brazo en ella, intentando por todos los medios dejar de sangran. Recogí la pieza metálica que había sido brazalete y hombrera del suelo y miré nuevamente al espacio vacío donde había estado el sacerdote sharita.
- Solo tú, Edharae… o solo yo.
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Jue Feb 25, 2010 7:57 pm
por Keira84
Séptimo Acto
Sus luceros rojizos se clavaron en mí y gritó a los cuatro vientos:
- ¡¿Qué sucede, arquera?! ¡¿Probaréis mi determinación también?!
Atrasó un paso desenvainando sus estoques preparado para lanzarse contra mí, no vacilaría, no discutiría y sobretodo no le importaría lo más mínimo mi reacción.
Allí estábamos, los dos solos frente a las puertas de Yálanzhar, sometida a lo que sin duda era una prueba de determinación.
- Disparadme, arquera – había dicho – intentad abatirme.
¿Abatirle? ¿Con qué fin? Fueron tantos los sentimientos que me recorrieron en esos escasos segundos que si él hubiese querido matarme lo hubiera hecho sin ningún problema.
Abatirle decía… que le mostrase mi determinación.
- ¿Será tan férrea como creéis, en cualquier momento, en cualquier lugar?
Un “sí” le había dicho la segunda vez que me había preguntado aquello, y en sus ojos pude ver la incredulidad ante mis palabras, pues él sabía incluso mejor que yo que no estaba preparada.
- ¿Comprendéis por qué no deseo entrenaros aún? ¿Por qué ni tan siquiera me lo planteo?
Eso había sido duro, aunque el “aún” me hacía conservar la esperanza. Le necesitaba, era un tanto humillante decirlo pero era así, no había nadie mejor que él en este arte y yo necesitaba una carta nueva que enseñarle al bastardo de Edharae.
En cualquier momento… en cualquier lugar… en cualquier situación… ¿estaba preparada para una decisión así? ¿antepondría mi objetivo y mi misión a cualquier cosa… a cualquier persona? ¿Era dispararle una forma de demostrar que su presencia no significaba obstáculo alguno? ¿O lo hizo para demostrarme que el respeto que sentía por él se interponía en mis decisiones?
Sin embargo no lo comprendía, me había gritado en mitad de la oscura noche, amenazando con una respuesta y yo lo único que había podido hacer era dudar. Pero… ¿por qué dudaba? No comprendía exactamente el “por qué” de la situación, no podía ver la semejanza entre esa llamémosle “prueba” y la situación real de tener a Edharae delante.
- No dejéis que los sentimientos os condicionen. No dejéis que lo que los demás piensen os afecte u os importe. Vuestro destino es solo vuestro. Son los actos los que hablarán por vos, las decisiones que toméis. Dudáis, guardiana, y la duda os hará caer.
Miré al frente, ahora sentada en los pináculos solo podía pensar en esos minutos frente a Yálanzhar solo podía recordar sus dos luceros rojizos brillando bajo la noche a través de la oscuridad de su capucha, solo podía recordar la inestabilidad de mi brazo mientras le apuntaba con una de mis flechas.
Debí disparar… él lo hubiera hecho…
Suspiré y miré al horizonte, los bosques de Nevesmortas se alzaban bajo los pináculos, majestuosos y traicioneros. Parece que mi determinación no era tan fuerte como creía… pero encontraré la forma de que así sea… y lo haré pronto.
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Vie Feb 26, 2010 2:43 pm
por Torzai
Se que comento cada dos por tres xD pero una gran historia, para variar xD
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Jue Mar 11, 2010 4:09 pm
por Keira84
Octavo acto
Mis pies se movían solos arrastrados por la inexplicable necesidad de evadirme de un mundo lleno de tinieblas, odio, miedo y desesperación. Hubiese entrado con gusto en el trance espiritual que pocos días antes me había enseñado el guardián pelirrojo, pero dudaba que fuese capaz de concentrarme… y dudar me frustraba.
Estaba hecho. Ni siquiera sabía en qué momento la conversación se había desviado hacia nosotros, simplemente había pasado. Una parte de mí se sentía aliviada, pues la carga que llevaba los últimos meses era demasiado grande como para seguir soportándola. Pero otra parte… otra parte desearía no haberle sacado de los pináculos y haber empezado aquella discusión sin sentido. Ni si quiera yo sabía lo que sentía, no conseguía organizar mis ideas y ver con claridad qué era lo que me estaba diciendo el corazón. Sabía que le quería… pero estaba dividida…. ¿Era justo eso para él? No…
“Te has apartado de la vida del trovador y haciéndolo me has apartado a mí”
Eso había dicho, y no le faltaba razón, pero no había sido consciente ni premeditado, simplemente había sucedido, aunque él tenía razón en algo más… yo había dejado que pasase. Sentí la distancia que empezaba a crearse entre nosotros y no hice nada para evitarla, dejé que naciera y nos envolviera a ambos.
Pero no tenía que decirme todo esto para saber que era culpa mía, eso era algo que bien tenía claro desde el primer día, desde aquella noche en la arena de Sundabar. ¿Había sido egoísta por esperar mientras buscaba en mi interior la verdad, aún haciéndole daño alejándome de él inconscientemente? ¿Era el hecho de hacerlo inconsciente la misma respuesta a lo que buscaba? ¿Tanto habían cambiado las cosas?
Me paré en seco, sabía perfectamente dónde estaba aun no habiendo caminado concentrada. El final del camino se acercaba y sabía que, a pesar de que este giraba hacia la izquierda, mis pasos seguirían rectos adentrándome en la llanura. Dos días y estaría en Argluna, pero no era allí dónde iba, mi destino descansaba con tranquilidad en su pequeña cabaña mucho más cerca de mí de lo que estaba la gran ciudad. Él lo sabía, por alguna razón sintió mi presencia, y en el fondo yo sabía que lo haría, por eso no me sorprendió verle apoyado en su bastón junto al enorme árbol que reposaba majestuoso, única referencia de cómo encontrar su casa.
Me sonrió y, apartando unos arbustos gigantes del tamaño de un semiorco, me mostró una abertura hacia un claro oculto a simple vista. Allí estaba su pequeña cabaña y quién sabe durante cuantos años llevaría allí, viviendo en una soledad absoluta que, para mi sorpresa, el elfo bien agradecía.
- Todavía no te esperaba – dijo con voz melodiosa, una voz cansada de tantos años vividos y tantas guerras libradas.
- Simplemente caminé hasta aquí.
- Aún no puedo darte lo que buscas – entramos en la pequeña casa y, tras dejar apoyado el bastón junto a la puerta, se acercó a una pequeña encimera y tomó con cuidado dos tazas de té caliente. Sin duda había sentido mi llegada.
- Lo sé, lo sé.
- ¿Entonces por qué vienes? – me tendió una de las tazas que agradecí con una inclinación de cabeza, limitándome a encogerme de hombros mientras soplaba con tranquilidad la bebida caliente.
Me miró con dulzura, o quizá con condescendencia, no lo sé, pero fuera lo que fuera me sentí agradecida.
Acercó su mano y la posó en mi cabeza, arrastrando mi capucha hacia mi espalda, tomándome de la barbilla y clavando sus ojos grises en mí. Volvió a sonreír con la misma dulzura que había tenido desde el día que le conocí, en aquel mismo claro, hacía ya tantos meses que me costaba recordarlo, antes incluso de que me convirtiera en Guardiana de la Flecha del Destino.
- Aluriel, tesoro, ¿qué te oprime? – negué ligeramente y volví a encogerme de hombros.
- Hay situaciones en las que es difícil tomar una decisión, y cómo es una decisión en la que la vida de nadie está en juego, puedo permitirme tomarme el tiempo que necesite en decidir.
Asintió una sola vez y dio un largo sorbo al té, alzando una mano con la palma abierta ante mí, esperando paciente. Yo supe enseguida lo que quería, por eso no tardé en deslizar mi mano dentro del carcaj y extraer de él una flecha negra perfectamente conservada que dejé con cuidado en su mano. Él la miró y asintió conforme.
- Veo que haces progresos. El espíritu del arquero es fuerte en ti y el poder de esta vida te envuelve. Pero aún te queda un largo camino para dominar a la perfección esta técnica y deberás caminar un gran trecho hasta que llegues a la siguiente bifurcación – comenzó a girar la flecha entre sus dedos con rapidez – Dime, ¿qué hay de ese guardián del que tanto deseas su entrenamiento?
Por poco se me escurrió la taza, abrí tanto los ojos que me dolieron y le miré sorprendida. Nunca le había hablado de nada personal, nunca había mencionado a las personas que me rodeaban, pero allí estaba aquel elfo anciano (si es que podía llamarse anciano a un elfo), preguntándome tan tranquilo por Göyth…. ¿por qué precisamente por Göyth?
- No sabía que me espiaras – fue lo único que me atreví a decir. Él sonrió.
- Mi jovencísima arquera, he vivido más años de los que tú y tus amigos podáis vivir juntando vuestras vidas, creo que tengo bastante experiencia cómo para desenvolverme bien buscando información sobre mis… pupilos.
- ¿Soy vuestra pupila?
- No en el sentido estricto, ya lo sabes. Tu mente está abierta a mis enseñanzas mas eres libre en todo momento de posponerlas o rechazarlas.
- Me gusta lo que me habéis enseñado, me gusta ser arquera arcana – él asintió – y que me lo enseñe uno de ellos, uno de los grandes arqueros… es todo un privilegio.
- Mi pequeña y dulce niña, tu destino ya estaba escrito antes de cruzarte aquella noche conmigo, tu vida ya estaba dirigida a este mundo, ahora eres tú la que debe decidir si, algún día, querrás formar parte de las huestes del ejército elfo o por otra parte, usarás tus conocimientos para labrarte tu propio camino. Mis enseñanzas no te aportaran una filosofía de vida ni un carácter determinado, lo que yo hago es traspasar mis conocimientos a ti. Pero sabes que solo puedo darte la teoría, si no estuvieras capacitada, la magia no fluiría por ti y la conexión con el arco y tu munición no sería más grande que esta taza y su té.
Me devolvió la flecha y la guardé de nuevo junto al resto, sabía que era un símbolo de sus enseñanzas y que tarde o temprano me explicaría su significado, pero de momento para mí solo era una flecha más entre las otras, aunque una flecha oscura de un tallado inigualable que seguramente escondería un secreto misterioso…
- ¿Y bien? – insistió.
- Hago progresos con eso también. A su manera ya me está enseñando cosas.
- ¿Lo consideras por fin un maestro?
- No creo que él me vea como su discípula.
- ¿Y eso por qué?
- Mi vida es la arquería y la música, él es un hombre de guerra que busca un aprendiz a quién guiar por esa misma senda, una senda de batalla, sangre y muerte, dónde el que no sirve para luchar, sirve para morir. Una senda de superación y aprendizaje constante, de frialdad, sacrificio y renuncia, donde los actos hablan y las palabras se las lleva el viento.
- Y dime, tesoro – se acercó a una cortina que cubría la entrada a lo que, seguramente, serían sus aposentos - ¿acaso no es ese el camino que tú estás recorriendo? ¿No es al fin y al cabo tu objetivo, una guerra personal que llevarás hasta el límite, hasta que uno de los dos caiga? ¿No es eso la senda de batalla, sangre y muerte?
Se metió en sus aposentos y me dejó sola con aquellas palabras clavándose en mi mente.
- Te haré saber cuándo has de regresar, aunque sabes que eres bienvenida siempre que lo desees – su voz se perdió en la lejanía y asentí consciente de que, aquella vez, no aprendería nada del viejo elfo.
- Gracias Dharion – fueron mis últimas palabras dirigidas aquella noche a aquel hombre, un arquero arcano que había encontrado meses atrás, un elfo con tantos años a la espalda que no me hubiese sorprendido nada que una noche se sumiera en su meditación diaria y no despertase más.
Terminé el té y salí fuera, cruzando la pequeña abertura en los arbustos saliendo de nuevo al camino que me había conducido allí horas antes. Esta vez desharía lo andado, rumbo de nuevo a lo que por aquel entonces consideraba lo más parecido a un hogar… la Flecha del Destino.
Mi recorrido fue largo y, todo sea dicho, aburrido. Tuve tiempo para pensar en Relenar, en todo lo que había cambiado nuestra relación desde que le había conocido; pensé en mi mentor Ethan, en el tiempo que llevaba sin saber de él, sin que respondiera a mis cartas ni diera señales de vida; pensé en mis conversaciones con Rael, realmente había sido con ella con la única con la que había hablado sinceramente y agradecía la claridad con la que me había presentado las opciones que tenia; pensé en el guardián callado y soso (como Rael le llamaba), en sus últimas palabras hacia mí “tenéis mi respeto como hombre de armas”… eso era bueno, era un gran paso…
Ojalá hubiese seguido mi camino con toda la tranquilidad que tuve hasta ese momento, lo hubiera preferido aburrido y monótono que tener que ver sus ojos azules de nuevo, que tener que escuchar su voz escurridiza pronunciando aquel nombre…
- ¡¡Bastarda!!
Fue lo único que escuché antes de sentir que alguien se abalanzaba sobre mí. Por todos los dioses existidos y existentes, ¿ahora qué? No me costó mucho esquivar a la figura que se había delatado con un grito de guerra tan original. La encaré y la observé detenidamente.
Ante mí se hallaba una mujer de cabellos rojizos que le caían sobre los hombros, juraría que elfa por su tamaño y rasgos faciales, cuyos ojos verdes se clavaban en mí con furia, odio y desprecio. No tenía ni la más remota idea de quién era, pero allí estaba, daga en mano corriendo nuevamente hacia mí gritando improperios muy poco dignos de una señorita.
La esquivé de nuevo golpeando su espalda tirándola al suelo, no tenía intención de atacarla, no de momento, al menos. Prefería cansarla, pues era lo que sucedería si seguía gastando tanta energía en ataques sin sentido. Se escurrió por el suelo cual serpiente y se incorporó girándose con violencia contra mí.
- ¡Asquerosa serpiente! ¡No mereces el aire que respiras! – alcé una ceja mirándola, esta mujer estaba loca…
- Oye, no te alteres. Creo que te estás confundiendo de persona…
- Ithiria – escupió las palabras entre nosotras y recorrieron el espacio que nos separaba golpeándome con fuerza. Entrecerré los ojos y la miré, esta vez con cautela. Solo había una persona que me llamaba así, solo un hombre que bien se encargaba de recordarme mi pasado en cada encuentro, solo uno…
Miré de reojo los alrededores, aquella chiquilla no había podido venir sola, no era posible. Se veía a la legua nuestra diferencia, ella no era rival para mí, no después de todo el entrenamiento que yo había recibido, no después de todo lo que había aprendido. Pero él debía estar allí, acechando en algún rincón oscuro, observando.
- ¡Ithiria! – repitió acaparando entonces toda mi atención – ¡Tan solo eres un gusano en una tierra demasiado grande para ti! ¡Soy mejor guerrera que tú y lo demostraré aquí y ahora!
Como una loca que acaba de perder los nervios se lanzó con los ojos inyectados en sangre. Nada había cambiado entre nosotras, pero ella lo había empeorado. Nadie, absolutamente nadie salvo él me llamaba por ese nombre, un nombre que me provocaba la mayor sensación de asco, debilidad e inmadurez, un nombre que me atravesaba en lo más profundo abriendo un brecha de odio y venganza… un nombre que no debió pronunciar.
Ella era lenta, podía ver sus movimientos mucho antes de los hiciera, y no fue mucho el esfuerzo que tuve que hacer para vencerla. Esquivé varios de sus ataques, la golpee en el vientre lanzándola varios metros lejos de mí, descolgué el arco en un movimiento grácil y rápido, tensé un flecha y la lancé justo en el momento en que de mis labios eran pronunciadas palabras imperceptibles por ella, palabras que la hicieron brillar en el aire tornándola de un color rojo fuego.
Hubiera sido curioso de ver, si no hubieran intervenido dos figuras oscuras que la apartaron de la trayectoria dejando la explosión de la flecha imbuida en un segundo plano.
- Te agradecería que no matases a mis subordinados – ya sabía yo que no estaba lejos.
- Te agradecería que los tuvieras controlados, entonces – Edharae rió con frialdad y clavó sus ojos azules en mí, entornándolos casi en el acto al ver la cicatriz que recorría mi garganta.
- Dulce princesa ¿en qué líos te metes? No quisiera que saliese dañada… ya deberías saber que ese destino tan solo está en mis manos – tensé otra flecha y le apunté.
- Más quisieras, Edharae – él sonrió.
- En el fondo lo deseas, Ithiria – dejé libre la flecha que voló con rapidez hacia él rozándole la mejilla tras su intento de esquivarla, abriendo una herida pequeña aunque visible.
La mujer chilló frenética suplicando que la liberaran, Edharae se acercó a ella provocando un silencio absoluto y una sumisión deshonrosa. La miró con frialdad, metiéndose en su interior clavando sus ojos en los miedos más profundos de la elfa. Ella replicó y lo único que recibió como respuesta fue un bofetón tan fuerte que la sumió en la inconsciencia.
Alcé ambas cejas totalmente desconcertada sin dejar de apuntar a Edharae, él giró sobre sus talones y me encaró.
- Por doloroso que te resulte, cariño, esta vez no voy a tocarte.
- No sé si podré conciliar el sueño con tan terrible revelación – miré cómo las dos figuras que sujetaba a la mujer ahora la recogían del suelo y se alejaban con ella – deberías controlar a tus perros.
Desapareció como si nada y le sentí acercarse, destensé el arco, sujeté con fuerza la flecha, giré sobre mí misma e interpuse la flecha justo en el preciso instante en que él volvía a aparecer, y lo hubiera hecho a mi espalda si no me hubiese girado.
La punta de mi flecha le rozada el cuello, pero él tan solo sonreía.
- No olvides que eres mía – susurró – tu destino está ligado al mío Ithiria.
- No vuelvas a llamarme así.
- Huye cuanto quieras, algún día te darás cuenta y serás tú la que vengas a mí. No me importa lo que deba hacer para conseguirlo… y sabes que no miento.
Desapareció de nuevo y esta vez no volvió a aparecer, pero entre la oscuridad pude escuchar su voz resonando en mi cabeza.
“Tenemos un trato Ithiria, solo tú o solo yo”
//lo siento, creo que me he emocionado demasiado xD
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Vie Mar 12, 2010 2:00 am
por Torzai
La madre que te.... pedazo biblia te has echao tata xD Menudas parrafadas xDD. Pos como siempre, gran historia. ^^ Ese era el personaje para el que querias un insulto "Chachiway"? XDDDD
Un saludo ^^
Re: Aluriel Lathaniel, una arquera enamorada de la música
Publicado: Jue Abr 01, 2010 4:10 pm
por Keira84
//^^! no me odieis
Noveno Acto
Noche cerrada sin luna visible en el horizonte. Como cada cuatro días desde hacía varias dekhanas, mis pasos me conducían por el paso de Argluna, sorteando las montañas y esquivando a los gigantes que tan insistentemente lanzaban sus piedras sobre mí, ignorantes del daño mortífero que mis flechas hacían en su gruesa piel, hasta que caían en su último aliento y el golpe seco de su cuerpo contra el suelo era el único sonido que quedaba en aquellos pasadizos.
Ya es un lugar de por sí oscuro por eso no me sorprendió encontrarle allí, sentir su respiración tan cerca que bien hubiera podido erizarse la piel de mi cuello a su roce. Sentir su presencia era una sensación tan familiar que había dejado de sorprenderme.
Primero, el bello de todo mi cuerpo se electrificaba, provocándome un escalofrío que tan solo duraba un par de segundos, pero que al principio parecía eterno. Después, el corazón se paraba un instante, presagiando la muerte del alma y tal vez del cuerpo. Tras eso, la adrenalina se disparaba y sentía un hormigueo en las puntas de los dedos, que gritaban en silencio suplicando el peso del arco y el roce de las flechas. Y por último, mis ojos lo divisaban, no importaba dónde se escondiese, ahora ya no, era su misma presencia la que conducía mis sentidos.
Sus ojos azules se clavaron en los míos y su sonrisa fría fue un regalo dedicado única y exclusivamente a mí. Se acercó con lentitud, prolongando cada paso lo más posible, profundizando en mi mirada buscando en mi interior algo que solamente él sabía.
Dejé de escuchar los rugidos de los gigantes a lo lejos, incluso ellos le temían.
Tensé una flecha y le apunté ofreciéndole una mirada desprovista de sentimientos, calmada, serena y decidida. Me recorrió penetrante de arriba abajo haciendo especial hincapié en mis dos nuevas armas, dos estoques atados a mi cintura que emitían una luz verdosa que se distinguía ligeramente aún envainados. Sonrió irónico y complacido, quizá la idea de una guerra cuerpo a cuerpo le resultaba más excitante que la distancia que siempre nos había separado. Se relamió y mordió su labio lascivamente, mirándome de nuevo a los ojos.
- Tantos años llevamos juntos y tú sigues sorprendiéndome, princesa.
No respondí. Me había cansado de la palabrería constante e inútil con aquel humano, un hombre que llevaba tantos años tras de mi vida que hubiera sorprendido a cualquiera verle igual de joven que el primer día, pero la oscuridad se cernía sobre él, la mano oculta de Shar le envolvía dándole, seguramente, una longevidad envidiable para los de su raza.
- No temas, esta noche sin luna llena tan solo trae un mensaje.
Su voz profunda y oscura me atravesó piel, carne y huesos. Mis dedos presionaron el extremo de la flecha y la tensé algo más provocándole una sonrisa de satisfacción, de placer y… ¿por qué no? De orgullo.
- Nunca cambiarás, por eso eres mi favorita, por eso eres mía.
Introdujo su mano en el bolsillo de su pantalón, en su cinto seguían envainadas sus espadas, reposando cual bestias mortíferas sedientas de sangre y sufrimiento, sedientas de gritos de agonía provocados por ellas mismas, ansiosas de dolor. Me mantuve alerta expectante, sin aflojar ni un solo segundo la flecha entre mis dedos y el arco, observando a mi eterno enemigo, mi némesis.
De su interior extrajo un medallón, un círculo perfecto plateado que lanzó a mis pies, haciéndolo girar en el aire, caer sobre uno de sus cantos y rodar cual peonza hasta caer por su peso sobre la tierra.
Un dibujo había tallado en él, un símbolo que yo bien había visto durante los veinte años que viví en Puerta de Baldur. Dos hermosos ojos femeninos rodeados por siete estrellas plateadas. Dos ojos manchados ahora de sangre ya seca… sangre élfica.
Alcé la vista horrorizada y clavé mis ojos negros en sus luceros azules, intentando camuflar el temblor de mi mano y la expresión de miedo y horror que recorría mi cuerpo. Él sonrió con tanta frialdad, tanto desprecio y tanta satisfacción, que no tuvo que decirme nada para saber cuál era el mensaje.
- ¿Qué has hecho?
Ni siquiera yo fui consciente del flaqueo de mis brazos ni de cómo el arco iba perdiendo altura poco a poco, aflojado en mis manos. Edharae entornó los ojos y dio un paso al frente de forma involuntaria, quizá para atacarme, quizá para socorrerme… con él nunca se sabía.
- ¿Qué has hecho? – repetí, esta vez invadida por el miedo a su respuesta, aunque ya la conocía.
- Te dije que haría lo que fuera por verte venir a mí. Te dije que no mentía. ¿Quién será el próximo, princesa? ¿Tu adorado trovador? ¿Tu preciado Guardián? ¿Esa druida a la que tanto cariño tienes? ¿O quizá el arquero arcano que se cree oculto en las cercanías de Argluna? ¿Cuántos más dejarás a mi merced hasta que comprendas tu destino?
Su figura se desvaneció en la oscuridad de la negra noche, regalando suspiros a mi alrededor que congelaron mi cuerpo y me impidieron reaccionar incluso cuando le sentí tras de mí, rodeándome la cintura con su brazo, apoyando su barbilla en mi hombro, susurrándome secretos al oído.
- Eres mía Ithiria, nunca, nunca olvides eso.
Y con la misma elegancia con la que había aparecido, se desvaneció. El hormigueo en los dedos, la electricidad en la piel, el palpitar lento del corazón… todo desapareció. Tan solo quedó allí una figura rota, iluminada ahora por la luz del naciente sol que resurgía entre los picos de aquel Paso montañoso.
Fue tan grande el desconsuelo vivido que ni siquiera los gigantes se atrevieron a regresar, no hubo ni uno solo que me molestara en mi viaje de regreso a Sundabar. En mi mano, el medallón de mi mentor ahora apagado, desprovisto de la vida y el calor que la conexión entre Ethan y la Dama de Plata le otorgaba.
Así que era por eso, Padre, por lo que no respondías a mis cartas. Así que era por eso por lo que no tenía noticias vuestras desde hacia dekhanas… tantos años a vuestro lado, tanas batallas ganadas y perdidas, tantos consejos escuchados e ignorados, tantas advertencias… y al final había sido mi propia guerra, esa de la que tanto me avisasteis, de la que tanto me pedisteis que me alejara, esa que tanto pedisteis que olvidara, la que os había arrebatado el aliento.
¿Podía entonces considerarse que yo misma os había quitado la vida? ¿Podía sentirme de nuevo culpable por una herida tan grande que jamás sanaría, por muy grandes que fueran vuestros poderes? ¿Tanto había mejorado Edharae que había acabado con los suspiros de aquel que tantas veces me había salvado de la muerte?
Me disculparía pero… ¿acaso me escucharéis allá dónde Selune os haya llevado?
Madre Argéntea… ¿tanto os he fallado que no os importa mirar hacia otro lado mientras vuestra hija camina por un sendero sin luz alguna…?
- Patética.
Quizá no fuese la primera palabra que esperaba escuchar, pero fue la única que me sacó del trance. Mis piernas me habían llevado solas al estanque cercano a Sundabar y allí, tan femenina, tan elegante y tan tranquila, reposaba apoyada en un árbol cierta elfa pelirroja cuyos ojos verdes ya había visto con anterioridad. Muchas lunas atrás, intentando atacarme cual rata descontrolada, logrando sobrevivir por la intervención de su superior… de mi enemigo…
- Deberías verte, apostaría mi vida a que cualquier ínfima ráfaga de viento te derriba sin esfuerzo. Eres una vergüenza para los nuestros. Pero ahí estás, tan admirada por él que me da ganas de vomitar.
Desenvainó su daga y me encaró. Sonrió con frialdad, la misma frialdad con la que me sonreía Edharae, pero en un gesto imitado. Un malo intento de ser él.
- Este amanecer será recordado por los míos como el día en que acabé con la tan ansiada Ithiria. Les demostraré que su obsesión está acabando con su cordura y su norte, y “ella” no tendrá más elección que reconocerme – me apuntó con la daga un segundo y se lanzó a por mí - ¡Muere ahora, maldita esclava de la luna!
Fue extraño cómo mi cuerpo reaccionó. Mis manos se posaron solas en las empuñaduras de los estoques y los desenfundé en un ágil movimiento, parando su ataque y golpeándola abriendo en uno de sus brazos una herida, mientras el ácido del arma hacía el resto por mí. Su grito fue corto aunque intenso, y me sorprendió que no se detuviera.
Giró sobre ella asestando tantos golpes como pudo, fallando en todos y cada uno de sus intentos, perdiendo aliento e intensidad en cada esfuerzo. Al principio, me limité a esquivarla, pero poco a poco fui respondiendo, abriendo leves heridas en su delicado cuerpo arrancándole leves gemidos que, por alguna razón, me satisfacían.
No fue largo el combate, al igual que no lo fue la vez anterior. No hubo que esperar mucho hasta encontrarme de pie frente a ella, apoyada en una piedra mirándome asustada. El ácido que mis estoques le habían dejado en sus piernas le impedían moverse por el dolor, y mis armas, ahora envainadas, vibraban emocionadas por la victoria.
Avancé tres pasos hacia ella y recogí su daga clavada en la tierra.
“Márchate” debí decirle. “Lárgate de esta tierra y no vuelvas” esas debieron de ser mis palabras para con ella… pero aquel susurro lo cambió todo. Aquella voz penetrante que atravesó mi alma herida, que encontró la grieta en mi fe lo cambió todo.
“Mírala” – susurró en mi cabeza – “Mírala a los ojos, tan joven, tan llena de vida… su vida. Él la ama, la ama por encima de cualquier cosa, la ama aunque lo niegue en cada noche eterna” – apreté la daga en mi mano, clavando mis ojos negros en aquella elfa pelirroja – “Te lo está arrebatando todo… todo Ithiria. Mírala. Sabes que si no le detienes lo hará. Mírala. Puedes hacerlo. En tu mano está el siguiente paso”
Me agaché sobre ella y le sujeté del pelo mientras me miraba horrorizada, quizá porque ella también escuchaba aquella voz o porque para ella representaba mucho más que para mí… o quizá porque ella veía algo que mis ojos, fijos en ella, no alcanzaban a ver.
“Hazle sufrir… - escuché de nuevo en mi cabeza – hazle suplicar”
Y ya no pude escuchar nada, ya no pude sentir nada. Lo único que percibí fue una oscuridad absoluta que se cernió sobre nuestros cuerpos. Una oscuridad que nos envolvió ocultando nuestra presencia en aquel estanque interminable. Y en la infinidad de aquel lugar, en las alturas de las copas de los árboles cercanos e incluso en la lejanía de las fronteras, lo único que pudo escucharse fueron los gritos desgarradores de aquella elfa, gritos que erizaban el bello y estremecían el alma, gritos que solo significaban la llegada de una muerte lenta y sangrienta.
Largo fue el silencio que trajo consigo aquel tormento, un silencio que solo fue roto por el susurro que trajo el viento. Un susurro que por primera vez, no llegó a oídos de quien más lo hubiera necesitado.
“¿Qué has hecho… Aluriel?