Página 2 de 7

Publicado: Mar Ene 02, 2007 5:43 pm
por Artemis
Realmente lo describes muy bien, con su parte de prosa poética. Si fue fascinante convertirse en niebla, mas lo es leer tus relatos de esas aventuras :idea:

Publicado: Mié Ene 03, 2007 1:20 pm
por Torm3nt
Mola, mola! Me están dando ganas de acabar la historia preMarca Argéntea de Arlequín xD pero me da un paaaalo! xD

:jester:

Publicado: Jue Ene 04, 2007 10:25 pm
por Elenthyl
V. Sombras de la antigüedad

El gran Maestre Umbra tomaba notas con precisión. Frente a él, la barrerá mágica brillaba con fuerza rivalizando con el fulgor rojizo del antiguo medallón que llevaba al cuello. De vez en cuando su vista se desviaba hacia un cofre dorado situado unos metros más allá de la infranqueable frontera.

-Eso es… eso es… un poco más…

Súbitamente la parte derecha de la pared luminosa dejó de brillar con la intensidad exigida. Con una expresión de sorpresa en su rostro cambió el ritmo de escritura, volando ahora su pluma sobre los pergaminos, grabando desgarbados garabatos en lo que hasta ahora había sido un pulcro ejercicio de caligrafía arcana.

-Qué ocurre- Más que preguntar ordenaba una respuesta. Sin girarse, miraba sobre su hombro derecho a uno de los dos elfos que le acompañaban. Con un suspiro que nada bueno presagiaba dejó de escribir.

-Señor, las arpías han dejado de existir. Vuestra orden de aislamiento ha sido violada- susurrando con la cabeza gacha, el elfo lanzaba miradas furtivas a su compañero. Capitanes de la guardia personal del gran Maestre, habían consagrado su vida durante cientos de años a proteger el inmenso saber de aquel sombrío personaje. La muerte de las arpías custodias había roto su concentración.

El elfo situado a la izquierda abandonó al instante la conjuración que llevaba a cabo a fin de potenciar la magia del muro de luz. Sin variar un ápice su posición, se giraba tranquilo hacia el pasillo que conducía al acceso del inmenso salón que ocupaban mientras desentumecía sus manos. Sólo eran tres Umbra, pero eran ellos tres. Suficiente para contener a quien osara inmiscuirse en sus asuntos, se decía.

El brillo que llenaba la estancia se apagó lentamente, volviendo a su intensidad natural. Desde las profundidades de una sima, al otro lado de la protección y varios cientos de metros más abajo, una Sombra aceleraba su marcha hacia la superficie levitando ahora con gran rapidez.


-Alto…- Elenthyl susurraba a su compañera. Estaban a punto de franquear el acceso cuando los cánticos murieron- …nos han detectado.

Artemís se había detenido antes incluso de que el elfo salvaje la pusiera sobre aviso. Un gesto de preocupación y fastidio surcaba la belleza natural de sus rasgos.-¡Maldición! Bueno, para algo estaban aquí esos engendros infernales… ¿Qué hacemos? ¿Serán muchos?

-Te propongo algo, Ilmanase. Entraré yo primero, invisible y en silencio me escabulliré por un lateral- ambos recordaban la configuración de la gran estancia que alojaba el muro de luz que les había llamado poderosamente la atención en su primera visita. Elenthyl deslizaba en su dedo el anillo de invisibilidad mientras la muerte ocupaba su sitio habitual en lo profundo de sus ojos.

-Yo te seguiré un instante después, avanzando por el pasillo central. Intentaré averiguar algo sobre sus intenciones, ya se me ocurrirá qué decirles…- La serenidad de su rostro comenzaba a reflejar la inmensa preocupación que atribulaba su alma. Respirando profundamente, Artemís se serenaba mientras observaba desaparecer en el interior al osado elfo salvaje. Confiaba ciegamente en él, sabía que no dejaría que nada malo le ocurriera. Y, más que en nadie, confiaba en su arco.

-Señor, una elfa solitaria se aproxima con paso firme pero cauteloso por el pasillo central. Empuña un largo palo con hojas que parece un arco.

Ligeramente molesto, el gran Maestre guardaba sus útiles de escritura en el interior de su túnica teniendo especial cuidado en no emborronar la tinta de sus pergaminos. Sin dignarse a girar su cuerpo decidía si matarla o capturarla. Quizá fuera divertido esto último, ya acabaré el trabajo más tarde, se decía entre confiadas sonrisas.

La Sombra continuaba su ascensión desde las profundidades mientras Artemís se situaba a medio tiro de arco del extraño trío.


-Debes ser muy valiente o muy estúpida para molestarme, insignificante criatura…- Aún de espaldas, la voz del líder de aquellos Umbra llenaba el vasto salón.

-Tenéis algo que no os pertenece… eh… “señor”.

-No es valentía ni estupidez… sencillamente no estás en tus cabales- girándose lentamente el gran Maestre se enfrentaba ahora a la exploradora, sus capitanes prestos a la acción flanqueándole, con las manos en las empuñaduras de sus armas aún colgadas del cinto. La tranquilidad de sus movimientos resultaba estremecedora.

-(Aún no… aún no…)- apostado en un lateral el elfo salvaje mantenía el arco tensado, apuntando a la garganta del que parecía el jefe de aquellos tres. Si lo conseguía eliminar, la cosa estaría pareja. -(Contrólate … malditos asesinos… no estarán tan tranquilos cuando parezcan puerco espines atravesados por mis flechas… Aún no…)

-Y aunque así fuera, dime, qué pretende una solitaria arquera viniendo sola a tantos metros de profundidad. Además… no eres uno de esos malolientes Bedin. Te has cansando de vivir, ¿hum?- El gran Maestre observaba imperturbable a Artemís.

-No vengo sola, asesino de inocentes. Un inmenso ejército elfo permanece apostado fuera de estos aposentos… ¡hasta con jinetes de grifo! Dime, ¿que pretendes conseguir con ese medallón?- Los ojos de Artemís permanecían encallados en la pieza de orfebrería que, con un ligero fulgor rojizo aún, ocupaba el cuello de aquel arcano.

-¿Esto?- una mirada fugaz hacia la antigua joya –Esto me franqueará el paso hasta un poder inimaginable, algo que llevo siglos buscando…- El gran Maestre sopesaba las palabras de Artemís sin mostrar ni una ligera sombra de preocupación en sus fríos ojos. La mentira no había colado.

A duras penas podía Elenthyl mantener la flecha en su arco, deseaba acabar con la vida de aquel ser tan prepotente casi más que nada en el mundo. La furia nublaba su razón, se estaba dejando llevar por el ansia de venganza.


-Pero… ¿Qué hago, ¡Yo!, hablando con semejante insecto? ¡Apresadla!- Con un leve gesto el Umbra lanzó a sus guardaespaldas contra la elfa de los bosques mientras se volvía lentamente hacia la luminosa barrera, obviando el resultado de tan desigual enfrentamiento.

-¡No!- en el último instante el elfo salvaje había cambiado su objetivo, atravesando un brazo que se disponía a lanzar una daga a Artemís. Suficiente para distraer a los Umbra el instante preciso para que su compañera reculara y comenzara a lanzar flechas con rapidez y precisión, mientras intentaba mantener la distancia con sus enemigos. Sorprendido y descolocado por su propia reacción soltaba el arco y desenfundaba las dos cimitarras mágicas que su socio y amigo Vcho le había regalado recientemente. Uno de los Umbra luchaba con Artemís, pero el otro había desaparecido en las sombras. -(¡Concéntrate, elfo estúpido, o ella morirá aquí!)

Al parecer si que había algo que deseara más que atravesar la garganta del presuntuoso arcano. Aquello se resolvería cuerpo a cuerpo. Las cimitarras se encendían con fuego mágico al contacto con sus manos, preparándose para…

Demasiado tarde. El segundo Umbra apareció tras él propinándole una hábil patada baja que lo elevaba en el aire, haciéndole perder el equilibrio. Su mente enviaba mensajes a todos los músculos de su cuerpo para que girara sobre sí mismo y se defendiera de la artimaña de su enemigo, sus ojos buscando las armas de su oponente... pero nada ocurría. Elenthyl flotaba suspendido en el aire.


-Por todos los… pero qué…- Ni una palabra más salió de la garganta del gran Maestre antes de que el tiempo se detuviera.

Surgiendo de las profundidades, la Sombra se elevaba varios metros sobre ellos. Envuelta en magia pura, les observaba…


…continuará.


Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Lun Ene 08, 2007 11:13 pm
por Elenthyl
VI. Responsabilidad incógnita

El tiempo se había detenido y, desde las alturas, la Sombra sopesaba rápidamente sus posibilidades. Sus infinitas posibilidades.

Sucesivas capas de magia hacían borroso su contorno pero no incomodaban su capacidad de apreciación. Moviendo dos de sus brazos como si tuvieran vida propia preparaba los conjuros que había decidido utilizar, mirando alternativamente sus objetivos. Un tercer hechizo era completado antes de que el tiempo reanudara su marcha habitual tras ser impelido por el poderoso ser a una pausa antinatural. Posándose suavemente en el suelo, contemplaba la efectividad de su embate.

Simultáneamente dos trombas de proyectiles mágicos atravesaban la barrera que los separaba dividiéndose en su vuelo, dirigiéndose a los puntos del salón donde sendas parejas combatían. Aún girando sobre sí mismo en el aire Elenthyl pudo ver como una interminable sucesión de impactos arrojaban a su oponente varios metros atrás, golpeándolo en el pecho contra el grueso muro de la ruina, sacudiéndole sin tregua hasta que el poderoso elfo umbra exhalaba su último aliento. Sorprendido y esperando recibir su parte de aquel terrible castigo no consiguió recomponerse a tiempo y cayó de mala manera, golpeándose la sien. Inconsciente.

En el centro de la estancia una atónita Artemís acertaba a alojar una última flecha a bocajarro entre los ojos del otro guerrero antes de apartarse y dejar pasar el cuerpo ya inerte de su rival que, sacudido en la espalda por la segunda tromba, recorría la estancia girando como un pelele.

A los pies del gran Maestre una nube mágica se expandía como un gas largamente comprimido, adoptando rápidamente la forma de una gigantesca serpiente de varias cabezas, terrible fantasmagoría que con un espeluznante chillido final rompía las defensas del poco preparado arcano haciendo estallar su corazón en una Némesis inexorable.


Un instante había transcurrido, y la valiente elfa de los bosques se enfrentaba sola al terror surgido de las profundidades de las ruinas. Consciente de no tener ninguna posibilidad en un enfrentamiento directo, bajaba lentamente su arco mientras intentaba discernir la forma de aquel ser. Parecía una bola pétrea con enormes ojos, una esfera de la que salían cuatro brazos y, posiblemente, dos piernas. La magia lo envolvía como las capas de una cebolla y la barrera luminosa del antiguo salón chisporroteaba excitada por su presencia. La Sombra se limitaba a observarla con gesto inexpresivo, tranquila como si tuviese siglos para hacerlo.

Un leve gemido rompía el duelo de miradas. A la izquierda de Artemís y bastante más cerca de la protección que dividía la estancia en dos, el elfo salvaje salía de su aturdimiento. Despreocupándose de su seguridad personal Artemís se lanzaba a comprobar el estado de su fiel compañero. Levitando a pocos centímetros del suelo la Sombra se acercaba a la pareja, posándose muy cerca de los elfos sin atravesar la frontera que la separaba del mundo de la superficie. Impertérrita, les observaba.

Elenthyl abrió los ojos y la imagen de una inquieta Artemís arrodillada junto a él arrancó una sonrisa involuntaria de sus labios. Inmediatamente volvió a la realidad, recuperándose del golpe mientras volvía la vista a aquel ser que les evaluaba en silencio. Ni una palabra surgió de los elfos mientras se incorporaban lentamente, abrazados frente a quien inesperadamente había respetado su existencia. ¿Porqué? Millones de preguntas se arremolinaban en su mente, intentando encontrar una razón a su inexplicable supervivencia. Transcurrieron unos minutos, quizá horas, hasta que la Sombra se levantó de nuevo medio palmo del suelo y, sin girarse ni apartar su vista de ellos, se arrojaba de nuevo al abismo.

Rompiendo finalmente su abrazo los dos únicos supervivientes de tan extraños sucesos se miraban a los ojos. Artemís acababa con el silencio.


-Elen.. ¿Qué… qué era eso?¿Y por qué…?- Sus ojos reflejaban una mezcla entre sorpresa y profunda alegría por haber sobrevivido ambos a tal experiencia.


-Hace algunos años, en una taberna de los muelles de Calimport, escuché una vieja leyenda. Un cuento para asustar niños en las largas noches de invierno, antiguos versos que hablaban de un gran mal enterrado en la noche de los tiempos… bajo una fortaleza, en el Norte salvaje. Anterior incluso al reino enano que construyó estas salas, pero nunca imaginé que…

Girando bruscamente la cabeza, Artemís interrumpía involuntariamente a su compañero mientras miraba a la oscuridad que envolvía el elevado techo como si pretendiera atravesarla con la vista. Pasos. Muchos pasos retumbaban a sus agudos sentidos en la roca, lejos pero aproximándose desde arriba. Una furtiva mirada y la pareja se disponía a desaparecer de allí como si nunca hubieran visitado aquel terrible escenario. Los Umbra volvían a ocupar rápidamente Ascore.

-¡El medallón!- Artemís recordaba en el último instante uno de los motivos de su presencia allí.

Tras registrar rápidamente el cuerpo inerte del arcano se lanzaron a la carrera buscando el camino de vuelta al desierto. El mercader no sabía nada de aquel extraño objeto que pendía, ya sin brillo, del cuello de la elfa de los bosques, pero debía ser informado de que la venganza había sido cumplida. Contra todo pronóstico, quizás. Pero cumplida.

Unas horas después un pixie seguido de la translúcida brisa que era de nuevo la elfa de los bosques sobrevolaban los oscuros pasadizos de vuelta al Oasis, mientras pensaban en el motivo de su supervivencia y en los peligros que la posesión de tan extraño artefacto, sin duda, conllevaría. Una gran responsabilidad, de alcance insondable para ellos. Aquel medallón y el intrincado galimatías que constituían los indescifrables pergaminos que ahora reposaban en las mochilas de los aventureros darían mucho de qué hablar en el futuro.




Epílogo

El atardecer hacía arder en rojos las arenas de Anaurokh cuando los amigos, casi tres días después de partir, atravesaban de nuevo el antiguo balcón y respiraban aire seco. Volviendo a su forma natural se contemplaban alegres, al fin tranquilos pues nadie les había seguido. En lo alto de un farallón rocoso próximo a las ruinas de las cuales emergían, un turbante azul desaparecía sin ser visto por la pareja.

Según se aproximaban al cercano Oasis el agotamiento hacía mella en sus castigados miembros. Quizá por esta razón no eran conscientes de que los batidores Bedin ya habían llevado noticias de su presencia a los pobladores del desierto, y los seguían desde hacía horas ocultos tras dunas y riscos. Arrastrándose en pos de su alargada sombra los elfos se internaban en el oscurecido pasadizo que daba acceso al remanso de paz, al merecido descanso, mientras un manto de estrellas increíblemente brillantes ocupaba el cielo pues hasta el viento se había detenido aquella noche, tal era la quietud de aquellos parajes. Una ligera alarma sonaba en la cabeza embotada del elfo salvaje… demasiado tranquilo, decía. Pero estaba exhausto, ya sólo pensaba en llegar y nada alteraría su rumbo. Doblaron la última esquina y emergieron al Oasis. De nuevo les esperaba una sorpresa.

Todos los pobladores de las arenas se encontraban allí, incluso los que habían velado por su seguridad desde que emergieron de la oscuridad. Mujeres y niños flanqueados por guerreros, el mercader en el centro del gran semicírculo de antorchas que formaban, junto a las venerables ancianas del poblado. Fascinados, los elfos no fueron capaces de abrir la boca mientras un prolongado sonido salía de las bocas de las mujeres Bedin, un ulular interminable que se fundía en la noche y los envolvía con el manto que recibe a los héroes del desierto tras volver, victoriosos, a casa.


-Habéis vuelto. Habéis vencido, ¡mis rudos guerreros!


El mercader les recibió con una amplia sonrisa mientras los chiquillos se arremolinaban riendo a sus pies y los conducían, casi a rastras, al centro de la celebración. El pueblo Bedín llenaba la noche con alegres gritos y cánticos. Habían matado a un buey en su honor y el festín estaba preparado, la carne humeante, el vino de dátil fresco sobre las pequeñas mesas de la tienda principal, dulces de sabores desconocidos elegantemente distribuidos en hojas de palmera, miles de aromas deliciosos sobre bandejitas de plata labrada. Ocupando los cojines de honor, se dejaron agasajar hasta caer inconscientemente felices sobre las alfombras de aquellas agradecidas gentes.

Despertaron bien entrado el día, en tiendas separadas según las costumbres del Oasis. Junto a sus lechos dos paquetes cuidadosamente envueltos en linos de mil colores. Una durísima clava para el elfo salvaje. Un estoque bellamente trabajado para Artemís. Rodeando sus empuñaduras podía leerse, en caracteres élficos adaptados a la estilizada caligrafía Bedin, sendos lemas grabados por las ancianas del poblado durante la noche.


“Falae Ilmanase”

“Ilcsil Oymeelai Acalanira”


El Beso de Artemís. Alma Furiosa de Elenthyl.

Tras pasar un par de días entre los Bedin, disfrutando de su hospitalidad y hablando de lo divino y lo elfo, decidieron regresar a la tierra que hoy por hoy era su hogar, Nevesmortas. Constataron que ni el mercader ni las ancianas sabían nada de aquel medallón ni conseguían leer los extraños pergaminos, pues el pueblo del desierto no es muy versado en magia y aquéllos estaban escritos en una lengua desconocidad para todos los que lo habían leído. Los Bedin más bien aborrecen todo lo que tenga que ver con la magia, llegando en casos a prohibirla en sus poblados. Decidieron seguir con sus vidas con normalidad, haciendo partícipes de su descubrimiento tan sólo a los más allegados, alejando el medallón de arcanos ansiosos de poder. Y ya habría tiempo, más adelante, de investigar el origen de tan peligrosos objetos. Contentos por sus nuevas adquisiciones, felices por los nuevos amigos encontrados en aquel extremo del mundo, dejaban el Oasis enfilando el atardecer algunas semanas después de partir por la embarrada senda del Norte...


… ¿continuará? Posiblemente, pero eso… ya es otra historia.


Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Mar Ene 09, 2007 1:41 pm
por Artemis
:D *Aplaude un buen rato* :D No hay palabras para decirte lo mucho que me ha gustado. Felicidades, realmente eres un gran escritor :idea:

Publicado: Mar Ene 09, 2007 1:52 pm
por pegasus1974
Estoy de acuerdo Artemis, a mi tambien me ha gustado mucho la historia...esperare impaciente las proximas historias.

8) 8) :) :D

Publicado: Mar Ene 09, 2007 3:40 pm
por phandaal
*PJ Phandaal lee atentamente la historia*

*PJ Phandaal* hmfgrr (Hasta un niño lo haría mejor)

*Jugador de Phandaal* ¿Qué hijo mío, tú también verde de envidia?

*PJ Phandaal* hmfgrr

*PJ Phandaal lanza un Dedo de la Muerte y le saca el ojo a su jugador*

// Espero que este post no sea malinterpretado

Publicado: Mar Ene 09, 2007 8:33 pm
por Elenthyl
No lo ha sido, lo interpreto como un halago. Eso si, muy fiel a "tu estilo" ;)

Gracias, Phandaal.

Y gracias a todos los que con infinita paciencia habeis seguido esta historieta intrascendente. Si de verdad os ha gustado, seguiré escribiendo. En la medida de mis posibilidades... aún me queda mucho por mejorar.

Un saludo!

Me olvidaba del DM! Gracias Máscara, nunca pensé que esto creciera tanto. MUY BUENO!

Publicado: Mar Ene 09, 2007 9:10 pm
por Cuchulain
Si... pero por lo que mas quieras, cambia tu avatar, jaja

Enhorabuena, has sido una buena historia

Publicado: Jue Ene 18, 2007 1:27 am
por Mascara
Sorprendente, desde luego... el último capítulo sobrepasa en belleza léxica y narrativa a los restantes, más si cabe. Un placer leerte y , por supuesto, haber compartido esa aventura contigo

(y con artemis, pero con ella menos... xDDD)

Un saludo