Re: Los orcos que están por venir
Publicado: Vie Dic 11, 2020 8:00 pm
Malas decisiones...
Zalcor entró por la puerta del Descanso de los Páramos. Ransell salió por ella a los pocos minutos. Marcado como estaba, conectado a los orcos mediante vete tú a saber qué pactos y qué magia, no podían arriesgarse a planificar nada delante de él.
Seda no le guardaba rencor ni resquemor alguno: ella hubiera hecho lo mismo. Pero, siendo cautos, ya no podían confiar en él aunque sinceramente quisiera ayudar.
En el fondo, sólo con el tatuaje Talonar les había ganado la ronda. Ellos habían perdido una baza.
A solas, en el reservado, Idril, Gregor, Zalcor y ella discutieron los siguientes pasos. Los druidas no podían averiguar nada de los cuervos. Quizás algún arcano podría rastrearlos, pero no tenían DM era mejor esperar a que los magos de Argluna les proporcionaran más información.
Y estaba pendiente el tema de las tribus desaparecidas. Muy probablemente se estuvieran reuniendo en algún lugar para preparar el ataque a La Marca a través de los grandes umbrales que habían identificado. Mil Puños, Colmillos Rojos, Cráneos Rotos, Muchas Flechas, los clanes del Anauroch, los descastados… eran muchos. Tenía que ser un lugar grande…
–Tendríamos que revisar los dominios orog o el Paso del Orco Muerto –se sugirió al final.
Se decidieron por los orogs. Al fin y al cabo, Talonar era uno de ellos.
Descendieron los cuatro por los túneles antiguos de Adbar. Telarañas, trampas, alguna patrulla duergar que no regresaría a informar a nadie. Pasos acuáticos y cavernas profundas.
Zalcor iba inquieto, incómodo bajo tierra. Gregor cambiaba de forma con una velocidad a la que Seda no se acostumbraba (y no era la primera vez que le atacaba por reflejo). Idril, por su parte, mantenía alrededor de los cuatro un profuso tapiz de Urdimbre protector. Ahora que, de alguna forma, podía sentirla, la chica apreciaba cada vez más las habilidades del mago.
Descendieron hasta zonas que apenas recordaba haber visto cuando todavía no la llamaban Seda.
El primer encuentro con los orogs ya preconizaba que algo raro estaba sucediendo. El sarcófago de ámbar que había apresado al chamán de su grupo fue el primer aviso, cuando se disolvió de repente. La urdimbre estaba alterada, inestable, enrevesada… Gregor y Zalcor aseguraban que escuchaban cánticos que ascendían de las profundidades. E Idril… Idril sufrió un colapso, ojos en blanco, sudoroso…
–Lo he visto –jadeo–. El Ojo de Gruumsh… y él nos ha visto a nosotros.
Se miraron nerviosos.
–¿Volvemos a informar o continuamos?
Seda sacó una moneda.
–Cara volvemos, cruz avanzamos.
La cara pulida y perfecta de una luna brilló en su mano.
"Pero Talonar puede estar allí, si nos vamos podríamos perder una oportunidad, ya están alertados y el viaje no habrá servido para nada…"
–Los cánticos cesan.
Lanzó la moneda a un rincón.
–¡A la mierda! ¡Vamos a ver!
–No tenemos magia, mis conjuros no dejan de fallar.
–Podemos avanzar en sigilo.
–Puedo arriesgarme yo solo –sugirió Zalcor.
–Ni de coña. Voy contigo para recoger tus cachos.
–En una Compañía se avanza en grupo –sentenció Gregor frunciendo un ceño orog recién adquirido.
Descendieron con Zalcor abriendo la marcha, todos con pies ligeros. Encontraron túneles vacíos hasta llegar a una cueva donde Seda advirtió el brillo de un Umbral cerrado. Sin embargo, ese sentido extraño que tenía desde que era Seda también le decía que había cosas a su alrededor, moviéndose por la gran cámara.
Se acercó, cubriéndose con las estructuras, como en los viejos tiempos, para escuchar. Confiaba en sus pasos y su sigilo.
Confiaba demasiado. Demasiadas costumbres de Daan.
Las fechas llegaron sin ser vistas con relámpagos de dolor. Intentó apartarse, cubrirse entre las rocas mientras batidores orcos y orogs cargaban contra su grupo, y con manos temblorosas activó un pergamino para sanar sus heridas fatales.
El pergamino se convirtió en polvo en sus manos sin surtir efecto. Sus compañeros luchaban también a la desesperada. Y, entonces, vio venir el fuego rabioso que un chamán orog desataba sobre ellos… demasiado tarde.
Tomó dolorosamente una bocanada de aire, su cuerpo estaba maltrecho y herido, apenas podía respirar. Abrió un ojo, pero solo estaba rodeada de oscuridad, y le costaba aferrarse a un frágil momento de consciencia.
Estaba allí la voz de Talonar. La recordaba muy bien. Y también… otra voz.
Hubiera entrado en pánico de no haber vuelto a caer inconsciente.
Despertó sola, en mitad de la nada de la rivera del Rauvin, un río que cada vez le traía más y peores recuerdos. Miró a su alrededor, confusa. Comprobó su cuerpo: las heridas estaban curadas, pero su espalda ardía de dolor. Aquello sólo podía significar una cosa.
–No, no, no, no… –maldijo mientras corría a buscar un reflejo en el agua–. Eso no…
Aquello empeoraba por momentos.
Zalcor entró por la puerta del Descanso de los Páramos. Ransell salió por ella a los pocos minutos. Marcado como estaba, conectado a los orcos mediante vete tú a saber qué pactos y qué magia, no podían arriesgarse a planificar nada delante de él.
Seda no le guardaba rencor ni resquemor alguno: ella hubiera hecho lo mismo. Pero, siendo cautos, ya no podían confiar en él aunque sinceramente quisiera ayudar.
En el fondo, sólo con el tatuaje Talonar les había ganado la ronda. Ellos habían perdido una baza.

Y estaba pendiente el tema de las tribus desaparecidas. Muy probablemente se estuvieran reuniendo en algún lugar para preparar el ataque a La Marca a través de los grandes umbrales que habían identificado. Mil Puños, Colmillos Rojos, Cráneos Rotos, Muchas Flechas, los clanes del Anauroch, los descastados… eran muchos. Tenía que ser un lugar grande…
–Tendríamos que revisar los dominios orog o el Paso del Orco Muerto –se sugirió al final.
Se decidieron por los orogs. Al fin y al cabo, Talonar era uno de ellos.


Zalcor iba inquieto, incómodo bajo tierra. Gregor cambiaba de forma con una velocidad a la que Seda no se acostumbraba (y no era la primera vez que le atacaba por reflejo). Idril, por su parte, mantenía alrededor de los cuatro un profuso tapiz de Urdimbre protector. Ahora que, de alguna forma, podía sentirla, la chica apreciaba cada vez más las habilidades del mago.
Descendieron hasta zonas que apenas recordaba haber visto cuando todavía no la llamaban Seda.

–Lo he visto –jadeo–. El Ojo de Gruumsh… y él nos ha visto a nosotros.

–¿Volvemos a informar o continuamos?
Seda sacó una moneda.
–Cara volvemos, cruz avanzamos.
La cara pulida y perfecta de una luna brilló en su mano.
"Pero Talonar puede estar allí, si nos vamos podríamos perder una oportunidad, ya están alertados y el viaje no habrá servido para nada…"
–Los cánticos cesan.
Lanzó la moneda a un rincón.
–¡A la mierda! ¡Vamos a ver!
–No tenemos magia, mis conjuros no dejan de fallar.
–Podemos avanzar en sigilo.
–Puedo arriesgarme yo solo –sugirió Zalcor.
–Ni de coña. Voy contigo para recoger tus cachos.
–En una Compañía se avanza en grupo –sentenció Gregor frunciendo un ceño orog recién adquirido.

Se acercó, cubriéndose con las estructuras, como en los viejos tiempos, para escuchar. Confiaba en sus pasos y su sigilo.
Confiaba demasiado. Demasiadas costumbres de Daan.

El pergamino se convirtió en polvo en sus manos sin surtir efecto. Sus compañeros luchaban también a la desesperada. Y, entonces, vio venir el fuego rabioso que un chamán orog desataba sobre ellos… demasiado tarde.

Estaba allí la voz de Talonar. La recordaba muy bien. Y también… otra voz.
Hubiera entrado en pánico de no haber vuelto a caer inconsciente.

–No, no, no, no… –maldijo mientras corría a buscar un reflejo en el agua–. Eso no…
