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Publicado: Sab Mar 10, 2007 12:52 pm
por Elenthyl
XVI. Furia.


Una explosión de luz. Un suave pitido lo inundaba todo alrededor. Durante un instante el tiempo se había detenido, nada existía para el elfo salvaje. Poco a poco una imagen se materializaba en su retina, lentamente….

Su confianza yacía en el suelo, acompañada de su aplomo. Permanecía erguido e inanimado, como el tronco de un árbol que ha perdido las hojas. Inmóvil. Comenzaba a ver y a escuchar… Phandaal arrodillado junto a un cuerpo, el cuerpo de…


-ILMANASE!!!

Apartando bruscamente al arcano el elfo salvaje se lanzaba junto a su compañera. Al cogerla entre sus brazos tuvo la impresión de que la mitad de su corazón se rompía resquebrajándose, y caía pesadamente hasta hundirse en su estómago.

-Ilmanase…

Elenthyl sostenía atónito el cuerpo helado de Artemís. Un suave tono azulado resplandecía en su piel, una primera exploración no reveló herida alguna. Phandaal se levantaba torpemente mientras comenzaba a conjurar algo, y Sabath asistía conmocionada a la escena.

-Hay que calentarla… ¡porqué no entró a la cabaña? ¿Cómo es posible que permaneciera aquí hasta helarse! Nada de esto tiene sentido…

-La puerta sólo se abre a medianoche. Quizá esperó todo el día aquí… pero… no, no tiene sentido- Phandaal se mostraba de acuerdo. Era evidente el gran esfuerzo que le costaba controlar sus emociones

Mientras la paladina buscaba algunas ramas, Phandaal montaba la tienda de campaña que formaba parte de su equipaje. El elfo salvaje intentaba calentar el cuerpo de su compañera, mirándola sin ver nada, perdido en oscuros pensamientos.


En breves instantes el campamento quedó montado, el fuego encendido a las puertas de Tulrun. El cuerpo se iba calentando lentamente pero aquel pequeño fuego era claramente insuficiente. Entonces se escuchó el aullido.

Aquellas tierras abundan en grandes felinos salvajes. Seres que atontan a sus presas con terribles aullidos y las devoran con rapidez. El grito feroz puso en guardia a Sabath y, desenvainando, se apostaba a un lado de la cabaña, junto a la tienda que ocupaba Artemís. No tuvo que esperar mucho la paladina para hacer frente a un enorme tigre blanco mientras Phandaal comenzaba a conjurar hechizos de muerte, dirigiéndolos contra las bestias. Elenthyl permanecía inmóvil junto a Artemís, ignorando todo lo que a su alrededor acontecía. Sólo un rato después, cuando varios felinos yacían sin vida a escasos centímetros de su posición, volvía en sí con un extraño brillo en la mirada. Depositaba el cuerpo con suavidad y se dirigía a uno de los tigres caídos, katana en mano. Con rápidos movimientos destripó al animal y, separando sus entrañas sin inmutarse, comenzaba a arrastrarlo pesadamente hacia la tienda de campaña. Sus compañeros aún se recuperaban del combate y lo miraban absortos y extrañados.


-Hay que meterla dentro… aquí ganará calor rápidamente y estas pieles la mantendrán bien…- No pedía ayuda, parecía hablarse a sí mismo en un esfuerzo por no perder la cordura.

El archimago se lanzó a ayudarlo y tras unos forcejeos consiguieron introducir el cuerpo de Artemís en el interior de aquel coloso de casi tres metros de largo. Esperaron algún tiempo, esperaron una reacción que no se producía. El cuerpo ganaba calor y ya no estaba rígido, pero la vida no volvía a Artemís. Quizá era momento de recurrir a la magia.

Phandaal conjuraba lentamente, no quería equivocarse si bien dominaba esa técnica. El conjuro de resurrección salía de sus labios pausadamente, a ritmo constante, hasta que finalizó con un par de pases frente a los ojos cerrados de la elfa de los bosques. Nada.

No funcionaba.

Nada funcionaba.


Archimago y paladina se miraban estupefactos, nunca habían visto que ese conjuro fallara. Y era más extraño aún si salía de los labios del poderoso Phandaal. El elfo salvaje comenzaba a dejarse llevar por la furia y el dolor, nada parecía tener sentido aquella fría noche, nada funcionaba… nada se podía hacer por Ilmanase.


-No… áun no… no así…

Como si de una letanía se tratara Elenthyl repetía una y otra vez esta frase entrecortada, ganando en intensidad lentamente. Una y otra vez. Un extraño fulgor pálido comenzaba a salir de las fundas de sus armas, un brillo azulado que acompañaba a la subida de tono de su triste letanía. Alma Furiosa y Furia Divina, la porra y la katana del oasis Bedín, respondían a su compañero de muertes y venganzas despertando en la noche, iluminando su sufrimiento.

-No… áun no… no así…

Elenthyl estaba más allá de la cordura. Su dolor inundaba la noche.

Los intentos de recuperar al elfo salvaje fueron infructuosos. Ni Phandaal ni Sabath conseguían que Elenthyl les devolviera si quiera una mirada. Con el cuerpo de Artemís entre los brazos, se balanceaba arrodillado adelante y atrás, adelante y atrás… un brillo azul pálido lo rodeaba, fuera de sí.

Decidieron rápidamente abrir un portal hacia cualquier ciudad, y buscar ayuda en algún templo. Noquearían al elfo salvaje si fuera necesario, ya que no parecía que su voluntad hubiera soportado aquella dramática situación.

El portal estaba abierto y se disponían a arrebatar el cuerpo de la exploradora caída de brazos de su compañero cuando sucedió algo extraordinario. El fulgor azulado que rodeaba a Elenthyl se volvió mucho más brillante, hasta que fue difícil mirarlo directamente. Su intensidad se solidificó en una esfera de luz azul que explotaba con un tremendo sonido. Un grito desgarrador, un lamento indescriptible. Una negación al destino que inundó el bosque Frío mientras la luna menguante ganaba su posición en los cielos helados.


-NOOOOOOO!!!


Tras la luminosa deflagración el silencio tomó posesión del bosque. Phandaal y Sabath contemplaban atónitos… algo.

-¡Por los nueve infiernos! ¿Qué diablos es… es… eso?

Una nube negra, ligeramente translúcida, flotaba en el gélido aire frente a ellos. Su forma, vagamente elfa, ocupaba el lugar donde anteriormente había un elfo salvaje. Por rostro dos puntos de luz roja que brillaban en la noche. En sus brazos, el cuerpo inerte de Artemís. Su manto, un silencio mortal que envolvía todo lo que se le aproximaba.

Phandaal y Sabath no pudieron moverse cuando el cuerpo de artemís ascendió a los cielos en brazos de aquel ser.

En la mente de Elenthyl sólo existía un pensamiento: proteger a Ilmanase, llevarla a lugar seguro… a casa.

La forma elemental de Furia atravesaba los cielos rauda, acunando a su alma gemela, en dirección sur-sureste… hacia los pináculos arbóreos, de La Flecha del Destino…


...continuará


Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Sab Mar 10, 2007 3:43 pm
por pegasus1974
Hola!!! me encanta la historia, no puedo esperar la continuacion.

:P 8)

Publicado: Sab Mar 10, 2007 9:07 pm
por phandaal
//

Yo tampoco, y eso que más o menos se como continúa. :-)

Publicado: Lun Mar 12, 2007 10:04 pm
por Artemis
A mi tambien me ha encantado, aunque me siento algo culpable, xD.
Enhorabuena Elen, ha sido una descripción perfecta de lo que pasó

Publicado: Lun Mar 12, 2007 10:41 pm
por phandaal
Artemis escribió:A mi tambien me ha encantado, aunque me siento algo culpable, xD.
Enhorabuena Elen, ha sido una descripción perfecta de lo que pasó


// así, entre nosotros: es que eres culpable!!!


// no sigáis mucho con la quest hasta el día 20 pls, que Phandaal se va a hacer unas investigaciones de campo a las ruinas de Netheril en el desierto de Annaurokh. El jugador aprovecha para irse de viaje a Tunez, a ver si allí hay alguna pista (tendrá algo que ver Cartago con Netheril? xD )

Publicado: Vie Jun 01, 2007 4:37 am
por Elenthyl
XVII. Sangre de elfo.

Vacío. Todo estaba vacío para el elfo salvaje. Ni árboles, ni flores, ni pájaros. Nada. Ausente al estallido de vida que se arremolinaba a su alrededor contemplaba con ojos apagados el cuerpo de su compañera.

EL invierno había pasado y la helada primavera del norte de Faerun se abría paso con esfuerzo a través del bosque de Nevesmortas. En lo alto de los pináculos arbóreos, abrazados por la sede de la Flecha del Destino, Artemís descansaba en… ¿ paz?. Su cuerpo permanecía incorrupto en una última broma de los dioses, perfecto e inmaculado en su agreste naturaleza. Sobre un pequeño altar de madera tallada por él mismo tras despertar de su transformación yacía la exploradora, rodeada de flores y artemisas que parecían rendir culto y tributo a su fiel defensora, desafiando al normal transcurso del ciclo de muerte y vida.

Rígido e insensible. Como si de una rama más se tratase Elenthyl la contemplaba día y noche, perdido en sus recuerdos, vagando por un mar de dolor. No era capaz de entender nada, su mente estaba agotada tras repetirse una y otra vez las mismas preguntas. Porqué… porqué no descansaba y se fundía con la tierra. Por qué permanecía en ese cruel limbo que no le permitía reponerse. Y, sobre todo… quién. Quién pagaría por esto.


- Venganza…

Se obligó a respirar profundamente y a calmar su furia. La última vez no lo logró y, ante la mirada atónita de Ariel se transformó en una bestia que casi derriba a cabezazos la puerta de Artemís en el barrio residencial del enclave, llamándola sin esperanza. Sin control, el elfo salvaje no era él mismo. Su rabia lo convertía en destrucción invariablemente. Y aún no había llegado la hora.

Durante semanas no había permitido que nadie se acercara al santuario natural de Ilmanase. Pero nada sucedía y él no conseguía avanzar, embotado en su pérdida. Era la hora de intentar algo descabellado. Quizá debía dejar que otros le ayudaran. El archimago que tanto había insistido en verla… total, nada más hay que perder, se decía a sí mismo Elenthyl.


Frente a él se encontraba ahora el poderoso archimago, arrodillado junto a su compañera. Phandaal llevaba horas intentando sacar algo en claro con su magia, ansioso y desencajado. Pero nada parecía dar sus frutos y ni su enorme capacidad arcana respondía a sus preguntas. Necesitaban una pista, saber al menos quién le había hecho aquello a la elfa de los bosques para después averiguar el porqué de su estado. Mientras el arcano enfrentaba su conocimiento al enigma, un rayo de sol atravesó la densa neblina que había ocupado durante tanto tiempo la mente de Elenthyl.

Acercándose al altar revisó por vez primera las posesiones de Artemís, su bella Ilmanase. Buscaba algo en concreto, una vieja funda confeccionada con enormes hojas impermeables que le había fabricado hace algún tiempo con el fin de que la elfa transportara con seguridad los valiosos pergaminos que estudiaba junto con Hoerath en sus clases de magia. Una funda que contenía ahora aquello que arrancaron del cuerpo sin vida de aquel despreciable ser, en las profundidades de Ascore…

Tuvo que hacer un esfuerzo para no volver a derrumbarse al sostenerla en sus manos. Eran tantos los recuerdos, tan grande la pérdida… Supo al instante que no hallaría allí lo que buscaba, y apenas tuvo que echar una ojeada para que un brillo mortal volviera a sus ojos.


- Umbras… los pergaminos no están… Umbras…

Elenthyl tenía un objetivo para su venganza.

Sin mirar al abatido archimago se preguntaba si podía confiar en él. Siempre había tratado bien a Artemís, se decía, si bien ellos dos no habían empezado con buen pie. Phandaal siempre había querido, a su manera, a la montaraz. Recordaba ahora la ocasión en que estuvieron a punto de matarse el uno al otro al llegar de su largo viaje desde Khult… pero el elfo salvaje había visto el sufrimiento en los ojos del archimago y tenía la intuición de que haría lo que fuera necesario para ayudarla. Sin pensarlo dos veces se volvió al arcano, que aún realizaba pases y canturreaba conjuros sobre Artemís con la desesperación escrita en su rostro. Su salvaje corazón le empujaba a confiar en él.


Le transmitió sus sospechas y las piezas empezaron a encajar. La mente de Phandaal era sin duda tan rápida como su arco y les resultó fácil llegar a la conclusión de qué era lo que podría haber pasado a las puertas del maldito Tulrun. Deshaciéndose de toda precaución el elfo salvaje desenvolvía el antiguo medallón de su capa de repuesto, aquel maldito objeto que tanto sufrimiento estaba causando a lo largo de Faerun.

Con los ojos como platos Phandaal extendía la mano hacia el tosco medallón. El elfo salvaje se lo cedió, y aquella sería la prueba del arcano. Había temido que se volviera loco de poder con sólo tocarlo y ahora observaba su reacción. Pero al parecer la montaraz había calado hondo en aquellos dos elfos tan dispares, consiguiendo que no se preocuparan de ellos mismos ni de sus intereses personales, venciendo su común animadversión y sus viejas rencillas. Phandaal lo examinó sin sacar nada en claro, pues incluso a sus entrenados ojos aquel objeto parecía vacío de poder, y finalmente lo devolvió.

Nada más necesitaba el elfo salvaje para confiar en él. Mirándose a los ojos se reconocieron como aliados en su objetivo común: vengar a Artemís. Furia divina, la extraña espada conseguida en el oasis Bedín, rasgó la callosa mano del elfo salvaje. Cortó la piel de la del poderoso archimago. Y ambas se unieron en un pacto de sangre mientras la risa cantarina de Ilmanase retumbaba en sus corazones, y la muerte reclamaba su lugar en lo profundo de los ojos del elfo salvaje.

La sangre de los elfos reclamaba… Venganza!


... continuará


Elenthyl Quart´Hadast


P.D: Ha pasado algún tiempo y mi escritura no es tan fluida como cuando tecleaba sobre el transcurso de los acontecimientos... pero no quiero dejar la historia sin concluir. Aceptaré cualquier crítica y/o reparo ;) Lo digo por si alguien se anima a escribir...

Un saludo!

Publicado: Vie Jun 01, 2007 5:29 pm
por Elenthyl
XVIII. El precio de un alma.

La primavera tocaba a su fin y ahora la arboleda que rodeaba el enclave de Nevesmortas brillaba en rojos al atardecer. La temperatura seguía siendo tan fría como habitualmente, sin embargo era ligeramente más soportable que en el crudo invierno que se enseñoreaba permanentemente de aquella salvaje región del norte de Faerun. Los preparativos de la venganza seguían su curso y, por su parte, el elfo salvaje recuperaba la vitalidad a ojos vista. De nuevo recorría los bosques como un susurro en las hojas, rápido e inadvertido como la brisa del este para volver al caer la noche a guardar a su alma gemela. Su compañero animal no se separaba ni un instante de ella. Noche, la terrible pantera macho, permanecía oculta en las ramas más altas de los pináculos arbóreos atento a cualquiera que osara perturbar el antinatural descanso de la montaraz.

En total secreto y sigilo daba a conocer sus intenciones a sus hermanos elfos allá donde estos se encontraran. Susurros en la antigua lengua que hablaban de vengar a una de sus iguales, de una alianza para la destrucción de los enemigos de la raza, que recorrían el sotobosque cercano a Sundabar, los arroyos de montaña del Cursograna y los gigantescos árboles del camino de Adbar. Élficos cantos de batalla que llegaban a las profundidades del bosque de Nevesmortas. Las hojas parecían exudar una cierta inquietud como si una gran tormenta se aproximase y convertía el camino en algo incómodo para los viajeros que, sin embargo, no estaban al corriente del movimiento furtivo que recorría las pistas forestales más tupidas. Aquello era cosa de elfos y bosques de toda la Marca cedían gustosos sus ramas a fin de que se convirtieran en flechas que atravesaran el corazón de aquellos que habían osado atormentar a una de sus más respetadas criaturas. La sangre de los elfos recorría el interior de los árboles, y su savia llenaba las venas de la bella raza.

Pronto, muy pronto… las flechas ocultarían el sol al surcar el cielo.

***
Una amable tarde el explorador y el archimago discutían los pormenores de sus preparativos junto al cuerpo de su amiga cuando Noche advirtió una presencia. Sabath y Ariel se acercaban a rezar por el alma de Artemís y junto al altar florido se reunieron los cuatro. La conversación discurría por el ya manido camino de la pena y la frustación cuando, por el rabillo del ojo, Elenthyl percibió un sutil movimiento más allá del puentecillo que unía la plataforma santuario a las enormes ramas centrales de los pináculos. Una ojeada hacia las copas confirmó sus temores. Noche le devolvía la mirada en la distancia sorprendido y algo furioso, parecía no saber cómo diablos había llegado alguien allí arriba sin pasar antes por su exhaustivo control. Ariel y Sabath conversaban en voz queda junto al altar de las flores pero el archimago entendió de inmediato el gesto de alarma apenas perceptible en elfo salvaje. Unidos por Ilmanase empezaban a compenetrarse de una forma que los sorprendía por igual.

En un instante el archimago conjuraba visión verdadera sobre el grupo y una flecha volaba como una exhalación hacia el punto donde habían percibido el movimiento, clavándose a pocos centímetros de un achaparrado ser. Paladina y clérigo superaron rápidamente su sorpresa y se abalanzaron sobre aquella posición mientras Noche ocupaba una rama alta justo encima de aquel anciano, listo para saltar. Parecía solamente un mendigo, un viejo y harapiento sacerdote de los que recorren los caminos incansablemente toda su vida. No sería una amenaza de no ser por el hecho de haber “aparecido” allí burlando la vigilancia del gigantesco árbol-corazón de la Flecha del Destino.

Elenthyl tomó la palabra y requirió una identificación, a la que le extraño respondió siendo rodeado por una bruma mágica que lo cubría rápidamente, transfigurándolo en un… Umbra. Siempre preparado, Phandaal conjuraba una mano de Bigby sobre el ser, un puño gigantesco y verdoso destinado a inmovilizarlo que se esfumó como si de un truco barato de presdigitador se tratase al contacto con el cuerpo del poderoso arcano al que ahora se enfrentaban.


La muestra de poder fue suficiente para iniciar una entrevista en la que el elfo salvaje hacía gala de toda su voluntad para no abalanzarse sobre él y desgarrar su garganta con sus propios dientes. Dejó el peso de la conversación al archimago mientras Sabath se interponía entre ellos y el Umbra, más por evitar la furia de Elenthyl, y Ariel se preparaba para lo peor. Pero no sería allí ni en ese momento cuando se verían las caras. El Umbra sólo quería negociar.

Al fin averiguaron el motivo del estado de la elfa de los bosques, una idea sugerida por Hoerath días atrás pero increíble de tan sorprendente y obscena que era. En un alarde de malvada inteligencia los Umbra no se habían limitado a eliminar a Artemís para recuperar los pergaminos. Habían “robado” su alma, la cual permanecía en su poder desde aquella fatídica noche. Por eso su cuerpo permanecía incorrupto pero sin aliento, por eso no se le permitía dejar esta existencia y fundirse con la naturaleza. Un as en la manga de aquellos asesinos. El asco que sintió Elenthyl fue pronto sustituido por una esperanza contra toda lógica, por la posibilidad de recuperar a su querida compañera.

El umbra se mostraba tranquilo y despreocupado pero sin duda alguna prisa le corría para forzar así los movimientos de sus maquiavélicos planes. Su retirada estaba cubierta pues, según sus propias palabras, el alma sería destruida en pocas horas si él no regresaba intacto a su cubil… un punto muerto que favoreció la conversación pues, de otra manera, el elfo salvaje habría cenado corazón Umbra salteado aquella noche. Vuelta y vuelta, con una pizca de sal. Pero había que aprovechar la oportunidad si algo se podía hacer aún por Ilmanase.

Al parecer, y como ya sospechaba el archimago, los pergaminos de nada servían sin el antiguo medallón. El poderoso objeto había escapado al mágico rastreo de quienes lo codiciaban. Los Umbra, a pesar de haber registrado minuciosamente casi la totalidad de Nevesmortas como ponía de manifiesto las incursiones registradas en el enclave últimamente, nada habían encontrado. No conocían el escondrijo del artefacto, y estaban dispuestos a “devolver” el alma de Ilmanase a cambio de él.

Si es que aún lo poseían por que, como bien dijo el malvado Umbra, no se encontraba en ningún lugar de la Sede. Y sería completamente estúpido que alguien lo llevara consigo… absurdo, de tan simple. Phandaal hizo gala de su autocontrol al mirar a Elenthyl, sabiendo que no se había separado del medallón ni un instante en todos aquellos meses. Sabiendo que yacía envuelto en una vieja capa de segunda mano en el fondo de la mochila del explorador. La acerada y característica media sonrisa de su reciente aliado al devolverle la mirada lo sorprendió imperceptiblemente, haciendo que lo valorara en mayor medida pues su infantil idea de no separarse de él y llevarlo siempre consigo había dado sus frutos. Y es que a veces lo más evidente, la solución más estúpida, es invariablemente la correcta.

Aquel insignificante medallón surgido de las eternas arenas del Anaurokh mostraba finalmente su valor. Aquel objeto valía un… alma.

Todas las miradas recayeron en el rostro del elfo salvaje mientras caía la noche sobre Nevesmortas. Seguridad y aplomo volvieron a él después de su exilio en el desierto del dolor, de nuevo era una roca contra el océano. Sin pestañear aceptó el trueque y acordaron los términos: se encontrarían en un lugar que próximamente concertarían, y realizarían el intercambio.

Mientras su mirada asentía serena, en el corazón del elfo salvaje se preparaba la venganza. La traición a los traidores, la descarga de furia que iba a cobrarse un alto precio en vidas de aquellos arrogantes seres. Aprenderían a temer a los elfos de los bosques…


... continuará

Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Vie Jun 08, 2007 11:30 am
por Elenthyl
XIX. … y las flechas hendieron la oscuridad.


Prácticamente sólida, una pesada lluvia golpeaba insistentemente las hojas de los árboles mientras enormes relámpagos iluminaban la noche. Una tormenta digna de los dioses campaba sobre la Marca argéntea. Deslizándose sobre el barro, el joven explorador pudo sentir la presencia de otro elfo siguiendo su misma ruta, unos cientos de metros a su derecha. Convergieron guiados por un instinto primordial y continuaron la marcha sin saludarse hacia el lugar de donde procedía la llamada. Antigua canción transportada por los árboles, saltando de hoja en hoja hasta llegar a sus picudas orejas en la profundidad de los bosques del norte de Faerun.

Alcanzaron tras unas horas el acceso al arcaico Bosque Legendario, donde encontraron diversos personajes, elfos y no elfos, que habían acudido a la llamada sin duda guiados por un fuerte sentido de lealtad y amistad hacia quien los convocaba. Galad y Elvandor se detuvieron un instante a observarlos, lanzándose rápidamente a la espesura de aquel fantástico lugar, seguidos de cerca por los aventureros. Como no podía ser de otra forma, los estaban esperando para saber hacia dónde ir.

Recorrieron sendas olvidadas en el tiempo hasta alcanzar una pequeña construcción abierta, de madera tan vieja como la roca, que sostenía una pesada campana metálica. Cobijados en el prehistórico puesto de alarma encontraron dos figuras envueltas en pesadas capas de invierno. Se aproximaron sin cautela, pues una de ellas era el que los había convocado allí aquella noche de pesadilla, presagio de muerte y venganza.

El bárbaro estaba helado, pero lo soportaba con pertinaz obstinación. El humano agradeció la llegada de la heterogénea comitiva y se levantó a recibirlos. Tras girar por enésima vez la cabeza para comprobar el estado del silencioso elfo salvaje, Vcho Klenall se fundía en un abrazo con sus compañeros de la Flecha del Destino. Con ellos venían Phandaal, el archimago, y la pequeña Ariel, entre otros. Sabath también se encontraba entre los presentes. El arcano elfo se aproximó a susurrar unas palabras con Elenthyl mientras los demás se presentaban casi en silencio y, al cabo de unos instantes, el elfo salvaje puso al tanto a todos del motivo del cónclave.


Hablaba con una voz profunda y sin vacilaciones. Explicaba los siniestros acontecimientos que los habían conducido hasta allí en aquella aciaga hora. Su discurso les exhortaba a la venganza, a la reparación de una afrenta no sólo a él o sus compañeros, sino a su raza misma. Centurias de justicia elfa. La venganza, eterna e implacable, de los hijos del bosque. Lucharían por el alma de su hermana, por la esencia de Ilmanase.

Ahora al fin sabían dónde se iba a producir la negociación. El lugar escogido fue el antaño poderoso fuerte de Ghorin, hoy un decrépito lugar plagado de trampas y esqueletos de enanos muertos largo tiempo atrás. El plan del elfo salvaje era sencillo: no habría negociación. A sangre y fuego en cuanto el alma de Artemís estuviera en su poder. Les perseguiría hasta las entrañas de Ascore si fuera necesario con tal de aniquilar a quienes habían osado desafiar con tamaña crueldad a los guardianes de la naturaleza.

Sin duda Vcho ya conocía sus intenciones, y ahora miraba preocupado al archimago esperando que pudiera hacer algo por disuadir a su fiel compañero. Phandaal tuvo que hacer gala de todas sus capacidades de persuasión para que el elfo permitiera si quiera reconsiderar su idea inicial de arrojarse a una Némesis de destrucción en la que, probablemente, perecería. Junto a cientos de Umbra, quizá. Pero sin duda caería. Afortunadamente había un hueco en su rabia para la amistad, pues esto era lo que siempre le había mantenido cuerdo a lo largo de siglos, y el elfo salvaje se permitió razonar con sus compañeros.

Dividirían el grupo en dos. A la cabeza Elenthyl, Phandaal y Sabath, la paladina, que los asistiría si una emergencia lo requiriera. Por detrás avanzarían Ariel, la clériga, a la cabeza de los compañeros de la Flecha del destino, como un seguro de vida. Entrarían a escena si las cosas se ponían feas. Elvandor y Galad flanquearían a la pequeña fuerza de retaguardia y mantendrían el contacto visual entre ambas comitivas.

Aún llovía como si el cielo quisiera descargar toda el agua de Faerun sobre la noche cuando se pusieron en marcha hacia el lugar donde se decidiría el destino de un alma.


***


Avanzaban en la tiniebla de los túneles decrépitos. Elenthyl en cabeza con la determinación de la muerte en sus ojos, seguido de cerca por Phandaal que tramaba la estrategia que seguiría, pues sería él quien negociara con las sombras. Tras ellos, el aleteo de la celestial Sabath cerraba el grupo de cabeza. No encontraron vigilancia, las trampas estaban levantadas. Un solitario Umbra les recibía al fondo de un pasillo oscuro como la boca de un lobo, indicándoles el camino hacia una sala de ceremonias que parecía suspendida en el tiempo.

Allí encontraron una fuerza respetable. Casi una decena de guardias bien armados flanqueando a dos parejas de arcanos de gran poder. Sin duda un grupo de élite de las sombras, un comando capaz de destruir pequeños ejércitos sin despeinarse. Al fondo de la estancia, un portal permanecía activo permitiendo una rápida huida o presagiando quizá la llegada de más Umbra a la escena.


- Espero que hayáis tenido un buen viaje.

Seco y distante, el que parecía el líder de aquellos ladrones de almas tomaba la palabra. Su autosuficiencia y seguridad resultaban estremecedoras. Phandaal se encaraba a él mientras Sabath mirada por el rabillo del ojo al elfo salvaje. Pero el rostro de Elenthyl era una máscara de piedra, como si de la escultura de uno de sus antepasados salvajes se tratara.

- ¿Habéis traído el… hum… colgante?

- Nada diremos hasta saber con certeza que el alma de nuestra compañera será restituida.- Phandaal respondía al primer envite.

Elenthyl era una columna más de la sala, inmóvil e impertérrito.


- Oh, vamos… No dudaréis de nuestra palabra, ¿cierto?- el poderoso Umbra sonreía con descaro ante el cinismo que destilaban sus palabras.

- Creo que vuestra reputación os precede, lord.- Haciendo gala de su autocontrol el archimago respondía con otra acerada sonrisa– ¿Habéis traido vos, acaso, el alma?

- No, desde luego que no…- con lentos movimientos el arcano deslizaba su mano derecha entre los pliegues de su bordada túnica púrpura- …pero he traído esto.

Mostraba alzado frente a su rostro un mechón de cabellos cobrizos. Un leve estremecimiento en el codo fue todo el movimiento que Sabath pudo observar en el elfo salvaje.

- Bastará dejarlo caer sobre el cuerpo de vuestra selvática amiga para que su alma tenga posibilidad de regresar a su patética existencia.

- Me gustaría creeros. ¿Pero cómo sabemos que funcionará?

Phandaal ganaba tiempo. Le asaltaba la idea de que, con el medallón en su poder, los Umbra obtendrían algo que les permitiría arrebatar cientos de existencias, haciendo obvio el poco interés que Ilmanase podría despertar en ellos. Quizá dijera la verdad… estaba casi seguro de ello tras estudiar los gestos de su rival. Estudiaba la posibilidad de recuperar a su querida amiga y poder preservar el medallón.

- La duda ofende, y más viniendo de alguien tan inteligente como vos…- el Umbra se disponía a guardar de nuevo el mechón entre los pliegues de su ropa.

Thommg!!! Shh… … tchat!

Con una expresión de ligero desconcierto en su rostro, el Umbra observaba su mano aún suspendida en el aire. En una fracción de segundo la estatua del elfo salvaje se había movido con imperceptible rapidez, cambiando su forma. Ahora representaba a un arquero elfo sosteniendo su arco en el preciso instante de haber soltado una certera flecha. La calidez de su propia sangre recorriendo el brazo extendido guió los ojos del arcano hasta su muñeca, atravesada por un finísimo cilindro de Maderadique coronado por un penacho en el que se agrupaban en espiral todas las tonalidades de verde existentes. Una “Hoja de Weldazh” seccionaba todos los tendones y nervios de su extremidad. La purísima perfección de la flecha del maestro carpintero hipnotizó a la concurrencia durante un instante, mientras el mechón de la Montaraz comenzaba a caer desde la inerte mano de su enemigo.


Igualando la velocidad del brazo de su aliado, la mente del archimago abandonaba sus cavilaciones y tomaba decisiones. Un conjuro tomaba forma en sus gestos mientras la paladina apenas tenía tiempo de levantar ligeramente su escudo, aturdida por el relampagueo de las acciones de los elfos a los que protegía. El tiempo detuvo su normal transcurso.

Su brazo se movía hacia arriba y atrás buscando otra de sus Hojas, cuando los ojos de Elenthyl vieron aparecer un instante al archimago junto al Umbra, recogiendo el mechón y desapareciendo de nuevo en un parpadeo. Ahora Phandaal estaba a su lado e introducía el mechón en el cinto del elfo salvaje mientras éste descarga sobre el pecho de su tullido enemigo otra flecha que le seccionaba la columna vertebral, arrojándolo varios metros atrás.

Como una onda sobre la superficie de un tranquilo lago la venganza de los elfos se extendió sobre aquel lugar. Los poderosos guerreros Umbra respondieron rápidamente al envite, y las flechas hendieron la oscuridad…


... continuará.


Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Lun Jun 11, 2007 5:39 pm
por Elenthyl
XX. Ganancias y pérdidas.


La risueña expresión de la mediana era ahora un gesto de máxima concentración. Avanzaba cautelosa por el oscuro silencio de un pasillo que parecía no tener fin. A su lado, Galad escudriñaba la oscuridad y Vcho guardaba la retaguardia unos pasos más atrás, moviéndose incómodo en las tinieblas del fuerte maldito. Elvandor les precedía unos metros adelante, camuflándose en resaltes y rincones sin luz del pasillo, comprobando el terreno.

- Un momento… escuchad.

Galad detuvo el avance de sus compañeros en el preciso instante en el que empezaba a oírse un lejano murmullo… algunos golpes secos, metal rasgando el aire allá delante. Un penetrante silbido de alarma les sacó inmediatamente de dudas. Elvandor les convocaba con urgencia a su lado, esperando impaciente junto a la pesada puerta reforzada de la sala de ceremonias donde dos elfos y su emplumada escolta se batían a muerte con las sombras.

- ¡Por el gran roble! Cerrada a cal y canto, no consigo hacerme con esta cerradura…

El explorador recibía a sus amigos nervioso y con el gesto descompuesto. Señalaba el acceso bloqueado al lugar donde se batían los componentes del grupo de cabeza. La lucha en su interior era algo evidente, pues en el pasillo resonaban golpes, explosiones y un galimatías de hechizos y conjuros lanzados con rabia al aire putrefacto del subterráneo.

La preocupación de Ariel era visible. No podrían abrir la puerta ni aunque les acompañara su querido Rigrin, el más habilidoso de los cerrajeros de la Marca. Algo más que una cerradura les cerraba el paso. Compungida cerraba sus vivaraces ojos mientras entonaba una oración a Tyr, el dios que habitaba en su menudo corazón.

A su lado el bárbaro llenaba el pasillo con sus gritos, enfurecido y con la sangre invadiendo sus ojos. Gritaba el nombre de Elenthyl una y otra vez, apretando sus puños sobre la empuñadura de su espadón esperando que le contestara para saber al menos que su fiel compañero seguía vivo. Pero nadie le contestaba. Completamente fuera de sí, Vcho se echaba unos pasos atrás.


Ante la reacción del humano los elfos se hicieron a un lado. Se asemejaba a un toro a punto de embestir, pensaba Galad. Elvandor preparaba ya sus flechas esperando sin demasiada convicción que Vcho consiguiera derribar la puerta. Poco probable pero nunca se sabe… debían estar preparados para todo pues tal era la lección que el bosque enseñaba a sus hijos desde temprana edad. Imitando inconsciente su gesto, Galad ya estaba dispuesto a saltar al interior en cuanto el obstáculo fuese superado.

El bárbaro se lanzaba de cabeza contra la puerta cuando la lucha llegaba a su clímax. En el último instante, mientras cargaba contra el portón, la pesada mole de su cuerpo emitió un brillo suave pero que iluminó brevemente el oscuro pasillo. Las charlas sobre fe, los continuos rezos de Ariel y la pesadilla de sus enseñanzas a cualquiera que en su camino se cruzase daban sus frutos. Tyr le había escuchado.

En el interior el combate se desarrollaba con frenética rapidez. Tras caer su apalabrado líder los Umbra se recomponían lanzándose en grupos contra sus enemigos, coordinando los movimientos y la poderosa magia que poseía su pueblo desterrado. Sin embargo no se enfrentaban a tres sencillos negociadores. La magia también salía a borbotones del archimago, imposibilitando a sus enemigos que lo alcanzasen. Proyectiles mágicos se materializaban a su alrededor danzando unos instantes en torno a él para distribuirse en trombas que arrasaban las cuatro esquinas del antiguo salón. A veces a varios metros de distancia, o bien en un último suspiro, sus rivales caían sin poder alcanzarlo siquiera y los conjuros que sobre él vertían se deshacían sin dañarlo, agotando sus defensas.

Sabath se decidió a proteger a Phandaal y se apostó con firmeza ante él, posibilitando el uso de su arte. Había intentado estudiar la posición del elfo salvaje por si su ayuda fuera más necesaria allí, pero Elenthyl era un huracán. Las Hojas de Weldazh continuaron brotando incesantes de “Destino Último”, tan rápidas que parecían materializarse en los cuerpos que atravesaban. Tal era la furia de aquel ser transfigurado en muerte y destrucción que algunos Umbra agonizaban literalmente clavados contra los muros de piedra que los rodeaban, ensartados como las mariposas de un coleccionista de insectos sobre su libro.


Todo parecía ir bien dentro del caos generalizado y el archimago disfrutaba con la acción. Dignos rivales, sin duda… pero pronto acabaría todo. Sin embargo, como temía desde que entraran en la boca del lobo, el portal del fondo de la sala brillaba en impulsos rítmicamente mientras de él empezaban a brotar más y más Umbra. Acudían organizados al combate, dividiéndose en oleadas que intentaban agotar los recursos de los aventureros. El piso comenzaba a llenarse de cadáveres y resultaba ligeramente resbaladizo por charcos de sangre derramada que comenzaban a unirse, formando una película continua, amenazando con anegar el lugar. Phandaal se concentró en el fondo de la sala, animando a Sabath a ayudarle a despejar un camino hasta el portal. Intentaría cerrarlo antes de agotar sus conjuros.

Elenthyl no pensaba. Era una máquina de matar. Las flechas salían de sus manos sin que fuera consciente si quiera de adónde apuntaba. La venganza se había personalizado en el elfo salvaje. Continuó así durante un buen rato hasta que perdió cualquier espacio libre para hacer cantar a su arco. Dejándolo a un lado desenfundaba sus armas, las cuales brillaban con un frío resplandor en sus vainas esperando que llegara su turno. Ahora Furia divina cortaba gargantas mientras su Alma Furiosa destrozaba rodillas y tobillos, girando en torno al elfo con rapidez y precisión mortales. Los Umbra caían, uno tras otro, sin solución de continuidad. Sin embargo cada vez eran más y estaban mejor organizados. Sacrificaron algunas vidas y pronto rodearon al elfo salvaje, consiguiendo que dejara de saltar y trepar por la sala, arrinconándolo contra una esquina.

Phandaal y la celestial paladina avanzaban como salmones contra corriente, abatiendo o esquivando decenas de Umbra que el portal vomitaba sobre ellos. Con gran esfuerzo se aproximaban al mágico punto de acceso. Su única esperanza sería cerrarlo antes de que cayeran bajo la arremetida pertinaz e implacable de sus enemigos. El archimago estaba agotado y Sabath debía esforzarse en cubrirlo cada vez con más tesón. La preocupación combatía ahora con la determinación de sus bellísimos rasgos, salpicados en sangre, ante la casi segura posibilidad de que no lo consiguieran.


- ¡No lo conseguiréis! ¡No venceréis! ¡¡¡No… podéis… triunfar!!!

El poderoso arcano, cubierto de sangre propia y extraña, exhibía graves quemaduras en diferentes puntos de su destrozada túnica mientras echaba el resto ante sus poderosos rivales. El escudo de la paladina silbaba deteniendo estocadas con rapidez.

Elenthyl se debatía como un jabalí acosado, soltando cuchilladas y lanzando terribles golpes secos con la porra del desierto, manteniendo a raya a sus enemigos. Sin embargo la determinación de los Umbra no era vana. Uno de ellos se ensartó a voluntad sobre el filo resplandeciente, mientras un par más de aquellos asesinos perdían la integridad de sus cabezas a fin de ocupar el movimiento de la durísima clava de Khult. Con precisión mecánica los restantes combatientes que le rodeaban se abalanzaron sobre él y el dolor recorrió su cuerpo mientras el elfo salvaje protestaba, acuchillado, porque aún no había saciado su sed de sangre. No le importaba morir. Sólo dar muerte a quienes le habían arrebatado su esencia vital. Ilmanase…

- ILMANAAASEEEE!!!

Con este grito de guerra desgarraba la garganta de uno de sus enemigos con sus propios dientes, imposibilitadas ya sus armas, mientras la oscuridad se cernía sobre él.

Crraack-BOOM!!!

La puerta de la sala había cedido y reventaba en mil astillas mientras el enorme bárbaro la atravesaba con un terrible brillo en sus ojos.

- ADELANTE LA FLECHA!!!

Vcho gritaba preso de una furia descomunal, mientras Galad y Elvandor se deslizaban en la sala, uno a cada lado, distribuyendo muerte con sus arcos centrados en evitar la derrota de Archimago y paladina, que combatían ferozmente al fondo de su visión. Ariel entraba en el momento en el que Vcho despejaba el cuerpo de su compañero con un solo movimiento de su espadón, partiendo en dos a un par de sorprendidos guerreros que no lograron esquivarlo a tiempo, y corría a atender los sangrantes despojos del elfo salvaje.

Como si de un solo ser se tratase las fuerzas Umbra se movilizaron al unísono en un eficaz ejercicio de repliegue, perseguidos por la mole del bárbaro, levantando la presión sobre Phandaal y Sabath. Muchos más cayeron en su retirada atravesados por la precisión de los arqueros elfos antes de ser capaces de arrojarse al portal, que se cerraba lentamente ante ellos.

Mientras Vcho, Galad y Elvandor cubrían el acceso mágico apostados sobre los cadáveres de aquellos abominables seres, Ariel imponía sus manos al elfo salvaje. Phandaal y Sabath acudían a interesarse por el estado de su fiel aliado. La celestial paladina se arrodillaba orando junto a la mediana en un crítico intento por hacer que la vida no abandonara definitivamente el maltrecho cuerpo del prodigioso arquero. Phandaal abría ligeramente la fina cota que cubría su pecho, descubriendo el motivo de la retirada.


- El medallón… no está. ¡Que su descendencia se pudra en los nueve infiernos!- el joven archimago clamaba contra el éxito de sus enemigos.

La fe de Ariel y las súplicas de Sabath hicieron efecto, pues las heridas de Elenthyl se cerraban ante su mirada y la vida volvía a su cuerpo. En tan sólo unos segundos el milagro se hizo efectivo, y el elfo salvaje abría sus ojos con el brillo de la venganza aún en ellos. Sacudiendo la cabeza miraba a ambos lados, ignorando a sus compañeros, buscando a sus enemigos preso de una maniática excitación.

Unos metros más allá el portal continuaba menguando en brillo y se cerraba a ojos vista. Sorprendiendo a todos, el elfo salvaje pegaba un brinco y se lanzaba de cabeza contra él, intentando atravesarlo antes de que se cerrara completamente.


- ¡Malditos! ¡No conseguiréis esc…

Thumb!!!

El enorme puño cerrado de Vcho impactaba con un seco sonido contra la totalidad del rostro de su querido compañero, tumbándolo hacia atrás con un violento movimiento y sumiéndolo en la inconsciencia. Mucho más tranquilo al ver que estaba vivo, cargaba su ligero cuerpo sobre sus hombros y se dirigía a los atónitos espectadores de tan suicida reacción.

- Basta por hoy. Salgamos de aquí.

Sereno y contento por no haber perdido a Elenthyl, Vcho pisoteaba cinco decenas de cadáveres Umbra mientras enfilaba los jirones de la puerta destrozada, dirigiéndose al exterior.

En el cinto del elfo salvaje colgaban unos mechones de cabellos rojizos...


...continuará.


Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Mar Jun 12, 2007 8:19 am
por maethorgaraf
//Espectacular *ovacion* Eres un crack Elen :manteo: