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Publicado: Mié Jun 13, 2007 4:07 am
por Elenthyl
XXI. Uno.


No puede llover siempre.

Incluso en las agrestes tierras del norte de Faerun hay tiempo para la calma. Hay días en los que luce un brillante sol. Hay espacios para la serenidad y el recogimiento. Incluso en la Marca argéntea existe un resquicio para la paz.

Los sonidos de la noche comenzaban a apagarse, el mundo se pintaba de gris. Cesó la tormenta, calló la brisa, y enorme el sol levantaba el velo incendiando en dorados las copas de los pináculos arbóreos. La luz, al derramarse, descubrió suspendidos en las altas plataformas a los amigos de la Montaraz. Vcho, Will, Galad, Elvandor, Heltzer, Ariel… La Flecha del Destino flanqueaba al elfo salvaje. Junto a ellos Phandaal, Hoerath, Eloril, Sabath… eran muchos los que añoraban volver a ver el brillo cobrizo entre el follaje, escuchar la cascada cantarina de la risa al trote por los caminos. Los primeros rayos de sol arrancaron destellos a la legión de flores que custodiaba el altar donde Artemís, la élfica Ilmanase, permanecía suspendida en la nada.

Phandaal y Ariel se aproximaron al santuario de su preciada amiga, comprobando que todo estuviera preparado para el ritual. Besaron sus manos, acariciaron sus mejillas retirándose hacia la multitud. Elenthyl dio un paso al frente.

Vestía escaso como siempre. Esta vez los cintos que le ceñían el torso eran trenzas de rama viva. La capa que le había protegido del rocío durante la vela interminable de la noche vibraba en un arco iris de flores salvajes. En sus manos la furia cedía su espacio al mechón de cobrizos reflejos. Inseguro pero infalible en su ánimo levantaba las palmas, mirando fijamente el cabello que sostenía. ¿Funcionaría?

Respirando profundamente cerró sus ojos al mundo, dejando caer la primera brizna pelirroja. Apenas tuvo voluntad para abrirlos y comprobar qué sucedía. A su espalda suspiros, agitación disimulada, esperanza mal contenida cuando cabello y cuerpo se fundían con un leve brillo azulado. El resto del mechón se desprendió de él soldándolo a su compañera.

Como si de una telaraña se tratase numerosos hilillos de luz se extendían entre sus brazos y el cuerpo de la Montaraz, uniéndolos mientras Elenthyl exhalaba lentamente el aire reprimido. Levantando la mirada sus ojos aparecieron blancos y sin brillo. El leve resplandor se extendía ahora por los dos elfos mientras la consciencia de Elenthyl se separaba de su cuerpo y viajaba a través del canal de esencia hacia el corazón de Artemís.

Tuvo la impresión de atravesar un largo subterráneo oscuro y sin vida para penetrar tras un instante en la luz de una esfera blanca y translúcida. Sobre su superficie se arremolinaban colores como en un fantástico caleidoscopio esférico que él veía desde su interior. Una imagen comenzaba a formarse en torno a él… un riachuelo… un bosque agreste… algo que se movía entre la espesura. De los matorrales surgía una joven elfa de salvaje belleza. Fiera y dulce era su expresión, como tan bien recordaba. Revivió el momento en que se encontraron.

De nuevo el verde de sus ojos atrapó al explorador en su virtud implacable. Se dejó arrastrar con confianza, zambulléndose en un océano esmeralda mientras el bosque desaparecía a su alrededor y el mundo quedaba atrás. Su alma se estiraba hacia las profundidades aún sujeta en su realidad. Buceando hacia la luz de Ilmanase, penetrando en la esencia de la elfa de los bosques muy lentamente, cada vez más despacio, más lentamente, muy despacio…

En los pináculos arbóreos de la flecha del Destino Ariel ahogaba su sorpresa en un breve gemido. Su misión era atender a su compañero y no permitir que nada le ocurriera. Pero la cresta enhiesta de Elenthyl cambiaba de tonalidad mechándose en un blanco sucio, perdía su fuerza inclinándose hacia un lado. Lanzando una mirada preocupada a Phandaal le instaba a romper el vínculo, a detener aquello que consumía al elfo salvaje. Porque su piel bronceada comenzaba a cuartearse perdiendo elasticidad, arrugándose sobre sus finos músculos de madera tallada. Sin embargo el archimago no permitió interrupción alguna. Su férrea voluntad abrazaba a su aliado.

Casi podía tocarla… la sentía en la punta de sus dedos. El alma de Artemís permanecía anclada en el fondo de su esencia, débil y agotada. Como un pulso de tenue luz respondía a la presencia de su compañero latiendo pausadamente. Sin embargo aún no podía llegar a ella.

Tan cerca, tan lejos. Sin ser consciente del esfuerzo que le suponía Elenthyl se obligó a alcanzarla. Sabía, en el fondo de su ser, que Ilmanase lo necesitaba para salir de allí. De alguna manera lo sabía con certeza. Tuvo la impresión de que no sabía nada, excepto eso. Debía llegar a ella.

Las arrugas suavizaban la acerada expresión del elfo salvaje. Su cresta, antes orgullosa de juventud, caía ahora hacia un lado mudando su color definitivamente al blanco más puro. Su expresión era de una feliz determinación, y nadie intervino pues todos estaban hipnotizados por la sorpresa de lo que esa mañana presenciaban. La luz que unía a los elfos ganó intensidad haciendo difícil una clara percepción de sus formas, solidificándose alrededor de ellos en una esfera de níveo azul.

Se tocaron… Sus almas se unieron un momento, alcanzando la plenitud. Finalmente el esfuerzo dio sus frutos. Ya no eran los compañeros inseparables. Ahora eran Uno.

Apoyándose en la fuerza vital de Elenthyl, Ilmanase luchaba por salir de las profundidades. Su alma pugnaba con fiereza por volver junto a sus seres queridos, por retornar al bosque amado.

Pero no era suficiente. Demasiado débil, destrozada, castigada… apenas si había conseguido brillar para llamar a su compañero en una última despedida. La serenidad del elfo salvaje y su inquebrantable lealtad tranquilizaron a la Montaraz contra toda esperanza, rechazando su adiós. Sabía lo que debía hacer. Estaba preparado para hacerlo. Siempre lo había estado.

Una explosión de luz y el silencio se extendió como una onda sobre el bosque. Elenthyl había comprendido que ella sólo tendría una oportunidad, ésta o ninguna. Y al mismo tiempo pudo entender que sería también la suya. Pues al fin, después de tanto tiempo, vio con claridad que ambos eran… Uno

Un latido de su corazón para tomar la decisión. Otro para reunir toda su fuerza. Y al tercer latido Elenthyl partió su alma en dos, cayendo inconsciente entre sus amigos sobre las plataformas del gran árbol de la Flecha del Destino.



Epílogo


Boquiabiertos y pasmados. Así permanecieron durante largo rato los espectadores de tan extraño ritual. Phandaal y Ariel se lanzaron al unísono sobre su fiel aliado para comprobar su estado. Era terrible… el elfo salvaje aparentaba haber envejecido unos doscientos años. La madurez de sus rasgos se había pronunciado y su piel ya no se mostraba tan tensa como su arco. Sin embargo había nobleza en el rostro de aquel elfo salvaje, ahora casi un anciano que rozaba los seis siglos de existencia. Acariciando su blanquísima cabellera, Ariel constató para alivio de todos que Elenthyl aún vivía. Su pulso era lento pero firme. Y exhibía su característica media sonrisa campeando sobre una expresión de completa paz y felicidad.

Un ligero movimiento sobre el altar volvió a estremecerlos a todos, desviando su atención. Una mano que se movía, un brazo que se alzaba hacia su cabeza. Con un breve gemido, Artemís la Montaraz se incorporaba lentamente sosteniéndose con torpeza. Sentada sobre su lecho de flores abría al fin los ojos después de tanto tiempo, robándole el aliento a los que la miraban estupefactos. Phandaal no cabía en sí de gozo mientras acercaba a sus resecos labios un cuenco de madera con agua de rocío.


- ¡Ilmanase! ¡¡Ilmanase!! ¡¡¡Ilmanase!!!

El archimago no podía dejar de repetir su nombre mientras sonreía como si su cara fuera a partirse en dos. Artemís lo miraba un instante, confusa, para inmediatamente desviar su atención sobre el anciano elfo salvaje que se hallaba derrotado boca arriba a sus pies.

- Uggh… ¿Qué… qué le ha pasado? ¿Y quién… quién es… Ilmanase?

La vida bullía por doquier mientras el sol alcanzaba su cenit sobre las altas copas del bosque de Nevesmortas….


... ¿continuará? Posiblemente, pero... eso sí que es otra historia...

FIN


Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Vie Jun 15, 2007 4:47 pm
por Elenthyl
Agradecimientos


En primer lugar, agradecer a todos los lectores de esta historia su fidelidad e interés. Parecerá una tontería pero ver como iban subiendo las lecturas (hasta alcanzar casi las 1100, wow!) me daba ánimos para pasar más tiempo delante del teclado que en el server, roleando. Muchas gracias!

En segundo lugar quería dar las gracias a todos los jugadores que se han implicado con la historia desde el comienzo. En especial a Artemís y Phandaal, sin cuya participación esto no hubiera sido posible. Vosotros hacéis que este servidor sea muy especial, sois vosotros los que provocáis tantísimas horas de excelente rol con vuestro compromiso y generosidad. Sin vosotros nada de esto hubiera pasado. Muchas gracias chicos, sois los mejores.

Y en último lugar, aunque no por eso menos importante, una mención al equipo DM. En concreto al genial Máscara. Aún recuerdo cómo empezó todo esto una tarde de invierno, con Artemís y Elenthyl enfilando la senda del norte con algún oro ahorrado para comprar las armas "perfectas" para sus personajes, y la llamada por el canal DM a ciegas para hacer más interesante la escena. "Ah, que no os parece suficiente dificultad atravesar Ascore y después Anaurokh para conseguir vuestras armas... muy bien, dadme media hora", dijo Mask... y así empezó todo. Es vuestra paciencia, genialidad, desbordante imaginación y afán de servicio a los jugadores lo que , poco a poco, han convertido a este servidor en el mejor lugar para jugar rol del mundo hispano en internet.

En resumidas cuentas: muchas gracias, Marca Argéntea!!!

Nos habéis hecho muy felices ;)

Elenthyl Quart´Hadast

P.D: si os ha gustado, seguiré escribiendo... sólo dadme una excusa (léase trama) Hasta la siguiente historia!

Publicado: Vie Jun 15, 2007 6:15 pm
por phandaal
Gracias a ti por escribir la historia. No hubiera sido lo mismo sin tu narración.

Aún no ha terminado... los umbras siguen teniendo el medallón y posiblemente tengan aliados en Nevesmortas...

Aunque casi esperamos a que vuelva Artemis de donde se haya escondido para continuar.

Publicado: Sab Jun 16, 2007 10:40 am
por maethorgaraf
Asi es, esto es más bien el final de un gran primer capítulo. Aún nos queda mucha historia por delante amigo Elen...

Publicado: Mar Jul 24, 2007 6:24 pm
por Artemis
*la elfa entrenaba duramente, intentando perfeccionar su técnica con el arco, técnica perdida y que ahora intentaba recuperar con trabajo firme allí, tan lejos de la marca...*
- Pronto tendré que volver para resolver el misterio de quién soy....pronto....

Publicado: Dom Ago 19, 2007 4:22 pm
por Mascara
Gracias a vosotros.... en serio. Un abrazo a todos los que con su infinita paciencia esperaron a que superase un pequeño obstáculo que había en mi vida y retomase las riendas de esta historia.

Publicado: Lun Dic 29, 2008 3:59 am
por Elenthyl
Segunda parte.

Prólogo.


Sólo ante el mar en calma. El acantilado matutino es su refugio. Observa inmóvil el arrullo de la espuma quebrándose en la orilla, la quieta infinitud azul y verde, el horizonte blanquecino. Su mente calcula la velocidad de la suave brisa marina. La densidad del aire, el movimiento de la estrella de la mañana arrojando color sobre aquella remota región del mundo. Domina una vasta región desde el pico rocoso.

Su mano acaricia el proyectil de talla única. Única talla de aquel extraño material, similar a la madera en ciertos aspectos, mucho más duro, de brillo cromático y punta quebrada. Una flecha especial para un tiro difícil. Cinco fueron tallados, sólo éste aguarda su lugar, su vuelo eterno.

Destino último vibra bajo la primera luz de la mañana.

Crujidos en la arena, a su espalda, lejos. Acude presta al destino, la presa se acerca por la playa inconsciente en su altivez. Su ego le precede. Su ego, y catorce guardias fuertemente armados. Extremadamente peligroso, habían predicho los oráculos. Eliminarlo ahora, antes de que pudiera hacer daño, es fundamental para mantener el equilibrio. El último del quinteto. Había que acabar el trabajo, y regresar a casa.

A casa… ¿cuánto tiempo había pasado? Los bosques helados del Norte, sus buenos elfos, la compañia comercial, su casa… Sólo Artemís, sólo la élfica paciencia le esperaba, la esperanza de una paz merecida, ganada a sangre y venganza. Compartir el bosque con su amada sonaba cada vez mejor en las picudas orejas del anciano. Poco importa el tiempo pasado, reflexiona el tirador. Después de esto, olvidaré todo, no dejaré pista alguna, nadie sabrá quién fue el arquero. El conjuro borraría las últimas décadas, despertaría en el bosque familiar, recordaría haber vagado por tierras lejanas siguiendo un impulso salvaje, poseído por su naturaleza descontrolada. Nadie sabría nada, nadie estaría en peligro. Tal como acordaron todo allí quedaba.

Se acercan a la posición indicada. La mirada precisa atraviesa la distancia. La cresta se agita blanca en la brisa, la cuerda responde al canto, allá abajo, en la playa. Agitándose en el viento, la pluma de gaviota aguarda.

La luz del sol cabalga sobre el mar, bañando la orilla. El farallón rocoso se mancha y la luz arrasa. El arco canta. Diez, once, doce segundos. Cae el mago, fin de la amenaza. Destino último prolonga su canto durante algunos instantes, llenando la atmósfera con su gélida llamada. Expira lentamente el arquero que, finalmente, descansa.

Erguido sobre la roca contempla el éxito de su disparo. Lejos de la vista de cualquiera sonríe, se da media vuelta, camina sin prisa.

El elfo salvaje vuelve a casa.

Extenso, el camino se abre a sus pies. Lejos de allí extraños sucesos ocupan las charlas. Algo ocurre y nadie sabe qué pasa. El tejido se rasga mientras tormentas sin nube azotan los antiguos bosques de la Marca, rumores de batalla recorren los caminos sin pausa. Mensajes apurados, el brillo cobrizo clama, la risa cantarina no puede permanecer callada.

¡Veloz como el viento, elfo salvaje!

¡Vuelve a casa!


... continuará

Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Lun Dic 29, 2008 1:06 pm
por Elenthyl
XXII. El tiempo que pasa.


Fría es la mañana de la Marca Argéntea. La luz del sol inunda el enclave norteño de Nevesmortas, apenas una radiación luminosa, incapaz de levantar el helado manto que cubre la última frontera salvaje. En el distrito residencial, surgiendo del frondoso lindero del bosque, una enjuta figura se aproxima a una de las viviendas privadas. El hogar de Artemís la montaraz parece vacío, deshabitado, y en espera de un nuevo dueño que ocupe la casa. Tras permanecer un instante frente a la puerta, ahora desconocida, el visitante enfila sus pasos hacia la mansión Lanzagélida.

La actividad del enclave no parece haber disminuido a pesar de los años transcurridos, piensa el anciano de joven corazón y alma partida. Niños, muchos niños pueblan sus calles, una nueva escuela de magia se anuncia tras una esquina embarrada. Algunos negocios cerrados, otros recién inaugurados, la vida se abre paso como no podría esperarse de otra forma en una región tan activa como inexplorada.

La guardia de la dama detiene al encapuchado cuando se dispone a superar el labrado portón del palacio fortificado. Un joven oficial alza una mano contra el pecho del pordiosero visitante, deteniéndose antes de tocar la extraña y antigua cota de malla de los elfos salvajes, solicitando una identificación al que, sin duda, pretende manchar los suelos de madera tallada a cambio de una limosna. El imberbe humano no puede creer el nombre que escuchan sus heladas orejas. Rápidamente acude a uno de sus superiores, el más viejo en el cargo, que reconoce al personaje. Corta es la vida de un humano pero le resulta imposible olvidar las duras facciones talladas en madera, surcadas de cicatrices como vetas recorren las ramas de los ancianos árboles de la Marca. Sólo una vez, de niño, pudo ver el superior de la guardia al ya entonces anciano elfo salvaje que ahora aguarda, plantado como un árbol, frente a la casa. Un pequeño revuelo se organiza mientras la media sonrisa, cínica en ocasiones y siempre peligrosa, recorre los salones enmoquetados y comprueba que, efectivamente, el tiempo pasa de singular manera para las distintas razas de Faerun.

La entrevista es corta y ausente de protocolo, dado el personaje a quien va dirigida. Elenthyl habla en privado con la dama para obtener la información que precisa, la localización de su esencia. De la mitad de su alma.

La princesa del bosque se ha trasladado, al parecer, a fin de recuperar sus habilidades y reponerse de las duras pruebas a las que el destino la ha sometido en el pasado. Ahora ya no recorre tan asiduamente las calles embarradas, ahora prefiera vagar por los caminos y ha encontrado una nueva casa, lejos, al norte, bajo las más altas ramas de la Marca. Seco y directo se despide el anciano mientras, por todo el villorrio, el rumor se desata. El viejo de los bosques ha vuelto, dicen, el salvaje está de nuevo en casa… Nada bueno puede suceder, opinan sus detractores. O, quizá, es que nada bueno pasa. Como antaño, la aparición del cazador silencioso presagia nuevos y graves acontecimientos, los aventureros perfilan sus armas, los arcanos se interesan por las antiguas leyendas que los bardos de nuevo cantan. En el almacén, Jáskar da gracias a los dioses mientras prepara nuevos suministros y armas.

Embozado, el elfo salvaje parte al norte sin pasar siquiera por la sede de la compañía comercial fundada por él y sus compañeros cuando aún aquellas tierras eran otra Marca. Media sonrisa. El tiempo, pasa.

Algunas jornadas tarda en recorrer, flanqueado por lobos, el largo camino de la bifurcación en dirección al norte. Allá, junto las fortificaciones de Sundabar, bajo la elevación escarpada de la ciudad comercial, se halla un valle escondido por la espesura. Un bosque de doradas ramas, de infinitos troncos y cursos de agua escondida y helada. El bosque de Sombraltos recibe al maestro carpintero en quietud y calma sólo rota por el leve y continuo raspar de madera y cincel. Una figura ligera trabaja a la puerta de lo que parece una casa, un hueco dentro de un gigantesco árbol acoge la nueva vivienda de la Montaraz que, concentrada, ultima un carcaj de bellas flechas en maderadique talladas.

Concentrada como antaño sin embargo hoy algo inquieta el corazón silvestre, una presencia, una premonición que le hace girarse continuamente hacia la espesura. Lleva días notando que el bosque canta de una forma diferente, sonidos que hacía tiempo no escuchaba recorren las ramas de sur a norte, rumores animales que delatan la presencia del brazo de Silvanus de nuevo campeando libre por el inmenso coto de caza de los elfos del norte. Trabaja frenética, intentando acallar el despropósito en que se ha convertido su corazón. ¿Acaso es la hora? Muchas cosas han sucedido e intuye que algunas más han de pasar, no todas buenas, no… De hecho bueno, casi nada, piensa la elfa Silvana.

Un movimiento percibido por el rabillo de sus penetrantes ojos verdes detiene su obsesiva ocupación. Sin demostrar la alarma deja el nuevo carcaj, ya terminado, sobre la inmensa pila que lleva días formando angustiada. Algo se mueve en la rama, algo recorre las alturas, a varias decenas de metros sobre el suelo, unos ojos la acechan. Se prepara para lo peor, como tan bien la vida le ha enseñado, echa la mano sobre el arma que antaño, en el desierto, consiguiera junto a… no se permite pronunciar el nombre. El Beso de Artemís no consigue salir de su funda labrada antes de que la acción se desate y un vuelco recorra los profundos pliegues de su ser, pues con increíble rapidez la sombra acechante recorre las ramas, saltando en dirección al suelo y cae sobre la prevenida arquera que, sin embargo, no se aparta.

Ahora dos figuras ruedan por el suelo, derribando el caballete, desmontando la pila de flechas y ramas. Fiera lucha ante la cual se enmudece el murmullo del agua y la brisa de la montaña. De la espesura surge un tejón que, gordo y de reluciente pelaje, se une al caos en que parece haberse convertido el tranquilo refugio del bosque de doradas ramas.

La acción se detiene, el torbellino se calma para dejar vez a dos figuras abrazadas. Sobre el atacante, Artemís se yergue y Bola de Pelo mordisquea una vieja capa.


- Así que has vuelto, anciano… - la sonrisa de cabellos cobrizos llena la mañana.

- Vengo a recuperar mi… alma – media sonrisa se transforma en una mueca de felicidad inesperada en rasgos tallados por muertes y venganzas.

- Tenemos mucho de qué hablar… ¡bienvenido a casa!

Un violento beso golpea sus labios y hunde la cabeza de Elenthyl en la hierba fresca y cuidada.

***

Varias jornadas les lleva ponerse al día. Al cabo de las cuales, finalmente hablan. Hablan de la compañía que, bajo la prudente tutela de Xaelerys, prosigue lenta y segura su actividad. Nuevas incorporaciones, algunas bajas… Algo se agita en el norte, algo de lo que ellos dos saben más de lo que quisieran nunca haber sabido. Nadie les preguntó si deseaban portar aquellos terribles objetos, aquel maldito medallón que casi les cuesta la existencia. El Destino lo había puesto en sus manos sin consultarles nada.

Una noche, una dekhana después, reciben una visita en casa. La Dama Iruss acude al encuentro de sus hermanos, alertada por los rumores y las noticias, y pone al día al salvaje de los asuntos de la Marca. Breve ha sido la calma del cazador pero, como siempre, acepta gustoso el transcurso de los hechos y junto a su compañera se prepara. Dos talladas ramas comparten una estantería de la casa. Destino Último y el Ojo de Artemís descansan mientras tormentas agitan el norte y el tejido se deshilacha en terribles acontecimientos.

Breve ha sido la tregua, piensa el elfo salvaje. Pero es hora de que de nuevo canten las ramas. De nuevo las dos notas únicas recorren la atmósfera helada sometiendo bajo el yugo natural los bosques de la Marca…


...continuará


Elenthyl Quart´Hadast


//Me estoy tomando algunas licencias narrativas para poner en contacto la vieja trama con los nuevos acontecimientos del servidor. Desde luego no afectarán a la trama general, sólo pretendo coser la historia y continuarla. Espero que os guste, y si he de cambiar algo, pues nada, ya sabéis dónde encontrarme.

Un saludo!

Publicado: Lun Dic 29, 2008 2:06 pm
por Elenthyl
XXIII. Destino incierto.

Elenthyl Quart´Hadast, explorador de Silvanus y fundador de la Flecha del Destino, en el bosque de Sombraltos, a Kuzadrepa Nottian el mercenario, líder de la Orden del Puño y la Rosa, en algún punto de la Marca Argéntea; por triplicado mediante halcones, por Sundabar, Adbar, Nevesmortas.


Saludos, amistad, respeto, servidor de Tempus, maestro de los mercenarios. Que tus enemigos te teman más allá de la muerte. Agua fresca y brisa clara, oh guerrero. Entrego este mensaje a veloces animales, con la esperanza de que te localicen con prontitud, pues es posible que requiera de tus especializados servicios.

Como de seguro ya sabrás, hace unos meses que he regresado de mi último viaje por Toril. Nuevas incorporaciones revitalizan la vieja compañía comercial, y precisamente de una de ellas pretendo hablarte. La flecha cuenta muchos años después con un nuevo agregado diplomático, secretario de la Dama y cronista oficial de Nevesmortas. Me refiero a Damían Artarté, ese altanero y estirado pendenciero.

Superado, como viene siendo habitual, por su exorbitante ego, mi compañero y aliado se embarcó en un peligroso viaje en solitario con el fin de encontrar el camino que lleva a Elah Zhad, el oasis de la Luna, en las estribaciones rocosas del Anaurokh. Nuevos compañeros comparten mi camino y ya debes saber que la Flecha acoge bajo sus ramas a Goyth y Èowyl, esa pareja de inseparables elfos sombríos que tan bien conoces. En esta ocasión fue Goyth quien compartió mis pasos por las ardientes llanuras, por las heladas brechas del mar desaparecido en busca del insensato que, sin duda alguna, iba a pasar a formar parte de los granos de escoria castigados por el viento.

A largas y duras jornadas de imposibles rastreos por la siempre cambiante arena nos enfrentamos. Gracias a Silvanus nuestro ánimo no desfalleció y, finalmente, nos topamos con una muestra del paso del duelista. Una profunda sima que se abre en el centro del desierto, oculta a los rayos de A´thar, abrió su boca para tragarse a nuestro incauto aliado.

Angosta, oscura, estrecha y helada, así fue la oquedad por la que se deslizó sin demasiada elegancia el letrado. Sin saber a qué atenernos dejé todo mi equipo al cuidado de Goyth mientras descendía al extraño paraje donde, inconsciente y medio muerto, Astarté esperaba su destino. Por el gran roble que jamás vi un lugar así. El frío seco y antinatural helaba la sangre como un siniestro contrapunto a la superficie inmisericorde del desierto maldito. Arriba, Goyth esperaba vigilante.


Al no recibir noticias nuestras y sentirse acechado en la distancia, el luchador de las sombras escondió mi equipo y parte del suyo para poder unirse a nosotros en lo que creía un encarnizado combate. Sin embargo al descender pudo comprobar que Damián se encontraba bien gracias a los cuidados de este anciano, y estudiaba con fruición unas runas escritas en el principio de los tiempos por manos cuya forma no puedo ni imaginar. La sombra del Phaerimm es alargada bajo el anaurokh, mercenario.

En esta tesitura nos hallábamos cuando algo terrible sucedió. El flujo de aire que del exterior provenía se detuvo instantáneamente. Ascendimos como alma que lleva el diablo para encontrar la brecha obturada por un antinatural bloque de hielo que desafiaba la extrema temperatura exterior. Atacándolo con nuestras armas conseguimos llegar al escondite donde nuestro equipo reposaba, para constatar una terrible pérdida. Walaanele Ycanes ha sido separado de mis manos, soldado idealista. El arco de los ancestros, el don de Silvanus bañado por el rayo de Sehaine ha sido secuestrado. Recuperamos todo menos el arma sagrada, pero no pudimos liberar la entrada. Pues nadie sería capaz de tal cosa en esta edad de Toril y sólo el dios sol de los Bedín quizá algún día lo someta a su implacable castigo.

Gracias a los dioses encontramos, tras duras jornadas de frío áspero y aterrador, un subterráneo pasaje que nos dejó en un punto desconocido del desierto, si es que puede llegar a conocerse tan desolado paisaje, desde el cual pudimos regresar con ayuda del pueblo Bedín a nuestro hogar argénteo donde ahora te escribo estas líneas.

Walaanele Ycanes ha sido robado, y adjunta a esta carta te remito la recompensa que se ha ofrecido para quien lo encuentre. Confío en que puedas averiguar algo sobre su paradero y, aunque así no sea, te pongo sobre aviso pues éste hecho agita mi alma y terribles presagios inundan mis noches sobre las ramas doradas. Mantén tu único ojo abierto, hijo de la batalla.

Poderoso aliado, hermano de cruzada, que tu ejército salga siempre vencedor y Tempus te sonría. Buena luna, Kuza.


***

Walaanele Ycanes ha sido separado de su legítimo dueño y creador, en el desierto del Anaurock.

Se recompensará con
200.000 monedas de oro a quien consiga recuperarlo.

100.000 monedas más para aquél que obtenga la mano derecha del ladrón.

Por la mano izquierda,
50.000 monedas serán entregadas.

Un arco artesanal de maderadique a quien ofrezca su corazón en una caja.

Veinte carcajs de Hojazul por cada uno de sus ojos.

Sabremos reconocer la veracidad de las pruebas que se entregen. Aquel que intente siquiera timar, o engañar en tan delicado suceso, aténgase a las consecuencias.

Aquel que alguna información obtenga, diríjase a la Flecha del Destino.


... continuará

Elenthyl Quart´Hadast

Publicado: Lun Dic 29, 2008 4:50 pm
por Unairg
// Perdona por el off, pero no podría callarme el hecho de que me pareces un pródigo escribiendo y espero que estas palabras te sirvan para seguir haciéndolo y seguir divirtiéndonos tanto con la historia de Elenthyl. Un saludo y mucha suerte.