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-¿Son los dioses?-
…E iba avanzando el tiempo. Las deckanas se sucedían una tras otra, con sus habituales sucesos, sus habituales discusiones y sus habituales convenientes soluciones. Siempre he dicho y mantengo, que no soy persona fanática, ni siquiera pido a los dioses cosas tan nimias como que me cuiden del peligro. Del peligro me cuido yo, que soy la que lo busco; es una virtud o defecto que poseo desde que apenas levantaba dos palmos del suelo. Nunca he pensado que me observasen tanto pero de un tiempo a esta parte, estoy cada día más convencida de este hecho y además, tienen reservada para mí una finalidad concreta, no obstante no he cambiado de proceder respecto a ellos. Puede decirse que no soy una fiel devota de ninguno y que todos, tienen un lugar reservado en la vida de los mortales. Me explicaré.
Hace tiempo os conté como el mismísimo Sylvanus se presentó ante mí en El Refugio, me llamó la pequeña voz cantarina del bosque, me dio sus bendiciones y su beneplácito supongo que me premia por no dañar el bosque, pero yo simplemente mantengo algo para que siga estando ahí, para tomarlo, para servirme o tan sólo mirarlo. Si destruyo aquello que ha de permanecer no habré ganado nada, al contrario. Como os decía Sylvanus me había dignado con su toque, pero no le dí más importancia que la que tenía, seguí como siempre.
Nunca volví la vista atrás hasta hace apenas unas lunas, justo después de que Malakai adquiriese en subasta pública la casa de Artemisa.
Todos los bardos cantábamos la inminente subasta en la Casa Lanzagélida- yo no tenía la más mínima intención (ni la tengo) de pujar por una, tengo lo que necesito en la posada de Rosa mas ahora tengo un lecho en la casa de Humo- iba a ser la oportunidad de ver a muchos que habitualmente no se acercaban a los simples mortales, no…no hablo de los dioses sino de los que creen serlo por cualquier motivo. La Subasta iba a ser un éxito puesto que entre los anteriores, los curiosos y los que deseaban una casa el salón Lanzagélida se llenaba.
Malakai y yo íbamos a la subasta, yo por curiosa y él por acompañarme o eso pensé hasta que ví lo equivocada que estaba.
Al entrar a la mansión, se habían abierto varios portales mágicos para así, poder visitar las casas que iban a subastarse sin necesidad de salir fuera del propio evento. Siendo sincera he de decir que todas ellas eran una oda al mal gusto, al recargo, al signo evidente de nuevo rico, todas y cada una tenían acumuladas cosas y cosas lujosas sin criterio alguno. Aun así, se pagaron sumas importantes por ellas. Me estaba resultando muy divertida la visita a las casas, por supuesto no me privé de expresar en voz alta lo horribles que me parecían, creo que a todos se lo pareció mas callaban de forma hipócrita. Fue entonces cuando Humo y yo traspasamos el último portal. Yo esperaba ver otro ejemplo de “como no se ha de decorar” pero no pude creer lo que vi ante mí.
La expresión de Malak fue, como expresarlo… me es difícil pues su rostro se iluminó al ver aquel lugar, curioseamos por toda ella y fue así como descubrí que era la casa de Artemisa, antigua exploradora del bosque y de la que corrían las leyendas.
Humo me cogió de la mano y aprisa me llevó hacia el portal -¡Vamos a pujar por ella, Daya!- no pude hacer otra cosa que reír puesto que no soy lo que se dice una fortuna andante, y aquí, vendría mi sorpresa.
La subasta propiamente dicha dio comienzo, empezó entonces un baile de cifras increíble, me sorprendían queriendo pagar sumas astronómicas por casas tan espantosas, aunque si ya adquirían una, serían un contrincante menos a batir en la puja de la que Malak quería.
Llegó el turno de la casa Artemisa. Shyra y Merlinius por una parte… Malak y yo por la otra. Bailaron las cifras, cada vez más altas. Shyra era una exploradora por lo que entiendo su gusto a querer ese pequeño trozo de bosque pero Humo no la quiere sólo para él, ni para nosotros dos, su sueño es poder ubicar en ella al nuevo círculo conformado por Vildiara y él, en el que yo estuve presente un día antes de que Sylvanus me diese sus bendiciones… ¿Primera casualidad?
Entre mi sorpresa y la risa floja que me entró de ver pujas cada vez mayores apenas me percaté de lo tranquilo que estaba Malak, al final, el certero golpe en la mesa dando por finalizada la puja dio como nuevo dueño de la casa a Humo. Resolvió el papeleo y volvió donde le esperaba sentada, me mostró las escrituras y me besó.
Yo no sabía nada de su intención de participar en la puja, no conocía su economía y desconozco muchos detalles adyacentes de él, no me importa no conocerlos.
Nos escapamos de nuevo a la casa del bosque, ya era suya de forma oficial así que por petición mía volvimos de nuevo.
Ahora, con más tranquilidad pude ver cada detalle, no se había roto el equilibrio en aquella casa, los materiales era los propios del bosque y las manos femeninas de Artemisa se veían en ella. Vimos entonces al guardián de la casa, bola de pelo es su nombre; Sí, es un tejón. ¿Segunda casualidad?
Apenas un par de meses antes, os conté como al fin logré superar mi miedo a los tejones, quizá sea cierto que tengo un destino escrito y que todo debe conformarse hasta que tome forma, a la vez, mi destino parece ligado al de Malakai…
No podíamos permanecer mucho en la casa aunque ya fuese de él, regresamos y salimos de la subasta.
Días más tarde, encontré a mi bromista ojitos saltones intentando sorprenderme en el camino cerca de Sundabar. Es muy gracioso cuando tiene esa forma de kobold, si estoy como un cencerro, lo sé.
Me dijo que ya sabía donde estaba la casa, la ubicación de la misma era un misterio puesto que accedimos a ella por medio de un portal mágico. Estoy segura de que se puso a recorrer cada rincón hasta dar con ella.
Los dos fuimos hasta su puerta. Por fuera era un árbol inmenso, hueco por supuesto, pero por los dioses que no vi antes una morada con tanta alma propia.
Llovía a cántaros mientras los dos charlábamos calados hasta los huesos, de repente vi que Humo se dirigía a alguien.
Apareció una figura femenina, me asusté por lo imprevisto de su llegada. En elfico dijo:”No temas trovadora, sólo he venido a conocer a los nuevos moradores de la casa”. Mi respuesta fue la lógica, preguntar cómo sabía de mí. Ella contestó que era difícil no escuchar el murmullo del bosque nombrando a la pequeña voz cantarina. Sabía de alguna forma que Sylvanus me había tocado, me conocía y respondiendo en el idioma de los ancestros de mi madre, seguí hablándole. Malak supo pues, que se trataba de Artemisa. Era ya tiempo de que tomase otras funciones, decía Malak que como heraldo de Sylvanus, ella simplemente dijo que sería algo más mundano. Añadió que Malakai tenía una misión importante que cumplir pero que aun no la sabía, Vildiara sería su compañera en ella
Me sorprendí varias veces respondiendo al unísono que ella las mismas palabras a algo dicho por Malakai, me causó gracia desde luego.
En un momento, nos preguntó porque estábamos fuera y no dentro, dijimos que aun no poseía Malak la llave. Ella misma nos abrió, tras esto desapareció rogándonos que cuidásemos el que había sido su hogar así como a "bola de pelo".
Humo estaba feliz, había logrado un sueño y yo, estaba contenta por sentirle bien, eso también es bueno para mí. Me habló de sus planes mientras se sentaba en cada una de las sillas hechas a mano, yo bromista me agarré fuerte a una de ellas proclamándola mía. Ilusa de mí, si quisiera podría moverme con silla y todo, pero sé como desarmar a mi cambiante amado. Fuimos después frente al fuego que ya había encendido, se sentó en la mecedora y me invitó a sentarme en sus rodillas. Me acomodé en ellas y me abrazó y meció. Mirando a la chimenea comencé a tararear mientras sus dedos comenzaban un juego de caricias hacia mí, enredé mis dedos en su largo cabello, y comencé de forma lenta y hasta sensual a deshacer las trenzas que a veces le adornan, mis labios rozaban apenas el nacimiento de su pelo. Cruzamos una vez más las puertas de los sentidos y en sus brazos fuimos hasta nuestra morada, a entregarnos sin miedo a que alguien que no fuesen los mismísimos dioses, pudiese sorprendernos.
Fue curioso como mientras los dos conversábamos abrazados mirar al dosel del lecho y ver, como si siempre hubiese estado ahí, grabados y entrelazados nuestros nombres…
Malakai y Daya.
