Agama Te estaba intentando flirtear con una de las invitadas de la Dama, que su nombre no revelaremos, cuando consideró necesario ir a buscar algún artefacto para atraer más su atención.
Evidentemente, no se trataba de ir a ver a Riam o a Jasckar, a ver que tenían, sinó que quería encontrar algo único o casi, para ella.
Con esa intención, salió del Castillo de la Dama y fue a esperar a Kirath en su refugio. El elfo no estaba muy versado en temas de la corte, pero su poder, su conocimiento de los bosques y su absoluta falta de motivación por el oro, le hacían un compañero de viajes realmente útil.
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Caía la lluvia en el claro del refugio, como siempre.
Agama siempre que visitaba a su amigo pensaba en que si los come-flores hubieran montado una posada abierta a todo el mundo (bajo pago, claro) se habrían forrado. Pero esta gente era amiga de Kirath por algo, y no estaban por la labor de enriquecerse.
Finalmente llegó Kirath con su parsimonia habitual.
Después de un breve intercambio de cortesías y bendiciones, Agama expuso sus intenciones: quería que le acompañase hasta la Cripta del Norte.
¿De verdad que quiere ir hasta ese pozo infecto de maldad, horror y muerte segura? -preguntó el druida.
Viendo la respuesta, Agama sabía que debería usar todos sus recursos si quería convencer a su amigo, incluso los más arteros y sucios.
Al cabo de poco partían hacia la cripta.
A decir verdad, el viaje no fue del todo propicio.
Lo primero fue que Kirath se empeñó en caminar por sus sendas ignotas, lo que hizo perder el sentido de la orientación a Agama, y siempre tenían ese molesto efecto secundario de querer pararse para tomar el sol (algo muy malo para la reputación de alguien que se pasa las noches de tabernas)...
Después vinieron las emboscadas de los gnoll y algún que otro trasgo macilento. Esas bestias atacaron un par de veces y por poco perecen nuestros héroes, pero usando toda su habilidad para pasar inadvertidos, y tirando un poco de pociones de invisibilidad, consiguieron llegar a su destino: La Cripta del Norte.
Las cosas empezaban a mejorar. Gracias al sentido común de Agama, no intentaron entrar en las salas que no había trampas: todo el mundo debería saber que si no hay defensas visibles es por dos motivos. 1) no hay nada que custiodiar. 2) Las defensas no visibles son tan duras que resultan una empresa poco rentable.
Después de salvar el pellejo de Kirath un par de veces por no fijarse en las trampas, Agama y su amigo llegaron a un nido de arañas.
En condiciones normales, ninguno de los dos hubiera tenido reparos en cortar las telarañas y pasar, incluso exterminando esas alimañas su hubiera sido de menester.
Pero no eran condiciones normales...
Esas arañas se aproximaban bastante a la medidas del piano de cola de nuestra querida Dama.
Para Agama estaba claro que quien fuera el constructor de esta cripta, había puesto hace tiempo unas arañas ahí para proteger su tesoro. Estas se habían sobredesenvolupado, gracias a las emanaciones mágicas de lo que custodiaban, formando así una brillante forma de protección de algo muy interesante para los planes de Agama (no olvidemos que quería impresionar a una de las invitadas de la Dama).
Pero Kirath decía que tanto polvo y tan pocos depredadores las habían convertido en lo que eran, y que era casualidad que estuvieran allí.
Así pues, empezaron a discutir sobre como proceder cuando oyeron ruidos.
Supongo, querida audiencia, que entenderán que lo normal en una cripta de estas características es el polvo, los muertos vivientes y la ausencia de ruidos. Así pues, empezaron a preocuparse por los muertos vivientes cuando descubrimos que eran sonidos más bien vivos. Concretamente verdes, grandes y con mal aliento.
¡¡Estaban acorralados!! Ahora tenían pocas opciones. O pasaban entre las arañas y rezaban por llegar a una puerta secreta que les llevara al exterior (algo ilógicamente normal en una cripta), o pasaban entre los orcos pieles verdes, con su aspecto descuidado y su fétido aliento hasta la salida.
Y nuevamente, empezaron a discutir sobre como proceder.
Mientras, los orcos, usando un sentido muy escaso del protocolo (como es habitual en ellos) decidieron que atacaban.
La lucha fue terrible.
Kirath conjuró y conjuró hasta que se quedó sin hechizos.
Agama, sin demasiado tiempo para sutilezas, cortaba y pinchaba aquello que se moviera cerca de él.
Pero eran muchos, y sólo había una forma de salir de ahí enteros.
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Agotados, exhaustos y sudorosos, se pararon para tomar un poco de aire y perfumarse (básicamente Agama) y siguieron a la carrera. Los orcos estaban cada vez más lejos, pero aún les perseguían.
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Finalmente, llegaron a Nevesmortas.
Particularmente derrotado, Agama no había conseguido su artefacto, había gastado la mayor parte de su perfume y los orcos le habían hecho un jirón en el traje.
Con estas premisas, decidieron irse a descansar, lavarse, y esas cosas que deben hacer los caballeros.
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Después de presentar los respetos a la Dama, Agama salio del castillo limpio y presentable. Había mucho alboroto y muchos soldados dispuestos en formación defensiva. Cerca de la fuente, un hombre imponente con una armadura que debía ser un faro para los magos, y una bella dama, ricamente ataviada, sentada en ella.
Viendo que Kirath se había juntado a los mirones, Agama se fue a buscarlo. Después de las típicas bendiciones y cortesías, empezaron a darse cuenta que aquello no podía ser sinó la representación de algo importante. Y así fue.
Al cabo de poco, apareció otra bella dama, aunque con ropajes menos ricos que la que estaba sentada, que preguntó al señor de la armadura qué hacían por allí. Era evidente que era una mujer lista, pues había preguntado aquello que todo el mundo quería saber.
Después de las presentaciones, cargadas de títulos pomposos y grandilocuentes, el hombre de la armadura se presentó como escolta de la dama de la fuente, a la que presentó como Maestra de la Universidad de Argluna.
El corazón de Agama no daba crédito. Dos bellas damas, inteligentes, con títulos pomposos y grandilocuentes... sólo le faltaba saber que eran ricas y entonces sabría seguro que se había enamorado.
Pero estas divagaciones del corazón de Agama se perdieron cuando Kirath le preguntó por la universidad.
Intentando explicarle lo que era, empezaron a discutir de nuevo, y acabaron cuando se dieron cuenta que nadie debía tener muy claro qué era ni para qué servía, pero usaban muchos títulos pomposos y grandilocuentes.
Y por entonces, la charla de las damas había acabado e hicieron el anuncio:
Habría tortas como panes para los orcos.
O dicho en palabras más similares a las usadas por ellas, todas las compañías de caballeros, legiones, y torres de magos se habían unido para contraatacar y acabar con ellos de una vez por todas.
Después de unas primeras muestras de júbilo popular, pidieron que los aventureros y otros héroes se presentaran en una decana a Felbarr, dónde se reunirían todas las huestes para luchar a la horda.
Fue entonces cuando, aprovechando ese silencio incómodo que se hace en este tipo de situaciones (gente silbando y mirando al otro lado, prisas para sacar el cazo del fuego, etc...), Tymora puso el dedo encima de Agama.
Pero retrocedamos un momento en el tiempo.
En los escasos descansos que la retirada táctica ante los orcos les ofrecía, Kirath se pasaba el rato jadeando y pensando cosas. La más audible era: "
¿porqué estarían allí los orcos?" Parece ser que eso le preocupaba, hasta el punto que consiguió que Agama también pensara en eso. Pero no demasiado. Al menos, no hasta que Tymora puso su dedo encima de nuestro héroe.
En ese momento, Kirath le dio un codazo, Agama se movió para encararse y quejarse, pero la multitud ahí reunida (mirando hacia otro lado o silbando o las dos cosas) compactaron filas y quedó expuesto en medio de los soldados.
Estando en medio de una congregación tan prestigiosa, lo único que podía hacer era llamar la atención, así que lo hizo con su estilo habitual.
Tosió discretamente para llamar la atención. Sonrió y las dos damas se lo quedaron mirando boquiabiertas (ese truco nunca falla, se dijo a si mismo).
Ahora que ya tenía la atención necesaria, tenía que decir algo, o haría el ridículo, así que dijo lo primero que le pasó por la cabeza: "Creo que tengo información importante sobre los orcos".
Murmullos de admiración recorrieron el público, y la dama de Argluna me invitó a charlar sobre el tema en las estancias que la Dama le había cedido para descansar del viaje.
Agama estaba exultante. ¡¡Una dama de Argluna, con títulos pomposos y arcana le invitaba a su habitación!!
Empezaron en el balcón. Ella le pidió que le explicara esa información tan valiosa, y él le explicó la llegada hasta la Cripta y las heroicas luchas contra los gnoll. Iba bien. Parecía impresionada.
Después le explicó el avistamiento de los orcos, y la valiente lucha para salir de ahí. Ella abrió los ojos como platos.
Y entonces le pidió que le dijera algo importante. Algo fallaba, pero tenía que seguir intentándolo, y le explicó la descabellada teoría de Kirath.
Los orcos estaban ahí buscando algo. Evidentemente, no sabían el qué, pues en Nevesmortas casi nadie debe saber algo de esa cripta, pero en Argluna tienen bibliotecas más grandes (de hecho, tienen bibliotecas) y quizá podrían descubrir si alguien dejó algo poderoso allí que pudiera interesar a los orcos.
Y ella volvió a abrir los mucho ojos. Después de meditar un rato sobre esa opción, miró a Agama, y sacó una bolsa de oro y una flor. Se las dio mientras le guiñaba un ojo y le despachó, no sin antes decirle de verle de nuevo en Felbarr.
Y de repente, Agama estaba fuera del castillo de la Dama.
Y así, damas y caballeros, fue como Agama Te, Espadachín de Cormyr y joyero vocacional, ayudó a las gentes de esta villa a luchar contra los orcos... de momento.
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Oiga Agama, ¿no cree que ha exagerado un poco su heroísmo? La verdad es que yo lo recuerdo diferente...
Que va, Kirath... sólo lo justo para mantener la historia interesante... como se nota que usted no sabe nada de públicos...
//esto pasó cuando la emisaria de la Dama Alustriel llegó a la villa, antes de las imágenes que nos brinda Eala, pero el foro me odia y perdí todo el texto... 