Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

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Malar
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

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9.- El mago del Rauvin
m34th00k escribió:
Meldibar juraría haber visto esas puertas antes, no en persona pero si en alguno de los muchos tomos que estudió cuando vivía junto a su maestro. Buscó la posada más cercana y tras una buena cena que, debido a las circunstancias, no le supo muy distinto de lo que le habría sabido meterse un puñado de polvo y pergamino en la boca, alquiló una habitación.

Una vez en la intimidad del cuarto se dispuso a meditar, rebuscando entre todo el conocimiento asimilado a lo largo de los últimos más de 40 años. Rara vez le tomaba tanto tiempo poner en orden sus ideas, pero en esta ocasión necesitaba estar seguro y se tomó más horas de las que necesita un humano para dormir. Finalmente lo vio claro, aquellas puertas correspondían a una villa en el norte, la villa de Nevesmortas, ese sería su destino.

El camino sería largo, así que alquiló su habitación durante un día entero para estudiar la estrategia a seguir y encontrar la mejor manera de llegar a destino sano y salvo. La mayor parte del tiempo se dedicó a analizar sus mapas y estudiar su libro de conjuros. Finalmente optó por utilizar conjuros de invisibilidad para evitar los posibles contra tiempos del camino.

El plan funcionó y Meldibar llegó por fin a Nevesmortas. Ni siquiera tuvo tiempo de plantearse qué motivos le habrían llevado hasta allí ni por qué los Seldarine habrían decidido que ese fuese su destino. Al poco de cruzar las puertas de la villa, mientras recorría por primera vez la vía principal de la localidad, topó con un peculiar bárbaro norteño en la fuente, uno que se hacía conocer por el nombre de Nöj.

El carismático y aguerrido personaje invitó a Meldibar a una cerveza en una noche en que la taberna terminó por estar ampliamente concurrida. Allí, en su primera noche en la villa de Nevesmortas, no hubo tiempo para el descanso ni para asentarse, el elfo fue puesto inmediatamente tras la pista de una criatura a la que unos simpáticos medianos habían bautizado como Bragamanta.

También fue allí cuando conoció al señor McDelawer, un veloz y disciplinado mediano que ansiaba lograr que su nombre fuese reconocido por todo el mundo. En el transcurso del viaje también conoció a otros personajes interesantes como el bardo Lucian, un excelente intérprete y simpático elfo con el que haría buenas migas y que posteriormente sería su colega de iniciación en la Orden de Magos; el señor Pepe, un jovial e hiperactivo mediano lleno de vida, pasión y energía; Felaern, un entusiasmado aspirante a convertirse en hojacantante y muchos otros sujetos que tendrían un interesante papel en la vida de Meldibar en los días por llegar.

Siguiendo la pista de Bragamanta, Meldibar se fue poniendo al corriente de la situación, se trataba de un dragón negro conocido también como La Muerte Negra, cuyo verdadero nombre no era Bragamanta sino Voraghamanta y que parecía haber estado en tratos con lo que -por la descripción que escuchó- pareciera ser un contemplador. Dicho dragón parecía tener cierta obsesión con el titanio, un valioso material de artesanía.

El viaje continuó hasta que el grupo llegó a la entrada de una cueva medio sumergida, la cual se presuponía era la guarida de Voraghamanta. Lo que allí vieron fue harto extraño, además de la gran cantidad de cadáveres (lo cual cabía esperar), se encontró también un extraño cuerpo conservado en una especie de constructo cristalino o cualquiera que fuera el sistema, desconocido para el elfo. Además, toparon con un cofre protegido por una peligrosa trampa que resultó contener en su interior un extraño libro escrito en la lengua de los dragones. Meldibar tuvo el placer de poder echarle un vistazo, la lectura fue bastante rápida pues se trataba de una suerte de libro de inventario cuyo análisis resulta bastante mecánico para cualquiera acostumbrado a los libros ya que su estructura formal facilita enormemente la interpretación de los datos allí contenidos.


Sin embargo, el libro tenía de por sí un comportamiento curioso. No era sino hasta leída la segunda página que comenzaban a dibujarse las siguientes, un sistema que el elfo encontró fascinante, desde luego, una sutileza que revelaba el carácter místico de quien lo hubiese escrito o encantado. El contenido fue simple de procesar, en él se mencionaba un registro de cargamentos de titanio y la contabilidad de lo que, según los cálculos del elfo, eran unas 689 armas posiblemente fabricadas con titanio y en su mayoría de manufactura exótica.

La incursión en la supuesta guarida de La Muerte Negra terminó cuando un extraño temblor les alertó de lo que bien podría ser la presencia del dragón y decidieron abandonar el lugar en vez de seguir tentando a la suerte. Una vez hubieron regresado, un peculiar elfo embozado de negro, conocido como Akhilleys, encargó a Meldibar que analizase un pergamino que había encontrado en la guarida. Las investigaciones fueron rápidas, el pergamino chamuscado estaba escrito en dracónico y su contenido correspondía con un conjuro de respiración acuática que había quedado inutilizado por el fuego.

Finalmente, tras la intensa aventura en la que el elfo, quien ahora era conocido con el sobrenombre de «El Mago del Rauvin» (en honor al lugar donde se encontró la presunta guarida del dragón) por parte de algunos habitantes de la zona, se vio arrastrado nada más llegar a la villa, disfrutó de un merecido descanso en La Rosa y el Martillo.
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

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10.- Pepe el mediano y el cubil de Bragamanta
Melkor_cne escribió:*Se estira sin ningún disimulo y se sienta apoyando la espalda contra un tronco* Verás, ya llevamos varias semanas en alerta, porque parece que algo muy gordo se está cociendo en la Marca Argéntea. Vayamos a donde vayamos, aparecen nuevas pistas, datos curiosos, que ahora están empezando a encajar.

*se pone en pié y camina de lado a lado, distraídamente, sin alejarse del fuego* Es bien sabido ya que cualquier cargamento de titanio es codiciado por bandidos y demás alimañas del camino, pero en las últimas semanas, si ese cargamento llega a su destino, es por intervención divina. ¿Sabes lo que significa esto? *se detiene un momento y clava su mirada en ti* Organización. Organización criminal, a gran escala, de hecho. Desde el mismísimo desierto del Anaurokh hasta más allá de Cumbre, por lo que hemos podido saber.

Un día topamos con un tendero que nos habló de la Red Negra *comienza a andar de lado a lado de nuevo* es una organización dirigida por un... creo que lo llamó 'contemplador'. Es una especie de ojo gigante con tentáculos que tienen más ojos *mira tu expresión y asiente* si, opino lo mismo, todas las damas estan preocupadísimas por si se presenta al concurso de belleza de la Marca *irónico*.

Los orcos de la Corriente del Nevesmortas *tuerce el gesto asqueado* están reuniendo titanio en cantidades ingentes, y eso supone un problema evidente para la villa, dada la cercanía de su campamento.

Por otro lado, encontramos a un druida que nos habló de un dragón, más negro que la sombra del carbón: el terrorífico y despiadado Bragamanta. Al parecer, esta criatura de los dioses *lo dice en tono burlón* está creando tal caos que varias tribus humanoides están desplazándose, migrando *calla un momento, reflexivo* y otras tantas se someten a su control... no tengo muy claro si este dragón pertenece a la Red Negra, o si la Red Negra está sometida al control del dragón, pero seguro que algo tienen que ver entre sí Bragamanta el Terrible y La Reina del ojo Abierto. Lothar, un borracho guerrero, con la mecha más corta que un abrazo de suegra, me dijo hace unos días que algún miembro de esta... 'sociedad por los huérfanos de la Marca' *irónico* ha secuestrado a un herrero Zhentarin del desierto, con la intención de que dé forma a todo el titanio que están amasando.

Bien, pues así la situación, no hace mucho, a las puertas de Súndabar, formamos un pequeño grupo para investigar sobre la escasez de titanio en la ciudad, tomando ésto como punto de partida *se sienta unos segundos y se levanta de nuevo* Muy resueltos, nos dirigimos al puerto a recabar información sobre los cargamentos perdidos. Alquilamos el barco más caro del puerto y avanzamos por el Rauvin hasta que divisamos los restos de uno... o varios naufragios, es difícil decir cuántos barcos son cuando no hay una madera en su sitio. Desde lo alto del mástil acerté a ver una gran cantidad de lingotes bajo el agua, al lado de la entrada a una cueva sumergida, y grité para que detuviesen la embarcación ¡Qué fácil había sido! Una vez anclados, y pese a las advertencias de Tellhar, un mago algo pesado al que nadie escucha nunca, Lothar Mechacorta y un tal Dae se lanzaron por la borda.

Yo si que suelo escuchar a los arcanos, a veces tienen cosas interesantes que decir. Ésta era una de esas veces. Tellhar conjuró sobre mi no sé qué cosa para que pudiese respirar bajo el agua, y sólo entonces me zambullí tras los dos pollos sin cabeza que ya llevaban un buen rato bajo el agua. En la cubierta, Zaph, un gran arcano, Tellhar, el mago de batalla y Nöj, un guerrero muy valiente, quedaron custodiando el barco. Bajo el agua, Lothar Mechacorta estaba inconsciente, y Dae, enredado a una pesada bolsa *niega con desaprobación*. Solté a Dae primero, estoy acostumbrado a ver a Lothar Mechacorta beber hasta caerse de culo. Miré en la bolsa, que contenía algunos lingotes de titanio. No sé qué es lo que tramaba Dae, pero casi muere por nada, podíamos haberlos sacado de otra manera. Luego enganché el ancla a la ropa de Lothar Mechacorta, que, a juzgar por su ubicación, debió nadar como un martillo, y dí unos tirones a la cuerda, para que lo sacaran del agua.

A partir de aquí, seguí yo solo *cada vez se mueve más rápido, de lado a lado, nervioso*. Me adentré en la cueva sumergida con cautela, utilizando rocas y algas para esconderme, pero no fue suficiente. Los tiburones deben utilizar el olfato, porque al menos cinco, de grandes dimensiones, vinieron directos hacia mi. No tengo ni idea de cómo salí ileso de aquello... apenas podía esquivar sus dentelladas *el mediano saca una bolsita de tabaco y una pequeña pipa, y la va cargando con manos temblorosas, si parar de moverse* Acabé con todos ellos, uno a uno los pasé a cuchillo *no atina a meter el tabaco en la pipa*, y me adentré aún más.

Yo buscaba algo más que titanio. Estaba convencido de que podría haber algún objeto mágico en esos barcos naufragados, y que la corriente podría haberlo arrastrado hasta ese agujero *niega con la cabeza, sumido en la escena que retrata*. Después del encuentro con los tiburones extremé las precauciones, y pude ver a un calamar del tamaño de nuestro barco vagando por la cueva. No exagero ni solo un poco, estoy seguro de que jamás has visto cosa igual. Lo rodeé, escondiéndome en cada recodo de la cueva, y lo dejé atrás, cerrándome la salida *esquiva tu mirada* Ya sé que no es lo más sensato, pero en ese momento, pensé que podría merecer la pena.

Y así llegué al fondo de esa maldita cueva dejada de la mano de los dioses, perdida en los Staunt, y no te imaginas lo que encontré allí abajo *te mira con los ojos muy abiertos* ¡Había tanto titanio como para armar a todo un ejército! ¡Y marcas de enormes garras señalando las paredes rocosas! *intenta encender la pipa, pero la brasa se le cae un par de veces* Así es como estaba yo, atónito ante esa escena, cuando vi una enorme sombra agrandándose en el extremo más alejado, por el que yo mismo acababa de entrar, y me escondí tras los restos de un viejo barco. Estaba temblando de arriba a abajo, pensaba que el calamar me había escuchado, pero lo que se adentró fue mucho peor... ¡la mismísima sierpe Bragamanta! ¡Allí, bajo el agua, custodiando su preciado metal! *con la mano libre busca el suelo, ansioso, y se sienta* Apenas compartimos la cueva unos segundos, y en cuanto el dragón se apartó de la entrada, yo busqué la salida con desesperación. Maldije a Tellhar cuando, camino de la salida, empezó a faltarme el aire... *se lleva una mano al cuello* llegué a la superficie de milagro, alerté al grupo con el poco aliento que me quedaba, y desembarcamos lo más rápido posible, no lejos de allí.

Un elfo nos dio cobijo, muy a su pesar, en un molino cercano *la respiración del mediano se va volviendo más pausada* Mientras yo descansaba, los ánimos se caldearon, y cuando desperté, Lothar Mechacorta y el elfo estaban preparándose para batirse en duelo, a las puertas del molino. Lothar Mechacorta le dio tortas de todos los colores, como si hubiera sido panadero toda su vida, y el elfo confesó saber algo sobre el herrero Zhentarin secuestrado, y también dijo servir a la nobleza élfica... a la familia... *saca un pequeño pliegue de papel, lo despliega, y lo lee* ...Silmarure.

A lo mejor no te crees esto, pero volvimos a ese lugar. Y yo encabecé la marcha *orgulloso*.

Salimos desde Nevesmortas, decididos a encontrar la guarida de la sierpe Bragamanta y, no con poco esfuerzo, ascendimos junto al curso del río y nos plantamos en los Staunt, a la altura en la que anclamos el barco la otra vez. Allí exploramos las cuevas minuciosamente, hasta que dimos con una custodiada por unos pequeños seres reptilianos. Esos pequeños lagartos estaban mejor organizados que nosotros *niega con la cabeza*, y dieron la alarma nada más vernos... la inexperiencia de nuestro grupo casi da al traste con la expedición. Usaban magia poderosa.

En uno de sus cofres descubrí un doble fondo oculto *te guiña un ojo*, del que saqué un libro, 'La Muerte Negra'. Al parecer estaba escrito en dracónico, pero con el inestimable conocimiento del arcano Méldibar, y a pesar de las continuas y estúpidas interrupciones del enano Krönn, el libro fue traducido o, al menos, todo lo traducido que se podía traducir en aquel lugar. Méldibar dijo que se trataba de un libro de cuentas y registros, que tenía como tema central el titanio y las casi 700 armas forjadas con él. Todas armas exóticas, a saber por qué.

Descendimos a través de esa misma caverna, acabando con toda resistencia, e indagando todo lo que pudimos sobre aquella extraña raza. Vimos a uno de esos humanoides reptilianos atrapado en una gran piedra ambarina. Los conocedores de lo arcano coincidieron en que, de alguna manera, esos pequeños estaban potenciando sus aptitudes con sangre de dragón *un escalofrío recorre la espalda del mediano*. Íbamos por el buen camino, aunque la noticia no era demasiado alagüeña.

Pronto comenzamos a encontrar gran cantidad de cadáveres en corredores y salas y, cuando fuimos a darnos cuenta, nos encontramos en el mismísimo cubil de Bragamanta. Llegados a ese punto, y sintiéndonos en clara desventaja en aquel subterráneo infesto, decidimos no tentar a la suerte y volver con lo aprendido, estudiar el libro en la villa, y no dejarnos matar aquél día. Creo que fué una decisión muy sensata.
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11.- Lajato bajo la media luna de roca

Lajarriak escribió:Recuerdo aquella tarde como si fuera ayer. Una agradable nevada que apenas me llegaba a las rodillas me acompañó hasta la casa del archimago, y apenas abrió la puerta me deslicé dentro, completamente helado. Menuda casa tiene, afortunadamente soy un miembro honrado de la sociedad, en otro caso... Contra todo pronóstico apenas me conocía, pero el viejo estaba reunido con algunos compañeros de viaje que me reconocieron como el líder natural que soy, y de cualquier forma en cuanto vio un libro mágico supuestamente escrito por un dragón negro puso toda su atención en mí. Hasta que me arrebató el libro, claro, para echarlo incomprensiblemente a una extraño recipiente de fríos reflejos.

La marmita del casoplón de Eves desintegró aquel libro que encontró Pepe, mostrándonos imágenes borrosas de lo que parecía ser una roca enorme, casi una montaña, en forma de media luna en un lugar que alguien reconoció como el desierto de Anaurokh. Esa era la única pista que teníamos para seguir la pista del titanio de Bragamanta. El Mortífero.

La noticia se empezó a extender como peste de enano y enseguida conseguimos agrupar a una suerte de aventureros dispuestos a arriesgar sus vidas por un pálpito. Lo cual, por otro lado, parece ser lo más normal por aquí. Pero el loco siempre es un mediano...

Llegados a ese punto, la oportunidad se me presentó en bandeja: un grupo de pollos descabezados necesitaban ser guiados por el desierto hasta la roca en forma de media luna... maldita roca y maldita arena. Debatimos durante un buen rato, un rato muy largo de hecho, demasiado largo incluso sobre cómo utilizar la sutileza para atravesar la ciudad maldita conocida por el nombre de Ascore, pues mi plan de abrirnos paso a base de puñetazos en la cara, brillante sin medida, fue descartado por aquellos menos atrevidos. Las truchas del Rauvin tienen más agallas, pero no todos pueden ser un gran líder, como es mi destino.

Su plan era sencillo: tres de los más sigilosos y un brujo delgaducho harían uso del subterfugio, eso lo dijo el mago, para escurrirse entre las garras de la muerte oscura y a través de las ruinas enanas, para llegar al desierto y abrir un portal que comunicase con la taberna de la Bifurcación. Para mí un plan peligroso, pues conectar la humilde taberna de ese hombre oso con el cubil de umbras no le haría mucha gracia. Además, los umbra no dejan propina, según se comenta en la Biblioteca. Preciosa taberna, por cierto.

Conseguimos de alguna manera llegar de una pieza al asfixiante y mortífero desierto, donde los peligros no había hecho nada más que empezar, pues los aventureros más novatos aún no se habían acostumbrado a las traicioneras tormentas del desierto. Gracias a mi liderazgo, conseguimos reunir el grupo una y otra vez, incansablemente. Me sacrifiqué por el grupo en un acto de pura valentía, y avancé a solas lo más rápido posible durante varias jornadas para señalizar el camino hacia el oasis, donde haríamos un descanso y trazaría mi plan maestro. Logré como sin duda es de esperar guiarlos al oasis justo en el momento en el que los más jóvenes del grupo de aventureros se habían quedado sin agua.


Una vez descansamos varios días y después de reponer nuestros suministros con el maldito estafador Bedín que regenta aquel enclave, iniciamos la marcha en búsqueda de la roca en forma de media luna: tuvimos que abrimos paso por las dunas durante días, descendiendo paredes de vértigo, sorteando las peores bestias de aquel desierto y sin duda de todo el mundo conocido, combatiendo en noches heladas y soportando toda clase de tormentas eléctricas; gracias a Aku y Pepe, que arriesgaron su pellejo para localizar la roca desde las alturas, trepando como gatos a cualquier cosa que se elevara más de dos palmos, logramos llegar a las proximidades de un gran campamento, a las afueras de lo que parecía ser la mina de titanio del dichoso Bragamanta, en aquella enorme mole de roca en forma de media luna. Lo cierto es que la pudimos distinguir a casi un día de distancia, como un espejismo en una gran llanura.

Los orcos y los zheniatas infestaban los alrededores de ese lugar, parecían seguir las órdenes del estúpido dragón. O quizá actuaban como mercenarios, los unos de los otros, o quién sabe. Al dragón no le vimos su apestoso trasero. Lo importante es que se impuso mi liderazgo y, esta vez sí, nos decantamos por el plan A: "puñetazo en la cara y al suelo".

Sin duda el mejor plan posible, aunque en teoría resultó ser más fácil que en la práctica: las cargas de esos extraños orcos se sucedían a los contra-ataques de zheniatas furiosos, y nos empezábamos a quedar sin vendas ni virotes. Urdimos planes inútiles para capturar con vida a algún ingenuo al que sonsacar información, ¡como si se fuesen a dejar capturar con vida! Después de extenuantes horas de combate, y tras dejar un colorido rastro de cadáveres a nuestra espalda, que no hacía si no hablar bien de mi liderazgo, conseguimos llegar al interior de la montaña. Una gran abertura se abría en ella, invitándonos a entrar. Numerosos rastros de carros y miles de huellas marcaban el acceso.

La misión parecía sencilla, entrar, ver qué se esconde la mina o lo que fuera y volver a casa a recibir honores y agasajos. Pero el exceso de confianza me jugó una mala pasada... pasé por alto las señales que indicaban que algún mago encabezaba a las huestes de Bragamanta. ¡Quién iba a pensar que esos enormes elementales obedecían alguna voluntad! Y así resulto ser, pues al llegar al final de lo que definitivamente parecía ser más una forja enorme como un dragón, ocupando el lugar donde una mina de titanio había sido agotada, nos encontramos con el brujo y su séquito, contra el que Pepe y yo no tuvimos nada que hacer.

Recuerdo aquella puerta cerrada. Nos miramos retándonos a entrar, forzamos la cerradura sin demasiada dificultad y entramos sonrientes y animados, en busca de algo que echar a la mochila. Nunca abandonamos el sigilo, pero al girar la esquina...

Lo único que recuerdo desde aquel momento es despertarme en el desierto con el culo al aire, con arena en los calzoncillos y rodeado de los cuerpos inconscientes y malheridos de mis compañeros. Una patrulla del Oasis de la Luna nos había encontrado en lo que parecía ser una fosa común. Cientos de esqueletos blanqueados por el Anaurokh alfombraban aquel enorme agujero en el suelo. Todos habían caído después de mi, fue lo que deduje al encontrarnos en tal situación. Algo nada sorprendente al perder mi liderazgo.

Una sombra se abatió sobre mí, había fracasado como monje e incluso como líder de la compañía. Esto me mantuvo turbado largo tiempo. No estoy acostumbrado a estas situaciones, como es natural. Pero fue entonces, en ese momento oscuro, cuando mis compañeros me hicieron recordar que no estoy solo, y que aunque les falle, ellos son capaces de perdonarme y darme una nueva oportunidad. Esto me dió gran paz de espíritu y recuperé poco a poco mi compostura. Cada vez estoy más convencido de que ésta es la senda correcta.

Ahora sé también que mi liderazgo, en realidad, nunca se vio comprometido. Y es que como dijo un sabio, el peor líder es el que nunca ha fallado.
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

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12.- Misiva desvelada
m34th00k escribió: La misteriosa carta por fin ha revelado sus secretos

Los robles crecían altos y fuertes, las aguas descendían frías de las colinas y la nieve batía sin cesar los caminos de la Marca Argéntea, mientras un elfo delgaducho avanzaba a duras penas de aquí para allá, al abrigo de sus pensamientos. A pesar de las vibrantes aventuras que de cuando en cuando sucedían, nada parecía funcionar para avanzar sobre esta misteriosa misiva.

Tras elucubrar durante dekhanas sobre el enigmático contenidos de la carta que llevaba consigo, Meldibar decidió que había llegado el momento de estudiarla abiertamente. Para bien o para mal, llevaban demasiado tiempo parados con el asunto de Voraghamanta y aquella era la única pista verdaderamente prometedora que conservaban.

Se celebraba el Marpenot-Fest, el tradicional festival anual de la cerveza de La Caduca, y cientos de aventureros se apretujaban en las posadas cercanas a los principales centros de producción, a fin de degustar la primera cerveza del año, tibia y recién fermentada. Así pues, aprovechando la gran concurrencia de la conocida Taberna del Dragón en la famosa ciudadela de Adbar, en la que por otro lado y felizmente (no exclusivamente debido a la cerveza barata) había coincidido una buena parte del grupo implicado en el asunto de La Muerte Negra, Meldibar expuso al fin la carta a sus compañeros, para compartir ideas e intuiciones sobre la misma.

Fue allí que un nuevo aliado se unió a la causa, y se trataba de un tal Alino, alguien que parecía tener unos modales refinados especialmente en comparación con los de los bárbaros presentes, quienes por cierto montaron una bronca digna de recuerdo en aquel mismo lugar. Téngase esto en consideración, pues nos encontrábamos en una de las más famosas tabernas enanas de la Frontera Salvaje, con todo lo que ello significa para los viajados aventureros de buen entender.

Pepe, el jovial e inquieto mediano siempre tan lleno de vida, poco antes de la esperada reunión había puesto en antecedentes a Meldibar sobre la remota posibilidad de disponer de cincuenta hombres pertrechados al servicio de lady Iruss Oira, para la causa de la que hacían gala ambos. La Orden de Caballeros de la Lanza Helada posiblemente se interesaría en estas cuestiones, reflexionaban. Sin embargo todo esto desapareció de la mediana mente al contemplar Pepe los jeroglíficos y el acertijo, ya que se abalanzó inmediatamente sobre la carta señalando hábilmente los detalles característicos de los cuatro símbolos que en ésta aparecían.

Mientras Nöj el bárbaro, Harmleif el bruto y Krönn el enano bebían ausentes cerveza tras cerveza en otra mesa, favorecidos por los bajos precios del Marpenot, el elfo puso en antecedentes a los más conscientes de los allí reunidos sobre las circunstancias en que fue encontrada la carta, siempre según le había narrado el encapuchado Daedelath. Tras repetir el momento del hallazgo con todo lujo de detalles y sin dejar lugar a la imaginación, el elfo se dio cuenta súbitamente de que el ahorcado, el sujeto que portaba la carta y en cuyo poder se encontró el supuesto pago de 20.000 piezas de oro, bien podría tratarse de un sirviente o alguien próximo al círculo más íntimo del Dragón. Además, todo parecía indicar que el mensaje cifrado y oculto había sido escrito a toda prisa, por alguna misteriosa razón.

Tras la larga introducción, y mientras los bárbaros llenaban el aire con su bravuconadas y excesos, Aku, Erand, Pepe, Alino, Lajato y el mago del Rauvin se dispusieron a examinar detenidamente la carta. Como bien puntualizó Alino, los cuatro jeroglíficos parecían ser:

- El primero, un ojo.
- El segundo, una garra.
- El tercero, una muralla.
- El cuarto, unas fauces.


Observando el ojo con detenimiento, el arcano elfo se dio cuenta de que éste parecía tener unos tentáculos alrededor, lo que posiblemente estuviese representando Contempladores, que según dedujo bien podrían estar liderando los comandos y ejércitos del Zhentarim -como cabía esperar y era bien conocido-, hipótesis que cobraba fuerza teniendo en cuenta que ya se habían topado con esta organización en la incursión que realizaron por el desierto del Anaurokh en búsqueda del mineral Titanio.

Por su parte, Aku precisó que la garra en actitud de ataque podría corresponder con las enseñas y tótems de la tribu con que había tropezado en las orillas del sur del Valle del Rauvin, algo así como la tribu de la Garra Oscura, originarios de los Páramos Eternos según creyó recordar el humano.

El señor mediano Pepe también realizó su aportación, al recordar y señalizar que las fauces del siguiente jeroglífico eran idénticas al símbolo que llevaban grabadas las armas de titanio que se habían encontrado en diversas aventuras a lo largo de la Frontera Salvaje. Todos sospechaban que se trataba del infausto Dragón negro.

Finalmente, el grupo discutió sobre los ladrillos del último jeroglífico, que bien podrían hacer referencia a alguna ciudad amurallada, o también para otros simbolizaban a la horda orca de la Runa Malvada.

Una vez hechas las apreciaciones iniciales, se detuvieron a analizar el total de cinco líneas escritas en lo que, al menos en un principio, resultaba un incomprensible galimatías.

- Línea 1: RY BVB UÑ PHZCYQB (escrita a la altura del ojo)
- Línea 2: YÑ TÑEEÑ BFPHEÑ RFGÑ ÑEZÑQÑ (escrita a la altura de la garra)
- Línea 3: RGREYHNQ PBYCEBYRGVQÑ (escrita a la altura de la muralla)
- Línea 4: ÑGÑDHR RN YHNÑ YYRNÑ
- Línea 5: IVRNR YÑ ZHREGR NRTEÑ (escrita a la altura de las fauces)



Tras devanarse los sesos tratando de discernir el significado, alguien citó el antiguo método del cifrado por desplazamiento, y tras breves cálculos el grupo llegó a la conclusión de que el mensaje que se escondía detrás de aquellas líneas, era el siguiente:

El ojo ha cumplido.
La garra oscura está armada.
Eternlund comprometida.
Ataque en luna llena.
Viene la muerte negra.


Tras descifrar los contenidos del escrito, el extremadamente preocupado grupo de aventureros acordó el subsiguiente plan de acción, de acuerdo a las propuestas de Aku y Lajato. Aunque originalmente se habían considerado dos opciones: recurrir al consejo de la casa Lanzagélida o bien elevar una petición de audiencia a la dama Alústriel en Argluna; Erand trató de incluir también en la ecuación a la Cofradía Gélida por si pudiese ser de ayuda. Esto, normalmente, le habría parecido una idea brillante a Meldibar, no obstante en esta ocasión no apoyó la propuesta, puesto que en aquellos momentos no era conocedor de la recuperación de Drum y pensó que, desprovista de su sombra e inmiscuida en una extraña y oscura trama personal, sería mejor que la cofradía permaneciese al margen hasta haber resuelto sus asuntos.

Mientras debatían, y casi inconscientemente, Meldibar realizó distraídamente unos movimientos con sus manos, conjurando luz sobre la cifrada carta. Para sorpresa de todos, un arpa pareció brillando dorada, como mágica marca de agua ocupando toda su superficie.

Apenas repuesto de la sorpresa inicial (malamente lo disimulaba) y hundido en sus propias cavilaciones, el mago decidió abstraerse de las decisiones del grupo, al cual en su fuero interno y lamentándolo mucho, no consideraba lo suficientemente apto como equipo tras el fracaso en el Anaurokh fruto de una actitud excesivamente temeraria. Sopesó con naturalidad la idea de separarse momentáneamente de ellos y pedir consejo a nivel personal a otros posibles aliados como su tutor Eves, Archimago de Nevesmortas, quien ya lo había iniciado en la Orden de Magos y cuya ayuda había resultado de inestimable valor para obtener información a partir del libro mágico encontrado en el cubil de Voraghamanta.

Mientras el elfo meditaba estas cuestiones, el grupo de aventureros se preparaba para una audiencia con la dama Arlheza de la Casa Lanzagélida de Nevesmortas. Muy cerca del lugar donde todos descansaban y reponían su equipo, salud y confianza, en los magníficos salones de madera noble de la norteña casa que dominaba el resto del villorrio, y protegido de la nevada por sólidos vidrios y el calor de varios hogares siempre encendidos, Norfin Edranor primero de la casa Silmarüre i Daeron de Eternöska perdía su mirada a través de las ventanas, sumido en oscuras cavilaciones.

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13. Retirada en el Cursograna
m34th00k escribió:Ocurrió en una tarde temprana, en la villa de Nevesmortas, que el señor Inarfin se encontraba en las puertas de la casa de Lathander cuando topó con su viejo amigo Nöj. El norteño le comentó que tenía planeado un viaje más allá de Sundabar, el cual vendría seguido de una labor de exploración en tierras de orcos o de gigantes, según se terciase. Ante la promesa de una rentable aventura, en compañía de un bravo combatiente que ya había probado su valía con sus actuaciones en la incursión a la cripta, en la cueva de los trasgos y en ciertas expediciones relacionadas con el asunto de La Muerte Negra, Meldibar decidió participar.

Después de algunos días de marcha y agradable conversación, la peculiar pareja se dirigió al oeste desde Sundabar, donde Nöj afirmaba haber visto gigantes dignos de recibir sus golpes, para honra de sus dioses. Sin embargo, lo que allí encontraron no fueron simples gigantes. Unos inesperados trolls de los bosques atacaron a los aventureros. Por fortuna, en esta ocasión, lograron deshacerse de ellos en un épico combate en que Meldibar quebrantó la norma de Nöj y recurrió al uso de magia sobre el propio norteño. Por suerte, este, de naturaleza despistada y absorto en el fragor de la batalla, no pareció molesto ante la ayuda sino más bien satisfecho con la carnicería que allí perpetraron contra aquellas horrendas criaturas.

Una vez los hubieron vencido, Meldibar se debatía en un mar de pensamientos acerca de los extraños brujos que acompañaban a aquella partida de trolls. Su habilidad para la magia no era nada desdeñable lo cual planteaba otra incógnita: Unos trolls tan peculiares, no deberían deambular por ahí sin ningún motivo aparente. ¿Qué estaba ocurriendo?

Mientras el bárbaro se regodeaba en el mar de cadáveres que los rodeaba y el arcano mantenía un debate con sus propios pensamientos, llego una inesperada invitada: La señora Norah. Esta diestra combatiente pareció interesada tras ver la masacre perpetrada por la pareja, por lo que decidió unirse a estos, quienes la recibieron encantados; un brazo hábil era una compañía tan deseada que bien parecía una intervención divina más que una cuestión de simple azar.

Por suerte para el grupo, el nórdico conocía una cueva donde podrían descansar. Allí Nöj improvisó un rápido campamento, con la habilidad de quien parece más acostumbrado a vivir en los caminos y dormir a la intemperie que de reposar en cómodas camas tras haber cenado comida caliente. Meldibar contribuyó lanzando un conjuro de alarma sobre la zona, para evitar imprevistos y, finalmente, se convino que lo más adecuado sería dejar a Norah descansar primero.

Una vez hubieron recuperado fuerzas los tres, exploraron un poco la cueva y decidieron probar suerte con unos tablones que parecían tapar el paso. Por desgracia, dichos tablones resultaron ser la estructura que sostenía aquel túnel y, por poco, la cueva casi se les viene abajo. Así pues, echaron a correr raudos y veloces hasta abandonar el refugio.

Tras recuperarse del susto, reanudaron la marcha. Mas, para el peculiar trío, los problemas todavía no habían terminado. Caminaban por el lado norte del río Cursograna cuando algo pareció llamar la atención del elfo quien, por prudencia, viajaba habitualmente oculto de la vista por un sencillo conjuro de invisibilidad. Sin embargo, la bestia alada que volaba sobre el río, pareció verlo igualmente aunque, por suerte para el arcano, pudo escapar e informar a sus compañeros, quienes ya se dirigían prestos a combatir unos gigantes. Aquella bestia parecía un dragón.

Ante las excitantes novedades, el grupo se aproximó con cautela hacia la orilla del río, para observar las siluetas en lontananza. Por suerte, en esta ocasión, los ojos del elfo no le fallaron y pudo reconocer, pese a la gran distancia, lo que parecía tratarse de un grupo de miembros de la Garra Oscura formado por exploradores y chamanes. Tras consultar con sus compañeros, decidieron probar a Tymora y tratar de enfrentarlos. Una idea desafortunada, pues el encuentro terminó con el grupo teniendo que huir bajo el amparo de un sortilegio de invisibilidad mientras Nöj portaba en brazos a una Norah inconsciente, debido de nuevo a la acción de convocar un elemental harto inadecuado, mientras Beshaba sonreía complacida.

Considerando los acontecimientos de las últimas jornadas, el elfo sugirió retirarse a Sundabar para descansar en un lugar seguro, no sin antes examinar las heridas de Norah para comprobar que la contusión causada por una explosión de agua, la cual la había dejado inconsciente no fuese un gran problema y -pese a todo- recomendarle que, cuando tuviese tiempo, consultase con algún especialista. El grupo estuvo de acuerdo y se retiraron a la taberna de El Cantor, ocupando una gran mesa circular.

Allí, disfrutando del cálido cobijo que la taberna les brindaba, la aturdida Norah y Nöj el despistado comieron y bebieron mientras que el elfo retrasó la satisfacción de sus necesidades nutricionales debido a un intenso sentimiento de culpa y temor que le cerraba el estómago; no podía evitar pensar que el pésimo rendimiento de su convocación sería algo que tendría que solucionar con urgencia, para evitar que se repitiesen fracasos tan estrepitosos.
Mientras Meldibar ponía a Norah al tanto de los asuntos relacionados con Voraghamanta, e informaba a Nöj de las últimas novedades, un extraño elfo entró en la taberna y se sentó solitario ocupando una gran mesa. Esto llamó por algún motivo la atención del arcano quien, tras un rato de conversación con los suyos, sintió el impulso de acercarse e invitarle a unirse a su mesa, sin dejar de temer el estarse equivocando pues bien podría tratarse de un espía. Fuera como fuese, serían demasiadas casualidades para un sólo día y, tanto para descubrirlo como para contactar con un potencial aliado, decidió mover ficha.

Al final, el misterioso elfo accedió a unirse al grupo, presentándose como Filferil. El cuarteto mantuvo una interesante conversación, intercambiando información con el elfo quien reveló datos interesantes sobre el tercer jeroglífico de la extraña carta que habían estudiado tiempo atrás, el que correspondía con una especie de muralla...

...continuará
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

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Elenthyl escribió: 14. Uno

No puede llover siempre.

Incluso en las agrestes tierras del norte de Faerun hay tiempo para la calma. Hay días en los que luce un brillante sol. Hay espacios para la serenidad y el recogimiento. Incluso en la Marca argéntea existe un resquicio para la paz.

Los sonidos de la noche comenzaban a apagarse, el mundo se pintaba de gris. Cesó la tormenta, calló la brisa, y enorme el sol levantaba el velo incendiando en dorados las copas de los pináculos arbóreos. La luz, al derramarse, descubrió suspendidos en las altas plataformas a los amigos de la Montaraz. Vcho, Will, Galad, Elvandor, Heltzer, Ariel… La Flecha del Destino flanqueaba al elfo salvaje. Junto a ellos Phandaal, Hoerath, Eloril, Sabath… eran muchos los que añoraban volver a ver el brillo cobrizo entre el follaje, escuchar la cascada cantarina de la risa al trote por los caminos. Los primeros rayos de sol arrancaron destellos a la legión de flores que custodiaba el altar donde Artemís, la élfica Ilmanase, permanecía suspendida en la nada.

Phandaal y Ariel se aproximaron al santuario de su preciada amiga, comprobando que todo estuviera preparado para el ritual. Besaron sus manos, acariciaron sus mejillas retirándose hacia la multitud. Elenthyl dio un paso al frente.

Vestía escaso como siempre. Esta vez los cintos que le ceñían el torso eran trenzas de rama viva. La capa que le había protegido del rocío durante la vela interminable de la noche vibraba en un arco iris de flores salvajes. En sus manos la furia cedía su espacio al mechón de cobrizos reflejos. Inseguro pero infalible en su ánimo levantaba las palmas, mirando fijamente el cabello que sostenía. ¿Funcionaría?

Respirando profundamente cerró sus ojos al mundo, dejando caer la primera brizna pelirroja. Apenas tuvo voluntad para abrirlos y comprobar qué sucedía. A su espalda suspiros, agitación disimulada, esperanza mal contenida cuando cabello y cuerpo se fundían con un leve brillo azulado. El resto del mechón se desprendió de él soldándolo a su compañera.

Como si de una telaraña se tratase numerosos hilillos de luz se extendían entre sus brazos y el cuerpo de la Montaraz, uniéndolos mientras Elenthyl exhalaba lentamente el aire reprimido. Levantando la mirada sus ojos aparecieron blancos y sin brillo. El leve resplandor se extendía ahora por los dos elfos mientras la consciencia de Elenthyl se separaba de su cuerpo y viajaba a través del canal de esencia hacia el corazón de Artemís.

Tuvo la impresión de atravesar un largo subterráneo oscuro y sin vida para penetrar tras un instante en la luz de una esfera blanca y translúcida. Sobre su superficie se arremolinaban colores como en un fantástico caleidoscopio esférico que él veía desde su interior. Una imagen comenzaba a formarse en torno a él… un riachuelo… un bosque agreste… algo que se movía entre la espesura. De los matorrales surgía una joven elfa de salvaje belleza. Fiera y dulce era su expresión, como tan bien recordaba. Revivió el momento en que se encontraron.

De nuevo el verde de sus ojos atrapó al explorador en su virtud implacable. Se dejó arrastrar con confianza, zambulléndose en un océano esmeralda mientras el bosque desaparecía a su alrededor y el mundo quedaba atrás. Su alma se estiraba hacia las profundidades aún sujeta en su realidad. Buceando hacia la luz de Ilmanase, penetrando en la esencia de la elfa de los bosques muy lentamente, cada vez más despacio, más lentamente, muy despacio…

En los pináculos arbóreos de la flecha del Destino Ariel ahogaba su sorpresa en un breve gemido. Su misión era atender a su compañero y no permitir que nada le ocurriera. Pero la cresta enhiesta de Elenthyl cambiaba de tonalidad mechándose en un blanco sucio, perdía su fuerza inclinándose hacia un lado. Lanzando una mirada preocupada a Phandaal le instaba a romper el vínculo, a detener aquello que consumía al elfo salvaje. Porque su piel bronceada comenzaba a cuartearse perdiendo elasticidad, arrugándose sobre sus finos músculos de madera tallada. Sin embargo el archimago no permitió interrupción alguna. Su férrea voluntad abrazaba a su aliado.

Casi podía tocarla… la sentía en la punta de sus dedos. El alma de Artemís permanecía anclada en el fondo de su esencia, débil y agotada. Como un pulso de tenue luz respondía a la presencia de su compañero latiendo pausadamente. Sin embargo aún no podía llegar a ella.

Tan cerca, tan lejos. Sin ser consciente del esfuerzo que le suponía Elenthyl se obligó a alcanzarla. Sabía, en el fondo de su ser, que Ilmanase lo necesitaba para salir de allí. De alguna manera lo sabía con certeza. Tuvo la impresión de que no sabía nada, excepto eso. Debía llegar a ella.

Las arrugas suavizaban la acerada expresión del elfo salvaje. Su cresta, antes orgullosa de juventud, caía ahora hacia un lado mudando su color definitivamente al blanco más puro. Su expresión era de una feliz determinación, y nadie intervino pues todos estaban hipnotizados por la sorpresa de lo que esa mañana presenciaban. La luz que unía a los elfos ganó intensidad haciendo difícil una clara percepción de sus formas, solidificándose alrededor de ellos en una esfera de níveo azul.

Se tocaron… Sus almas se unieron un momento, alcanzando la plenitud. Finalmente el esfuerzo dio sus frutos. Ya no eran los compañeros inseparables. Ahora eran Uno.

Apoyándose en la fuerza vital de Elenthyl, Ilmanase luchaba por salir de las profundidades. Su alma pugnaba con fiereza por volver junto a sus seres queridos, por retornar al bosque amado.

Pero no era suficiente. Demasiado débil, destrozada, castigada… apenas si había conseguido brillar para llamar a su compañero en una última despedida. La serenidad del elfo salvaje y su inquebrantable lealtad tranquilizaron a la Montaraz contra toda esperanza, rechazando su adiós. Sabía lo que debía hacer. Estaba preparado para hacerlo. Siempre lo había estado.

Una explosión de luz y el silencio se extendió como una onda sobre el bosque. Elenthyl había comprendido que ella sólo tendría una oportunidad, ésta o ninguna. Y al mismo tiempo pudo entender que sería también la suya. Pues al fin, después de tanto tiempo, vio con claridad que ambos eran… Uno

Un latido de su corazón para tomar la decisión. Otro para reunir toda su fuerza. Y al tercer latido Elenthyl partió su alma en dos, cayendo inconsciente entre sus amigos sobre las plataformas del gran árbol de la Flecha del Destino.





Boquiabiertos y pasmados. Así permanecieron durante largo rato los espectadores de tan extraño ritual. Phandaal y Ariel se lanzaron al unísono sobre su fiel aliado para comprobar su estado. Era terrible… el elfo salvaje aparentaba haber envejecido unos doscientos años. La madurez de sus rasgos se había pronunciado y su piel ya no se mostraba tan tensa como su arco. Sin embargo había nobleza en el rostro de aquel elfo salvaje, ahora casi un anciano que rozaba los seis siglos de existencia. Acariciando su blanquísima cabellera, Ariel constató para alivio de todos que Elenthyl aún vivía. Su pulso era lento pero firme. Y exhibía su característica media sonrisa campeando sobre una expresión de completa paz y felicidad.

Un ligero movimiento sobre el altar volvió a estremecerlos a todos, desviando su atención. Una mano que se movía, un brazo que se alzaba hacia su cabeza. Con un breve gemido, Artemís la Montaraz se incorporaba lentamente sosteniéndose con torpeza. Sentada sobre su lecho de flores abría al fin los ojos después de tanto tiempo, robándole el aliento a los que la miraban estupefactos. Phandaal no cabía en sí de gozo mientras acercaba a sus resecos labios un cuenco de madera con agua de rocío.


- ¡Ilmanase! ¡¡Ilmanase!! ¡¡¡Ilmanase!!!

El archimago no podía dejar de repetir su nombre mientras sonreía como si su cara fuera a partirse en dos. Artemís lo miraba un instante, confusa, para inmediatamente desviar su atención sobre el anciano elfo salvaje que se hallaba derrotado boca arriba a sus pies.

- Uggh… ¿Qué… qué le ha pasado? ¿Y quién… quién es… Ilmanase?

La vida bullía por doquier mientras el sol alcanzaba su cenit sobre las altas copas del bosque de Nevesmortas….



Elenthyl Quart´Hadast
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

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15.- Norfin Edranor primero de la casa Silmarüre i Daeron de Eternöska
m34th00k escribió:
Algunas lunas habían transcurrido ya desde la reunión de la misiva hasta que un peculiar grupo de aventureros se reunió por azar en la concurrida fuente central de la villa de Nevesmortas. Fue en esa fuente que, tal vez envalentonados por la bendición que suponía un día sin lluvia en aquel lugar, aquella banda de temerarios llegó a la alocada conclusión de que había que pasar a la acción y anticiparse a los movimientos de La Muerte Negra antes de esperar a que moviese ficha, para tratar de ir -al menos por una vez- un paso por delante en lugar de por detrás.

Sin embargo, aquellos planes tuvieron que ser pospuestos, pues apenas dos días después con la noche llegaron dos elegantes carruajes para una recepción en la mansión Lanzagélida, a la cual parecían haber sido invitados -a juzgar por los emblemas que se podían ver- los Silmarüre i Daeron. La ocasión era inmejorable para que el grupo de aventureros informase a La Dama sobre las últimas novedades del caso Voraghamanta. Así, reunidos en la taberna de La Rosa y El Martillo, un grupo de ocho aventureros compuesto por Nöj, Iliana, Aku, Meldibar, Tellhar, Zaph, Lucian y Pepe, se preparaba para el que sería un recuerdo que -por unos u otros motivos- la gran mayoría tardarían largo tiempo en olvidar.

Según el grupo acordó, sería Lucian, el bardo, quien se encargaría de los asuntos de palacio y quien -por suerte- tuvo a bien aconsejarlos sobre ciertas normas de etiqueta, recomendando a aquellos que tuviesen símbolos de organizaciones afines a La Marca que los portasen consigo, pues aquello complacería a La Dama.

Tras compartir información y acordar seguir un cierto protocolo, el grupo se encaminó hacia la casa de La Dama, donde además del majestuoso carruaje aparcado junto a las escaleras de entrada a la propiedad, se encontraban algunos centinelas del arco lunar; observando con porte orgulloso y sereno a los integrantes del grupo. Aquellos elfos adoradores de Sehanine eran especialmente respetados entre los aventureros con un mínimo de cultura, puesto que en ocasiones realizaban funerales a los héroes que habían osado enfrentar los peligros más grandes aún a riesgo de sufrir el más trágico de los desenlaces.

No obstante, las delicias apenas se habían comenzado a presentar como un mero aperitivo para ir abriendo apetito. Una vez entraron por las puertas de La Casa y dejaron atrás el vestíbulo, lo que allí encontraron no era simplemente una recepción normal y corriente, acompañada de un buen cóctel y los más refinados brebajes. ¡La mismísima Mháriel Lothanör, la Vidente del Cielo, acompañaba a La Dama Arlheza Lanzagélida!

Mientras la situación parecía ir poniéndose cada vez más interesante, también parecían crecer los nervios de Meldibar, temeroso de meter la pata en cualquier momento pero tranquilo al observar al otro elfo del grupo desenvolverse con soltura en dichos ambientes. Así pues, poco a poco el mago fue acostumbrándose y comenzando a analizar el lugar con detenimiento, como gustaba hacer cada vez que tenía el gusto de conocer por fin lo desconocido, descubriendo un saber -por insignificante que este pudiera parecer- hasta entonces por él ignorado.

No tuvieron, sin embargo, largo tiempo para refrigerarse o analizar el lugar y a los presentes -actividad que, por cierto, parecía tener muy ocupado a Pepe, quien con ojo de experto artesano no dejaba pasar ni un detalle de las joyas que la nobleza portaba- hasta que la misma Arlheza Lanzagélida requirió la presencia del grupo en un lugar más tranquilo, invitándolos a entrar en su propia biblioteca.

Una vez en el interior y bajo el abrigo de la privacidad que la Dama les ofrecía, procedieron a relatar los últimos acontecimientos y los hallazgos efectuados en relación con el dragón Negro de los Páramos Eternos.

Como si lo hubiesen planeado de alguna manera, la distribución no pudo ser mejor, o eso creía el inocente elfo al ver a Nöj, el bárbaro norteño, custodiar la puerta con su propio cuerpo como un armario. Y es que uno nunca sabe cuando va a ocurrir lo más inesperado de entre lo tan inesperado que ni te esperas imaginar siquiera que pueda ocurrir… Pero ocurrió…

PUUUM

¡La puerta de la biblioteca se abrió de golpe, como si una fuerza brutal de magnitud absolutamente inefable, la empujase con la vehemencia con que suena un regimiento de bardos trompeteros en plena campaña militar!

Pero más impresionante fue aún quien cruzó la puerta limpiándose el polvo de la túnica, Norfin Edranor Tel’Silmarüre i Daeron, caminando con paso firme y luciendo su porte orgulloso hacia quien osase contemplar la fascinante niebla mágica que parecía acompañar al brillo de sus ojos, mientras el bárbaro a duras penas esquivaba el escritorio de la Dama, surcando el aire impelido por una fuerza invisible. No podía ser más adecuada la entrada de aquel elfo, y no por lo triunfal y espléndido -que también-, sino por la confirmación que trajo consigo en la larga conversación posterior.

Requirió ser informado de nuestra averiguaciones, y la Dama le mostró con confianza y extrema complicidad la carta encriptada que habíamos hallado. Tras examinarla, ésta llegaba grácilmente a la mesa de Arlheza de nuevo, como flotando sobre una invisible nube y trazando una graciosa curva en el aire durante su viaje.La duda sobre el cuerpo en el que fue encontrada la extraña misiva, o eso pareció entender el insignificante Meldibar, había quedado resuelta: se trataba de un amigo. Un agente encubierto en el cubil del Dragón, mezclándose infiltrado con sus sirvientes, al que llamaban el Sapo.

Luego se mencionó que el Sapo había sido el portador de un arco legendario. Uno por el que el mismo arcano había ofrecido una jugosa recompensa algún tiempo atrás, reclutando aventureros en Sundabar y por toda la Marca. Uno que ya fue encontrado escondido entre dos planos hace treinta años, Walaanela Ycanes, o Destino Último, era el nombre de la exquisita pieza de artesanía élfica que, sin embargo, escondía detrás una trágica historia de amor y sacrificio. Historia que, como no podía ser de otra manera, enlazaba con alguien conocido por el elfo: Artemis, La Montaraz.

De la anterior conversación que Meldibar tuvo con Artemis y Lucian, el mago había entendido que el compañero de ésta se encontraba ausente, en paradero desconocido más bien, tal vez secuestrado por algunos orcos o hecho prisionero de un dragón Negro en el peor de los casos. No obstante, la realidad puede superar a la fantasía y, la historia tras el arco tejía los hilos del destino que unían a esa pareja de una manera en que sólo el caos más absoluto puede obedecer a la voluntad de los dioses. EL arco se encontraba de nuevo en paradero desconocido, perdido quizá en el cubil del Dragón, pero nada parecido se halló junto al cuerpo y la carta.

El arco en si, exquisitamente tallado en una extraña madera de color rojizo, resultaba ser un arma magnífica, legendaria por sí misma. Aquellos capaces de empuñarlo podrían ver aumentada su fuerza a la par que su precisión, y apuntar a largas distancias, gracias según unos al poder que el intrincado grabado élfico que lo recorría en toda su longitud le confería y, otros dicen, a la bendición de la mismísima Sehanine en persona. El elfo fue consciente de que, tal vez de todos los que lo acompañaban en el grupo, ningunas manos estarían más alejadas de codiciar aquel arco que las suyas.

La existencia de ningún objeto así, por poderoso que fuera, justificaría semejante sacrificio. La pérdida, parcial, del alma propia. Ese era en su consideración el precio a pagar por una obra maestra después de todo, y tal vez no todo mereciese la pena entonces. Un extraño y antiguo conflicto que lo acompaña desde antes de que pudiese siquiera recordar, resurgió desde las profundidades más recónditas de su interior en que alma y cerebro se unen. Un extraño juego de tensiones y resoluciones que se dibujaba como una sutil melodía de orden arbitrario, una paradoja perfecta que cerraba el círculo y allí, más que en ningún otro sitio, sirvió al elfo para renegar de todo bien y todo mal. ¿De que sirve pretender el bien o el mal si no sabes qué conseguirás realmente con tus actos?

Entonces el mago comprendió que su evidente ensimismamiento con Norfin apenas tenía algo que ver con fascinación por sus modos, tampoco le atraía especialmente la nobleza -aunque tampoco tuviese nada contra ella-; no, más bien no era eso. Más bien un secreto oculto, susurrado silenciosamente contra su oreja por los pequeños retazos de brisa que consiguen infiltrarse a través de los cabellos que preceden al órgano de la escucha: lo que hace interesante a la gente no es su voluntad para obrar el bien o para obrar el mal, sino el saber qué obrar. Lo que hacía interesante a Norfin no era su cuerpo, ni su porte, ni sus andares, ni sus ropas, ni su posición, era su saber y su resolución, lo codiciaba como codiciaría un compendio con toda la sapiencia posible e imposible de lo arcano.

Y, sin depender de estas consideraciones, además el arco era valioso como un reino enano, porque podía ser el arma que necesitaban contra sus enemigos. Un tirador elfo, entrenado y consagrado a los Seldarine, y capaz de empuñarlo, podría discernir el hilo de la vida de aquel a quien apuntase con una flecha de mithril, desde el momento en que lo hiciera hasta su Último Destino, pudiendo cambiar el curso de la historia y los acontecimientos siendo hábil al apuntar y dándole el uso adecuado.

Eso era lo importante, después de todo, obrar el fin deseado, hacer cumplir la voluntad, fuente de magia para cualquier arcano: innato o estudioso. Y así recordada su voluntad y restablecida su concentración, Meldibar celebró que de aquella reunión en la biblioteca, surgiese la ocasión de una cita en la Torre Brilunar como recompensa. Un aliciente más que capaz de compensar las dificultades del camino, al menos hasta ahora. Y en esa cita, se planearía una incursión a los Páramos Eternos, que traería consigo una oportunidad aún mayor. Un desafío que ningún elfo de naturaleza curiosa que se precie se podría perder.


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

La próxima vez que meditó, Meldibar tuvo que poner en orden más ideas que de costumbre:

(Todo esto comenzó aquel día, en la posada, en lo que no tendría que haber sido más que una agradable velada o tal vez un paseo alrededor de la villa. Nada fue casual, de eso estoy convencido, sería demasiada coincidencia. La mención de aquel tal bragamanta, ya no parecían tener muy claro el nombre… Un dragón negro, decían. Luego el paseo por el Rauvin y la guarida sumergida. En aquella ocasión tal vez lo oyésemos, pero no tuve oportunidad de verlo.

El libro que encontramos en el cofre, la carta que me dio el señor Daedelath, el pergamino del portal… ¡Espera un momento Meldibar! Aquel pergamino que te encontraste en aquella posada en el camino… ¡Qué extraño! Todavía no se… ¿Habrá sido Filferil? ¿Alguno de sus aliados? ¿Algún conocido de La Dama, tal vez? Está claro que nada de esto es casual. Alguien está moviendo los hilos de una u otra manera para involucrarme o involucrarnos en algo. ¿A quién? ¿A mi? ¿Al grupo de aventureros? ¿A la villa? ¿Tal vez a La Marca entera? Tymora!

Debería de consultar esto, tal vez si vuelvo a ver a Filferil…

Sigamos, Meldibar. Después de analizar el libro, se pudo confirmar que se estaba utilizando el titanio para armar a las huestes del enemigo. ¿Quién o qué será realmente Voraghamanta? ¿Por qué todavía no he podido verlo con mis propios ojos si al menos otro dragón negro ya se me ha aparecido? Hay algo extraño detrás de todo esto...¿Existirá realmente Voraghamanta? ¿De ser así, será quién todos creen que es? ¿Cuántos dragones habrá realmente involucrados?

Tenemos varias organizaciones: Por un lado los Zhentarim del Camino Negro comandados por Contempladores, por otro los desconocidos orcos de la Runa Malvada, los hombres lagarto al servicio de Waervaerendor La Garra Oscura, y sin olvidar a los trolls que parecen haberse visto desplazados de sus asentamientos habituales al sur del Valle del Rauvin.

Y esos jeroglíficos: Eternlund comprometida… Eternlund nos lleva definitivamente de vuelta al Rauvin.

En realidad por Eternlund pasan muchas caravanas y mercancías, no deja de ser una ciudad comercial y de paso obligado entre el Norte Salvaje y tierras más civilizadas. Dentro de lo que cabe, no es de extrañar ni que haya espías ni que -incluso- el enemigo aproveche para reunirse escondido en algún recóndito lugar en el interior de la ciudad. Al menos la ciudad tiene unas murallas sólidas, quizá más sólidas que su Consejo...

Si tenemos en cuenta el arpa dorada oculta en la carta encriptada, que tal vez implique arpistas (qué, si no), lo más probable es que muchos otros lleven tiempo tras la pista de este grupo. Tal vez incluso todo este asunto de Voraghamanta se extienda más allá de La Marca. De hecho, considerando la conversación con Filferil, con La Dama Arlheza y con el noble Norfin… Está claro que sabían mucho más de lo que dijeron.

También está ese asunto del arco y la reunión en la Torre Brilunar. Ataque en luna llena, decía otro de los mensajes. ¿Acaso no fue en una noche de luna y sin estrellas que Elenthyl Quar’Hadast fabricó a Walaanele Ycanes? Temo que no sea Sehanine quien aparezca ahora.

Cuando se comentó lo de la Puerta del Puente de Eterlund, Norfin pronunció unas extrañas palabras en la lengua de los druidas… ¿Qué habrá dicho? Aquella imagen con una caravana de mercancías entrando por la puerta, siendo revisada por los guardias entre el trasiego de las gentes… ¿Sería meramente ilustrativa o querría decir algo?¿Sería REAL?¿Estaría pasando en ese preciso instante? También nos dijo que no lo entendíamos, al menos no del todo. ¿A qué se refería? ¿Por qué no fue más claro, especialmente si el tiempo apremia? Resulta evidente que estos también van por delante de nosotros. Ignoramos demasiados detalles. No nos hemos ganado aún la confianza de los poderosos, nosotros, simples aventureros.

A ver… Si el Sapo portó el arco y escribió el mensaje cifrado… ¿El cadáver en la cueva sería el del propio Sapo o tan sólo el de un mensajero o un intermediario?

Norfin no pudo evitar mencionar a las brujas del Colmillo Ensangrentado como una hazaña de gran calado, aunque desde eso hace dos siglos ya… Cuando dijo que todo indicaba que se acerca el momento de otro enfrentamiento… ¿se refería a otra guerra similar? Pero en esta ocasión no se trata de una tribu orca, ni de una tribu de hombres lagarto, tampoco de una facción del Zhentarim en exclusiva, no se trata de un sólo enemigo… Hay demasiadas piezas en el tablero… Tal vez no haya llegado a La Marca en buen momento, después de todo.

La última vez que hubo que encontrar el arco hubo que rastrearlo mágicamente desde la tumba de Blackwood y resultó esconderse entre dos planos… No parece que sea un objeto sencillo de encontrar. Además, aunque esté en este plano, puede fundirse con la naturaleza y es mágicamente indetectable… ¡Una aguja en un pajar! Será más probable que el arco nos encuentre a nosotros, me temo.

Tampoco nos olvidemos de cuestiones como nuestro pequeño plan para retrasar al enemigo, que parece haber mutado a una incursión en toda regla en los Páramos Eternos, en busca del cubil de un dragón Negro ¿en qué estabamos pensando? ¡Bien, recapitulemos!

Punto primero: Asistir a la reunión en la torre Brilunar, parece el paso más obvio.

Punto segundo: repararse para una incursión por los Páramos Eternos. Debo entrevistarme con aventureros que hayan pasado por allí y consultar cualquier información a mi alcance, tal vez pueda preguntar a La Orden, así podré prepararme mejor para lo que parece un viaje inevitable.

Punto tercero: Hablar con Pepe y con Lucian para terminar de preparar nuestra pequeña jugarreta. Si es que es prudente, a la luz de los recientes acontecimientos.

Bien...
)


El resto de pensamientos del elfo volvieron a girar en torno al estudio de lo arcano y el repaso de las fórmulas más frecuentes que solía utilizar en su día a día.
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

Mensaje por Malar »

16.- Un Dragón, dos Dragones.

m34th00k escribió:Un gran grupo de aventureros integrado por Lajato McDelawer, lady Iruss Oira, Lucian, la druida Helie, Elorah, Eilethya, Iliana, Galcor, Dinndhal, Kraes, el avariel Azhraël y Tellhar el Mago de Batalla se había reunido en la Posada del Roble Dorado, en la ciudad de Argluna conocida como la Gema del Norte, aprovechando las buenas temperaturas de principios de Flamerule que dejaban los pasos abiertos y desprovistos de nieve en algunos tramos.

Se preparaba una expedición en semi secreto a los Páramos Eternos, y la casa Silmarüre estaba probando aventureros para que la integrasen, haciéndose pasar por comerciantes. Tal propuesta fue comunicada a lo largo de la Marca a un selecto grupo por el bardo Lucian, encargado de tal asunto y difusión. Debían viajar hasta Eternlund, para acudir a su cita con lord Norfin en la torre Brilunar, y decidir qué aventureros integrarían la expedición a tierras tan lejanas. El viaje en sí mismo sería una prueba, y tendrían una suculenta recompensa al llegar. Por suerte para los aventureros, en aquella ocasión, la Comandante de la Orden de Caballeros abriría el paso mientras que Helie, la discípula de la gran druida Vildiara, se encargaba de vigilar el camino y a sus bestias.

La travesía no estuvo exenta de riesgos sin embargo, pues detectaron no ser los únicos recorriendo el Paso de Argluna hacia Eternlund: rastreadores trolls pequeños y astutos para los de su especie, capaces de organizar emboscadas eficaces, los acosaron en algunos tramos mientras avanzaban paralelos al río; orcos de la Runa Malvada y sus adoradores de Yurtus, que según los rumores habían sido destruidos por un dragón negro pero que -sin embargo- ahí estaban, y aparecían aquí y allá a lo largo de las márgenes del Rauvin; avispas gigantes que, posiblemente amaestradas acompañasen a algún hombre lagarto; y así fue, porque finalmente cuando se acercaban a Eternlund aparecieron las huestes de La Garra Oscura, dirigidas por uno de sus más tenaces y aguerridos comandantes, cuyo gutural nombre resultaría impronunciable de conocerse, tomando posiciones muy cerca de las murallas de la urbe comercial al parecer inadvertidos.

Se produjeron muy duros combates aunque al posarse el polvo y terminar la carnicería, este líder reptiliano, pese a haber sido imbuido con el poder de la sangre de Voraghamanta, cayó costosamente ante el trabajo en equipo de los aventureros quienes, por fin, consiguieron llegar a Eternlund abriéndose paso en una ciudad aparentemente tranquila pese a la actividad exterior. Atravesando un agitado mercado, sorteando decenas de caravanas comerciales llegaron a una zona noble de elegantes residencias, donde fueron bien recibidos en la esbelta Torre Brilunar por la casa en sí misma, pues allí nadie les esperaba y las amplias estancias se encontraba desprovistas de ocupantes.

Una vez allí les permitieron, a través de un curioso libro mágico que se agitaba volador en la recepción, descansar en la propia Torre: orgullo de sus constructores y perfectamente equipada para pasar largas temporadas en su interior, y acoger a un buen grupo de aventureros como el que integraban con comodidades y lujos desconocidos en la Marca Argéntea. Sin embargo no tuvieron mucho tiempo, puesto que algunas horas después de su llegada y mientras se encontraban ya aseados y reunidos en agradable conversación en uno de los salones de la Torre, mientras por las ventanas refulgían las cúpulas y torres de Eternlund a la luz del ocaso de Flamerule, un portal se materializó cerca de ellos y dos Cazadoras Sy-Tel´Quessir acompañadas de esos curiosos lamparcontes que se da en llamar Vigilantes de Mielikki, a las que algunos ya conocían de una aventura en la que siguieron a unos fuegos fatuos hasta la posada de la bifurcación, irrumpieron llenas de barro y empapadas hasta los huesos frente al grupo, reunido como dije en una de las elegantes salas - chimenea de la Torre.

Llegaron en pésimas condiciones: una de ellas murió al momento, la otra pudo vivir unos instantes, lo justo como para responder a un par de preguntas con balbuceos prácticamente ininteligibles: "archimago desvanecido" y "dos dragones son el mismo dragón" fueron de las pocas palabras que se pudieron entender con claridad entre estertores agónicos de aquella valiente joven, apenas una niña elfa. Norfin se hallaba al parecer en paradero desconocido y un idea empezó a rondar la mente de Meldibar: ¿Y si realmente, Voraghamanta y Waervaerendor eran padre e hijo? Antes de morir, la Cazadora activó un bonito broche que cerraba su destrozada capa (aquello parecían zarpazos) y se teleportó a algún lugar que desconocemos, junto todos sus luminiscentes acompañantes y el cuerpo de la elfa caída a su lado.

Mientras los aventureros contemplaban el charco de barro y sangre dejado por las jóvenes elfas en la delicada alfombra, los pensamientos se arremolinaban en la mente del arcano.

No tardaría mucho en compartir sus pensamientos con distintos aventureros que se encontró a su regreso a la villa. Pero aquellas emociones habían sido demasiado, con Norfin ausente y las cazadoras vencidas el modesto mago del Rauvin necesitaba un largo descanso, todo aquello de La Muerte Negra parecía estarse volviendo todavía más peligroso si es que aquello era posible. Arrastrando su spasos a la casa Lanzagélida, Norfin comenzó a ordenar sus pensamientos.

Trolls molestos, peligrosos orcos, hombres lagarto venidos de un pasado remoto, avispas gigantes adiestradas… Criaturas que podían vencer, tal vez muriendo en el empeño, pero posiblemente se las llevarían con ellos a la tumba. ¿Un dragón negro? Una proeza excesiva, pero tal vez podrían lograrlo… ¿Dos dragones negros?

Iban a morir.

Todos.

¿Los dragones tenían algún vínculo familiar? Bueno… ¿Cuántas crías puede tener un dragón negro? Por ahora sólo eran sospechas, por ahora las evidencias sólo apuntaban a la existencia de dos dragones. Pero, ¿y si se trataba de toda una plaga de dragones negros que todavía estaba por dejarse ver? ¿Y si Voraghamanta traía consigo a toda su familia, incluidos parientes lejanos? En cualquier momento, una plaga de dragones podría asolar La Marca y a sus inadvertidos habitantes.

Meldibar no era muy dado a rezos, pero en aquella ocasión rezó. Rezó con cierta desesperación rogando a los Seldarine que lo guiasen, que le permitiesen entender qué estaba pasando. No pareció obtener respuesta, al menos al instante. Sin embargo en algún momento aquella noche, perdido en sus sueños, vislumbró sin recordarlo al despertar un extraño arco que, al disparar, emitía una única y peculiar nota...

Tras descansar una jornada completa a su regreso a la villa, los aventureros se reunieron inmediatamente en La Rosa y el Martillo, donde una silenciosa Drum se sumó a la comitiva sin que estos se percatasen siquiera al principio, pues era como si siempre hubiese estado sentada con naturalidad en aquella silla, sin que a nadie le hubiese llamado la atención hasta que posaban en ella su mirada detenidamente. Entre todos acordaron reunirse con La Dama para consultar todo lo posible sobre la situación de Norfin, y decidieron que lo más adecuado sería que Eilethya hablase con su ilustrísima, ya que parecía estar al tanto de los chascarrillos y rumores más recientes de la corte Lanzagélida y los nobles del Norte.

También fue en esa reunión donde Meldibar se sintió por primera vez compitiendo por la atención de alguien importante, contra -ni más ni menos que- La Dama. Según decían las malas lenguas, ésta había mantenido algún tipo de relación -más cercana de lo que a Meldibar le gustaría- con su adorado, reverenciado, estiloso y fabuloso Norfin. Por suerte el elfo de voluntad fuerte como era, consiguió reprimir un ataque de celos y mantener el trato cordial en todo momento. Ayudó especialmente la presencia de Elorah, quien parecía calmarlo cuando se encontraba cerca, haciendo que éste se olvidase del primero de la casa Silmarüre, al menos en dos terceras partes de sus pensamientos.

Tras acicalarse como es debido y prepararse para la recepción con algún que otro conjuro de Comprensión Idiomática (ya que en la anterior ocasión, se quedó con las ganas de entender algo de lo que en ella se dijo), el grupo al completo se presentó en la residencia de La Dama. Arlheza no se encontraba en el salón, ni en la biblioteca, ni en sus aposentos, al menos no en esta ocasión. Fue el mayordomo quien les indicó que La Dama les esperaba en la azotea de la mansión fortaleza, mientras la Guardia les guiaba hacia las escaleras.

Subieron tan pronto como sus agitados corazones les permitieron, pero sin perder la compostura echando a correr, pese a que el tiempo apremiaba y las ganas no eran pocas de esclarecer algunos misterios. Inmediatamente tras subir, el bárbaro norteño quedó cautivado por la vista del foso interior, el resto de aventureros se desplegaron por la terraza azotada por los vientos del norte y las tormentas estivales; el señor Lohmeyer tuvo la feliz idea de abrigar a La Dama con su paraguas, pues después de l alluvia llegó una inesperada nevada, y, mientras tanto Eilethya comenzó su conversación con la noble representativa de la villa de Nevesmortas.

Arlheza casi fue fulminada por un rayo caído del cielo que parecía mandado por el mismísimo Talos, por suerte, Tymora parecía proteger a La Dama y la suerte le sonrío, el rayo cayó cerca pero no la alcanzó a ella ni a nadie. O quizá fuera aquella aguja de metal que decían funcionaba como "pararrayos" y se erguía en lo alto de una de las torres. Superando estas meteorológicas dificultades y sobreponiéndose a un estado de ensimismamiento impropio de la nobleza, la Dama pudo explicar al grupo que Norfin debería haber llegado a La Casa hace dos noches para una reunión personal con ella y que, en realidad, la Torre Brilunar no era más que la base de operaciones de Lord Silmarüre en el norte. Al parecer, Arlheza llevaba un par de noches avistando los cielos al Oeste en espera de noticias o alguna señal.

Había reconocido entre los aventureros a algunas caras conocidas, y habiéndolos identificado como el grupo que trabajaba para el archimago, les explicó que aquellas elfas que vestían una capa verde bordada en oro con símbolos del bosque y cerrada con un broche de intrincada filigrana, eran las cazadoras Sy-Tel’Quessir; un grupo de jóvenes elfas hermosas y brillantes, arcanas y clérigas, exploradoras y guerreras que antes de alcanzar la madurez se consagraban al servicio de los Seldarine durante algunas décadas ¡renunciando a su identidad incluso! y adoptando una nueva mientras duraba su cacería de las oscuras fuerzas que amenazaban a la raza gentil. Mencionó también que, de entre todas las cazadoras que se habían mostrado en el Norte debido a la época de especial dificultad que se atravesaba, destacaba una especialmente a través de los siglos, una que nunca dejó sus votos y permaneció por siempre furtiva: Walax, una líder valiente, hermosa y letal.

Finalmente se habló de un lugar, el tramo de Adbar. Como algunas historias de bardos cantaban en la Orden de Caballeros de la Lanza Helada hubo una vez un "caballero mártir" que había hecho buenas migas con "Walax la Cazadora" antes de sucumbir, tras vencer las tropas que comandaba en singular combate a una peligrosa Bruja Orca. Lohmeyer aportó más detalles sobre la historia, mencionando que se trataba del famoso Sir Zenhit Ironhands, un caballero enano que se había utópicamente enamorado de Walax y que, dicen, había sido correspondido por esta antes de morir, aunque los rumores establecen en dos el número de veces que sus manos llegaron siquiera a tocarse. Tras esto, La Dama mencionó que tal vez se pudiese encontrar a Walax o alguna de sus discípulas en el tramo de Adbar, cerca de donde recogió entre sus manos el corazón aún caliente de su alma gemela, caída ante ella en una fría mañana.

Excitados por las viejas historias y las nuevas averiguaciones, aquella noche varios de los aventureros que estuvieron en la azotea tuvieron un extraño sueño. En la fantasía onírica un enorme Wyvern llegaba volando impulsado por sus alas pardas hasta la terraza fortificada de La Casa Lanzagélida, luciendo fauces abiertas tatuadas en negro a ambos lados de su cuerpo, y arremetiendo contra todo ser vivo presente en la villa.

¿Tendría este sueño algún significado?
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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

Mensaje por Malar »

17.- Honor y valor de un Aril-Tel´Quessir

Mordenkainen escribió:
El tiempo continuaba pasando, con mayor celeridad de la que nunca me imaginé, fruto de las continuas experiencias y vivencias que me mantenían totalmente enfrascado en lo que me rodeaba. Pero esta aventura, fue mucho mas allá de todo lo que nunca hubiese podido siquiera imaginar...

Días atrás, en Nevesmortas, me encontré con Lucian, la dama Iruss, Aderion y las jóvenes Nelline y Juliette. El bardo nos habló de un trabajo para un noble elfo llamado Norfin de Silmarurë. El trabajo consistía en escoltar una caravana hasta los Páramos Eternos. Fruto de mi inexperiencia para tratar con tanta gente en público, no comprendí demasiado bien el significado, pero si que pude comprender lo verdaderamente importante que era escoltar esa caravana, no por la recompensa, sino porque era la primera casa de elfos de la que había escuchado desde que llegué a la Marca Argéntea. ¿Qué haría yo entonces? Debía de asistir fuera cómo fuese, era de vital importancia para mi, pues por fin comenzaría a iniciar una de las misiones por las que fui enviado a esta región.

Así que no lo dudé, ni un ápice y me ofrecí como voluntario para ir hasta ese lugar. No sólo tendría la oportunidad de conocer a ese noble elfo y su casa, sino que además podría reconocer con la ayuda de aquellos aventureros, aquel peligroso paraje. Todo me serviría de aprendizaje, la cual me otorgaría veteranía y experiencia para el día de mañana. Así que, me puse manos a la obra. En ese mismo día comencé a realizar todos los preparativos.

Adquirí una gran cantidad de raíces en el bosque, algo de musgo, así como varias jugosas bayas. Llené mi odre en un fresco riachuelo y me preparé para viajar al día siguiente hacía Argluna. Durante toda la noche estuve observando aquel mapa que había adquirido. Estuve prestando atención a los cielos y manteniendo ojo avizor en los vientos. Hice una ofrenda a mi Diosa y Reina, Erdrie Fenya. Todo estaba preparado.

A la mañana siguiente, fue entonces cuando aproveché la suave y fresca brisa para en una zona despejada del espeso follaje del bosque, alzarme en el aire con el poderoso movimiento de mis alas y empezar a coger elevación en el cielo. Una vez ya en la altura, conocedor del rumbo gracias a aquel mapa, viajé en línea recta hacia Argluna. Pude percatarme de cuan peligroso era aquel lugar. El bosque predecesor al paso de argluna, lleno de animales coléricos y frenéticos, poderosos depredadores de todo tipo. Pero no menos peligroso era el paso, en su mayoría habitado por una gran cantidad de gigantes y humanoides monstruosos.

Una vez mas pude comprender lo realmente dichoso que era de ser un avariel. Los terrestres no sabían lo desdichados que ellos eran al no poseer nuestras alas que nos permitían surcar los cielos. Esta era una clara muestra de los peligros que evité así cómo el tiempo que me ahorré durante el trayecto.

Lo cierto es que el tiempo se me pasó demasiado rápido y no calculé bien el tiempo que tardé en llegar hasta Argluna volando. Puede que fuese mas o menos medio día, o quizás algo mas, no recuerdo bien. Reconozco que el tiempo se me pasó muy rápido, ya que aquella sensación me embriaga debido a esa agradable sensación que recorre cada poro de mi piel. Aquella fresca brisa acariciando cada una de mis plumas. La sensación tan placentera que me envuelve y recorre a través de mi plumaje. Nunca nadie sabrá en verdad, el privilegio que nos dio nuestra Diosa y Reina.

Ya a lo lejos pude ver la plateada ciudad. Su diosa patrona parece ser Selune. Por suerte Iliana me comentó algo sobre su diosa y lo cierto es que me recordó mucho a Sehanine Lunarco. Eso me hizo templar mucho mi mente y mostrarme mas confiado. A pesar de eso no quise ser ningún necio. Aterricé en las afueras de aquella brillante ciudad, y reconozco que muy hermosa para los sentidos a pesar de ser una ciudad humana.

Desde las afueras me prepararé para entrar en la ciudad. Plegué mis alas en mi espalda lo mas que pude y me dirigí hacía aquella posada en la que se nos citó. Pude ver admiración en muchos ciudadanos. En sus miradas pude leer claramente que no había repudio ni maldad, es cómo si aquellos dioses patrones de Argluna hubiesen moldeado la mentalidad de aquellos humanos para hacerla mas favorables hacia aquellos seres que éramos tan diferentes de los humanos. Debo de indicar que las sensaciones que sentí, fueron de libertad y muy agradables. Me sentía bien en aquel lugar.

Tuve varias horas para examinar la ciudad con total parsimonia y tranquilidad. La zona del puerto, del mercados, sus templos. Incluso pude ver estructuras que me llamaron mucho la atención, cómo aquel puente que parecía hecho de cristalcero, cómo en mi nido de las águilas. Era totalmente transparente y brillante, cómo las estructuras que fabricamos los avariel en nuestras ciudades. Fue entonces cuando me sentí verdaderamente pleno y satisfecho. Tenía muy buenas vibraciones sobre aquel lugar.

Con gran parte de mi curiosidad satisfecha, decidí acercarme a aquella posada. Comprendí que yo habría sido el mas puntual, ya que desde el punto de vista físico hablando, nadie podría haber llegado antes que yo, ya que fui volando. Pero me equivoqué, al menos desde el punto de vista físico, ya que no conté con el mágico. Cuando crucé el umbral de aquella puerta y entré en la posada, me percaté de una gran cantidad de aventureros que se hallaban en la zona. Incluso Eilethya se encontraba allí. Entonces deduje que debieron de usar algún tipo de portal que les habría transportado mágicamente al lugar.

A pesar de mi cansancio, por las horas de vuelo, yo estaba satisfecho y me alegré de haber ido volando. Fue entonces cuando me acerqué a los presentes y me presenté. Fue entonces cuando Lucian recordó el encargo. Partiríamos al alba siguiente rumbo hacia los Páramos Eternos. Era momento ahora de descansar. Ya mañana veríamos lo que nos mostraría el Seldarine.

Tras todos los preparativos listos, la caravana se disponía a viajar al alba. La dama Iruss Oira, sería la que lideraría la expedición. Helie, aquella amable mestiza que conocí al poco de llegar al bosque de Nevesmortas, sería la encargada de guiarnos a través de los caminos. Pude observar a una grandísima cantidad de conocidos en la expedición y a otros muchos que aunque no conocía, tendría el privilegio de hacerlo en aquella expedición, que aún ninguno de nosotros comprendía realmente el significado y peligros que habría.

A la mañana siguiente, nos dispusimos a viajar. Todos y cada uno de los presentes parecía saber bien cual era su labor y entre todos se pudo respirar un agradable ambiente cargado de positivismo y determinación de hacer lo que era lo correcto: ayudar a Silmarurë.

Cruzamos aquella hermosa ciudad de tonos brillantes y plateados, así cómo aquel tan famoso puente de cristal. Caminar sobre éste me hizo sentir aquella agradable sensación que nuevamente embriagaba mis sentidos. Sentir esa sensación mágica y de paz, es algo que cuesta expresar con palabras. Caminamos durante un par de horas hasta alejarnos finalmente del perímetro seguro de la ciudad para internarnos en el inicio de un peligroso bosque. El grupo acabó con facilidad con aquellas criaturas mitad oso, mitad pájaro (pero sin habilidad para volar debido a su peso) que nos hicieron frente, mostrando la habilidad de muchos de los presentes.

Fue entonces cuando se presentó el primero de los verdaderos peligros. Cercanos a la costa, vimos en el horizonte atracado a un barco. En su interior había una gran cantidad de humanos. Todos ellos resultaron sernos muy hostiles. Nos atacaron en cuanto nos vieron. Por lo visto se debió de tratar de algún tipo de banda de piratas que se dedicaba al pillaje, pues dejaron un jugoso despojo tras su batalla. Despojo del cual yo no me hice partícipe al deducir que se trataría de algún pillaje.

De todas maneras, me alegré de estar en aquel lugar y con aquellos hombres y mujeres de tantas culturas y sociedades diferentes. Me pude percatar no sólo de la habilidad de muchos de los elfos presentes, sino también de los humanos. Una vez mas comprendí, que no hacía ser falta elfo para dejarte llevar por la bondad y el buen hacer. Una vez mas, las vivencias y experiencias me demostraron que otras razas, pueden ser aliadas de los elfos.

Finalmente, entre tanta aventura durante aquel día, la noche se nos cayó encima y tras avanzar durante un poco mas en dirección sur cómo Helie nos indicó, decidimos buscar un lugar para descansar.

El grupo encontró una zona boscosa en la espesura del bosque. La humedad se notaba en el lugar y apenas se veía la luz de las estrellas o el reflejo de la luna del tan frondoso follaje en las altas copas de los árboles. Todos colaboraron y en apenas una hora se formó por completo el campamento, uno bastante modesto pero a la vez funcional y práctico. Se prepararon las guardias para la noche, guardias que permitirían a todos descansar, comer, beber y relacionarse con los demás. Fue una agradable noche, la calma que precedía a la tempestad, o en este caso a la muerte negra...

La noche en aquel agradable campamento pasó sin ningún problema ni trifulca. Pudimos comer, beber y descansar bien. Otros mantuvimos nuestro tiempo en vigía y además pudimos repasar los hechizos que mejor creímos pertinentes para continuar en el camino la mañana siguiente. Durante aquella noche pude sentir una agradable sensación que me embriago. Aunque no conocía practicamente a nadie, salvo a Eilethya, rápidamente pude sentir una agradable afinidad con la mayoría. Horas antes habíamos luchado codo con codo contra aquellos piratas y todos habían puesto de si para protegerse los unos a los otros.

Esa sensación a pesar de ser completos desconocidos entre nosotros, me hizo creer un poco mas en los humanos. Quizás es por eso por lo que las demás razas faerunitas hayan podido sobrevivir a las tribulaciones que este malvado mundo siempre termina por asolar. Quizás mi mente haya sido demasiado férrea al igual que el resto de mis hermanos. Quizás aún haya esperanzas para las alianzas. Desde mi ubicación pude observar a los presentes en ese estado de tranquilidad y hospitalidad los unos con los otros. Sonreí. Yo quería formar parte de aquello también, aunque no fuesen mi familia, ni mis amigos, quería mostrar mi ayuda a todos ellos.

Las horas acontecieron y el nuevo alba se anunció en los cielos, pasando tímidamente los primeros rayos de sol a través del espeso follaje en las altas copas de aquel frondoso bosque. El grupo se comenzaba a preparar para levantar el campamento y continuar con la travesía. Fue entonces cuando uno de los vigías dio la voz de alarma...

Todos nos pudimos percatar de aquella enorme sombra que se dibujaba en los verdes pastos adornados con tonos cobrizos y dorados que brillaban en aquel suelo. Aquel enorme tamaño y velocidad me indicaron claramente lo que sería. No podía ser ningún nubarrón, ni tormenta. Sólo podía ser un ser alado de grandes proporciones. Algunos de los presentes se preocuparon de sobremanera. Comenzaron a hablar algo de "la muerte negra". No entendí mucho, pues soy avariel y aunque no me guste, no puedo evitar paralizarme del miedo y del temor cuando creo que tengo un dragón cerca de mi, fruto de mi inexperiencia.

Aquellos instantes fueron terribles e intensos para mi. Fueron segundos que para mi duraron horas. Durante todos esos segundos comencé a pensar en todo el transcurso de mi vida. Desde que tengo uso de razón y noción del tiempo. Cuando era un joven niño avariel. Me recordé de mis padres, de Annariel, de mi instructor arcano-marcial. Del color y la agradable sensación que me embriagaba de ver las estructuras transparentes creadas de cristalcero de mi propio nido. De todos mis hermanos y hermanas. De los ancianos que depositaron su fe en todos nosotros, aquellos que fuimos enviados con una misión, una que era mucho mas importante que cada uno de nosotros.

Sentía miedo y temor, mi latido estaba acelerado, tan rápido que parecía que se me iba a salir del propio pecho. Sentía cómo mi sangre bombeaba por todo mi cuerpo, sintiendo ese latigazo en mis venas, aquella sensación que me hacía sentirme frágil, pero a la vez tan mortal. Entonces mis ojos fueron abiertos. Comprendía que mi fragilidad y la supervivencia de los míos estaba muy por encima de mi persona. ¿Cómo pues podría buscar aliados para nuestro pueblo, si yo demostrase mi cobardía y mi desazón a la hora ayudar a aquellos hombres y mujeres con los que estaba viajando?

Erdrie Fenya nos ofreció un don que ninguna otra criatura terrestre tiene. Somos las criaturas de tamaño medio con mejor maniobrabilidad y velocidad que existen, gracias a nuestro liviano peso y a nuestra carga ligera. Nosotros fuimos creados para surcar los cielos, sentir la brisa en nuestro cuerpo. Nosotros somos hijos del Seldarine y cómo tal es nuestro deber luchar contra todo enemigo que luche en contra de la bondad y el buen hacer. Yo soy un avariel.

Así que en medio de aquel caos, mis pies avanzaron hacia el frente y mirando a los presentes con una voz firme y disciplinada me ofrecí para ayudarles. La gran mayoría de los presentes estuvo de acuerdo, salvo Eilethya, quien había jurado protegerme. Bien es conocido el fervor y el celo que tienen los elfos solares por defendernos a los avariel, lo cual agradecí de Eilethya. Pero esa decisión no le correspondía a ella, sino a mi, sólo a mi mismo.

Fueron unos segundos en los que me dieron algunas directrices e informaciones, pero yo no escuché a ni uno sólo de ellos. Cerré mis ojos y recé para mis adentros. Para nosotros, los avariel, la religión y nuestras creencias son muy importantes y reales. Y yo, aunque sea un aprendiz de la senda del hoja cantante, sigo siendo totalmente fervoroso de mi Reina y Diosa, Erdrie Fenya. Oía las voces de mi alrededor, con especial insistencia a Eilethya que no cesaba en quejarse de mi decisión y ordenarme que no lo hiciera, pero yo no escuchaba sus palabras. Le pedí perspicacia y templanza a mi Diosa. Sabía lo importante que era aquella misión para mi nido y no quería fallar. Si Erdrye lo deseaba, ella me ofrecería su bendición y tomaría rienda de los vientos para hacerlos favorables para este momento no dejarme desfallecer.

Abrí mis ojos y verdaderamente sentí la bendición de mi diosa. Todo a mi alrededor me era favorable. El pequeño claro que se alzaba sobre mi cabeza permitiéndome alzarme en vuelo. Notaba la agradable brisa y los vientos con un ligero remolino que se alzaba en los cielos, un dato que ningún terrestre sabría apreciar, pero yo como avariel era muy consciente de aquella corriente de aire. Entonces sucedió, no lo medité mas. La decisión había sido tomada. Flexioné mis rodillas y extendí mis alas totalmente para a continuación coger impulso con fuerza y comenzar a elevarme a una mayor velocidad de lo que nunca antes realicé. Efectivamente era cómo si Erdrie me estuviese bendiciendo.

Rápidamente me elevé sobre aquellas copas de los árboles y continué elevándome mas y mas. Fue entonces cuando agudicé mi visión para percatarme del entorno que me rodeaba, para mantenerme vigilante y con ojo avizor. Entonces noté cómo el viento cambió rápidamente hacía mi efectuando una gran presión sobre mi cuerpo. Frené el movimiento de mis alas y rápidamente cambié el ángulo de éstas para esquivar aquella sombra que rápidamente quería caer sobre mi.

Esquivé al gran dragón negro que ni siquiera pudo arrollarme con el movimiento de su cola al cruzar a mi lado. Era la primera vez que observaba a un dragón de tan cerca. La sensación de temor me invadió pero no se adueñó de mi. Esa sensación me hacía sentirme mortal y frágil, pero a la vez precavido. Las corrientes del aire parecían favorecerme a mi. Si algo sabemos nosotros los avariel, es que un dragón es muchísimo mas veloz que nosotros, casi el doble. Pero nuestra maniobrabilidad es mil veces mejor que las suyas. Somos capaces de hacer piruetas en el aire en tamaños muchísimo menos reducidos. Esa era mi baza a favor y era lo que iba a usar en todo momento.

Pude ver como la figura de aquel gran dragón comenzó a girar en el aire. Calculé su movimiento. Sabía de lo mortal que era el fuego para nosotros los avariel. A pesar de eso, yo cómo usuario del arte, era capaz de manipular el fuego para usarlo en mi beneficio. Una bola de fuego certera en el aire, era la manera mas eficaz de abatir a un ser alado, por eso los avariel aberramos tanto los conjuros ígneos, por su capacidad destructiva de inutilizar nuestras alas en los cielos y de anunciar nuestra caída mortal.

No sé en que pensé en aquel momento. Sentí la bendición de Erdrie en los aires y quise demostrar a ese maldito dragón, que aunque fuese menos poderoso, menos rápido y mucho mas pequeño, no temería defender a mis compañeros y aliados por temor. Hice uso de la metamagia, un arte que nos es obligado aprender a los hojacantante. Seguí calculando el movimiento de aquella criatura mientras que yo me iba posicionando. Retiré mi hoja de canto y me puse en guardia sin cesar en el movimiento con mis alas para mantenerme en el aire. En ese momento pronuncié el componente verbal, sin necesidad de realizar el somático ya que estaba conjurando sin moverme.

Rápidamente empecé sentir a mi alrededor aquel calor abrasador. El incendiario de flechas flamígeras comenzó a dibujarse a mi alrededor mientras que el conjuro estaba lanzándose. Fijé a mi objetivo y en aquel momento exhalé la última de las sílabas de aquel componente verbal con un grito apasionado que no pudo contener mis emociones. Pude ver cómo varias de aquellas flechas ardientes fueron dirigidas hacía la enorme masa de músculo y escamas que se acercaba peligrosamente a mi.

El conjuro impactó de lleno sobre aquel gran dragón. Aquel fuego abrasador mostró una nube negra de polvo y ceniza que rápidamente se evaporó. Mi conjuro fue absorbido por aquellas ancianas escamas de aquella criatura. Oh, no, mi Reina y hermanos y hermanas. Fallé en mi ataque. Necio y tonto de mi, ¿Cómo has creído pensar si quiera que podrías haber causado algún daño a esa criatura?

El tiempo no jugaba a mi favor y fue en ese momento cuando el gran dragón negro abrió sus enormes fauces para mostrar aquellos mortales y demoníacos dientes y comenzar a cargar su arma de aliento. La gran velocidad con la que se acercó a mi no me dio tiempo a mucho mas. Sentí su característico y ácido aliento de dragón negro, que fue escupido hacia mí con toda su rabia. En un movimiento desesperado, cambié la posición de mis alas y las batí con fuerza para esquivar el enésimo ataque de la criatura.

Conseguí evitar la embestida del gran dragón así como parte de su aliento, si, parte de su aliento. Porque la otra parte me salpicó en el pecho y medio rostro. El dolor fue insoportable. Era cómo fuego líquido que correía mi delicada piel. Sabía que no podría aguantar otra embestida. Había perdido la visión en uno de mis ojos, el cual mantenía cerrado para evitar que el ácido se metiese dentro de éste. El gran dragón tardaría en girar para volver a atacarme, segundos valiosos que me servirían a mi para guarecerme en las altas copas de aquel frondoso y salvador bosque.

El instinto me impulsó y no dudé ni un instante en hacerlo. Me puse en posición totalmente vertical con la cabeza enfocada hacia el suelo. Noté por unos instantes esa agradable sensación de vacío cuando quedas durante ese micro segundo impulsado en el aire. Plegué mis alas con fuerza para mantenerlas pegadas a mi cuerpo y entonces sucedió. El dragón trataba de atraparme, sus garras rozaron las últimas plumas de mi ala derecha, corrigiendo su propio picado en el último instante para evitar el choque con la floresta. Realicé el descenso en picado más peligroso que nunca antes realicé porque el momento en el que abrí mis alas para frenar en el aire, teniendo en cuenta la velocidad a la que descendía, fue demasiado tarde.

Noté cómo mi cuerpo impactó contra una criatura convocada que por suerte amortizó parte de mi golpe. A pesar de eso, noté el fuerte golpetazo que me dejó paralizado en el suelo durante unos agónicos momentos. Intentaba respirar, pero el golpe en mi pecho fue demasiado fuerte y no conseguía insuflar el aire en mis pulmones. Los segundos transcurrieron muy lentos para mi, sintiéndome presa de aquella asfixia mientras que me retorcía del dolor. En las alturas, el dragón se alejaba, dedicándome una furiosa mirada que pude sentir en la carne de mi cara quemada por el ácido.

Fue entonces cuando sentí aquella agradable sensación de energía positiva que recorría la totalidad de mi cuerpo. Era una sensación cálida y placentera que a su vez comenzó a sanar mis malestares físicos y rápidamente aquella paz me embriagó y tranquilizó. Pude coger aire por primera vez en muchos segundos y exhalarlo después, para continuar respirando normalmente. Entonces abrí mis ojos y pude observar a la Dama Iruss con sus manos puestas sobre mi pecho.

A mi alrededor estaban todos los compañeros, aunque especialmente más preocupada Eilethya, quien a su vez parecía estar discutiendo fuertemente con Lucian. No recuerdo lo que dijeron, porque creo que me desmayé un par de minutos. Lo único que se es que les alerté que había visto a un gran dragón. Un dragón negro.

La muerte negra parecía haberse alejado definitivamente de aquel lugar, ocupada en asuntos más importantes que la vida de un Avariel. Esa noche acampamos incómodamente entre la espesura, con mil ojos puestos en las alturas y atentos al más leve cambio en la brisa, antes de continuar nuestro camino hacia el valle del Rauvin.

Aillesel Seldarie.

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Re: Cazadores del Norte: el Ojo Sangriento

Mensaje por Malar »

18.- Walaxyrvaan la Batidora
c4nel4 escribió:

¡Walax, Walax, imponente batidora!
Sy-Tel´Quessir ¡qué sabiduría atesoran!
Entre los bosque de Maderadique, la mejor exploradora

Los aventureros buscan tu hogar,
ligeras pisadas en la nieve deja este humilde juglar;
que desde Adbar hacia el norte te ha de buscar
pero energía maligna el Hijo de Silvanus percibió en el Lugar

La baba le cae a Meldibar, cuando se entera que Norfin bienhallado está
¡Que misterios ocultarán los Páramos!
¡¿Qué tramará Norfin el Edranor!?

Cafar el Pagano se hace llamar, el que a mandoble limpio
defendió este lugar:
¡Los Silmarurë buscan el Destino!
¡Destino Último se hace llamar!

Sehanine Lunarco en sus ojos pondrá
¡Al elegido que el arco podrá portar!
¿Qué elfo usará el Arco con atino?
Pues de toda La Marca parece en sus manos su Destino.


Lucian el Bardo, Canciones de Nevesmortas.
m34th00k escribió:
En las gélidas tierras del norte, la ciudadela de Adbar se alza como un bastión desafiante sobre un largo manto de nieve que cubre las tierras desde Bosquefrío hasta la fortaleza, incluyendo las montañas nevadas al norte del Rauvin que, en escarpados picos, se yerguen terroríficas, como amenazando a los mismísimos cielos.

La casa de los enanos recibía aquel día a un grupo de aventureros con un propósito muy claro: Encontrar a Walax, la elfa Sy-Tel’Quessir que podría arrojar algo de luz sobre la desaparición de Norfin Edranor.

De esta manera una helada madrugada, Lucian, Iliana, Dinndhal, Cafar, Azhraël y Meldibar se internaron embozados y bajo varias capas de abrigo en los caminos helados del norte más salvaje. Carentes de batidores que los guiasen por las peligrosas y resbaladizas sendas nevadas, los aventureros estaban sometidos a las inclemencias del frío y cruel norte, cuyo clima extremo aliado con sus largos y complicados caminos amenazaba con devorarlos, consumiendo sus vidas en algún insospechado lugar donde posiblemente nunca nadie volviese a pisar durante largos años de fría oscuridad.

Tal vez la mismísima diosa de la fortuna les hubiese sonreído en esta ocasión, porque los vastos y gélidos caminos no fueron suficiente para poner fin a la audacia de los aventureros. En primer lugar, una buena cantidad de gnolls los atacó causando la muerte del cuervo familiar del mago del Rauvin, la cual pagaron con creces saldando su deuda de sangre con sus propias vidas. Unas horas después, el clérigo de Silvanus percibió unas extrañas energías malignas que, según mencionó, parecían de procedencia demoníaca.

El grupo no tardó mucho en confirmar la certeza de estas informaciones pues, conforme se iban internando en lo más profundo de lo que parecía el corazón del mismísimo invierno en su búsqueda imposible, más evidente se volvía la naturaleza demoníaca de los gnolls y más contundentes y peligrosos se volvieron sus asaltos.

En ocasiones incluso los atacaron acompañados de poderosas criaturas como Gelugones, feroces demonios que suelen habitar zonas gélidas de los planos inferiores. Las jornadas se sucedían agotadoras, y cuanto más se acercaban a su desconocido destino, más evidente se volvía la presencia gnoll en la zona llegando a hacer aparición incluso miembros de la extraña y peligrosa camada de La Luna Oscura. Una muerte violenta acechaba detrás de cada ventisquero, haciéndose presente, casi palpable, según reducían la distancia con la líder de las Cazadoras.

Lo que ellos ignoraban es que sus hazañas lidiando con dichas criaturas no habían pasado inadvertidas, pues alguna que otra Cazadora los seguía discretamente, observándolos cuanto más se acercaban a su secreto refugio oculto en el oculto Bosque de Maderadiques. Este maravilloso bosque no se muestra ante cualquiera, pues sus accesos se producen de la manera más discreta, ocultos entre arbustos y ríos donde es imposible dejar huella o rastro visible.

Habiendo superado toda resistencia y oposición de los gnoll y sus aliados, no con poco esfuerzo, finalmente encontraron un paso a través de un helado riachuelo y los altos árboles de frondosas hojas parecían darles la bienvenida, asistidos por cristalinos arroyos de dulces aguas cuya ingesta reconfortó a los aventureros desde el mismísimo momento en que su frescor acarició sus labios, colmándolos de renovadas fuerzas conforme descendían por el interior de sus cuerpos. El refugio era, sin duda alguna, uno de los lugares más bellos que el elfo jamás había visitado, escondido como un tesoro oculto en el corazón del norte, su suelo estaba cubierto por un manto de agradable vegetación que los cansados pies de los aventureros agradecieron.

Los troncos de robusta y elegante madera rojiza transmitían una inefable sensación de seguridad, calmando las inquietudes de Meldibar, que por un momento pareció olvidarse de todo y deseó morar eternamente en aquellas tierras, confinado bajo el abrigo y tutela de aquel élfico bosque. Los copos de nieve, en vez de acumularse en los senderos y colinas, caían para ocupar un discreto lugar sobre las hojas, como perlas de agua sólida cobijadas en otoñales carcasas. Allí se derretían de alguna extraña manera que no tuvimos tiempo de averiguar, alimentando los riachuelos, las hierbas de la tierra y las raíces de los poderosos árboles.

Allí, en lo más profundo del bosque escondido, una puerta parecía esperar ser descubierta. Fue Lucian el bardo quien sacó al grupo de su ensueño, indicándoles que aquella entrada parecía esperar por ellos. Unos dicen que su agudo ojo encontró aquella puerta, otros indicaron que mientras recorría saltando risueño el lugar, como en una instantánea regresión a la más tierna infancia, una de sus piernas se trabó con una raíz que sobresalía dando su cabeza fuertemente contra dicha puerta.

Al entrar observaron que en aquel lugar moraban unas jovencísimas a la par que bellas elfas, acomodadas como si aquello fuese su residencia común. La bienvenida fue cordial y podría decirse que nada inesperada, y aunque inicialmente Lucian y Meldibar hablaron en élfico, por si las de perfectos rasgos lo prefiriesen, su actitud desenfadada hacia el grupo y la vasta cultura que parecían atesorar estas Cazadoras no supuso ningún inconveniente para que todos terminasen por usar el común; lo cual fue de agradecer, ya que así los compañeros pudieron enterarse sin necesidad de traducciones.

Una de las cazadoras Sy-tel’Quessir les explicó que los últimos gnolls que se habían encontrado eran una manada distinta, algo especial. Mencionó que sus chamanes poseían extraños dones obtenidos a través de pactos realizados con criaturas demoníacas, consagrados a un único fin. Aullaban a la Luna Oscura. Y eran hembras, en su totalidad.

Tras descansar y asearse brevemente los aventureros, las elfas los llevaron con su líder, o como era su nombre completo en realidad: Walaxyrvaan Elaeth’nthl. Una bellísima elfa cuya piel parecía haber sido curtida por el sol, esculpida por los rayos del astro con sutil vehemencia. Sus ardientes cabellos pelirrojos encontraban cobijo, recogidos bajo el embozo de la cazadora, cuya larga edad y vivencias quedaban patentes al escuchar su voz algo ajada y grave, similar al murmuro del viento cuando mece las ramas más gruesas y antiguas de los árboles de Eternöska.

Según pudo entenderse de las palabras de Walax, las elfas malheridas que habían aparecido en el salón de la chimeneas de la torre Brilunar consiguieron regresar al refugio. Los servicios prestados por Dinndhal en aquella comprometida ocasión fueron agradecidos por la propia Walax, quien parecía tener en alta estima a todas y cada una de sus subordinadas.

Todas ellas eran excelentes arqueras y así también apareció en la conversación el Destino Último, el arco que tan desesperadamente necesitaban para poder enfrentar los horrores por venir, al menos si deseaban salir victoriosos del que ya parecía un inevitable enfrentamiento contra Voraghamanta y sus huestes. Walax mencionó que no habían logrado tener éxito en la búsqueda, pese a los esfuerzos invertidos en tal labor. Fue ahí que la elfa mencionó que -posiblemente- el arco sólo pudiese ser portado por un elegido de los Seldarine o un vidente del Cielo.

Según las preguntas se fueron sucediendo, por fin descubrieron lo que parecía haber ocurrido con lord Norfin. No era probable que se encontrase capturado, sino que todo parecía responder a un ardid para cubrir los pasos del elfo. Así pues, las cazadoras mortalmente heridas que se encontraron en la torre Brilunar, se habían sacrificado para poder cubrir la desaparición del noble archimago mientra este se internaba oculto en una de las principales madrigueras de una extraña horda orca que debería estar extinta. Aquí Meldibar ató cabos y recordó los extraños orcoides que se encontraron en su camino hacia Eternlund y que, según las leyendas populares, no deberían seguir con vida siquiera. La horda de la Runa Malvada era conocida por protagonizar diversas canciones de tabernas en el Valle del Rauvin. Si todo iba bien, el enemigo daría a Norfin por muerto y no lo buscaría. Si todo iba bien…

La conversación fue interrumpida por un no demasiado inesperado ataque al campamento de las elfas, las hembras gnoll de la Luna Oscura volvían a la carga quizá siguiendo el rastro de los aventureros hasta aquel secreto lugar. Las Cazadoras relataron que la líder de la manada Gnoll estaba obsesionada con dar muerte a Walaxyrvaan y las habían combatido en numerosas ocasiones, siempre sin éxito para las bestias demoníacas, que parecían no sufrir los reveses. Cansadas de la confrontación, decidieron ponerle una trampa a la líder gnoll aprovechando la presencia de una extraña comitiva de aventureros en los tramos helados del norte: ellos mismos. No fueron seguidos por las Cazadoras, si no que éstas más guiaron al grupo, seguras de que las batidoras gnoll darían parte a la líder de la manada atrayéndola hacia una élfica emboscada y una muerte segura.

Invitados al heroico enfrentamiento entre antagonistas, el grupo de aventureros colaboró en la trampa con éxito y habilidad, dando caza a un gran número de gnoll sin hallar lamentablemente el cadáver de la líder de las bestias demoníacas. Los aventureros habían luchado con honor y pasión, sellando de esta manera una alianza tácita con las Cazadoras Sy-Tel´Quessir. Tras la batalla, habiendo repuesto sus suministros en el campamento de la elfas para el largo viaje de vuelta, sus caminos finalmente se separaron. O, al menos, durante un tiempo...
La Bestia (parda)
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