Negan el Vinagres

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LA DECISIÓN

Toda la fortaleza se había reunido junto a la puerta principal cuando el cadáver de Brógnar, hijo menor de la familia Vinagres, entró bajo la apesadumbrada mirada de sus padres. Brógnar había sido una bendición tardía para su madre, que no esperaba volver a engendrar.

Un soplo de ilusiones que revivificó a toda la casa, lleno de inquietudes y alegrías. Nunca se le trató con la rectitud que le fue impuesta a Negan, que llevaba toda su larga vida heredando ancestrales conocimientos familiares y secretos que debían perdurar.

Pese a las advertencias de Negan, con quien había establecido una relación casi paternal y llena de ternura, cuando el pequeño alcanzó la edad adulta decidió, llenando de dolor a sus seres queridos, que el mundo exterior lo llevaba esperando demasiado tiempo ya. Cuatro jóvenes enanos, junto con las esperanzas de tres abochornadas familias, marcharon ese día con él. Pero eso sucedió hace ya mucho tiempo.

Aquel día Negan, su hermano mayor, volcó su fe hacia Márzhammor Duin, 'El Vigilante de los Trotamundos', y cada mañana dirigía sus plegarias al hijo de El Forjador de Almas, con la intención de que a su joven hermano los caminos le fuesen propicios. Ahora veía de nuevo a su hermano, el quinto cadáver en la fúnebre marcha hacia el templo. Su fe no había sido suficiente.

Cinco almas, bonachonas y alegres, forjadas con esmero y dedicación por una raza orgullosa, perdidas a manos de los horrores del camino.

Ese día Negan buscó las miradas de los familiares, luego las de sus propios padres, y tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre.

Podía hacer más. Mucho más.

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LA SENDA

Despertó en una dura cama de la Taberna del Dragón, en Adbar, algo desorientado. Pronto tomó consciencia de su situación, y torció el gesto al recortar el recibimiento que tuvo la noche anterior por parte de los enanos de la fortaleza: Insultante indiferencia por parte de los más discretos, y gestos hoscos y cuchicheos por parte del resto. Reviviendo la ofensa, Negan se colocó la armadura cuidadosamente, mascullando para si, malhumorado.

- ¡Cerriles, tozudos y tercos ocultos! ¡Si tratan así a un Volamtar, cómo tratarán a un Errante cualquiera! ¡Así muere nuestro pueblo en los caminos, con indiferencia absoluta!

Al terminar de calzarse el resto del equipo, el enano abandonó el cuarto refunfuñando, entregó la llave de la habitación al mismo tabernero que la noche anterior lo había tomado por un tonto trastornado, y abandonó la fortaleza sin decir palabra. La luz del sol le reconfortaría el ánimo.

No fue así. Negan caminó con orgullo en dirección a la posada de la Bifurcación, seguro de sí mismo, de sus capacidades, sus convicciones y, por supuesto, de su fe. El Ojo Vigilante cuidaría de él, como había hecho durante todo el largo camino. Y así él podría cuidar de otros.

Pero algo lo hizo detenerse. Una primitiva empalizada, casi a la sombra de la fortaleza enana que dejaba atrás. El semblante del enano se fue ensombreciendo a medida que se acercaba, y llegó a su cenit al vislumbrar unas sucias orejas de hiena en lo alto de la muralla de estacas. Esas voces, esos sonidos repulsivos que claman muerte... ¡a la puñetera sombra de la fortaleza!

- ¡El Gran Ojo os ve, malditos engendros! ¡Guía mi arma Marzhammor Duin, y deja que les muestre con ella la luz del camino!

Sobre el campo de muertos y sangre, Negan, cogiendo aire aún con dificultad, se arrodilló, cerró los ojos, y rezó sus oraciones de la mañana.

Y esto reconfortó su alma atormentada.

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LA RUNA

Abrió los ojos, se sacudió la capa, y continuó su camino hacia el sur. Quería llegar a la posada de la Bifurcación. Una vez allí seguiría de nuevo hacia el sur, hasta la villa de Nevesmortas, dando un rodeo, para luego volver al camino de la bifurcación y tomar la ruta del oeste hacia la fortaleza de Felbar, pasando por Súndabar. En su mano estaba iluminar los caminos, y sabía Marzhammor que esos lo necesitaban.

El enano llegó a la posada maldiciendo a voces, como si llevase un compañero de camino visible solo para él. Quienes lo vieron aproximarse se apartaron con disimulo de su camino, entre divertidos y asustados.

- ¡Nidos de apestosos trasgos! ¡Bestias! ¡Bestias sanguinarias escupidoras de hielo! ¡Por las tetas de Tymora, hienas poniéndose gordas a la orilla del camino!

En la posada pidió un poco de pan e información sobre la ruta, y continuó caminando. Si no se detenía, llegaría a Nevesmortas esa misma jornada.

Al ver la delicada muralla sobre la colina, se acercó decidido. Pero el cartel junto a la vieja puerta no anunciaba la villa humana hacia la que Negan se dirigía. El enano entrecerró sus viejos ojos para esclarecer los grabados sobre la gastada madera.

- Hospi...cio de Márzh... ¡por los cuernos de mil demonios!

Empujó las puertas y se dirigió al altar, lleno de orgullo. Presentó sus respetos a Kerila, y le ayudó a sanar a algunos heridos que se recuperaban en el albergue. En el hospicio parecía hacer falta mucho apoyo, y Kerila le habló de lo duro que estaba siendo mantener fuera a las alimañas, y de la cantidad de aventureros que se presentaban allí cada día, huyendo de los osgos o mordidos por los tejones. Negan decidió retrasar su llegada a Nevesmortas, para poder contribuir allí todo lo que le fuese posible.

Al llegar la noche, finalizadas las tareas, llevó a Kerila hasta la puerta de la muralla, y le propuso algo. Él podía marcar esa puerta. Tenía los conocimientos, heredados generación tras generación, hasta llegar a él. Y contaba con el favor del Gran Ojo.