A lo lejos el brillo de los edificios de Lózhilspar parecía ya un vago recuerdo, algunas familias se despedían de los jóvenes elfos que iban a ser enviados al Continente, El Fin de la Retirada no era algo oficial, pero ya se palpaba en el ambiente, y las habladurías en la Corte Élfica sobre los contactos de la Reina Amlaruil con varios Reinos del Continente eran ya la comidilla de cada día.
Y allí estaba Kalen, solo, más preocupado de llevar todo lo que creía necesario para comenzar su viaje que de lo que le rodeaba, en este viaje tres magos iban a ser los enviados al Continente, uno a Tezhyr, otro a Calimsham y él al Norte, a La Marca Argéntea, las clases de común habían sido cortas y el mago de la Corte comenzaba a conjurar los portales que crearían un paso de sentido único hacia Faerun.
Debería mandar información sobre como marchaban los asuntos de su zona, de como se desarrollaban las comunidades élficas cercanas y sobre todo tratar de contactar con Evereska, otro de los pocos refugios de los elfos dorados fuera de Siempre Unidos.
Pero, aunque sabía que no podía negarse a estas obligaciones, nadie había dicho que no podía enriquecerse, ganar poder y posición en el Continente como individuo, Kalen obervaba pensativo los portales cuya luz mágica se mezclaba en pequeños remolinos mágicos con la potente luz del Sol que brillaba en Eternion, uno a uno el archimago de la Corte fue despidiéndose de los jóvenes arcanos que iban a partir, cuando llego a Kalen su sonrisa se empequeñeció un poco, la entrada en el viaje había sido fruto de la casualidad, el joven mago que iba a ocupar el lugar que ahora ocupaba él había tenido un desgraciado accidente cerca del claro de Corellon, dejándolo incapacitado para tal empresa, y dejando Kalen vía libre para ocuparse de este asunto (así como se había ocupado de su rival), el archimago siempre había sospechado de él.
-Buen viaje elfo, espero que cumplas tu cometido ... dijo con cierto retintín el archimago.
Kalen con su pose habitual, gesto neutro y la mano sobre el estoque asintió sin decir una sola palabra, siguió al mago hasta el Portal, y de repente sintió el frío y la lluvia en su piel, estaba en el Norte, estaba en el Continente, Lurue llamaban los más antiguos a este lugar, era hora de demostrar que los elfos habían vuelto para reclamar lo que era suyo, y al joven elfo no le temblaría el pulso para conseguir lo que quisiera y cuando quisiera, al fin y al cabo los elfos solares son la raza más elevada que existe, al menos, eso pensaba para sus adentros.
