Lagrimas de Luna "Quest general de Tymora"
Publicado: Dom Oct 21, 2018 4:37 pm
LAGRIMAS DE LUNA
No recuerdo mucho de esa batalla… por más que intento recordarla… algunas lagunas apedrean mi alma… Muchas lunas pasaron desde entonces, y yo ahora estaba aquí solo… a la luz de una hoguera con una niña, fue la única manera que encontré para poder escapar. Ella estaba fuera del campamento con el resto de la familia. Decidí llevarla conmigo, así me aseguraba de que no me dispararían flechas mientras huya. Ella estaba muerta de miedo, había sido mordida, ya pronto comenzaría el ritual de transformación.
Mientras estábamos descansado en el oscuro bosque, ella me había contado parte de la historia, de cómo ella lo había vivido, y así pude darme una idea de lo que había ocurrido…
Todo transcurría en silencio, la noche comenzaba con una brisa placentera, las mujeres de la aldea esperaban pacientes el regreso de sus guerreros, los cuales habían partido a tierras extranjeras guiados por las tropas Argeenteas para dar fin a las guerras Orcas.
Al norte de la aldea se alzaba una de las tiendas mayores, la cual era habitada por el líder la tribu. Una anciana ayudaba a su hija a amamantar a su retoño, mientras conversaban recordando las gloriosas victorias de sus antepasados bárbaros.
En la parte trasera de la tienda, y tan solo separada por una fina tela verde, reposaba sobre su saco el líder de la tribu. Había permanecido en la aldea, enviando a uno de sus mejores guerreros en su nombre. Aún se reponía de una vieja herida, y el sacerdote le aconsejó esperar y quedarse junto a su esposa.
Hacía dos noches habían recibido una extraña visita. Algunos hombres encapuchados se acercaron a la tienda del líder. Vestían ropas oscuras, con largas capas de fina seda, su tez se tomaba a un tono blanquecino, y su mirada parecía vacía. Estos pidieron
hablar solo con él, y para esto, dijeron a la mujer que venían en busca ayuda. Ella les dejó pasar, y les guió hasta el aposento. Su marido era un hombre muy conocido entre los bosques del norte, por eso no era extraño ver que la gente fuera a pedirle ayuda o
consejo. Esa misma noche, el líder mandó acomodar a los viajeros, aprovisionarlos en la mejor tienda de la aldea y pidió también no fueran molestados.
Habían pasado largas horas hablando, pero no se había escuchado ni una voz más alta que la otra. Los extraños hablaban casi en susurros y por alguna extraña razón el líder también lo hacia. Extraño digo porque a él siempre se le conoció por poseer un gran vozarrón y poca delicadeza.
Pero el viento comenzó a silbar como nunca antes lo habían oído, los árboles bailaban al son y el tintineo de las hojas de la primavera se hizo presente en las tiendas. Aún así las mujeres seguían en silencio, tan solo apagaron sus hogueras para que el viento no extendiera el fuego por el bosque. Pertenecían a los bosques, eran tan salvajes como él y conocían todos sus secretos. No obstante estaban preparadas para la tormenta que en los próximos días caería sobre sus cabezas.
Las horas se hacían eternas, el viento no cesaba y la oscuridad penetraba en sus almas. Los niños se aferraban a las manos de sus madres, y ellas alzaban sus oraciones a los Dioses y pedían protección y salvación para el campamento.
Un relinche se escuchó en la lejanía, y al cabo de un rato este se hizo más cercano. No era uno, sino medio centenar de caballos que montados por los hombres se aproximaban al campamento. Una voz firme y serena, trajo la calma a las mujeres anunciando el regreso de los combatientes.
Y con la llegada de los hombres, días siguientes se organizó una gran fiesta. Tras tratar sus heridas, escuchar sus historias y brindar por la victoria, el líder los reunió a todos para una cena. Todo el mundo asistió, hasta los hombres extraños que días antes habían aparecido en nuestra aldea. Yo no escuché lo que el líder les contaba a los hombres, pero esa noche cuando mi padre regresó a la tienda, mi madre muy curiosa le preguntó. Mi padre le confesó su preocupación, en torno al líder, diciéndole que cuando había partido y había dejado al batallón a su cargo, el sabía que su estado de salud era malo, pero no tanto como para ver que el líder carecía de fuerza, que ya ni sus ojos desprendían vida, y que su voz estaba apagada y marchita.
Mi padre contó a mi madre que se había dado la voz de alarma. que la aldea estaba en peligro y que cuando menos lo esperáramos una gran amenaza acecharía nuestra aldea. Debíamos estar preparados.
En los próximos días se aprovisionó a las gentes, con suficiente comida y bebida. Los niños y las mujeres fueron separados del resto de la aldea, dejándoles a las afueras en grupos de diez familias. Recuerdo con tristeza aquel día. El día que mi padre y mi madre se abrazaron por última vez, vi llorar a mi madre y sentir su cuerpo sobre el mío, protegiéndome, dándome su aliento, y despidiéndose de mí entre llantos y besos.
Después de eso, son vagos los recuerdos que tengo. Unas grandes zarpas, me cogían por el cuello y me alzaban varios palmos del suelo. Unos ojos brillantes penetraban
en los míos cegándome y unos colmillos afilados y ensangrentados se aproximaban a mi.. Al rato caí desplomada al suelo y sentí como era arrastrada.
Se que caminaron varios días como también sé que el trato que recibí por su parte, no era grato. Apenas me alimentaban o me daban agua para saciar mi sed, y cuando la noche caía su paso se aceleraba. Recorríamos los bosques como si fuéramos caballos desbocados, sus pasos eran ágiles, acelerados, salteaban obstáculos como el que salta a la pata coja. Yo trataba de ver algo del paisaje que recorríamos, pero a aquella velocidad me era imposible. Al alba aquellos seres, se cobijaban en cuevas o en alguna posada desviada del camino.
Pasé un año entero sin mediar palabra. Ya conocía bien a lo que me rodeaba, les entendía e incluso les estudiaba intentando seguir sus pasos. No se porque su forma de vivir me llamó la atención, hasta tal punto de querer ser como ellos. No sentía rencor hacía ellos, por haber matado a mis padres y despojarme de lo que más había querido. Tan solo desea ser como ellos, vivir y correr como lo hacían ellos, cazar sin piedad y atrapar a su mayor enemigo. Seguramente aquellos colmillos sobre mi cuerpo, aquella sensación extraña al ver ponerse a la luna, al escuchar sus agudos aullidos, o al celebrar una victoria cuando algún estúpido vampiro caía en una de sus emboscadas... Todo aquello me hacía sentirme viva.
Yo me había quedado estupefacto al escuchar la historia contada de esa manera a través de los ojos de una niña. Era así como nos veía, era así como nos sentía…
Ahora todo cobraba sentido, aquellos malditos vampiros habían tomado la voluntad del señor de esas tierras… los humanos siempre tan débiles… pagaran por todo eso.
Pero hoy no era el día, primero teníamos que descansar y pensar que íbamos a hacer
Mientras estábamos descansado en el oscuro bosque, ella me había contado parte de la historia, de cómo ella lo había vivido, y así pude darme una idea de lo que había ocurrido…
Todo transcurría en silencio, la noche comenzaba con una brisa placentera, las mujeres de la aldea esperaban pacientes el regreso de sus guerreros, los cuales habían partido a tierras extranjeras guiados por las tropas Argeenteas para dar fin a las guerras Orcas.
Al norte de la aldea se alzaba una de las tiendas mayores, la cual era habitada por el líder la tribu. Una anciana ayudaba a su hija a amamantar a su retoño, mientras conversaban recordando las gloriosas victorias de sus antepasados bárbaros.
En la parte trasera de la tienda, y tan solo separada por una fina tela verde, reposaba sobre su saco el líder de la tribu. Había permanecido en la aldea, enviando a uno de sus mejores guerreros en su nombre. Aún se reponía de una vieja herida, y el sacerdote le aconsejó esperar y quedarse junto a su esposa.
Hacía dos noches habían recibido una extraña visita. Algunos hombres encapuchados se acercaron a la tienda del líder. Vestían ropas oscuras, con largas capas de fina seda, su tez se tomaba a un tono blanquecino, y su mirada parecía vacía. Estos pidieron
hablar solo con él, y para esto, dijeron a la mujer que venían en busca ayuda. Ella les dejó pasar, y les guió hasta el aposento. Su marido era un hombre muy conocido entre los bosques del norte, por eso no era extraño ver que la gente fuera a pedirle ayuda o
consejo. Esa misma noche, el líder mandó acomodar a los viajeros, aprovisionarlos en la mejor tienda de la aldea y pidió también no fueran molestados.
Habían pasado largas horas hablando, pero no se había escuchado ni una voz más alta que la otra. Los extraños hablaban casi en susurros y por alguna extraña razón el líder también lo hacia. Extraño digo porque a él siempre se le conoció por poseer un gran vozarrón y poca delicadeza.
Pero el viento comenzó a silbar como nunca antes lo habían oído, los árboles bailaban al son y el tintineo de las hojas de la primavera se hizo presente en las tiendas. Aún así las mujeres seguían en silencio, tan solo apagaron sus hogueras para que el viento no extendiera el fuego por el bosque. Pertenecían a los bosques, eran tan salvajes como él y conocían todos sus secretos. No obstante estaban preparadas para la tormenta que en los próximos días caería sobre sus cabezas.
Las horas se hacían eternas, el viento no cesaba y la oscuridad penetraba en sus almas. Los niños se aferraban a las manos de sus madres, y ellas alzaban sus oraciones a los Dioses y pedían protección y salvación para el campamento.
Un relinche se escuchó en la lejanía, y al cabo de un rato este se hizo más cercano. No era uno, sino medio centenar de caballos que montados por los hombres se aproximaban al campamento. Una voz firme y serena, trajo la calma a las mujeres anunciando el regreso de los combatientes.
Y con la llegada de los hombres, días siguientes se organizó una gran fiesta. Tras tratar sus heridas, escuchar sus historias y brindar por la victoria, el líder los reunió a todos para una cena. Todo el mundo asistió, hasta los hombres extraños que días antes habían aparecido en nuestra aldea. Yo no escuché lo que el líder les contaba a los hombres, pero esa noche cuando mi padre regresó a la tienda, mi madre muy curiosa le preguntó. Mi padre le confesó su preocupación, en torno al líder, diciéndole que cuando había partido y había dejado al batallón a su cargo, el sabía que su estado de salud era malo, pero no tanto como para ver que el líder carecía de fuerza, que ya ni sus ojos desprendían vida, y que su voz estaba apagada y marchita.
Mi padre contó a mi madre que se había dado la voz de alarma. que la aldea estaba en peligro y que cuando menos lo esperáramos una gran amenaza acecharía nuestra aldea. Debíamos estar preparados.
En los próximos días se aprovisionó a las gentes, con suficiente comida y bebida. Los niños y las mujeres fueron separados del resto de la aldea, dejándoles a las afueras en grupos de diez familias. Recuerdo con tristeza aquel día. El día que mi padre y mi madre se abrazaron por última vez, vi llorar a mi madre y sentir su cuerpo sobre el mío, protegiéndome, dándome su aliento, y despidiéndose de mí entre llantos y besos.
Después de eso, son vagos los recuerdos que tengo. Unas grandes zarpas, me cogían por el cuello y me alzaban varios palmos del suelo. Unos ojos brillantes penetraban
en los míos cegándome y unos colmillos afilados y ensangrentados se aproximaban a mi.. Al rato caí desplomada al suelo y sentí como era arrastrada.
Se que caminaron varios días como también sé que el trato que recibí por su parte, no era grato. Apenas me alimentaban o me daban agua para saciar mi sed, y cuando la noche caía su paso se aceleraba. Recorríamos los bosques como si fuéramos caballos desbocados, sus pasos eran ágiles, acelerados, salteaban obstáculos como el que salta a la pata coja. Yo trataba de ver algo del paisaje que recorríamos, pero a aquella velocidad me era imposible. Al alba aquellos seres, se cobijaban en cuevas o en alguna posada desviada del camino.
Pasé un año entero sin mediar palabra. Ya conocía bien a lo que me rodeaba, les entendía e incluso les estudiaba intentando seguir sus pasos. No se porque su forma de vivir me llamó la atención, hasta tal punto de querer ser como ellos. No sentía rencor hacía ellos, por haber matado a mis padres y despojarme de lo que más había querido. Tan solo desea ser como ellos, vivir y correr como lo hacían ellos, cazar sin piedad y atrapar a su mayor enemigo. Seguramente aquellos colmillos sobre mi cuerpo, aquella sensación extraña al ver ponerse a la luna, al escuchar sus agudos aullidos, o al celebrar una victoria cuando algún estúpido vampiro caía en una de sus emboscadas... Todo aquello me hacía sentirme viva.
Yo me había quedado estupefacto al escuchar la historia contada de esa manera a través de los ojos de una niña. Era así como nos veía, era así como nos sentía…
Ahora todo cobraba sentido, aquellos malditos vampiros habían tomado la voluntad del señor de esas tierras… los humanos siempre tan débiles… pagaran por todo eso.
Pero hoy no era el día, primero teníamos que descansar y pensar que íbamos a hacer
Las discusiones entre ambos cada vez eran más rutinarias e insoportables. Los dos con distintas opiniones sobre como liderar una manada. Como era predecible, una guerra interna estalló y ambos decidieron separarse.
La fijación de la bárbara era destruir todo aquello que había amado una vez y luego le habían arrebatado. Si bien es cierto que nunca quiso ser lo que es ahora, sus pasos y acciones le habían llevado incluso a ser más poderosa y negarse a volver a ser solamente una humana.
Proximamente capitlo II "La historia de Liara"
//Agradecería que postearais en este hilo vuestra historia sobre vivido en la quest. Gracias y un saludo.
Tym