Yo soy Zinga.

Los trovadores de la región narran la historia de sus héroes. (Historias escritas por los jugadores)

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Vladia

Yo soy Zinga.

Mensaje por Vladia »

Zinga observó de reojo al grupo de encapuchados cuchicheando mientras disparaba su arco contra la diana, el fondo de la caverna era oscuro, pero podía sentir sus miradas clavadas en ella.

El sonido de la flecha al salir empujada por la cuerda trajo recuerdos a la mente de Zinga.

Habían pasado años, largos años desde aquella noche en que la caravana de sus padres había sido asaltada. Una noche de lluvia en que una niñita gitana, empapada por la lluvia, deambulaba aturdida entre los restos de las carretas de su clan.

Recordaba cómo aquellos hombres encapuchados salieron del bosque como fantasmas, cuando ya los bandidos se habían marchado. Zinga, que había ido a por madera, había dejado caer el haz de leña al suelo ante el espectáculo que se mostró a sus ojos al retornar al circulo de carretas, y vagaba por los restos del campamento aturdida y confusa.

Todos estaban muertos..Mientras aún lloraba su pérdida, se vio rodeada por aquellas figuras silenciosas...

-Tú..., pequeña zingara- dijo uno de ellos con voz pausada- no temas nada, acércate.

Ofuscada y temblorosa les había acompañado, subida a la grupa del caballo de uno de ellos llegaron a la gruta que les servía de cobijo.

-Hemos llegado, esta es nuestra casa, nosotros cuidaremos de ti en adelante pequeña.

La muchacha atino a decir entre temblores:

-Me da miedo, esta muy oscura...
-Oh..no debes temer a la oscuridad pequeña zingara- replicó el hombre con una sonrisa.

Su ensoñación se vio interrumpida cuando uno de los encapuchados se le acercó y le habló con la misma voz pausada que empleara años atrás.



-Zinga, es la hora. Todos estamos de acuerdo en darte la oportunidad para acometer esta empresa..¿estas preparada?

-Lo estoy-replicó asintiendo.

-¿Sabes que se espera de ti y cómo llevarlo a cabo?

-lo sé, soy consciente y estoy lista.

-Bien,bien, pequeña zingara, no nos decepciones. -el hombre asintió complacido con una sonrisa apenas perceptible bajo la capucha que le cubría el rostro.


Zinga contempló las casas y muros de la villa de Nevesmortas recortados contra el cielo, con ritmo lento encaminó sus pasos hacia la pequeña urbe norteña.

La luna apenas llegaba a iluminar la negra noche de invierno, y el cielo era oscuro como las entrañas de la tierra.

Pero Zinga ya no le tenia miedo a la oscuridad...

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